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Escribas: Puestos de honor y la pobre viuda.

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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53225_n_19-08-12-0-15-50Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01. RUPTURA ENTRE EL EVANGELIO Y LOS ESCRIBAS.

Las dos pobres viudas: la de Sarepta, que da el poco pan que tenía para ella y su hijo, y la viuda que echa en el templo veinte céntimos, también todo lo que tenía para vivir, suponen la ruptura definitiva entre Jesús, el evangelio de Jesús con el fariseísmo y con los escribas. Guardaos, cuidaos de los escribas, que eran los intérpretes de la ley y se sentían muy cercanos a los fariseos.

La contraposición es radical y queda significada en los escribas frente a la pobre viuda.

02. ESCRIBAS Y FARISEOS

Los escribas y fariseos eran gente de poder, que se consideraban no solamente con derecho, sino con obligación de ser inflexibles y duros en el mantenimiento de los dogmas, normas, ritos y dignidades. (Más o menos como los cardenales y obispos que hoy se oponen a una interpretación benévola de la ley que promueve el papa Francisco respecto de la pastoral de los divorciados, homosexuales y, en general se oponen a la bondad y misericordia de Francisco.

Los poderosos dicen cosas incluso hasta justas, pero no las hacen. Los escribas, hombres de leyes defienden la ley, la norma, la doctrina fosilizada, pero el ser humano les importa poco. (Es curioso cómo los abogados no trabajan para la verdad, sino para su cliente, que les paga).
Los escribas y prepotentes aman los primeros puestos de las sinagogas, de las catedrales, de los parlamentos, etc. Nos gustaría pisar alfombras rojas de festivales de cine o de aeropuertos, o de pasarelas; gusta pasar por las alfombras en las iglesias, etc. A nuestro “ego” le gusta figurar, que nos saluden, que reconozcan nuestra labor, que nos inviten, etc.

La religión, los entramados religiosos: puestos, cargos, vestimentas, honores y dignidades, las leyes y ritos son el tranquilizante y la seguridad de los poderosos, también en la Iglesia.

El cristianismo, por contraposición, es bondad y misericordia.
Los dirigentes de la Iglesia han de ser servidores de la comunidad, si olvidan esto, son un peligro; y lo hacen con frecuencia.

03. VIUDAS

Si la mujer era poco y mal considerada en el mundo bíblico, la viuda todavía era más despreciada. Quedaba sin bienes e incluso había de volver a su familia de origen. Las viudas eran personas sin cargo ni poder. Lo único que tenían era dignidad y generosidad, tenían humanidad y buen corazón.

Las pobres viudas dan en limosna lo que tenían para vivir. Es como la prefiguración de Jesús, que da su vida por la humanidad.

El gesto de las dos viudas, nos descubre el corazón del cristianismo: un abandono y confianza en Dios, una gratuidad plena, amor solidario, generosidad. Aquellas mujeres no tienen poder alguno, ni cargos, ni poseen “dignidad eclesiástica” alguna, lo único que tiene es un corazón bueno, pero esto sirve de poco en las instituciones de poder.

El centro de la Iglesia no es el poder ni los poderosos, sino el pueblo creyente, la fe y el buen corazón de los sencillos y misericordiosos.

04. JESÚS LLAMA A SUS DISCÍPULOS.

im11025monedasJesús llama a sus discípulos (vocación, ministerio en la iglesia) por la importancia del sencillo hecho que acaban de presenciar: una pobre mujer que echa en el cepillo dos reales. Pero para Jesús y para el cristiano es algo muy importante.

La actitud de esta mujer está en abierta oposición al comportamiento de los jefes del pueblo y de la iglesia. Los jefes dicen cosas que puede que sean verdad, pero no hacen. Aquella pobre viuda no dice nada, pero es generosa, da.

Estamos llamados a la misericordia, a la compasión y a la bondad.

Es muy humano muy cristiano atender a los débiles: a las viudas, los huérfanos y los extranjeros: emigrantes, enfermos, etc.

Sentir compasión por los débiles es algo muy noble, que nos hace bien a nosotros mismos. Mala señal es decir que “no es trigo limpio” ante 20 o 50 cadáveres en alguna playa del Mediterráneo. Si no sentimos lástima y misericordia, ¿en qué raza de Iglesia se ha convertido esto?

05. CUANDO HAY ENCONTRONAZOS EN LA IGLESIA.

El talante y la actitud de los escribas y fariseos no se extinguirán nunca, ni tan siquiera en la Iglesia. De hecho vemos y padecemos posturas prepotentes y altivas. Los que son tenidos por jefes del mundo, lo dominan y tiranizan… Entre vosotros no ha de ser así…

Vemos en la Iglesia posturas déspotas que se enfrentan a Francisco o rigen las iglesias con caciquismo.

Cuando las cosas están o se presentan así, pensemos que nuestro maestro es JesuCristo y los modelos son estas pobres viudas que dan lo que tenían para vivir, o el buen samaritano, o el publicano que pedía perdón allá debajo del coro de la parroquia, o la mujer adúltera. Todo menos prepotencias personales, doctrinales farisaicas.

06. ALGUNAS EVOCACIONES.

La Palabra de hoy tiene evocaciones, llamadas:

o RESPETO Y RECONOCIMIENTO HACIA LOS HUMILDES: viudas, huérfanos y emigrantes, pobres, enfermos, etc. No despreciemos nunca a los débiles, a los ignorantes, a los emigrantes, a los niños, no critiquemos nunca a un mendigo, a un drogadicto, a un “maldito” de la sociedad. Cuando nos encontramos con personas en esas situaciones, es cuando más respeto hay que tener hacia el ser humano.

o LA GENEROSIDAD COMO ACTITUD DE VIDA.

iglesia-pobres_270x250La generosidad en la limosna, en la dedicación del tiempo y de las cualidades (los talentos), además de hacer bien, son un buen antídoto contra la neurosis ególatra del capitalismo-consumista y contra el fanatismo ultraortodoxo en algunos esquemas religiosos: dogmático, litúrgico, derecho, moral. Demos lo que somos y tenemos, no de lo que nos sobra.
El cristiano sabe que ayudar es también comprometerse políticamente por la justicia y por la paz.

Los textos de hoy evocan la multiplicación de los panes, que es una variante de la Eucaristía. Si “decimos Misa” es porque queremos celebrar la Eucaristía y celebrar la Eucaristía es amasar un pan para los demás.

AGRADECIMIENTO a las personas y a los gestos sencillos. Gracias por la sencillez del papa Francisco, por los pobres catequistas africanos, por los voluntarios que prestan ayuda, por las personas que ayudan en las tareas parroquiales.

SEAMOS HUMILDES Y GENEROSOS EN LA VIDA.

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“El sufrimiento ha de ser tomado en serio”. 10 Tiempo ordinario – C (Lucas 7,11-17)

Domingo, 5 de junio de 2016
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10-TO-300x286Jesús llega a Naín cuando en la pequeña aldea se está viviendo un hecho muy triste. Jesús viene del camino, acompañado de sus discípulos y de un gran gentío. De la aldea sale un cortejo fúnebre camino del cementerio. Una madre viuda, acompañada por sus vecinos, lleva a enterrar a su único hijo.

En pocas palabras, Lucas nos ha descrito la trágica situación de la mujer. Es una viuda, sin esposo que la cuide y proteja en aquella sociedad controlada por los varones. Le quedaba solo un hijo, pero también este acaba de morir. La mujer no dice nada. Solo llora su dolor. ¿Qué será de ella?

