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“El cristianismo en el umbral del tercer milenio”, por José Comblin, teólogo

Martes, 27 de enero de 2015

cristianismo-rosario-41230-1Leído en la página web de Redes Cristianas

Introducción.

En el umbral del tercer milenio el cristianismo es fundamentalmente europeo y americano, siendo que la población cristiana americana supera largamente la población europea. El cristianismo entra en el milenio como realidad americana antes que nada. No obstante conquistó gran parte de África, más de la mitad de la población de África situada en el centro y en el sur del continente a pesar de la fuerte expansión musulmana del Norte hacia el Sur. En Asia el cristianismo aún constituye una minoría insignificante numéricamente, a pesar de las Filipinas, única isla cristiana en un mundo tan vasto que reúne mucho más de la mitad de la población mundial. Además de eso la población de Europa dejó de crecer y va a disminuir. La población de América crece cada vez menos. La población de África crece vertiginosamente y la población de Asia también, a pesar de las medidas draconianos de restricción de la natalidad en China. Por consiguiente el cristianismo que entre en el milenio es esencialmente americano, aunque en el curso del milenio pueden ocurrir sorpresas del lado de África o del lado de Asia

No hay ninguna señal de que el cristianismo pueda entrar en el mundo musulmán, pocas señales de que pueda influenciar profundamente el hinduismo o el budismo. La mayor esperanza estaría en China y en Vietnam, así como en Corea. En China y en Vietnam el comunismo abrió paso al cristianismo. A fin de cuentas el marxismo es una herejía cristiana: introdujo el fermento cristiano tanto en China como en Vietnam. En ambas Iglesias fortalecidas por las pruebas y que encuentran delante de si fuertes religiones tradicionales. Quién abrió el camino al cristianismo fueron los comunistas cuyas ideas están tan impregnadas de cristianismo. Y en Corea el cristianismo nació sin contacto con el colonialismo; nació por iniciativa de coreanos y no por iniciativa de misioneros, lo que lo torna mucho más autóctono y libre.

Un segundo carácter importante del cristianismo en el umbral del siglo XXI, es que se trata de una forma de cristianismo separada de hecho de las Iglesias. Solamente un 10 a un 20% de los cristianos tienen lazos institucionales con las Iglesias. Las Iglesias no controlan la marcha del cristianismo. El clero perdió el liderazgo del cristianismo. Las Iglesias cristianas son instituciones arcaicas. La Iglesia católica tiene instituciones formadas en la edad media y se ha vuelto totalmente incapaz de actuar en la sociedad de manera eficaz. Las influencias de la Iglesia Católica no va más allá del 10 al 20% de los observantes y, aún así, ese 10 a 20% no acepta las orientaciones del clero en materia moral, social o sexual.

El Papa, los obispos, los padres son tratados con mucho respeto, pero en la vida social y personal ninguno sigue sus enseñanzas. La evolución de la sociedad en este final del segundo milenio, en Brasil, por ejemplo, nada debe a la doctrina social de la Iglesia. Entonces el cristianismo en el umbral del tercer milenio no se identifica con las Iglesias cristianas, porque éstas apenas controlan una minoría de la sociedad, de las ideas o de los comportamientos cristianos.

1. EL CRISTIANISMO FUERA DE LAS IGLESIAS TRADICIONALES.

A) EL CRISTIANISMO EN LA MODERNIDAD

Desde el siglo XVI se manifiestan las aspiraciones modernas. Sin embargo durante siglos ellas permanecieron contenidas en círculos intelectuales o sociales más o menos clandestinos. Las nuevas aspiraciones conquistan espacios a duras penas. Hubo la revolución puritana de 1640 en Inglaterra, después la llamada Revolución Gloriosa de 1688. Después vendrá la Revolución Francesa que los ejércitos de Napoleón llevan por la Europa Continental entera. Las revoluciones liberales del siglo XIX en Europa, las guerras de independencia en América desde 1776 en los EE.UU. hasta la proclamación de la república en Brasil 1889 fueron etapas de la conquista de la antigua cristiandad por el temario liberal. En el siglo XX el liberalismo acaba triunfando hasta el punto que algunos observadores anunciaron que en adelante ya no habrá más cambios: la historia alcanzó su fin definitivo. Desde 1989 los Estados Unidos pueden imponer su modelo “democrático ” al mundo entero, al menos verbalmente.

Ahora bien, los grandes temas de la modernidad son frutos del cristianismo y constituyen la contribución cristiana a la figura de la humanidad en el umbral del tercer milenio.

