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Somos silencio consciente.

Domingo, 7 de febrero de 2021
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Meditando-en-la-playa_2560x1440Domingo V del Tiempo Ordinario

7 febrero 2021

Mc 1, 29-39

En medio de una actividad incesante –“era tanta la gente que iba y venía que no encontraban tiempo ni para comer” (Mc 6,31)–, Jesús amaba y buscaba espacios de silencio, aunque tuviera que levantarse “de madrugada”.

          El silencio no es huida ni evasión, sino la otra cara de la acción adecuada y eficaz. De entrada, puede verse como “entrenamiento” para afrontar con lucidez y serenidad la vida cotidiana. Y esto es así porque, al situarnos en nuestro “centro”, nos apacigua y nos fortalece, nos ajusta y nos dinamiza. Pero hay más.

          El silencio de la mente –que es también silencio del ego– nos permite saborear lo que somos en profundidad –Jesús diría: entrar en contacto con el “Padre”– y vivirnos como presencia consciente. Porque el silencio no es una práctica, una actividad o un medio para lograr otra meta. Bien entendido, el silencio es un estado de ser, que transciende el estado mental y nuestra identificación con el yo.

          Decía Pascal que “toda la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa: no saber permanecer en reposo en una habitación”. Si entendemos bien el significado del silencio, tenía toda la razón. Toda nuestra desdicha es hija de la brecha espiritual –alienación– que vivimos con nosotros mismos, del alejamiento –consciente o no– de nuestra verdad profunda. Mientras permanecemos en la superficie, en el mundo de nuestras construcciones mentales, por más que nos creamos autónomos e incluso autosuficientes, no pasamos de ser marionetas movidas por los hilos de los movimientos mentales y emocionales que se producen en nuestro interior.

          El silencio es la puerta que nos conduce a casa porque, al observar la mente –al situarnos en el testigo ecuánime que observa a distancia todo lo que se mueve en nosotros–, nos libera de su hechizo. Dejamos de ser manejados por la mente pensante y podemos empezar a utilizarla como herramienta a nuestro servicio. Ha cesado nuestra identificación con ella porque el silencio nos ha mostrado nuestra verdadera identidad.

          Tal vez empezamos en su momento viendo el silencio como una práctica o un tiempo que nos permitía descansar y encontrarnos a nosotros mismos en un nivel más profundo. Ahí pudimos fuimos testigos de cómo esa práctica nos apaciguaba y serenaba interiormente. La propia práctica nos permitió experimentar que el silencio era mucho más: un estado de ser, que modificaba radicalmente nuestra perspectiva. Finalmente, hemos venido a experimentar que, en nuestra identidad más profunda, somos silencio consciente.

          Podemos saborearlo descansadamente en tiempos específicos en que tomamos distancia de nuestra actividad, pero lo somos de manera permanente. En él nos reconocemos en todo momento y toda nuestra acción nace de él. En nosotros hay pensamientos, sentimientos, acciones…, pero nada de eso nos define. Todo ello ocurre, aparece y desaparece, en el campo abierto y pleno del silencio que somos. No vivimos ya en la mente, sino en el no-pensamiento, en una espaciosidad luminosa, en el Testigo que todo lo observa.

       Probablemente, ello es lo que explica un hecho fácilmente constatable: el silencio enamora a quien empieza a practicarlo. No es extraño: si el silencio es nuestra identidad, ¿cómo no habría de enamorarnos?

           ¿Qué lugar ocupa en mi vida el silencio? ¿Cómo lo vivo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Cuidado con la fiebre de poder. (Suegra de Pedro e Iglesia)

Domingo, 7 de febrero de 2021
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jesus_sana_suegra_pedroDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. De la sinagoga a casa de Pedro.

         La curación de la suegra de Pedo es un relato insignificante, pero que tiene un gran contenido eclesial.

         No se trata de una mera cuestión geográfica. Jesús está en la sinagoga y va a casa de Pedro…

Como todo en los evangelios, también la geografía, tiene un sentido teológico. Jesús sale, se marcha del viejo sistema del AT, de la ley, Jesús sale de la sinagoga y “va” a casa de Pedro, que es la Iglesia naciente… (La casa en el evangelio de Marcos es símbolo de la Iglesia).

         Del AT al NT, de la ley a la libertad, del poder al servicio.

  1. Peor el remedio que la enfermedad.

         La familia de Pedro es la comunidad cristiana naciente, la Iglesia. Jesús se encuentra entre los suyos, con los más íntimos: Pedro, Santiago y Juan. Pero resulta que los suyos, la suegra de Pedro, tiene fiebre, en griego: fuego: (piresousa: pirotecnia, pirómano, pirograbado).

El fuego, la fiebre es de poder. El zelotismo (zelotas) quería expulsar la ocupación de los romanos incluso con la fuerza de las armas. Algunos del grupo de Jesús, incluido Pedro y su familia, tenían ansiedad violenta de poder, de expulsar a los romanos como fuere, pretendían ocupar las primeras carteras del futuro e inmediato Reino o gobierno que Jesús iba a instaurar.

Pero lo de Jesús no es el poder, ni instaurar un sistema religioso de “ordeno y mando y hago saber”. Tampoco es un asunto racial, nacional, mi Reino no es como los de este mundo: a golpe de talonario o de escaños parlamentarios, o de traiciones, ni mucho menos de poder eclesiástico.

  1. “Extrañamente” dos mujeres son modelo de iglesia.

         El primer signo del evangelio de Marcos es la curación de la suegra de Pedro. Y este mismo evangelio termina con aquella pobre viuda que da como limosna los “cincuenta céntimos” que necesitaba para comer. (Mc 12,37-.44). (Después vendrá la pasión y muerte del Señor). Es muy raro que Marcos comience y termine su evangelio con dos mujeres, pobres, la de suegra de Pedro quizás anciana, la otra, viuda; las dos sin valor ni relevancia en la vida pública, ni tan siquiera valían para ser testigos.

         Sin embargo, la curación de la suegra de Pedro de la fiebre de poder, (de la Iglesia) constituye el modelo de vida eclesial. Podríamos evocar el lavatorio de los pies de Juan 13: la actitud de servicio como modo de ser cristiano e iglesia.

Resulta chocante cómo la mujer ha quedado tan relegada en la historia de la Iglesia. En realidad en el sistema eclesiástico ha quedado relegado todo aquel que no sea clero, es decir, todo el laicado. El “poder sacro”, incluidas sus intromisiones en el sutil dominio en las conciencias, se parece más a la sinagoga, al “estado febril” de la casa de Pedro, que a la suegra ya curada de sus deseos de poder.

¿A qué se debe -si no- el poder de la Curia que se ha instalado, como el muro de Trump en la frontera con Méjico, entre las iglesias locales y Francisco?

        También nosotros necesitamos ser liberados de la enfermedad mortal del poder.

  1. la suegra de pedro.

         La suegra de Pedro, el grupo eclesial, la suegra de Pedro, pasan de tener fiebre, ansia de poder, aservir. Y el poder es algo con lo que Jesús no puede:

Los príncipes de este mundo tiranizan y oprimen a los suyos, entre vosotros no ha de ser así, sino que quiere quiera ser el primero, que se haga servidor de todos / pues el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida. (Mc 10,45; 9,33).

         Una mujer, judía (de cultura judía), ya mayor y suegra es la primera persona que encarna y da testimonio del Espíritu de Jesús: el servicio. La suegra de Pedro una vez curada de la fiebre de poder, se pone a servir en la comunidad eclesial. Lo que constituye la Iglesia es la actitud de servicio: el lavatorio de los pies (Jn 13), el servicio de la suegra de Pedro.