El encuentro ha sido inesperado. Jesús venía a anunciar también en Naín la Buena Noticia de Dios. ¿Cuál será su reacción? Según el relato, «el Señor la miró, se conmovió y le dijo: No llores». Es difícil describir mejor al Profeta de la compasión de Dios.

No conoce a la mujer, pero la mira detenidamente. Capta su dolor y soledad, y se conmueve hasta las entrañas. El abatimiento de aquella mujer le llega hasta dentro. Su reacción es inmediata: «No llores». Jesús no puede ver a nadie llorando. Necesita intervenir.

No lo piensa dos veces. Se acerca al féretro, detiene el entierro y dice al muerto: «Muchacho, a ti te lo digo, levántate». Cuando el joven se reincorpora y comienza a hablar, Jesús «lo entrega a su madre» para que deje de llorar. De nuevo están juntos. La madre ya no estará sola.

Todo parece sencillo. El relato no insiste en el aspecto prodigioso de lo que acaba de hacer Jesús. Invita a sus lectores a que vean en él la revelación de Dios como Misterio de compasión y Fuerza de vida, capaz de salvar incluso de la muerte. Es la compasión de Dios la que hace a Jesús tan sensible al sufrimiento de la gente.

En la Iglesia hemos de recuperar cuanto antes la compasión como el estilo de vida propio de los seguidores de Jesús. La hemos de rescatar de una concepción sentimental y moralizante que la ha desprestigiado. La compasión que exige justicia es el gran mandato de Jesús: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

Esta compasión es hoy más necesaria que nunca. Desde los centros de poder, todo se tiene en cuenta antes que el sufrimiento de las víctimas. Se funciona como si no hubiera dolientes ni perdedores. Desde las comunidades de Jesús se tiene que escuchar un grito de indignación absoluta: el sufrimiento de los inocentes ha de ser tomado en serio; no puede ser aceptado socialmente como algo normal pues es inaceptable para Dios. Él no quiere ver a nadie llorando.

José Antonio Pagola

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“¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!”. Domingo 5 de junio de 2016 10º Domingo ordinario

Domingo, 5 de junio de 2016
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432933494_640Leído en Koinonia:

1Reyes 17, 17-24: Mira, tu hijo está vivo.
Salmo responsorial: 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Gálatas 1, 11-19: Reveló a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles.
Lucas 7, 11-17: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

La historia de la viuda de Sarepta y del profeta Elías, según la primera lectura, marcará profundamente la fe de Israel. La generosidad de una mujer, que comparte desde su pobreza lo poco que tiene, conmueve al profeta Elías y al mismo corazón de Dios, hasta el punto de compensarla con el regalo de la vida. Elías por su parte, es recordado como un gran profeta y, como vemos, su misión va más allá de las fronteras del judaísmo. Muchos creyeron que Juan Bautista, e incluso Jesús, eran el nuevo Elías. La historia de este milagro nos invita a confiar profundamente en Dios, pues la confianza traducida en fe posibilitará siempre el cumplimiento de las promesas.

El texto de Gálatas nos advierte que la Buena Nueva anunciada por Pablo viene del propio Jesús. Pablo reconoce sus errores cuando fue perseguidor de la Iglesia cristiana primitiva, pero también agradece el favor de Dios al revelarle a su Hijo Jesús para el anuncio del evangelio en medio de los gentiles. La misión se abre a nuevas fronteras, no hay excusas para seguir cerrados creyendo que la salvación es propiedad exclusiva de los judíos. Jesús insiste en abrir el Reino más allá de las fronteras del judaísmo.

El evangelio de Lucas nos narra hoy un milagro de resurrección por parte de Jesús. Naín era, y continúa siendo, una pequeña aldea cerca de Nazaret. Jesús iba con sus discípulos cuando se cruzaron con el entierro del hijo único de una viuda. Las viudas, según la tradición bíblica, eran vulnerables, y más aún si no tenían en la familia un hijo varón que les garantizara seguridad y dignidad. Sólo el hombre garantizaba para ellas un status dentro de la sociedad, pues eran consideradas de alguna manera «objetos de propiedad», primero del padre y luego de su marido. Eran valoradas especialmente por su condición de procreadoras. La viuda de Naín está pasando por una segunda dura prueba, porque la pérdida de su hijo suponía además la pérdida de dignidad y consideración en la sociedad donde vivía. El llanto de la viuda es el grito silencioso de una mujer que siente no sólo pérdida de su hijo sino también su destino de vulnerabilidad, exclusión y desigualdad. Es el llanto que denuncia el machismo y la discriminación social.

Jesús se conmueve por la suerte de esta mujer, se solidariza, la mira y la toma en cuenta, le pide que no llore, se acerca al féretro… y ordena al muchacho difunto que se levante. Finalmente, Jesús coloca al muchacho con vida en brazos de su madre. Jesús transgrede de nuevo las reglas excluyentes de aquella sociedad, devolviendo la vida y la dignidad a la mujer. Leer más…

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Dom 5.6.16. Viuda de Naim, el centro de la Iglesia

Domingo, 5 de junio de 2016
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lc71117Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 10 tiempo ordinario, ciclo c. Hoy evoca la liturgia el tema de las viudas, con el relato de Elías (1 Rey 17) y el evangelio de Naím (Lc 7, 11-17). Éste es un motivo poderoso:

El cristianismo se edifica sobre el cuidado de los viudas (con los huérfanos, extranjeros y pobres…), no sobre el cargo o jerarquía de un tipo de ministros ordenados, varones de los que traté ayer.

Los ministros de la Iglesia son necesarios, pero ellos vienen en un segundo lugar. El centro y misterio de la Comunidad de Jesús lo formas los huérfanos y viudas, como muestra este relato del milagro de Naim.

1. Asumiendo una fuerte tradición de Israel (ayuda a huérfanos, viudas y extranjeros), Jesús ha insistido en la importancia de las viudas, es decir, de las mujeres sin protección legal o económica. Como dirá su hermano Santiago, la religión pura consiste en ayudar a las viudas, es decir, en crear un mundo donde las mujeres excluidas puedan ser valoradas, tengan dignidad (Sant 1, 27). Ellas han de ser el principio y cimiento de la Iglesia (como lo sigue sabiendo de alguna forma la tradición de Pablo en 2 Tim 5).

2. Hoy, como en tiempo de Jesús, estamos cayendo en el riesgo de construir un mundo de viudas, es decir, de mujeres abandonadas y utilizadas, sin concederles más iniciativa que la de asistir al entierro de sus hijos (sin nadie que las defienda). Es como si hubiéramos pensado que ya no hay remedio para mujeres como esta viuda, mujeres condenadas a la soledad o la opresión, que no pueden tomar las riendas de la vida porque no les dejan.

3. La estrategia de Jesús no consiste en ayudar sólo a la viuda, sino en «levantar» a su hijo, no dejando que le entierren, para dárselo de nuevo a la madre, diciendo (implícitamente) a todos que ofrezcan un espacio de vida para viudas y extranjeros, para huérfanos y enfermos. Ésta es la primera «iglesia» de Jesús, una viuda con su hijo, allá a las afueras de Naim; éste es el verdadero sacerdocio de su nueva religión (Sant 1, 27: Ayudar a huérfanos y viudas).

4. Esa estrategia de Jesús no es de tipo asistencial, sino liberador. No ayuda pasivamente a la viuda, dejándola sometida (en una casa de encerramiento), sino que le da a su hijo, para que ambos inicien un camino nuevo, activo, comprometido, en el seno de la comunidad.