1. El primer tema es el de la libertad. Grecia inventó la libertad, pero restringiéndola a los privilegiados de las ciudades, a los que no trabajan y eran dueños de la tierra. La extensión de la libertad para todos y la concepción de un mundo hecho de hombres todos libres, libres hombres y mujeres de todas las razas y culturas, nació el cristianismo. Ninguna otra gran religión mundial proclama tal aspiración, ningún imperio, ninguna civilización

Se entiende por libertad tanto la libertad civil como la libertad política o económica. La libertad civil corresponde a lo que se llama “derechos humanos”, derecho de circular, trabajar, pensar, expresarse, asociarse y otros. La libertad política es la participación en el gobierno de la sociedad dentro de un Estado de derecho, libre de las arbitrariedades de los poderosos. La libertad económica es la libertad de tomar iniciativas económicas y de ser propietario de los lucros resultantes de la actividad económica.

De modo general esas libertades fueron conquistadas contra la resistencia del clero y de las Iglesias institucionales. En general el clero no reconoció en ellas una herencia cristiana, por lo menos hasta el Concilio Vaticano II. Sin embargo ellas son cristianas y siempre hubo algunos cristianos conscientes que se dieron cuenta de eso. Pero no fueron apoyado y sí condenados por la jerarquía.

2. El segundo tema cristiano es la desacralización o la secularización del mundo.

En las civilizaciones antiguas y en lo que aún queda de ellas en Asia, en África o en el mundo indígena y afro de América, el ser humano vive dominado por el miedo a la naturaleza. Miedo de los fenómenos meteorológicos (sequía, inundaciones, truenos y rayos), miedo de los animales, miedo de las fuerzas de la naturaleza que no consigue entender. Por eso recurre a medios mágicos o religiosos. Atribuye las amenazas a fuerzas sobrenaturales. Ve el mundo penetrado por entes sobrenaturales animados de intenciones y de deseos como los seres humanos. Imagina un mundo de entidades invisibles y procura dominar el mundo sensible por medio de los seres invisibles. De allí la proliferación de ritos y creencias.

La secularización se hace también en gran parte contra la oposición del clero y de las Iglesias establecidas. Todo comenzó con la resistencia en nombre de la Biblia y de la tradición a los descubrimientos científicos y a las nuevas técnicas. No obstante, la secularización es cristiana. El cristianismo libera al ser humano de todo temor a entidades sobrenaturales. Ofrece un mundo abierto al trabajo humano. El cristiano se siente a voluntad en el mundo porque es hijo de Dios y por lo tanto heredero: el mundo es la herencia recibida del Padre. No debe sentirse amenazado o constreñido. El mundo es bueno y le fue dado por el Padre.
De nuevo la expansión del cristianismo se hizo contra la resistencia de las Iglesias

3. El tercer tema cristiano es el de la felicidad.

En las civilizaciones antiguas los hombres y aún más las mujeres llevan una vida de deberes y de obligaciones. Viven sometidos a tradiciones, normas, estructuras y tabúes. Ya fue dicho que los hombres tradicionales viven sometidos a los padres más allá de la muerte de ellos, sumisos a la familia, a la tribu. La vida individual solamente comenzó a tener valor a partir del cristianismo que emancipó al individuo de todas las estructuras, creó el concepto de persona humana y dio la posibilidad de buscar la felicidad individual. Los evangelios hablan un lenguaje de felicidad.

El cristianismo comenzó a valorizar la vida temporal, la vida terrestre con todos sus valores. Valoriza el cuerpo y los valores corporales al contrario de las civilizaciones antiguas. Lejos de concentrar la atención en la vida futura, el evangelio se refiere a la vida presente.

Aconteció que tantas veces la Iglesia enseñó un mensaje diferente que muchos no reconocieron el evangelio en la emancipación del individuo y en la búsqueda de la felicidad. La Iglesia se inculturó demasiado en el mundo griego. Adoptó la visión del platonismo que niega el valor de cuerpo y concentra el ser humano en el alma, creando la oposición tradicional entre alma y cuerpo. Muchas veces la doctrina platónica fue presentada como si fuese la doctrina. Después vino el estoicismo con la represión de los deseos, la negación de la sensibilidad, la búsqueda de la razón que torna al ser humano indiferente a los acontecimientos. El cristianismo pareció sinónimo de sacrificio, vida ascética, mortificación, represión del cuerpo, inclusive del sexo, de búsqueda del alma separada del cuerpo.

Ahora bien, nada de eso es cristiano. Todo eso es el resultado de una inculturación que al final suprime el evangelio y el mensaje cristiano.

