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Jesús se identificó con Dios durante su vida y para siempre.

Domingo, 29 de mayo de 2022
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ASCENSIÓN (C)

Lc 24,46-53

Tratemos de entender la oración de Pablo. “Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de revelación para conocerlo; ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cual es la esperanza a la que os llama.” No pide inteligencia, sino espíritu de revelación. No pide una visión racional sino que ilumine los “ojos” del corazón. El verdadero conocimiento no viene de fuera, sino de la experiencia interior. Ni teología, ni normas, ni ritos sirven de nada si no nos llevan a la vivencia más profunda.

Hemos llegado al final del tiempo pascual. La Ascensión es una fiesta que intenta recopilar todos lo que hemos celebrado desde la muerte de Jesús el Viernes Santo. La mejor prueba de esto es que Lucas, que es el único que relata la ascensión, nos da dos versiones: una al final del evangelio y otra al comienzo del los Hechos. Para comprender el lenguaje que la liturgia utilizan para referirse a esta celebración, es necesario tener en cuenta la manera mítica de entender el mundo en aquella época y posteriores, muy distinta de la nuestra.

El mundo dividido en tres estadios: el superior, habitado por la divinidad. El del medio era la realidad terrena en la que vivimos los humanos. El tercer estadio es el inframundo donde mora el maligno. La encarnación era concebida como una bajada del Verbo, desde la altura a la tierra. Su misión era la salvación de todos. Por eso tuvo que bajar a los infiernos (inferos) para que la salvación fuera total. Una vez que Jesús cumplió su misión salvadora, lo lógico era que volviera a su lugar de origen. Todo desde una perspectiva mítica.

No tiene sentido seguir hablando de bajada y subida. Si no intentamos cambiar la mente, estaremos transmitiendo conceptos que hoy no podemos comprender. Una cosa fue la predicación de Jesús y otra la tarea de la comunidad, después de la experiencia pascual. El telón de fondo es el mismo, el Reino de Dios, vivido y predicado, pero a los primeros cristianos les llevó tiempo encontrar la manera de trasmitir lo que habían experimentado. Tenemos que continuar esa obra, transmitir el mensaje, acomodándolo a nuestra cultura.

Resurrección, ascensión, sentarse a la derecha de Dios, envío del Espíritu, apuntan a una misma realidad. Con cada uno de esos aspectos se intenta expresar la vivencia de pascua: El final del hombre Jesús no fue la muerte sino la Vida en Dios. El misterio pascual es tan rico que no podemos abarcarlo con una sola imagen, por eso tenemos que desdoblarlo para ir analizándolo por partes y poder digerirlo. Con todo lo que venimos diciendo durante el tiempo pascual, debe estar ya muy claro que después de la muerte no pasó nada en Jesús.

Una vez muerto pasa a otro plano donde no existe tiempo ni espacio. Sin tiempo y sin espacio no puede haber sucesos. Todo “sucedió” como un chispazo que dura toda la eternidad. El don total de sí mismo es la identificación total con Dios y por tanto su total y definitiva gloria. No va más. En los discípulos sí sucedió algo. La experiencia de resurrección sí fue constatable. Sin esa experiencia, que no sucedió en un momento determinado sino que fue un proceso que duró muchos años, no hubiera sido posible la religión cristiana.

Una cosa es la verdad que se quiere trasmitir y otra los conceptos con los que intentamos expresarla. No estamos celebrando un hecho que sucedió hace 2000 años. Celebramos un acontecimiento que se está dando en este momento. Los tres días para la resurrección, los cuarenta días para la ascensión, los cincuenta días para la venida del Espíritu, son tiempos teológicos. Lucas, en su evangelio, pone todas las apariciones y la ascensión en el mismo día. En los Hechos habla de cuarenta días de permanencia de Jesús con sus discípulos.

Solo Lucas, al final de su evangelio y al comienzo de los “Hechos”, narra la ascensión como un fenómeno externo. Si los dos relatos constituyeron al principio un solo libro, se duplicó el relato para dejar uno como final y otro como comienzo. Para él, el evangelio es el relato de todo lo que hizo y enseñó Jesús; los Hechos es el relato de todo lo que hicieron los primeros seguidores. Esa constatación de la presencia de Dios, primero en Jesús y luego en los discípulos, es la clave de todo el misterio pascual y la clave para entender la fiesta que estamos celebrando. Para visualizar esa presencia nos narra la venida del Espíritu.

El cielo en la Escritura no significa un lugar físico, sino una manera de designar la divinidad sin nombrarla. Así, unos evangelistas hablan del “Reino de los cielos” y otros del “Reino de Dios”. Solo con esto tendríamos una buena pista para no caer en la tentación de entender este relato literalmente. Es lamentable que sigamos hablando de un lugar donde se encuentra la corte celestial y en ella Jesús sentado a la derecha de Dios. Podemos seguir diciendo “Padre nuestro que estás en los cielos”. Podemos seguir diciendo que se sentó a la derecha de Dios, pero sin entenderlo literalmente.

Hasta el s. V no se celebró la Ascensión. Durante todo ese tiempo se consideraba que la resurrección llevaba consigo la glorificación. Ya hemos dicho que en los primeros indicios escritos que han llegado hasta nosotros de la cristología pascual, está expresada como “exaltación y glorificación”. Antes de hablar de resurrección se habló de glorificación. Esto explica la manera de hablar de ella en Lucas. Lo importante del mensaje pascual es que el mismo Jesús que vivió con los discípulos, es el que llegó a lo más alto en Dios, no como ser separado de Él. Llegó a la meta. Alcanzó la identificación total con Dios.

La Ascensión no es más que un aspecto del misterio pascual. Se trata de descubrir que la posesión de la Vida por parte de Jesús es total. Participa de la misma Vida de Dios y por lo tanto, está en lo más alto del “cielo”. Las palabras son apuntes para que nosotros podamos entendernos. Hoy tenemos otro ejemplo de cómo, intentando explicar una realidad espiritual, la complicamos más. Resucitar no es volver a la vida biológica sino volver al Padre. “Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo para volver al Padre”.

Nuestra meta, como la de Jesús, es ascender hasta lo más alto, el Padre. Pero teniendo en cuenta que nuestro punto de partida es también, como en el caso de Jesús, el mismo Dios. No se trata de movimiento alguno, sino de toma de conciencia. Esa ascensión no puedo hacerla a costa de los demás, sino sirviendo a todos. Pasando por encima de los demás, no asciendo sino que desciendo. Como Jesús, la única manera de alcanzar la meta es descendiendo hasta lo más hondo de mi ser. El que más bajó es el que más alto ha subido.

El entender la subida como física es una trampa muy atrayente. Los dirigentes judíos prefirieron un Jesús muerto. Nosotros preferimos un Jesús en el cielo. En ambos casos sería una estratagema para quitarlo del medio. Descubrirlo dentro de mí y en los demás, como nos decía el domingo pasado, sería demasiado exigente. Mucho más cómodo es seguir mirando al cielo… y no sentirnos implicados en lo que está pasando a nuestro alrededor. Es hora de preocuparnos de lo que puedo vivir yo, aquí y ahora, como lo vivió Jesús.

 

Meditación

El espíritu es una energía vital que nos transforma.
Es el “nacer de nuevo” de Jesús a Nicodemo.
No se trata de un mayor “conocimiento” intelectual.
No es la mente la que debe iluminarse, sino el “corazón”.
Aquí está la verdadera batalla
para nosotros los occidentales cartesianos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Nuestro destino es Dios.

Domingo, 29 de mayo de 2022
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Lc 24, 46-53

«Y mientras los bendecía, se separó de ellos»

Muchas personas entienden los relatos de la resurrección como los “hechos” que acontecieron tras la pasión, y en consecuencia, creen que Jesús se mostró físicamente vivo tras su muerte y que se elevó físicamente al cielo. En el extremo opuesto hay personas que consideran pueril este tipo de creencia, sienten desdén por quienes la profesan y les instan a superarla… pero quizá la cosa no sea tan sencilla.

Para cada uno, es verdadera la creencia que le mueve a dar buenos frutos y llena de sentido su vida —aunque todos los sabios del mundo afirmen que es falsa—. Y es que lo de Jesús no tiene nada que ver con el conocimiento, la erudición o la teoría, sino con el corazón; no es algo reservado a iniciados, sino abierto a todos; es lo más anti iniciático que cabe concebir.

Entrando ya en materia, la lógica nos dice que la muerte es el final del camino, que todo muere en este mundo y que el ser humano no tiene por qué ser la excepción a la regla. Heidegger afirma: «Venimos de la “nada de antes” y vamos a la “nada de después”, y debemos ser capaces de aceptar esta realidad y asumir la angustia de caminar hacia la nada».

Pero el evangelio nos ofrece otra perspectiva.

El texto de hoy constituye —según los expertos— una hermosa profesión de fe de los Testigos: “Jesús es exaltado al lugar que le corresponde; la diestra del Padre”. Y lo bueno para nosotros, es que los evangelistas presentan a Jesús como “persona” y como el “primogénito” que nos muestra que la muerte no es el final, sino nuestra liberación definitiva del poder del mal; nos invitan a ver en Jesús la grandeza del ser humano capaz de alcanzar la divinidad.

El evangelio nos anuncia por tanto que nuestro destino es Dios, aunque en ningún momento trata de describir la naturaleza del “más allá”… Pero somos curiosos, nos gusta imaginar lo que nos espera y elaboramos imágenes que nos ayudan a mantener viva la esperanza. Y así, unos afirman que nuestro destino es fundirnos con el Todo Universal, otros, gozar eternamente de la presencia de Dios, y otros, otras cosas.

Pero a veces confundimos estas imágenes con realidades, ignorando que no existe soporte alguno para vislumbrar siquiera qué nos espera tras la muerte. Pablo así lo entendió y lo expresó de forma genial: «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha entrado en el corazón del hombre lo que Dios tiene preparado para los que le aman»… En esa misma línea podemos recordar un comentario muy coloquial de Ruiz de Galarreta: «No tengo ni idea de lo que me espera tras la muerte, pero confío en que mi Madre me tenga preparado algo estupendo».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Adoración, alegría y bendición

Domingo, 29 de mayo de 2022
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porta-asc10[1]El evangelio de Lucas intenta decir algo acerca de la presencia de Jesús después de su muerte. La narración de hoy nos cuenta que Jesús, una vez resucitado, relee su vida a partir de los textos sagrados. Su misión, que incluye su vida, muerte y resurrección tiene sentido en cuanto que puede comprenderse dentro del designio de Dios para con toda la historia de la humanidad.

Los discípulos son testigos de esto. Son testigos, pero no solo de manera externa sino también interna, es decir no solo ven lo que pasa como meros espectadores, sino que sus vidas se delimitan y organizan en relación con el Mesías resucitado. Ellos son sus testigos. Su identidad queda marcada así por la cercanía de la persona en la que se cumplen los designios de Dios.

Ser testigos, entendido como aquello que determina la identidad de los discípulos tras la resurrección de Jesús, no implica únicamente mirar para sí mismo y conocer algo novedoso. Ser testigo implica salir y dar testimonio. Eso parece evidente. Sin embargo, la orden de Jesús es la contraria a salir. Ellos son ciertamente testigos, pero deben “Permanecer en la ciudad”. Si en los diferentes relatos de envíos, durante la vida pública de Jesús, la respuesta es “inmediata”, es decir “salen corriendo a anunciar lo que han visto”, tras la resurrección la respuesta requiere quedarse, permanecer, esperar. Esperar una fuerza, una energía que los “revestirá”.

Revestir es una palabra extraña que puede significar imbuirse o dejarse llevar por esa fuerza, o cubrir el cuerpo con un ropaje (como lo hace, por ejemplo, el sacerdote en la eucaristía que se reviste con los ornamentos litúrgicos). Las dos acepciones encajan aquí, ya que la fuerza es interior pero también corporal y exterior. La fuerza reviste las emociones y reviste el cuerpo. Así el testimonio será creíble y tangible: estas dos dimensiones son fundamentales en el anuncio de cualquier mensaje.

