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Muere Octavio García, represaliado en Tefía (Fuerteventura) durante el Franquismo por su orientación sexual

Miércoles, 22 de agosto de 2018

8fc09e2d-673a-418e-972b-736de972a5f8Parte de nuestra memoria histórica, historia de persecución y sufrimiento… Una razón más para sacar a Franco de su mausoleo del Valle de los Caídos …

Octavio García nació en 1931 en Las Palmas de Gran Canaria, en el seno de una familia humilde.

En 1953, con 22 años, fue detenido tras una denuncia y, sin juicio alguno, por la Ley de Vagos y Maleantes. Los motivos de su condena: ser homosexual, corruptor de menores y por escándalo en la vía pública.

La apertura de la colonia de Tefía, le convirtió en uno de los primeros presos que cumplió condena en ella. El paso por la prisión lo dejó marcado de por vida. Tras su salida se fue de Canarias y sólo hasta hace unos años fue capaz de contar su historia.

Octavio García llegó en 1954 al actual El Castillo (Antigua) a bordo de El Correíllo. “No había ni muelle”, recordaba en 2012 para una entrevista para el Archivo de la Memoria Histórica, en la que colaboró el colectivo LGTB Gama. En el momento de la grabación habían pasado casi 60 años, pero Octavio se acordaba perfectamente de la “humillación” a la que se sometió a los presos que llegaron desde Gran Canaria a cumplir pena en el campo de concentración majorero de Tefía (Puerto del Rosario), en su caso “única y exclusivamente por maricón” según sus propias palabras.

El campo acogía, así, a “parásitos y sujetos indeseables que torpemente dañan la convivencia humana; rufianes y proxenetas; mendigos profesionales; ebrios y toxicómanos habituales y demás personas que con su irregular o anormal conducta fueren merecedores de esta saludable y enérgica sanción social”, categoría en la que se englobaba a los seis gais que pasaron por la granja.

El ahora acogedor albergue era en plena época franquista un aciago edificio donde se sometía a duros trabajos a los reclusos, picando piedra o trabajando en las gavias, “inhóspitas, improductivas”, privados de cuestiones básicas como el propio alimento. “Allí se entraba con 80 kilos y se salía con 45”, explica Víctor Ramírez, investigador y expresidente de Gama, que ha participado en el proyecto de Memoria Histórica de Canarias.

El centro era dirigido con mano de hierro por un excarmelita que instauró un auténtico régimen de terror, peor que un campo de concentración, en palabras de Octavio García. La crueldad de los administradores, sobre todo en la primera época, con este excarmelita al frente del centro, llegaba a extremos de retener los paquetes de comida que enviaban los familiares y entregarlos cuando los víveres estaban ya podridos.

Su trabajo allí consistía en acarrear agua de un pozo, ya que el centro carecía de agua corriente, picar piedra de una cantera de piedra de cal y levantar gavias y muros, todo ello bajo el sol inclemente de la isla y la rigurosa vigilancia de los funcionarios. Cualquier mínimo motivo era suficiente para recibir una paliza.

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Sin embargo, para Octavio García, que se libró de los trabajos forzados por sus conocimientos de la religión católica al ser él mismo un devoto creyente y fue elegido para instruir al resto de presos, lo más doloroso fue que lo acusaran de corrupción de menores y pederastia pasiva. Una terrible y falsa calumnia que ha pesado sobre él toda su vida. “¡Corruptor de menores y escándalo en la vía pública! ¡No he sido ladrón, ni maleante, ni mala persona! El único motivo para ser detenido era ser maricón”, explicó a Víctor Ramírez, que en su documentado artículo Los homosexuales durante el franquismo: vagos, maleantes y peligrosos indica que Octavio enfatiza el insulto, “la palabra que lo ha definido durante toda su vida, la única con la que, al final, se siente identificado”, asegura el investigador.

Octavio pasó 16 meses en la bautizada como granja agrícola penitenciaria, en cumplimiento de la ley de vagos y maleantes, promulgada durante la II República y donde el Franquismo encontró el hueco para incluir a los homosexuales en un período de 12 años, hasta 1966. Por Tefía pasaron unas 90 personas, la mayoría reclusos comunes que se acogían a la reducción de pena (cada día de estancia contaba por dos).

Estos fueron los meses que le tocó vivir al que hoy se ha convertido en un símbolo del movimiento LGTBI y que volvió al centro en 2004, para recibir un homenaje del colectivo majorero Altihay. “Recuerdo que llegó taciturno, como avergonzado y casi escondido en sus gafas y su bufanda”, dice Ramírez, que participó en el encuentro. “Pero pronto se dio cuenta de que estaba entre amigos, de que todos estábamos allí para escuchar su testimonio y recompensarle de alguna manera”, concluye.

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En el año 2009 el Gobierno español aprobó la concesión de indemnizaciones a las personas homosexuales o transexuales que hubieran sido encarceladas durante el franquismo. Octavio García recibió 12.000 euros por sus dieciséis meses de cautiverio.

La Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía cerró por Orden del Ministerio de Justicia de 21 de julio de 1966. La persecución de homosexuales y transexuales se prolongó hasta 1979, cuando se derogó la ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Esta situación impidió que los presos se beneficiaran de las dos amnistías de la transición. Sus historiales policiales tampoco fueron limpiados, por lo que las fichas siguieron reflejando los antecedentes de homosexualidad.

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Ayudó también que el actual albergue no le recordara en nada al lugar en el que él había vivido. “Ahora es un palacio. Antes se dormía con las ventanas abiertas, con aquel viento entrando a todas horas, con una manta picona en aquel colchón, que no era ni colchón”, contaba Octavio en la entrevista para Memoria Histórica. “Los funcionarios creían que humillándonos de esa manera eso se nos iba a quitar. Y eso no se quita, es una cosa nuestra, de nuestro interior”, relata.

Su muerte ha causado un fuerte impacto en la comunidad LGTB canaria y española… Así lo informaba la parlamentaria socialista y también canaria, como Octavio, en su página de Twitter:

Y lo recordaba entrañablemente Uge Sangil, también canaria y presidenta de la FELGTB:

El artista Javi Larrauri quiso contar su historia enTestigos de un tiempo maldito, una muestra con la que pretendía denunciar lo que vivieron, recordar que no sólo por política se sufría en el Franquismo. Dramas como el de Octavio García le conmovieron especialmente. En el documental que elaboró Larrauri con sus testimonios cuenta que algunos de sus compañeros intentaron huir, incapaces de soportar más, en una misión suicida para una isla sitiada. A Octavio García lo detuvieron en Las Palmas y le sometieron al escarnio público que las autoridades había ideado para los que eran como él: tras raparles la cabeza, les subían a un camión y les ‘paseaban’ por los pueblos para que les insultasen sus vecinos.

Ayer le recordaba con cariño:

La disidencia sexual durante el franquismo recibió un crudo castigo. Sin compasión. Una historia invisible, de dolor latente que Octavio García sufrió en primera persona. García se ha convertido en el símbolo tanto para el movimiento de la memoria histórica como para el movimiento LGBT nacional. Desde el colectivo ALTIHAY FUERTEVENTURA han expresado sus condolencias, “Te recordaremos siempre en Tefia aquel día en que lleno de Dignidad, Generosidad y Orgullo te armaste de valor y mencionaste el nombre y los apellidos de todos los que vivieron contigo aquel infierno”. Y el Colectivo Gamá le recordaba con sus propias palabras:

Testigo de un tiempo maldito, Descanse en Paz, Octavio.

Fuente Onda Fuerteventura/Diario de Fuerteventura/Twitter

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