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Adela Perez del Viso: Mujeres relevantes en la vida de Jesús y en la Iglesia primitiva

Sábado, 11 de marzo de 2023

gesu-maria-marta· Introducción.

· 2. Algunas Mujeres en la vida de Jesús y en la Iglesia primitiva.

· 2.1. Mujeres en el Evangelio  a) María, madre de Jesús – b) Mujeres en la vida de Jesús.  b.1. Ana, la profetisa. b.2. La viuda de Naim. b.3. La mujer que lloraba y a quien Jesús le perdonó los pecados. b.4. María Magdalena, Juana de Cuza, Susana y otras mujeres que “acompañaban” a Jesús. b.5. La “mujer que tenía hemorragias”. b.6. Marta, la primera mujer que reconoció a Jesús como el Mesías. María, la discípula a los pies de Jesús.  b.7. María Magdalena y la otra María, como las primeras personas (mujeres) que vieron a Jesús luego de resucitado. b.8. La hija de Jairo (Talita o Tabita).

· 2.2. Mujeres en los “Hechos de los Apóstoles” . a) “María, que se reunía para orar, y que recibió el Espíritu Santo en Pentecostés”. (Hechos 1,14). b) El caso de Tabita de Joppe: “Rica en buenas obras y limosnas” (Hechos 9,36) c) Lidia, la comerciante en púrpura y primera convertida de Filipos (Hch, 16.14) d)  María, la madre de Marcos, en cuya casa se congregaba la comunidad (Hech 12,12). e) Las mujeres de Antioquía de Pisidia y de Tesalónica (Hechos, 13,50 y 17,4) -f)    Juno o Junia: (la mujer a la que intentaron cambiar el nombre y el género) g)    El caso de Febe, Diacona de Cencreas.

· 3. Conclusión.

1. Introducción.

Hace un tiempo propuse hacer un post sobre mi madre, fallecida hace veinticinco años.[1] Busqué amorosamente unas fotos, las organicé y las escaneé, para subirlas posteriormente.  Luego, me propuse escribir unas líneas sobre su vida. Así fue que me encontré sorpresivamente con que tenía muy poco que decir acerca de ella.

Respecto de mi padre, he escrito dos largos posts en un blog, abarcando más de treinta páginas. [2] En relación con mi madre, sólo alcancé a escribir dos o tres párrafos en Facebook.

¿Acaso mi madre hizo menos de su vida que mi padre? ¿Valía menos mi madre que mi padre? Y yendo más allá, y pensando ya no mi madre sino las mujeres en general, ¿vale menos lo que ellas hacen que lo que ellos hacen? ¿Por qué la historia y la memoria los recuerda a ellos y no a ellas?

No es una cuestión de egos. Es una cuestión de qué valoramos como sociedad y como humanidad, y qué riquezas rescatamos de nuestra historia (mirando el pasado) y en nuestro presente.

En este Estudio sobre Conversaciones sobre Teologías Feministas habría para trabajar varios ejes:

–Las mujeres en el contexto histórico y eclesial de los siglos XX y XXI.

–Las mujeres y ministerios en las primeras comunidades.

–La mujer y Cristología.

–Las mujeres en el Concilio Vaticano II

–y finalmente, los Desafíos eclesiológicos y pastorales para una Iglesia sinodal.

Todos estos temas son apasionantes, necesarios, indispensables.

Por otra parte, no creemos posible hablar de un tema sin hacer referencia tangencial a otro. Por ejemplo, ¿cómo podríamos hacer referencia a “las mujeres y los ministerios en las primeras comunidades”, sin que, a su vez, se tuviera que exponer un nuevo enfoque sobre la Mujer y la Iglesia en la necesidad de rescatar esas memorias?

Ante la necesidad de elegir uno de los ejes antes mencionados, nos propondremos rescatar la memoria de las mujeres y sus ministerios en la Iglesia, recuperando así la memoria de aquéllas, invisibilizadas de la Iglesia en el pasado, y cuyo recuerdo podría servir de objetivo para la vida valiosa de muchas personas, con cualquier género u orientación sexual.