         Una iglesia que viva en una dialéctica de poder, no es la comunidad de Jesús. Podrá ser una agencia de servicios religiosos, pero no será la iglesia en la que todos vosotros sois hermanos¸ (Mt 23,8) y os servís unos a otros. (Por desgracia y, a pesar de todo lo que está luchando Francisco, la dialéctica del poder está muy presente en la iglesia de hoy, en el carrerismo eclesiástico, en las diócesis de “primera y de segunda”, en las parroquias “término”, en los cargos curiales, etc.

  1. Levantar: resucitar.

El pobre Job (1ª lectura) se encuentra desesperado porque Dios le ha abandonado, por la enfermedad y la marginación. Job se angustia: la noche se alarga ¿cuándo me levantaré?

La suegra de Pedro estaba también postrada por el fuego del poder. Jesús la cura y la levanta. La expresión griega para hablar de esta curación (y de otras) es: levantar, que es una de las dos palabras que usa el NT para hablar de resurrección.

El verbo griego “egeiro” significa despertar, levantar, resucitar. En muchos momentos, cuando los evangelios hablan de la resurrección de JesuCristo emplean este verbo: Dios lo levantó (egeiro), lo resucitó.

Cuando Jesús cura-resucita a la hija de Jairo, la levanta, (Mc 5,41)

Jesús “levanta” a un niño endemoniado (Mc 9,36).

Dios levantó (resucitó) a Jesús de la muerte (Rom 10,9)

Con toda normalidad, Jesús va a casa de Pedro, se acercó, cogió de la mano a la suegra de Pedro y la levantó, …. Todos son gestos familiares, espontáneos. Jesús no hace ningún rito, ningún exorcismo, no se reviste de capa pluvial, roquete, etc. Simplemente Jesús la toma de la mano y aquella mujer “resucita”, se levanta. La que estaba postrada por la fiebre, el ansia de poder, queda totalmente curada está en condiciones de servir la comida festiva del sábado.Se puso a servirles: señal evidente de su total curación.

         Cuando uno se encuentra con Cristo (con Dios) recupera la dignidad, la vida personal, uno “resucita”. Los paralíticos, los ciegos, etc. dicen que levantándose le seguían por el camino.

         ¿No es una resurrección cuando una persona se levanta de su depresión, de su drogadicción, o cuando se cura de raíz de un viejo odio o de una lejana ruptura familiar o personal? ¿No fue una resurrección la del hijo perdido cuando se levantó y volvió a casa? Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida. Lázaro resucitó, se levantó.

Cuando nos encontramos postrados, abatidos, muertos como el hijo menor, Cristo nos devuelve a la vida. Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida.

En estos momentos de sufrimiento humano, levantemos nuestra mirada y nuestra esperanza. Resucitemos

  1. (La suegra de Pedro) se levantó y se puso a servirles.

Los del Obispado piensan que con un nuevo y lujoso obispado, con marketing pastoral, con estructuras, reuniones y demás, ya está constituida la Iglesia.

Para hacer Iglesia, comunidad cristiana no hace falta poder, sino servicio. La Iglesia es valiosa no por lo que manda y organiza, sino por lo que sirve: servicio, Jesús salió de la sinagoga… La iglesia debiera -debiéramos-salir de la sinagoga, del sistema sinagogal, ritual, legal que se ha construido y “perderse” en las periferias de los pobres y sencillos. La pobre viuda, el buen samaritano, los pecadores y publicanos, el lavatorio de los pies son las pautas eclesiales.

  1. ¿Jesús es un líder?

         Tras curar a otros muchos endemoniados (epilépticos, problemas psicológicos, etc.) la gente le sigue, pero le sigue como se le sigue al líder en un mitin político o como los fans le siguen a Messi. Todo el mundo te busca…

         Ni Jesús, ni las personas que “sirven”, interpretan las cosas como un seguimiento idolátrico.

         El cristiano no busca el éxito, ni los números eclesiásticos o diocesanos. El cristiano trabaja por el Reino, por el mérito (valor), no por el éxito o el brillo social.

  1. se marchó a despoblado a orar.

         Es una actitud constante de Jesús: vivir siempre mirando a Dios, vivir en una interioridad constante, en oración

Necesitamos una vida interior, un clima de reflexión constante, un diálogo con Dios, confrontar nuestras vidas con Dios.

         Y necesitamos marchar a “despoblado”, lejos de la tv, de la algarabía y palabrería de los mítines, de tanto ruido social, eclesiástico y político.

         En esta pandemia parece que van aumentando las enfermedades psiquiátricas, las depresiones y las adicciones. Quizás es que se nos ha olvidado el silencio, la calma, la serenidad, la oración. Si no estamos viajando, bebiendo, “zascandileando” parece que no vivimos…

         Hay cosas que solamente se entienden en silencio y en la oración.

Se levantó y se puso a servirles.

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“A la puerta de nuestra casa”. 5 Tiempo Ordinario – B (Marcos 1,29-39). 04/02/2018

Domingo, 4 de febrero de 2018
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jesus_sana_suegra_pedroEn la sinagoga de Cafarnaún, Jesús ha liberado por la mañana a un hombre poseído por un espíritu maligno. Ahora se nos dice que sale de la «sinagoga» y marcha a la «casa» de Simón y Andrés. La indicación es importante, pues en el evangelio de Marcos lo que sucede en esa casa encierra siempre alguna enseñanza para las comunidades cristianas.

Jesús pasa de la sinagoga, lugar oficial de la religión judía, a la casa, lugar donde se vive la vida cotidiana junto a los seres más queridos. En esa casa se va a ir gestando la nueva familia de Jesús. En las comunidades cristianas hemos de saber que no son un lugar religioso donde se vive de la Ley, sino un hogar donde se aprende a vivir de manera nueva en torno a Jesús.

Al entrar en la casa, los discípulos le hablan de la suegra de Simón. No puede salir a acogerlos, pues está postrada en cama con fiebre. Jesús no necesita de más. De nuevo va a romper el sábado por segunda vez el mismo día. Para él, lo importante es la vida sana de las personas, no las observancias religiosas. El relato describe con todo detalle los gestos de Jesús con la mujer enferma.

«Se acercó». Es lo primero que hace siempre: acercarse a los que sufren, mirar de cerca su rostro y compartir su sufrimiento. Luego «la cogió de la mano»: toca a la enferma, no teme las reglas de pureza que lo prohíben; quiere que la mujer sienta su fuerza curadora. Por fin «la levantó», la puso de pie, le devolvió la dignidad.

Así está siempre Jesús en medio de los suyos: como una mano tendida que nos levanta, como un amigo cercano que nos infunde vida. Jesús solo sabe de servir, no de ser servido. Por eso la mujer curada por él se pone a «servir» a todos. Lo ha aprendido de Jesús. Sus seguidores hemos de vivir acogiéndonos y cuidándonos unos a otros.

Pero sería un error pensar que la comunidad cristiana es una familia que piensa solo en sus propios miembros y vive de espaldas al sufrimiento de los demás. El relato dice que ese mismo día, «al ponerse el sol», cuando ha terminado el sábado, le llevan a Jesús toda clase de enfermos y poseídos por algún mal.

Los seguidores de Jesús hemos de grabar bien esta escena. Al llegar la oscuridad de la noche, la población entera, con sus enfermos, «se agolpa a la puerta». Los ojos y las esperanzas de los que sufren buscan la puerta de esa casa donde está Jesús. La Iglesia solo atrae de verdad cuando la gente que sufre puede descubrir dentro de ella a Jesús curando la vida y aliviando el sufrimiento. A la puerta de nuestras comunidades hay mucha gente sufriendo. No lo olvidemos.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

 

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“Curó a muchos enfermos de diversos males”. Domingo 4 de febrero de 2018. Domingo quinto del tiempo ordinario.