5. La Iglesia actual, si quiere ser fiel a la inspiración y primera acción de Jesús, tendrá que asumir la defensa y promoción de las viudas, es decir, de las mujeres “sin fortuna”, utilizadas, solas, manejadas. Es buena la solución de Jesús (que el hijo ayude a su madre viuda), pero otras soluciones y caminos que deberán ser asumidos y desarrollados en nuestro tiempo, poniendo de relieve la creatividad de las mismas viudas. Dejar el entierro, iniciar la vida, de un modo distinto. Esa será la tarea.

6. Retomar el camino de la Iglesia desde las viudas, es decir, desde las mujeres que parecen condenadas a la soledad y al llanto, ha sido y sigue siendo la primera tarea de la Iglesia. No es que la Iglesia (o sociedad) les tenga que ayudar a ellas. Serán ellas las que levanten la Iglesia, ellas, las más importantes, las iniciadoras de una nueva comunión humana, desde su conocimiento sufrido, desde su esperanza.

Desde ese fondo quiero recoger algunos rasgos de estas dos historias de viudas, la de Elías y la de Jesús. Los lectores tienen la palabra y verán en estas historias muchas cosas más, que y aquí no he destacado.

1. ELÍAS Y LA VIUDA DE SAREPTA

Unido a Eliseo, su discípulo, Elías aparece como profeta de juicio (ordalía del Carmelo, revelación en el Horeb, monte de Dios: cf. 1 Rey 18-19) y como carismático, capaz de realizar milagros a favor de los enfermos y excluidos de la sociedad, incluso más allá de las fronteras de Israel, como cuentan sus historias, y las de Eliseo su discípulo (cf. 1 Rey 17-21 y 2 Rey 1-8). Éstas y otras narraciones sobre Elías y Eliseo circulaban en tiempo de Jesús y alimentaban la imaginación y la esperanza de muchos judíos piadosos. Por eso, tenemos que recordarlas.

Le fue dirigida la palabra de Yahvé a Elías diciendo: «Levántate y vete a Sarepta de Sidón y quédate allí, pues he ordenado a una mujer viuda de allí que te dé de comer»… Después de estas cosas, el hijo de la dueña de la casa cayó enfermo, y la enfermedad fue tan recia que se quedó sin aliento. Entonces ella dijo a Elías: «¿Qué hay entre tú y yo, hombre de Dios? ¿Es que has venido a mí para recordar mis faltas y hacer morir a mi hijo?».

Elías respondió: «Dame tu hijo». Él lo tomó de su regazo y subió a la habitación de arriba donde él vivía, y lo acostó en su lecho. Después clamó a Yahvé diciendo: «Yahvé, Dios mío, ¿es que también vas a hacer mal a la viuda en cuya casa me hospedo, haciendo morir a su hijo?». Se tendió tres veces sobre el niño, invocó a Yahvé y dijo: «Yahvé, Dios mío, que vuelva, por favor, el alma de este niño dentro de él». Yahvé escucho la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él y revivió. Tomó Elías al niño, lo bajó de la habitación de arriba de la casa y se lo dio a su madre. Dijo Elías: «Mira, tu hijo vive»… (1 Rey 17, 9-23).

Perseguido en Israel (quieren matarle), Elías se refugia en una ciudad de Fenicia, en tiempo de hambre y pide la ayuda de una pobre viuda pagana, que le acoge y alimenta… Más tarde, cuando ha pasado el hambre, el hijo de la viuda muere y Elías se lo “resucita”.

Ésta es, sin duda, una historia popular, que recoge y reelabora recuerdos antiguos en los que se evocaba la figura de Elías no sólo como profeta de Israel (en línea política dura, en contra de sus reyes, Ajab y Jezabel), sino como hombre de Dios y sanador, por encima de las fronteras de Israel.
Al Dios de Elías no le importa ya el triunfo del yahvismo, ni la pureza religiosa de Israel (como en los textos de la tradición más dura de 1 Rey18), sino la vida de los hombres y mujeres, y en especial la de las viudas y los huérfanos, dentro o fuera de las fronteras de la nación escogida.

La viuda de Sarepta no es yahvista, ni Elías quiere “convertirla”, y sin embargo ambos se ayudan, en un gesto de fuerte generosidad que incluye tres motivos principales:

‒ En la base está la generosidad» de la viuda pagana, que concede al profeta un comida que ella y su hijo habrían necesitado.

‒ En el centro hay un «milagro de abundancia» del profeta, a favor de la viuda y de su hijo: “el cántaro de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará…”. No te harás pobre por dar de lo que tienes.
‒ Hay, finalmente, «un milagro de vida»: que el hijo de la viuda extranjeros pueda vivir, viva, como signo de bendición y presencia de Dios, precisamente en el momento en que va a comenzar el juicio del Carmelo (1 Rey 18)

Elías aparece así como defensor del más duro yahvismo, pero viene a mostrarse en otro sentido como defensor de viudas y necesitados. En ese contexto se sitúan sus milagros (multiplicar la comida, resucitar a los muertos…), fundados en la fe de una mujer extranjera, que es capaz de dar al profeta lo que ella tiene (para sí y para su hijo). Esta fe y generosidad de la mujer (que no es israelita) ofrece uno de los signos religiosos y humanos más profundos de la Biblia Judía.

2. JESÚS Y LA VIUDA DE NAIM

Es evidente que Jesús se ha situado en la línea de Elías. (a) Por un lado él quiso recrear la experiencia israelita de Dios, a quien invoca como Padre. (b) Por otro lado ha sido profeta de los pobres y enfermos, de las viudas y de los hambrientos, un hombre del pueblo. Desde ese fondo ha de entenderse este relato capital de Lucas::

Evangelio: Lucas 7, 11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: “No llores.”

Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: “¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!”. El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: “Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.” La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

1. Milagro típico. Posiblemente, este pasaje no es histórico en el sentido material (externo) de ese término, aunque es difícil asegurarlo. La mención de Naim (no justificada por ninguna otra causa) puede referirse al recuerdo de algún gesto sanador de Jesús en aquella aldea, cerca del Tabor.

2. Fondo histórico. Dejando a un lado el carácter literal del milagro (descrito en forma solemne y ejemplar), el gesto recoge la mejor tradición de Jesús que se ha ocupado de un modo especial de los “marginales” de la sociedad y de un modo especial de las viudas. Para él, igual que para su “hermano” Santiago, la religión verdadera consiste en asistir a las viudas en su tribulación (Sant 1, 27).

3. Jesús rompe el tabú de la muerte: Toca el féretro, grita al muerto y le dice que se levante. Ésta es la palabra clave de Jesús: Que el hijo de la viuda se levante... que retome su camino. Jesús no tiene miedo de la impureza de la muerte, sino todo lo contrario; quiere luchar y lucha en contra de ella, a favor de la vida (del Reino de la resurrección). Jesús quiere detener y detiene la procesión de entierro del hijo de la viuda, para que viva el hijo, para que se alegre la viuda, para que todos puedan invertir el gran camino de muerte en que hemos convertido nuestra existencia en el mundo.

4. Los asistentes reacciones diciendo que un Gran Profeta ha surgido en el pueblo… evocando la figura de Elías. Jesús no aparece aquí con rasgos cristológicos posteriores, ni como Mesías, ni como Hijo de Dios… sino simplemente como profeta, pero como profeta grande, en la línea de Elías.

5. Éste es, como he dicho, un milagro para la viuda (no directamente para el muchacho muerto). Jesús quiere que la viuda pueda vivir, que tenga alguien que le acompañe. Por eso el texto termina diciendo que Jesús entregó el muchacho a su madre. Son ellos los que tienen que terminar la historia.

