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Sábado Santo (tercera carta) 26 marzo, 2016

Sábado, 26 de marzo de 2016

sabadosanto3Hola!

¿Qué tal vas? Si vas a buen ritmo deben ser las 12 del mediodía. Hoy no se escuchan las campanas del monasterio, es un día de silencio, de recogida, las oiremos esta noche cuando cantemos el Gloria! Pero no adelantemos acontecimientos.

En esta carta me gustaría escribirte sobre Moisés, que también es muy conocido. El faraón y su ejército están persiguiendo al pueblo israelita y ellos que los ven de lejos están aterrorizados, de hecho gritan de miedo. El miedo es terrible, ¿verdad?, nos paraliza, nos bloquea, y como dejemos que nos domine estamos perdidos.

El texto seleccionado tiene muchas claves en las que podríamos detenernos, realmente cuanto más se lee y se deja reposar, más novedades surgen. Últimamente a mí me ha llamado la atención el fenómeno de la nube, ese signo de la protección de Dios a los israelitas, aunque no lo dice el texto, supongo que ayudaría a calmar un poco los ánimos y a tener más confianza. Leamos el texto:

El Señor dijo a Moisés:
– ¿A qué vienen esos gritos? Ordena a los israelitas que emprendan la marcha. Tú levanta tu cayado, extiende la mano sobre el mar y se partirá en dos para que los israelitas pasen por medio de él como si fuera tierra seca. Yo voy a aumentar la obstinación de los egipcios, para que entren en el mar detrás de vosotros, y entonces me cubriré de gloria a costa del faraón y de todo su ejército, de sus carros y de su caballería. Y sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me cubra de gloria a costa del faraón, de sus carros y caballería.
Entonces el ángel de Dios, que iba delante de las huestes de Israel, se puso en movimiento y se colocó detrás de ellos. También la columna de nube que iba delante de ellos fue a situarse detrás, interponiéndose entre los israelitas y el ejército de los egipcios. Por un lado la nube era tenebrosa y por otro alumbraba en la noche, de suerte que no pudieron acercarse unos a otros en toda la noche.
Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor, por medio de un recio viento del este, empujó al mar, dejándolo seco y partiendo en dos las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar como en tierra seca, mientras las aguas formaban una especie de muralla a ambos lados. Los egipcios se lanzaron en su persecución; toda la caballería del faraón, sus carros y caballeros, entraron tras ellos en medio de del mar. Pero antes de la madrugada miró el Señor desde la columna de fuego y de nube a las huestes egipcias y las desbarató. Atascó las ruedas de los carros, que apenas podía avanzar. Entonces los egipcios se dijeron:
– Huyamos ante Israel, porque el Señor combate por ellos contra los egipcios.
Pero el Señor dijo a Moisés:
– Extiende tu mano sobre el mar para que las aguas se precipiten sobre los egipcios, sobre sus carros y su caballería.
Moisés extendió su mano sobre el mar, y al amanecer volvió el mar a su estado normal. Los egipcios toparon con él en su huída, y así los arrojó el Señor en medio del mar. Las aguas, al juntarse, anegaron carros y caballeros y a todo el ejército del faraón, que había entrado en el mar en persecución de los israelitas. No escapó ni uno solo. Sin embargo los israelitas caminaban en medio del mar como por tierra seca, mientras las aguas formaban para ellos una muralla a ambos lados. Así salvó el Señor aquel día a Israel del poder de los egipcios, e Israel pudo ver a los egipcios muertos en la orilla del mar. Israel vio el prodigioso golpe que el Señor había asestado a los egipcios, temió al Señor, y puso su confianza en él y en Moisés su siervo.
Entonces Moisés y los israelitas cantaron este cántico al Señor. (Éx. 14, 15-15,1)

También María, la profetisa, tomó el pandero y con todas las mujeres se pusieron a cantar y bailar. Toda una fiesta después de lo que habían pasado.

A  veces preferimos la esclavitud a la libertad, es curioso, ¿no? La libertad nos supone un esfuerzo y es mejor dejarse llevar por lo conocido. ¡Cuántas veces los israelitas se encaran con Moisés en el desierto por hacerles caminar tanto para conseguir la libertad! Pero ¿qué otra cosa quiere Dios de nosotros más que seamos libres? No nos ha creado para que vivamos esclavos, sino libres, como los pájaros.

Me viene a la memoria aquel encuentro que tuvo Jesús con una persona que quería ser fiel a Dios: “Él le contestó: -Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud. Jesús lo miró con cariño y le dijo: -Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme.” (Mc. 10, 20-21)

No sé, ¿has tenido tú alguna vez esa experiencia? Me refiero a la experiencia de sentirte libre. Libre frente al qué dirán, a lo que se espera de ti, libre ante lo que “todo el mundo hace” Libre de poder ser tú realmente, libre para elegir, para saltar y volar. Libre para desprenderte de lo que pesa.

Haz memoria, seguro que en tu propia historia también has tenido encuentros con Dios de esos que te han hecho respirar libertad. Seguro que tienes en tu recuerdo momentos, lugares, que han marcado también tu camino de fe. Incluso puedes decir la hora o detalles concretos de alguno de esos momentos, sencillamente porque han calado en tu corazón, están ahí para recordar tu libertad.

Por cierto, en esta historia de Moisés también está marcada la hora, es “al amanecer” cuando son salvados del ejército del faraón, ¿te suena esto de “al amanecer”?

¡Un abrazo!

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