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James Martin: “La mayoría de los católicos LGBT se sienten como leprosos en la Iglesia”

Jueves, 30 de agosto de 2018
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james-martin-en-el-encuentro-mundial-de-familiasJames Martin, en el EMF

Texto de la charla del jesuita en el Encuentro Mundial de Familias en Dublín

Dios los ama, y así deberíamos nosotros. Y no me refiero a un amor mezquino, rencoroso, crítico, condicionado y desganado.

Para Jesús no hay “nosotros” y “ellos”. Solo hay nosotros.

Al excluir a las personas L.G.B.T., estás rompiendo la familia de Dios. Estás destrozando el Cuerpo de Cristo.

Es un escándalo que gran parte de su vida espiritual dependa de dónde viven

Nunca subestimes el dolor que la gente L.G.B.T. ha experimentado, no solo a manos de la iglesia sino también de la sociedad en general.

Como cualquier grupo, la gente L.G.B.T. trae dones especiales a la iglesia.

Las personas L.G.B.T. son más que sus vidas sexuales. Pero a veces eso es todo lo que oyen.

¿Aplicas a la comunidad L.G.B.T. los mismos estándares que a la comunidad heterosexual?

Para Jesús, es la comunidad primero, la conversión después. La bienvenida y el respeto vienen primero.

Esto es parte de lo que significa ser cristiano: Defender a los marginados, los perseguidos, los derrotados.

(James Martin, sj, en America).- Esta charla fue dada en el Encuentro Mundial de Familias del Vaticano en Dublín, Irlanda, el 23 de agosto de 2018. Traducido por Fernando González y Julia Nicolini. In English

Uno de los desafíos más recientes para las parroquias católicas es cómo dar la bienvenida a los feligreses L.G.B.T., así como las familias con miembros L.G.B.T. Pero ese desafío está también donde abunda la gracia porque los católicos L.G.B.T. se han sentido excluidos de la iglesia por tanto tiempo, que cualquier experiencia de bienvenida puede cambiar su vida: Un momento de sanación que puede inspirarlos a ir a misa nuevamente, devolverlos a la fe, e incluso ayudarlos a creer en Dios otra vez.

En los últimos años, he escuchado las historias más terribles de católicos L.G.B.T. que se han sentido no bienvenidos en las parroquias. Un hombre gay autista de 30 años que salió del clóset con su familia y no estaba en ningún tipo de relación me dijo que un agente pastoral dijo que ya no podía recibir la Comunión en la iglesia. ¿Por qué? Porque incluso decir que era gay era un escándalo.

Pero la crueldad no termina en las puertas de la iglesia. El año pasado, una mujer me contactó para preguntar si conocía “sacerdote compasivos” en su arquidiócesis. ¿Por qué? Ella era enfermera en un hospital de enfermos terminales donde un paciente católico estaba muriendo. Pero el párroco local asignado al hospital se rehusaba a darle la unción, porque era gay.

¿Es sorprendente que la mayoría de los católicos L.G.B.T. se sientan como leprosos en la iglesia?

Lo mismo pasa con las familias. La madre de un adolescente homosexual me dijo que su hijo había decidido volver a la iglesia después de años de sentir que la iglesia lo odiaba. Después de mucha discusión, decidió regresar el domingo de Pascua. La madre estaba encantada. Cuando comenzó la misa, estaba tan emocionada de tener a su hijo a su lado. Pero después de que el sacerdote proclamó la historia de la Resurrección de Cristo, ¿Adivinan sobre qué predicó? Acerca de lo malo de la homosexualidad. El hijo se puso de pie y salió de la iglesia. Y la madre se quedó sentada y lloró.

Pero también hay historias de gracia en nuestra iglesia. El año pasado, un estudiante universitario me dijo que la primera persona a quien reveló su orientación, fue un sacerdote. Lo primero que dijo el sacerdote fue: “Dios te ama y la iglesia te acepta”. El joven me dijo: “Eso literalmente me salvó la vida”. De hecho, debemos alegrarnos de que cada vez más parroquias católicas sean lugares donde los católicos L.G.B.T. se sienten en casa, gracias tanto al personal de la parroquia como a los programas más formales.

Mi propia comunidad jesuita en Nueva York está al lado de una iglesia llamada St. Paul the Apostle, que tiene uno de los programas de sensibilización L.G.B.T. más activos en el mundo. El programa se llama “Out at St. Paul” (“Fuera del clóset en Saint Paul“) y patrocina retiros, grupos de estudio bíblico, charlas y eventos sociales para la numerosa comunidad L.G.B.T. En cada misa dominical de 5:15 p.m., cuando llega el momento de los anuncios de la parroquia, una persona L.G.B.T. se levanta en el púlpito para decir: “¡Hola! Soy Jason, Xorje o Marianne, y soy miembro de ‘Fuera del clóset en Saint Paul’. Si eres lesbiana, gay, bisexual o transgénero, queremos que te sientas bienvenido. Aquí hay algunos eventos que se presentarán esta semana”. Y acabo de enterarme de que dos miembros de ese grupo están ingresando a órdenes religiosas este año.