Domingo, 4 de febrero de 2018
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14ordinarioB5 cerezoLeído en Koinonia:

Job 7,1-4.6-7: Mis días se consumen sin esperanza.
Salmo responsorial: 146: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
1Corintios 9,16-19.22-23: ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Marcos 1,29-39: Curó a muchos enfermos de diversos males

Hoy el libro de Job nos lo presenta sumido en un gran sufrimiento. Delante de sus amigos desnuda su corazón, su desilusión. Ellos, que defienden una teología alejada de la vida, no pueden comprender la queja de su amigo ni acompañarlo plenamente en su dolor. El grito de Job está presente en la vida diaria de muchos hombres y mujeres en todos los rincones del planeta, que enfrentan una vida de lucha y dificultad. Job compara su existencia con la vida de un «mercenario»; mercenario es quien vende su lucha, que libra por dinero causas que no son suyas y se fatiga por empresas que no ama.

El libro de Job, como sabemos, es una joya literaria dentro de la Biblia hebrea (de la que está tomado nuestro «Primer Testamento»). Es una reflexión sapiencial sobre ese problema irresoluble, o mejor, sobre ese misterio eterno que es «el mal». El misterio del mal, su presencia injustificada en el mundo, ante la cual necesitamos justificar a quienes podrían resultar implicados por la existencia del mal. A Dios, en primer lugar. En efecto, la «teodicea» o disciplina filosófica que trata de mostrar la existencia de Dios, trata en realidad de «justificar» a Dios –como expresa la etimología misma de la palabra–.

Lo importante del libro de Job no son sus «datos históricos» (que no existen, pues no es un libro histórico), ni las respuestas de tipo explicativo que quisiera dar sobre el dolor humano (que estarían hoy absolutamente sobrepasadas), sino la sabiduría que encierra en sus reflexiones.

En efecto, la ciencia avanza cada día, y no tiene sentido hoy estudiar la óptica en la obra de Newton por ejemplo, que fue uno de sus fundadores, pues como ciencia su obra está hoy enteramente sobrepasada. En cambio, no avanzamos cada día en sabiduría –que no está en el mismo plano de la ciencia–, y hoy la humanidad sigue viviendo de la sabiduría de personajes como Confucio, Buda, Sócrates, Jesús… En realidad no hemos avanzado sobre aquella sabiduría fundamental adquirida hace ya tres mil años… Esa constatación nos permite escuchar y leer el libro de Job.

Pablo, de manera parecida a Job, se encuentra en una discusión acalorada con sus interlocutores, en la comunidad de Corinto, en la que grupos fracciones que critican y cuestionan su autoridad (v.3). Pablo responde haciendo una defensa radical de su misión y declara su absoluta libertad frente a toda manipulación o poder humano. No se declara miembro de un movimiento o representante de alguna institución, sino como un hombre “obligado a cumplir una tarea”. En el imperio Romano era común la práctica del clientelismo, en la cual el benefactor se convertía en patrón de quien recibía sus beneficios. El apóstol desea dejar en claro la pureza de su mensaje, que no está vendido a ningún “cliente”, ni moldeado por ningún interés personal (v. 17-18). Esta libertad en Cristo, le permite al apóstol ser un servidor de los demás. No teme amoldarse a las condiciones de vida de los destinatarios de su mensaje: judíos, seguidores de la ley o rebeldes a ella, débiles. Pablo anuncia así el Evangelio de la libertad que no se matricula con la rigidez, ni hace el juego a ningún interés particular o sectario, sino que es capaz de entrar en diálogo con la diferencia y de llegar a “todas” las realidades humanas, como una Buena Noticia del amor de Dios.

Esto es precisamente lo que hace Jesús en el evangelio de Marcos: entrar en la vida de las personas, ser uno de ellos en su cotidianidad. El domingo pasado, lo vimos sanando a un endemoniado. Hoy, lo acompañamos con Simón y Andrés a la casa de Pedro. La casa, el lugar íntimo done se comparte el techo, la mesa. Allí se encuentra con una anciana enferma, la suegra de Pedro, Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta. Un gesto tan simple como es el acercarse, y tomar de la mano hace el milagro de recuperar a esta mujer, que no sólo recupera su salud, sino su capacidad de servicio. Al atardecer muchos vinieron a buscarlos, y relata el evangelista que Jesús continuó sanando. Era común en la época de Jesús que los enfermos fueran tenidos por malditos o poseídos por espíritus malos, de manera que eran alejados, excluidos y nadie se atrevía a acercarse a ellos. Jesús, al contrario, se entrega con amor y dedicación a su cuidado, siendo su servidor.

La práctica de curación, la lucha contra el mal, es decir, la praxis liberación del ser humano… es la práctica habitual de Jesús. Tan importante como hacer el bien, es evitar el mal, y luchar contra él: dar la vida en la tarea de procurar la paz, la salud, el bienestar, la felicidad… a todos aquellos que la han perdido. Ser cristiano es, entre otras muchas cosas, luchar contra el mal, no quedarse de brazos cruzados, o ensimismado en los propios asuntos, cuando vivimos en un mundo con las cifras escalofriantes de pobreza y miseria que hoy padecemos.

«Anunciar hoy el Reino» no es cuestión de sólo palabras; exige simultáneamente construirlo. La «evangelización», la nuestra, ha de ser como la de Jesús. Su «anunciar» la buena noticia no es cuestión de simplemente transmitir información… sino de hacer, de construir, de luchar contra el mal, de sanar, curar, rehabilitar a los hermanos, ponernos a su servicio, acompañar y dignificar la vida que, en todas sus manifestaciones, es manifestación de la mano creadora de Dios. Leer más…

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Dom 8. 2.18. Jesús, curación y camino abierto. Simón, oficina de poder sagrado

Domingo, 4 de febrero de 2018
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 5 tiempo ordinario, ciclo b. Sigue el texto anterior de Marcos en el que vimos a Jesús curando en la sinagoga (Mc 1, 21-27). Hoy realiza un gesto esencial, en tres momentos:

(1) En pleno día, entra en casa de Simón y cura a la suegra, que que empieza a servirles, en día de sábado, apareciendo así como la primera seguidora agradecida y sabia de Jesús.

(2) Al comienzo de la noche, acabado el sábado ritual en que no podían venir a buscarle, Jesús sale ante la puerta de la casa y cura a todos los enfermos y posesos que se acercan, suplicándole una ayuda.

(3) Al amanecer del día siguiente, marcha al campo abiertopara orar, e inicia un camino de evangelio por todas la aldeas del entorno, en contra de Simón que le quería convertir en curandero a su servicio, abriendo ante su casa una oficina de poder sagrado.

images1Marcos nos sitúa así ante el Jesús cercano y lejano de este tríptico de amor y de servicio, al favor de la vida. Éstas son las cosas que cuenta Marcos desde su perspectiva, componiendo un relato que recoge el corazón del evangelio, con Jesús y Simón como protagonistas y antagonistas.

Simón aparece ya como signo de una autoridad que se quiere servir del evangelio para así alcanzar poder sobre los otros.

Buen domingo a todos. Sigo tomando (adaptando) el texto de mi comentario de Marcos

1) Un Sábado en casa de Simón;
curación y servicio de la suegra (1, 29-31).

29 Al salir de la sinagoga, se fue inmediatamente a casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, 31 y él se acercó, la agarró de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a servirles.

