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Sábado Santo: Vigilia Pascual en la noche Santa

Sábado, 30 de marzo de 2024
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Textos para la Vigilia Pascual

Primera lectura:

Génesis 1,1-2,2

Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.

Y dijo Dios: “Que exista la luz.”

Y la luz existió.

Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz “Día”; a la tiniebla, “Noche”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios: “Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.”

E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.

Y así fue.

Y llamó Dios a la bóveda “Cielo”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Y dijo Dios: “Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.”

Y así fue.

Y llamó Dios a los continentes “Tierra”, y a la masa de las aguas la llamó “Mar”.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.”

Y así fue.

La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.

Y dijo Dios: “Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.”

Y así fue.

E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Y dijo Dios: “Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.”

Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y Dios los bendijo, diciendo: “Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.”

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Y dijo Dios: “Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies.”

Y así fue.

E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.”

Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.”

Y dijo Dios: “Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.”

Y así fue.

Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.

Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

*

Salmo responsorial: 103.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor;
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre. R.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

O bien; :

Salmo responsorial: 32.:

La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano. R.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

*

Segunda lectura:

Génesis 22, 1-18

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: “¡Abrahán!” Él respondió: “Aquí me tienes.” Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.”

Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados: “Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.”

Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.

Isaac dijo a Abrahán, su padre: “Padre.”

Él respondió: “Aquí estoy, hijo mío.”

El muchacho dijo: “Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?”

Abrahán contestó: “Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.”

Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: “¡Abrahán, Abrahán!”

Él contestó: “Aquí me tienes.”

El ángel le ordenó: “No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.”

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

Abrahán llamó aquel sitio “El Señor ve”, por lo que se dice aún hoy “El monte del Señor ve”.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: “Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa.

Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.”

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Vigilia Pascual (B)

Sábado, 30 de marzo de 2024
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resurreccion.

El centro de esta vigilia no es un cuerpo, ni muerto ni vivo, sino el fuego y el agua. Ya tenemos la primera clave para entender lo que estamos celebrando en la liturgia más importante de todo el año. Fuego y agua son los dos elementos indispensables para la vida biológica. Del fuego surgen dos cualidades sin las cuales no puede haber vida: luz y calor. El agua es el elemento fundamental para formar un ser vivo. El 80% de cualquier ser vivo es agua. Recordar nuestro bautismo es la clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. Hoy, fuego y agua simbolizan la nueva Vida de Jesús, porque le recordamos VIVO y comunicando VIDA.

La vida que esta noche nos interesa, no es la física, ni la psíquica, sino la trascendente. Por no tener en cuenta la diferencia entre estas dos vidas, nos hemos armado un buen lío con la resurrección de Jesús. La vida biológica tiene poca importancia para la realidad que estamos tratando. “El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. La vida psíquica tiene importancia, porque es la que nos capacita para alcanzar la espiritual. Solo el ser humano, que es capaz de conocer y de amar, puede acceder a la Vida divina. Si nuestra preocupación se limita a la vida biológica, estamos perdidos.

Lo que estamos celebrando esta noche es la llegada de Jesús a esa cumbre. Jesús, como hombre, alcanzó la plenitud de Vida. Posee la Vida definitiva, que es la de Dios. Esa vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero creo que no es hoy el más adecuado porque inconscientemente lo aplicamos a la vida biológica y psicológica, que son las que nosotros podemos descubrir por los sentidos. Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo, palpando o razonando. Es de otro orden.

Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir la divinidad de Jesús. Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, solo puede ser objeto de fe. Para los apóstoles, como para nosotros, se trata de una experiencia interior de fe. A través del convencimiento de que Jesús les está dando VIDA, descubren que tiene que estar necesariamente VIVO.

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la Vida. Por eso tiene en esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Jesús estuvo constantemente muriendo y resucitan­do. Muriendo a lo terreno y caduco, al egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida, la divina. Tenemos una concepción estática del bautismo. Creemos que hemos sido bautizados un día y una hora y que allí se realizó un milagro. Hay que tomar conciencia de lo que es un sacramento.

Todos los sacramentos están constituidos por dos elementos: un signo y una realidad significada. El signo es lo que podemos ver oír, tocar. La realidad significada ni se ve ni se oye ni se palpa, pero está ahí siempre porque depende de Dios. En el bautismo, la realidad significada es esa Vida divina que significamos para descubrirla presente y vivirla. Un día han hecho el signo sobre mí, pero vivir lo significado es tarea de toda la vida. Cada día, tengo que estar haciendo mía esa Vida. Y el único camino para hacer mía la Vida de Dios, que es AMOR, es superando el egoísmo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Sábado Santo, Santo entierro: No quiso tumba, sino vivir en los hombres

Sábado, 30 de marzo de 2024
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Del Blog de Xabier Pikaza:

“Jesus no quiso un buen entierro, sino que llegara el Reino”

La tumba de los santos y fundadores de religiones suele ser un lugar sagrado. Pero ni Moisés ni Jesús tienen tumba.

Jesús nunca hubiera querido tener una tumba de honor, mientras los demás no la tenían. No quiso un buen entierro, sino que llegara el Reino. Por eso, los cristianos no pueden ser ni han sido veneradores de tumbas.

Jesús no es un cuerpo para monumento, una momia incorrupta o unos huesos santos, sobre los que pueden edificarse grandes pirámides o basílicas, para enterrar así la llama de su vida.

Jesús es un muerto sin sepulcro, un Muerto Vivo, pues ha empezado a resucitar no sólo en Dios que resucita a los muertos (cf. Rom 4, 23), sino en la fe de sus discípulos, en la vida de los hombres y mujeres que le aceptan, con todos los que han muerto y han sido sepultados como él en la fosa común de la historia.

Por eso, los cristianos no van a Jerusalén a ver la tumba de Jesús, sino a descubrir que Jesús no tiene tumba, pudiendo confesar así mejor su resurrección.

Tumba vacía, un muerto sin sepultura.

Muchas religiones han sido (y son) formas de sacralizar a los muertos (para pedir que ellos asciendan a lo divino o para impedir que retornen a este mundo). Solemos echar sobre ellos una capa de tierra o una losa, les encerramos bien o los quemamos, para que no salgan, de manera que podamos seguir viviendo nosotros, como si nada hubiera pasado, hasta que al final nos entierren también o nos quemen en un horno, para que todo siga (y así continúe la historia de violencia sobre el mundo).

Pero Jesús y los que han muerto con él no han terminado de esa forma: no pudieron arrojarles a una tumba bien cerrada, sin salida, sino que han salido y viven (hacen vivir), como indicaré evocando algunos rasgos sorprendentes y gozosos de la primera tradición cristiana.

Un Mesías sin tumba. Para sus primeros seguidores, Jesús fue un muerto sin tumba; su memoria no estuvo vinculada a un monumento donde se guardaron y se siguieron venerando por siglos sus huesos, como sucede con muchos sepulcros que llenan el duro valle de Josafat, junto a Jerusalén. Los cristianos comienzan su andadura histórica con un «menos» (no tienen ni siquiera el consuelo de la tumba). Pero ese menos se ha trasformado en un «más»: no poseen una tumba porque «tienen a Jesús todo entero», animándoles a retomar el camino del Reino.

Desde ese fondo han de entenderse algunos textos centrales de los evangelios en los que Jesús había condenado la religión de los sepultureros aprovechados: «Deja que los muertos entierren a los muertos…» (Lc 9, 59-60; cf. Mt 8, 21-22). «Ay de vosotros que edificáis los sepulcros de los profetas…» (Lc 11, 47-48; cf. Mt 23, 29-32). Jesús, que protestaba contra los constructores violentos de tumbas, no había comprado en Jerusalén una parcela donde pudieran enterrarle, ni quiso que le edificaran una tumba. No murió para dejar un monumento glorioso, sino para seguir viviendo en los pobres que mueren y esperan el Reino de Dios.

Sepulcros de adorno mentiroso. Jesús criticó una religión de «sepulcros blanqueados» (Mt 23, 27), propia de aquellos que elevan tumbas hermosas para los mismos muertos a quienes ellos o sus padres han asesinado (religión de muerte) para así seguir asesinando (religión que mata). Los que edifican sepulcros suponen que están honrando la memoria de los muertos, pero hacen algo diferente: quieren enterrar mejor a los asesinados, aprovechando su memoria para continuar imponiendo su violencia (es decir, para matar a los profetas del presente). El evangelio de Mateo ha insistido en el tema, aplicándolo a los escribas y fariseos (judíos de diversas tendencias, incluso judeo/cristianos): «Con esto dais testimonio contra vosotros mismos de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros, pues, colmad la medida de vuestros padres!» (Mt 23, 31-32).

Al construir los monumentos de los profetas asesinados, diciendo así que quieren distanciarse de sus padres asesinos, los hijos siguen aprobando la violencia de esos padres y viviendo de ella. Necesitamos destruir para afirmarnos, matar para justificarnos, de manera que nuestra misma estructura social tiende a mostrarse como culto a la destrucción. Primero matamos y después (al mismo tiempo) divinizamos o sacralizamos a los muertos, para justificarnos mejor. Jesús descubrió y denunció ese mecanismo de muerte (vinculado al sistema religioso/social de Jerusalén) y por eso, entre otras cosas, le mataron.

No hubo «santo» entierro, ni Jesús tuvo sepultura honrada. La tradición más antigua es muy sobria y sólo dice que «fue enterrado» (1 Cor 15, 4), afirmando así que murió del todo y no pudo revivir en este mundo viejo (en contra de los que dicen que despertó en la tumba y salió para marchar hasta Cachemira). Algunos cristianos posteriores quisieron saber dónde se hallaba su tumba, suponiendo que debía ser «honorable», como aquellas que se hacían construir algunos ricos de Jerusalén. Pero, en contra de esa posibilidad (¡una tumba distinguida de Jesús!) se viene elevando desde antiguo un argumento muy sólido: los romanos solían dejar que los ajusticiados públicos quedaran sobre el patíbulo, para escarmiento general, o los arrojaban a una fosa común donde se consumían, sin cultos funerarios, también para escarmiento de otros posibles malhechores.

Cómo fue el entierro de Jesús.

 Muchos afirman que Jesús no fue enterrado con honor, sino arrojado por los mismos verdugos romanos a una fosa o pudridero para condenados, donde ningún hombre puro podía acercarse, pues su contacto manchaba. Pero otros piensan que, conforme a la tradición de los evangelios, resulta más probable que le enterraran “los judíos”, es decir, los delegados del Sanedrín o las autoridades israelitas de Jerusalén, que pidieron a Pilato los cuerpos de los ajusticiados, pues, quedándose al raso a lo largo de la noche, habrían manchado la tierra y corrompido la ciudad, sobre todo en una fiesta como Pascua (Jn 19, 31-37; cf. Dt 21, 22-23).

 Parece que Hech 13, 29 nos sitúa en esa misma línea, cuando afirma que «los judíos bajaron a Jesús de la cruz y lo enterraron». Sea como fuere, no hubo un “santo entierro” en el sentido piadoso del término: le bajaron de la cruz y le pusieron bajo tierra los representantes de los asesinos, para que todo pudiera seguir su curso, como si nada hubiera sucedido. Críticamente, leyendo en el fondo de los textos, se pueden trazar tres posibilidades, y las tres encuentran defensores entre los historiadores actuales, cristianos o no cristianos.

Le enterraron soldados romanos. Los judíos podrían haber pedido a Pilatos que bajara de la cruz a los tres ajusticiados, pero fueron los mismos soldados romanos quienes les enterraron, en una fosa común o sumidero para condenados, allá cerca, en algún hueco de la cantera abandonada de la crucifixión (bien analizada por los arqueólogos), llamada Gólgota o Calvario, Lugar de Calavera (cf. Mc 15, 22; Lc 23, 33). Había allí huecos abundantes para muertos.

Delegados del sanedrín. Otros investigadores piensan que los delegados del Sanedrín judío pidieron los cadáveres y ellos mismos los enterraron con prisa, antes de que llegara el sábado pascual, sin unción ni ceremonia funerarias, en una fosa común de ajusticiados e impuros, no en el Gólgota, sino al otro lado de la colina, quizá en el valle de la Gehenna (lugar asociado a la muerte). En este caso, lo mismo que en el anterior, los discípulos (mujeres) podrían haber mirado de lejos el “entierro apresurado de Jesús”, pero sin participar en él, ni poder separar después el cadáver de Jesús de los otros cadáveres, de manera que se quedaron sin su cuerpo.

Amigos de Jesús. Esta posibilidad es una ampliación de la anterior. No se puede negar la posibilidad de que Jesús hubiera tenido un amigo judío “influyente”, llamado José de Arimatea, un “aristócrata bueno”, que consiguió que le dieran el cuerpo y lo enterró de prisa, pero con cuidado, mientras las mujeres amigas miraban de lejos, sin poder acercarse a su tumba “noble y pura”, excavada en la roca. Los cristianos debieron reconocer que ellos no habían enterrado a Jesús: ¡No tenían autoridad para eso! Pero pudieron añadir que le enterró un buen judío, amigo de Jesús, y que las mujeres miraban de lejos. (Pues bien, en ese caso, si José era amigo ¿por qué no llamó a las mujeres o se acercaron ellas para acompañarle y ayudarle?). Sea como fuere, los cristianos podían decir que el sepulcro de Jesús fue limpio, propiedad de un rico (pues sólo los ricos podían tener un sepulcro así en Jerusalén)

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Viernes Santo: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan

Viernes, 29 de marzo de 2024
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(Imagen Robert Recker gay Passion of Christ)

Isaías 52,13-53,12

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quien creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomo el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

*

Salmo responsorial: 30

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil. R.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios.”
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R.