Lamentablemente, gran parte de la vida espiritual de los católicos L.G.B.T. y sus familias depende de dónde viven. Si eres gay, lesbiana, bisexual o transgénero, intentando dar sentido a tu relación con Dios y la iglesia o si eres padre de una persona L.G.B.T. y vives en una gran ciudad con pastores de mente abierta, entonces tienes suerte. Pero si vives en un lugar menos abierto o tu pastor es homofóbico, ya sea silenciosa o abiertamente, no tienes suerte. Y la forma en que los católicos son bienvenidos o no bienvenidos en su parroquia influye mucho en su perspectiva no solo acerca de la iglesia, sino acerca de su fe y de Dios.

Ese es el verdadero escándalo. ¿Por qué debería la fe depender de dónde vives? ¿Es eso lo que Dios desea para la iglesia? ¿Quería Jesús que las personas en Betania percibieran el amor de Dios menos que las personas en Betsaida? ¿Quería Jesús que una mujer en Jericó se sintiera menos amada que una mujer en Jerusalén?

Entonces ¿qué es lo que ayuda a una parroquia a ser acogedora y respetuosa? ¿Cómo pueden los sacerdotes y diáconos, hermanas y hermanos, directores de educación religiosa, agentes pastorales laicos y todos los feligreses ayudar a las parroquias a convertirse en hogares para católicos L.G.B.T. y sus familias?

Las siguientes observaciones se basan no solo en conversaciones con personas L.G.B.T., sino también en la experiencia de pastorales y grupos de acogida L.G.B.T. que consulté para esta charla. Les pregunté: ¿Cuáles son las cosas más importantes que las parroquias deben saber y hacer?

Entonces me gustaría hablar de tres áreas.

-Primero, ¿Cuáles son algunas ideas fundamentales para las parroquias?

-Segundo, ¿Qué puede hacer una parroquia para ser más acogedora y respetuosa?

-Finalmente, ¿Qué podría decirnos el Evangelio acerca de esta pastoral?

1) Son católicos. Eso suena obvio, pero las parroquias deben recordar que las personas L.G.B.T. y sus familias son católicos bautizados. Son tan parte de la iglesia como el Papa Francisco, el obispo local o el pastor. No es cuestión de hacerlos católicos. Ellos ya lo son. Entonces, lo más importante que podemos hacer por los católicos L.G.B.T. es darles la bienvenida a lo que ya es su iglesia. Y recuerda: solo para permanecer en la iglesia las personas L.G.B.T. a menudo han soportado años de rechazo. Nuestra bienvenida debería reflejar eso y así debería ser, para citar el Evangelio de Lucas, “…una medida buena, apretada, remecida, rebosante…”

2) Ellos no eligen su orientación. Lamentablemente, muchas personas todavía creen que las personas eligen su orientación sexual, a pesar del testimonio de casi todos los psiquiatras y biólogos y, lo que es más importante, de la experiencia vivida por personas L.G.B.T. No eliges tu orientación o identidad de género más de lo que eliges ser zurdo. No es una elección. Y no es una adicción. Por lo tanto, no es pecado ser simplemente L.G.B.T. Mucho menos, no es algo para “culpar” de ello a alguien, como por ejemplo a los padres.

3) A menudo han sido tratados como leprosos por la iglesia. Nunca subestimes el dolor que la gente L.G.B.T. ha experimentado, no solo a manos de la iglesia sino también de la sociedad en general. Algunas estadísticas pueden ayudar: En los Estados Unidos, la juventud lesbiana, homosexual y bisexual tiene cinco veces más probabilidades de haber intentado suicidarse que sus homólogos heterosexuales. Cuarenta por ciento de las personas transgénero en los Estados Unidos intentan suicidarse. Entre los jóvenes L.G.B.T. en los Estados Unidos, el 57 por ciento se siente inseguro debido a su orientación. Además, un estudio muestra que cuanto más religiosa es la familia de la que provienen, es más probable que intenten suicidarse. Y una razón importante para que los jóvenes L.G.B.T. no tengan hogar es que provienen de familias que los rechazan por razones religiosas. Por lo tanto, las parroquias deben conocer las consecuencias de estigmatizar a gente L.G.B.T.

La mayoría de los católicos L.G.B.T. han sido profundamente heridos por la iglesia. Ellos pueden haber sido objeto de burla, insultados, excluidos, condenados o señalados para ser criticados, ya sea en privado o desde el púlpito. Es posible que nunca hayan escuchado el término “gay” o “lesbiana” expresado de alguna manera positiva o incluso neutral. E incluso si los comentarios de odio no vinieron en el entorno de la parroquia, es posible que hayan escuchado a otros líderes católicos hacer comentarios homofóbicos. Desde sus días más tempranos como católicos, a menudo se les hace sentir como si fueran un error. Temen el rechazo, el juicio y la condena de la iglesia. De hecho, estas pueden ser las únicas cosas que esperan de la iglesia. Esto a menudo los lleva a excluirse de la iglesia.