De la sinagoga (ámbito judío) pasamos a la casa (espacio normal de la comunidad cristiana). Jesús viene con sus cuatro discípulos, signo de esperanza escatológica (cuatro direcciones del espacio, cuatro estaciones), a la casa de Simón, cuya suegra está enferma.

evangelio-de-marcosNo se dice que tenga un espíritu impuro, como el hombre de la sinagoga (cf. 1, 23), sino simplemente que tiene calentura (pyressousa: 1, 30), una fiebre que le impide trabajar. Parece impotente; nadie le ayuda. Pero Jesús agarra con fuerza su mano, para levantarla, en gesto y palabra de evocación pascual.Se completa así la pareja de enfermos primordiales del comienzo de Marcos:

— el endemoniado de la sinagoga (1,21-27) sometido a la impureza de una enseñanza opresora;
— la enfebrecida de una casa que parece invadida por varones.

Jesús cura a los dos, pero sólo a la mujer la levanta o “resucita”, de manera que ella puede servir en la casa, entendiendo a Jesús, haciéndose “cristiana”.

— La casa (oikia: 1, 29) es espacio de reunión y grupo familiar, lugar privilegiado de la comunidad (cf. 3, 20.31-35). Estamos en la casa de Simón y Andrés, donde entra Jesús con sus cuatro. Es quizá la casa de pascua donde deberían reunirse las mujeres de la tumba vacía cuando vuelvan a Galilea (cf. 16, 7).

Jesús toma la mano de la enferma y la levanta (êgeiren autên: la resucita: 1, 31; cf. 16, 6), para convertirla en servidora. Casa de evocación pascual y servicio mutuo será la iglesia de Jesús. La mujer curada, es la primera cristiana de la historia. Ésta es la casa cristiana de la resurrección y del servicio mutuo, donde el primer “ministro” (obispo o papa) es una mujer.

— El sábado (cf. 1, 21). Para los judíos es día sagrado en que nadie se afana en cosa externa (trabajo material). Parece irrelevante que ese día una mujer enferme, pues no tiene labor que realizar entre las obras o trabajos de la casa. El sábado no hay servicio, da igual que la mujer esté enferma. Pues bien, Jesús la toma de la mano y la levanta en día de sábado.

Ésta es una experiencia eclesial: superada por Jesús la fiebre (signo de muerte), la enferma se levanta y transforma el sábado en día pascual de servicio a los demás. Jesús no le manda. Es ella la que asume la iniciativa y saca las consecuencias, descubriendo el valor del servicio mutuo, por encima de la sacralidad del sábado judío; sirve, da de comer, actúa a favor de los demás. Ha entendido a Jesús, es cristiana.

— Ella les servía (diêkonei autois: 1, 31). La diakonía era el signo primordial de los ángeles de Dios que, en vez de descansar, sirven a Jesús en el desierto (Mc 1, 13) y define a las mujeres que al fin del evangelio aparecen como servidoras mesiánica (Mc 15, 41).

La suegra de Simón interpreta el don que ha recibido; su servicio no se puede entender como trabajo inferior, que era de ordinario propio de mujeres, bajo el dominio de varones ociosos, sino como ministerio (el Ministro de la Iglesia es Diakonos según el NT y la literatura cristiana primitiva), servicio creador de la nueva familia de Jesús. Por eso, la curada es la primera servidora de Jesús. En el origen de toda obra eclesial se encuentra esta mujer, conforma a Marcos.

La suegra curada y Jesús comparten una misma liturgia.
Él la cura en sábado, levantándola del lecho.

Ella le (les) asiste en gesto que inaugura la nueva sacralidad cristiana del servicio mutuo; nadie se lo ha dicho; no ha tenido que aprender de alguna exégesis rabínica muy alta; ella lo ha sabido al recibir la ayuda de Jesús y al responderle, precisamente en sábado. Su diakonía o servicio en la casa está al principio de todo el evangelio (los demás no han hecho todavía nada).

Simón y los restantes discípulos no lo entenderán hasta la pascua: no querrán hacerse servidores los unos de los otros (cf. Mc 9, 35; 10, 43), en contra del Hijo del humano, que ha venido a servir y dar la vida por todos (10,45). Ella, en cambio, lo sabe ya: ha superado el judaísmo de los escribas y se ha vinculado a Jesús; en el fondo ya es cristiana diaconisa, servidora de la iglesia reunida en la casa de su yerno.

2. Ante la casa.
Milagros en la noche tras el sábado (Mc 1, 32-34)

Al atardecer, cuando ya se había puesto el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. 33 La población entera se agolpaba a la puerta. 34 Él curó entonces a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero a éstos no los dejaba hablar, pues sabían quién era.

Frente a la sinagoga de los endemoniados surge aquí la iglesia que está a la puerta de la casa de Simón donde en plena calle, al anochecer, se junta la multitud de aquellos que quieren escuchar y ser curados. A la puesta del sol, terminado el descanso inútil de estos judíos (escribas incapaces de curar), las gentes del entorno vienen trayendo ante la casa de Simón a sus enfermos para que Jesús les cure (1, 32-34), pues son muchos los que siguen oprimidos por el mal, endemoniados. Leer más…

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Curó a muchos.

Domingo, 4 de febrero de 2018
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The hand of Christ is depicted by Lucas Turnbloom in an illustration for Easter. The Easter season begins with the celebration of the Resurrection, April 16 this year in the Latin Church. (CNS illustration/Lucas Turnbloom, The Southern Cross) (April 4, 2006)

Cuando ayudas a los demás te ayudas a ti mismo (S. Agustín, sermón 355, 2)

4 de febrero. Domingo V del TO

Mc 1, 29-39

Jesús sanó a muchos que sufrían de diversas enfermedades

El Salmo 46 es un cántico de consolación, de poder y bondad de Dios, presentándole como quien sana corazones y venda heridas. En sus versículos leemos el momento histórico difícil que atravesaba el pueblo de Israel, destruido su reino y su templo, sin tierra y deportado al exilio en Babilonia: “El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel; él sana los corazones destrozados y venda sus heridas” (Sal 146, 2-3), entona el salmista. Y el evangelio del domingo se hace eco de este lamento.

Una actitud bíblica mantenida tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En este caso centrado en las viudas, aunque podríamos comprobar que todos cuantos necesitan algún tratamiento paliativo –sea del orden que sea- tienen ventanilla abierta las veinticuatro horas del día al hospital del Evangelio. En 1 Reyes 17, 12, la viuda de Sarepta responde a Elías: “¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan; solo me queda un puñado de harina en el jarro y un poco de aceite en la aceitera”. Baruc dice en 4, 12: “Que nadie se alegre viendo a esta viuda abandonada de todos”, e Isaías maldice a los notarios: “que hacen su presa de las viudas y saquean a los huérfanos” (Is 10,2). El Deuteronomio propone dar el diezmo de todas las cosechas: “al huérfano y a la viuda para que coman hasta hartarse” (Dt 26, 12).

En el NT las viudas aparecen también como objeto de especial afecto por parte de Jesús, especialmente en Lucas. En 7, 13, al ver a la viuda de Naín: “sintió compasión y le dijo: No llores”; y en 20, 47 lanza esta invectiva contra los escribas que devoran las fortunas de las viudas: “Ellos serán juzgados con mayor severidad”. Y como colofón Santiago nos recuerda que: “Una religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas”.

Este particular afecto lo muestra también en el caso de los publicanos y pecadores. Y de nuevo Lucas. “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Este acoge a los pecadores y come con ellos” (15, 1-2). “Algunos de los que se acercan a Juan el Bautista en señal de arrepentimiento son publicanos” (3, 12); como publicano es Leví, uno de los discípulos de Jesús (5, 27). Y, por supuesto, no falta Zaqueo (cuyo nombre especialmente significa Sr. Justo), jefe de publicanos y el hombre más rico de la ciudad, que, por su baja estatura, se sube a un sicomoro para ver a Jesús cuando entra en Jericó (19, 1-10).