*

Hebreos 4,14-16;5,7-9

Aprendió a obedecer / y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación

Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

*

Juan 18,1-19,42

Pasión de N.S.Jesucristo según san Juan

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Le contestaron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Les dijo Jesús:

+. “Yo soy.”

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Ellos dijeron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Jesús contestó:

+.Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste.” Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+.Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”

* Llevaron a Jesús primero a Anás

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.” Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?”

C. Él dijo:

S. “No lo soy.”

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto:

+.Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.”

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. “¿Así contestas al sumo sacerdote?”

C. Jesús respondió:

+. “Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?”

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. “¿No eres tú también de sus discípulos?”

C. Él lo negó, diciendo:

S. “No lo soy.”

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. “¿No te he visto yo con él en el huerto?”

C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.

Mi reino no es de este mundo

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en le pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. “¿Qué acusación presentáis contra este hombre?”

C. Le contestaron:

S. “Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.”

C. Los judíos le dijeron:

S. “No estamos autorizados para dar muerte a nadie.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C. Jesús le contestó:

+. “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

C. Pilato replicó:

S. “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?”

C. Jesús le contestó:

+. “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

C. Pilato le dijo:

S. “Conque, ¿tú eres rey?”

C. Jesús le contestó:

+. “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

C. Pilato le dijo:

S. “Y, ¿qué es la verdad?”

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. “Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?”

C. Volvieron a gritar:

S. “A ése no, a Barrabás.”

C. El tal Barrabás era un bandido.

* ¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. “¡Salve, rey de los judíos!”

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. “Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.”

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. “Aquí lo tenéis.”

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. “¡Crucifícalo, crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.”

C. Los judíos le contestaron:

S. “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.”

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. “¿De donde eres tú?”

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?”

C. Jesús le contestó:

+. “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.”

¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. “Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.”

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. “Aquí tenéis a vuestro rey.”

C. Ellos gritaron:

S. “¡Fuera, fuera; crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “¿A vuestro rey voy a crucificar?”

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. “No tenemos más rey que al César.”

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Lo crucificaron, y con él a otros dos

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.” Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. “No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.””

C. Pilato les contestó:

S. “Lo escrito, escrito está.”

Se repartieron mis ropas

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:

S. “No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.”

C. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

Ahí tienes a tu hijo. – Ahí tienes a tu madre

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+. “Mujer, ahí tienes a tu hijo.”

C. Luego, dijo al discípulo:

+. “Ahí tienes a tu madre.”

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Está cumplido

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+. “Tengo sed.”

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+. “Está cumplido.”

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

*Todos se arrodillan, y se hace una pausa

Y al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron.”

Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

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***

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

(24 de marzo de 1978)

Queridos hermanos:

Después de escuchar la palabra de Dios en esta tarde del Viernes Santo, narrándonos la tragedia del Calvario, mejor sería guardar silencio y con el corazón agradecido adorar al Divino Redentor. Pero es necesario, es obligación del celebrante, aplicar esta palabra eterna a los que estamos viviendo esta ceremonia. Y es que la liturgia no es simplemente un recuerdo, la liturgia es actualización; aquí en la Catedral esta tarde de marzo de 1978, Cristo nos está ofreciendo la fuente inagotable de su redención a los que hemos venido con fe, con esperanza, a contemplar este misterio de la redención.

Es como si en este momento lo que se acaba de leer estuviera pasando aquí ante nuestros ojos y fuéramos nosotros los que nos estamos salpicando con esa sangre que se derrama en el Calvario. Las tres preciosas lecturas nos dan la medida sin medida de este gesto de amor que se llama la redención.

La primera lectura nos presenta el abatimiento de Cristo hasta la profundidad de una humillación que no tiene nombre. La segunda lectura, carta a los Hebreos exalta ese personaje humillado en la cruz hasta las alturas del cielo hecho pontífice supremo de nuestra salvación. Y el precioso relato de la pasión que los jóvenes seminaristas acaban de hacer, nos dice cómo sucedió todo esto: la humillación y la exhaltación. Leer más…

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Viernes Santo 2024. El proceso de Jesús: Por envidia, poder y dinero

Viernes, 29 de marzo de 2024
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jesus-crucificado1Del blog de Xabier Pikaza:

Introduje el tema el martes (26.3.24) evocando la envidia de los sacerdotes (Mc 15, 10 par). Hoy lo desarrollo, exponiendo las tres “razones” de la condena de Jesús: Envidia de los sacerdotes, poder imperial de Roma y dinero de la iglesia  (representada por Judas).

Estos son los pecados principales de la humanidad.  Descubrí su importancia el 1963 representando en Poio el drama de D. Fabbri (El proceso de Jesús).

Desde entonces he vuelto muchas veces al tema , descubriendo siempre aspectos nuevos del “proceso” de Jesús, como centro de la historia humana. 

| Xabier Pikaza

El texto que sigue es una meditación de fondo  sobre el sentido de la vida humana. Buen y santo día de pasión a todo

Éstos son los motivos centrales del proceso/juicio de Jesús. De los dos primeros (envidia y poder) tratare de un modo más breve. Quiero insistir y detenerme en el tercero, que se centra de un modo más preciso (y sangrante) en el dinero/dineros de la iglesia,  representada en este caso por Judas.

En el fondo de la envidia sacerdotal se esconden y actúan los “treinta dineros” de traición de la misma iglesia. El mismo poder de los dominadores de este mundo viene a expresarse  en forma de atracción del dinero, como muestra Mt 6, 24. Quien quiera estudiar con detención el tema puede acudir a los libros citados en bibliografía final.

LE ENTREGARON POR ENVIDIA (SACERDOTES DEL TEMPLO)

 La envida es la raíz de todos los pecados, como muestra la “historia” de Adán-Eva (Gen 2-3) y el homicidio de Caín (Gen 4), al principio de la Biblia, lo mismo que el pecado simbólico de los ángeles violadores de 1 Hen que han querido algo propio de los hombres (sexo y violencia), que ellos como espíritus no tenían. Pero el texto clásico de la Biblia sobre la envidia está en Sab 2,23-24:

Dios hizo al hombre para la vida/inmortalidad y lo hizo imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del Diablo y los de su partido pasarán por ella

El hombre en cuanto tal ha sido creado para vivir y transmitir la vida,viviendo y permaneciendo así en los otros, por encima de la muerte (esa es la esencia de Dios). Pero en vez de vivir dando vida (y permaneciendo así en los otros), los hombres han querido vivir (ser ellos mismos) por violencia, matando para ellos a los otros. Esa envidia homicida se identifica con el diablo, como dice claramente el texto, utilizando  un genitivo epexegético: «la envidia, es decir, el Diablo».

No es que el diablo sea envidioso (=tenga envidia), sino que se identifica con la envidia. Estos son los protagonistas, los agentes que están al fondo de la trama humana: (1) Dios que es gracia: Aquel que vive dando vida: que se entrega en amor, para que de esa forma (en amor) exista todo. (2) El diablo que es envidia: Aquel que vive  quitando a los demás las vida, es decir, matándoles (=chupándoles la sangre).

Esto significa que hombres somos inmortales por gracia, por don de Dios y vida compartida; pero podemos morir por envidia (matando a los demás) por envidia.

Poncio Pilatos (Gobernador romano) sabía que Caifás y los que los sumos sacerdotes habían entregado (a Jesús) por envidia» (diaphthonon:Mc 15, 10, Mt 27, 18).

La misma envidia que Sab 6, 22-23 interpretaba  como principio general de muerte viene a presentarse ahora como causa del asesinato de Jesús. Este es el pecado de los sacerdotes, que quieren ser como Dios, pero no dando (regalando vida), sino apoderándose a la vida de los otros. De esa manera sacrifican (=utilizan) a los hombres para vivir a costa de ellos:

(a) Los sacerdotes envidian a Jesús porque le consideran valioso, porque han visto en su conducta algo que en el fondo les gustaría tener y no tienen, una forma de relacionarse con Dios y con los hombres.

(b) Esta envidia refleja una carencia de los sacerdotes, un vacío que les impide gozar de sí mismos al relacionarse con los otros. No están contentos de su suerte, no pueden vivir en verdad con lo que tienen; por eso, la simple presencia de Jesús les disgusta, porque les recuerda su falta de auténtico poder.

(c) La envidia suscita violencia: los sacerdotes no pueden robar a Jesús su prestigio, ni apoderarse de sus bienes, ni ocupar su puesto, pues no quieren ser como él (vivir en gratuidad). Pero tampoco pueden soportarle. Por eso le hacen morir, no para hacer lo que él hacia (ellos no quieren eso), sino para impedir que Jesús pueda acusarles con su vida y su palabra.

Hay una envidia que podríamos llamar «activa»: es la de aquellos que quieren apoderarse de los tesoros o bienes de los otros (dinero, puesto de trabajo), sin necesidad de matarles a ellos. Pero hay otra envidia que podemos llamar «reactiva» y que consiste en no soportar la existencia de los otros como tales, de manera que no podemos vivir tranquilos mientras ellos existan. Esta es la envidia de los sacerdotes que no tienen más autoridad que la que brota de su dominio sacral. Ellos representan el deseo impositivo (no la gracia de Dios) y por eso combaten al representante del Dios de la gracia. Su envidia es contagiosa: pone en marcha el proceso de Jesús y no termina hasta matarle, pues piensan que sólo matándole podrán vivir ellos tranquilos, sin que nadie les moleste.

LE MATARON POR PODER (IMPERIO POLÍTICO, ROMA)

Expongo aquí sólo una pequeña reflexión sobre la pregunta de Pilatos en Jn 18 (¿Eres tú rey?), pero el tema está al fondo de toda la historia de Jesús, que es una historia de la transformación del poder (kratos) en autoridad creadora de vida (ex-ousía). A Jesús le condena a muerte el gobernador de Roma, un poder que, al triunfar matando, se destruye a sí mismo. Por el contrario, al morir amando la autoridad de Jesús triunfa sobre el poder del  mundo.

Un tipo de iglesia quiere mantener el poder como dominio, destruyéndose a sí misma. Éste es el tema central de mis comentario a Mc y Mt, el argumento de la Historia de Jesús.  El proceso de Jesús,  como intento de dominio del poder satánico de la mentira, sigue siendo sigue siendo el lugar donde se desvela y decide el sentido de la obra de Dios, de la verdad del hombre.

33Entró Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». 34Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». 35Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; qué has hecho?». 36Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». 37Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». 38Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?». Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa (Jn 18, 33-38)

Los sacerdotes han entregado a Jesús por  “envidia: No pueden soportar que haya otro “distinto” a su lado. Pilatos, representante del poder imperial romano, le condena en el fondo por lo mismos: Los poderosos no pueden suportar que haya más poderosos a su lado.

Poncio Pilato, Representantes del Rey/Emperador de Roma, le pregunta: ¿Tú eres Rey? Y Jesús contesta: Lo soy. Por eso he nacido y para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. (Jb 18, 37). Jesús identifica así el Reino de Dios con la Verdad, en sentido personal y social, material y espiritual, económico, político y religioso. Que cesen y acaben las mentiras y ocultamientos, de personas y pueblos, de iglesias y personas… de forma que cada uno se abra de un modo transparente ante los otros; que todos puedan mirar y ayudarse (sostenerse) unos a otros y en los otros, conforme al sentido de la palabra hebrea “emuná”, que significa verdad y fidelidad. En ese sentido, Jesús es Rey, porque viene a dar testimonio de la verdad…, no de una verdad metafísica o teológica, separada de la Vida, sino de la misma vida como transparencia de amor, en comunión de todos y con todos, fidelidad mutua.

Jesús es Rey (y todos podemos ser en él y con él reyes), siendo en verdad lo que somos, en gesto de transparencia, que es amor mutuo, conocimiento compartida, sin armas, sin secretos militares, sin dineros escondidos…

Ésta es la fiesta de la Iglesia, la fiesta de la Verdad . No se trata de decir que Jesús es la verdad y vivir después en un tipo de mentira jerárquica organizada… Se trata, simplemente, de vivir en verdad: Se trata de ser lo que somos, de no tener miedo de vivir en trasparencia, en salud expansiva, pues la verdad cura (en el tema de la pederastia, en el tema del dinero, en el tema del poder…).

 Ésta es, significativamente, la primera palabra de Jesús (y del Nuevo Testamento) que se ha conservado hasta hoy, escrita en un pequeño papiro que se encontró en Egipto en los años 20 del siglo pasado y que y que se conserva en una biblioteca de Manchester, con el nombre de P. J. Rylands 52. Está escrito en la letra llamada “adriánica” (del tiempo de Adriano) y se debió escribir hacia el año 140 d.C. Ofrezco aquí el texto central, con imagen del papiro, quizá el mayor tesoro de la literatura cristiana primitiva:

«Soy Rey. Para eso he nacido y para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad»:ΒΑΣΙΛΕΥΣ ΕΙΜΙ ΕΓΩ ΕΙΣ ΤΟΥΤΟ ΓΕΓΕΝΝΗΜΑΙ ΚΑΙ ΕΙΣ ΤΟΥΤΟ ΕΛΗΛΥΘΑ ΕΙΣ ΤΟΝ ΚΟΣΜΟΝ ΙΝΑ ΜΑΡΤΥΡΗΣΩ ΤΗ ΑΛΗΘΕΙΑ (papiro Rylands 52).

Hay un poder que es Kratos, imposición y muerte.  Ese es el poder de la mala teo-kracia, (la religión como poder que destruye), la mala y de la mala aristo-kratia o demo-kratia. Todo poder que domina es destructor, todo reino que se impone a la fuerza es mentira y muerte.