CONCLUSIÓN. IGLESIA DE VIUDAS, IGLESIA PARA LAS VIUDAS

a. Las viudas son un signo de todos los necesitados, en especial de las mujeres abandonadas y oprimidas, maltratadas y excluidas, en un mundo que sigue estando dominado por principios de tipo patriarcalista, en línea de poder y de dinero.

b. Estas viudas forman (con los huérfanos y extranjeros, con los hambrientos y sedientos, los desnudos y encarcelados…) el principio y centro de la Iglesia. El hecho de que haya mujeres-sacerdotes resulta al fin secundario, lo mismo que la existencia de nuestro tipo de obispos o presbíteros. El corazón de la Iglesia lo forman las viudas (con los pobres y enfermos). Ellas son los primeros “sacerdotes” de la Iglesia.

c. Ayudar a las viudas (es decir, crear un mundo donde puedan vivir los pobres y las viudas, los huérfanos y enfermos, los extranjeros y encarcelados) constituye un elemento esencial de la vida de la Iglesia, como indican las obras de misericordia de Mt 25, 31-46.

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“Tres formas muy distintas de resucitar a un muerto”. Domingo 10º del Tiempo Ordinario. Ciclo C

Domingo, 5 de junio de 2016
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elijah-raising-dead-595x360Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

El relato del evangelio que leemos este domingo, la resurrección del hijo de la viuda de Naín, recuerda otros milagros parecidos: la resurrección de la hija de Jairo y la de Lázaro. Con esta última, el evangelista Juan nos enseña que Jesús es la resurrección y la vida, y aunque Lázaro, o cualquiera de nosotros, muera, vivirá gracias a Él.

            Lucas, en este relato que solo se encuentra en su evangelio, no enfoca el tema del mismo modo. Lo que pretende demostrar es el enorme poder y bondad de Jesús, comparándolo con los dos mayores realizadores de milagros del Antiguo Testamento: Elías y Eliseo. De este modo deja claro que está perfectamente justificado creer en Jesús y aceptarlo como salvador.

Primera forma: con oración y esfuerzo: Elías (1 Reyes, 17,17-24).

El profeta Elías predijo un período largo de sequía, y él mismo tuvo que pagar las consecuencias, debiendo desplazarse a la costa de Fenicia, a Sidón. Allí lo acogió una viuda que tenía un solo hijo. Al cabo de un tiempo, ocurrió lo siguiente.

                    17Más tarde cayó enfermo el hijo de la dueña de la casa; la enfermedad fue tan grave, que murió. 18Entonces la mujer dijo a Elías:

            – ¡No quiero nada contigo, profeta! ¿Has venido a mi casa a recordar mis culpas y matarme a mi hijo?

            19Elías respondió:

            -Dame a tu hijo.

            Y tomándolo de su regazo, se lo llevó a la habitación de arriba, donde él dormía, y lo acostó en la cama. 20Después clamó al Señor:

            -Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me hospeda en su casa la vas a castigar haciéndole morir al hijo?

            21Luego se echó tres veces sobre el niño, clamando al Señor:

            – ¡Señor, Dios mío, que resucite este niño!

            22El Señor escuchó la súplica de Elías, volvió la vida al niño y resucitó. 23Elías tomó al niño, lo bajó de la habitación y se lo entregó a la madre, diciéndole:

            -Aquí tienes a tu hijo vivo.

            24La mujer dijo a Elías:

            – ¡Ahora reconozco que eres un profeta y que la palabra del Señor que tú pronuncias se cumple!

            El relato pretende subrayar el poder de Elías, capaz de conseguir que Dios resucite a un niño. La historia tuvo tanto éxito que poco después se contó algo muy parecido del discípulo de Elías, Eliseo. Este segundo milagro no tuvo lugar en el extranjero, en Fenicia, sino en territorio de Israel, en Sunén, a dos kilómetros de Naín. Habría sido mucho mejor elegir este texto para compararlo con el evangelio, pero no vale la pena quejarse de los liturgistas.

resurrecci_n_hijo_viuda_de_na_m-_iglesia_greco_cat_lica_rumanaSegunda forma: sin oración, pero con compasión: Jesús (Lucas 7,11-17).

                11A continuación se dirigió a una ciudad llamada Naín, acompañado de los discípulos y de una gran multitud. 12Justo cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a un muerto, hijo único de una viuda; la acompañaba un grupo considerable de vecinos. 13Al verla, sintió compasión y le dijo:

            ―No llores.

                    14Se acercó, tocó el féretro, y los portadores se detuvieron. Entonces dijo:

            ―Muchacho, contigo hablo, levántate.

                    15El muerto se incorporó y empezó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre. 16Todos quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios diciendo:

            ―Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios se ha ocupado de su pueblo. 17La noticia de lo que había hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea.

Comparando el relato de Lucas con la primera lectura se advierten importantes diferencias.

            Actitud de la madre

En el caso de Elías, se queja y protesta.

            En el caso de Jesús, no dice nada, cosa lógica porque no lo conoce ni ha convivido con él.

            Acciones del protagonista

Elías toma al niño, lo sube a la habitación de arriba, lo acuesta en la cama, clama al Señor, se echa tres veces sobre el niño, entrega al niño a su madre.

            Jesús siente compasión, detiene el féretro, ordena al muchacho que se levante.

            Lo más llamativo es que Jesús no ora, no tiene que pedir a Dios que resucite al niño, tiene el poder de resucitarlo. En cuanto al tema de la compasión, es muy importante cuando se compara con la actitud de Eliseo (el episodio que no leemos).

            Lugar del milagro

            Elías lo realiza en la habitación de arriba, y lo mismo ocurre en el caso de Eliseo. Se trata de algo secreto, de lo que solo son testigos Dios y el profeta.

            Lucas presenta el milagro de Jesús como algo público, presenciado por numerosas personas. Jesús llega a Naín acompañado de los discípulos y de una gran multitud. En dirección contraria otro grupo numeroso: a la madre la acompañaba un grupo considerable de vecinos.

            El poder de Jesús contará con numerosos testigos.

            Reacción de la gente

            La viuda de Eliseo termina confesando: ¡Ahora reconozco que eres un profeta y que la palabra del Señor que tú pronuncias se cumple!

            De modo parecido, la multitud que presencia el milagro de Jesús exclama: Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios se ha ocupado de su pueblo.

Tercera forma: revelando a su Hijo: Dios Padre (Gálatas 1,11-19)

            La segunda lectura carece de relación con la primera y el evangelio. No habla de un muerto, sino de una persona repleta de energía, Pablo, que la gasta en perseguir violentamente a la iglesia. En este sentido podemos decir que también él está muerto. Y quien lo resucita es Dios Padre, revelándole a su Hijo, Jesús. Estamos acostumbrados a relacionar esta “resurrección” con la famosa caída del caballo que cuenta Lucas en los Hechos de los Apóstoles. Pablo, en la carta a los Gálatas, no da detalles de ese tipo. Se limita a lo esencial: su experiencia de haber descubierto quién es realmente Jesús.

                    11Os hago saber, hermanos, que el evangelio que os anuncié no es de origen humano; 12pues yo no lo recibí ni aprendí de un hombre, sino que me lo reveló Jesucristo. 13Habéis oído hablar de mi conducta precedente en el judaísmo: Violentamente perseguía a la iglesia de Dios intentando destruirla; 14en el judaísmo superaba a todos mis paisanos de mi generación, en mi celo ferviente por las tradiciones de mis antepasados. 15Pero, cuando el que me apartó desde el vientre materno y me llamó por puro favor, tuvo a bien 16revelarme a su Hijo para que yo lo anunciara a los paganos, inmediatamente, en vez de consultar a hombre alguno 17o de subir a Jerusalén a visitar a los apóstoles más antiguos que yo, me alejé a Arabia y después volví a Damasco. 18Pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y me quedé quince días con él. 19De los otros apóstoles no vi más que a Santiago, el pariente del Señor.