Sin embargo, de momento, el recibir esta fuerza es solo una promesa; no una realidad. Antes, han de recibir una bendición, en Betania. Betania es el lugar del encuentro, del descanso, del fortalecimiento, de la acogida y de la fiesta que Jesús y sus discípulos bien conocen. Ese lugar sigue siendo un lugar de bendición, y es allí el lugar propio para que Jesús los bendiga (casi como a los niños que quiere que se acerquen a él).

Pero esta bendición anuncia la despedida. Ahora sí. Si la muerte de Jesús anunciaba una primera separación, llena de pena, decepción y desorientación, la ascensión confirma una segunda separación, pero esta vez, a diferencia de la primera, produce alegría y adoración. Nuevamente llama la atención que, de momento, no se convierten en testigos activos y evangelizadores dinámicos en salida. Se convierten, a primera vista, en todo lo contrario. Son simplemente y ciertamente adoradores: se postran ante Jesús, van a Jerusalén (la ciudad del gran templo) y “estaban en el templo bendiciendo a Dios”. De momento su testimonio es exclusivamente y esencialmente alegría y bendición. Y así será hasta que reciban la fuerza de lo alto prometida.

En nuestra sociedad cargada de activismo, este texto se presenta como de una radical humanidad que nos pide tener tiempo y darse tiempo. Tiempo para aceptar la decepción, para aceptar separaciones, para dar lugar al dinamismo propio de la muerte-resurrección y para no adelantar procesos sino dejar que los afectos se decanten.

Este dinamismo muerte-resurrección, como momento esencial de todo ser vivo, nos recuerda la distancia, pero también la cercanía; una cercanía trascendente (como una “fuerza que viene de lo alto”) y que, como una bendición, nos fortalece y nos reviste. Es decir, la nueva forma de vincularnos, a partir de las experiencias de muerte y de resurrección, no contrapone la cercanía y la distancia, sino que las integra.

Esta forma de entender la vida y el tiempo nos recuerda también la importancia de dar espacio a la adoración, a la alegría y la bendición. El hecho de considerar el tiempo del que disponemos, que transcurre desde el nacimiento a la muerte, nos recuerda que se trata de un tiempo que es limitado y que por tanto nos urge la acción. Pero, para que esta acción sea fecunda, requiere de momentos de espera y de quietud. Momentos para releer nuestra historia comunitaria y personal dentro de los designios de Dios. Y para vislumbrar y dar lugar a lo que viene por delante.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Plenitud y despliegue histórico.

Domingo, 29 de mayo de 2022
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175D1451-95E8-4E50-BEF2-FEEFDF9535CEFiesta de la Ascensión

29 mayo 2022

Lc 24, 46-53

La “doble dimensión” que nos constituye -identidad y personalidad- puede verse desde otra perspectiva: somos plenitud que se va desplegando en forma de historia. La plenitud es atemporal; el desarrollo histórico aparece como lineal y secuencial. Una lectura ajustada de lo real tiene en cuenta esa doble dimensión, consciente de que cada uno de esos planos obedece a “leyes” diferentes.

En cuanto “seres históricos”, nos experimentamos impermanentes, frágiles y vulnerables, a la vez que vivimos considerándonos “actores” de nuestro destino, afrontando la vida como “tarea”.

El riesgo consiste en quedar reducidos a este plano, olvidando nuestra dimensión profunda. Cuando esto sucede, caemos en la ignorancia radical por la que, aun creyéndonos “conscientes”, nos perdemos en la confusión y en el sufrimiento mental.

Ese laberinto solo tiene una salida posible: la comprensión que nos permite abrirnos a nuestra verdadera identidad. A partir de ahí, se modifica nuestro modo de vernos, de leer la historia y de movernos en ella. Porque vivimos el despliegue sin perder la conexión con quienes realmente somos, es decir, anclados en la plenitud atemporal. En ella nos reconocemos siempre a salvo y desde ella se modifica nuestra visión de la historia y nuestro comportamiento en ella.

Seguiremos haciendo todo lo que tengamos que hacer en el discurrir diario, pero lo haremos -o mejor, se hará en nosotros- desde “otro lugar”. La historia aparecerá ante nosotros como un “juego divino”, con todo lo que encierra de compromiso, pero también de libertad. Del mismo modo que, al salir del sueño, nos liberamos de la carga de las pesadillas que lo acompañaban, al escapar de la confusión de la mente reductora, saboreamos el descanso profundo que sabe a plenitud y a liberación.

Somos seres históricos, con todo lo que ello implica, pero somos, a la vez y en profundidad, plenitud de vida.

¿Cómo y desde dónde vivo el día a día?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo. La Ascensión

Domingo, 29 de mayo de 2022
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3101A04D-0A69-4AE3-998A-FB9F2D5E69A4Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- La fiesta de la Ascensión.

La Muerte, Resurrección y Ascensión constituyen un único acontecimiento. Por “pedagogía teológico-litúrgica” celebramos por separado la Pasión, la Muerte, la Resurrección, Ascensión del Señor, la Venida del Espíritu… Pero es un único acontecimiento.

La cuestión no es si JesuCristo concluyó en Dios el viernes santo a primera hora de la tarde, el domingo de Pascua o a los cuarenta días. No se trata de un tiempo material, cronológico, sino teológico –existencial- expresado en un lenguaje simbólico-poético.

Según el Evangelio de Lucas todo aconteció el mismo día de Pascua. Según el libro de los Hechos, la Ascensión aconteció a los 40 días de la resurrección

    Tampoco se trata de una cuestión espacial: Jesús habría subido al cielo como un astronauta. Es un mundo alegórico: Jesús “subió” junto a Dios, y una nube (símbolo de la protección de Dios) lo acogió en Dios.

    La Ascensión es el “día sin fin”, el “día eterno de Pascua” para Cristo, para nuestros hermanos difuntos y para toda la humanidad.

En esta fiesta de la Ascensión celebramos que Jesucristo concluyó su historia en Dios y nuestra historia concluirá también en Dios. Terminaremos en el Señor y terminaremos como Él, en la casa del Padre.

Por ello, esta fiesta es de gran esperanza e impregna de esperanza toda nuestra existencia y nuestra historia.

02.- La gran crisis de nuestro tiempo es la esperanza / desesperanza.

    Allá por los años 1950 / 60 la crisis de nuestra sociedad era la fe, el ateísmo, la muerte de Dios, el marxismo, etc. Hoy en día la crisis es más bien de esperanza. Nuestro momento ha clausurado el futuro. No hay nada que esperar.

    Hemos sustituido la esperanza por unas vacaciones, el ser por la nada y la fe por los ritos del “self service” eclesiástico. Y esto crea mucha cansera, mucha desesperanza.

    La cuestión más grave que tenemos no es la pandemia, ni la guerra, la cuestión más seria que tenemos es la nada, el nihilismo que termina por minar y socavar los cimientos de la existencia y nos sume en una profunda desesperanza. La nada y la desesperanza, cuando no la desesperación,  terminan por quitar el sentido de la vida y las ganas de vivir.

Quizás por esta razón es por lo que está aumentando el número de suicidios. Tenemos cosas para vivir, lo que ya no tenemos son ganas de vivir.

En el País Vasco se da un suicidio cada dos días. En el año 2020 se suicidaron 184 personas en el País Vasco, en España, 70.000.

El hombre actual sabe y tiene, pero no espera; sin embargo los humanos somos seres esperantes, porque quien deja de esperar, deja de vivir.

03.- La Ascensión es una fiesta de esperanza.

Dice el profeta Isaías una honda verdad: en la esperanza está vuestra fortaleza. (Is 30,15)

La fiesta de la Ascensión nos habla del sentido de la vida y nos anima a vivir confiada y esperanzadamente. Tal vez el núcleo central de esta fiesta de la Ascensión es recordarnos que el final del ser humano y de la historia está en Dios y esto nos llama vivir confiadamente. Cristo es el principio y fin de la vida. El lugar del ser humano es Dios, el amor de Dios.

La esperanza en el futuro es la alegría y el sentido del presente. Lo que esperamos ilumina el momento presente.

    Aquellos buenos teólogos que llevaron adelante el concilio Vaticano II, cultivaron estas ideas: caminamos hacia la finalización, (Teilhard de Chardin). Vivir mirando y esperando el futuro absoluto infunde ánimo, espíritu y coraje.

    Sembremos esperanza. ¿Cómo es posible que en los colegios y universidades, en los medios de comunicación no se dedique un tiempo, una asignatura a la esperanza, al sentido de la vida, al horizonte absoluto? Estas cosas no son “religión”, son sentido común, sembrar esperanza.

    Caminamos hacia el punto final, hacia el horizonte, que es Cristo.

04.- Jesús les bendijo y se marchó de entre nosotros. Y dejas Pastor santo.

    Una hermosa coincidencia:

  • San Lucas comienza su evangelio con la bendición del anciano Zacarías bendice a Dios: Bendito sea el Dios de Israel … puedes dejar a tu siervos marchar en paz
  • Y ahora, al final, Jesús se marcha bendiciendo a los suyos.

    Bendecir significa decir bien en la vida

Estamos llenos de maldiciones, de decir mal, de descalificaciones, de linchamientos personales, morales, de acepción de personas. Y eso no es bueno, ni hace bien. La Ascensión nos habla de una creación originaria y de futuro bien dicho por JesuCristo para toda la humanidad.

Jesús se marchó.-como había vivido- Bendiciendo. Diciendo y haciendo bien.

Es un gran programa de vida pasar por la vida diciendo bien y marcharnos dejando algo de bien.

05.- No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo

La fiesta de la Ascensión es una llamada al futuro. Y porque creemos en el futuro, nos empuja a trabajar en el presente

Creemos en la Ascensión y por eso, “miramos al cielo” con nostalgia infinita y con ojos limpios por la esperanza y sin intereses. Y porque miramos al cielo y al futuro absoluto, no nos quedamos en las mediaciones ni vivimos en “babia” alelados en espiritualismos celestes anquilosantes y evasivos

Porque creemos en la Ascensión, confiamos y esperamos con ilusión el futuro, el futuro de Dios. Y porque miramos al cielo, vivimos y trabajamos en la tierra por cambiar este presente.

Miremos con intensa nostalgia al cielo pisando tierra.

No os quedéis plantados mirando el cielo, pero mirad al cielo.

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La Virgen sube al cielo en vaqueros: así es el provocador retablo en una iglesia románica alemana

Sábado, 12 de junio de 2021
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El altar ha sido diseñado por Thomas Jessen, e inaugurado en Pentecostés

“El arte, al menos el mío, no quiere provocar. Ofrece una imagen auténtica, una persona auténtica, una escena auténtica. Simplemente está ahí y todo el mundo puede posicionarse en relación a él y decir sí o no, o esta es María y esto es un retablo”, explica el autor

El párroco, encantado con la imagen: “A pesar de todas las grandes cosas que creemos y confesamos acerca de María en nuestra fe, esto no se puede negar, ella también era una mujer como cualquier otra. Una mujer del pueblo”

La Virgen María, en vaqueros y con jersey de cuello alto. Santo Tomás, con el torso desnudo, a su lado. Al fondo, santa Verónica, también con jeans, esculpe el pañuelo en el que quedó impregnado el resto de Jesús. No es una ‘performance‘, sino un altar real, que se encuentra en la iglesia de Sant-Clemens, en la localidad alemana de Drolshagen.

El retablo, diseñado por el artista contemporáneo Thomas Jessen, muestra a la Virgen subida a una escalera, entregándole a Tomás un cinturón, como prueba de su ascensión a los cielos, sobre un fondo rojo. El diseño es absolutamente rompedor, y más aún teniendo en cuenta que se trata de un templo románico.