Jesús, en cambio, no tiene poder, sino autoridad mesiánica (exousia: cf. Mt 28, 16-20). No    tiene poder sobre nadie, pero tiene autoridad para todos: para  crear, cuidar, promover la vida en amor. Por eso, una iglesia que es “poder” (kratia) es perversa, es diabólica… El contrario, la iglesia ha de ser portadora de autoridad, de creación y mantenimiento de vida, como Dios, como Jesús.

Pilatos (poder imperial auto-krático) que se hace llamar divino es “demoníaco”. Por eso, condena a muerte, porque tiene miedo de la auténtica autoridad, creadora de vida.

En un contexto como aquel, obsesionado por pecados, faltas e impurezas, en un tiempo en que el templo de Jerusalén funcionaba como máquina de expiación y purificaciones, al servicio de la remisión de los pecados, Jesús vino a presentarse como un hombre a quien Dios mismo había enviado para dar testimonio de la verdad, anunciar así un Reino en el que todos los hombres y mujeres serían “reyes”, seres libres, abiertos a Dios por la verdad.

Ciertamente, Jesús utilizó la imagen del Reino de Dios, presentándose implícitamente como servidor y testigo de ese Reino, esto es, de Dios como Reypero no en sentido de dominio económico, social o militar, sino de servicio mutuo, ofreciendo a los hombres el testimonio de la verdad de Dios y del sentido de la vida. Por eso no vino anunciando una guerra apocalíptica, ni la destrucción de los perversos, sino sembrando humanidad, desde Galilea, ofreciendo a los enfermos, marginados y pobres la Palabra, pues otros se habían apropiado de ella, dejándoles sin nada, sin riqueza ni semilla humana. Quiso así que todos fueran reyes, en un Reino fundado en la verdad de Dios y en la fraternidad entre los hombres.

LE VENDIERON POR DINERO (TENTACIÓN DE IGLESIA)

Fuerte es la envidia de los sacerdotes del templo, grande el poder destructor del imperio y los reyes del mundo (Roma). Pero mayor es según el evangelio es poder destructor del dinero (Mammón, antidios) Mt 6,24),  tal como han puesto de relieve los evangelio de Marcos y Mateo. Así lo pongo de relieve en las reflexiones que siguen, que más que de un possible “Judas” concreto exponent el tema del riesgo supremo del dinero en el interior de la misma iglesia, representada por “uno de los doce”. A quien la tradición llama Judas.

La traición “económica” de Jesús no es un relato aislado, sino un argumento central de los evangelios. No es una historia del passado, sino una amenaza actual de la iglesia. Donde ella busca su dinero, abandonando a su suerte a los in-nocentes (=los no poderosos, los que no pueden dañar a otros) la iglesia se destruye (se suicida a sí misma)

El relato de Marcos (14, 10-11).

Judas Iscariote, uno de los doce, fue a hablar a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Ellos se alegraron al oírle y prometieron darle dinero; y andaba buscando una oportunidad para entregarle (Mc 14, 10-11).

Por aquello que ha dicho y ha hecho, Jesús ha roto la lógica monetaria de un tipo de judaísmo, propio de los “sacerdotes renteros” de 12, 1-12, que terminan entendiendo su misión en claves de dinero, y entre ellos se sitúa Judas que, en el momento decisivo, traiciona a Jesús y opta por los sacerdotes-escribas y Jesús,   con quienes decide colaborar, suponiendo que es para bien del pueblo. Marcos no dice que él “pida” dinero, pero los sacerdotes se lo ofrecen, en la línea de los comensales de 14, 6, que calculaban el gesto de Jesús (y de la mujer de la unción) en clave monetaria. De esa forma retoma el motivo esencial del “escándalo” mesiánico de 10, 17-31, donde Jesús había dicho que humanamente hablando los ricos no podía entrar en el Reino de los Cielos. Leer más…

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Viernes Santo. Celebración de la Pasión. Ciclo B. 29 abril, 2024

Viernes, 29 de marzo de 2024
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Yo soy”

(Jn 18, 1- 19,42)

Hoy corremos el riesgo de perdernos entre tantos encuentros y desencuentros que se dan en estos dos capítulos del Evangelio de Juan. Además creemos que nos lo sabemos de memoria: el arresto, el sumo sacerdote, las negaciones de Pedro, Pilato, los gritos de ¡crucifícalo!, Jesús en la cruz, María y Juan, la lanza que atraviesa el costado, José de Arimatea y Nicodemo dando sepultura al cuerpo.

Es la “parte fea” de la vida de Jesús. Son los momentos en los que nos gustaría cerrar los ojos y los oídos. Y nos pasa en nuestra vida también. En los momentos de dolor, de incertidumbre, de enfermedad que lleva a la muerte… queremos cerrar el corazón y no sentir porque duele mucho.

Al comienzo de todo este relato, Jesús dice “Yo soy”. En una primera lectura podemos pensar que es algo así como “presente” o “aquí estoy”. Pero los judíos que lo escucharon supieron entender el significado y por eso “comenzaron a retroceder y cayeron en tierra”. Esas dos palabras son el nombre que Dios le había dado a Moisés (Ex 3,14) para que pudiera decir a los israelitas que Dios mismo lo estaba enviando. Jesús es Dios encarnado. También nosotras podemos escuchar ese nombre en nuestras vidas: en la enfermedad, en la soledad, en lo que experimentamos como fracaso, ante una persona que nos descoloca…

Otro detalle. El proceso ante Pilato es importante para Juan, le dedica más espacio que los demás evangelistas. Llama la atención ese doble escenario: en el interior del palacio y fuera donde estaban los que lo acusaban. Dentro hay una conversación entre él y Jesús en la que el primero le pregunta sobre su identidad y parece no encontrar nada peligroso el él. Fuera, necesita guardar las apariencias, parecer un hombre respetable y poderoso. Si observáramos nuestra forma de actuar… Quizás nos parecemos más a Pilato de lo que nos gustaría… Hoy es un buen día para callar y escuchar a Dios en el silencio, en el interior de nuestro palacio.

Oración

Haznos escuchar, Trinidad Santa, tu nombre en el interior de nuestro ser.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús entregando su vida, manifiesta la más absoluta plenitud de vida.

Viernes, 29 de marzo de 2024
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Jn 18,1-19,42

Las tres partes en que se divide la liturgia de este viernes expresan perfectamente el sentido de la celebración. La liturgia de la palabra nos pone en contacto con los hechos que estamos conmemorando en este día de Viernes Santo. La adoración de la cruz nos lleva al reconocimiento de un hecho insólito que tenemos que tratar de asimilar y desentrañar. La comunión nos recuerda que la principal ceremonia litúrgica de nuestra religión es la celebración de una muerte, en la que podemos descubrir la Vida.

No debemos seguir insistiendo en el sufrimiento. No es el dolor lo que nos salva. Tampoco debemos apelar a la voluntad de Dios. Dios ni programó ni permitió ni aceptó la muerte de Jesús. Menos aún la exigió para poder perdonar nuestros pecados. Ese amor, manifestado en el servicio a los demás, es lo que demuestra su verdadera humanidad y, a la vez, su plena divinidad. Mientras el cristianismo siga siendo un ropaje exterior, nos podemos sentir abrigados y protegidos, pero no nos cambia interiormente; y por tanto no nos salva.

¿Qué añade la muerte de Jesús al mensaje de Jesús? Aporta una dosis de autenticidad. Sin esa muerte y sin las circunstancias que la envolvieron, hubiera sido mucho más difícil, para los discípulos, dar el salto a la experiencia pascual. La muerte de Jesús es sobre todo un argumento definitivo a favor del AMOR. En la muerte, Jesús dejó absolutamente claro que el servicio incondicional a los demás era más importante que la misma vida biológica.

La muerte de Jesús, como resumen de su vida, nos lo dice todo sobre su persona. Nos dice todo sobre nosotros mismos, si queremos ser humanos como él. Además, nos lo dice todo sobre el Dios de Jesús, y sobre el nuestro. Sobre Jesús, nos dice que fue plenamente humano. Una trayectoria humana, que comenzó como la de todos, nos demuestra que las limitaciones humanas, incluida la muerte, no impiden al hombre alcanzar su plenitud.

La buena noticia de Jesús fue que Dios es amor. Pero ese amor se manifiesta de una manera desconcertante. El Dios manifestado en Jesús es tan distinto de lo que podemos llegar a comprender, que, aún hoy, seguimos sin asimilarlo. Un Dios que se anonada, se deshace, se aniquila para dejarnos ser nosotros mismos, no puede ser atrayente. Como no aceptamos ese Dios, no acabamos de entrar en la dinámica de relación con Él que nos enseñó Jesús. El tipo de relaciones de toma y da acá, que desplegamos no puede servir para aplicarlas al Dios de Jesús. Por eso el Dios de Jesús nos desconcierta y despista.

Un Dios que siempre está callado y escondido, incluso para una persona tan fiel como Jesús, ¿qué puede aportar a mi vida? Es muy complicado tener que descubrirlo en lo hondo de mi ser, pero sin añadir nada a mi ser, sino constituyéndose en el fundamento de mi ser, siendo parte de mí en lo que tengo de fundamental. Nos descoloca un Dios que es impasible al dolor humano, sin darnos cuenta de que al aplicar a Dios sentimientos, le estamos haciendo a nuestra imagen, fabricándonos nuestro ídolo. Nuestra imagen de Dios siempre tendrá algo de ídolo, pero nuestra obligación es ir purificándola cada vez más.

Un Dios que nos exige deshacernos, disolvernos, aniquilarnos en beneficio de los demás, no para tener en el más allá un “ego” más potente sino para quedar identificados con Él, no puede ser atrayente para nuestra conciencia de individuos separados. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, permanece solo, pero si muere da mucho fruto”. Este es el nudo gordiano que es imposible desenredar. Es el Rubicón que no nos atrevemos a pasar. Como decía el Maestro Eckhart: un Dios hecho nada no puede identificarse conmigo si estoy lleno de mí mismo y creyéndome el ombligo del mundo.

La muerte de Jesús deja claro que su objetivo es imitar a Dios. Si Él es Padre, nuestra obligación es la de ser hijos. Ser hijo es salir al padre, imitar al padre de tal modo que viendo al hijo se descubra cómo es el padre. Esto es lo que hizo Jesús, y esta es la tarea que nos dejó, si de verdad somos sus seguidores. Pero el Padre es don total, entrega incondicional a todos y en toda circunstancia. No solo no hemos entrado en esa dinámica, la única que nos puede asemejar a Jesús, sino que vamos en la dirección contraria, cuando buscamos en nuestra relación con Dios seguridades, incluso para el más allá.

La muerte en la cruz no fue un mal trago que tuvo que pasar Jesús para alcanzar la gloria. La suprema gloria de un ser humano es hacer presente a Dios en el don total de sí mismo, sea viviendo, sea muriendo para los demás. Dios está solo donde hay amor. Si el amor se da en el gozo, allí está Él. Si el amor se da en el dolor, allí está Él también. Se puede salvar el hombre sin cruz, pero nunca se puede salvar sin amor. Lo que aporta la cruz es la certeza de un amor autentico, aún en las peores circunstancias que podamos imaginar.

El hecho de que no dejara de decir lo que tenía que decir, ni de hacer lo que tenía que hacer, aunque sabía que eso le podía costar la vida, es la clave para compren­der que la muerte no fue un accidente, sino fundamental en su vida. Lo esencial no es la muerte, sino la actitud de Jesús, que le llevó a una total fidelidad. El que le mataran, podía no tener mayor importancia; pero que le importara más la defensa de sus convicciones que la vida, nos da la verdadera profundi­dad de su opción vital. Había experimentado la verdadera Vida y comprendido que la vida biológica tenía solamente un valor relativo.

Cuando un ser humano es capaz de consumirse por los demás, está alcanzando su consumación. En ese instante puede decir: Yo y el Padre somos uno. En ese instante manifiesta un amor semejante al amor de Dios. Dios está allí donde hay verdadero amor. Si seguimos pensando en un dios ausente del sufrimiento humano o exigiéndolo para poder perdonarnos, será muy difícil comprender el sentido de la muerte de Jesús. Dios está en el dolor dándole verdadero sentido y convirtiéndolo en plenitud.

Al adorar la cruz esta tarde debemos ver en ella el signo de todo lo que Jesús quiso trasmitirnos. Ningún otro signo abarca tanto, ni llega tan a lo hondo. Pero no podemos tratarlo a la ligera. Debemos tener muy claro que es un signo que nos permite descubrir la realidad de una vida entregada a los demás. Poner la cruz en todas partes, incluso como adorno, no garantiza una vida cristiana. Tener como signo religioso la cruz, y vivir en el más refinado hedonismo, indica una falta de coherencia que nos tenía que hacer temblar.

La muerte de Jesús es el resumen de su vida. Se trata de una muerte que manifiesta sin ambages la verdadera Vida, que es fruto del amor. Pero no se trata tanto de la muerte física cuanto de la muerte al yo y al egoísmo. Este es el mensaje que no queremos aceptar, por eso preferimos salir por peteneras y buscar soluciones que no exijan entrar en esa dinámica. Si nuestro “falso yo” sigue siendo el centro de nuestra existencia, no tiene sentido celebrar la muerte de Jesús; y tampoco celebrar su “resurrección”.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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!Mirad al ser humano!

Viernes, 29 de marzo de 2024
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Camino del Calvario

Jn 18,1-19,42

Los relatos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús constituyeron muy pronto el centro del kerigma, del anuncio y la predicación. Se utilizaron al hablar de Jesús, al recordarle, al realizar el memorial de la cena… Las narraciones sobre lo sucedido aquellos días en Jerusalén pasaban de boca en boca, no porque se quisiera recordar una crónica, sino desde la profunda necesidad de compartir una experiencia de fe que les había transformado y que les ofrecía –en ese momento de ausencia física del Maestro– un sentido a todo lo vivido. Aún más, un Sentido a sus vidas.

