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Dom 21.8.22 ¿Serán pocos los salvados? En Cristo serán salvados todos (1 Cor 15)

Domingo, 21 de agosto de 2022

6853C032-BDCB-420C-813C-5C95CAFA1B87Del blog de Xabier Pikaza:

Un hombre preguntó a Jesús, de camino hacia Jerusalén: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?” Jesús respondió: Entrad por la puerta estrecha (Lc 13, 22-23.

Esa es la respuesta de Jesús, mientras va de camino. Pero, de forma consecuente, culminado el camino de pascua, Pablo puede responder y responde: Todos serán vivificados, pues Dios nos examinará (recogerá) en su amor.

Eso no significa que todo da lo mismo, pues si al fin de la vida Dios nos salva en amor, de forma que, hagamos lo que hagamos, al fin nos salvaremos.   

Eso significa  todo lo contrario:  a partir de aquí todo es diferente, pues allí donde actualmente no hay amor tienes que empezar a poner amor, para así hacerte digno del amor que esperas.

1 Cor 15. Todos serán vivificados todos, todos se salvarán en Cristo. Elproblema no es ya aquí para Pablo (como en 1 Tes 4) el retraso de la “parusía de Cristo” (no acaba de venir, sino la universalidad de la salvación.

Pasados tres o cuatro años  desde que Pablo nos elunció el mensaje de Jesús(en torno a 53-54 d.C.), algunos cristianos de la comunidad de Corinto empezaron a negar la resurrección y  salvación de los creyentes, porque se alargaba la espera (¡Cristo no llega!) o porque resultaba innecesaria (¡Dios está ya en nosotros y no necesitamos más  resurrecciones o salvación!). En ese contexto (cf. 1 Cor 15, 12-21) reformula Pablo el tema:

Porque así como en Adán mueren todos, así también serán vivificados todos en Cristo, pero cada uno en su orden: la primicia, Cristo; luego los que son de Cristo, en su parusía; después el fin, cuando él entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya destruido todo principado, y todo poderío y potestad… Cuando le someta todo (al Padre), entonces también él,el Hijo, se someterá al que le ha sometido todo, para que Dios sea Todo en todos (1 Cor 15, 22-24. 28).

 Pablo dice que en Adán (como Adán, como seres humanos) mueren todos(rectificando quizá la idea de 1 Tes 4,13-18) no sólo (ni sobre todo) por un influjo externo de poderes satánicos (de ángeles malos, como en los libros apocalípiticos: 1 Hen y Jub), sino porque todos formamos parte de una humanidad que en un plano biológico termina en la muerte.

Todos morirán como ha muerto Cristo (cf. Rom 5), pero no para quedar en la muerte, sino para ser transformados y resucitar. En ese contexto, anuncia Pablo de manera sorprendente una resurrección universal ypositiva, sin distinguir entre justos (para la bendición y vida) y pecadores (para la maldición y muerte), a diferencia de lo que decía Dan 12, 1-3 y de lo que dirá aparentemente Mt 25, 31-45, en una perspectiva dualista.

1 Cor 15 no habla pues de una “doble resurrección” (de vida y de muerte), retomando así un esquema de pacto (en la línea de Dt 30, 15-20), sino que anuncia para todos un mismo destino de muerte (en Adán), que puede y debe convertirse en promesa universal de vida, pues en Cristo resucitarán (dsôopoiêthêsontai)todos,siendo así vivificados, por don de gracia en Cristo (1 Cor 15, 20-21). Como resultado de la obra de Cristo (en oposición a la muerte de Adán), esta vivificación/resurrección constituye un elemento luminoso de la experiencia más honda del evangelio, sobre el juicio dual (vida‒muerte, bendición‒maldición). Éstos son los elementos elementos básicos de esa “historia de resurrección o salvación”:

  1. Primero Cristo, como primicia. Pablo sabe que todos mueren en Adán, y así lo proclama, rectificando quizá, , la afirmación de 1 Tes 4,13-18, donde suponía que algunos no morirán. Todos moriremos, y la muerte no es obra de poderes perversos (invasores satánicos o Vigilantes violadores, como en 2 Henoc y Jub), sino como consecuencia de la misma condiciòn humana. En sentido estricto, la verdadera teología paulina se define y despliega como superación esa muerte, como revelación del Dios, que vivifica a todos en Cristo [1].
  2. Después de Cristo resucitan y se salvan los que son de Cristo, en su parusía, los que forman parte de su comunidad o cuerpo mesiánico. De alguna forma (como destacarán Efesios  y Colosenses), los creyentes se encuentran integrados ya en la pascua de Jesús, aunque sólo resucitarán del todo en su parusía. Más que anunciador del juicio, mensajero del fin (como Henoc u otros videntes), Jesús es fuente de vida. Según eso, la prueba definitiva de la existencia de Dios es la resurrección de aquellos que confían en Cristo [2].
  3. Finalmente llegará el “telos” o plenitud, entendida como victoria apocalíptica, con la destrucción de los poderes perversos (Principados, Poderíos y Potestades, que desembocan y se centran en la muerte) y como culminación teológica o reintegración (el mismo Cristo, como Hijo, vuelve al Padre).
  4. Jesús anunció y preparó el Reino de Dios, y ahora se cumple su anuncio, pues él mismo destruye con su victoria a los perversos (Principados, Poderíos, Potestades), de forma que tras destruirlos entrega su Reino de vida al Dios y Padre, de manera que la cristología (la función mesiánica de Jesús) se expresa en forma de teología (para que Dios sea todo en todos)[3].