Cuando las nuevas generaciones reaccionaron, la Iglesia no reconoció su mensaje. De nuevo identificó el cristianismo con la inculturización que se produjo en el mundo griego y perdió de vista sus orígenes, enseñando una cultura ya sobrepasada en la historia de la humanidad. La modernidad fue un proyecto de realizar una felicidad aquí en la tierra. Muchos cristianos encontraron que para el evangelio solamente puede haber felicidad en el cielo.

B) EL CRISTIANISMO EN LA POS – MODERNIDAD.

La pos-modernidad puede ser vista como una radicalización de las metas de la modernidad: protesta contra las infidelidades de los modernos a sus ideales y afirmación radical de los valores modernos.

1. La modernidad apareció en forma de sistemas y de ideología: liberalismo, nacionalismo, socialismo. Cada uno presenta un programa para la liberación de la humanidad. Pero realiza la libertad mediante la integración dentro de sistemas: frustra las aspiraciones individuales. Proclama la libertad de la humanidad, pero exige renuncia a libertades concretas en vista de una libertad futura. Las ideologías modernas proclamaron la emancipación de la cristiandad, del feudalismo, de la Iglesia, pero reconstituyen nuevas Iglesias, nuevos feudalismos y una nueva sociedad estructura. Los pos-modernos quieren la libertad del individuo. En esto responden a una proclamación evangélica y cristiana. Los sistemas modernos no cumplieron sus promesas. De ahí la protesta y la reacción. Sin embargo, pocos desilusionados de la modernidad vuelven a las Iglesias tradicionales. Se orientan hacia los movimientos de emancipación individual más radicales

2. Los pos-modernos acusan a la modernidad de haber creado valores sagrados, nuevos ídolos: la ciencia, la democracia, la técnica, el crecimiento económico. En nombre de esos valores lo que se crea es un sistema de dominación, privilegios, explotación del ser humano por el ser humano. Denuncian las mentiras de las ideologías modernas para desacralizar el mundo radicalmente. Esto también procede de una inspiración cristiana: el rechazo de los ídolos, de lo absoluto colocado en realidades temporales y materiales.

3. En nombre de la paz y de la felicidad humana, en el siglo XX la modernidad promovió guerras, genocidios, masacres, destrucción material y moral de pueblos enteros, siempre en nombre de una ideología de felicidad. De allí una incredulidad generalizada en todos los sistemas y en todas las promesas. Cada uno busca su felicidad por sí mismo sin recibirla de un partido o, de un movimiento, de una ideología. Esto también procede de una inspiración cristiana que las Iglesias deben reconocer. Sin embargo las Iglesias tienen la fama de enseñar una sabiduría de mortificación, tristeza, represión de los deseos, condenando al mundo y a las aspiraciones de felicidad. A los ojos de la mayoría la Iglesia enseña lo contrario al cristianismo. ¿ Por qué existe tal fama ? Tendríamos que examinar la forma concreta como se transmite de hecho el mensaje del evangelio y lo que se enseña de hecho en la realidad de cada día como siendo cristianismo. ¿Será que los propios catequistas saben lo que es el cristianismo ? ¿No será que trasmiten y quieren reproducir un modo de vivir que es una ideología nacida de la filosofía griega o de otras fuentes espúreas sin darse cuenta y pensando que lo que enseñan es cristianismo? ¿No será que los comportamientos tan burocratizados de la Iglesia alimentan esas falsas interpretaciones?

2. LAS MODALIDADES DEL CRISTIANISMO EN LA ACTUALIDAD.

A) EL CRISTIANISMO DE LA MAYORIA

La mayoría del mundo occidental admite lazos con el cristianismo y aún se declara cristiano. Sin embargo se trata de un cristianismo refugiado en la intimidad de la vida personal. No se expresa en la vida social, ni siquiera en la vida familiar. La mayoría acepta la existencia de Dios, aunque importantes minorías dicen tener muchas dudas o no creer en Él. Más allá de esa fe en Dios, los dogmas cristianos son generalmente desconocidos o conocidos de un modo muy deformado. Algunos son rechazados como el pecado original, el infierno, la necesidad de la gracia. En cuanto a los preceptos morales, esa mayoría no toma como referencia ética lo que dice la Iglesia. De modo general hacen una distinción clara entre las Iglesia y el cristianismo.

Ese cristianismo diluido, sin dogmas, sin preceptos, sin observancias, es puramente interior con pocas expresiones, salvo gestos cuasi mágicos u oraciones de peticiones dramáticas en caso de enfermedad grave, de peligro inminente o de catástrofe. Las prácticas que más permanecen son las más superticiosas.
Si de hecho en la vida el cristianismo continúa inspirando al actuar, la mayoría ni siquiera se da cuenta de eso. No se recuerda de los orígenes cristianos de los derechos humanos, de la solidaridad, de la libertad.