Desde muy pronto, estos relatos relacionaron la Pasión con la Resurrección. Sin esta última, aquella no encontraría significado. Pero sin aquella, la segunda no hubiera sucedido. Hoy, Viernes Santo, la liturgia nos invita a permanecer en la primera, a ahondar en ella sin prisa, a realizar el recorrido –junto a Jesús– desde el huerto de los olivos, al otro lado del torrente Cedrón (cf. Jn 18,1), hasta ese otro huerto que se hallaba en el sitio donde lo crucificaron y donde había un sepulcro nuevo (cf. 19,41).

El evangelio según Juan, que se distingue en gran medida de los sinópticos, presenta, al llegar a la pasión y muerte, una narración que se asemeja mucho a las de los demás evangelios. No obstante, también muestra significativas diferencias. Por ejemplo, Juan omite la agonía en Getsemaní o el detalle del beso de Judas, todo el proceso judío ante el sanedrín, los insultos y maltratos experimentados en casa del sumo sacerdote o en la cruz y el simbolismo de las tinieblas en el momento de la muerte de Jesús. De algún modo, Juan no hace hincapié en los aspectos más trágicos y dolorosos porque contempla todo desde la clave del cumplimiento de la historia de la salvación.

En cambio, este evangelio es el único que señala aspectos no mostrados por los sinópticos, fruto de sus acentos teológicos: la autoridad de la palabra de Jesús que es capaz de hacer caer por tierra a quienes van a detenerle, el interrogatorio de Anás, el amplio proceso ante Pilato, la discusión ante lo escrito en el cartel clavado en la cruz, la presencia de María y el discípulo amado a los pies del crucificado o la referencia a la sangre y el agua que brotaban del costado de Jesús tras la lanzada.

Mucho podríamos detenernos, pues muchos son los acontecimientos que se narran y los matices propios de este evangelio. La persona que lea estas palabras, queda invitada a hacerlo: detente, contempla cada escena, deja que lo contemplado te toque el corazón y percibe las mociones que experimentas ante ello. Es día para contemplar al Amor dando la vida hasta el extremo y eso requiere tiempo, sosiego y silencio. ¡Ojalá se te haga posible!

Pero sí deseo hacer una invitación explícita. Si observamos, en el centro de esta gran narración se encuentra el gran diálogo entre Pilato y Jesús en torno al reinado de este último. Respondiendo a las preguntas, Jesús muestra el verdadero significado de su realeza. En el núcleo de esta sección, es coronado de espinas y echado sobre sus hombros un manto de púrpura, los soldados le dan bofetadas al tiempo que le gritan: “¡Salve, rey de los judíos!” (19,2-3). Torturado, humillado, maltratado como el Siervo del que habla el profeta Isaías, Jesús es presentado ante el pueblo con aquella expresión que hoy repetimos en latín: Ecce homo y que en nuestras biblias encontramos traducido como “¡Este es el hombre!” (19,5).

Esta locución, más allá de sus resonancias veterotestamentarias (en 1Sam 9,17 se utiliza cuando Samuel busca al hombre que Dios ha elegido como rey de Israel) y del profundo contenido teológico que tiene en el evangelio de Juan, traduce la expresión griega ἰδοὺ ὁ ἄνθρωπος, que literalmente significa “he aquí el ser humano” o mirad al ser humano.

En ese cuerpo herido, desgarrado por la violencia, despojado de su dignidad, se nos invita a posar nuestra mirada para ser capaces de descubrir en él al ser humano, a la persona, criatura de Dios hecha a su imagen y semejanza… A ese cuerpo, del que el profeta dice que “no parecía hombre, ni tenía apariencia humana”, “ante el cual se ocultan los rostros”, se nos insta a fijar los ojos y a reconocer en él a Dios mismo. Hoy somos invitados a poner nuestra mirada sobre:

J15 (Papa Moussa Diouf) llegó a El Hierro después de una larga y penosa travesía. En Senegal quedaron su mujer y sus hijos de uno y tres años. J15 (así son nombrados cuando desembarcan, por centenares, de sus cayucos en la isla ante la imposibilidad de hacer un registro pausado) murió el pasado noviembre a causa del pie de patera, una infección letal provocada por mantener durante días sus piernas y pies –llenos de pequeñas heridas– en contacto con el agua contaminada por las heces que se acumula en el fondo de las embarcaciones. ¡Mirad al ser humano!

Karina es mamá a los 15 años. Atrás quedaron los estudios, los juegos… y la infancia. Su cuerpo, delgado y pequeño, amamanta a una niña de cuatro meses en una habitación de la casa de la familia de su exnovio, el papá de la pequeña, que ya vive fuera, con otra pareja. A Karina sus abuelos le echaron de casa y ahora se encuentra allí, en un rancho humilde en la frontera entre Colombia y Venezuela. “Al menos tuve suerte con mis suegros”, expresa. Karina y a sus diez hermanos fueron abandonados por su madre cuando ella tenía apenas unos meses. “Voy a criar a mi hija mejor que ella a mí”. ¡Mirad al ser humano!

Salah Awad El Sousi, doctor en Farmacia, dejó la ciudad de Gaza prácticamente con lo puesto. A sus 73 años se encontró, de repente, sin nada… Bajo los escombros quedaron sus libros, sus títulos, sus pertenencias… su vida. Para comer él, sus hijos y nietos, han de hacer fuego con la madera que encuentran y cocer pan, aunque la harina escasea. Los niños tienen la prioridad, pero hasta ellos padecen ya los efectos del hambre y la deshidratación. “No hay un momento de calma. Hasta lo más simple se ha convertido en un problema enorme: cómo conseguir comida, agua o un poco de electricidad para cargar el móvil. Estamos viviendo como animales y nos hemos transformado en números: números de muertos, números de heridos, números en las colas para comprar un poco de pan…”. ¡Mirad al ser humano!

María, a sus 17 años, se ha herido los brazos con una cuchilla por enésima vez. Entre los más jóvenes, uno de cada 20 adolescentes asegura haberse intentado quitar la vida, según el estudio PsciCE (Psicología en Contextos Educativos). Un tercio de los intentos de autolisis que atiende el teléfono de información toxicológica es de menores de 20 años y las llamadas a los números de atención al suicido entre los jóvenes se está disparando. “No, yo no me quería matar, yo estaba sufriendo y quería que dejara de pasar…”. ¡Mirad al ser humano!

Cada uno podremos seguir poniendo nombres propios y seguir contemplando, en este Viernes Santo, a Jesús en la Cruz.

 

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Mirarán al que transpasaron

Viernes, 29 de marzo de 2024
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a20-cristo-crucificado-1631-32Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Mirarán al que atravesaron 
(Jn 19,37)

01.- Silencio y adoración.

         Ante el crucificado tal vez lo más humano y cristiano es guardar un silencio interior para. Mirar al que transpasaron.

Dios también guardó silencio, el “silencio de Dios” contempló y rompió en llanto a la muerte de Jesús, su Hijo y de todos sus hijos que vivimos y morimos en la historia de la humanidad

         Dios no es impasible, padece con y por nosotros.

02.- Yo soy

         El Viernes Santo leemos y escuchamos la pasión según San Juan.

         Se podría decir que esta tradición evangélica joánica está redactada desde la fe como “largas catequesis” que terminan siempre con un “yo soy”.El evangelio de Juan “aplica” a Jesús lo que ya aparece en el AT: Dios es:“Yo soy el que soy” (Dt 3,14), le dice Dios a Moisés.

En el NT, la cristología de Juan es siempre un “yo SOY” aplicado a Cristo: Cristo es Dios: Yo soy el pan de vida, yo soy el agua, yo soy el buen pastor, yo soy la puerta, yo soy la luz, yo soy el camino, yo soy la resurrección y la vida…

En los relatos de la pasión y muerte según san Juan, también está presente este “Yo soy”:

  • Cuando le van a detener a Jesús en Getsemaní, a la pregunta de “¿A quién buscáis”?, Jesús responde “yo soy” y -con la ironía que caracteriza a Juan-, todas las fuerzas religioso – militares, caen “patas arriba”. Extraño, ¿no?, que todo un batallón caiga por tierra ante Cristo y tres discípulos medio dormidos.
  • Ante Pilato Jesús contesta: “yo soy” rey, si bien no como los de este mundo.

         Jesús había ya anunciado: Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis que yo soy, (Jn 8,28).

No hay vacuna que pueda vencer a la muerte, solamente el “Yo soy”.

         Solamente Cristo crucificado perdona el pecado.

         Solamente el Señor crucificado nos libera de toda ley.

         JesuCristo es, “yo soy”, no desde el poder, sino desde su entrega redentora, que es lo que celebramos el Viernes Santo.

03.- Contemplar la muerte de Jesús.

         Muchos vieron la muerte de Jesús en Jerusalén, en el Calvario: las autoridades religiosas y políticas: fariseos, zelotas, mucha gente del pueblo, soldados, etc., pero fueron pocos quienes contemplaron al crucificado:

  •  Varias mujeres: María, la madre del Señor, María de Cleofás, María Magdalena, (Jn 19,25-27), Salomé, seguramente no estaría lejos Nicodemo, etc.
  •  También tuvo la sensibilidad de estar al pie de la cruz el Discípulo Amado, (Jn 19,27), es decir todo discípulo que se siente amado por el Señor: todos nosotros.
  •  Cercanía trágica y humilde para mirar a Jesús la de quien estaba crucificado con él, el buen ladrón. ¡Acuérdate de mí!… Hoy estarás conmigo en el paraíso, (Lc 23,39.-43).
  •  El centurión romano, responsable inmediato de ejecutar la sentencia de muerte, termina contemplando al crucificado: Verdaderamente este hombre era justo, es hijo de Dios. (Mt 27,54; Mc 15,39; Lc 23,47).
  •  A la muerte de Jesús gran parte del pueblo volvía a Jerusalén dándose golpes de pecho y pidiendo perdón. Lc 22,66-71
  •  José de Arimatea, que era bueno y justo, contempló a Jesús y tuvo la compasión y la valentía de pedirle a Pilato el cadáver para darle una digna sepultura, (Mc 15,44-46; Jn 19,38). En este último gesto de “dar tierra” estaba presente también Nicodemo.
  •  Todas estas personas cercanas a Jesús contemplaban la muerte de Jesús y dónde ponían a Jesús. (Mc 15,47; Jn 19,41-42).

¿Contemplo yo al que transpasaron?

¿Me siento querido, amado por el Señor como el discípulo a quien Jesús quería? ¿Contemplo a Cristo desde mi pecado profundo como el buen ladrón y me siento perdonado, salvado? ¿Quizás contemplo y sigo a Jesús como María Magdalena, porque también han salido de mí siete demonios? Cómo José de Arimatea y Nicodemo ¿contemplo con compasión y audacia a Jesús transpasado y a los crucificados de este mundo?

Somos nosotros quienes miramos al Señor desde nuestra situación personal. Es muy diferente mirar a Jesús como Pilatos, Herodes, zelotismo, fariseos y poder religioso, desde el poder, a mirar a la cruz como publicano, pecador, “magdalena”, buen ladrón, etc.

La sociedad actual mira al crucificado (las procesiones de Semana Santa) pero como mero interés turístico, (si bien este año también eso ha quedado truncado por la pandemia)

Contemplar a Cristo crucificado infunde una gran paz, perdón, bondad en lo más profundo de nuestro ser. Quizás no hayamos de dar ningún paso más: El Viernes Santo es la redención universal.

         La crucifixión de Jesús es redención de los abismos más profundos del ser humano: hundimientos personales de todo tipo. Jesús descendió al abismo, a los infiernos y nos liberó del pecado y de la muerte

04.- De la cruz desciende perdón, redención, agua y sangre, espíritu.

         Humanamente poco puede descender de la cruz. El paredón de ejecución poco puede ofrecer.

Allá en el Génesis, en el comienzo de la vida, Dios llena el barro de “todo Adán”, Dios infunde su aliento vital (espíritu) en el vacío humano: y el barro (por evolución o como fuere) llega a ser viviente. La existencia humana en principio está llena de sentido y de vida.

Jesús en la cruz descendió a lo más profundo de los vacíos humanos, a los infiernos. Él se sintió abandonado; ¿por qué me has abandonado? ¿Cuántos seres humanos han vivido también esta misma experiencia de abandono y vacío? ¿No estamos viviendo en esta pandemia una cierta sensación de angustia, de soledad, de abandono?

Desde la contemplación del sufrimiento resuenan ecos de perdón: perdónales porque no saben lo que hace, hoy estarás conmigo en el paraíso. A tus manos encomiendo mi espíritu.

          Jesús en la cruz, inclinando su cabeza, entregó su Espíritu, nos entregó su espíritu a la humanidad, a la comunidad cristiana representada en María y el Discípulo Amado.

Cristo nos entrega su Espíritu del Reino: la justicia, la paz, la libertad, la gracia, llenan, son capaces de llenar los vacíos humanos. El espíritu de Cristo perdona nuestros pecados, confiere ánimo a nuestras depresiones.

05.- Contemplemos al que transpasaron.

         Cuando nos sentimos vacíos, débiles, pecadores, cansados, mirar al crucificado es fuente de paz y serenidad infinitas. San Pablo dirá quién nos podrá acusar

¿Quién será el que condene, si Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado y está a la derecha de Dios intercediendo por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? (Rom 8).

         La obra del barro inicial de la creación termina ahora en la cruz: consumatum est. El Señor no abandona la obra de sus manos, (Salmo 137), por todo ello, estamos salvados, redimidos de nuestros fracasos, pobrezas y nuestro vacío existencial está lleno del Espíritu de vida de JesuCristo.