El pastor Markus Leber encargó el trabajo a Jessen y este ha sido el resultado. El párroco está encantado con la imagen.  “El arte, al menos el mío, no quiere provocar. Ofrece una imagen auténtica, una persona auténtica, una escena auténtica. Simplemente está ahí y todo el mundo puede posicionarse en relación a él y decir sí o no, o esta es María y esto es un retablo”, explica el autor.

Por su parte, el clérigo incide en que “a pesar de todas las grandes cosas que creemos y confesamos acerca de María en nuestra fe, esto no se puede negar, ella también era una mujer como cualquier otra. Una mujer del pueblo”El arte eclesiástico siempre se ha atrevido a hacer algo nuevo: “Tenemos que seguir intentando volver a hablar el viejo mensaje”, dijo Leber.

Fuente Religión Digital

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El día en que Jesús “hizo las maletas” ¿Dónde estaban Mateo y Juan?

Domingo, 24 de mayo de 2020
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La Ascensión del Cristo es el complemento lógico de su Resurrección y el preludio necesario para su divinización.

En posts anteriores he señalado que se suponía que el mítico fundador de Roma, Rómulo, había corrido la misma suerte .

Añadiré hoy un complemento sobre el valor histórico, desde el punto de vista de algunos, que convendría conceder a tal hecho, bajo el pretexto de que figuraría en documentos que son históricos y presentados como testimonios. Cuando digo “de”, entendamonos: el relato de la Ascensión figura bien en ciertos evangelios apócrifos; pero dejemos éstos de lado por hoy, ya que, según el punto de vista que acometo, es decir el de la historia infestada de teología, los llamados evangelios apócrifos no serían creíbles, de ningún modo; mientras que los cuatro canónicos lo serían. Veamoslos pues.

Primera observación: de los cuatro Evangelios decretados creíbles, sólo dos hablan de la Ascensión : Marcos y Lucas. El pasaje de Marcos es de una brevedad notable: “Entonces, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. “ (Marcos 16 , 19 ) . Cada uno sacará las conclusiones que quiera. Lucas es un poco más largo, pero tiene una vaga mirada de la narración, ya que el lugar es mencionado como un gesto (bendición) : “Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo”. (Lucas 24, 50-51) Esto es realmente corto , sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que los Evangelios de Marcos y Lucas son muy abundantes en los detalles de género “vivido” y esto para cantidad de episodios que están lejos de tener la importancia de este último.

Los teólogos no tuvieron ningún problema para edificar un razonamiento para establecer que esta brevedad es querida y significativa; posiblemente veremos allí el signo tangible de la salida simultánea del tiempo y del espacio que debía tener su equivalente en el estilo del relato… ¿Por qué no? Pero los historiadores no pueden, evidentemente, seguirlo y se preguntarán más bien si no se trata, muy simplemente, de una interpolación, es decir de un añadido ulterior debido a un copista que encontraba sin duda que la Ascensión, que conocía por otro lado, sea por la tradición oral, sea por otros evangelios, verdaderamente faltaba en éste y que esto podía ser sólo como consecuencia de un error de uno de sus predecesores, un error que había que reparar.

¿Pero entonces, en este caso, por qué la Ascensión no figuraba en el Evangelio de Mateo y en el de Juan, ya que, de cerca o de lejos, no se encuentra en estos dos textos ninguna mención de tal acontecimiento? Pues bien, primero: nada permite afirmar que no hubieran existido evangelios, según Mateo y según Juan, que no hubieran contenido, precisamente, una mención breve, a manera de Marcos y Lucas, del último episodio de la Ascensión. Haré, un poco más tarde, un post sobre los primeros manuscritos íntegros de los evangelios que poseemos. Los manuscritos muy antiguos de los cuatro evangelios no están exentos de divergencias entre ellos con gran numero de variaciones en relacion a los más antiguos que se encuentra en nuestra posesión. Pero no hay ninguno, claro está, que se sepa que incluya una mención de la Ascensión. No obstante, la hipótesis de que haya existido alguno no es descabellada.

Desconfiemos, sin embargo, de hipótesis en historia y quedémonos con el hecho de que Mateo y Juan no mencionan la Ascensión. Pero recordamos también el hecho, porque está ahí, que Orígenes y Jerónimo se quejan de las variantes que observan en los diversos manuscritos que tienen en su disposición.

Para concluir sobre la Ascensión, la ausencia de este episodio en Mateo y Juan parece estar más cerca del hecho de que, – por lo menos teóricamente ¿debiera suscribirlo? Es otra la cuestión – Mateo y Juan son testigos directos de los acontecimientos que cuentan, contrariamente a Marcos y Lucas.

Suponiendo que Mateo y Juan hayan estado ocupados con otras cosas el día de la Ascensión – lo que sería poco menos que un desastre – por lo menos debían habernos dicho que sus compañeros habían visto …

¿Será que la importancia de la Ascensión se les había escapado? Pero, en este caso, habría sido necesario que el Espíritu Santo que los inspiraba, se hubiera también, el mismo, distraído…

*
Jean-Paul Yves le Goff

http://www.lelivrelibre.net

Publicado en fr.soc.religio

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En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, paro algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

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Mateo 28,16-20

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Existe otro mundo. Su tiempo no es nuestro tiempo, su espacio no es nuestro espacio; pero existe. No es posible situarlo, ni asignarle una localización en ningún sitio de nuestro universo sensible: sus leyes no son nuestras leyes; pero existe.

Yo lo he visto lanzarse, con la mirada del espíritu, cual «fulguración silenciosa», como trascendencia que se entrega; en semejante circunstancia ve el espíritu, con deslumbrante claridad, lo que los ojos del cuerpo no ven, por muy dilatados que estén por la atención y a pesar de que subsista en ellos, después de todo, una especie de sensación residual.

Existe casi una contradicción permanente en hablar de este otro mundo, que está aquí y que está allí, como del «Reino de los Cielos» del evangelio, que puede hacerse inteligible sin palabras y visible sin figuras, que sorprende totalmente sin confundir; pero existe. Es más bello que lo que llamamos belleza, más luminoso que lo que llamamos luz; sería un grave error hacernos una representación fantasmal y descolorida del mismo, como si fuera menos concreto que nuestro mundo sensible.

Todos caminamos hacia este mundo donde se inserta la resurrección de los cuerpos; en él es donde se realizará, en un instante, esa parte esencial de nosotros mismos que se puso de manifiesto para unos por el bautismo, para otros por la intuición espiritual, para todos por la caridad; en él es donde volveremos a encontrar a los que creíamos haber perdido y están salvos. No entraremos en una forma etérea, sino en pleno corazón de la vida misma, y allí haremos la experiencia de aquella alegría inaudita que se multiplica por toda la felicidad que dispensa en torno a sí, y por el misterio central de la efusión divina.

*

André Frossard,
¿Hay otro mundo?
Rialp, Madrid 1981.

*

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“Hacer discípulos de Jesús”. 24 de mayo de 2020. Ascensión del Señor (A). Mateo,28, 16-20.

Domingo, 24 de mayo de 2020
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Mateo describe la despedida de Jesús trazando las líneas de fuerza que han de orientar para siempre a sus discípulos, los rasgos que han de marcar a su Iglesia para cumplir fielmente su misión.

El punto de arranque es Galilea. Ahí los convoca Jesús. La resurrección no los ha de llevar a olvidar lo vivido con él en Galilea. Allí le han escuchado hablar de Dios con parábolas conmovedoras. Allí lo han visto aliviando el sufrimiento, ofreciendo el perdón de Dios y acogiendo a los más olvidados. Es esto precisamente lo que han de seguir transmitiendo.

Entre los discípulos que rodean a Jesús resucitado hay «creyentes» y hay quienes «vacilan». El narrador es realista. Los discípulos «se postran». Sin duda quieren creer, pero en algunos se despierta la duda y la indecisión. Tal vez están asustados, no pueden captar todo lo que aquello significa. Mateo conoce la fe frágil de las comunidades cristianas. Si no contaran con Jesús, pronto se apagaría.

Jesús «se acerca» y entra en contacto con ellos. Él tiene la fuerza y el poder que a ellos les falta. El Resucitado ha recibido del Padre la autoridad del Hijo de Dios con «pleno poder en el cielo y en la tierra». Si se apoyan en él no vacilarán.

Jesús les indica con toda precisión cuál ha de ser su misión. No es propiamente «enseñar doctrina», no es solo «anunciar al Resucitado». Sin duda, los discípulos de Jesús habrán de cuidar diversos aspectos: «dar testimonio del Resucitado», «proclamar el evangelio», «implantar comunidades»… pero todo estará finalmente orientado a un objetivo: «hacer discípulos» de Jesús.

Esta es nuestra misión: hacer «seguidores» de Jesús que conozcan su mensaje, sintonicen con su proyecto, aprendan a vivir como él y reproduzcan hoy su presencia en el mundo. Actividades tan fundamentales como el bautismo, compromiso de adhesión a Jesús, y la enseñanza de «todo lo mandado» por él son vías para aprender a ser sus discípulos. Jesús les promete su presencia y ayuda constante. No estarán solos ni desamparados. Ni aunque sean pocos. Ni aunque sean solo dos o tres.

Así es la comunidad cristiana. La fuerza del Resucitado la sostiene con su Espíritu. Todo está orientado a aprender y enseñar a vivir como Jesús y desde Jesús. Él sigue vivo en sus comunidades. Sigue con nosotros y entre nosotros curando, perdonando, acogiendo… salvando.

José Antonio Pagola

 

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“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra”. Domingo 24 de mayo de 2020. Ascensión del Señor

Domingo, 24 de mayo de 2020
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29-AscensionA cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles: 1,1-11: Lo vieron levantarse
Salmo responsorial: 46
Efesios 1,17-23:
Lo sentó a su derecha en el cielo
Mateo 28,16-20:
Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra

La primera lectura de la liturgia nos ofrece el relato de la Ascensión del Señor cuyo objetivo fundamental es trazar los rasgos específicos de la esperanza cristiana. Jesús, nuevo Elías, asciende a los cielos y este hecho no significa el fin de la historia deseado por los discípulos según se refleja en su pregunta: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino para Israel?» (v.6). Se trata por el contrario, del tiempo del testimonio que prepara ese final. En el salmo interleccional se proclama la entronización de Dios como «emperador» y «rey» de toda la tierra y la carta a los cristianos de Éfeso conecta el señorío del Mesías Jesús a la comprensión que deben tener los miembros de la comunidad eclesial sobre la esperanza a la que «abre su llamamiento» (1,18) .

El evangelio, final del relato de Mateo, vuelve a subrayar esa conexión. Comprende las circunstancias del último encuentro entre Jesús y sus discípulos (vv. 16-17) y las palabras finales del Señor a su comunidad (vv. 18-20).

Respecto a las circunstancias, el texto sitúa la escena en una montaña de la Galilea. Se produce en ella la teofanía del Resucitado que debe colocarse en relación con la montaña de la Tentación y con la montaña de la Transfiguración. Se anticipa, así el Señorío de Jesús, tema principal que se desprenden de las palabras que éste pronuncia.

Lejos del centro de la dirigencia religiosa, Jesús se encuentra con los Once. El número es el resultado de la sustracción de Judas de la cifra original de los Doce discípulos y significa la totalidad de los seguidores de Jesús que no defeccionaron. Todos ellos son beneficiarios de la experiencia del Resucitado.

Ante esa experiencia su actitud es una mezcla de adoración y de duda. Como Pedro ante el embate de las olas (cf Mt 14,23-33), la comunidad lleva en su seno estos dos sentimientos contradictorios. Ambos son los dos únicos textos de Mateo que combinan los verbos que se refieren a esos dos sentimientos.

Las palabras de Jesús se dirigen a fortalecer la fe comunitaria desde un encargo en que están implicados tres personajes: Jesús, el círculo de los discípulos y «todos los pueblos». Respecto a sí mismo, Jesús afirma que ha recibido «plena autoridad en el cielo y en la tierra» (v. 18). Para el evangelista, la autoridad ocupa un puesto importante en la presentación de Jesús. Este, al inicio de su actividad, había rechazado la última propuesta del diablo en orden recibir «todos los reinos del mundo» (cf Mt 4,8-10), los discípulos habían visto actuante en Jesús el significado del poder divino pero debían mantenerlo en secreto (cf Mt 16,28-17,9). Ahora es el momento de la proclamación de ese señorío, recibido por Jesús del Padre.