Conclusión

            Las tres lecturas nos ayudan y animan a conocer más profundamente a Jesús. Alguien muy superior a un gran profeta, como Elías. Alguien muy distinto de un hereje, como pensaba Pablo antes de convertirse. Pero este conocimiento no se adquiere con la simple lectura y comparación de textos. Es una gracia que Dios concede, como a Pablo. Una gracia que debemos pedir, como insiste Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales: “conocimiento interno del Señor, para que más le ame y le siga”.

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Domingo X del Tiempo Ordinario. 5 junio, 2016

Domingo, 5 de junio de 2016
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TO-D-X

Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: Muchacho, a ti te digo: Levántate.”
(Lc 7, 11-17)

Al leer y dejar que este evangelio empape mi ser me descubro transida de esperanza en las posibilidades que el ser humano tiene de resucitar a otr@s.

Jesús se acerca, no hay otra posibilidad para nosotr@s, seguidor@s de Jesús, que acercarnos a quienes sufren… “El Señor al verla, se compadeció de ella y le dijo: -No llores” (Lc 7, 13). Jesús nos enseña a compadecernos, a acercarnos, a dejarnos conmover y sufrir con los que lloran. Sin embargo Jesús no dice: no llores y no hace nada, sino que se acerca, y después toca, acaricia, y le devuelve la vida.

Es un progresivo acercamiento que le posibilita tocar el féretro, palpa lo que contiene la muerte, y lo hace no para retener la muerte, sino para acariciar el dolor, que conlleva la separación y la soledad ante la pérdida de quien ama, y le devuelve la vida.

Jesús no retiene la muerte, la atraviesa con la compasión y se lo hace sentir al joven muerto, le otorga la vida a través del tacto.

No hay miedo a la muerte, hay calor humano y divino en Él, que comunica la vida a través de la sencillez del gesto que acaricia, con el cual se entrega y dona.

Traspaso lo que soy al otr@ y recibo del otr@ lo que es, sin miedo.

Dejar que mi vida le llegue y acoger su muerte, en un trasvase de lo que somos, más allá de lo que pensamos ser, y posibilitar que la vida fluya, para convertirse en Vida.

El “tocar” de Jesús es de vida porque no retiene, porque no es compulsivo, porque no es para poseer, sino para demostrar al otr@ que le importa, que le quiere, que se conmueve ante su sufrimiento, que SIENTE en el fondo de sí, su dolor y su muerte.

“ Y Jesús, se lo entregó a su madre” (Lc 7, 15)

¿Por qué nos da vergüenza acariciar y abrazar entregando lo más sagrado que somos, la vida que nos vive y que no es nuestra, traspasar las barreras de la sensualidad para compartir la sensitividad que somos y otorgar la VIDA de Dios en nosotr@s?

Si somos capaces de acercarnos y acariciar “las muertes” de nuestra humanidad quienes están muertos se INCORPORARÁN Y LEVANTARÁN.

Gracias Espíritu Santo por tantas manos que se atreven a acariciar, sin miedo a contagiarse ni mancharse .

Ayúdanos a pararnos

y a cercarnos a quienes viven muertos.

Que nuestras manos sean espacio vacío de apropiación,

DISPONIBLES para acoger el dolor

y entregar Tu Amor.

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La mujer que lo da todo sin pestañear

Domingo, 8 de noviembre de 2015
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“… La palabra de Jesús siempre se hace carne, en este caso en la persona de una viuda que se acerca, y aun siendo su situación histórica, religiosa y social parecida a la nuestra, ella sin dudar, sin pestañear, da todo. Realmente exagerado (..)

(…) Y Jesús la admira. Ellos dos no se conocían. Ella no es discípula, ni cristiana… ella es una mujer de pies a cabeza, que fiel a su conciencia, da todo al Templo cuyo Dios la excluye de casi todo por ser mujer, pero que suponemos, ella sabe, como Jesús, en el fondo de su entraña, que Dios no es como dicen aquellos que oprimen y aparentan…sino como dicen los profetas y los salmos…y se confía totalmente (…)

(…) Jesús, de nuevo nos pone a una mujer, pobre e insignificante, como modelo de discípulo. Mira que le gusta el tema, pero no se da cuenta de que esto no mola y que posiblemente va a acabar mal… pues sí, pero no se calla, porque hay tan poca gente que dice la verdad, que a los que la dicen les quitan de en medio. Caramba, que raro es el evangelio. ¿Y si lo contáramos así? No sé, tú, impresiona un poco. Me lo pensaré. Tal vez a los niños y jóvenes les gustaría saber como fue en realidad Jesús. Tendremos que buscar a algunas de esas “viudas” para que se lo cuente y les contagie de ese reino.”

*

Magdalena Bennásar,
Eukleria

*** 

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:

“¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.”

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a los discípulos, les dijo:

“Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”

*

Marcos 12, 38-44

***

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“Contraste”. 32 Tiempo Ordinario – B (Marcos 12,38-44)

Domingo, 8 de noviembre de 2015
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32-852868El contraste entre las dos escenas es total. En la primera, Jesús pone a la gente en guardia frente a los escribas del templo. Su religión es falsa: la utilizan para buscar su propia gloria y explotar a los más débiles. No hay que admirarlos ni seguir su ejemplo. En la segunda, Jesús observa el gesto de una pobre viuda y llama a sus discípulos. De esta mujer pueden aprender algo que nunca les enseñarán los escribas: una fe total en Dios y una generosidad sin límites.

La crítica de Jesús a los escribas es dura. En vez de orientar al pueblo hacia Dios buscando su gloria, atraen la atención de la gente hacia sí mismos buscando su propio honor. Les gusta «pasearse con amplios ropajes» buscando saludos y reverencias de la gente. En la liturgia de las sinagogas y en los banquetes buscan «los asientos de honor» y «los primeros puestos».

Pero hay algo que, sin duda, le duele a Jesús más que este comportamiento fatuo y pueril de ser contemplados, saludados y reverenciados. Mientras aparentan una piedad profunda en sus «largos rezos» en público, se aprovechan de su prestigio religioso para vivir a costa de las viudas, los seres más débiles e indefensos de Israel según la tradición bíblica.

Precisamente, una de estas viudas va a poner en evidencia la religión corrupta de estos dirigentes religiosos. Su gesto ha pasado desapercibido a todos, pero no a Jesús. La pobre mujer solo ha echado en el arca de las ofrendas dos pequeñas monedas, pero Jesús llama enseguida a sus discípulos pues difícilmente encontrarán en el ambiente del templo un corazón más religioso y más solidario con los necesitados.

Esta viuda no anda buscando honores ni prestigio alguno; actúa de manera callada y humilde. No piensa en explotar a nadie; al contrario, da todo lo que tiene porque otros lo pueden necesitar. Según Jesús, ha dado más que nadie, pues no da lo que le sobra, sino «todo lo que tiene para vivir».

No nos equivoquemos. Estas personas sencillas, pero de corazón grande y generoso, que saben amar sin reservas, son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Ellas son las que hacen el mundo más humano, las que creen de verdad en Dios, las que mantienen vivo el Espíritu de Jesús en medio de otras actitudes religiosas falsas e interesadas. De estas personas hemos de aprender a seguir a Jesús. Son las que más se le parecen.

José Antonio Pagola

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“Esa pobre viuda ha echado más que nadie.”. Domingo 8 de noviembre de 2015. Domingo 32º ordinario

Domingo, 8 de noviembre de 2015
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59-ordinarioB32 cerezoLeído en Koinonia:

1Reyes 17, 10-16: La viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías.
Salmo responsorial: 145: Alaba, alma mía, al Señor.
Hebreos 9, 24-28: Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.
Marcos 12, 38-44: Esa pobre viuda ha echado más que nadie.