A Jesús le traían ciegos, tullidos y todo tipo de enfermos para que los curara. Les miraba por dentro, les daba confianza en sus propias fuerzas, y muchos se curaban. ¿Cómo explicar estos supuestos milagros? La fe mueve montañas (Mt 17, 20). Lo que Jesús no podía saber, porque en su tiempo nadie lo sabía es que la fe mueve endorfinas.

La felicidad sólo vive, respira y crece si se comparte y se transmite. Como dijo un sabio en una ocasión: “Lo que das, lo ganas. Lo que te quedas, lo pierdes. San Agustín, había puntualizado en su sermón 355, 2: “Cuando ayudas a los demás te ayudas a ti mismo”.

John Boynton Priestley, fue un escritor, dramaturgo, locutor y activista político británico, autor de la obra teatral Llama un inspector. La representación termina, dirigiéndose a Eva, con esta reflexión: Pero, reténgalo bien, ha muerto una Eva Smith… ¡Quedan millones y millones de Evas Smiht y de Johns Smith entre nosotros! Con sus vidas, sus esperanzas, sus temores, sus sufrimientos y sus posibilidades de ser felices: todos ellos ligados a nuestras vidas, a lo que pensamos, decimos o hacemos. Nadie vive aislado. Somos miembros de una comunidad, y dependemos los unos de los otros.

El poeta alicantino Miguel Hernández nos invita a colaborar con él en la generosa tarea del dar y darse.

LAS MANOS

Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.

La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.

Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras,
de dedos matutinos.

Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Quién es ella?

Domingo, 4 de febrero de 2018
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6a00d8341c3e3953ef0168e65ddbae970c-600wi-1Palabras habitadas. Así suenan y resuenan en el alma las palabras de Jesús: él se acercó, la cogió de la mano y la levantó.

Palabras habitadas de cariño, de justicia, de autoridad interior. Todo lo que le faltaba a la religión oficial lo aporta este judío diferente, retador, que no funciona por las leyes canónicas memorizadas sino por un corazón y una mente integrados, a lo Dios.

¿Quién es ella? Como de costumbre para la inmensa mayoría de las mujeres de todos los tiempos, es “la suegra de”, podría ser la mujer de, la cuñada de, la hija de, la pareja de… anonimato de la mujer todavía hoy.

En nuestra “suegra de” ese anonimato con sus múltiples y severas implicaciones, se somatiza, y su “fiebre” nos indica un cierto fuego interior que le sale por los poros, una fuerza no canalizada, una energía desaprovechada, una vida anonimizada por los de antes y los de ahora, tanta injusticia, tanto dolor y frustración hace que su cuerpo arda. Ya que no puede hablar porque su palabra no está autorizada, lo comunica con su cuerpo, cuerpo de mujer, anónima e identificada con un varón: en este caso es la “suegra de Pedro” como siempre en el patriarcado.

Hace unos días en una asamblea de varias parroquias, al proponer una iniciativa, un varón laico, de los históricos, me pregunta en público, ante todo el mundo: “y tú ¿eres religiosa o “vas de por libre”? La educación y el amor incluso a los hijos de Dios que menos me gustan me hizo responder con serenidad, pero el “vas de por libre” tenía un tono habitado de rabia, dominio, necesidad de someter: demonios que se pasean por nuestra sociedad y por supuesto por nuestras iglesias, disfrazados de “servicios”.

Estos demonios bloquean iniciativas, impiden el crecimiento porque siembran la sospecha, desautorizan, ningunean… no me extraña que Jesús, que también iba “de por libre”, se acercara a aquella mujer. Tal vez le movió la empatía, porque en su yo profundo también se sentía no aceptado por “los oficiales, los correctos”.

Es ahora el cuerpo de Jesús el que habla a través de varios gestos potentes y evocadores: no le suelta una perorata desde arriba y ella abajo, yaciendo sin fuerza, no, se acerca: acorta la distancia histórica que separa a las personas por su género, religión, raza, orientación sexual… ¡qué poco nos acercamos unos a otros para interesarnos por la persona! y es que acercarse significa tener resueltos temas como el de la igualdad, el del respeto por encima de la explotación, el de la humildad por encima del dominio y autoritarismo. Acercarse significa también quitarte la máscara, dejar que te vean como eres, sin maquillajes. No siempre es fácil.

La cogió de la mano, hoy nos parece normal, pero no lo era. ¿Cuántas manos has cogido para acariciarlas, besarlas, empoderarlas, desde la semana pasada, por decir algo? Coger a alguien de la mano supone estar muy cerca: es una conexión directa con el corazón. La mano alarga la presencia, coger la mano significa aceptar y aprobar lo que la persona es y hace. En el texto, queda reflejada la osadía de Jesús, ya que no se podía tocar a una mujer que no fuera la propia. Jesús rompe de nuevo la distancia y además todo ocurre en Sábado. No podía hacer esas cosas.

La levantó, porque cogerle la mano para dejarla en el lecho tirada no es propio del amor, como no lo es una pastoral mediocre… Jesús la levanta de una situación mortífera y le ayuda a ponerse de pie, de nuevo firme en la vida y sin fiebre porque la causa de la fiebre había desaparecido; ¿cómo? ahora es tratada con respeto, con igualdad, mirada a los ojos, no de arriba abajo, como a alguien a quien hay que ayudar, sino tratada de tú a tú. Suena a resurrección, a una vida profunda y digna desde otras claves.

Y se pone a servirles, de nuevo, depende de la tendencia del exégeta significa una cosa u otra. Yo me decanto por los y las que nos dicen que este servicio era el servicio de la Palabra en la casa-comunidad que “ella” ofreció al Maestro. Ella fue la primera discípula que sepamos, también en lenguaje posterior la primera diaconisa.

También nos cuentan que posiblemente era la dueña de la casa por estudios realizados sobre las costumbres de la época. Y si era la dueña de la casa y servía a los varones significa que posiblemente bendecía la mesa, lo que luego en las casas-comunidad seguirá haciéndose y que se llamará Eucaristía o acción de gracias de la comunidad de discípulos y discípulas.

Servir la palabra habitada del Maestro a todos los hambrientos y hambrientas de dignidad. Ella supera el sábado judío, rompe con ese rito y comienza a realizar la obra de Jesús. La ha experimentado en su propio cuerpo, en su propia vida. Ella se convierte en una extensión de sus manos, de su palabra habitada de presencia y vida.

¡Cómo me gustaría conocerla! Como dicen los jóvenes debía ser un “crac de señora”. Me encantan esas, y hacen mucha falta en nuestras asambleas y comunidades. Pero todavía hoy muchas mujeres están tumbadas por la fiebre. Me imagino que nuestra amiga, “la suegra de”, de nuestro texto debió dedicarse a “levantar” a vecinas y amigas. “Hagamos lo mismo” pero no vayamos sin haber sido “cogidas de la mano y levantadas nosotras primero, por el amor”.

Tal vez personas de Latino América que lean esto piensen que en sus países sí lo hacen, y tienen razón. Pero aquí hermanas, lo hacemos poquito. Una pena. Es cuestión de “cercanía” con el que quita fiebres y miedos, parálisis y mudeces.

El texto pasa de la sinagoga a la casa. ¿Y nosotros? Desde la casa-comunidad la Palabra está más habitada de hogar, de apoyo, de compromiso, de todo lo que le falta muchas veces a los espacios más oficialmente religiosos. Maravilloso reto.

Magdalena Bennásar Oliver

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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No era gripe, sino ansias de poder

Domingo, 4 de febrero de 2018
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suegra-de-pedro14Del blog de Tomas Muro La verdad es libre:

01. DE LA SINAGOGA A CASA DE PEDRO.

Este sencillo relato de la curación de la suegra de Pedro, es de una clara coloración y significado eclesial.