Los elementos que subrayan el universalismo son acumulados en este breve pasaje. Junto a «cielo y tierra» y la mención de los «pueblos» se da una significativa repetición del término «todo», «plena autoridad» (v. 18), «todos los pueblos» (v. 19), «todo lo que les mandé» (v. 19), «cada día» (v. 20). La obediencia al querer divino confiere a Jesús un señorío universal que se ejerce sobre toda realidad creada.

Este «relato de vocación» de la comunidad eclesial describe la transmisión que le hace Jesús de «todo su poder». Gracias a él pueden convocar a nuevos discípulos mediante el bautismo y la enseñanza. Por el bautismo, Jesús había iniciado el cumplimiento definitivo de la justicia del Reino (Mt 3,15), igualmente el bautismo cristiano injerta a cada bautizado en la misma dinámica. Junto al bautismo, el otro rasgo característico de la existencia cristiana es la «enseñanza». No se trata de una teoría que se debe proclamar, sino de la Buena Noticia del Reino frente a la cual todo creyente es un seguidor al que se exige un comportamiento coherente. Se trata de «guardar todo lo que les mandé». De esa forma, toda obra y palabra de Jesús se convierten en punto de referencia que se debe tener presente en la propia vida.

El mandato de Jesús compromete a toda la comunidad eclesial y la responsabiliza frente a todas las naciones. Aunque ya iniciado en el círculo de los discípulos, el señorío de Jesús no puede agotarse al interno de la vida de las comunidades cristianas. Para ello cuenta con la asistencia de su Señor: «Yo estaré con ustedes». Esta asistencia suministra el coraje necesario para superar todos los temores y tempestades y confiere un ámbito ilimitado para la actuación de la salvación.

Pero para ello, se exige de la Iglesia la misma obediencia de Jesús. Sólo en el rechazo del poder de dominio, en la obediencia filial al Padre, podrá realizar su tarea. Este «manifiesto» final del Señor Resucitado liga íntimamente la misión de la Iglesia al camino recorrido históricamente por Jesús de Nazaret, Hombre y Dios. Leer más…

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24.5.20 Fiesta de la Ascensión: Subió bajando, se marchó para quedarse (Mt 28, 16-20)

Domingo, 24 de mayo de 2020
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cristosdam61Del blog de Xabier Pikaza:

Id a todos los pueblos….  estaré con vosotros todos los días hasta el fin del tiempo

La Ascensión del Señor (24.5.20) se dice, representa y celebra de dos  maneras fundamentales,  opuestas, pero no contradictorias: Subió al cielo bajando  del todo a la tierra; se  marchó de los suyos, quedándose con ellos.

– La tradición de Lucas/Hechos y el evangelio de Juan ponen de relieve la subida y la marcha: (a) Jesús promete la venida del Espíritu Santo. (b) Sube al cielo (Ascensión) desde el Monte de los Olivos de Jerusalén, (c) A los diez días envía el  Espíritu Santo en Pentecostés. (d) Así queda así en el cielo, pero acompañando a los suyos con el Espíritu Santo.

– La tradición de Marcos y Mateo acentúa la bajada y presencia (a) Jesús pide a los suyos que no queden en Jerusalén, que vayan a la montaña de Galilea. (b) Jesús resucitado recibe  a sus discípulos en la montaña de Galilea. (c) Envía a todos sus discípulos (les hace descender), diciendo que vayan a todas las naciones,  para que instauren (inicien y culminen) su camino enseñando y bautizando. (b) Queda (baja) con sus discípulos desde el monte, acompañándoles con su espíritu de vida (yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo).

crucifijo-san-damiano-estampa-sobre-maderaConforme a esta visión de Marcos y Mateo que asume la liturgia de este año 2020(con Mt 28, 16-20) no hay ascenso de Jesús, sino descenso (Jesús no sube a la montaña para ir de allí al cielo y alejarse, sino para bajar y quedarse con su gente, con los suyos, en todos los caminos del mundo).

No es Ascensión en subida sino en bajada y salida, como pone de relieve un símbolo importante del judaísmo, donde subir es bajar. Éste es el texto clave de la liturgia, así lo comentare:

Los Once discípulos fueron a Galilea, a la Montaña que les había mandado Jesús.
Y viéndole le adoraron, aunque algunos dudaban.
Y Jesús, adelantándose a ellos, les habló diciendo:
-Se me ha dado todo poder en el cielo y sobre la tierra; id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los tiempos (Mt 28, 16-20).

 Son once, falta judas… El número doce eres tú.   

mt-3273356_1280Son once… falta Judas, uno que había pensado las cosas de otra manera. Faltamos tu y yo. El camino de la Ascensión/Descensión de Jesús no se realiza con los Doce de Jerusalén, como quiere Lucas (en otra perspectiva), sino con los Once de Galilea... Un número siempre incompleto, siempre abierto. Ha sido necesaria una Subida, una Ascensión  a la montaña de Galilea… Y desde esa Montaña, que es la Ascensión de los Once (y de todos…) se inicia la gran Descensión en la que estamos ahora, una Iglesia en Bajada, que es la nuestra, una iglesia de la Gran Palabra, del inmenso Misterio de la Trinidad.

  • Culmina el tiempo de pascua con la fiesta de la Ascensión, que solía celebrarse en jueves, a los cuarenta días del domingo de resurrección, pero que se ha pasado ahora, en casi todas las iglesias, al domingo siguiente.
  • Aprovecho la ocasión para desear a todos mis lectores y amigos un feliz final de pascua, siguiendo mi Comentario de Mateo, diciendo que no hay ascensión propiamente dicha, sino revelación y presencia del Señor Jesús en la Montaña del Amor cumplido, la montaña de la Presencia y del Envío.

Imágenes (Ascensión de la Cruz de San Damián (Asís) detalle superior y conjunto;  templete del Monte de los Olivos, monte Arbel sobre el lago de Galilea (podría ser el de la Ascensión), los tres montes de mi infancia: Lekanda/Gorbea,  en Orozko; Parracolina, frente a la casa del exilio, en San Roque de los Pasiegos; Amboto, desde el otro lado de Abadiño. El tema está en mi comentario de Mateo)

6eb7aa53a0609e7cc46b0567721761bfEn el camino de la Pascua hemos escuchado muchas veces la promesa: id a Galilea, allí le encontraréis! (cf. Mc 14, 28; 16, 7), que también había repetido el evangelio de Mateo (cf. Mt 16, 32 y 28, 7-10). Todo el evangelio de Marcos se hallaba construido sobre esa certeza: los discípulos han ido encontrando al Jesús de la pascua en el camino de su seguimiento en Galilea. Pero sólo Mt 28, 16-20 ha narrado de forma especial esa aparición de Jesús resucitado en la tierra y montaña donde había expandido en vida su mensaje.

La Ascensión del Evangelio de Mateo

Esta es la aparición única y universal de Jesús según Mateo, una “ascesnsión” que no es subida a otro cielo, sino presencia en esta tierra, hasta el final de los tiempos. Esta “aparición” (que es presencia) tiene valor definitivo: no termina, perdura para siempre. Ella sigue, no ha tenido ni tendrá fin, hasta el día en que acabe la historia. Eso significa que el tiempo de los hombres (discípulos del Cristo) está marcado por la permanencia y frutos de esa gran visión que funda toda su existencia.

Sabíamos por Mc 16, 7 y Mt 28, 7.10 que los discípulos del Cristo debían dirigirse a Galilea, para encontrar en plenitud al Señor resucitado. Galilea significa vuelta hacia el pasado de la historia de Jesús: allí se escucha su palabra, allí se cumple su mensaje. Pero, al mismo tiempo, Galilea es como punto de partida de un camino que debe abrirse ya al conjunto de los hombres, una subida de Jesús que es presencia, una ascensión que es descenso, comunicación.

17112012490Esta elección de Galilea puede resultar extraña para un buen judío, pues va en contra de las expectativas de la historia oficial israelita: según esa esperanza, el reino ha de irrumpir en la ciudad de las promesas (Jerusalén); allí se expresará triunfante el rey mesías, elevando su trono sobre el mundo. Lógicamente, para resaltar la continuidad con Israel, el evangelio de Lucas y, en algún sentido, el de Juan han situado las apariciones de Jesús y el comienzo de la iglesia en Jerusalén. De allí deben salir los discípulos del Cristo, llevando su mensaje a las naciones de la tierra. Pues bien, rompiendo esa visión, Marcos y Mateo han colocado la experiencia pascual en Galilea, para iniciar desde allí el camino del reino.

Esta elección de Galilea es, por lo menos, muy provocativa: ella supone que tenemos que dejar de lado la esperanza propia de Israel, centrada en pueblo y templo. De esa forma abandonamos las promesas que están relacionadas con el triunfo nacional del pueblo santo; en contra de lo que parecen decir algunas profecías, el nuevo reino empieza a revelarse en Galilea. Así, desde la oscura provincia de Jesús se expandirá un camino salvador universal que está fundado en la experiencia de su pascua.

Montaña de pascua, montaña de Ascensión (es decir, de Presencia)

46c46298039fe25275d57ae2c1b7ac73Mc 16, 7 había dicho que Jesús os precede a Galilea, el nuevo centro de la historia salvadora, para iniciar desde allí su camino de expansión universal. Mt 28, 7.10 repitía el mismo dato. Pues bien, cuando narra el cumplimiento de esa palabra, el evangelio ha introducido un rasgo nuevo: dice que Jesús había convocado a sus creyentes sobre una montaña (Mt 28, 16). En el centro de Galilea se eleva la montaña de la nueva y definitiva revelación de Dios en Jesucristo; esa montaña es corazón y centro permanente de la tierra.

Recordemos el valor de las montañas como espacios de revelación en las viejas tradiciones de los pueblos y en el mismo Antiguo Testamento (Sinaí). Mateo ha destacado el tema al situar el gran mensaje de Jesús sobre un lugar que llama la montaña (Mt 5, 1). Pues bien, reasumiendo el valor de aquel pasaje y del lugar donde Jesús ha vivido la experiencia pascual de la transfiguración (Mt 17, 1-8; cf Mc 9, 2-8: 11ª estación), nuestro texto afirma que los discípulos hallaron a Jesús en la montaña del mandato de Jesús, en Galilea (28, 16).

98204423_1547376672106186_826006800401694720_nNo hace falta precisarla. Esa montaña es el nuevo y conclusivo Sinaí: es lugar y signo de revelación de Dios para los hombres, esta montaña es el mismo Cristo. Como verdadero y nuevo pueblo israelita, el grupo de los seguidores de Jesús, dirigido por las mujeres que llevan el anuncio, ha subido a la altura de Dios, para encontrar allí al Señor pascual. Esta ha sido la peregrinación definitiva, el gran ascenso que define y discierne la historia de los hombres.

Aquí acaba todo, para empezar de nuevo todo, en forma renovada. El camino de Jesús, culminación de la historia israelita, ha venido a desembocar en este gran ascenso. Intentemos fijar la imaginación: un grupo de discípulos van subiendo y subiendo. Se han liberado de todo; han dejado que el mundo quede a sus pies, se vaya perdiendo allí abajo. Conforme a la palabra de Jesús, guiados por la experiencia y ministerio de unas mujeres, ellos van subiendo, en gesto que condensa y culmina nuestra historia.

Esta es montaña de siempre: es el monte de los viejos recuerdos de Israel (el Sinaí), puede ser también la sede del misterio que han soñado muchos pueblos. Pero es, al mismo tiempo, montaña del mensaje y fidelidad de Jesús hacia los pobres (bienaventuranzas y sermón de Mt 5-7). Saliendo del sepulcro vacío, dirigidos por mujeres, suben allí todos los discípulos.