Contemplemos al que transpasaron

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Jueves Santo. Ni Grial ni Mantel, nosotros somos la Cena de Cristo

Jueves, 28 de marzo de 2024
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eucaristia-720_270x250Del blog de Xabier Pikaza:

“Jesús en nosotros, desde y con los pobres, excluidos, oprimidos y perdidos de la tierra”

Los de Valencia dicen que el Grial, del que bebieron Jesús y sus discípulos, es suyo. Los de Coria (Cáceres) responden que el paño o mantel lo tienen ellos. Pero los cristianos creemos que la Eucaristía  de Jesús o Jueves Santo, somos nosotros mismos.

Jesús nos hizo para siempre sus amigos (su sangre y cuerpo) en la Última Cena, confiándonos así su testamento: “Vosotros sois yo, yo soy vosotros”. Por eso, la Eucaristía no es un Grial ni un Paño, ni siquiera un rito separado, sino nuestra existencia, en comunión del pan y vino (comida, bebida), con los hombres y mujeres en Cristo.

No está de más el paño, ni el cáliz, pero la Eucaristía  es Jesús en nosotros, nosotros en él, y unos en otros, desde y con los pobres, excluidos, oprimidos y perdidos de la tierra. Comer con ellos, compartiendo vida, desde y con Cristo, ésa es la verdad del evangelio (Gálatas 2, 5.14).[1]

No es sólo rezar unos al lado de los otros,  sino “compartir la comida” (syn-esthiein, dice Pablo),  de forma que seamos con Jesús comida/vida compartida.

Así define Jesús su evangelio, desde la bienaventuranza de los hambrientos (Lc 6,21-22 par.) hasta la bendición de Mt 25,31-46, donde dice: Venid, benditos, porque tuve hambre y me disteis de comer…”. 

Éste es el amor real, Cena que recrea y enamora el Jueves Santo,fiesta cristiana de Eucaristía[1]. De ello trata lo que sigue, de manera algo más técnica, siguiendo el texto de La Palabra se hizo carne (=eucaristía”), ampliado al final con algunas notas técnicas. Buen Jueves Santo a todos

Xabier Pikaza

De Jesús a Pablo

Las palabras de la cena (Mc 14, 22-25 par) retoman el mensaje y vida de Jesús, es decir, su “novedad mesiánica”, como reinterpretación de la pascua judía, que habían querido celebrar sus discípulos. En su forma actual esas palabras sólo han podido fijarse (como recuerdo histórico y texto litúrgico), desde una perspectiva pascual, según estos cuatro momentos [2]:

 − Cena (comida). Jesús celebró con sus discípulos una cena de solidaridad y despedida, marginando (superando) los rituales de la pascua nacional judía (cordero sacrificado), para insistir en el pan compartido (multiplicaciones) y el vino del Reino. Es probable que esa cena tuviera un carácter dramático, y marcara una ruptura entre el ideal/camino de Jesús y la propuesta real de sus discípulos (que seguían buscando un triunfo político/mesiánico). Sea como fuere, ella es el centro de la Historia de Jesús.

Primera comunidad. Los seguidores de Jesús mantuvieron y actualizaron (celebraron) su signo en las cenas/comidas comunitarias, centradas en el pan compartido y, de un modo especial, en el vino de la promesa del Reino. Esas cenas eran momentos fuertes de celebración de Jesús resucitado, a quien sus seguidores descubrían al juntarse y recordarle en el pan de su proyecto/mensaje y en el vino de la esperanza del Reino. En este momento, las “eucaristías” se identificaban con las mismas reuniones de oración, recuerdo y comida de las iglesias (en ese fondo puede situarse Mc 14, 3‒9).

Comunidades helenistas (Pablo). En un momento dado, que podemos conocer de algún modo por Pablo (1 Cor 11, 23-26), algunas comunidades de Jerusalén y Damasco, de la costa palestina y de Fenicia y después en Antioquía “descubrieron” (encontraron, desplegaron) un sentido especial en los signos de la cena, como memoria de Jesús, interpretando el pan como “cuerpo mesiánico” (sôma)del Cristo y el vino de la promesa del reino como “copamesiánica” (sangrehaima) de la nueva alianza que Dios ha realizado en y por Cristo [3].

El evangelio de Marcos recoge esa tradición de las comunidades y de Pablo y la integra en la historia de Jesús, en el contexto de su cena histórica, situando en un contexto biográfico la afirmación central de Pablo: «El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan…» (1 Cor 11, 23). En el fondo de esa “entrega histórica” (descrita bien por Marcos) recibe su sentido el signo del pan como cuerpo mesiánico y del vino como sangre de la alianza.

Jesús y la Iglesia no han tenido que crear los signos, estaban ahí, el pan y el vino de las fiestas judías y de la última cena, que pueden relacionarse con la pascua judía, pero recibiendo nuevo sentido, en la línea de la entrega de Jesús por el reino.

1 Cor 11, 23-25

  1. 23 Yo recibí del Señor lo que os he transmitido:
  2. el Señor Jesús, la noche en que fue entregado,
  3. tomó pan, 24 y dando gracias, lo partió y dijo:
  4. – Esto es mi Cuerpo (dado) por vosotros.
  5. +Haced esto en memoria mía.
  6. 25 De igual modo el cáliz, después de cenar diciendo:
  7. – Este cáliz es la Nueva Alianza en mi Sangre.
  8. +Haced esto… en memoria mía

Mc 14, 22-2

  1.  22 Y estando ellos comiendo, tomando pan, bendiciendo, lo partió y se lo dio y dijo:
  2. – Tomad, esto es mi Cuerpo.
  3.  23 Y tomando (un) cáliz, dando gracias, se lo dio y bebieron todos de él. Y les dijo:
  4. −Ésta es la sangre de mi alianza derramada por muchos

 Marcos presenta estas palabras a modo de conclusión y compendio del evangelio, para indicar que aquello que Jesús había comenzado a realizar, proclamando su mensaje (1, 14-15), lo ha culminado y ratificado al fin, al presentarse como pan y vino de Reino para nueva comunidad mesiánica. Pablo, en cambio, sitúa esas palabras en un contexto de “celebración ritual” de la Iglesia, añadiendo que él ha recibido del Señor (parelabon apo tou kyriou) la tradición que ha transmitido (ho kai paredôka hymin), de manera que puede ofrecer y ofrece una formulación nueva de la “Cena del Señor” (kyriakon deipnon: 1 Cor 11), sin limitarse a repetir lo que decía la comunidad anterior, sino aportando lo que ha recibido por revelación pascual [4].

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Jueves Santo. la Cena del Señor. Ciclo B. 28 de abril de 2024

Jueves, 28 de marzo de 2024
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“Lo que estoy haciendo, tú no lo puedes comprender ahora, lo comprenderás después”

(Jn 13, 1-15).

El Evangelio de hoy está cargado de símbolos en los que es interesante profundizar. En la actualidad, a nosotras, como personas que seguimos a Jesús, más de dos milenios después, nos puede resultar muy enriquecedor pararnos en la actitud de los discípulos, porque, como nos ocurre a nosotras, ellos tampoco entendían qué estaba pasando en sus vidas.

“Lo que estoy haciendo, tú no lo puedes comprender ahora, lo comprenderás después”, dijo Jesús a Pedro cuando se negaba a que le lavara los pies. ¡Cómo nos cuesta aceptar esta frase! ¡Qué poco nos gusta no comprender todo en el instante en que nos lo proponemos! Vivimos con la meta de conocer, de controlar cada situación. Pedro continúa negándose y Jesús le responde: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. A veces necesitamos parar en seco para reaccionar y optar. ¿Queremos tener que ver con Jesús? ¿En qué cambia nuestra vida el llamar a Jesús “maestro”?

Hoy también celebramos el día del amor fraterno, sororal, y este podría definirse como ese amor que no se entiende, que no se comprende. El amor que lleva a servir, a acoger, a entregarse gratis, sin esperar nada a cambio… ¿Nada? Eso tampoco lo entendemos. Resulta que eso es lo que Jesús hizo cada día de su vida y es lo que nos propone, a quienes nos denominamos cristianas, como guía en nuestra vida.

Hoy es el día del “porque sí”. Esa frase que de pequeños hemos dicho mucho, y que podemos escuchar responder a los pequeños de las familias. Y resulta que Dios nos quiere “porque sí”, que se entregó y se entrega cada día “porque sí”, que nos pide que nosotras hagamos lo mismo “porque sí”.

Oración

Lávanos, Jesús, aunque nos peleemos contigo porque no entendamos, y haznos personas entregadas por amor, por tu Amor.

*

Fuente  Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Jesús es pan partido, repartido, compartido.

Jueves, 28 de marzo de 2024
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JUEVES SANTO (B)

Jn 13,1-15

El tema central del Triduo Pascual es el AMOR. El jueves se manifiesta en los gestos y palabras que lleva a cabo Jesús en la entrañable cena. El viernes queda patente el grado supremo de amor al poner su vida entera, hasta la muerte, al servicio del bien del hombre. El sábado celebramos la Vida que surge de ese Amor incondicional. En la liturgia de estos días manifestamos, de manera plástica, la realidad del amor supremo que se manifestó en Jesús. Lo importante no son los ritos, sino el significado que éstos encierran.

La liturgia del Jueves Santo está estructurada como recuerdo de la última cena. La lectura del evangelio de Juan debe hacernos pensar; se aparta tanto de los sinópticos que nos llama la atención que no mencione la fracción del pan. Pero en su lugar, nos narra una curiosa actuación de Jesús que nos deja desconcertados. Si el gesto sobre el pan y el vino tuvo tanta importancia para la primera comunidad, ¿por qué lo omite Juan? Y si realmente Jesús realizó el lavatorio de los pies, ¿por qué no lo mencionan los tres sinópticos?

No es fácil resolver estos interrogantes, pero tampoco debemos ignorarlos o pasarlos por alto. Seguiremos haciendo sugerencias, mientras los exégetas no lleguen a conclusiones más o menos definitivas. Sabemos que fue una cena entrañable, pero el carácter de despedida se lo dieron después los primeros cristianos. Seguramente en ella sucedieron muchas cosas que después se revelaron como muy importantes para la comunidad. El gesto de partir el pan y de repartir la copa de vino, eran gestos normales que el cabeza de familia realizaba en toda cena pascual. Lo que pudo añadir Jesús, o los primeros cristianos, es el carácter de signo, de lo que en realidad fue la vida entera de Jesús.

El gesto de lavar los pies era una tarea exclusiva de esclavos. A nadie se le hubiera ocurrido que Jesús la hiciera si no hubiera acontecido algo similar. Es una acción original y de mayor calado que el partir el pan. Seguramente, en las primeras comunidades se potenció la fracción del pan, por ser más cultual. Poco a poco se le iría llenando de contenido sacramental hasta llegar a significar la entrega total de Jesús. Pero esa misma sublimación llevaba consigo un peligro: convertirla en un rito mágico que no compromete a nada. Aquí está la razón por la que Juan se olvida del pan y el vino. La explicación que da de la acción, lleva directamente al compromiso con los demás y no es fácil escamotearla.

Parece demostrado que, para los sinópticos, la Última Cena es una comida pascual. Para Juan no tiene ese carácter. Jesús muere cuando se degollaba el cordero pascual, es decir el día de la preparación. La cena se tuvo que celebrar la noche anterior. Esta perspectiva no es inocente, porque Juan insiste, siempre que tiene ocasión, en que la de Jesús es otra Pascua. Identifica a Jesús con el cordero pascual, que no tenía carácter sacrificial, sino que era el signo de la liberación. Jesús, el nuevo cordero, es signo de la nueva liberación.

Los amó hasta el extremo. Se omite toda referencia del lugar y los preparativos de la cena. Va directamente a lo esencial. Lo esencial es la demostración del amor hasta el extremo, es decir, en el más alto grado, hasta alcanzar el objetivo final. Manifestó su amor durante toda su vida, ahora va a manifestarse de una manera total y absoluta. “Había amado… y demostró su amor hasta el final”, dos aspectos del amor de Dios manifestado en Jesús: amor y lealtad, (1,14) amor que nunca se desmiente ni se escatima.

Dejó el manto y tomando un paño, se lo ató a la cintura. Ya dijimos que no se trata en Juan de la cena ritual pascual, sino de una cena ordinaria. Jesús no celebra el rito establecido, porque había roto con las instituciones de la Antigua Alianza. Dejar el manto significa dar la vida. El paño (delantal, toalla) es símbolo del servicio. Manifiesta cuál debe ser la actitud del que le siga: Prestar servicio al hombre hasta dar la vida como él. Juan pinta un cuadro que queda grabado en la mente de los discípulos. Esa acción debe convertirse en norma para la comunidad. El amor es servicio concreto a cada persona.

Se puso a lavarles los pies y a secárselos con la toalla. El lavar los pies era un signo de acogida o deferencia. Solo lo realizaban los esclavos o las mujeres. Lavar los pies en relación con una comida, siempre se hace antes, no durante la misma. Esto muestra que lo que Jesús hace no es un servicio cualquiera. Al ponerse a los pies de sus discípulos, echa por tierra la idea de Dios creada por la religión. El Dios de Jesús no actúa como Soberano, sino como servidor. El verdadero amor hace libres. Jesús se opone a toda opresión. En la nueva comunidad todos deben estar al servicio de todos, como Jesús. La única grandeza del ser humano es ser como el Padre, don total y gratuito para los demás.

¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Esta explicación de Jesús nos indica hasta qué punto es original esa actitud. Retomó el manto, pero no se quita el delantal. Se recostó de nuevo, símbolo de hombre libre. El servicio no anula la condición de hombre libre, al contrario, da la verdadera libertad y señorío. La pregunta quiere evitar cualquier malentendido. Tiene un carácter imperativo. Comprended bien lo que he hecho con vosotros, porque estas serán las señas de identidad de la nueva comunidad.

Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor” y decís bien porque lo soy. Juan es muy consciente de la diferencia entre Jesús y ellos. Lo que quiere señalar es que esa diferencia no crea rango de ninguna clase. Las dotes o funciones de cada uno no justifican superioridad alguna. Los hace iguales y deben tratarse como iguales. La única diferencia es la del mayor o menor amor manifestado en el servicio. Esta diferencia nunca eclipsará la relación de hermanos, todo lo contrario, a más amor, más igualdad, más servicio.

Pues si yo os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Reconoce los títulos, pero les da un significado completamente nuevo. Es “Señor”, no porque se imponga, sino porque manifiesta el amor, amando como el Padre. Su señorío no suprime la libertad, sino que la potencia. El amor ayuda al ser humano a expresar plenamente la vida que posee. Llamarle Señor es identificarse con él, llamarle Maestro es aprender de él, pero no doctrinas sino su actitud vital. Se trata de que sienten la experiencia de ser amados, y así podrán amar con un amor que responde al que reciben.

Os dejo un ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. Los sinópticos dicen, después de la fracción de pan: “Haced esto para acordaros de mí”. Es exactamente lo mismo, pero en el caso del lavatorio de los pies, queda mucho más claro el compromiso de servir. Lo que acaba de hacer no es un gesto momentáneo, sino una norma de vida. Ellos tienen que imitarle a él como él imita al Padre. Ser cristiano es imitar a Jesús en un amor que tiene que manifestarse siempre en el servicio a todos los hombres. Celebrar la eucaristía es comprometerse con el gesto y las palabras de Jesús. La misma Vida de Dios, manifestada por el que acepta su mensaje.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Magdalena Bennasar: La ternura no se piensa.

Jueves, 28 de marzo de 2024
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Jn 13, 1-15

Si dejamos que Jesús nos lave los pies, nos habremos comprometido con Él y como Él a lavárselos a los demás.

Un Jueves Santo, más nos encontramos con este texto entrañable, sorprendente y desestabilizador. Para darle un poquito más de novedad os propongo que empecemos a leerlo por el final.

Así, lo primero que escuchamos, no es una narración, sino una petición directa del Señor: “Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis Jesús, la víspera de su muerte nos pide, a ti y a mí, como su último deseo que hagamos con los demás, lo que Él ha hecho con nosotros. No solo que le admiremos o le agradezcamos… sino que lo hagamos.

Y podemos preguntarle, ¿de qué hablas Señor, que es lo que has hecho con nosotros? Y escuchamos, “Os he lavado los pies.” ¿Lavarnos los pies? Hoy nos es difícil vernos lavándonos los pies unos a otros pero, vamos a actualizarlo. ¿Qué es hoy lavarnos los pies? Nombremos personas, hechos y situaciones… Quizá atender a ese enfermo solo, desagradable, maloliente… O interesarnos y escuchar a los desanimados y desesperados de cualquier condición social, o estar disponibles y tener paciencia una y otra vez con los más cercanos ancianos, niños, adolescentes. (Podemos seguir nuestra lista)

Seguimos leyendo el texto hacia arriba y nos encontramos con una secuencia de los hechos que precisa lo que Jesús hace para lavar los pies, o quizá cómo es ese lavar los pies de Jesús. Secuencia que no nos deja escapatoria y que posiblemente nos descoloca de nuestras rutinas y costumbres. Nos dice que Jesús: Se levanta, se quita el manto, coge unas herramientas de servicio (la palancana, el agua y la toalla), se arrodilla delante de cada uno y se pone a lavarles los pies.  Es decir “lavarnos los pies unos a otros” nos exige levantarnos de donde estamos, cambiar de lugar o cambiar nuestro lugar con los que creemos que están más abajo, salir de nuestra situación más o menos cómoda. Quitarnos, despojarnos de una serie de signos que nos dan nuestra imagen, la consideración de los demás… Buscar, tomar, hacernos con herramientas, tiempo, características… que son necesarias para atender a los otros y luego abajarnos, acercarnos, ponernos delante de cada persona para ver qué necesita lavarse en ella.

¿De donde me siento llamado/a a levantarme, para poder acercarme a los demás? ¿Qué quiero quitarme de encima? ¿Qué herramientas, actitudes, tiempos… estoy poniendo a disposición de los otros? Porque según Juan, levantarnos, despojarnos y tomar la toalla es indispensable para ponernos delante del hermano, de la hermana, y lavarle los pies, secándoselos con la toalla.

Damos un paso más, y vemos a Jesús que toma en sus manos, toca, los pies de cada persona, la parte de su cuerpo que Él mismo dice que no está limpia. Es este un gesto muy repetido en la vida de Jesús, a pesar de lo que los judíos pensaban sobre el hecho de entrar en contacto con lo que “ensuciaba”. Los distintos evangelios nos dicen que Jesús es un hombre que “toca” a los leprosos, a los mudos, a los sordos, a los ciegos… que toca la vida y entorno de las personas entrando en casa de pecadores. Es más Jesús se “deja tocar” por la Magdalena y la hemorroisa… Y sobre todo Jesús se ha dejado tocar por Dios, desde su concepción, en sus largas noches de oración, en las tentaciones de los desiertos de cada día, en Getsemaní y en  la cruz. Y este tocar y ser tocado, este contacto  que ha sido patente en su vida, es lo que ahora, tan cercana su muerte, realiza de una forma significativa con los suyos, con nosotros, y nos pide que nosotros lo hagamos con los demás.

¿Me dejo tocar por los hermanos/as necesitados, por las realidades sangrantes de nuestra sociedad? ¿Tengo experiencia de dejarme tocar por Dios? ¿De sentir que ese contacto va transformando mi vida? ¿O soy de las personas que mantienen distancias, que se mantienen “en su sitio” sin que ningún contacto inesperado desestabilice mi vida? ¿A quién toco yo? ¿A quién me acerco, en que situaciones me implico…?

Y ahora nos encontramos con Pedro. El que no entiende, pero intuye que hacer así las cosas no es “lo esperado” de Jesús, lo que siempre hemos hecho, lo que nos da seguridad. Un Jesús, un Dios arrodillado a mis pies ¿tocando lo más débil, sucio y enfermo de mi…? “Eso nunca” dice Pedro. ¿Y yo? Porque si le dejamos lavarnos los pies nos habremos comprometido con Él y como Él a lavárselos a los demás, a trastocar el orden de muchas cosas, a ponernos a los pies de los que quizá hemos pensado muchas veces, están por debajo de nosotros…  A no pasar de largo, a acercarnos a las necesidades y tocar, es decir a limpiar suciedades que afean, secar lágrimas que hacen sufrir, sanar heridas infligidas tantas veces a inocentes… acompañar esfuerzos y logros, compartir el amor, la salvación, el contacto sanador recibido.

Y terminamos con los primeros versículos. Esos que nos hablan del momento en que este hecho se sitúa, en la “hora” de Jesús, en su Ultima Cena, en un momento deseado hondamente, con la plena conciencia de su realidad como Hijo de Dios, y de la muerte que se acerca, aceptada en la libertad y confianza en su Dios, su Abbá. Estamos en un momento privilegiado y lo que se nos dice tiene la hondura del amor que todo el texto rebosa. La importancia de sintetizar o significar lo que ha sido toda la vida de Jesús y lo que quiere que sea la nuestra, en una única clave “amar hasta el extremo” ¿Nos atrevemos a acoger y vivir este amor? Posiblemente nos llevará a situaciones de muerte y dolor, pero sin duda nos hará gozar para siempre de la Pascua.

¡Feliz día de Jueves Santo!

 

Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Se levantó de la mesa…

Jueves, 28 de marzo de 2024
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041317-jn-13-1-15-660x330En la noche en que iba a ser entregado, Jesús realizó un gesto insólito: se levantó de la mesa distanciándose del lugar reservado a quienes presiden y se situó en el de los que, entonces y ahora, pertenecen a la categoría de “los que sirven”. Sabía que el lugar en que estemos situados condiciona nuestra mirada y por eso tomó distancia y adoptó la perspectiva que le permitía percibir otras dimensiones de la vida. Desde ese lugar se toca de cerca el barro, el polvo, el mal olor, la suciedad…, todo eso de lo que los sentados a la mesa creen estar a salvo o sencillamente ignoran y desprecian. A ras del suelo y en contacto con los pies de los demás, se produce un cambio de plano que revela lo elemental de cada persona, su desnudez, las limitaciones de su corporalidad. Y miradas desde ahí, cualquier pretensión de superioridad o dominio se descubre como ridícula y falsa.

Desde aquel lugar, el de “uno de tantos”, él veía cerca y dentro a los que otros consideraban lejos y fuera y, en cambio, los de arriba resultaban estar abajo. Porque para él los más, los mayores y los importantes eran aquellos que a nuestros ojos son menos. El lugar en que había decidido situarse había creado esta “revolución de adverbios” que tanto nos sobresalta y a la que tanto nos resistimos. La sola posibilidad de ese desplazamiento nos resulta amenazadora porque nos saca del terreno de lo conocido y nos invita a descubrir nuevos significados que no coinciden con los que consideramos evidentes. Y sin embargo él se lo exigirá a quien quiera seguirle: tendrá que estar dispuesto, lo mismo que él, a “no tener dónde reclinar la cabeza”, a ir más allá de todo aquello en lo que la cabeza (la de ellos y la nuestra) “se reclina”, descansando en lo que se cree saber, controlar o dominar.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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El lavatorio de los pies como momento fundacional de la Iglesia. Jueves Santo

Jueves, 28 de marzo de 2024
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IMG_3777Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- Mientras haya hambre en el mundo, la Eucaristía no será plena ( P. Arrupe)

La Eucaristía de Jesús la podemos situar no  solamente la Última Cena, cena que nosotros llamamos del Jueves Santo, sino que la Eucaristía se es la infinidad de veces que Jesús comió con publicanos y pecadores. Las comidas de Jesús fueron siempre salvíficas y gozosas:

  • Eucaristía es la multiplicación de los panes: Jesús toma el pan, lo bendice, lo reparte por medio de sus discípulos: Yo soy el pan de vida. (Jn 6):
  • Jesús comía con publicanos y pecadores” (Mc 2,16),
  • Jesús aceptó la hospitalidad de Zaqueo y fue a hospedarse en su casa: hoy ha entrado la salvación a esta casa. (Lc 19,1-10).
  • Jesús cenó con los dos de Emaús, (Lc 24): tomó el pan y lo partió y los dos de Emaús se llenaron de gran alegría

Por otra parte, las comidas de Jesús tenían un enorme significado porque violaban casi todas las normas judías. Jesús comía con personas con las que un buen judío no podía, ni debía compartir la mesa. Además declaraba que todos los alimentos eran puros, no observaba el ayuno ni quería que sus discípulos lo hicieran (Mc 2,18-22).

La Eucaristía es una acción de gracias gozosa de la salvación, no un cumplimiento o precepto, ni un amasijo incomprensible de ritos hieráticos.

02.- Momentos fundacionales de la Iglesia: servicio y bondad (Amor)

        La “Última cena” del Señor con los suyos tiene una solemnidad intensa, pero no por la grandeza y “esplendor del Templo”, ni por las liturgias llenas de “trastos”, sino por la dignidad de Jesús que:

  • Primero amó a los suyos hasta el final
  • Y por eso se quita el manto de Señor y se ciñe la toalla de esclavo para lavar los pies de los suyos.

        El amor y el servicio

        El amor y el servicio –no el poder- constituyen la fundación e identidad de la comunidad, de las comunidades de Jesús.

        La Iglesia, la comunidad eclesial nace de las actitudes que Jesús que Jesús muestra y activa en sus discípulos:

        +      Todos vosotros sois hermanos.

        +      El lavatorio de los pies como actitud de servicio en la vida comunitaria.

        +      La Eucaristía como mesa abierta a todos.

        El orden jurídico es necesario para algunas cuestiones, pero lo que hace bien es la bondad en la vida.

        El amor, la caridad pueden tener también validez y repercusiones en la vida social, jurídica y política.

        Solemos decir en muchas situaciones de la vida que hay que actuar la justicia: “el que la hace la paga”. Pero una justicia sin caridad y sin amor, fácilmente se tornan en venganza y revancha.

JesuCristo, la Eucaristía y la Iglesia son amor y servicio.

        La Eucaristía y el pensamiento de Jesús no se ventilan en las academias o en la Curia, sino en su cercanía hacia los débiles, hacia los suyos, los pobres. Jesús hace una teología en vivo.

La misma tradición de san Juan dice que en el amor os conocerán que sois mis discípulos, (Jn 123,35).

¿Buscamos la comunión, el amor o la victoria?

Os he dado ejemplo, haced vosotros lo mismo

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“La vida cristiana consiste en comunicar la Buena noticia de la vida resucitada que Jesús alcanzó para toda la humanidad“, por Consuelo Velez.

Jueves, 28 de marzo de 2024
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De su blog Fe y Vida:

Jueves Santo: Cuando el discípulo siente el amor incondicional de Dios hacia su propia vida, es capaz de testimoniar ese mismo amor de Dios a los demás

Viernes Santo: El viernes santo es día de silencio, de estupor, de dolor, pero también es día de conversión, de cambio, de valentía. Ojalá estemos entre los que asumen estas últimas actitudes.