La primera lectura tomada de 1Re nos presenta el caso de una viuda que comparte lo poco y único que tiene con el profeta Elías. El pasaje está ambientado en una sequía que el mismo profeta había pedido a Yavé para Israel. Ante una situación tan extrema, todo el mundo evita gastar lo poco que tiene como una forma de mantenerse aferrado a la vida. Eso es lo que ha hecho esta viuda. Sin embargo se ve «obligada» por el profeta a compartir con él aquello que solamente le proporcionará unas horas más de vida. Este gesto de la viuda tiene un final feliz: no faltó harina en la tinaja ni aceite en la jarra. Significa esto que cuando se comparte con generosidad lo poco que se tiene, parece que se multiplicara, y esa es una de las características principales del pobre. Donde más disponibilidad hay para compartir, donde más desprendimiento uno encuentra es entre los pobres; con toda razón se puede decir que los pobres nos evangelizan. Con razón están ellos en primer lugar en el corazón de Dios, no sólo porque es Él lo único que a ellos les queda, sino porque entre ellos, los signos de la presencia de Dios son más visibles; son ellos por medio de los cuales Dios se hace ver con mayor claridad en el mundo; ellos son el sacramento de Dios en el mundo y el testimonio permanente de cuán lejos estamos del proyecto de solidaridad y de la igualdad querido por Dios.

Nos encontramos en el reino del Norte. El país está pasando por una de las etapas más difíciles de su historia: la dinastía de Omrí ha ido dejando el país en la miseria; el último de los monarcas de esa monarquía, Ahab, gobierna veintidós años (nunca un largo gobierno es benéfico para ninguna institución, más frecuentemente termina por arruinarla), y también él ha hecho su aporte al desastre nacional: se casó con una extranjera: Jezabel, hija de Et-Baal, rey de Sidón, y acabó por adorar y rendir culto a Baal (1Re 16,29-31). Es fácil entonces imaginar el ambiente del reino en todos sus ámbitos: político, económico, social y religioso. El autor bíblico lo simboliza en una sequía que el profeta hace venir sobre Israel. En esa situación de extrema urgencia, el profeta hará ver que sólo Yavé es la salvación para el pueblo, y que esa salvación de la que está urgido el pueblo Dios la realizará con y desde los desheredados, con los pobres. En el Segundo Testamento vamos a encontrar esta misma realidad: Dios actuado en medio de los pobres, y con los pobres llama a la construcción de un orden de cosas distinto en donde los pobres parece que fueran los únicos capaces de aportar.

El evangelio de hoy nos presenta dos perícopas: la primera, todavía en conexión con la del domingo anterior sobre la declaración del mandamiento más importante o, mejor, los dos mandamientos más importantes. Jesús previene a sus discípulos para que no repitan el modo de ser de los escribas que se las dan de mucho cuando en su interior no existe ni amor a Dios ni al prójimo, sólo amor a sí mismos.

La segunda perícopa está más en consonancia con la primera lectura del primer libro de los Reyes. El dar implica renuncia, desprenderse no de lo que abunda y sobra, sino desde la misma escasez.

A Jesús, que observa cómo los fieles van pasando a depositar su ofrenda para el tesoro del templo, no lo ha impresionado, como al común de los observadores, la cantidad que cada rico ha depositado en el cofre de las ofrendas; sus criterios y parámetros de juicio son completamente diferentes a los criterios mercantilistas y economicistas que se basan en la cantidad, en el binomio inversión ganancia (costo beneficio se diría hoy).

A partir de esta imagen Jesús instruye a sus discípulos y en definitiva alecciona hoy a las iglesias. Esa viuda que a duras penas sobrevive, objeto de la caridad y del recibir, se mete a pesar de todo en la fila para dar, no desde lo que le sobra, y sin intención alguna de aparentar, todo lo contrario lo haría con cierto disimulo para que nadie viera la «cantidad» que depositó. Aún si pensáramos que ella también deposita lo que tiene con el fin de ser retribuida, y lo más seguro es que así fue porque ya la falsa religión había alienado su conciencia, aún admitiendo eso, no deja ser un caso aleccionador que Jesús no deja pasar por alto. Mientras los demás teniendo ya suficiente para vivir desean tener mucho más, para lo cual realizan la inversión que sea, esta mujer echa lo único que tiene y seguro lo ha hecho con amor, con toda seguridad no se atreve a pedirle a Dios le multiplique esa mínima cantidad, tal vez su único «interés» es que Dios no le falte con aquello con lo cual sobrevive.

Desde la óptica de Jesús, esta pobre viuda, representación de lo más pobre entre los pobres, salió del templo justificada; fue quien recibió un mayor don a cambio de su desprendimiento: la gracia divina, mas desde la óptica de un donante rico, esta mujer tendría muy poca, casi ninguna recompensa.

El reino que Jesús proclama no puede regirse por los mismos criterios de personas como los dirigentes de Israel; el reino se construye desde los criterios de la calidad y disponibilidad para aportar desde una genuina generosidad, desde las propias carencias, no desde lo superfluo.

Se necesita discernir continuamente nuestro comportamiento y actitudes con aquellas personas que dan generosas ofrendas a nuestros centros religiosos comparado con aquellos que ofrecen poco o definitivamente no tienen nada qué ofrecer, ¿quiénes son los de mayor objeto de nuestra «consideración» y aprecio? Seamos sinceros en esto y reconozcamos con humildad que las más de las veces nos sentimos muy a gusto con aquellos que dan más, que tienen más y mejores medios; y el evangelio… ¿dónde está?

La viuda del evangelio que hoy escuchamos simboliza aquella porción del Israel empobrecido, que entró en la dinámica de Jesús, que está dispuesto a dar, a darse, a entregarse con lo que tiene a la causa del reino del Padre. Esos que dedican tiempo desinteresadamente en nuestras obras nos evangelizan con su generosidad, y especialmente ellas que no escatiman nada para que la obra del reino continúe su marcha, ¿captan esas personas nuestra atención como aquella viuda a Jesús, y nos dejamos interpelar realmente por ellas? Leer más…

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Dom 8.11.15. Cuando las cosas van peor, nos queda Marcos (con escribas y viuda)

Domingo, 8 de noviembre de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 32, tiempo ordinario. Mc 12, 38-44. Peor no podían ir, según algunos:

–Echan a un obispo por asuntos de dinero;
— se dice que un monseñor funcionario y una bella encargada de dineros hacen la cama al Vaticano,
–y lo peor es que de diez euros que dan (damos) para los pobres sólo dos van de verdad para ellos, pues los ocho restantes quedan en uñas o bolsillos de intermediarios.

No invento nada. Esas noticias, y otras aún peores aparecían ayer y esta mañana (5.X1.15) en los medios y en la prensa escrita. Es evidente que ciertos medios no son santos, es claro que ocultan o no dicen mil cosas buenas de la Iglesia, es indudable que a veces desean “hundirla”. Pero es también cierto que el río suena demasiado, y que es necesaria una reforma a fondo de la Iglesia, ahora que se acerca a su fin el ciclo de los 500 años de Lutero (1517).

Pues bien, en ocasiones como ésta me refugio en Marcos, el primer evangelio de Jesús, para evaluar, meditar y rezar, y me encuentro esta mañana con el evangelio del domingo (Mc 12, 38-44), que es más duro en la crítica, pero mas abierto a la esperanza que toda nuestra propagando, a favor o en contra.