El Señor de la montaña.

Los viejos mitos dicen que Dios mora en las alturas. Sobre el Sinaí tronaba el Dios israelita. Pues bien, cuando sus creyentes suben al monte nuevo de la revelación pascual , los discípulos encuentran al Cristo resucitado.

Jesús no tiene que aparecerse: espera allí, les está aguardando, para mostrarles la verdad y plenitud de amor sobre la tierra. Allí se les muestra como Señor universal. Allí les encomienda su tarea y les ofrece su promesa:

Los Once discípulos fueron a Galilea, a la Montaña que les había mandado Jesús.
Y viéndole le adoraron, aunque algunos dudaban.
Y Jesús, adelantándose a ellos, les habló diciendo:
-Se me ha dado todo poder en el cielo y sobre la tierra; id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los tiempos (Mt 28, 16-20).

La experiencia pascual se interpreta, según eso, como extensión de la gran soberanía de Dios, una soberanía que es libertad y amor universal. Los hombres se encontraban antes ciegos. Los mismos discípulos del Cristo se hallaban confundidos: no encontraban el misterio de Dios en Jesucristo. Ahora, en cambio, ellos descubren la verdad de Dios y adoran al Señor resucitado.

La pascua es, por lo tanto, un misterio teológico: es la manifestación plena de Jesús como Señor, Hijo de Dios resucitado (en la línea de lo que ha dicho Pablo en Rom 1, 3-4).

La pascua es experiencia de soberanía universal del Cristo, constituido Señor de cielo y tierra. Por eso dice se me ha dado, es decir, Dios me ha concedido todo su poder en cielo y tierra.

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Ascensión del Señor. Ciclo A: Triunfo y Misión.

Domingo, 24 de mayo de 2020
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giotto_-_scrovegni_-_-38-_-_ascensionGiotto, Ascensión.

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo de Resurrección celebramos la victoria de Jesús sobre la muerte; en la fiesta de la Ascensión celebramos su triunfo definitivo. Como diría san Ignacio de Loyola, motivo suficiente para «alegrarnos y gozarnos de tanta alegría y gozo de Cristo, nuestro Señor».

            Las lecturas recurren a imágenes muy distintas. Lucas, en el libro de los Hechos, basándose en la cultura grecorromana, presenta el triunfo como subida al cielo; la carta a los Efesios, como estar sentado a la derecha de Dios; el evangelio, como la plenitud del poder (el conocedor del Antiguo Testamento percibe también la supremacía absoluta de Jesús sobre Moisés). Pero no se trata de un triunfo para quedarnos embobados mirando al cielo. En la primera y tercera lecturas adquiere especial relieve el tema de la misión.

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

            Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos. El próximo domingo la primera lectura ofrece la versión de Hechos.

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.

Una vez que comían juntos, les recomendó:

No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.

Ellos lo rodearon preguntándole:

Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?

Jesús contestó:

No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.

            Esta versión difiere bastante de lo que cuenta Lucas en su evangelio.

  • ü  En el evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).
  • ü  En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).
  • ü  En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).
  • ü  En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.

             Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.

Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús.

En el texto de Hechos podemos distinguir tres momentos principales:

  1. Los cuarenta días. El evangelio de Lucas y los otros evangelistas no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Por qué lo introduce Lucas en el libro de los Hechos? ¿Qué quiere decirnos? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que este se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario, para terminar también de instruirlos sobre el Reino de Dios.
  2. La comida de despedida. Contrasta la promesa del Espíritu Santo por parte de Jesús con la preocupación puramente política de los discípulos. Su pregunta le sirve para volver la atención a lo realmente importante: la venida del Espíritu, que les dotará de fuerza para extender el evangelio desde Jerusalén hasta el confín de la tierra. Estas palabras resumen lo que contará el libro, que anuncia la llegada del evangelio a Samaria, la costa, los paganos de Cesarea, Antioquía de Siria, actual Turquía, Grecia, terminando en Roma (que algunos consideran “el confín del mundo”).
  3. Ascensión. El texto parece sugerir que Jesús sube desde el mismo sitio donde han comido. Sin embargo, Lucas añade después que «se volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos». Igual que se contaba de Hércules, una nube lo oculta. Como novedad, Lucas añade a lo que cuenta en el evangelio la aparición de dos personajes vestidos de blanco que les hablan de la vuelta definitiva de Jesús.

Sentado a la derecha de Dios (Efesios 1,17-23)

En la segunda lectura, el autor de la carta a los Efesios (Pablo o, más probablemente, un colaborador suyo) no cuenta la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos. Se cumple la promesa hecha al Mesías en el Salmo 110: «Siéntate a mi derecha mientras pongo a tus enemigos como escabel de tus pies». Pero la carta no menciona enemigos, sino realidades que le quedan sometidas. Quienes estudiábamos de pequeño los órdenes angélicos recordamos la serie: «ángeles, arcángeles, querubines, serafines, virtudes, tronos, dominaciones y potestades». En Éfeso, quienes tenían especial importancia en la piedad popular eran una especie de divinidades intermedias: principados, potestades, fuerzas, dominaciones. El autor de la carta no arremete contra ellos con pasión inquisitorial sino que los coloca a los pies de Jesús para dejar claro su triunfo.

Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Potestad plena y misión (Mateo 28,16-20)

            La primera lectura (Hechos) y el evangelio (Mateo) coinciden en ofrecernos unas palabras de despedida de Jesús a sus discípulos. El evangelio las cuenta así:

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

― Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Si comparamos lo que dice Mateo con lo que ha contado Lucas en los Hechos encontramos también aquí notables diferencias:

            ― Lucas sitúa la despedida en Jerusalén, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo.

            ― Mateo la sitúa en Galilea, los discípulos no dicen nada, Jesús los envía de inmediato al mundo entero y lo que promete no es la venida del Espíritu sino su compañía continua: «Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo».

            A pesar de estas grandes diferencias, los dos textos coinciden en la importancia de la misión.

            Hechos: Recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

            Mateo: Id y haced discípulos de todos los pueblos.

            Por eso, la Ascensión de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

            Pero las palabras de Jesús comienzan con otra idea fundamental: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra». El evangelio de Mateo ha ido contrastando desde el comienzo a Jesús con Moisés. Al principio sufrían la misma amenaza por parte del faraón o de Herodes; luego, Jesús aparecía en las tentaciones como un buen discípulo de Moisés, que citaba sus palabras en el momento oportuno; pero más tarde, en el Sermón del monte, Jesús se revela superior a Moisés, contraponiendo lo que él enseño con lo que él dice («Habéis oído que se dijo… pero yo os digo»). Cuando se llega al momento final, Moisés muere y se entona por él una elegía fúnebre al final del Deuteronomio (Dt 34). Jesús, en cambio, después de muerto recibe «pleno poder en cielo y tierra». Mateo no cuenta la ascensión pero exalta su triunfo final.

Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje

A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar, acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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24 de Mayo: Ascensión del Señor. Ciclo A

Domingo, 24 de mayo de 2020
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Y sabed que yo estoy con vosotras todos los días, hasta el fin del mundo.”

(Mt 28, 16-20)

Que Jesús se queda con nosotras lo sabemos, pero aun así la tentación de quedarse mirando al cielo es grande. Y es que esa manera tan “encarnada” de quedarse que tiene Jesús da bastante vértigo por eso sale espontáneo lo de mirar al cielo por si cambia de opinión.

La escena me recuerda a cuando era pequeña y alguien con “autoridad” te decía que tenías que hacer algo que a ti te parecía muy difícil o que te daba vergüenza. Sabías que tenías que hacerlo pero te daba miedo y levantabas los ojos buscando el coraje que te faltaba.

Aquellos primeros discípulos estaban como niños desconcertados, entre tímidos y asustados, con esa mirada que busca en las alturas el valor que le falta por dentro.

Y a nosotras nos pasa exactamente lo mismo. Se acaba la Pascua. La Vigilia Pascual con el “subidón” de alegría nos queda ya lejos. Nuestras “Galileas” personales nos imponen nuevos retos y viejos obstáculos, pero en medio de esta cotidianidad Tú nos desafías de nuevo. A nosotras se nos escapa una mirada al cielo: ¿yo?, ¿ahora?, ¿cómo?

Y tú, de mil maneras diferentes, a cada una según sus posibilidades, nos repites el encargo:

“-Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.”

Sí, esto es lo que nos pides. Tan grande y a la vez tan sencillo. Imposible pero real.

Real porque eres Tú quien está “con nosotras todos los días.” no es en el cielo donde encontraremos el coraje que nos falta, sino junto a nosotras mismas, en tu mirada compañera y cómplice.

Oración

¡Gracias, Trinidad Santa, por quedarte con nosotras de una manera tan cotidiana que a veces nos despista, pero siempre nos acompaña!

 

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Jesús está fuera de tiempo y espacio.

Domingo, 24 de mayo de 2020
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ASCENSIONMt 28, 16-20

Si hemos vislumbrado en alguna medida lo que nos decía Juan los dos domingos pasados, se nos hará muy cuesta arriba entender la fiesta de hoy y la de los tres domingos siguientes. La subida de Jesús al cielo, la venida del Espíritu, la Trinidad, la Eucaristía están presentadas por los textos litúrgicos como realidades externas que se dieron en un determinado tiempo y lugar. Entendiendo literalmente los textos, desenfocamos su verdadero sentido. Estamos hablando de realidades que están fuera del tiempo y del espacio, de las que no podemos hablar en sentido estricto.

Además, el lenguaje que utilizan los textos es simbólico y no podemos entenderlo como si fuera científico y realista. No podemos seguir utilizando un lenguaje que responde a una visión mítica de la realidad. Cuando se creía que Dios estaba en lo más alto (cielo), que el hombre estaba en el medio (tierra) y que el demonio estaba en lo más bajo (infierno). El lenguaje utilizado se entendía perfectamente en aquella época. De Jesús se dice expresamente: Bajó del cielo, se hizo hombre, descendió a los infiernos y volvió a subir. Nuestra manera de entender la realidad ha cambiado. Hoy no nos dice nada un cielo o un infierno como lugares de referencia.

Debemos entender la ascensión como parte del misterio pascual que es una única realidad. Ni la resurrección, ni la ascensión, ni el sentarse a la derecha del Padre, ni la glorificación, ni la venida del Espíritu, son hechos reales separados. Se trata de una realidad única que está sucediendo en este mismo instante, porque está fuera del tiempo y del espacio. Decir de Jesús después de muerto: a los tres días, a los ocho días, a los cuarenta días, a los cincuenta días, no tiene sentido ninguno. Hablar de Galilea o de Jerusalén, o decir que está sentado a la derecha de Dios, es absurdo literalmente.

Esto no quiere decir que sea una realidad inventada. Todo lo contrario, esa es la ÚNICA REALIDAD. Es lo que está sujeto al tiempo y al espacio lo que no tiene consistencia. Esa realidad intangible ha tenido una repercusión real en la vida de los cristianos, y eso sí se puede descubrir a través de los sentidos. Esa realidad no temporal es la que hay que descubrir para que tenga también en nosotros la misma eficacia transformadora. Si seguimos creyendo que es un acontecimiento que sucedió hace veinte siglos en un lugar y un tiempo determi­nado, ¿qué puede significar para nosotros hoy?

Las realidades espirituales, por ser atemporales, pertenecen al hoy como al ayer, son tan nuestras como de Pedro o Juan. No han sucedido en el pasado, sino que están sucediendo en este instante. Son realidades que están afectando a nuestra propia vida aquí y ahora. Puedo vivirlas yo como las vivieron los apóstoles. Es más, el único objetivo del mensaje evangélico, es que todos lleguemos a vivirlas como las vivieron ellos.