Segñun eso, Dios será panta en pasin (todo en todos), pues no existen dos espíritus opuestos (bien y mal) como en Qumrán, ni dos finales de la historia (salvación y condena, como en Dan 12, 1-3 y Mt 25, 31-46), ni siquiera un Infinito (=Dios) separado de la historia de los hombres, sino que en realidad sólo habrá un Espíritu bueno, que es el Dios Universal, que ha creado las cosas desde sí mismo, para que todo sea y viva en él por Cristo, de manera que los poderes opuestos, que han querido destruir su obra, desaparecerán (como si no hubieran sido).

En esta línea queda superada la dualidad anterior (bien y mal, vida y muerte, salvación y condena) a través de un monoteísmo y mesianismoliberador/salvador, que no se impone con violencia sobre nadie, ni excluye a ninguno, porque es abarcador y vivificador en gratuidad para todos.

En ese Dios que es todo en todos (sin espacio para el mal, pues en el fondo, en él, todo es bueno) caben los antes excluidos, de forma que Cristo Dios sea principio universal de vida, superando toda dualidad de condena (alejamiento de Dios).

Ésta es la afirmación central: que Dios sea Todo en todos…, no sólo en algunos, en los buenos contra malos, en los judíos frente a los gentiles, en los cristianos frente a paganos… Ciertamente, en un plano, los hombres se pueden destruir y se destruyen unos a los otros, acabando en la muerte (como sabe Gen 2‒3), pero, en otro plano más alto, el Dios Yahvé (¡soy el que soy! Ex 3, 14) hace que todos sean (=vivan), pues es todo (ta Panta) en todos (en pasin).

Aquí no tenemos un que panteísmo sino un un “pan-en-cristismo”, fundado en la muerte y resurrección de Cristo, que puede salvar y salva en Dios a todos, superando una “moralidad dualista” y de juicio entendido como venganza o impotencia. Desde este fondo debería precisarse mejor la diferencia entre una teología judía rabínica y la teología “mesiánica”, que deriva del mensaje y vida de Jesús, formulado por Pablo. Éste es, a mi juicio, un trabajo teológico que está por hacer, en una línea en la que pueden orientarnos las reflexiones de F. Rosenzweig, La estrella de la Redención, Sígueme, Salamanca 1997.

Este Dios de Cristo no destruye ni condena a los hombres, hijos de Adán, sino sólo a los “poder adversos” de tipo in-humano (anti-humano, impersonal), principados, poderíos, potestades (arkhên, exousian, dynamin…), pues no está compuesto de personas (hombres y mujeres en concreto…).

Esos poderes adversos que serán destruídos no son los hombres como tales,  sino las  potencias de mal, que han tendido a dominar el mundo. Pablo no habla pues de la maldad concreta de unos hombres históricos, a los que amenaza con la destrucción o con un tipo de infierno, sino de la maldad de unos poderes in-humanos que han dominado en la historia desde Adán, de manera que podemos llamarles, por carencia de mejor palabra seres‒que‒no‒son, no existentes, pues sólo viven de destruir la vida ajena, parásitos de Dios. En ese contexto, la destrucción de esos poderes (que son anti‒poderes) se interpreta como revelación plena de Dios, todo en todos, conforme al principio originario de la creación.

La obra de Cristo (su resurrección) se vuelve así reconstrucción cósmica (recreación), de manera que Dios pueda ser aquello que es: Todo-en-Todos (ta panta en pasin). Un tipo de teología moralista posterior, dominada por una lectura parcial de Mt 25, 31-46, ha tenido dificultad en admitir la existencia y revelación de un Dios que, en (por) Cristo es y será todo en todos (principio de salvación, sobre toda condena), y ha preferido hablar de “dos finales”, uno de premio, otro de castigo. Muchos cristianos y teólogoshan visto esa salvación universal como un riesgo:

 ‒ Aquì no hay riesto de panteísmo, como han dicho algunos cristianos  que no aceptan de verdad el principio de encarnación (cf. Jn 1, 14), según el cual Dios se hace “carne” (historia) para asumir y transformar todas las cosas, pensando que ello implicaría un panteísmo. Otros se atreven a decir que, hablando así, Pablo se ha vuelto pagano, ha perdido la visión del “Dios moral”, cayendo en manos de un Dios Totalidad, donde se inscriben y existen (se divinizan) todas las cosas, en línea más pagana que bíblica… (sin tener en cuenta al mal, ni el castigo infinito que los malos han de suvrirIPero debemos recordar que este Dios todo-en-todos no está al principio, sino al final de la gran redención mesiánica, que implica un cambio en la misma visión de Dios… un Dios creador, que es vida universal, ofrecida a todos..