Éste es un evangelio enorme, que enfrenta a los escribas (profesionales de la religión) con una viuda, que no tiene nada, pero que sabe darse a sí misma, en un servicio religioso que puede ser equivocado en su expresión externa (¿para qué utiliza el templo su medita?), pero que ella realiza con su mejor voluntad. Aquí está las dos figuras.
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‒ La viuda. Es una mujer pu.eada de la vida (perdonen la expresión). Ha tenido mala suerte, se le han muerto unos… y se aprovechan de ella otros, pero ha aprendido una cosa: sabe que creer en Dios es vivir al servicio de los demás y así vive, entregando la única moneda que le queda tras haberlo dado todo.

— Es simplemente una mujer que ama la vida (como Dios, según el libro de la Sabiduría)… Es una mujer que quiere llevar adelante la tarea de la vida. Ella es la verdadera religión.

‒ Los escribas. Son los profesionales de lo que antaño se llamaba “culto y clero”, que se valen de la religión para crear una especie de “Estado Religioso” a su servicio. Quizá no saben más (no valen para la política o finanzas), pero se aprovechan de “su Dios” para medrar, para su propia gloria y riqueza. Ellos son la anti-religión (yo no me atrevería a decirlo, lo dice Jesús en Marcos al final de su evangelio).

No sé si a los escribas (entre los que de algún modo me cuento) se les/nos puede cambiar. Ella, la viuda, está bien así… Pero en otro sentido hay que cambiarla (dejar que ella cambie): ¡Que rehaga de nuevo su vida, que dé su limosna para causas nobles, no para negocios de escribas! (así lo explico mucho más en mi comentario del texto de Marcos, aquí resumido).

Texto. Mc 12, 38-44

38 En su enseñanza decía también:
Tened cuidado con los escribas, a quienes gusta pasear con largos vestidos y ser saludados en las plazas 39 Buscan las primeras cátedras en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso.
41 Y estando sentado frente gazofilacio (=al lugar de las ofrendas), observaba cómo la gente iba echando dinero en el gazofilacio. Muchos ricos depositaban en cantidad. 42 Pero llegó una viuda pobre, que echó dos moneditas (leptá), que son dos cuartos.43 Jesús llamó entonces a sus discípulos y les dijo:
Os aseguro que esa viuda pobre ha echado en el gazofilacio más que todos los demás. 44 Pues todos han echado de lo que les sobraba; ella, en cambio, ha echado de su carencia, toda su vida.

Sentido básico

Relato complejo y duro, esperanzado y exigente, que forma como cruz y cara de una misma enseñanza mesiánica. Hay un tipo de judaísmo (y cristianismo) está reflejado en los escribas, que viven a costa de su pretendida religión, oprimiendo a los demás. Y hay otro tipo de judaísmo y de religión o humanidad universal, que se expresa en la viuda que entrega lo que tiene, convirtiéndose en parábola viviente de Jesús. Consta de dos textos complementarios:

– Un texto critica a los escribas, que pretenden ser representantes del mesianismo de David (12, 38-40), pero que sólo buscan sus ventajas y poder de grupo. No ofrecen su vida, no se hacen pan como Jesús, sino al contrario: viven del aplauso de los otros y devoran la casa de las viudas.
– Otro alaba a una viuda (12, 41-44) que aparece como el signo más perfecto de Jesús a quien el texto anterior ha llamado señor de David. No es Señor porque tiene poder para imponer sino, al contrario, porque entrega todo lo que tiene.

1.- Diatriba contra los escribas (12, 38-40).

Su signo distintivo es la búsqueda de prestigio, interpretado como poderío. Precisamente ellos, hombres del libro, han convertido su saber (leen la Escritura, interpretan la Ley) en fuente de dominio sobre los demás. Así aparecen como representantes de la imposición sagrada: ellos expresan la patología de lo religioso, que aparece cuando un grupo utiliza su pestigio sacral en beneficio propio.

Su poder no es de tipo militar (no brota de las armas), económico (no proviene directamente del dinero) o administrativo. Los escriban poseen y cultivan un poderío religioso, fundado en la pretendida sabiduría (conocen el Libro) y en la apariencia de religión, propia de aquellos que “oran” (dicen tener relación con Dios) para provecho propio. Estos son sus signos:

— Largos vestidos (stolais: Mc 12, 38). No son nada en sí, no se sienten seguros en sí mismos; por eso necesitan crear una apariencia. Viven de fachada, enmascarados dentrás de unas telas y adornos que les sirven para distinguirse de los otros e imponerles su dominio. En ellos critica Jesús la mentira de las vestiduras sagradas que la Ley israelita (y las costumbres rituales de muchas iglesias, incluidas las cristianas) han preceptuado para sacerdotes y ministros religiosos. Jesús la condena como expresión de poder falso (que estaría en la línea de las purezas nacionales de 7, 3-5).

— Saludos en las plazas (12, 38). La religión les convierte en funcionarios y ellos la pervierten, haciéndola principio de autoridad pública: utilizan el Libro para representar su teatro de prestigios. Quieren ser (hacerse honrar) sobre las bases de un conocimiento religioso que utilizan para así imponerse sobre los demás. Es evidente que no viven para crear comunidad sino al contrario, para elevarse sobre ella.

‒ Las primeras cátedras (prôtokakhedrias) en las sinagogas (12, 39). Pasamos de la calle a la casa, de la plaza al recinto donde se reunen los creyentes. También en ese espacio imponen su dominio los escribas, convirtiendo el lugar comunitario de estudio y plegaria en medio para imponerse sobre los demás. Así buscan las primeras cátedras para controlar o dirigir desde allí a los inferiores, imponiéndoles su ley.

— Los primeros asientos (prôtoklisias) en los banquetes (12, 39). Jesús invitaba a comer a los demás, en grupos fraternos, ofreciéndoles los panes y los peces de su propio grupo. En contra de eso, los escribas se aprovechan de su religión (su dominio del Libro) para comer a costa de los otros. No forman iglesia, no crean verdadera comunión, sino que emplean su pretendida superioridad para vivir a costa de los demás.

Esta es la consecuencia: ¡Devoran las casas de las viudas con pretexto de largas oraciones! (12, 40). El teatro de apariencias (vestidos, saludos, privilegios en sinagogas y mesas) se ha vuelto principio de muerte. Quien empieza aparentando de aquel modo acaba destruyendo (matando) a los más pobres.

Ésta es la iniquidad que Mc 3, 29 interpretaba como blasfemia contra el Espíritu Santo (impedir la curación de los posesos) y Mc 9,42-47 como escándalo contra los pequeños (aprovecharse de ellos).

Estos escribas de los libros de Dios, profesionales de la religión, jerarcas de la iglesia judía (o cristiana), se han vuelto principio de muerte.

Mc había vinculado la oración con la misión salvadora (1, 35-39), la expulsión de los demonios (9, 29) y el perdón interhumano (11, 25). En todos estos casos, el encuentro con Dios se explicitaba en forma de comunicación, creadora de familia. En contra de eso, los escribas judíos (y quizá los cristianos que Mc critica) utilizan la oración para su servicio, se aprovechan de Dios para imponerse a los demás: comen de las viudas. Han pervertido la religión, son cueva de bandidos (cf.11, 17).

2.- Parábola de la viuda (12, 41-44).

Invirtiendo el tema anterior, la diatriba se vuelve enseñanza parabólica. Jesús se sienta ante el gazofilacio o depósito donde los creyentes depositan las ofrendas voluntarias, planteando nuevamente el tema del dinero, pero no en clave de impuesto obligado (cf. Mc 12, 13-17) sino como participación voluntaria en las cargas de la administración comunitaria, con fines religiosos. Está al fondo la imagen del tesoro del templo donde los judíos ofrecen sus dones.