Vigilia Pascual: El pregón pascual es más que un pregón litúrgico. Es la vida resucitada que podemos testimoniar en todos nuestros actos

Si algo proclama el cristianismo es el amor incondicional de Dios hacia la humanidad, amor que Jesús manifiesta a lo largo de toda su vida con sus palabras y acciones y que concentra en esta última cena (para Juan no es la cena pascual, es un día antes) en la que, como en un intento de volver a confiar a sus amigos su legado, se ciñe el vestido, toma la toalla y lava los pies de cada uno de sus discípulos, entre los que sabemos estaba Judas quien lo entregaría más adelante. Es que así es el amor servicial del reinado de Dios: se da a todos no en virtud de su bondad sino en razón de su ser hijo de Dios, destinatario de la misericordia infinita de Dios.

Muy posiblemente Jesús esperaría que ese gesto convenciera tan profundamente a sus discípulos que pudiera darse un vuelco a la situación que, Él ya intuía, le esperaba. O, por lo menos, que todos ellos le siguieran sin titubeos. Pero si Judas lo traicionará, Pedro lo negará. Este último ya muestra la postura equivocada con la que está siguiendo a Jesús. No sé si Pedro no se sentía digno de ser lavado por Jesús, pero, lo más seguro, es que no acababa de entender que ese amor total de Dios también es para los que se creen perfectos o que creen estar más cerca de Jesús que los demás. Pareciera que el reino es para los otros, los que no forman el círculo de Jesús. Sin embargo, Jesús les muestra que, si no se comienza con ellos, si no cambian su forma de ser y actuar, si no pasan a vivir en el horizonte del Reino, ellos no podrán dar testimonio de este. Precisamente, porque cada discípulo siente el amor incondicional de Dios hacia su propia vida, será capaz de testimoniar ese mismo amor. Quien no se siente frágil no puede comprender la fragilidad de los demás. Quien no se siente perdonado, no podrá perdonar a otros. Quien no se siente con una segunda oportunidad, no podrá dársela a ninguno de sus semejantes.

Por todo lo anterior, las palabras de Jesús aclaran el significado profundo de ese gesto: si yo, siendo el Maestro, les he lavado los pies a cada uno, con más razón ustedes han de lavarse los pies unos a otros.

Participemos, entonces, de este lavatorio de los pies, con la actitud de quien se deja lavar los pies y, la vida entera, por Jesús, pidiéndole que el amor recibido nos haga amor para los demás, sin límite, sin medida. Solo desde esta actitud de necesidad reconocida se pondrá entender que la Eucaristía no es para los perfectos sino para los pecadores y que, participar de esa mesa compartida supone acoger e incluir a toda persona, comenzando por los más pobres y necesitados, por los más discriminados social y religiosamente. El lavatorio de los pies no fue solo un gesto del pasado, sino también un gesto necesario para este presente que precisa mostrar el amor incondicional de nuestro Dios para todas las personas.

VIERNES SANTO

El Viernes Santo no se celebra la Eucaristía porque Jesús ha muerto. Pero se hace una celebración en la que se lee el texto de la pasión, según el Evangelio de Juan. Por razones de espacio no transcribimos aquí todo el texto, sólo señalamos los momentos que acontecen: Prendimiento de Jesús; Jesús ante Anás y Caifás; Negaciones de Pedro; Jesús ante Pilato; Condenación a muerte; La crucifixión; Reparto de los vestidos; Jesús y su madre; Muerte de Jesús; La lanzada; La sepultura (Jn 18, 1 – 19, 42)

El relato de la pasión nos lo cuentan los cuatro evangelistas cada uno con sus características propias. En el caso del evangelio de Juan -lectura del viernes santo- ya conocemos que es un evangelio más elaborado teológicamente y por eso aquí Jesús se muestra mucho más conocedor de lo que va a pasar y con mucha más serenidad ante los acontecimientos que le esperan. Por eso el relato comienza con el prendimiento y en el, Jesús no teme decir que es el nazareno y pedir que dejen a sus discípulos tranquilos ya que Él se está entregando. En la escena aparece Judas con los guardas de los sumos sacerdotes y fariseos, entregándole. Y más adelante Pedro quien busca defender a Jesús cortándole la oreja al siervo del sumo sacerdote. Pero Jesús le reprende y con la tranquilidad con la que el evangelista Juan presenta a Jesús, le hace caer en cuenta a Pedro que Él no va a traicionar la tarea encomendada, aunque esto conlleve la muerte: “La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?”.

Continua el relato con los interrogatorios ante Anás y Caifás. Jesús habla con autoridad frente a ellos como quien reafirma lo que ha hecho porque todo fue público, en la sinagoga y en el Templo y reta a Anás a que pregunte a la gente sobre sus obras. No tiene nada que ocultar. Esa actitud molesta a la guardia y uno de ellos da una bofetada en Jesús. Jesús continua sereno y la confronta: ¿Qué he dicho mal para que me pegues? Como no se encuentran los cargos contra Jesús, Anás lo envía a Caifás y de allí lo llevan ante Pilato. Mientras pasa lo anterior, Pedro consigue entrar a la casa del sumo sacerdote y ahí la portera le reconoce como uno de los de Jesús. Pedro lo niega. Y sigue negándolo frente a los guardias, completando tres negaciones. El gallo canta como lo había dicho Jesús, mostrando con este relato que todo se va cumpliendo según se había dicho. Recordemos que el evangelio de Juan pone en el inicio del mismo las bodas de Caná donde Jesús le dice a María que no ha llegado su hora, mientras que en el lavatorio de los pies se afirma que ha llegado la hora. Esa hora se está cumpliendo con estos acontecimientos de la pasión.

Ante Pilato la conversación es sobre “la verdad” pero no como un discurso filosófico sino la manera del evangelista Juan de expresar el contraste entre la verdad que viene de Dios y la mentira que viene del mundo. Pilato está representando esa mentira que no se deja transformar por la verdad. Pilato pregunta a Jesús ¿qué es la verdad? Pero no escucha su respuesta. La hora ha llegado y la suerte de Jesús está echada. Solo, si Él se retracta, podrá darse un cambio en la decisión, pero supondría perder la fidelidad al proyecto del reino. Si los poderosos de este mundo no quieren acoger la verdad, Jesús no va a renunciar a ella, aunque le cueste la vida.

Pilato libera a Barrabás y entrega a Jesús para ser azotado, burlándose de él con el manto, la corona y el cetro que le colocan para dejar en evidencia que los reyes de este mundo no ceden ante el anuncio de un Reino que cuestiona todos sus valores. Pilato sigue desafiándole diciéndole que en sus manos está soltarlo, pero Jesús también lo cuestiona directamente: “No tendrías ningún poder si no se te hubiera dado de arriba”.

La condena a muerte es evidente no solo por decisión de las autoridades judías y romanas sino por el mismo pueblo que pide que lo crucifiquen porque afirman está yéndose contra el César. Jesús carga con su cruz y lo crucifican en medio de dos que, el evangelio de Lucas, dirá que son ladrones (Juan no lo dice).

Juan relata la presencia de María y de Juan al pie de la cruz haciendo esa conexión con la llegada de la hora a la que ya nos referimos. En esa hora final, está de nuevo María a quien Jesús llamó “mujer” en las bodas de Caná y aquí llama de la misma forma. También están las otras mujeres y el discípulo Juan. La comunidad del reino está allí de pie, sosteniendo, tal vez, la fidelidad de Jesús hasta el final. O Jesús sosteniendo la fidelidad de esa primera comunidad.

Juan señala una palabra de Jesús en la cruz: “Tengo sed”, a lo que sus enemigos responden dándole vinagre. En ese momento Jesús afirma: “Todo está cumplido” y muere. Pero los enemigos, hasta después de muerto siguen agrediéndole: le introducen la lanza en el costado.

Pero siguen apareciendo aquellos que en su vida histórica tuvieron un encuentro con él. Nicodemo que se encontró con Jesús, según el evangelista Juan, por la noche y José de Arimatea que seguía a Jesús en secreto, se encargan de embalsamarlo y sepultarlo en un huerto a semejanza del huerto donde lo prendieron al inicio del relato de la pasión. Jesús fue crucificado y murió, efectivamente.

Hasta aquí no he hecho sino relatar, desde mi estilo, lo dicho por el evangelista Juan, historia que ya conocemos. Podemos recordarla de nuevo como un relato conocido desde hace tantos años. Pero también podemos actualizarlo y preguntarnos cómo sigue actual esa pasión de Jesús. La mentira del mundo, es decir, la injusticia, la desigualdad, la competencia, la discriminación, la indiferencia y tantas otras realidades que muestran el mal de nuestro mundo siguen allí porque los que tenemos que vencer esas mentiras con la verdad del amor incondicional de Dios, seguimos siendo espectadores y no actores, seguimos negando a Jesús como Pedro, aunque luego nos entren arrepentimientos sin que supongan una conversión definitiva. Nos quedamos al margen de la cruz y no estamos ahí, como esa incipiente comunidad, al pie de ella. Posiblemente queramos embalsamar y sepultar a Jesús, es decir, hacer alguna obra buena o comprometernos con algunas cosas, pero no nos empeñamos en “bajar los crucificados de la historia” -como se ha dicho tanto en nuestra América Latina, en denunciar las cruces de nuestro mundo, en no resignarnos a que existan, sino buscar caminos para que llegue la resurrección y la vida. Por supuesto, la vida y la verdad son don de Dios, pero sin discípulos que no teman correr la misma suerte que Jesús, no llegará el tercer día que cambie la mentira en verdad, la muerte en vida.

El viernes santo es día de silencio, de estupor, de dolor, pero también es día de conversión, de cambio, de valentía. Ojalá estemos entre los que asumen estas últimas actitudes.

VIGILIA PASCUAL

Pasado el día de reposo, María Magdalena, María, la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.  Y muy de mañana, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro cuando el sol ya había salido.  Y se decían unas a otras: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?  Cuando levantaron los ojos, vieron que la piedra, aunque era sumamente grande, había sido removida. Y entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido con ropaje blanco; y ellas se asustaron.  Pero él les dijo: No se asusten; buscan a Jesús nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí; miren el lugar donde le pusieron.  Pero vayan y digan a sus discípulos y a Pedro: “Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, tal como les dijo (Mc 16, 1-7)

La vigilia pascual es central en nuestra fe. Pablo escribía a los Corintios: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe” (1 Cor 15, 14). El viernes santo nos dejó en el sepulcro. El primer día de la semana nos coloca en la vida y, una vida para siempre. Eso fue lo que supieron hacer las mujeres del evangelio, comenzando por María Magdalena, en compañía de las otras mujeres. Muy de mañana van al sepulcro dispuestas a superar las dificultades que conocen encontrarán, como la pesada piedra de la entrada al sepulcro. Y, tal vez su persistencia les permite ser las primeras en encontrar esa vida nueva: la piedra ya está removida y el joven vestido de blanco les da la buena noticia: “Ha resucitado, no está aquí. Primeras testigas de la resurrección, primeras anunciadoras de la buena noticia del Reino. Aunque el texto propuesto para hoy, termina en la el mensaje del joven a las mujeres, si siguiéramos leyendo más versículos, veríamos que el evangelista Marcos dice que las mujeres tuvieron miedo y no dijeron nada. Otros evangelistas visibilizan más el protagonismo de las mujeres en la transmisión de esa buena noticia y, por eso, podemos recuperar esa presencia activa de ellas en los orígenes cristianos.

De todas maneras, lo que nos interesa considerar hoy es que la vida cristiana consiste en comunicar esta buena noticia. El pregón pascual es más que un pregón litúrgico. Es la vida resucitada que podemos testimoniar en todos nuestros actos. Pero ¿en qué consiste esa vida resucitada? En que a nadie se le niegue su dignidad. Se tengan los medios para vivir. Se goce de oportunidades para progresar. Se garantice la tierra, el techo y el trabajo, como dije el papa Francisco. Se cuide la casa común. Se viva la igualdad entre varones y mujeres. No exista la misoginia ni la homofobia. Haya más diálogo interreligioso e intercultural. Y cada uno podría seguir añadiendo todas aquellas realidades que mostrarían que el Reinado de Dios se va haciendo presente entre nosotros. La oración cristiana nos compromete con todas estas realidades y el compromiso nos permite orar con el Jesús del Reino. La vigilia pascual renueva la vida del Resucitado en nosotros. Por eso: ¡demos testimonio de tanta gracia recibida!

(Foto tomada de: https://www.redentoristasdecolombia.com/ha-resucitado-el-senor/)

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Vicky Irigaray: Jueves Santo.

Jueves, 28 de marzo de 2024
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Sin títuloHermanos y hermanas, como lo hizo con sus discípulos hoy Jesús también quiere reunirnos, sentarnos a su lado en la mesa, lavarnos los pies y mirarnos a los ojos y hablarnos al corazón. Oremos.

Jesús, que nos dejemos seducir por ti

• Jesús quiere una Iglesia reunida, donde tengan su lugar todos y todas; nos quiere unidos porque nos sabe dispersos; reclina su pecho porque nos sabe a falta de amor.

Jesús, que nos dejemos seducir por ti

• Jesús nos invita a su mesa como muestra de amistad y confianza; quiere que en su mesa no falte nadie: los pobres, enfermos, abandonados y hambrientos. Nos invita a la mesa del pan y de la vida, donde lo que se sirve es el alimento que nos nutre y restaura nuestra dignidad.

Jesús, que nos dejemos seducir por ti

• Jesús quiere lavarnos nuestros pies y en ese lavarnos nos declara su amor y su vida que es servicio. Poniéndose a nuestros pies nos recuerda que nos tenemos que tratar con esmero y ternura. Su amor es entrega total de la vida.

Jesús, que nos dejemos seducir por ti

• Jesús nos pide que nos dejemos hacer, que nos dejemos afectar por su invitación, que nos atrevamos a escucharle con el corazón y cruzar nuestra mirada con la suya.

