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19.3.15. San José, una fiesta del padre

Jueves, 19 de marzo de 2015

JESÚS ADOLESCENTE EN EL TALLER DE JOSÉ.-John Everett MillaisDel blog de Xabier Pikaza:

Hoy, 19 III 15, se celebra la fiesta de San José, a quien el NT presenta como esposo de María (cf. Lc 2, 48; Jn 1, 45; 6, 42), ejecutor de la obra de Dios (cf. Mt 1, 18–2, 33; Lc 1, 26–2, 52. La tradición católica ha destacado su importancia como “padre humano” del Hijo de Dios, el mayor de todos los santos, al lado de María, su esposa:

‒ Es Patrono de Padres, sean físicos (hoy es su día), sean putativos (por eso a los que llevan el nombre de José se les llama Pe-Pes, de José PP: Padre Putativo…), sean padres físicos; todos por igual aparecen protegidos por Jesús, en la tradición católica

‒ Es Patrono de Niños sin Padre, pues lo fue del Hijo de Dios, que nació sin protección sobre un mundo de violencias y envidias… como los niños perdidos y abandonados; pero José le recogió (recogió con María al hijo de Dios, reconociendo y cuidando como suyo al hijo de María)

‒ Es Patrono de la Iglesia, familia de Jesús, que él protegió (como declaró el Papa León XIII, hace algo más de un siglo, al destacar su importancia para los cristianos). Es Patrono de “Seminaristas” (de jóvenes que se preparan para hacer el oficio de Jesús), y de monjas (que habitan en la casa de Jesús)… Es Patrono de viudos, pues una tradición dice fue viudo y que acogió a María abandonada, con su Niño, Hijo de Dios…

‒ Se la ha considerado Patrono de la Buena Muerte, pues se supone que murió en manos de Jesús y de María y que así protege en la muerte a quienes le invocan. Se la he hecho Patrono de Trabajadores, carpinteros y obreros: Así aparece el 1 Mayo, un Día llamado de José Operario

Es Patrono de Novios, es decir, de aquellos que buscan mujer buena, pareja para compartir con ella la vida; por eso, la tradición apócrifa le presenta con la Vara del Amor florido en la mano. Es Patrono de maridos turbados (que se piensan engañados por sus mujeres) o de buenos maridos, trabajadores y cariñosos, que se fían de ellas.

A todos buen día y felicidad, en la fiesta de José.

Unos datos bíblicos (Mt 1, 18-25)

Mateo presenta a José como Hijo de David (Mt 1, 20), es decir, como un heredero de las promesas mesiánicas, un hombre «justo» (dikaios) que cumple lo que exige y pide la ley divina (Mt 1, 19). Lógicamente, él tenía que presentarse como trasmisor de las promesas mesiánicas, como alguien capaz de decir a Jesús lo que ha de ser, la forma en que debe comportarse, como portador de la voluntad y de la misión de Dios para su hijo.

Por eso, el ángel le dice que acepte y cuide a María, su esposa (Mt 1, 18-25), y a Jesús, el niño que ha nacido de Dios. Frente al varón dominador que duda de su esposa y la utiliza, frente al hombre que pretende «conquistar» a las mujeres y tomarlas como territorio sometido, se eleva aquí la voz más alta del ángel de Dios pidiendo al varón José que respete a la mujer María, aceptando lo que Dios realiza en ella. En el principio de la historia de la liberación cristiana está la fe de este buen varón José, que se ha dejado cambiar, convirtiéndose de algún modo en cristiano ante María.

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.” Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor (Mt 1, 18-25. cf. Is 7, 4)

– Este evangelio no insiste en el aspecto biológico de la generación de Jesús. Por eso, las confesiones cristianas han podido interpretar esa generación de formas distintas, como indica gran parte de la exégesis protestante: se puede aceptar el mensaje más hondo del texto sin entender la virginidad de un modo biológico. Es más, algunos llegan a afirmar que sólo prescindiendo del motivo biologista puede entenderse de forma radical el mensaje de ruptura y nueva creación humana que el ángel ofreció a José y con él a los nuevos cristianos “rejudaizados”, que tendemos a quedar prendidos en las mallas de una religión genealógica y patriarcalista.

– El texto guarda un silencio reverente y paradójico respecto de María… No dice ninguna palabra sobre su manera de actuar, no se esfuerza por entrar en su intimidad. Esa actitud es lógica: nosotros, miembros de una sociedad patriarcalista, estamos representados por José; y así en José debemos convertirnos. Pero, siendo lógico, ese silencio puede volverse turbador y hace que muchos quieran abrir de nuevo las puertas al mito: es como si la persona histórica de María no contara; es como si Dios pudiera utilizarla en secreto, haciéndola instrumento mudo de su obra.

