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“El Orgullo del pánico”, por Ramón Martínez

Viernes, 30 de junio de 2017

orgullo_2016Manifestación Orgullo de Madrid 2016

Interesante reflexión que publica en Cáscara Amarga:

Que el señor ministro nos explique cómo trabaja, si trabaja, contra los delitos de odio.

Nuestra memoria solidaria colectiva parece tener en cuenta solo a las víctimas de las violencias que afectan a la población heterosexual, en tanto que las violencias que soportamos lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, si no son silenciadas intencionadamente, son olvidadas con celeridad pasmosa.

Suele ser en torno a estos días cuando en Madrid empezamos a sonreír viendo cómo nuestra ciudad comienza a prepararse para recibir el Orgullo. Banderas que poco a poco adornan balcones y calles, programaciones que -como es tradición- se cierran a última hora, y actividades culturales que dirigen nuestra mirada hacia la celebración reivindicativa de la libertad sexual.

No os perdáis, por cierto, Subversivas, la exposición de FELGTB sobre historia del Movimiento LGTB, en la cuarta planta del Centro Centro, ni el conjunto de muestras que coordina Fefa Vila bajo el título El porvenir de la revuelta: disfrutad de un Orgullo cultural.

Pero este año en el aire madrileño junto a la proximidad del Orgullo se respira, además de un calor insoportable, una cierta inquietud. El listado de atentados hace pensar a mucha gente que para el fanatismo islámico que los reclama nuestro World Pride puede convertirse en un reclamo importante.

Y no deja de parecerme extraño que en la memoria de quienes empiezan a comentarme que quizá no acudan, por miedo, a la manifestación del 1 de julio, pesen más los atropellos colectivos y los sucesos del puente de Londres reivindicados por el DAESH que la masacre en Orlando, de la que ha sido recientemente el triste aniversario y que parece haber sido sepultada en el olvido, quizá porque la motivación era puramente homófoba.

Nuestra memoria solidaria colectiva parece tener en cuenta solo a las víctimas de las violencias que afectan a la población heterosexual, en tanto que las violencias que soportamos lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, si no son silenciadas intencionadamente, son olvidadas con celeridad pasmosa.

Un ejemplo puede ser lo ocurrido este fin de semana en el Orgullo de Murcia, cuando -con dolo o sin dolo- ha quedado claro que la Delegación del Gobierno no tiene el mínimo interés en garantizar nuestra seguridad y ha propiciado, activa o pasivamente, quién sabe, que un grupo de ultraderecha pueda atacarnos libremente.

Lo peor del suceso no es únicamente la violencia en sí misma que hemos de soportar, y que nos debe mover a la solidaridad y hermandad con el colectivo murciano, a través de la asociación No Te Prives.

Lo peor quizá sea que mientras que ciertos desaires sobre corrupción provocan dimisiones e insistentes peticiones de comparecencias de ministros, además de una repercusión informativa sin parangón, en Murcia la irresponsabilidad de la Delegación del Gobierno para con nuestro Orgullo, de la que es responsable el Ministerio del Interior, ha motivado escasas noticias, una petición de dimisión por parte de Ahora Murcia y una pregunta al Gobierno por parte del PSOE.

¿Que “se suelte” a la extrema derecha en medio de un Orgullo no es motivo suficiente para reclamar una comparecencia, al menos para que el señor ministro nos explique cómo trabaja, si trabaja, contra los delitos de odio?

Me inquieta también que en una región como Madrid, donde el Observatorio Madrileño contra la Homofobia registró en 2016 más de trescientas víctimas de incidentes homófobos y que ha superado ya los cien casos en el año corriente, nos inquiete tanto la amenaza terrorista exterior, y no que tenemos tan cerca la violencia que, si bien de menor intensidad, quizá por tan cotidiana nos hemos acostumbrado a soportar.

En la reciente Las brujas de Zugarramurdi de Álex de la Iglesia hay una frase que me gusta recordar: Terele Pávez, bruja malospelos, afirma «a mí no me dan miedo las brujas, a mí me dan miedo los hijos de puta».

Y aunque yo evito emplear expresiones que criminalicen a las mujeres prostituidas y, en todo caso, usaría “hijo de putero”, creo que es un mensaje que hemos de tener en cuenta. A mí no me da miedo el Islam; es una religión que me resulta tan interesante como el Cristianismo o el Judaísmo; es decir, muy poco.

A mí me da miedo el fanatismo que desemboca en el terrorismo y, sobre todo, me da miedo la homofobia, que es una constante entre los integristas de cualquiera de las tres religiones del Libro y, más allá, en gran parte de la población mundial, laicos también.

Dicho esto, espero veros en la manifestación. A pesar de las agresiones en Madrid, a pesar de la amenaza constante de la extrema derecha, a pesar del fanatismo homófobo y fanatismo general que tanto nos asusta, no podemos dejar pasar una oportunidad más para reivindicarnos.

A pesar del miedo y la preocupación, el Orgullo es nuestro y, si como recuerda el dicho “vivir con miedo es como vivir a medias”, precisamente el fin último de nuestra reivindicación es vivir al completo. Que los miedos no nos roben el Orgullo.

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