Señor, te digo:

Jueves, 7 de mayo de 2020

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Señor, te digo:

“Señor, que perecemos. Es plural. Y aquí es preciso que nos metamos con todos los que en el tercer mundo no solo corren peligro de perecer, sino que perecen de verdad: hambrunas, guerras, epidemias, refugio… Es que a veces solo le pedimos a Dios que llueva en mi finca. Pero es que hay otras muchas fincas sedientas y hay muchas personas hambrientas, con una enfermedad que se curaría simplemente con comida. Y ahí sí que tenemos el remedio en nuestras manos.

Yo no pido a Dios que quite el virus. Le pido que acertemos con la vacuna de esa y de otras enfermedades. Que las empresas farmacéuticas sirvan-sirvan- a todo el mundo. Que gastemos dinero en investigación para todos los males. No veo a un Dios que nos sane a nosotros y a otros millones de Hijos, no. Es momento de sentirnos hermanos de toda la humanidad. Y vivir la experiencia de clamar a Dios con confianza, pero sin esperar que Él lo resuelva.

Me siento como un niño en los brazos del Padre-Madre Dios. Y no le pido que me cure y que nos quite el coronavirus. Le pido algo tan grande como que Él me tenga en sus brazos. Un padre, una madre, que tiene al hijo pequeño con fiebre y no puede hacer nada más que tenerle en brazos. Eso me consuela.

Solidaridad y gratitud. Hay tantas personas que dedican su vida al servicio de los demás y quizás no se lo agradecemos o lo valoramos. Danos gratitud, agradecimiento, reconocimiento para todos esos servicios y en especial para los más humildes, pero necesarios… Danos, Señor, la actitud, el cariño. Hay ángeles humanos que están echando una gran mano a los que sufren. Pero parece que es preciso que toda la humanidad seamos ángeles de unión y servicio, no diablos de separación y enemistad.

No nos acordábamos de Dios, pero ahora ha surgido esta necesidad y nuestras súplicas son muy abundantes. Enséñanos a orar con el Padre nuestro y con nuestra implicación para que se realice eso que pedimos. Porque Dios no tiene otra manos que las mías. Y vamos a empezar por perdonar las deudas, también las económicas de todo tipo para que vivamos la alegría de que Dios nos perdona.

Cuando pase este virus, va a venir lo más difícil: Los problemas económicos y sobre todo, a ver si somos capaces de ser personas nuevas, solidarias, conscientes de nuestra debilidad y de la necesidad de los demás. Convierte, da la vuelta a nuestros pensamientos y corazones.

No te bajes de la cruz. Y enséñanos a estar ahí, en la cruz. No queramos que se pase y nos bajemos de los problemas sin vivirlos. Que ahí aprendamos a vivir con la cruz, ésta y las demás que nos llegan en la vida.

NO te pido estas cosas. Te pido tu Espíritu y me basta. Estas cosas solamente las comento contigo como con mi mejor amigo.

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Gerardo Villar
Fe Adulta

Imagen Jim Ferringer

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