Jesús, que nos dejemos seducir por ti

Padre Madre buena, una vez más tú vas por delante, Buscas, deseas que comprendamos que somos amados por tu amor sin medida, gratuito que brota desde tus entrañas. Te damos las gracias por el regalo que nos haces en tu hijo Jesús.

Vicky Irigaray

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“Conspiración contra Jesús, el carpintero de Nazareth”, por Guillermo Jesús Kowalski

Lunes, 25 de marzo de 2024
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Viacrucis con las víctimas


Del blog de Jesús Kowalski Poliedro y periferia:

La semana de la compasión de Dios

Es un Dios que se hizo carpintero, como uno de tantos, pobre y sin “contactos” o “enchufes” que lo pudieran sacar airoso de la situación…pero hizo falta un complot religioso-militar para “acabar” con Él, ya que su tiraje popular ponía en riesgo los sistemas de este mundo basados en el tener, el poder, la violencia, la vanidad del lujo…

Él sabe lo que es la pobreza desde que nació… Centra su atención en los que sufren, en los descartados, desprecia a los soberbios, como proclamó su madre en el Magnificat (Lc 1,46). Y a los que ayuda les pide que no lo anden divulgando (Mc 1,43), que Él no vino para montar un club de fans en las redes para alimentar su vanidad.

Más de una vez se pasaba por alto las normas rituales cuando lo que estaba en juego era el hambre o la salud de la persona. A nadie andaba “psicopateando” con eso de la “culpa” para manipular la conciencia de la gente. Hoy también busca liberarnos del egoísmo y la vanidad, no para caer en otras esclavitudes rituales e ideológicas, sino para “amar como Él nos ha amado

“Los dirigentes religiosos se dieron cuenta de que Jesús y ellos eran incompatibles…fueron lúcidos y consecuentes: o él o nosotros. Y tomaron la decisión lógica: hay que matarlo. Los sacerdotes exigían sumisión (hasta la muerte), mientras que Jesús daba la vida (para siempre).” (J.M.Castillo)

Jesús es la redención de la puerta de al lado. La salvación desde los pequeños, como el grano de mostaza, que se vuelve grande y estructural.

Jesús no llevó a cabo una de estas guerras moralistas actuales para demostrar que el adversario es peor. Él no vino a condenar, sino para salvar. El que lo sigue ya está cambiando el mundo para siempre, dejando una marca de eternidad en la historia.

Su nueva ética consistió en vivir la experiencia del mal en carne propia, solidarizándose con el doliente. Él decía con su vida: lo que a ti te pasa, a mí me pasa y vamos a hacer lo posible para solucionarlo, que para eso he venido al mundo, ése es el sentido de mi vida.

No le interesaba ser “bueno” cumpliendo con el “deber” o los reglamentos escritos por “los que mandan“. Conocía la trampa burguesa de los que “cumplen y mienten”. Era bastante criticado por esto. Más de una vez se pasaba por alto las normas rituales cuando lo que estaba en juego era el hambre o la salud de la persona. A nadie andaba “psicopateando” con eso de la “culpa” para manipular religiosamente las conciencias. Hoy también busca liberarnos del egoísmo y la vanidad no para caer en otras esclavitudes rituales e ideológicas, sino para “amar como Él nos ha amado” (Jn 13,34). No es un mandamiento más, sino uno “Nuevo“.

IMG_3738Sabía que el pecado era algo muy serio y no había que disimularlo en un mar de contravenciones ritualistas de control clerical. El pecado del mundo tiene que ver con usar los talentos de modo egoísta, para hacer daño, para someter y aprovecharse de los demás, para ser indiferentes al sufrimiento humano y la complicidad silenciosa con los sistemas injustos, máquinas reproductoras del mal.

A los “doctores de la ley” de ayer y de siempre no les gusta esta simplicidad, porque destruye su emperifollado chiringuito montado para “colar el mosquito y tragar el camello (Mt 23,24). Por eso Jesús no se fiaba de ellos, porque sabía lo que había su corazón (Jn 2,24) Podrían engañar a muchos y sostener su sistema con trampas e hipocresía, pero “Dios ve en lo secreto” (Mt 6,6) y “no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz”. (Mc 4,22). La pandemia de pederastia de clérigos “célibes“, es una muestra de ese pus que sale a la superficie de un sistema farsante y soberbio, tan habituado a juzgar, condenar y discriminar a los demás.

A Jesús le interesaba las personas, ellas son lo real, no las ideas. Le interesaba y disfrutaba al darles de comer, curarlas, compartir la mesa, aliviar las cargas de la vida… Jesús es una vida para los demás, que Él llamó Reino de Dios y su Justicia.

Él no enseñó técnicas de introspección para gurúes, exóticas espiritualidades intimistas “fuga mundi” para unos pocos iluminados, sino la compasión para vecinos de la puerta de al lado. Puso todo de sí para darse de comer a los pobres y nos pidió que hagamos eso “en memoria de Él”…, en vez de “hacer tres carpas” para una embriaguez mística que nos aleje de la realidad. (Mc 9,5)

El centro de la vida de Jesús es la convivencia como fruto de la misericordia y el amor, no de la superioridad moral para justificar el dominio sobre los otros.  Él vino para convivir, no para “mandar” y que le hagan reverencias…por ser “más sagrado” que la plebe “profana”. Las reverencias deben ser para los que sufren, a quienes llama “bienaventurados” y son el Templo de la Nueva Alianza. El mérito no es competir y ganarle a los demás, sino hacer crecer los talentos para el bien común, que nunca será “bien” si no tiende a ser “común” y alcanza a los excluidos.

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se anonadó así mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz”. (Filipenses 2 6)

Él es un Dios hecho carpintero, uno del montón, pobre y sin “contactos” o “enchufes” que lo pudieran sacar airoso de los problemas. No era como tantos otros delincuentes que hoy vemos entrar por una puerta y salir por la otra. Sin embargo, hizo falta un complot religioso-militar para “acabar” con Él, ya que su tiraje popular ponía en riesgo los sistemas de este mundo basados en el tener, el poder, la violencia y la vanidad del lujo protegido por un exagerado “derecho” de propiedad para pocos a costa de muchos.

Los dirigentes religiosos del judaísmo se dieron cuenta de que Jesús y ellos eran incompatibles. El peligro mayor estaba en la fe de los que tomaban a Jesús en serio. La fe, cuando es fe de verdad, representa una amenaza de muerte para el templo y para todo sistema religioso-político. Los hombres del Sanedrín fueron lúcidos y consecuentes: o él o nosotros. Y tomaron la decisión lógica: hay que matarlo. Los sacerdotes exigían sumisión (hasta la muerte), mientras que Jesús daba vida.” (“La religión de Jesús…”J.M.Castillo)

Al comenzar su vida pública en el desierto, Jesús había sido tentado por el príncipe del mal para usar sus mismas artimañas . Pero para Él, el fin no justifica los medios. No usa el método del demonio para hacer la voluntad de Dios. Es la historia que se repite todos los días. Y cada día tiene su aflicción y su juicio.

 La asimetría del poder económico, político o religioso generan las estructuras de pecado que condenan a Jesús. Ésta solo puede ser confrontada con la estructura de Gracia que Él inaugura y se llama Reino de Dios. Es un tejido de perdón y amor donde las asimetrías del sometimiento son allanadas y los dones e iniciativas individuales crecen para el servicio al Bien Común y no para las falsas meritocracias del postureo.

Jesús es la redención de la puerta de al lado. La salvación desde lo pequeño, como el grano de mostaza, que se vuelve grande y estructural. Su prédica no es bonachona y complaciente. Su propuesta de ser como niños para entrar en la lógica del Reino implica nacer de nuevo, una conversión profunda, una transformación que no está al alcance de lo humano pero que nos hace mucho mas humanos.

IMG_3737Jesús y el poder religioso.

Él pone el dedo en la llaga permanentemente. Su misericordia es conflictiva, “hace lío. Polemiza a rabiar con los escribas y fariseos que se creen “dueños de Dios”, llama “zorro” a Herodes, hecha a los mercaderes del templo a latigazos.

 Él sabe lo que es la pobreza desde que nació. No es como esos ricos buenorros con sentimiento de culpa que hacen un poco de beneficencia y volunturismo por el mundo para tranquilizar la conciencia y de paso posturearse aún más. Centra su atención en los que sufren, en los descartados, desprecia a los soberbios como proclama su madre en el Magnificat (Lc 1,46). Y a los que ayuda les pide que no lo anden divulgando (Mc 1,43), que Él no vino para montar un club de fans en las redes para alimentar su vanidad, como tantos predicadores del “éter“.

Ni se defiende en un juicio amañado cuya sentencia ya fue preparada de antemano. Incluso se muestra irreverente en el momento de ser juzgado ante Pilato: “ninguna autoridad tendrías sobre mi si no te fuese dada de arriba” (Jn 19)

Así como fue perseguido Jesús, sus seguidores de verdad, también lo son. Asistimos actualmente a una persecución fariseo- integrista del papa Francisco. Un fundamentalismo destructivo para la convivencia, la comunión eclesial y el servicio a la humanidad. El objetivo siempre es el mismo: callar a uno para que la ideología de este mundo siga beneficiándoles.

Una intransigencia pseudocatólica, cerrada al diálogo, que tiene más de Maurrás que de Francisco de Asís. Inspirados en los retrógrados Syllabus y Mirari vos más que en el esperanzador Gaudium et Spes. Reacios a comprender la evolución de la cultura y la ciencia, la democracia, las libertades, los derechos humanos, el nuevo papel de la Iglesia del Vaticano II y la Sinodalidad que vencen la soberbia del clericalismo y la autorreferencialidad eclesiástica.

El Nazareno continúa con su revolución de la compasión en las calles y en la voz de profetas como Francisco. Difícil encontrarlo en domesticadas imágenes en los templos de los mercaderes. Por eso están vacías las iglesias a no ser para el consumismo turístico que todo lo fagocita. Jesús es aclamado de día con ramos por un Pueblo sencillo que lo reconoce por su amor cercano que cura, alimenta y comparte. De noche, los conspiradores siguen planificando el sacrificio de los crucificados del mundo para perpetuar las estructuras del pecado.

Fuente Religión Digital

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¿Quién es este que viene?

Domingo, 24 de marzo de 2024
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¿Quién es este que viene,

recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos.
Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor!
Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos)

***

No se puede abordar la vida de Jesús a sangre fría, porque ahí se juega el destino del hombre: Jesús se presenta como el Maestro de la vida.

          Sus lágrimas nos conmueven aún más al aproximarse el domingo de Ramos, donde asistimos a una especie de triunfo del Señor que no le lleva a engaño. Pocos días antes de su crucifixión, lleva sobre sí a toda la humanidad, a toda la historia, a todo el universo, a la luz de esta revelación formidable que hará de la muerte de Dios una afirmación de su omnipotencia.

          ¿Cómo puede llorar Dios? ¿Qué significa esto? ¿No se repite hasta el infinito que Dios es omnipotente? Pues bien, no: lo que Dios ha revelado al mundo es precisamente el fracaso de un Dios que se revela como amor, que no es otra cosa que amor. ¿Y qué puede hacer el amor? Sólo amar. Y cuando el amor no encuentra amor, cuando siempre choca con un rechazo obstinado, se queda impotente, y sólo puede ofrecer las propias heridas. Si Dios no se hubiese comprometido con nuestro destino y nuestra historia hasta morir en la cruz, sería un Dios incomprensible y escandaloso. Por suerte, Jesús nos ha librado de tal escándalo y ha abierto los ojos de nuestro corazón: él imprime en lo más hondo de nuestra alma ese rostro de un Dios silencioso, de un Dios incapaz de obligarnos y que se entrega en nuestras manos, de un Dios que nos concede un crédito insensato; de un Dios, finalmente, que no puede entrar en nuestra historia sin el consentimiento de nuestro amor. Quien no se aleja de sí mismo para tomar contacto con Jesús no puede pretender haberlo encontrado.

*

Maurice Zundel,
Scintille, Cinisello B. 1990, 98s.

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“El gesto supremo”. Domingo de Ramos – B (Marcos 14,1–15,47)

Domingo, 24 de marzo de 2024
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Jesús contó con la posibilidad de un final violento. No era un ingenuo. Sabe a qué se expone si sigue insistiendo en el proyecto del reino de Dios. Es imposible buscar con tanta radicalidad una vida digna para los «pobres» y los «pecadores» sin provocar la reacción de aquellos a los que no interesa cambio alguno.

Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa atrás.

Seguirá acogiendo a pecadores y excluidos, aunque su actuación irrite en el templo. Si terminan condenándolo, morirá también él como un delincuente y excluido, pero su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no excluye a nadie de su perdón.

Seguirá anunciando el amor de Dios a los últimos, identificándose con los más pobres y despreciados del imperio, por mucho que moleste en los ambientes cercanos al gobernador romano. Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá también él como un despreciable esclavo, pero su muerte sellará para siempre su fidelidad al Dios defensor de las víctimas.

Lleno del amor de Dios, seguirá ofreciendo «salvación» a quienes sufren el mal y la enfermedad: dará «acogida» a quienes son excluidos por la sociedad y la religión; regalará el «perdón» gratuito de Dios a pecadores y gentes perdidas, incapaces de volver a su amistad. Esta actitud salvadora, que inspira su vida entera, inspirará también su muerte.

Por eso a los cristianos nos atrae tanto la cruz. Besamos el rostro del Crucificado, levantamos los ojos hacia él, escuchamos sus últimas palabras… porque en su crucifixión vemos el servicio último de Jesús al proyecto del Padre, y el gesto supremo de Dios entregando a su Hijo por amor a la humanidad entera.

Para los seguidores de Jesús, celebrar la pasión y muerte del Señor es agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor «increíble» de Dios y llamada a vivir como Jesús, solidarizándonos con los crucificados

José Antonio Pagola

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