Permanece una inquietud delante de la muerte, del sufrimiento, de los conflictos y de la dificultad de la paz. Las diversiones incesantes procuran el olvido de esos aspectos negativos de la existencia, pero no se puede hacer desaparecer toda esta realidad. Ella crea un malestar, sin embargo el malestar no desemboca habitualmente en la adhesión a una religión institucional.
De ahí la multiplicación de las terapias de toda especie, materiales o sicológicas. Muchas veces no aparece claramente la distinción entre terapia y religiosidad. En todos los hombres y mujeres de hoy buscan más bienestar, felicidad, tranquilidad, armonía, salud total. La religión que interesa es aquella que funciona como terapia

B) LOS FUNDAMENTALISMOS.

Minorías escogen el retorno al pasado. Son minorías que nunca superar el 5% de los cristianos, y generalmente no alcanzan ni siquiera al 1%, pero hacen mucho ruido y llaman la atención de los medios de comunicación.
Los movimientos integristas, que son la forma católica del fundamentalismo, están en expasión: Opus Dei, Legionarios de Cristo, Sodalitium, y hasta cierto punto también los movimientos más amplios, buscan un refugio contra la modernidad y la pos-modernidad en la afirmación agresiva de todo el aspecto institucional de la Iglesia Católica: dogmas, preceptos morales, actos religiosos tradicionales. Para ellos ser cristiano es aplicar rigurosamente todas las leyes eclesiásticas y la virtud es la obediencia.

Ya había en la Contra-reforma católica y en la forma como fue interpretado el Concilio de Trento muchos caracteres de pre-integrismo. La “romanización” protagonizada por “zelanti” a partir del pontificado de Pío IX reforzó las notas integristas del tridentinismo. De esta manera los integristas se pueden presentar como siendo los verdaderos representantes de la tradición cristiana.

El integrismo procede de la inseguridad nacida del contacto con la modernidad. Quién es incapaz de vivir en la inseguridad o en la incerteza rompe con el mundo y se crea un mundo paralelo en la Iglesia, soñando con una nueva cristiandad.

Sin duda el presente pontificado dio muchas señales que estimularon el integrismo (1). El criterio principal en la elección de los obispos fue la seguridad en la subordinación incondicional a todo lo que emana de Roma. La formación sacerdotal se concentró de nuevo en la ortodoxia de la doctrina y los llamados para una nueva evangelización quedaron frustrados porque encuentran en ella un refugio en contra del mundo. Casi 20 años de nueva evangelización dieron como resultado en América Latina una multiplicación de las Iglesias pentecostales y el alejamiento de los intelectuales. Y no podía ser de otra manera.

Hoy en día, a pesar de tantas proclamaciones de evangelización, la Iglesia tiende a cerrarse en sí misma. Vuelta para el centro parroquial, tratando de convencerse que la parroquia va a ser factor de evangelización, cuando en 800 años dieron prueba de lo contrario. Sin embargo, tocar la parroquia sería cambiar toda la estructura del clero. Pío XII dijo un día que teniendo que escoger entre una evangelización del mundo obrero y la identidad sacerdotal él escogía la identidad sacerdotal. Estamos en una situación semejante, pero nadie tiene el coraje de decir lo que decía Pío XII.

C) EL PENTECOSTALISMO.

Las Iglesias pentecostales están en plena expresión en el mundo entero. En la Iglesia católica los movimientos carismáticos también progresan. En Brasil están asumiendo cada vez más la pastoral de conjunto. Las nuevas orientaciones de la CNBB fueron inspiradas por el movimiento carismático. Sobre todo la nueva mentalidad que prevalece en el mundo clerical se inspira cada vez más en eso movimientos: insistencia en la emoción religiosa y en todo lo que le favorece, uso de los medios de comunicación, acentos triunfalistas. El viaje del papa puede significar un marco: la Iglesia escogió el uso de los medios ricos y la alianza con los poderosos para conquistar el público, manipulando la emoción religiosa, estrategia recomendada por los dirigentes de la Renovación carismática.

No sabemos hasta dónde y hasta cuándo el pentecostalismo continuará creciendo. En todo caso en el umbral del tercer milenio es un elemento marcante. La jerarquía tiene la esperanza de poder controlar el movimiento. Sin duda el movimiento podría tener consecuencias imprevistas.
El pentecostalismo tiene rasgos fundamentalistas: vuelta a la tradición dogmática y moral, fortalecimiento de la comunidad y de la autoridad de la Iglesia. Por cierto lado es una restauración de la religión tradicional. Muchos católicos reencuentran en la Iglesias pentecostales elementos de su tradición católica. Varias personas encuentran en las comunidades pentecostales seguridad, protección contra un mundo agresivo.