Los padres de niños L.G.B.T. enfrentan un dolor similar. Hay un dicho que dice: “Cuando un niño sale del clóset, el padre entra al clóset”. Puede ser confuso, atemorizante y embarazoso para los padres aceptar la realidad de la orientación o identidad de género de sus hijos. Pueden sufrir vergüenza frente a familiares y amigos. Tener un niño que salga del closet o diga que es transgénero puede hacer que los progenitores sientan no solo que de alguna manera han fallado, sino que serán aislados, juzgados y excluidos de la iglesia. A veces sienten que deben elegir entre su hijo y Dios. A los padres también les preocupa que sus hijos abandonarán una iglesia que se considera que los rechaza. Como resultado, las parroquias deben informar a los padres y las familias que todavía son bienvenidos, que no tienen nada que temer de la iglesia y que la iglesia es su hogar.

4) Ellos traen dones a la iglesia. Como cualquier grupo, la gente L.G.B.T. trae dones especiales a la iglesia. Ahora, normalmente es incorrecto generalizar, pero para un grupo que se ha visto en la iglesia casi exclusivamente bajo una luz negativa, es importante considerar los muchos dones del grupo. Para empezar, debido a que han sido tan marginados, muchas personas L.G.B.T. a menudo sienten una compasión natural por los que están al margen. Su compasión es un don. A menudo son indulgentes con los pastores y sacerdotes que los han tratado como basura. Su perdón es un don. Perseveran como católicos frente a años de rechazo. Su perseverancia es un don.

De hecho, recientemente algunas parroquias estadounidenses han despedido a personas L.G.B.T. después de que se casaron legalmente. Y algo sobre estas situaciones siempre me desconcertó. Cada vez que escuchaba estas historias, siempre se trataba del “más querido” maestro, del encargado de la parroquia o del encargado de la música. Me hizo preguntarme ¿por qué eran los “más queridos”? Entonces me di cuenta por qué: Las personas L.G.B.T. que trabajan para la iglesia realmente tienen que querer estar allí, dada la forma en que son tratadas. Se mantienen fieles a su ministerio a pesar del rechazo que experimentan. Es lo mismo con los feligreses L.G.B.T.: Deben tomar una decisión consciente de quedarse en una iglesia: De perseverar. Entonces, cuando piensas en sus dones, puedes tener la misma reacción que tuvo Jesús con el centurión romano: Asombro ante su fe.

6) Ellos son amados por Dios. Dios los ama, y así deberíamos nosotros. Y no me refiero a un amor mezquino, rencoroso, crítico, condicionado y desganado. Me refiero a amor verdadero. ¿Y qué significa amor verdadero? Lo mismo que significa para todos: Conocerlos en la complejidad de sus vidas, celebrar con ellos cuando la vida es dulce, sufrir con ellos cuando la vida es amarga, como lo haría un amigo. Pero digo más aún: Ámalos como Jesús amó a las personas marginadas: Extravagantemente.

Con esas ideas en mente, ¿cómo puede una parroquia ser más acogedora? ¿Cómo podemos tratar a personas L.G.B.T. con las virtudes que el Catecismo recomienda: “respeto, compasión y sensibilidad”?

Déjenme sugerir 10 cosas.

Ahora, las siguientes sugerencias deben ser adaptadas a tu propia parroquia. No hay una receta única que le sirva a todos. Cada parroquia debe desarrollar su propio modelo.

1) Examina tus propias actitudes hacia la personas L.G.B.T. y sus familias.

¿Crees que alguien es pecadora porque es lesbiana o está más inclinada al pecado que una mujer heterosexual? ¿Consideras a los padres de un adolescente gay “responsables” de su orientación?

¿Crees que una persona es transgénero solo porque está “de moda”? Aquí hay otra pregunta: Si no se te han acercado, y no conoces o conoces muy pocas personas L.G.B.T., ¿Te has preguntado por qué será?

Del mismo modo, ¿Los estás discriminando en tu corazón? ¿Por ejemplo, aplicas a la comunidad L.G.B.T. los mismos estándares que a la comunidad heterosexual? Con las personas L.G.B.T. tendemos a centrarnos en si se ajustan por completo a las enseñanzas de la iglesia sobre la moralidad sexual. Entonces, ¿estás haciendo lo mismo con los parroquianos heterosexuales, con aquellos que cohabitan antes de casarse o practican el control de la natalidad? Sé consistente respecto a aquellos cuyas vidas se escruta. Los pastores suelen ser más comprensivos con las situaciones complejas de personas heterosexuales porque las conocen. Por ejemplo, aunque Jesús condena el divorcio directamente, la mayoría de las parroquias dan la bienvenida a las personas divorciadas. ¿Tratamos a las personas L.G.B.T. con la misma comprensión?

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