1. Algunas Mujeres en la vida de Jesús y en la Iglesia primitiva. 

· 1. Mujeres en el Evangelio 

¿Es posible rescatar la memoria de mujeres protagonistas en el Evangelio?

“La interpretación bíblica antifeminista practicada durante mucho tiempo y todavía vigente en parte, asume los datos bíblicos referidos a la mujer, que interpreta en la línea de la interpretación patrística y escolástica, llegando a afirmar la inferioridad, la subordinación, la sumisión o cuando menos la complementariedad de la mujer respecto del hombre. … (En cambio,) la teología feminista, con la ayuda de la más perspicaz exégesis bíblica, distingue en general entre el valor teológico de un texto y el modo de su enunciación, que está históricamente condicionado. En concreto, Letty Russell distingue entre la tradición como “parádosis”, como acción dinámica y liberadora de Dios en la historia, y el vínculo de las tradiciones históricas, como “escrito” históricamente condicionado… considerada como “parádosis”, la Tradición no es un bloque de contenidos que deban ser cuidadosamente conservados por la jerarquía autorizada, sino una acción de Dios que debe ser transmitida a los demás.” [3]

Por lo tanto, vemos que sí es posible realizar una interpretación no sexista del Evangelio, y realizar una búsqueda puntual de las mujeres que actuaron, tratando de escuchar en la distancia y en el tiempo cuál fue su voz y su deseo.

1. a) María la madre de Jesús: 

María la madre de Jesús.  María, de la cual se la recuerda, no por lo que haya hecho o pensado verdaderamente sino por sus atributos de Virgen y Madre. Quien escribió el Evangelio de San Lucas dijo: “María guardaba esas cosas cuidadosamente en su corazón”.[4]

 Nos preguntamos por qué no escribió el autor que denominamos Lucas, acaso qué cosas personales guardaba María, de verdad en su corazón; o bien por qué no le dio voz a María para que las exprese.

María sí era la madre de Jesús. Pero aquello de Virgen,  al menos técnicamente,  incluye un error de traducción, dado que quien escribió el Evangelio de Mateo tomó como modelo un texto de Isaías donde, en hebreo, se utilizaba el término “Almáh” que quiere decir Joven núbil (y no el término “Betulá” que significa virgen en el sentido actual del término) y lo pasó al griego, con el término Parthenos (que abarca ambos significados),  para que luego se volviera a traducir al latín por Virgo o Virgos y quedará entonces la idea de que María era necesariamente Virgen (“himen intacto”).

Este error de traducción es incluso reconocido en un documento de la Santa Sede (“Audiencia General de Juan Pablo II” de 1996): “Esta profecía, en el texto hebreo, no anuncia explícitamente el nacimiento virginal del Emmanuel. En efecto, el vocablo usado (almah) significa simplemente una mujer joven, no necesariamente una virgen. Además, es sabido que la tradición judaica no proponía el ideal de la virginidad perpetua, ni había expresado nunca la idea de una maternidad virginal. Por el contrario, en la traducción griega, el vocablo hebreo se tradujo con el término párthenos, virgen.”  [5]   que a renglón seguido lo considera un “hecho (un error de traducción) inspirado por el Espíritu Santo,” “misteriosamente”.

A partir de allí, durante dos mil años, uno de los principales recuerdos de la mamá de Jesús   consiste en su consideración de que es Virgen y tiene el himen intacto. Es más, con el correr del tiempo se fue ajustando el concepto, y ya se consideró Virgen antes, en el momento y después del parto.

A su vez, se coloca a María como el modelo de todas las mujeres. María, Virgen y Madre.