Sin embargo, parece que hay en el pentecostalismo algo más abarcador y más profundo. Las Iglesias pentecostales proponen y viven una religión de fe personalizada: el creyente descubre a Jesús Cristo, acepta a Jesús Cristo en forma personal y vivencial como nunca lo experimentara en su trayectoria católica o protestante tradicional. Tiene acceso a una libertad interior en una fe personal que le da la impresión de haber pasado un umbral. Antes vivía bajo la ley (la ley católica), ahora está movido por el Espíritu. Las Iglesias pentecostales simplifican todo el aparato institucional y se concentran en la experiencia de fe.
A partir de ese umbral, es posible descubrir hasta qué punto la fe de la antigua cristiandad estaba ligada a una cultura, era parte de la visión del mundo y se trasmitía con esa visión del mundo. Además esa fe tradicional estaba ligada a la antigua religiosidad natural: no distinguía claramente el Dios del evangelio del dios de la lluvia, de los truenos, de las tempestades. Era reconocimiento de la soberanía de Dios, pero no era la adhesión a Jesús como aquel que llena y orienta la vida y lleva a renovar todo el conjunto del actuar humano.

Dentro de pentecostalismo o de la renovación carismática las personas que vivían una religión tradicional o natural descubren la fuerza del Espíritu y a la persona viva de Jesús.
Siempre se suponía que la Iglesia llevaba a esa experiencia con todo su aparato de mediaciones: dogmas, preceptos, sacramentos, devociones. En la realidad las mediaciones ocupan todo el espacio y esconden el fin. Los medios para llegar a Jesús esconden al propio Jesús.

En este sentido el pentecostalismo obliga a la Iglesia tradicional a constatar su falta fundamental: ella es incapaz de despertar la fe, incapaz de evangelizar a pesar de o por causa de todo su complicado aparato supuestamente orientado a la evangelización.
Lo peor que podría ocurrir sería que la Iglesia tomase de los movimientos pentecostales algunas recetas para adquirir mayor popularidad sin cambiar la estructura de la institución. El desafío del pentecostalismo no se reduce a un problema de marketing o al uso de técnicas modernas.
El pentecostalismo está aún en la fase de expansión, y todo indica que en el umbral del tercer milenio constituye un factor de relevancia (2).

3. LA IGLESIA CATÓLICA EN EL UMBRAL DEL TERCER MILENIO.

A) UNA IGLESIA PRISIONERA DE SUS ESTRUCTURAS HISTÓRICAS.

La Iglesia católica llega al tercer milenio prisionera de sus estructuras, prisionera de su pasado: los muertos oprimen a los vivos y les quitan cualquier libertad. La Iglesia está llena de personas de buena voluntad. El discurso oficial está lleno de buenos sentimientos y de buenas resoluciones. Hoy en día la Iglesia pide perdón a todo el mundo, multiplica los deseos de conversión y los actos penitenciales. Pero todo queda en el nivel de las intenciones, porque después del acto penitencial todo continúa como antes. El clero querría cambiar pero no puede: prisionero de la estructura. Los obispos están llenos de buenas intenciones, pero no pueden cambiar nada. El Papa multiplicó los actos penitenciales, por ejemplo en la encíclica Ut unum sint, que es bien representativa del actual cautiverio de la Iglesia. Querría cambiar, pero no puede: el pasado es más fuerte que el presente. (3)

El Papa comienza por un acto penitencial global referido al conjunto de los católicos “La Iglesia católica reconoce y confiesa las flaquezas de sus hijos” (n.3). Después él explicita ampliamente la alusión a la conversión de Pedro, que le sirve para introducir el tema de la conversión del Papa (n.4): “El Obispo de Roma ha de ser el primero en hacer suya, con fervor, la oración de Cristo por la conversión que es indispensable a “Pedro” para poder servir a los hermanos”. Ninguna explicación: ¿de qué conversión se trata? ¿ conversión de qué ? Si se trata de pecados individuales, serán pecadillos sin importancia. Nadie piensa que el problema sea la falta de perfección moral de los católicos, menos aún la falta de santidad personal del Papa. Todo eso da la impresión de ser artificial. Formalismo del lenguaje eclesiástico, que no llega a convencer. Porque el problema no es la santidad personal, y si de la estructura.