Pero es evidente que Mc amplía esa imagen: el gazofilacio es signo de los bienes ofrecidos a Dios, es decir, para servicio de los pobres. En este contexto pasamos de los escribas importantes, ansiosos de honor, a los ricos también importantes que pueden invertir un dinero que les sobra al servicio de sus pretensiones de prestigio religioso (12, 41). Frente a ellos sitúa Mc a la viuda que entrega su bios (12, 42-44), lo que necesita para vivir.

Con esta imagen termina la vida pública de Jesús (Mc 13 se dirige a los discípulos).

Significativamente, Jesús ha querido compararse a una viuda. Frente a los ricos que regalan ostentosamente aquello que les sobra, obteniendo así más prestigio, ella ofrece silenciosamente dos moneditas, dándose a sí misma, pues ha dado todo lo que tiene. De esa forma viene a presentarse como testimonio de evangelio. Ella se entrega por estas moneditas. Jesús lo hará al hacerse pan y vino, comida y salvación de muchos (todos; cf. 14, 22-26).

La viuda es por definición una mujer que ha perdido mucho (marido, hijos) y no tiene familia que pueda sustentarla. Parece que debía volverse egoísta, buscando su seguridad, una pensión de vejez, medios para subsistir como persona. Pues bien, ella se olvida de sí misma, piensa en los demás y entrega lo que tiene, poniéndose en manos de Dios, conforme a la palabra de Jesús sobre la oración y la confianza en 11, 23-25: no tiene para alimentarse, pero confía en Dios y da su vida (bios) con estas dos moneditas que forman su tesoro.

Frente a los escribas que comen de los demás, frente a los ricos que dan por apariencia, Jesús la presenta como signo de Dios sobre la tierra: es el símbolo supremo de su mesianismo, modelo de la iglesia, en la línea de la mujer del vaso de alabastro de de Mc 14, 3-9. Ella es el verdadero Israel como familia que se va construyendo en gratuidad, allí donde alguien da su vida en don para los otros. Jesús no ha querido el dinero del rico de 10, 21; tampoco ha definido su postura frente a los impuestos imperiales (12, 13-18). Pero ahora ha destacado las dos moneditas de la viuda, convertidas en signo de entrega de la vida. Ella ha confiado en Dios; evidentemente confía en una comunidad en cuyas manos (en cuyo gazofilacio o caja de dinero) pone todo lo que tiene; así aparece como signo del reino.

Una pregunta abierta…

Esta viuda, que no tiene nada, da todo lo que le queda para el servicio del templo… de un templo que es cueva de bandidos. Lo hace de buena fe. Es el ejemplo máximo del evangelio de Jesús.

El primer paso sería enseñar a esa viuda a dar el dinero en el lugar justo, a las personas justas. Quizá habría que decirle que no ponga su óbolo en aquel “gazofilacio” de vanidades, quizá al servicio de los escribas ricos…, sino que lo comparta día a día con las personas necesitadas de su entorno, directamente, sin el intermediario de aquel templo… que debe ser destruido, como ha dicho ya Jesús (Mc 11). Pero ésta es ya otra cuestión. Tal como está el evangelio es luminoso.

El segundo paso será expulsar de la iglesia a estos escribas…, a los profesionales de la religión, que buscan el dinero por un show de tipo mágico que ellos pretenden dirigir. Se trata de hacer de hacer una religión de “aficionados”, es decir, de voluntarios de la vida y del amor, voluntarios de Dios.

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Viudas buenas y teólogos malos. Domingo 32 ciclo B

Domingo, 8 de noviembre de 2015
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maxresdefaultDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una viuda generosa y con mucha fe (1ª lectura)

La primera lectura ayuda mucho a entender mejor el evangelio de este domingo. Está tomada del comienzo de la historia del profeta Elías, en el primer libro de los Reyes, 17,10-16.

            En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda, que recogía leña. La llamo y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»

            Mientras iba a buscarla, le grito: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda solo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»

            Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciara, la alcuza de aceite no se agotara, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra. Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agoto, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

            Se trata de un relato muy sencillo, que recuerda a las leyendas sobre San Francisco de Asís (las “Florecillas”). Lo importante no es su valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.

  1. La pobreza de los protagonistas. En el mundo antiguo, las personas con mayor peligro de marginación y miseria eran las viudas y los huérfanos de padre, al carecer de un varón que las protegiese. En nuestro relato, esta situación se ve agravada por la sequía, hasta el punto de la mujer está segura de que ni ella ni su hijo podrán sobrevivir.
  2. La fe y la obediencia de la mujer. Muchas veces, comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que está dispuesta a dar al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del relato subraya es su fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y el aceite, y su obediencia a lo que le manda Elías.
  3. La categoría excepcional de Elías, al que Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.

Teólogos presumidos y una viuda generosa (evangelio)

El relato tiene dos partes: la primera denuncia a los escribas; la segunda alaba a una viuda. Lo que las relaciona es el la actitud tan contraria de los protagonistas: mientras los escribas “devoran los bienes de las viudas”, la viuda echa en el arca “todo lo que tenía para vivir”.

            ¡Cuidado con los escribas!

            En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Los escribas eran especialistas en cuestiones religiosas, dedicados desde niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad y gozaban de enorme respeto entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su ciencia, sino en su apariencia externa y sus pretensiones. La descripción que ofrece de ellos no puede ser más irónica, incluso cruel. Forma de vestir (amplios ropajes), presunción (les gustan las reverencias en la calle), vanidad (buscan los primeros puestos en la sinagoga y en los banquetes), codicia (devoran los bienes de las viudas), hipocresía (con pretexto de largos rezos). Todo esto es completamente contrario al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por eso los amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».

No es preciso añadir que los discípulos le hicieron poco caso y terminaron vistiendo como los escribas, exigiendo reverencias y besos de anillos, ocupando primeros puestos, y devorando bienes de viudas, viudos y casados. Por desgracia, de este evangelio no se puede decir: «Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia», aunque debemos reconocer que la situación ha mejorado bastante.

            Elogio de la viuda

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echo dos leptas, que equivale a un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

            En la 1ª lectura y en esta segunda parte del evangelio tenemos personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús). Pero la relación entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse en los siguientes detalles:

            ¿De qué hablan la viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen un diálogo, mientras que Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve lo que ha hecho, no la llama para dialogar con ella, sino que llama a sus discípulos para darles una enseñanza.

            ¿Qué hace la viuda por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a Elías y trabaja para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.

            ¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver el problema económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.

            La enseñanza silenciosa de la viuda

            Los relatos anteriores de Marcos (que no se han leído en las misas del domingo) hablan de una serie de personas y grupos que se presentan ante Jesús para discutir con él las cuestiones más diversas: de dónde procede su autoridad, si hay pagar tributo al César, si hay resurrección de los muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final aparece esta viuda, que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni siquiera se interesa por Jesús; sólo le preocupa saber que hay gente pobre a la que ella puede ayudar con lo poco que tiene.

            La viuda es un símbolo magnífico de tantas personas de hoy día que no tienen relación con Jesús, pero que se preocupan por la gente necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser cristianos. Pero es importante advertir que la preocupación de la viuda no es de boquilla, entrega todo lo que tiene.

            Jesús, que no llama a la viuda para dialogar con ella ni pedirle que pase a formar parte del grupo de sus discípulos, nos puede servir de ejemplo para la actitud que debemos adoptar ante esas personas. No hay que intentar convertirlas a toda costa.

            En los tiempos que corren, de tanta necesidad para tanta gente, el evangelio de este domingo nos da mucho que pensar y que rezar.

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Recordatorio

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