Desde aquí se entienden las tres explicaciones antiguas sobre los hermanos de Jesús

Hipótesis de Elvidio… de muchos Padres de la Iglesia.

Los hermanos de Jesús eran como él, hijos de José y María. El nacimiento de Jesús por obra del Espíritu Santo se entiende, según eso, en sentido religioso, no físico. Jesús ha nacido en el seno de familia grande, quizá compleja, con los problemas que eso implica. José fue el padre de esa casa grande, un hombre bueno, un padre “espiritual” en el sentido más profundo de ese término. Esa casa grande de José donde nació Jesús, la casa de María, es signo de la casa de Dios, de la Iglesia donde nacen a la vida de la fe los creyentes.

Hipótesis del Proto- evangelio de Santiago, del siglo II.

José habría sido un viudo ya anciano, a quien casaron con María, para protegerla de las malas lenguas. Según eso, los hermanos de Jesús serían hijos de José, viudo al casarse con María. Eso supondría que José cuidó no sólo a sus propios hijos, sino a los de María, una mujer “tocada” (enriquecida) por Dios. Tuvo según eso una gran familia, de hijos propios y “ajenos”, todos hijos suyos. Cuidó al hijo ajeno como a los propios, es ejemplo de padre, en una familia donde hay hijos de diverso padre y madre… como sucede en muchos casos en la actualidad:

Pues bien ¿qué significó para Jesús crecer entre hermanastros?

¿Cómo se distinguían unos de los otros?

Hipótesis de San Jerónimo.

Desde finales del siglo IV, primeros del V se extendió la hipótesis defendida por un defensor exaltado de la virginidad, como era san Jerónimo, monje y biblista que se daba con una piedra en alguna parte del cuando tenía tentaciones (así aparece en mil imágenes de miles de iglesias).
Jerónimo intento demostrar que los hermanos de Jesús eran primos, hijos de un hermano de José o de una hermana de María y para ello hizo diversas conjeturas textuales y legales que muchos han seguido haciendo hasta hoy.

Ésta es la hipótesis que ha seguido en general la Iglesia católica. Tanto José como María habrían hecho voto de castidad… Y de esa forma, en un hogar sin relaciones sexuales, pero con amor intenso, nació el Hijo de Dios, solo entre dos solitarios (María y José), solo, sin hermanos, familia propia.

José, padre de una familia compleja

Sea cual fuere la solución “externa” que se tome, José aparece en el Evangelio como padre de una familia llena de tensiones,cargada de riquezas, pero también de dificultades.

1) Pudo tener muchos hijos, entre ellos a Jesús, y los educó para la vida, para la esperanza… Es muy posible que en su casa hubiera espacio para otros niños: primos o sobrinos. Era hombre de familia abierta.

2) La familia de los “hijos de José” fue probablemente una “familia de cruces”, de acogida de hermanos y primos, de sobrinos y niños quizá abandonados…No es la familia de idilio de papá, mamá y niño bonísimo, limpio y cuidado… sino la familia abierto, donde siempre hay espacio para uno más.

3) Por eso es bueno recordar hoy a Jesús, signo especial de Dios Padre, heredero de la tradición de José, que acoge a todos, sin distinción de origen legal o no legal, físico o putativo… Un Dios de todos y para todos… se expresa en José, a quien hoy podemos venerar como padre de hijos propios y ajenos, creando familia, con María… Una familia en la que pudo crecer Jesús, familia de cruces donde todos eran acogidos-

Por eso es bueno recordar a José como padre, al lado de María, Madre.

Se dice que estamos en un tiempo de crisis del “padre”, una crisis que tiene razones coyunturales, culturales y sociales. Pues bien, éste es un tiempo bueno para reflexionar sobre ello, retomando la figura de San José, el «padre del Hijo de Dios», como vengo diciendo.

En el principio de todo amor humano están los padres, que no son ya simples engendradores, como en los animales, sino verdaderos creadores, pues ellos acogen al niño con amor y le educan con su cuidado y palabra, a lo largo de los largos años de “gestación extrauterina”. La verdadera paternidad humana no es la de tipo biológico, que puede ser efecto de una relación momentánea o de un banco de semen masculino. Auténtico padre es quien acoge y educa al niño en el amor y palabra. La verdadera maternidad no es tampoco la meramente física, pues en ese plano se podría acudir a una madre de alquiler y, quizá, algún día, a una máquina compleja que sirva de útero para la gestación del semen fecundado, como había imaginado ya hace tiempo A. Huxley, Un mundo feliz (1932).