Jesús sale de la sinagoga y va a la casa de Pedro. No se trata de salir del edificio de la sinagoga, atravesar la plaza y entrar en una casa. Jesús sale, se marcha del viejo sistema del AT, de la sinagoga, etc., y “va” a casa de Pedro, a la Iglesia naciente. Jesús pasa del mundo judío a la comunidad eclesial, significada en la casa de Pedro, en su familia y los discípulos. (En los comienzos la iglesia, la comunidad eclesial se reunía en las casas, eran iglesias domésticas). Del AT al NT, de la ley a la libertad, de la fiebre de poder al servicio.

02. PEOR EL REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD.

En este texto, la familia de Pedro es un retazo del comienzo de la comunidad cristiana, de la Iglesia. Jesús se encuentra entre los suyos, incluso con los más íntimos: Pedro, Santiago y Juan. Pero resulta que los suyos, la familia, la suegra de Pedro, los discípulos tienen fiebre, en griego: fuego: (piresousa: pirotecnia, pirómano, pirograbado). No es que hubiera una epidemia de gripe, sino que había fiebre de poder.

El fuego, la fiebre de aquel grupo, concretada en la suegra de Pedro es de la fiebre, el ansia de poder. Parte del grupo de Jesús tenía ansiedad incluso violenta de poder. Había que expulsar a los romanos de Israel como fuere. El zelotismo (movimiento radical y violento) pretendía ocupar las primeras carteras del futuro e inmediato Reino o gobierno que Jesús iba a instaurar. Entre Los discípulos de Jesús había zelotas. La familia de Pedro sentía ganas de mandar.

Pero lo de Jesús no es el poder, ni instaurar un sistema religioso de poder que violara las conciencias. Tampoco es un asunto racial, nacional. Mi Reino no es a golpe de talonario o de escaños parlamentarios, ni de poder eclesiástico.

03. LA SUEGRA DE PEDRO.

La suegra de Pedro, el grupo eclesial pasan de tener fiebre, ansia de poder, a servir. Y el poder es algo con lo que Jesús no puede:

Los príncipes de este mundo tiranizan y oprimen a los suyos, entre vosotros no ha de ser así, sino que quiere quiera ser el primero, que se haga servidor de todos / pues el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida. (Mc 10,45; 9,33).

Una mujer, judía (cultura judía), ya mayor y suegra es la primera persona que encarna y da testimonio del Espíritu de Jesús: el servicio.

dibujo-curacion-de-la-suegra-de-pedroCon toda normalidad, Jesús va a casa de Pedro, se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Gestos familiares, espontáneos. Jesús no hace ningún rito, ningún exorcismo. Simplemente Jesús la toma de la mano y aquella mujer “resucita”, se levanta. La que estaba postrada por la fiebre, el ansia de poder, queda totalmente curada está en condiciones de servir la comida festiva del sábado. Se puso a servirles: señal evidente de su total curación.

04. LEVANTAR: RESUCITAR.

El pobre Job (1ª lectura) se encuentra desesperado por el abandono de Dios, por la enfermedad y la marginación. Job se angustia: la noche se alarga ¿cuándo me levantaré?

La suegra de Pedro estaba también postrada por el fuego del poder. Jesús la cura y la levanta. La expresión griega para hablar de esta curación (y de otras) es: levantar, que es una de las dos palabras que usa el NT para hablar de resurrección.

Cuando Jesús cura-resucita a la hija de Jairo, la levanta, (Mc 5,41)

Jesús “levanta” a un niño endemoniado (Mc 9,36).

Dios levantó (resucitó) a Jesús de la muerte (Rom 10,9)

“Levantar” es una de las expresiones que el NT emplea para expresar la resurrección de JesuCristo.

Cuando uno se encuentra con Cristo (con Dios) recupera la dignidad, la vida personal. Los paralíticos, los ciegos, etc. dicen que levantándose le seguían por el camino.

¿No es una resurrección cuando una persona se levanta de su depresión, de su drogadicción, o cuando se cura de raíz una vieja ruptura familiar o personal enquistada? ¿No fue una resurrección la del hijo perdido cuando se levantó y volvió a casa? Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida. Lázaro resucitó, se levantó.

Cuando nos encontramos postrados, abatidos, muertos como el hijo menor, Cristo nos devuelve a la vida.

05. LA IGLESIA ÁMBITO DE CERCANÍA, CURACIÓN Y SERVICIO.

La Iglesia necesita -necesitamos- levantarse: resucitar, espabilar y servir. Hemos de dejarse de tanta fiebre de poder: círculos, ámbitos, cargos, títulos, nombramientos, signos y símbolos de poder y mostrar cercanía, levantar y servir a los pobres a los heridos. La Iglesia ha de pasar del AT a la comunidad del lavatorio de los pies, a curar heridas y a servir.

200x128En la tradición de San Juan, en la última cena Jesús se levantó, se quitó el manto de Señor, se ciñó la toalla de esclavo y se puso a lavar los pies de sus discípulos. El lavatorio de los pies, la actitud de servicio es un momento fundacional de la Iglesia.

La preocupación eclesial del papa Francisco no es la doctrina ni la ultraortodoxia, sino ser a los más débiles y pobres, a los refugiados, a los que intentan pasar en pateras.
¿Cuál es nuestra actitud cristiana?

LA SUEGRA DE PEDRO, LEVANTÁNDOSE, SERVÍA A LA COMUNIDAD

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“Retirarse a orar”. 5 Tiempo Ordinario – B (Marcos 1,29-39) Evangelio del 08/02/2015

Domingo, 8 de febrero de 2015
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793783-200x300En medio de su intensa actividad de profeta itinerante, Jesús cuidó siempre su comunicación con Dios en el silencio y la soledad. Los evangelios han conservado el recuerdo de una costumbre suya que causó honda impresión: Jesús solía retirarse de noche a orar.

El episodio que narra Marcos nos ayuda a conocer lo que significaba la oración para Jesús. La víspera había sido una jornada dura. Jesús «había curado a muchos enfermos». El éxito había sido muy grande. Cafarnaúm estaba conmocionada: «La población entera se agolpaba» en torno a Jesús. Todo el mundo hablaba de él.

Esa misma noche, «de madrugada», entre las tres y las seis de la mañana, Jesús se levanta y, sin avisar a sus discípulos, se retira al descampado. «Allí se puso a orar». Necesita estar a solas con su Padre. No quiere dejarse aturdir por el éxito. Solo busca la voluntad del Padre: conocer bien el camino que ha de recorrer.

Sorprendidos por su ausencia, Simón y sus compañeros corren a buscarlo. No dudan en interrumpir su diálogo con Dios. Solo quieren retenerlo: «Todo el mundo te busca». Pero Jesús no se deja programar desde fuera. Solo piensa en el proyecto de su Padre. Nada ni nadie lo apartará de su camino.

No tiene ningún interés en quedarse a disfrutar de su éxito en Cafarnaúm. No cederá ante el entusiasmo popular. Hay aldeas que todavía no han escuchado la Buena Noticia de Dios: «Vamos… para predicar también allí».

Uno de los rasgos más positivos en el cristianismo contemporáneo es ver cómo se va despertando la necesidad de cuidar más la comunicación con Dios, el silencio y la meditación. Los cristianos más lúcidos y responsables quieren arrastrar a la Iglesia de hoy a vivir de manera más contemplativa.

Es urgente. Los cristianos, por lo general, ya no sabemos estar a solas con el Padre. Los teólogos, predicadores y catequistas hablamos mucho de Dios, pero hablamos poco con él. La costumbre de Jesús se olvidó hace mucho tiempo. En las parroquias se hacen muchas reuniones de trabajo, pero no sabemos retirarnos para descansar en la presencia de Dios y llenarnos de su paz.