‒ ¿Un esquema de apocatástasis/anakephalaiosis?En esa línea de Dios Todo-en-Todos ha avanzado Ef 1, 10 cuando afirma que Dios, ha querido “recapitular” (anakephalaiosai) todas las cosas en Cristo, las del cielo y las de la tierra. Ésta es la teología de fondo de las cartas de la cautividad (Colosenses, Efesios: En el Cristo pascual (crucificado/resucitado) pueden integrarse los seres personales del cielo y de la tierra, en línea de salvación (no por la fuerza, sino libremente, conforme al mensaje del Evangelio).

Conforme a esta visión, todas las personas se salvam. Cristo ha muerto para salvar a todos,  ha superado el “muro” divisor de judíos y gentiles, de justos e injustos, integrando en su poder y ser divino a todos los humanos, seres personales (¡destruyendo sólo los poderes diabólicos, no humanos, en el fondo inexistentes!), pues en verdad sólo hay Dios y aquellos a quienes él ha creado-salvado. Eso significa que todos los hombres se salvan en Cristo. Sólo se condenan (serán destruídas para siempre) las instituciones delmal, los poderes demoníacos, impersonales, antipersonales.

En esa línea algunos teólogos, desde Orígenes a K. Barth (del siglo II al XX d.C.) han tendido a postular una recapitulación salvadora de toda la historia, de forma que Dios, al final, logrará “convertir” y llevar a su cielo (Todo-en-Todos) no sólo a todos los hombres, es decir, a todas las personas, sino a los mismos demonios.

Un tipo de iglesia “moralista” y miedosa se ha sentido inquieta ante esa apocatástasis, condenando en un Sínodo de Constantinopla (aceptado después por ortodoxos y católicos) al mismo Orígenes, el año 543 (cf. DH 403-411; Denz 213-228). Sobre los “poderes del mal”, cf. E. Peterson, El libro de los ángeles, en Tratados teológicos, Rialp, Madrid 1970 y H. Schlier, Besinnung auf das NT, Herder, Freiburg i. B. 1964, 146-165; W. Wink, Naming the Powers: The Language of Power in the New Testament, Fortress, Philadelphia 1984.

El tema ha sido replanteado por K. Barth en su obra teológica, a partir de Die Auferstehung der Toten, Kaiser, München 1924. Algunos judíos como E. Levinas, Totalidad e Infinito, Sígueme, Salamanca 2002, han criticado esta visión, pues implicaría un panteísmo larvado en el que Dios pierde su infinitud (trascendencia) y el hombre su libertad (siendo parte de un todo).

Ese riesgo existe, sin duda, pero el Dios Todo-en-Todos de Pablo no actúa en forma cosmológica o idealista, como principio de unificación impositiva, sino que es fuente de comunicación y comunión personal. Este Dios Todo no es dictador, sino amigo y redentor de todos, es decir, de cada uno. Según eso, la teodicea apocalíptica cristiana no implica negación o disolución, imposición o confusión, sino reconciliación.

Creer significa esperar la resurrección, que es victoria de Dios sobre la muerte y salvación de los antes sometidos a los poderes diabólicos (Principados, Poderíos…), no para integrarlos en un Todo entendido como sistema cerrado, sino para abrirles a la vida amorosa, gratuita y creadora del amor de Dios en Cristo.

Este anuncio del Dios Todo-en-Todos integra en su gloria a los mismos que, desde nuestra perspectiva, parecen y son malos, pues Jesús se ha entregado en gesto de amor, en manos de Dios y de esa forma ha superado la violencia y ruptura de un sistema de ley donde triunfan los fuertes y/o buenos, excluyendo a los pobres y/o malos.

Dios no ha de acudir a ninguna imposición sacrificial para reconquistar su poder amenazado, sino que es por Cristo, en sí mismo, todo en todos. No hay, por tanto, dos normas: una de ternura y gratuidad para los buenos, otra de violencia y condena para los perversos, pues el Apocalipsis de Dios y su Reino en Jesús es perdón y acogida universal[6].

NOTAS

[1] Cf. G. Fee, Primera a los Corintios, Eerdmans,Buenos Aires 1994; I. Foulkes, Problemas pastorales en Corinto, DEI, San José 1999. Los judíos saben que las primicias (primogénitos, primeros frutos) han de ser dedicadas a Dios, pues santifican y consagran el resto de la cosecha. La resurrección de Cristo, realizada ya, es punto de partida y comienzo (fundamento) de la resurrección (vivificación) de todos, en sentido radical, no moralista. Eso significa, conforme al sentido normal de las frases, construidas en pasivo divino, que Dios les vivificará, ofreciéndoles su plenitud por gracia.

[2] Dios mismo es según eso (poder de) Resurrección, Vida que triunfa de la muerte. En esa línea, las cartas de la cautividad (Ef y Col) afirman que los cristianos se encuentran integrados ya en la pascua del Cristo.

[3] Este Cristo no tiene que condenar o encerrar en el infierno a unos hombres concretos (pecadores), sino a los poderes del mal (Principados-Poderíos-Potestades), para que todo culmine en el Padre.

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