La ascensión empezó en el pesebre y terminó en la cruz: ¡Todo está cumplido! Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer como criatura. Después de ese paso no existe el tiempo para él, por lo tanto, no puede suceder nada en él. Es como un chispazo que dura toda la eternidad. Él había llegado a la plenitud total en Dios. Por haberse despegado de todo lo que en él era transitorio y terreno, solo permaneció de él lo que había de Dios, y con Él se identificó absolutamente, totalmente, definitivamente. Este es el sentido profundo de la Ascensión.

¿De verdad queremos ser cristianos? ¿Tenemos la intención de recorrer la misma senda, de alcanzar la misma plenitud, la misma meta? ¿Estamos dispuestos a dejarnos aniquilar en esa empresa, a aceptar que no quedará nada de lo que creo ser? Es duro, pero no puede haber otro camino. Si renuncio al don total de mí mismo, renuncio a alcanzar la meta. Como en Jesús, ese don total solo será posible cuando descubra que Dios Espíritu se me ha dado totalmente, y está en mí para llevar a cabo esa obra de amor.

Tal vez nos conformemos con quedarnos pasmados mirando al cielo y esperando que él vuelva. Esa es la mejor manera de hacer polvo todo el quehacer de Jesús en esta tierra. La idea de que Dios, o Jesús, o el Espíritu pueden hacer algo por mí, en un momento determinado, ha desvirtuado la religiosidad cristiana. Dios, Jesús y el Espíritu lo están haciendo todo por mí y lo siguen haciendo en todo instante. Yo soy el que tengo que hacer algo en un momento determinado para descubrir esa realidad y vivirla.

El relato de Mt, que acabamos de leer, es un prodigio de síntesis teológica. No hay en él ninguna alusión a la subida al cielo, ni a dejar de verlo. Consta simplemente, de una localización dada, una proclamación de poder y tres ideas básicas. Situar la escena en un monte es una indicación suficiente de que lo que le interesa no es el lugar, sino el simbolismo. El monte significa el ámbito de lo divino, donde está Dios y donde quiere situar también a Jesús. Que lo sitúe en Galilea, tiene un significado muy importante. Judea había rechazado a Jesús y no era ya el lugar donde encontrarse con Dios.

Jesús no pudo decir que se le ha dado todo poder, porque después del bautismo rechazó el poder como una tentación. Este doble lenguaje nos ha despistado. No hay un poder bueno y otro malo. Todos son perversos. Se trata de expresar que ha alcanzado la plenitud absoluta por haberse identificado con Dios en el don total de sí mismo. Debemos tener en cuenta que la primera interpretación del misterio pascual está formulada en términos de glorificación; antes incluso de hablar de resurrección.

El envío a predicar. También tiene un carácter absoluto “todos los pueblos”. El tema de la misión es crucial en todos los relatos pascuales. La primera comunidad intenta justificar lo que era ya práctica generalizada de los cristianos. Predicar el “Reino de Dios” no es un capricho de unos iluminados sino mandato expreso de Jesús. Todo cristiano tiene, como primera obligación, llevar a los demás el mensaje de su Maestro.

Esto es muy importante, es la particularidad de la enseñanza. No se trata de enseñar doctrinas ni ritos ni normas morales sino de instar a una manera de proceder. Esto está muy de acuerdo con la insistencia de los evangelios en las obras como manifestación de la presencia de Dios en Jesús, y como consecuencia de la adhesión a Jesús. Si tenemos en cuenta que el núcleo del evangelio es el amor, comprenderemos que en la práctica, el amor es lo primero que tiene que manifestarse en un cristiano.

Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Fue el tema del evangelio de los dos domingos pasados. Ya habían dejado claro que todo lo que hizo Jesús era obra del Padre o que era el Espíritu el que actuaba en él. Ahora sigue siendo Dios, en sus tres dimensiones, el que va a continuar la obra de salvación a través de sus seguidores. Recordar que Jesús habla de enviar al Espíritu, de quedarse él con nosotros, de que el Padre vendrá a cada uno. Esta manera de hablar puede hundirnos. Los tres “vendrán” a mi conciencia cuando me dé cuenta de que están ahí ya.

Meditación

No puede haber Vida si no trascendemos el tiempo y el espacio.
Nuestra Vida “divina” es la misma ahora y siempre.
Si está en nosotros, pero no la vivimos, no significa nada.
Contemplar, es salir del tiempo y del espacio,
es identificarse con Dios que es eternidad.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Estar bien acompañados.

Domingo, 24 de mayo de 2020
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bien-acompanadosUna mente lúcida y un buen corazón acompañados por sentimientos cálidos son las cosas más importantes (Dalai Lama)

24 de mayo. ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Mt 28, 16-20

Enseñadles a cumplir cuanto os he mandado, estaré siempre con vosotros (v 20)

A veces nos encontramos con personas desconocidas y, a partir de ese momento compartimos camino, conversación, pasos y comida y momentos que parecen no ser nada, pero que al final lo son todo, para ellos y para nosotros.

 

Y normalmente ocurre lo que sucedió en aquel camino y, entonces nos viene a la memoria aquel pasaje de Lucas 24, 27-33:

“Se acercaban a la aldea a donde se dirigían, y él fingió seguir adelante, pero ellos le insistieron: Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída. Entró para quedarse con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio (…) Se dijeron uno al otro: ¿No se abrasaba nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino”?

Y entonces nos percatamos las personas desconocidas, que se estaba repitiendo la historia acaecida en Judea hace ya más de veinte siglos.

¿Haríamos nosotros otro tanto?

Pienso que nos encantaría sentarnos con todos ellos y compartir el pan partido y repartido entre todos nosotros; luego continuaríamos en silencio, escuchando atentamente cuanto Jesús nos contara, no ya de las escrituras sino de su misma vida: de su padre José y de la carpintería y de María, que le enseñó las Escrituras que explicó a los de Emaús por el camino.

“Una mente lúcida y un buen corazón acompañados por sentimientos cálidos son las cosas más importantes, ha dicho el Dalai Lama.

Nos contó, como si fueran cuentos, aunque él las llamaría posteriormente parábolas:

La del sembrador, que sembró en una tierra fértil, la del trigo y la cizaña, que hubo que dejar crecer ambos hasta la siega, la de la semilla de mostaza, que se hizo un árbol grande donde anidaron las aves, la de la viuda que perdió una moneda de plata y se pasó el día barriendo hasta encontrarla.

Otro capítulo fue el de las bienaventuranzas, las tres negaciones de Pedro mientras se calentaba en una hoguera, la historia de la mujer sorprendida en adulterio, y su ternura -y aquí levantó la voz emocionado- con María Magdalena a la que dijo ¡Nollime tangere!, porque tenía que subir antes al cielo.

 

TANGO DE AMOR

En el tango, como en la vida,
si no escucho, presupongo
lo que me van a decir
y no contestaré
a lo que el otro me dijo.

Responderé, si acaso, a mis suposiciones,
pero jamás al otro.

Así el diálogo real muere de infarto,
esculpido en monólogo de piedra.

Pero esto no es bailar el tango, que es de dos,
una danza en la que cada cual inventa
e improvisa,
de acuerdo al movimiento que el otro le sugiere.

Bailar y conversar, dos situaciones
donde los cuerpos de los protagonistas
tienen que armar
un circuito de tensiones encontradas.

Con un brazo se rodean la cintura,
mientras que con el otro se mantienen
suficientemente alejados,
al compás del calor y del deseo.

En este baile el equilibrio
no está en cada uno, sino en el centro de los dos.
No entenderse conduce a la desestabilización.

-“No está bien que el hombre esté solo”,
dijo Yahveh besando el barro.

Adán y Eva se escucharon,
y el tango terminó en entendimiento

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Contigo al fin del mundo.

Domingo, 24 de mayo de 2020
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7-ASCENSION-297x300Mt 28, 16-20

Tras la Resurrección se fue. Y lo hizo abiertamente. Los discípulos se quedaron mirando atolondrados mientras se iba y pudieron ratificar que realmente se marchó. El Señor tenía que dejar claro que comenzaba una etapa nueva en su forma de estar con nosotros. ¿Qué relación no pasa en su historia por distintas fases para crecer? De hecho, Él insistió en que estaría acompañándonos todos los días hasta el fin del mundo. Por tanto, nada de ruptura. Su decisión apuntaba a un cambio cualitativo para impulsar la unión. Pero ¿cómo se puede permanecer cuando uno se va?

La presencia es algo tan misterioso que es casi imposible de definir. Porque no queda encerrada en los límites de lo físico. Trasciende lo que se puede ver y tocar. Por eso los sentidos más “adelantados” que mejor la perciben son el olfato y el oído. Se pueden escuchar sonidos reales que nos emocionan aunque estén lejos; se puede oler un aroma único que se nos escapa de las manos pero que nos rodea y envuelve, y nos hace soñar y recordar. La realidad es más amplia que aquello que abarcan nuestros ojos. Se puede reconocer al Señor en signos apenas perceptibles que muestran que de verdad no nos ha abandonado: personas que tienen sus mismos gestos, que pronuncian con autenticidad sus palabras, que son como una prolongación de su ser. Quizás por ello animó a los discípulos a guardar y reproducir todo lo que les había enseñado. Para que otros reconocieran su presencia en ellos y creyeran que el amor y la vida no tienen fecha de caducidad.

 “No es lo mismo marcharse que huir”, escribió la poeta Gloria Fuertes. Tenía razón. Jesucristo no “se fue a por tabaco y no volvió” para evadirse de los problemas de este mundo, sino que, destruyendo a la muerte, fortaleció el vínculo que nos une, irrompible ya, para continuar actuando a nuestro favor de un modo distinto. Por eso quiso dejar claro que la resurrección no suponía irse Más Allá, a vivir cómodamente y disfrutar de un merecido descanso después de tanto sufrido. Con esa presencia nueva mostró que resucitar significa vivir más, amar más, compartir más plenitud. Una inyección de ánimo para vacilantes y temerosos. A Jesucristo resucitado, y a los que han resucitado con Él, nadie nos los puede arrebatar.

Así, ser misionero es posible. Contamos de verdad con unos aliados fieles e indestructibles ante las adversidades y la intemperie: El Señor y los que nos han precedido. Jesucristo nos hizo una promesa que ya ha cumplido: estar con nosotros hasta el fin del mundo. Y tú… ¿estarías dispuesto a irte con Él?

María Dolores López Guzmán

Fuente Fe Adulta

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Presencia

Domingo, 24 de mayo de 2020
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Presencia.3Fiesta de la Ascensión

24 mayo 2020

Mt 28, 16-20

Parece que, en este breve texto, se mezclan dos tipos de afirmaciones: la primera sería obra de la primera comunidad; la segunda, tal vez, podría remontarse al propio Jesús.

    La afirmación que habla del “pleno poder”, del mandato de “hacer discípulos” y del rito del bautismo no puede nacer sino de un grupo religioso que se cree poseedor de la verdad. Reconoce a su maestro como dotado de todo poder, asume una actitud proselitista para expandir lo que considera “la verdad” e institucionaliza un “rito de entrada” a la propia comunidad.

     Por lo que se refiere a la segunda –formulada en forma de promesa de presencia permanente–, podría haber nacido igualmente como expresión de la fe de aquella comunidad en la presencia viva de Jesús con ellos. Pero podrían ser también palabras auténticas de Jesús, consciente de que la muerte no rompe la comunión.

   Leído desde nuestra situación, no me parece difícil advertir que el texto, como cualquier otro, actúa de espejo que refleja rasgos de la condición humana, como nuestra tendencia a absolutizar lo propio o nuestro interés por ganar adeptos para nuestros proyectos o ideas.

     Pero, más allá de esos rasgos fácilmente reconocibles, que derivan con facilidad en actitudes más o menos dogmáticas o incluso fanáticas, la afirmación última encuentra un “eco” vibrante en nuestro interior, como si “algo” en nosotros supiera que lo que realmente somos es estable, transciende el tiempo y permanece inalterable.