El desafío actual de la Iglesia no es la santidad personal del clero. El problema está en la estructura que lo aprisiona y que hace que los propósitos de conversión queden paralizados en el nivel de las buenas intenciones. A la hora de actuar la estructura se opone a cualquier cambio y el sacerdote está allí para “aplicar la ley”. (

Los ns. 95, 96 y 97 desarrollan el problema del ministerio de Pedro, obstáculo para el ecumenismo. El Papa cita e introduce en la encíclica una citación de la Homilía en la basílica San Pedro en la presencia del patriarca ecuménico Dimitrios I ( 6 de diciembre de 1987). “El Espíritu Santo nos dé luz e ilumine a los pastores y a los teólogos de nuestras Iglesias, para que podamos procurar, evidentemente juntos, las formas mediante los cuales este ministerio pueda realizar un servicio de amor, reconocido por unos y otros,
Quedamos en esto. Ninguna alusión hasta ahora a esas “formas” nuevas que serían necesarias. Ahora bien, sin reforma del modo como se ejerce la autoridad del Papa, no se puede pensar ni en la reforma del ministerio episcopal, ni en la reforma del ministerio presbiterial. Todo queda bloqueado. No se trata de teología y sí de historia. La Iglesia está prisionera de la formación de estructuras y la estructura del ministerio del Papa impide cualquier cambio en los niveles inferiores. Se multiplican los llamados para conversiones individuales, pero tales llamados sólo aumentan el desánimo porque no se trata de falta de buenas intenciones.
Señales significativas de esa fuerza de las estructuras. Por un lado las comunidades eclesiales de base son recuperadas por las parroquias. Por otro lado el actuar social de los laicos es recuperado por la “pastorales sociales”, esto, por la estructura diocesana. Aún no hay espacio abierto para los laicos. Sin cambio significativo en la estructura, todas las tentativas surgidas desde la base serán reabsorbidas y neutralizadas.

B) ESTRUCTURAS DE DOMINACION.

La parroquia. Comencemos por la más visible, la que envuelve a todos los católicos: la parroquia, más particularmente la parroquia urbana que es la que abarca a la inmensa mayoría.

La parroquia infantiliza a los parroquianos, sobre todo a aquellos que más colaboran con ella. Pues en la parroquia todo viene desde arriba hacia abajo. El vicario en la parroquia es más infalible que el Papa en Roma. Tiene jurisdicción universal, lo que quiere decir que toma todas las decisiones solo. Crea alrededor de sí una corte de personas infantilizadas que concuerdan con todo lo que manda el vicario, pero que lo aíslan del conjunto de los parroquianos y, más aún, del mundo exterior. De esa manera la parroquia se hace ajena a la evolución de la sociedad y constituye un pequeño mundo, una isla en medio de la ciudad. Crea una subcultura totalmente bajo el control del párroco. Este se considera enviado directamente por Dios para gobernar el rebaño. Es servidor, pero sirve gobernando.

Hay excepciones, sin embargo el esquema funciona, aún en los mejores casos. Este sistema es el responsable principal de la falta de madurez humana de los parroquianos, por la flaqueza de fe y de la espiritualidad de la mayoría de los laicos que sienten tranquilos en su pasividad. De allí la revelación y el sentimiento de libertad de quien entra en una Iglesia pentecostal o en un movimiento carismático. En la parroquia no aprendieron la libertad, no hicieron la experiencia personal de Jesús. Alimentaron la religiosidad de su infancia y nada más.

Los mejores párrocos procuraron salvar la situación introduciendo otros elementos en su parroquia, pero no logran en cambio radical. Cuando los laicos se desarrollan, acaban dejando la parroquia por que no se sienten a voluntad.

La parroquia está organizada en torno a los sacramentos. La catequesis es preparación a los sacramentos, la vida cristiana es el paso de un sacramento a otro. Los ritmos de vida parroquial son los ritmos de los sacramentos. Sin embargo, esa prioridad de los sacramentos en la vida diaria de la Iglesia hace de los sacerdotes esencialmente administradores de los sacramentos, corren de un lado para otro para dar sacramentos. El éxito de la pastoral son los sacramentos y no la evangelización. Esta se encuentra incluida en los sacramentos. Sin embargo la preparación a los sacramentos nunca es el lugar adecuado para evangelizar. La propia catequesis se transforma en un formalismo sin consecuencias.

Innumerables son los sacerdotes que lamentan esa situación, pero no pueden cambiar nada. Son prisioneros de la estructura. Tienen que conformarse y rebajar sus aspiraciones al nivel de aquello que el sistema permite.

2. A nivel diocesano lo que se observa es una burocratización creciente. Se multiplican los organismos, las reuniones, papeleo. La era de los computadores llegó a tiempo para dar nuevo impulso a la burocratización.