Con ello, se la posiciona a María como  inalcanzable, inmarcesible.  Está tan arriba que ninguna mujer podría llegar a semejante distancia hierática, y por ende quedamos todas nosotras acá abajo, en el fango de no ser necesariamente vírgenes, y menos aún si somos madres o si aspiramos a una vida sexual normal y fructífera. En este sentido, el sexo ha quedado totalmente a un lado como posibilidad de crecimiento, creación y realización.   Es más, guerras enteras se han dado, matanzas, quemas de personas, por la discusión por el himen de una extraordinaria mujer que seguramente no tenía la intención de que esto ocurriera.

Cuando pienso en María, prefiero cantarle a una mujer como yo, de carne y hueso, que vive y sufre, que tiene una pareja, una familia, una casa, y por ende lleva adelante todas las inextricables, no virginales y a veces confusas vicisitudes propias de una mujer común de antes y de ahora.  Yo guardo las cosas en mi corazón, pero también las digo.

1. b) Mujeres en la vida de Jesús:

Es indispensable rescatar los nombres de innumerables mujeres que se mencionan como al pasar en los Evangelios.   Pero aún antes de los nombres en sí mismos, nos interesa un detalle:   los verbos utilizados, las imágenes descriptas, en relación con mujeres.  Por ejemplo: “Y … estaba a los pies del Maestro”.   Conforme lo hemos estudiado en el curso, “estar a los pies del maestro” significaba en realidad ser un discípulo, de la misma manera que los demás discípulos. Sólo que a los otros sí se los menciona y empodera, y a las mujeres no.  También se utilizan las figuras “acompañaban” a Jesús y “lo atendían con sus bienes” (Lucas, 8,1).

A continuación, mencionaremos sólo algunas de las mujeres que “acompañaron” a Jesús, de la misma manera que sus “discípulos” lo acompañaron y sí merecieron el carácter de discípulo, la mención de sus nombres, su calificación de Santos y Padres, etc.  Ellas, sólo fueron mujeres “acompañantes”.  Ahora las rescatamos.

b.1. Ana, la profetisa:

“Había también una mujer de edad muy avanzada, llamada Ana, hija de Fanuel, de la

tribu de Aser. Tenía ochenta y cuatro años. Después de siete años de casada, había perdido muy joven a su marido y, siendo viuda, no se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones. Ella también tenía don de profecía. Llegando en ese mismo momento, comenzó a alabar a Dios y a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.”

b.2. La viuda de Naim:

“Jesús se dirigió poco después a un pueblo llamado Naím y con él iban sus discípulos y un pueblo numeroso.  Pues bien, cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar a un hijo único cuya madre era viuda. Una buena parte de la población seguía el funeral. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores.» Después se acercó hasta tocar la camilla. Los que la llevaban se detuvieron. Dijo Jesús entonces: «Joven, te lo mando: levántate.»  Y el muerto se sentó y se puso a hablar. Y Jesús se lo devolvió a su madre.” (Lucas, 7,12).

b.3. La mujer que lloraba y a quien Jesús le perdonó los pecados:

“Un fariseo había invitado a Jesús a comer. Entró en casa del fariseo y se acostó en el sofá según la costumbre. En ese pueblo había una mujer conocida como pecadora. Esta, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, compró un vaso de perfume y, entrando, se puso de pie detrás de Jesús.  Allí se puso a llorar junto a sus pies, los secó con sus cabellos, se los cubrió de besos y se los ungió con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo interiormente: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es y qué clase de mujer es la que lo toca: una pecadora.»  Pero Jesús, tomando la palabra, le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.» Simón contestó: «Di, Maestro.»  «Un prestamista tenía dos deudores, uno le debía quinientas monedas y el otro cincuenta.  Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de los dos lo querrá más?»  Contestó Simón: «Pienso que aquel a quien le perdonó más.» Jesús le dijo: «Juzgaste bien.»  Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré a tu casa no me ofreciste agua para los pies; mientras que ella los mojó con sus lágrimas, y los secó con sus cabellos.  Tú no me besaste al llegar; pero ella, desde que entró, no ha dejado de cubrirme los pies con sus besos. No me echaste aceite en la cabeza; ella, en cambio, derramó perfume en mis pies.  Por esto te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le quedan perdonados, por el mucho amor que demostró. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor.»  Después dijo a la mujer: «Tus pecados te quedan perdonados.» (Lucas, 7,36)

b.4. María Magdalena, Juana de Cuza, Susana y otras mujeres que “acompañaban” a Jesús.

“Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas, predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres a las que había sanado de espíritus malos o de enfermedades: María, por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana, y varias otras que los atendían con sus propios recursos” (Lucas, 8,1)

b.5. La “mujer que tenía hemorragias”:

Esta sufriente mujer que no es recordada por su nombre sino por el horrible término “hemorroísa”, es la protagonista de lo siguiente:

“Cuando regresó Jesús, lo recibió una gran multitud, porque todos estaban esperándolo…Mientras Jesús caminaba a casa de Jairo, la gente lo apretaba casi hasta ahogarlo.  En ese momento, una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años se acercó por detrás. Había gastado en manos de los médicos todo lo que tenía y nadie la había podido mejorar. Tocó el fleco de la capa de Jesús y en el mismo instante se detuvo el derrame de sangre.  Jesús preguntó: «¿Quién me ha tocado?» Como todos decían: «Yo no», Pedro expresó: «Maestro, es la multitud la que te aprieta y te oprime.»  Jesús replicó: «Alguien me tocó; yo sentí que una fuerza salía de mí.»  Al verse descubierta, la mujer se presentó muy temerosa y, echándose a sus pies, contó delante de todos por qué razón ella lo había tocado y cómo había quedado instantáneamente sana. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.» …”  (Lucas, 8,49)

“Muchas personas pasan por la misma experiencia de la mujer que sufría hemorragias. Se han agotado, su fuerza vital se ha consumido, han gastado todo su patrimonio sólo para ganarse la simpatía y el reconocimiento, el amor y la estima. Sin embargo, su condición se vuelve cada vez peor. Todo este dispendio de dinero no les ha permitido encontrar una amistad verdadera. No se puede comprar nuestro propio valor con dinero. […] Puesto que [Jesús] desprendía confianza, amor y simpatía, esta mujer consiguió encontrar el coraje necesario para decir toda la verdad. No podemos arrancar la verdad adoptando metodologías de diálogo, sino sólo si hemos creado una atmósfera de amor y confianza. […] «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu mal» Aquí se ha instaurado una relación verdadera. Jesús le desea la paz a la mujer y le da la esperanza de estar curada de su enfermedad. La mujer, tras haber experimentado su valor a través del encuentro, ya no puede sangrar. Al entrar en contacto con este hombre que la acepta sin reservas, se detiene su flujo de sangre, ya no tiene necesidad de continuar consumiéndose para ser aceptada y amada.” [6]

b.6. Marta, la primera mujer que reconoció a Jesús como el Mesías. María, la discípula a los pies de Jesús.

En un momento dado, mandaron a llamar a Jesús, avisándole que su amigo Lázaro estaba muy enfermo. Jesús se puso en marcha, pero igual llegó tarde. Lázaro había fallecido.  Ahí estaban sus dos hermanas, Marta y María. En cuanto Marta ve a su Maestro, expresa en voz alta el pensamiento que por días ha estado atormentando a las dos hermanas: “Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto”. Con todo, no ha perdido su fe y esperanza, pues añade: “Y, sin embargo, actualmente sé que cuantas cosas pidas a Dios, Dios te las dará”. Al instante, Jesús le dice algo que fortalece su fe: “Tu hermano se levantará” (Juan 11:21-23).

Ella contesta: “Yo sé que se levantará en la resurrección en el último día” (Juan 11:24).  Entonces le dice Jesús a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.” (Juan 11,1).

Esta declaración es exactamente igual a la que hizo Pedro, cuando le dijo lo mismo, con las mismas palabras a Jesús.  Y, sin embargo, conforme los Evangelios, se ha dispuesto todo para que valga más la declaración de Pedro (que le valió ser la “Piedra donde edificaré mi Iglesia”) que la de Marta.