  Todas las formas del mundo fenoménico son impermanentes, lo cual constituye una fuente inevitable de dolor, a la vez que nos exige desarrollar la capacidad de aprender a vivir en la impermanencia y en la incertidumbre que deriva de ella. Pero más allá de las formas, lo que somos –Lo que es, “Yo soy”– sencillamente es, Presencia pura de la que brotan y en la que se mueven todas las formas.

    La Presencia que somos transciende el tiempo…, “hasta el fin del mundo”. Si los discípulos, en su propio y legítimo “mapa” mental, encontraban fuerza en la creencia de que Jesús los acompañaba, en nosotros –en nuestro momento histórico– parece abrirse camino un salto cualitativo en la comprensión: vemos que no se trata de la “Presencia” de un ser separado que nos sostendría en todo momento, sino de la misma y única Presencia que constituye nuestra identidad más profunda.

    La sabiduría –el núcleo del camino espiritual– consiste en reconocernos y vivirnos en conexión con ella: más allá de nuestra “forma” concreta, con todos sus ingredientes –cuerpo, mente, psiquismo, circunstancias…–, sometida a la impermanencia y al dolor, somos pura Presencia, plena y ecuánime, que experimentamos –de nada sirve si solo es una creencia– en cuanto silenciamos la mente. La Presencia que somos la percibimos en el Silencio de la mente y del yo, en la toma de distancia del mundo de las formas.

¿Me entreno en el silencio que me pone en contacto con lo que realmente soy?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo.

Domingo, 24 de mayo de 2020
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383905AF-C7BB-48A9-989F-6B01AE3BC5D5Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. Una nota previa sobre el acontecimiento de la ascensión.

         ¿Dónde estaba Jesús durante los cuarenta días después de Pascua, cuando se aparecía a sus discípulos? ¿Se encontraba retirado, solitario en algún lugar de Palestina y, de cuando en cuando, salía para ver y para que sus discípulos le viesen? ¡No! Jesús estaba en Dios. La resurrección equivale a estar ya en Dios.

La Ascensión propiamente no es un acontecimiento más en la vida de Jesús, sino que es la culminación de la Resurrección. No son capítulos de una supuesta biografía de Jesús. Jesús no termina en la cruz (crucifixión), ni en el sepulcro, ni en la mera resurrección, (que no sería poco). Jesús termina en Dios Padre. Jesús culmina su existencia humana junto al Padre.

La historia de la Ascensión no es una apoteosis final, una traca final como los mitos paganos. Una simple nube (la protección de Dios) simboliza que JesuCristo terminó en Dios, al mismo tiempo que también significa que Jesús “volverá simbólicamente sobre las nubes” y concluirá la historia.

La Ascensión no es un acontecimiento espacial (como si esto fuese la nasa) y que Jesús llegara a través de los espacios siderales junto a Dios. La bóveda celeste es un símbolo de la luz, de la inmensidad “de la morada” de Dios. Dios Padre no está ligado a ningún lugar, (Jn 4,24). Descartemos, pues toda concepción espacial de la Ascensión.

La fiesta, el acontecimiento de la Ascensión, es la meta de la esperanza humana. Terminaremos en Dios Padre con el Señor JesuCristo, con María la madre del Señor, con nuestros mayores. ¿Cómo será, dónde será? Son asuntos que se nos escapan: seremos en Dios como Jesús, como María.

Tenemos esperanza de que la ciencia médica termine con esta pandemia, pero la vida seguirá hasta que lleguemos a la vida. La esperanza absoluta es o está en la Ascensión.

Seremos en Dios.

  1. Teó-filos y los once.

San Lucas comienza el Libro de los Hechos (primer “diario” o historia de las comunidades cristianas naciente) dirigiéndose a Teófilo, que significa amigo de Dios. (Teófilo no es un señor que así se llamara, sino que Teófilo son dos palabras griegas: Theos: Dios y philos: amigo). Amigos de Dios somos todos, estemos seguros de que Dios es nuestro amigo siempre.

         Sin embargo la comunidad no está completa. Mateo dice que los Once fueron a Galilea. Falta alguien en la Comunidad (Judas). ¿Por qué la Iglesia naciente conserva la memoria de un hombre fracasado? Quizás porque el ser humano, el creyente y la iglesia ha de contar siempre con el mal, la traición, el fracaso… Pero también al fracasado Dios le ama, también es: theos – filos.

         Aunque fracasemos en la vida, no tengamos miedo, Dios nos considera siempre sus amigos.

Hay una plegaria eucarística en la que, en un momento, dice: “cuando por desobediencia perdimos tu amistad … no nos abandonaste”. Lo segundo es cierto: Dios no nos abandona nunca. Lo primero: cuando por desobediencia perdimos tu amistad… eso no es cierto ni de lejos. Dios no deja “tirado” a nadie por la vida ni en la muerte…

         En primer lugar, pues, gocemos de la amistad de Dios, que eso es ser cristiano.

  1. San Mateo y las montañas.

         San Mateo recurre muchas veces a los montes para comunicar su mensaje evangélico. Recordemos algunos:

  • o Jesús es tentado en una montaña altísima, (Mt 4,8).
  • o Pronuncia su “programa”, las bienaventuranzas en una montaña (Mt 5,1ss).
  • o Se retira a orar a la montaña, (Mt 14,23).
  • o Jesús cura enfermos en una montaña (Mt 15,25).
  • o La Transfiguración acontece en el monte Tabor, (Mt 17,1).
  • o Jesús fue crucificado en el monte Calvario, (Mt 27,38ss).
  • o La despedida de los suyos, más que Ascensión, tiene lugar en un monte, (Mt 28,16)

San Mateo no es ni Edurne Pasaban, ni Juanito Oyarzabal, pero emplea este símbolo del monte / montaña, -por otra parte símbolo universal-, porque los montes son el lugar más cercano al cielo donde habita Dios. Por tanto JesuCristo está en Dios, a la derecha de Dios. Toda la vida con todos sus problemas incluidos: libertad (tentaciones), programa y estilo de vida, enfermedades, encuentros con Dios (transfiguración – oración), muerte y esperanza, resurrección, Jesús los vive desde Dios Padre.

Busquemos a Dios en el camino y en las montañas de la vida.

  1. La última mirada.

         Lo vieron levantarse, marcharse y dejarles solos en la vida.

         Es como la última mirada que dirigimos al ser querido que marcha o que nos deja definitivamente. Y dejas Pastor santo, que dice Fray Luis de León (1527-1591).

¡Cuántos emigrantes de todos los tiempos son despedidos por la última mirada triste de su familia: madres, esposos, amigos! Cuando muere un ser querido le despedimos con una mirada “plantada en el cielo”…

La última mirada se alarga amable y nostálgicamente.

Pero dos aspectos alivian y convierten la despedida en esperanza.

Fue elevándose.

San Lucas añade que JesuCristo se “marchó” bendiciendo (Lc 24,51). Bendecir es un modo de decir adiós, con Dios.

Levantarse, elevarse, crecer como personas en la vida es siempre hermoso sea cual fuere la condición que nos encontremos. El hijo perdido se levantó. La transfiguración de la vida supuso una elevación en el monte Tabor. Cuando sea elevado en la cruz, atraeré a todos hacia mí y sabréis que Yo soy. La Ascensión…

         Al revés que los ídolos de este mundo, cuanto más se eleva Cristo, más cerca de está de nosotros. Estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Una nube los separó.

La nube “es” Dios. (La nube del desierto que protegía al pueblo, porque Dios protege y cuida). ¡Cuántas veces decimos con sinceridad profunda que Dios llevó consigo a tal persona! La nube es la protección de Dios: cuando los hebreos caminaban por el desierto (Ex 13,21: 40,36), Dios protegía al pueblo del rigor del solo con una nube (Salmo 105,29). En el bautismo de Jesús, salió una voz de la nube que decía: Este es mi Hijo… (Mt 17,5). En el monte Tabor, una nube, Dios, embargaba aquel momento de Jesús con sus tres discípulos, Moisés y Elías.  Cristo concluirá la historia cuando venga sobre las nubes… (Lc 21,27)

         A pesar de la tristeza de las separaciones de la vida, es hermoso pensar que terminamos acogidos y “envueltos” en la nube, en el hábitat de Dios.

  1. Fiesta de esperanza

La Ascensión es una fiesta de gran calado por lo que tiene de esperanza definitiva. Es cierto que no hay que quedarse plantados mirando al cielo, pero hemos de mirar al cielo.

Es una fiesta en la que intuimos y celebramos nuestro final. Vamos a terminar como Cristo, (y como la Virgen María: Asunción).

Del cielo no hablamos ya ni los curas en los funerales, y el “final”, la “finalización” del ser humano en Dios, es decisiva para que el presente tenga sentido.

Hoy en día podemos estar desesperanzados por esta enfermedad que nos embarga: miedos, incertidumbre, quizás nos sentimos “huérfanos” de vida. Quizás no sabemos hacia dónde vamos o simplemente muchos piensan que no vamos a ningún lado… Y vamos hacia Ti, morada santa… Gocemos con JesuCristo porque está siempre con nosotros hasta el final de los tiempos  y, “luego” por toda la eternidad.

La Ascensión es un acontecimiento existencial de enorme consuelo. La entendamos como despedida, ascensión – elevación – plenitud, o como permanencia con nosotros: yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos, esta fiesta, la Ascensión es la fe en la esperanza.

La tierra es poca cosa sin la alegría y la esperanza del cielo.

No os quedéis plantados mirando al cielo,
pero mirad al cielo

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El Tribunal de Apelaciones de las Islas Caimán reinstaura la prohibición del matrimonio igualitario

Viernes, 22 de noviembre de 2019
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caymanEl Tribunal de Apelaciones de las Islas Caimán ha resuelto a favor del Gobierno insular y ha revertido la sentencia que declaró inconstitucional la prohibición del matrimonio igualitario. De esta manera, en el territorio británico vuelve a estar vigente la legislación que define el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. A su vez, el Tribunal de Apelaciones ha ordenado a las autoridades ejecutivas que creen una figura legal que otorgue derechos a las parejas del mismo sexo, aunque no fija un plazo determinado, sino que urge a que se realice con la mayor celeridad posible. De esta manera, las personas LGTB de las Islas Caimán ven cómo pierden un derecho que se les había reconocido.

El pasado mes de marzo, el Alto Tribunal de las Islas Caimán dictaminaba a favor de Chantelle Day y su pareja, la británica Vickie Bodden Bush, que habían presentado una denuncia en abril de 2018 por habérseles denegado en el Registro Civil la posibilidad de contraer matrimonio. El presidente del Alto Tribunal, el juez Anthony Smellie, resolvió que Chantelle y Vickie tenían razón y que la denegación del permiso de matrimonio por ser una pareja del mismo sexo era contraria a la Constitución de las Islas Caimán.

El juez Smellie también ordenó en su sentencia que el Gobierno reformase el artículo de la Ley de Matrimonio que definía la institución como «la unión entre un hombre y una mujer» para que quedase calificado como «la unión de dos personas como cónyuges». Sin embargo, el Gobierno decidió apelar la decisión del Alto Tribunal y presentó el correspondiente recurso en el mes de agosto.

Tras estudiar el recurso y dar audiencia a las partes, el Tribunal de Apelaciones ha resuelto a favor del Gobierno y ha anulado la sentencia del Alto Tribunal, al considerar que la legislación sobre el matrimonio sí se ajustaba a la Constitución de las Islas Caimán. Sin embargo, también ha ordenado al Gobierno que otorgue a Chantelle Day y Vickie Bodden Bush los mismos derechos que a una pareja legalmente casada. Asimismo, insta a que se cree con la mayor celeridad una figura legal que otorgue a las parejas del mismo sexo derechos semejantes a los del matrimonio, como podría ser una ley de uniones civiles.

El Tribunal de Apelaciones también ha solicitado a las autoridades del Reino Unido que vigilen que el Gobierno caimanés articule la citada legislación y, en caso de no hacerlo, que legisle al respecto, al hacer constar que el Gobierno no había cumplido la orden dictada anteriormente por el Alto Tribunal. Sin embargo, no fija un plazo determinado para que intervengan las autoridades británicas.