Ciertamente, parece que los meses de gestación en el útero materno establecen un tipo de relaciones especiales (¿de amor?) entre la madre y el embrión, de manera que resulta difícil prescindir de una “gestación natural” de los niños. Pero, estrictamente hablando, no se puede descartar, por principio, la posibilidad de que se fabriquen un día úteros mecánicos, como incubadoras muy avanzadas donde se deposita el semen fecundado, para que se despliegue hasta el momento de su nacimiento. Sea como fuere, la maternidad más honda no está ligada ya ni al vientre (puede haber, como he dicho un vientre externo), ni a los pechos de la madre física (muchos niños se alimentan ya desde ahora sin leche materna), como sabía ya Jesús (cf. Lc 11, 27-28).

La maternidad auténtica se sitúa en el nivel de la acogida personal, del cuidado y la palabra, que van acompañando y suscitando al niño a lo largo de sus primeros años. También la paternidad (¡sobre todo la paternidad!) debe situarse en el plano de la palabra y del cuidado, de la fe y de la entrega personal al servicio de la nueva vida, en comunión con la madre. Aquí entra José, el esposo de la “madre de Dios” (el padre del Hijo de Dios).

Dios, un tema de padre (y de madre).

Desde ese fondo puede reinterpretarse la visión del evangelio, que ha puesto de relieve la paternidad/maternidad estrictamente humana no sólo de los padres biológicos, sino del conjunto de la comunidad, que debe acoger en amor y palabra a los niños. Jesús vivió en un tiempo de crisis de padre; eran muchos los niños abandonados, en la calle; pues bien, ellos han de ser, conforme al evangelio, los primeros destinatarios del amor cristiano (cf. Mc 9, 32-37; 10, 13-16). En ese contexto podemos aludir al Dios padre-madre como experiencia de gratuidad y palabra creadora, en un gesto social abierto hacia los marginados, es decir, hacia aquellos que, en general, en aquel tiempo carecían de un padre legal que les reconociera. En este contexto de ausencia, Jesús presenta a Dios como auténtico padre-madre: como aquel que regala a los hombres la vida y les acompaña, en un proceso de engendramiento gratuito y gozoso.

Lógicamente, el tema religioso de la visión paterna de Dios resulta inseparable del gesto social (eclesial) del evangelio como ofrenda de vida para aquellos que están necesitados, es decir, de Dios como Padre de todos. Por eso, según el evangelio, ya no basta el signo natural de las religiones antiguas, que presentan a Dios como Gran Madre, útero vital del que nacemos y al que retornamos por la muerte. Este símbolo tiene un gran poder de evocación, pues la madre nos precede, como expresión del proceso total de la vida de la que procedemos. Pero, al llegar al nivel humano, esa vida en cuanto tal resulta insuficiente: no basta engendras, no basta la madre natural. Es necesario un tipo de acogida y educación especial, del padre y de la madre, una educación que se extiende hacia los niños abandonados, que son también hijos de Dios.

Los animales no tienen padre ni madre

Los animales no tienen madre, sino engendradora. Los hombres, en cambio, tienen madre: no han nacido, sin más, de la tierra, o de la potencia generadora (física) de la naturaleza, sino de una persona, que les ha acogido y educado, que les ha querido y situado dentro de la historia (de su propia historia). El paso de engendradora a madre está al principio del proceso de humanización y constituye uno de los elementos fundamentales de la historia cultural (religiosa) de la humanidad.

Los animales no tienen padre, sino engendrador. Los hombres, en cambio, tienen padre.No es bueno que el niño tenga sólo madre; no es bueno que la divinidad sea sólo materna. Es mejor que haya padre-madre, que el niño nazca de un amor dual, de tal manera que no pueda refugiarse sólo en la madre (como si ella fuera toda para él), sino que surja de un amor doble, de dos personas que se aman. Es bueno que el niño nazca de una sociedad de amor.

Los seres humanos necesitan madre y padre

Siguiendo en esa línea, podemos añadir que una visión puramente materna de la realidad (de la fecundidad humana), entendida en clave biológico y/o exclusivista, no sólo es limitada en plano religioso, sino que antropológicamente falsa. La historia humana no procede (no se expresa ni expande) de manera unívoca (sólo materna o paterna), ni actúa de una forma inconsciente, divinizando, sin más a una potencia engendradora (madre). Ella actúa y se expresa, más bien, a través de un diálogo o encuentro personal entre madre y padre, mujer y varón, en proceso cultural de enriquecimiento (de alianza personal) que se extiende al conjunto social, entendido como espacio de acogida y crecimiento de los niños.

Así se vinculan madre, padre y sociedad. En tiempos antiguos pudo pensarse que sólo la madre engendra, el varón era secundario. Los nuevos tiempos han supuesto que sólo el varón crea, pues la madre es receptiva. Hoy sabemos que es preciso el amor dual, del padre y de la madre: ellos, en su mutuo amor, asumido y desplegado en libertad, hacen posible el surgimiento de los hijos. Hoy sabemos que resulta necesario el amor y la acogida del conjunto social para que los niños puedan crecer de forma humana.

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