En realidad, hoy en día se recuerda más a Marta por la recriminación que le hizo una vez Jesús cuando le dijo “Marta Marta, te afanas por muchas cosas y sólo una es necesaria”; todo ello, mientras “Marta estaba sirviendo” (Juan 12:2).

Marta estaba sirviendo mientras tenía a su hermana, María, “a sus pies”, es decir, actuando como discípula.   Tampoco se recuerda a María, hermana de Marta, como discípula. Sólo como figura antagonista de quien “se afana por muchas cosas y no se preocupa por la única importante”.

b.7. María Magdalena y la otra María, como las primeras personas (mujeres) que vieron a Jesús luego de resucitado

En efecto, es María Magdalena la primera persona a quien Jesús se aparece luego de resucitar.  En el Evangelio de Mateo, concurren María Magdalena y otra María, (se dice que es la madre de Santiago el Menor y esposa de Cleofás o Alfeo[7]) a la tumba, y la encuentran vacía.

“Después del sábado, cuando comenzaba ya el primer día de la semana, María la Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. Y he ahí que hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor bajó del cielo, y llegándose rodó la piedra, y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago, y su vestido era blanco como la nieve. Y de miedo a él, temblaron los guardias y quedaron como muertos. Habló el ángel y dijo a las mujeres: “No temáis, vosotras; porque sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí; porque resucitó, como lo había dicho. Venid y ved el lugar donde estaba. Luego, id pronto y decid a sus discípulos que resucitó de los muertos, y he aquí que os precederá en Galilea; allí lo veréis. Ya os lo he dicho.” Ellas, yéndose a prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, corrieron a llevar la nueva a los discípulos de Él. Y de repente Jesús le salió al encuentro y les dijo: “¡Salud!” Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y lo adoraron.  Entonces Jesús les dijo: “No temáis. Id, avisad a los hermanos míos que vayan a Galilea; allí me verán”

Como vemos, allí las mujeres son las verdaderas voceras de la buena nueva, verdaderas seguidoras de Jesús, “adoradoras en verdad”, y son las mensajeras de sus palabras.  ¿Cómo no considerarlas “discípulas” así como lo fueron los hombres?

Nos preguntamos: ¿Qué otras cosas hicieron las mujeres, que los Evangelios silencian?

b.8. La hija de Jairo (Talita o Tabita):

“Estaba todavía hablando, cuando alguien vino a decir al dirigente de la sinagoga: «Murió tu hija; no molestes más al Maestro.»  Pero Jesús, que lo había oído, contestó: «No temas; basta que creas, y tu hija se salvará.»  Cuando llegó a la casa, no dejó entrar a nadie con él, sino a Pedro, Juan y Santiago, junto con el padre y la madre de la niña. Los demás gritaban y se lamentaban junto con las lloronas. Jesús les dijo: «No lloren; la niña no está muerta, sino que duerme.»  Pero ellos se burlaron de él porque sabían que estaba muerta. Sin embargo, Jesús, tomándola de la mano, la llamó con estas palabras: «Niña, levántate.» Volvió a ella su espíritu, y en el mismo instante se levantó. Jesús ordenó que le dieran de comer, pues sus padres quedaban sobrecogidos de admiración, pero él les mandó que no le dijeran a nadie lo que había pasado.”  (Lucas, 8,50)

· 2. Mujeres en los “Hechos de los Apóstoles

“Los Hechos de los Apóstoles” es un libro escrito por el mismo autor que escribió el Evangelio de San Lucas.   Conforme el reconocido filólogo español Antonio Piñero, el Evangelio y los Hechos formaban el mismo libro y ese libro originario fue dividido en dos por razones pedagógicas y prácticas.

Además, afirma este autor [8]  que de todos los libros que conforman el Evangelio,  el “primero” de los libros es el conjunto de Cartas de San Pablo (que sitúa hacia el 70 d.C.) y recién a partir del año 100 en más se datan los Evangelios, los cuales tienen una gran influencia y son en verdad seguidores de la “Teoría Paulista,” es decir, corresponden a una corriente de cristianismo que finalmente prevaleció a partir del s. IV, la corriente Paulista. (entre tres corrientes principales, cuales eran:  la Judeocristiana -luego despreciada y perseguida bajo la influencia de Marción y otros- la Gnóstica y la Paulista).