El abogado de las demandantes, Ben Tonner, ha declarado que ambas están estudiando qué pasos van a seguir desde ahora, aunque «son conscientes de que la sección 26(3) de la Carta de Derechos les da el derecho de apelar ante el Comité Judicial del Consejo Privado sobre el asunto del matrimonio». Se trata de la más alta instancia de apelación para los ciudadanos del Reino Unido y de sus territorios.

El matrimonio igualitario en Reino Unido, sus dependencias y territorios

La composición política y territorial del Reino Unido es compleja, lo que repercute en la legislación de derechos como el matrimonio igualitario, ya que cada territorio o dependencia tiene competencia plena al respecto. La situación es la siguiente (entre paréntesis, la entrada en vigor de la correspondiente legislación):

En las tres dependencias de la Corona:

  • La isla de Man (2016), Guernsey (2017) y Jersey (pendiente de sanción real) cuentan ya con leyes que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo.
  • El Bailinazgo de Guernsey tiene, a su vez, dos dependencias: en Alderney las parejas del mismo sexo puede casarse desde el 13 de diciembre de 2017, mientras que en Sark aún no se ha legislado al respecto, pero sus responsables políticos se han comprometido a hacerlo próximamente.

En los 14 territorios de ultramar:

En el propio Reino Unido en sí:

  • Existe el matrimonio igualitario en Inglaterra, Gales (2014) y Escocia (2014).
  • En febrero del 2020 entrará en vigor en Irlanda del Norte, después de que la Cámara de los Comunes aprobase una legislación que establecía que, de no formarse Gobierno en Irlanda del Norte antes del 21 de octubre, el ejecutivo británico debería aprobar de inmediato el matrimonio entre personas del mismo sexo en ese territorio.

Fuente Dosmanzanas

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El día en que Jesús “hizo las maletas”. ¿Dónde estaban Mateo y Juan?

Domingo, 2 de junio de 2019
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La Ascensión del Cristo es el complemento lógico de su Resurrección y el preludio necesario para su divinización.

En posts anteriores he señalado que se suponía que el mítico fundador de Roma, Rómulo, había corrido la misma suerte .

Añadiré hoy un complemento sobre el valor histórico, desde el punto de vista de algunos, que convendría conceder a tal hecho, bajo el pretexto de que figuraría en documentos que son históricos y presentados como testimonios. Cuando digo “de”, entendamosnos: el relato de la Ascensión figura bien en ciertos evangelios apócrifos; pero dejemos éstos de lado por hoy, ya que, según el punto de vista que adopto, es decir el de la historia infestada de teología, los llamados evangelios apócrifos no serían creíbles, de todo modo; mientras que los cuatro canónicos lo serían. Veamoslos pues.

Primera observación: de los cuatro Evangelios decretados creíbles, sólo dos hablan de la Ascensión : Marcos y Lucas. El pasaje de Marcos es de una brevedad notable: “Entonces, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. “ (Marcos 16 , 19 ) . Cada uno sacará las conclusiones que quiera. Lucas es un poco más largo, pero tiene una vaga mirada de la narración, ya que el lugar es mencionado como un gesto (bendición) : “Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo”. (Lucas 24, 50-51) Esto es realmente corto , sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que los Evangelios de Marcos y Lucas son muy abundantes en los detalles de género “vivido” y esto para cantidad de episodios que están lejos de tener la importancia de este último.

Los teólogos no tuvieron ningún problema para edificar un razonamiento para establecer que esta brevedad es querida y significativa; posiblemente veremos allí el signo tangible de la salida simultánea del tiempo y del espacio que debía tener su equivalente en el estilo del relato… ¿Por qué no? Pero los historiadores no pueden, evidentemente, seguirlo y se preguntarán más bien si no se trata, muy tontamente, de una interpolación, es decir de un añadido ulterior debido a un copista que encontraba sin duda que la Ascensión, que conocía por otro lado, sea por la tradición oral, sea por otros evangelios, verdaderamente faltaba en éste y que esto podía ser sólo como consecuencia de un error de uno de sus predecesores, un error que había que reparar.

¿Pero entonces, en este caso, por qué la Ascensión no figuraba en el Evangelio de Mateo y en el de Juan, ya que, de cerca o de lejos, no se encuentra en estos dos textos ninguna mención de tal acontecimiento? Pues bien, primero: nada permite afirmar que no hubieran existido evangelios, según Mateo y según Juan, que no hubieran contenido, precisamente, una mención breve, a manera de Marcos y Lucas, del último episodio de la Ascensión. Haré, un poco más tarde, un post sobre los primeros manuscritos íntegros de los evangelios que poseemos. Los manuscritos muy antiguos de los cuatro evangelios no están exentos de divergencias entre ellos con gran numero de variaciones en relacion a los más antiguos que poseemos. Pero no hay ninguno, claro está, que se sepa que incluya una mención de la Ascensión. No obsante, la hipótesis de que haya existido alguno no es descabellada.

Desconfiemos, sin embargo, de hipótesis históricas y quedémonos con el hecho de que Mateo y Juan no mencionan la Ascensión. Pero recordamos también el hecho, porque está ahí, que Orígenes y Jerónimo se quejan de las variantes que observan en los diversos manuscritos que tienen a su disposición.

Para concluir sobre la Ascensión, la ausencia de este episodio en Mateo y Juan parece estar más cerca del hecho de que, – por lo menos teóricamente ¿debiera suscribirlo? Es otra la cuestión – Mateo y Juan son testigos directos de los acontecimientos que cuentan, contrariamente a Marcos y Lucas.

Suponiendo que Mateo y Juan hayan estado ocupados con otras cosas el día de la Ascensión – lo que sería poco menos que un desastre – por lo menos debían habernos dicho que sus compañeros habían visto … ¿Será que la importancia de la Ascensión se les había escapado? Pero, en este caso, habría sido necesario que el Espíritu Santo que los inspiraba, se hubiera, él mismo,  distraído…

*
Jean-Paul Yves le Goff

http://www.lelivrelibre.net

Fuente:  fr.soc.religio

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

– “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.

Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.”

Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.

Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.

Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

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Lucas 24, 46-53

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Si Cristo nos ha dado la vida eterna, es para vivirla, anunciarla, manifestarla, celebrarla como la cima de todas las felicidades, como nuestra bienaventuranza. Hace dos mil años que Cristo habló del pan, de la paz y de la libertad. Pero lo que ha traído a la tierra es más: ha traído la vida eterna. Y es la vida eterna lo que nosotros con él, en la Iglesia, debemos continuar llevando. Si no somos nosotros quienes damos la vida eterna, nadie lo hará en nuestro lugar. Eso equivale a afirmar que ésta es la base de nuestra vocación cristiana; es distinguir de manera infalible nuestra vocación religiosa de una vocación política, de un sistema de pensamiento; es demostrar que a nosotros no nos interesa en absoluto la conquista del mundo; lo que nos apremia es que cada hombre pueda encontrar, como nosotros lo hemos encontrado, un Dios al que amamos y que antes ha amado a cada hombre. Necesitamos aprender, expresar la vida de un hombre invadido de vida eterna, y eso, tal vez, hasta nuestra muerte. Ahora bien, esta vida existe para ser cantada, cantada después o antes de la muerte; y a lo largo del camino no se canta con un folio de papel: se canta con el corazón. No debéis ninguna fidelidad al pasado en cuanto pasado; sólo debéis fidelidad a lo que os ha traído de eterno, es decir, de caridad.

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Madeleine Delbrél,
Indivisible amor. Fragmentos de cartas,
Cásale Monferrato 1994, pp. 27s.

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“La bendición de Jesús”. Ascensión del Señor – C (Lucas 24, 46-53)

Domingo, 2 de junio de 2019
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35537547-DF19-423C-8443-A698EFC49FD5Son los últimos momentos de Jesús con los suyos. Enseguida los dejará para entrar definitivamente en el misterio del Padre. Ya no los podrá acompañar por los caminos del mundo como lo ha hecho en Galilea. Su presencia no podrá ser sustituida por nadie.

Jesús solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta Buena Noticia?

Según el relato de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco en doctores o teólogos. Quiere dejar en la tierra «testigos». Esto es lo primero: «Vosotros sois testigos de estas cosas». Serán los testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano.

Pero Jesús conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes. ¿Dónde encontrarán la audacia para ser testigos de alguien que ha sido crucificado por el representante del Imperio y los dirigentes del Templo? Jesús los tranquiliza: «Yo os enviaré el don prometido por mi Padre». No les va a faltar la «fuerza de lo alto». El Espíritu de Dios los defenderá.

Para expresar gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe su partida de este mundo de manera sorprendente: Jesús vuelve al Padre levantando sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios, y sobre el mundo desciende su bendición.

A los cristianos se nos ha olvidado que somos portadores de la bendición de Jesús. Nuestra primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios, mantener viva la esperanza, no rendirnos ante el poder del mal. Este mundo que a veces parece un “infierno maldito” no está perdido. Dios lo mira con ternura y compasión.

También hoy es posible, hacer el bien, difundir bondad. Es posible trabajar por un mundo más humano y una convivencia más sana. Podemos ser más solidarios y menos egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero. La misma crisis económica nos puede llevar a buscar con urgencia una sociedad menos corrupta.

Jesús es una bendición y la gente lo tiene que saber. Lo primero es promover una «pastoral de la bondad». Nos hemos de sentir testigos y profetas de ese Jesús que pasó su vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza en un Dios Bueno y Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo tiene que conocer.

os evangelios nos ofrecen diversas claves para entender cómo comenzaron su andadura histórica las primeras comunidades cristianas sin la presencia de Jesús al frente de sus seguidores. Tal vez, no fue todo tan sencillo como a veces lo imaginamos. ¿Cómo entendieron y vivieron su relación con él, una vez desaparecido de la tierra?

Mateo no dice una palabra de su ascensión al cielo. Termina su evangelio con una escena de despedida en una montaña de Galilea en la que Jesús les hace esta solemne promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Los discípulos no han de sentir su ausencia. Jesús estará siempre con ellos. Pero ¿cómo?

Lucas ofrece una visión diferente. En la escena final de su evangelio, Jesús «se separa de ellos subiendo hacia el cielo». Los discípulos tienen que aceptar con todo realismo la separación: Jesús vive ya en el misterio de Dios. Pero sube al Padre «bendiciendo» a los suyos. Sus seguidores comienzan su andadura protegidos por aquella bendición con la que Jesús curaba a los enfermos, perdonaba a los pecadores y acariciaba a los pequeños.

El evangelista Juan pone en boca de Jesús unas palabras que proponen otra clave. Al despedirse de los suyos, Jesús les dice: «Yo me voy al Padre y vosotros estáis tristes… Sin embargo, os conviene que yo me vaya para que recibáis el Espíritu Santo». La tristeza de los discípulos es explicable. Desean la seguridad que les da tener a Jesús siempre junto a ellos. Es la tentación de vivir de manera infantil bajo la protección del Maestro.

La respuesta de Jesús muestra una sabia pedagogía. Su ausencia hará crecer la madurez de sus seguidores. Les deja la impronta de su Espíritu. Será él quien, en su ausencia, promoverá el crecimiento responsable y adulto de los suyos. Es bueno recordarlo en unos tiempos en que parece crecer entre nosotros el miedo a la creatividad, la tentación del inmovilismo o la nostalgia por un cristianismo pensado para otros tiempos y otra cultura.

Los cristianos hemos caído más de una vez a lo largo de la historia en la tentación de vivir el seguimiento a Jesús de manera infantil. La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda que, terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos «el tiempo del Espíritu», tiempo de creatividad y de crecimiento responsable. El Espíritu no proporciona a los seguidores de Jesús «recetas eternas». Nos da luz y aliento para ir buscando caminos siempre nuevos para reproducir hoy su actuación. Así nos conduce hacia la verdad completa de Jesús.

José Antonio Pagola

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