Muchas actividades supuestamente evangelizadoras constan esencialmente de reuniones de planificación y reuniones de evaluación. Hay sacerdotes y agentes de pastoral que van de una reunión a otra. El número de “pastorales” va creciendo sin cesar y siempre son las mismas personas las que están presentes en todas las reuniones. El número de documentos eclesiásticos es tal que ninguna persona es capaz de leer todo. Ningún obispo puede leer todo lo que viene de Roma. Ningún sacerdote es capaz de leer todo lo que viene de la diócesis y naturalmente ningún laico se entera de todo lo que fue publicado y casi ninguno leyó. ¿Entonces para qué publicar tanto? ¿Para repetir tantas veces el mismo discurso? ¿No será la enfermedad de la burocracia la que lleva a creer que las palabras son acciones y transforman las realidades ? Lo que ocurre con esa inflación de papel impreso es que cada cual actúa por cuenta propia como si esos documentos no existieran.

Entre tanto, la profusión de papeles y de discursos aumenta el formalismo. O la persona deja de lado sistemáticamente toda esa literatura, o acaba aborreciéndose. Sobre todo cuando percibe que todos esos discursos siempre repiten la misma cosa, como si la repetición de los mismos temas pudiese mágicamente forzar la transformación de la realidad. De allí el efecto de liberación de los movimientos carismáticos o pentecostales: allí el grito sustituye los discursos supuestamente racionales. La espontaneidad reaparece y desaparece el privilegio de la clase de los mandarines que conocen el secreto del lenguaje convencional de las curias y del clero.

3. La inercia de la Iglesia. Todo, toda la programación pastoral vienen de arriba para abajo. Viene de conceptos abstractos de una teología abstracta. De lo abstracto se pretende llegar a lo concreto. Cosa imposible. 500 años de modernidad y de desarrollo de la ciencia mostraron la ineficacia del método escolástico puramente deductivo. Se crea una fachada, la impresión de que todo está funcionando, pero no funciona. Las reuniones de evaluación sirven para convencerse que todo está bien, que todo está funcionando bien, pero no está funcionando. Ese mecanismo procede de la fidelidad obstinada en el método escolástico: voluntad obstinada, “pertinaz”, incorregible, a pesar de 500 años de pensamiento moderno: la Iglesia continúa pensando que su método es eficaz y gasta energías inmensas para demostrar que tiene razón cuando no tiene razón.

Lo que se produce es un pueblo inerte. Los evangélicos son 10% de la población de Brasil, pero son un 10 por ciento activo. Los católicos son 80% pero los activos, misioneros activos, no superan el 3 o el 4 por ciento. ¿De dónde viene esa inercia? ¿Por qué alguien que fue un católico pasivo 20 o 40 años, de repente se torna una creyente activo? Eso no se explica por el dinero norteamericano, ni por la presión moral de los pastores ni por las otras motivaciones presentadas por el Instrumentum Laboris del Sínodo de las Américas.

Sin embargo, hay muchos católicos que estarían dispuestos a asumir un papel activo. Cada vez que se hace un llamado para misioneros o evangelizadores, millares de personas se presentan. Infelizmente, después de poco tiempo, se desaniman: la estructura no fue hecha para acoger, animar, estimular las iniciativas de los laicos. Innumerables son los laicos ex-alguna cosa, que ya trabajaron y se dedicaron y salieron decepcionados. Hay inmensas reservas entre los laicos. Fue de esa reserva que salieron los 100.000 pastores y los millones de fieles de las Iglesias pentecostales y millones fueron también recuperados por los movimientos carismáticos católicos.
El tercer milenio empieza en un ambiente de religiosidad muy fuerte. Infelizmente la estructura tan eclesiástica no parece estar preparada para acoger y orientar esa renovación religiosa tan fuerte como imprevista.

3. Las tentaciones de la religiosidad popular. La Iglesia Universal del Reino de Dios explota sistemáticamente elementos de la religiosidad tradicional, privilegiando los más superticiosos. Así actúa también la llamada Iglesia brasilera. Últimamente parece que nació entre los católicos la tentación de imitar tales recuperaciones de aquello que es más vulgar, más pagano en el cristianismo tradicional. Excitar el sentimiento de milagro, favorecer las apariciones tan numerosas, particularmente las pseudo-apariciones de Nuestra Señora. Todo eso puede atraer multitudes, pero no evangeliza.
Aún en una cultura técnico-científica siempre habrá bolsones de analfabetismo, de religiosidad tradicional como las magias, las sanaciones maravillosas, la expulsión de los demonios, las apariciones de entes celestiales. Sin embargo, explorar esa vía solamente servirá para atraer el desprecio de las personas normales. Para muchos pentecostales protestantes de la Iglesia Universal es una vergüenza: sienten vergüenza de estar colocados en la misma categoría.