Pablo de Tarso es un hombre que puede ser estudiado desde muchísimas aristas. Además, hay textos tempranos de Pablo de Tarso que no necesariamente son contrarios a la participación de la mujer en la Iglesia; sin embargo, los textos que han prevalecido, y que más se han estudiado y propagado, son los textos que tienen sesgo más “machista” (si se puede hablar de esto en una época en que tal concepto no existía).

Bajo esta influencia, en los Hechos de los Apóstoles volvemos a ver que se mencionan mujeres sin dar sus nombres, o bien se minimiza lo que hacen; y hasta se llegó a cambiar el nombre y el género de una de ellas porque se tenía que leer y reconocer que tenía una función muy importante.

Sin embargo, se pueden releer los textos. Es la “Lectura hecha por mujeres” con una actitud de la “Pedagogía de la Crítica” (copiando los circunloquios propios de Pablo Freire).

Así, “la lectura hecha por mujeres hizo notar que el libro de Hechos reseña la presencia de mujeres en las comunidades neotestamentarias como protagonistas de este primer capítulo de la difusión del Evangelio. Entre ellas se destaca el grupo encabezado por María, que se reunía para orar y que recibió el Espíritu en Pentecostés” (Hech 1,14; 2, 1-2).” [9].

Podemos entonces rescatar en los Hechos de los apóstoles:

1. a) A “María, que se reunía para orar, y que recibió el Espíritu Santo en Pentecostés”. (Hechos 1,14).

2. b) El caso de Tabita de Joppe: “Rica en buenas obras y limosnas” (Hechos 9,36)

3. c) Lidia, la comerciante en púrpura y primera convertida de Filipos (Hech, 16.14)

4. d) María, la madre de Marcos, en cuya casa se congregaba la comunidad (Hech 12,12).

5. e) Las mujeres de Antioquía de Pisidia y de Tesalónica (Hechos, 13,50 y 17,4)

6. f) Juno o Junia:

El nombre Junia aparece solo una vez en el Nuevo Testamento (NT). Es mencionada en la lista de amigos y compañeros de trabajo en Roma, a quien Pablo envió saludos, que se registra en Romanos 16. A través de los años, se han planteado preguntas acerca de su identidad, ocupación y especialmente su género.

En el texto griego de Romanos 16:7, se lee como sigue: “Saludo a Andrónico y a Junia quienes son mis parientes y compañeros de prisión, reconocidos en/por/entre los apóstoles y fueron antes de mí en Cristo”.

En griego, todos los sustantivos toman las terminaciones reconocidas para demostrar su caso, es decir, su función en la oración. Aquí, Andrónico y Junia aparecen en el caso del acusativo, como objetos del verbo activo “saludan”. El sustantivo masculino y el objeto de un verbo, hacen la forma Andrónikon, que aparece en este versículo. El otro nombre, Iounian, también está en acusativo y es un poco problemático.

La diferencia entre los Iouniān masculino y el femenino Iounían, sin embargo, es solo un acento. En verdad, los manuscritos más antiguos, los unciales, están escritos en mayúsculas, sin acentos. Por lo tanto, ambos sexos se darían como IONIAN, dejando al lector para decidir qué género es Junia.

Junia era un nombre romano femenino que era usado por su sig­nificado: “juvenil”; el cual deriva de la diosa Juno. El nombre aparece más de 250 veces en Roma, en los registros del siglo I DC. [10]

Si tuviera un nombre masculino, debería haber sido Junias en griego o Junius en latín. El nombre Junius tiene sustento. Sin embargo, no existe sustento para Junias en cualquier “inscripción, hojas membreta­das, trozos de escritura, epitafio o trabajo literario de la época del Nuevo Testamento”. [11]

Desde Juan Crisóstomo (ca. 344–407) hasta Pedro Abelardo (1079–1142), los comentaristas griegos y latinos de la epístola a los Romanos, siempre usaron el nombre femenino Junia.  Así pues, era JUNIA la de la epístola de san Pablo.