Cada vez somos menos para hacer más cosas. Nuestro riesgo es caer en el activismo, el desgaste y el vacío interior. Sin embargo, nuestro problema no es tener muchos problemas, sino no tener la fuerza espiritual necesaria para enfrentarnos a ellos.

José Antonio Pagola

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“Curó a muchos enfermos de diversos males”. Domingo 8 de febrero de 2015. Domingo quinto del tiempo ordinario.

Domingo, 8 de febrero de 2015
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14ordinarioB5 cerezoLeído en Koinonia:

Job 7,1-4.6-7: Mis días se consumen sin esperanza.
Salmo responsorial: 146: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
1Corintios 9,16-19.22-23: ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Marcos 1,29-39: Curó a muchos enfermos de diversos males

Hoy el libro de Job nos o presenta sumido en un gran sufrimiento. Delante de sus amigos desnuda su corazón, su desilusión. Ellos, que defienden una teología alejada de la vida, no pueden comprender la queja de su amigo ni acompañarlo plenamente en su dolor. El grito de Job está presente en la vida diaria de muchos hombres y mujeres en todos los rincones del planeta, que enfrentan una vida de lucha y dificultad. Job compara su existencia con la vida de un «mercenario»; mercenario es quien vende su lucha, que libra por dinero causas que no son suyas y se fatiga por empresas que no ama.

El libro de Job, como sabemos, es una joya literaria dentro de la Biblia hebrea (de la que está tomado nuestro «Primer Testamento»). Es una reflexión sapiencial sobre ese problema irresoluble, o mejor, sobre ese misterio eterno que es «el mal». El misterio del mal, su presencia injustificada en el mundo, ante la cual necesitamos justificar a quienes podrían resultar implicados por la existencia del mal. A Dios, en primer lugar. En efecto, la «teodicea» o disciplina filosófica que trata de mostrar la existencia de Dios, trata en realidad de «justificar» a Dios –como expresa la etimología misma de la palabra–.

Lo importante del libro de Job no son sus «datos históricos» (que no existen, pues no es un libro histórico), ni las respuestas de tipo explicativo que quisiera dar sobre el dolor humano (que estarían hoy absolutamente sobrepasadas), sino la sabiduría que encierra en sus reflexiones.

En efecto, la ciencia avanza cada día, y no tiene sentido hoy estudiar la óptica en la obra de Newton por ejemplo, que fue uno de sus fundadores, pues como ciencia su obra está hoy enteramente sobrepasada. En cambio, no avanzamos cada día en sabiduría –que no está en el mismo plano de la ciencia–, y hoy la humanidad sigue viviendo de la sabiduría de personajes como Confucio, Buda, Sócrates, Jesús… En realidad no hemos avanzado sobre aquella sabiduría fundamental adquirida hace ya tres mil años… Esa constatación nos permite escuchar y leer el libro de Job.

Pablo, de manera parecida a Job, se encuentra en una discusión acalorada con sus interlocutores, en la comunidad de Corinto, en la que grupos fracciones que critican y cuestionan su autoridad (v.3). Pablo responde haciendo una defensa radical de su misión y declara su absoluta libertad frente a toda manipulación o poder humano. No se declara miembro de un movimiento o representante de alguna institución, sino como un hombre “obligado a cumplir una tarea”. En el imperio Romano era común la práctica del clientelismo, en la cual el benefactor se convertía en patrón de quien recibía sus beneficios. El apóstol desea dejar en claro la pureza de su mensaje, que no está vendido a ningún “cliente”, ni moldeado por ningún interés personal (v. 17-18). Esta libertad en Cristo, le permite al apóstol ser un servidor de los demás. No teme amoldarse a las condiciones de vida de los destinatarios de su mensaje: judíos, seguidores de la ley o rebeldes a ella, débiles. Pablo anuncia así el Evangelio de la libertad que no se matricula con la rigidez, ni hace el juego a ningún interés particular o sectario, sino que es capaz de entrar en diálogo con la diferencia y de llegar a “todas” las realidades humanas, como una Buena Noticia del amor de Dios.

Esto es precisamente lo que hace Jesús en el evangelio de Marcos: entrar en la vida de las personas, ser uno de ellos en su cotidianidad. El domingo pasado, lo vimos sanando a un endemoniado. Hoy, lo acompañamos con Simón y Andrés a la casa de Pedro. La casa, el lugar íntimo done se comparte el techo, la mesa. Allí se encuentra con una anciana enferma, la suegra de Pedro, Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta. Un gesto tan simple como es el acercarse, y tomar de la mano hace el milagro de recuperar a esta mujer, que no sólo recupera su salud, sino su capacidad de servicio. Al atardecer muchos vinieron a buscarlos, y relata el evangelista que Jesús continuó sanando. Era común en la época de Jesús que los enfermos fueran tenidos por malditos o poseídos por espíritus malos, de manera que eran alejados, excluidos y nadie se atrevía a acercarse a ellos. Jesús, al contrario, se entrega con amor y dedicación a su cuidado, siendo su servidor.

La práctica de curación, la lucha contra el mal, es decir, la praxis liberación del ser humano… es la práctica habitual de Jesús. Tan importante como hacer el bien, es evitar el mal, y luchar contra él: dar la vida en la tarea de procurar la paz, la salud, el bienestar, la felicidad… a todos aquellos que la han perdido. Ser cristiano es, entre otras muchas cosas, luchar contra el mal, no quedarse de brazos cruzados, o ensimismado en los propios asuntos, cuando vivimos en un mundo con las cifras escalofriantes de pobreza y miseria que hoy padecemos.

«Anunciar hoy el Reino» no es cuestión de sólo palabras; exige simultáneamente construirlo. La «evangelización», la nuestra, ha de ser como la de Jesús. Su «anunciar» la buena noticia no es cuestión de simplemente transmitir información… sino de hacer, de construir, de luchar contra el mal, de sanar, curar, rehabilitar a los hermanos, ponernos a su servicio, acompañar y dignificar la vida que, en todas sus manifestaciones, es manifestación de la mano creadora de Dios. Leer más…

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Dom 8. 2. 15. Jesús y la “empresa” de Pedro

Domingo, 8 de febrero de 2015
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Imagen2Bde2BJesus2Ben2Bel2Bcamino1Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 4 tiempo ordinario, ciblo c. El evangelio de este domingo consta de tres partes, de las que voy a destacar la tercera:

a. Jesús “cura” a la suegra de Simón en un día de sábado y ella, superando la ley que prohíbe trabajar ese día se pone a “servirle”, a él y a sus discípulos.

b. Cuando se pone el sol del sábado y comienza el nuevo día, al principio de la noche, Jesús acoge y cura, a la puerta de la casa de Simón (es decir, de su suegra) a un gran número de gente.

c. Cuando Simón “busca y sigue” a Jesús, para convertirle en “curandero de barrio”, creando así una “empresa de sanaciones”, Jesús se marcha, porque quiere conservar su libertad, promoviendo la llegada del Reino y curando por campos y aldeas.

Buen fin de semana a todos, con la suegra de Simón y con Simón aquel que empezó queriendo convertir el evangelio en una empresa.

Un texto con tres partes (Mc 1, 29-37)

(a. Suegra de Simón) 29 Al salir de la sinagoga, se fue inmediatamente a casa de Simón y Andrés, con Jacob y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, 31 y él se acercó, la agarró de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a servirles.