Luego, Aegidius de Roma (1245–1316) fue el primer escritor de la Iglesia quien le cambió el género a Junia y mencionó a Andrónico y Junia como “esos hombres honorables”. Curiosamente, esto corresponde a la época cuando Papa Bonifacio VIII, bien recordado por sus dificultades con Dante, decretó en 1298, que todas las monjas debían ser enclaustradas en forma permanente. [12]

Richard Bauckham piensa que Junia de Romanos 16:7 es Ioanna de Lucas 8:3 y 24:10. Su nombre romano sería más fácil de pronunciar, y su relación con Jesús ciertamente la pondría como una cristiana antes de Pablo. Andrónico era o el segundo marido, o un nombre romano tomado de Chuza. [13]

“La frase griega episēmoi en ha sido problemática para algunos. ¿Es Junia uno de los apóstoles? ¿O ella es reconocida por los apósto­les? La Vulgata Latina tiene a Junia como “notable entre los apósto­les (nobiles en apostolis)”. Juan Crisóstomo escribió lo siguiente sobre Andrónico y Junia, en su comentario sobre Romanos 16:7: “¿Entre los apóstoles? Y precisamente ser apóstoles en absoluto es una gran cosa. ¡Sin embargo para ser parte de entre estos, se considera un gran elogio! Esto era de notarse debido a sus obras, sus logros. ¡Oh! ¡Cuán grande es la devoción (philosophia) de esta mujer, tal que, ¡ella debería inclusive ser considerada como digna de llevar el título de apostolado!” [14]

En definitiva:  San Pablo le manda saludos a Junia (como parte de un grupo) y la considera “Epistemoi” o Discípula.

Luego, se intentó cambiar el nombre de la misma o englobarlía en el término genérico “esos hombres” para considerar que se había hablado de “dos discípulos hombres” porque claro… Junia no podía ser Discípula. Mujer tenía que ser.

1. g) El caso de Febe, Diacona de Cencreas.

En la epístola a los Romanos capítulo 16 encontramos una vista breve de los colaboradores de San Pablo. El primer individuo que Pablo menciona en esta lista en Romanos 16 es una mujer: “Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo” (Romanos 16:1,2).

1. Conclusión:

Hemos realizado el intento de traer a la memoria a numerosas mujeres, las mencionadas con sus nombres y las sólo aludidas tangencialmente en las Escrituras del Nuevo testamento.  [15]  Sin embargo, es indudable que haya olvidado muchas de ellas. Les pido a sus fuertes e indómitos espíritus femeninos que me disculpen por la omisión y a todas que me asistan en la labor diaria.

Al igual que lo que ocurrió con la remembranza de mi madre, lo que he encontrado es “poco” y a veces ni siquiera “lo preciso” (en las jocosas palabras de José de San Martín, prócer argentino).

Esperamos que los nuevos estudios con perspectiva de género (que han hecho eclosión en todos los ámbitos de la comunidad científica) nos permitan rescatar memorias y voces de mujeres hacia el pasado, y para el futuro. De esta manera, podremos contabilizar e historiar las vidas y ejemplos de tantas Mujeres de la Iglesia que merecen un mejor tratamiento y consideración que los que han recibido hasta el presente. La Iglesia se enriquecerá sin dudas. Jesús quería Verdad y Vida.

Adela Perez del Viso

Adela Perez del Viso es abogada (Universidad nacional del Litoral, Argentina, UNL 1986), Notaria (UNL 1988), Profesora de inglés (IFDC San Luis, Argentina,  2014) Especialista en Educación y Derechos Humanos (IFDC San Luis, 2017), Diplomada en derecho de las familias (U.C.C. San Luis), Maestranda en Derecho del Trabajo y relaciones internacionales (UNTREF, Argentina,  faltando tesis) y autora de numerosos artículos de derecho laboral,  inglés jurídico, derechos humanos y perspectiva de género.