(b. Milagros a la puerta de la casa). 32 A la puesta del sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. 33 La población entera se agolpaba a la puerta. 34 Y curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, y no dejaba hablar a los demonios, pues sabían quién era

(c. Simón persigue a Jesús). 35 Y temprano, aún muy de noche, se levantó, salió, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar. 36 Simón y los que estaban con él le persiguieron, buscándole 37 Cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te buscan. Y les contestó: Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues para esto he salido.

a) La lección de la suegra.

Del “exorcismo” de la sinagoga (donde parecían abundar los demonios, como vimos el domingo pasado: Mc 1, 19-38) pasamos a las “curación” en la casa (donde no hay demonios, sino enfermos), y su primer destinatario de la acción de Jesús es la suegra de Simón, a la que Jesús sanó en sábado, levantándola de la cama. Ella, una vez sanada, respondió con un gesto de servicio, en su casa, ofreciendo la comida a Jesús y a sus compañeros, con una acción que inaugura el primer ministerio cristiano.

Nadie se lo ha dicho; no ha tenido que aprender de alguna exégesis rabínica. Lo ha comprendido ella misma, como mujer, que sabe estar al servicio de la vida, al recibir la ayuda de Jesús y al responderle, precisamente en sábado, de manera que su gesto (dejarse levantar por Jesús y servir a los demás) marcará de ahora en adelante todo el evangelio (hasta el final en que las mujeres vuelven a ser protagonistas: Mc 15, 40.37; 16, 1-8).

Simón y los restantes discípulos no lo entenderán hasta la pascua (y quizá nunca, si no vuelven a Galilea: Mc 16, 7), a no ser que se hagan servidores de los otros (cf. 9, 35; 10, 43), siguiendo al Hijo del hombre, que ha venido a servir y dar la vida por todos (10,45). Ella, en cambio, lo sabe desde el principio: ha superado un tipo de religión de escribas y se ha vinculado a Jesús de un modo personal, como servidora, el primer “ministro” de la comunidad de Jesús

b) Milagros a la puerta de la casa

A la curación durante el día y en casa (en tiempo de sábado) siguen las curaciones del anochecer, acabado el sábado, en la calle, a la puerta de la casa de Simón, es decir, en el entorno de la iglesia (de la comunidad establecida), como indica este sumario, que distingue cuidadosamente dos palabras: le traían a todos (pantas) los enfermos y endemoniados, y Jesús curaba a muchos (pollous) de esos enfermos, expulsando a muchos (polla) demonios.

Todo eso sucede “a la caída la tarde, tras la puesta del sol…”. Según el calendario judío, el sábado (tiempo de descanso) termina al ocaso de sol, esto es, a la caída de la tarde, Como observantes de la ley, los vecinos de Cafarnaúm esperaron ese ocaso. Así dejan que pase el sábado ritual, tiempo de un descanso que no logra liberar al ser humano, y sólo entonces, transcurrido ya el lapso sagrado, en el momento más profano de la nueva noche que se va extendiendo, buscan a Jesús para que les cure, a la puerta de la casa de la suegra de Simón.

Tanto Jesús como la suegra han superado ya una comprensión exclusivista del sábado, porque él ha curado y ella ha servido ese día. Pero el conjunto de los habitantes de Cafarnaúm se rigen todavía por el cómputo antiguo del tiempo y por eso esperan la puesta del sol para traer ante la puerta de la casa a los enfermos, a fin de que Jesús les cure. No pueden entrar en la casa, porque es pequeña y no caben, o porque no actúan aún como iglesia (comunidad de Jesús), sino como admiradores externos.

Son ellos, los vecinos de Cafarnaúm, los que vienen y traen a los enfermos, y los ponen ante él (epheron pros auton). Así inician las escena, como diciendo a Jesús lo que debe hacer. Llegan con prisa, no vienen a escuchar (como harían en la sinagoga), sino a pedir a Jesús que cure, pues son muchos los que están oprimidos por el mal, los endemoniados.

c) Por las aldeas del entorno. Jesús no acepta la “empresa” de Pedro

Jesús nos saca de la sinagoga (judaísmo) y de la casa de Simón (un tipo de iglesia, a la puerta de esa casa), para llevarnos al servicio misionero, a campo abierto. De esa forma, este tipo de “noche pascual”, llena de curaciones, desemboca en una primera división. Tras marcharse los enfermos, muy de madrugada, Jesús y sus discípulos (¡los cuatro del principio, con Simón!) toman decisiones distintas:

Los que “persiguen” a Jesús, con Simón, son representantes de un tipo de iglesia judeocristiana que quiere “encerrarle en una casa”, que es ya la de Simón (no la de su suegra servidora), sin asumir la apertura pascual, universal, del evangelio, que ha de extenderse por los bordes de Galilea (cf. 16, 7-8), sobrepasando siempre los espacios cerrados de un tipo de religión apegada a su propia ley.

a. Jesús sale de la casa donde quieren encerrarle, y lo hace en primer momento para orar (Mc 1, 35). El protagonista es Jesús, que se levanta de mañana (resucita) para orar en un lugar desierto (1, 35); es como si debiera retornar en oración, a su experiencia de encuentro con Dios (Bautismo), para reiniciar el camino . Esta “salida” de Jesús, en pleno noche, le permite “superar” el “cerco” que querían imponerle. Hasta ahora, después de la “llamada” de los cuatro discípulos, él había ido respondiendo a la presión de aquellos que, de un modo u otro, habían implorado su ayuda: el poseso de la sinagoga, los familiares de la suegra de Simón o los que llevaban a los enfermos de Cafarnaúm. Ahora se sitúa en soledad ante Dios, para así descubrir de un modo directo, por sí mismo, su misión. No tiene las cosas resueltas de antemano; por eso se pone en oración, para descubrir el camino que debe recorrer.

Ésta es la primera vez que Jesús aparece abiertamente en oración en Marcos, aunque parece claro que su experiencia anterior, tras el bautismo (cuando ha visto los cielos abiertos, y al Espíritu bajando sobre él: 1, 11-12), ha sido de oración. Ahora le vemos orando expresamente, muy temprano, aún de noche, en un lugar desierto, después de su primera acción mesiánica, y en esa misma línea le veremos otras veces en el evangelio. Es evidente que el desierto no es aquí lugar de penitencia, ni de lucha contra el diablo (sin más), sino de encuentro personal con Dios .

b. Simón y sus compañeros (hoi met’autou: cf. Mc 1, 36) le persiguen (1, 36-37). Deben ser del grupo de pescadores de hombres de 1, 16−20, que salen en su persecución (katediôxen), apelando a la necesidad de la multitud (todos te buscan: 1, 37). Éste es el primer enfrentamiento, la primera discusión mesiánica, y Simón (a quien todavía no se le llama Pedro/Roca, como se le llamará desde 3, 16) parece actuar como portavoz de una iglesia que quiere utilizar a Jesús para servicio propio, como si fuera un curandero doméstico establecido ante (o en) su propia casa a la que acudirían los necesitados y enfermos del entorno (cf. 1, 33-34).

Quizá podríamos decir que este Simón no quiere servir a los demás (en contra de lo que ha hecho su suegra), sino servirse de Jesús para provecho propio, interpretando en forma egoísta la tarea de pescador que ha recibido. Así quiere actuar como “dueño” de Jesús, representante de su empresa, cabeza de una Iglesia establecida .

Estamos ya ante una comunidad de Jesús que tiende a convertirse en sistema establecido, una especie de club de curaciones en torno a la casa de Simón (en Cafarnaúm o en Jerusalén), a diferencia de Pablo y de aquellos que quieren abrir el mensaje de Jesús al mundo entero. De esa manera, implícitamente, Marcos dice que la misma dinámica de la actividad de Jesús rompe y supera las fronteras de un sistema establecido (como el que quiere Simón). Leer más…

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