Este documento constituyó el Trabajo práctico final en el curso “Conversaciones sobre teología feminista”, curso online 00-16171 en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, departamento de formación contínua Fundación Jean Sonet, dirigido por el Lic. José Ignacio Semonella, siendo la tutora del mismo la Profesora  Carolina Bacher Martínez, en Octubre 2020.

[1] Post sobre María Adela Capón Filas en: https://www.facebook.com/adelaperezdelviso/posts/10223933945236177

[2]  “David Perez del Viso y la creación de la facultad Paraná UTN”  https://familiaperezdelviso-avila.blogspot.com/2015/10/david-perez-del-viso-y-la-creacion-de.html    y

“David Rafael Perez del Viso”. https://familiaperezdelviso-avila.blogspot.com/2015/10/david-rafael-perez-del-viso-1915-1995.html

[3] 14. Teología feminista. Punto 4. Para una interpretación no sexista de la Biblia. Pg. 459.

[4] Lucas, Evangelio, 2,19. “María, por su parte, observaba cuidadosamente todos estos acontecimientos y los guardaba en su corazón”

[5] Santa Sede, Audiencia de Juan Pablo II, http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1996/documents/hf_jp-ii_aud_19960131.pdf

[6] Anselm Grün, Descubrir la riqueza de la vida, Editorial Verbo Divino, Estella 1999. Citado en: “Espacio de encuentro para cristianos unidos contra la LGTB fobia”, disponible online.

[7] Referencias y notas en: Evangelio según Mateo, versión católica, Straubinger, disponible online en

http://curas.com.ar/Documentos/Straubinger/47%20San%20Mateo.pdf

[8] Videos de Antonio Piñero,  Investigaciones sobre Jesús,  disponibles en su totalidad en el sitio “Mercado de la tía Ni” en YouTube, https://www.youtube.com/channel/UCRlbwOFGEkh4aaxUGkQrx3g

[9] Corpas de Posada, Isabel, ¿“Ordenación de mujeres?” Corpas de Posada publicaciones, año 2020, pg. 165.

[10] Allí, Junia se encuentra a menudo en tumbas. El nombre también aparece en las inscripciones del siglo I en Ephesus, Didyma, Lydia, Troas y Bythinia. La Junia más conocida, es la hermanastra de Brutus y esposa de Cassius. Fuente: Nancy Vhymeister, “Nacidas para servir”, publicado en http://www.escogidasparaservir.com/junia-la-mujer-apostol/  año 2016.

[11] United Bible Societies, The Greek New Testament, 4th ed. (Stuttgart: Deutsche Bi¬belgesellschaft, 1993), 564. Cita en Vhymeister, Nancy, op cit.

[12] Eisen, Women Officeholders, 47, quien cita a Brooten, “Junia… Outstanding Among the Apostles”, 141–144; Elizabeth Makowski, Canon Law y Cloistered Women: “Periculoso” and Its Commentators, 1298–1545 (Washington, DC: Catholic University of America, 1999); Dianne McDonnell, “Junia, a Woman Apostle”, The Church of God, www.churchofgoddfw.com/monthly/junia.shtml (consultado: 26 de agosto, 2012). Citado en Vhymeister, Nancy, op cit.

[13] Richard Bauckham, Gospel Women: Studies of the Named Women in the Gospels (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2002), 109-202. Citado en Vhymeister Nancy, op cit.

[14] John Chrysostom, Homily 31 on the Epistle to the Romans, on Romans 16:7, en Nicene and Post-Nicene Fathers, ed. Philip Schaff (Grand Rapids, MI: Eerdmans, n.d.), vol. 11. En línea: www.ccel.org/ccel/schaff/npnf111.pdf. Así citado por Vhymeister Nancy op cit.

[15] En los Evangelios apócrifos hay aún más de ellas.

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