La explotación vulgar de esa religiosidad que no es de origen cristiano, pero sí de origen pagano anterior al cristianismo y procede de antiguas civilizaciones rurales del mundo ibérico pre-romano o del mundo indígena, no puede dar buenos frutos. Hará de los sacerdotes unos magos aprovechadores de la credulidad popular. A corto plazo, puede reclutar adeptos e incluso recoger mucho dinero. Sin embargo, a largo plazo los efectos serán desastrosos.

5. La Iglesia dominada por la cultura. La historia de la cristiandad fue la historia de la inculturación del cristianismo en una cultura de origen helenístico. Durante casi 15 siglos la Iglesia quedó prisionera de la cultura en forma de “societas christianas”. Siempre hubo mártires, santos, verdaderos cristianos, verdaderos creyentes: se hallaron entre los pobres y a veces entre hijos de ricos que hicieron abandono de la riqueza. Todos tuvieron que salvar su fe de la prisión de la cultura. De modo general, fueron sospechosos, a veces condenados. Las inculturación es una terrible trampa: en lugar de la cristianización de la cultura lo que acontece es una reducción del cristianismo a una cultura.

El hecho de que esa cultura, como todas las culturas contemporáneas, era profundamente religiosa, permitió el engaño durante 1500 años. Confundieron el dios de la cultura con el Dios de la Biblia, y pensaron adorar al Dios de la Biblia cuando adoraban al dios de la cultura.

No es aquí el lugar de hacer una retrospectiva histórica. Sin embargo nunca se puede dispensar de un retorno a la historia.

La cristiandad tuvo dos caras o dos realizaciones: la Oriental y la Occidental. La Oriental prevaleció y casi se confundió con el cristianismo durante el primer milenio, aunque el imperio Bizantino haya sobrevivido hasta 1453. Sin embargo, después del año 100 la ascensión de Occidente tiende a reducir el brillo del cristianismo bizantino, (aunque éste se renovase mucho en el mundo esclavo).

El primer milenio fue dominado por la inculturación creciente en el platonismo, a pesar de los esfuerzos de los primeros siglos y de la resistencia de tantos monjes. El ambiente estaba tan impregnado que no fue posible escaparse. Del platonismo entró en la Iglesia la división del alma y del cuerpo en forma de conflicto. Desde entonces la salvación es la lucha del alma contra el cuerpo. La propia vida monástica derivó en ese sentido, aún cuando quería oponerse a esa filosofía. En segundo lugar, el cristiano dividió la vida futura de la presente.

Exaltó de tal manera la vida futura que la vida presente perdió valor y significado cristiano: la vida presente vale como preparación para la vida futura y todo el presente ha de sacrificarse por la vida futura.

En tercer lugar, entre la contemplación y la acción, el Oriente cristiano escoge la contemplación. Por consiguiente no tuvo la preocupación de cambiar este mundo, tornándolo más humano, más evangélico. Creyó que la vida sacramental bastaba para santificar el mundo y proclamar la resurrección del Señor.

Claro está que esas tendencias no desaparecieron en Occidente. Estuvieron también presentes, pero otras fueron dominantes.

El segundo milenio fue marcado por la adopción del esquema imperial. De la lucha entre el sacerdote y el imperio nació la estructura de todo el segundo milenio. El Papa se reviste de atributos imperiales. Es el jefe supremo de la cristiandad, encargado de mantener la paz y la justicia. De ahí la tendencia para dirigir el mundo por medio del poder político. De ahí también la organización de la Iglesia de modo vertical. A poco andar construye el concepto de magisterior: la Jerarquía se presenta como fuente de verdad: todo viene de arriba para abajo. La verdad del evangelio deriva del Papa, que la trasmite a los obispos y éstos a los padres y éstos finalmente a los laicos. La vida eclesial queda regulada por leyes cada vez más exigentes. Las leyes vienen de arriba para abajo. El pueblo laico es pasivo tanto en la fe como en el actuar. Recibe todo ya hecho. Basta obedecer. De ahí la centralización de la Iglesia que va creciendo hasta alcanzar su punto culminante hoy en día, ya que el Vaticano II no consiguió influir en las estructuras de la Iglesia. El Vaticano II provocó un divorcio entre la teoría y la práctica. La práctica continúa como antes, bajo las apariencias de una nueva teología. Al mismo tiempo, la centralización lleva a la uniformización: un código de leyes, un catecismo, un ritual, el mismo para todos, la misma organización del pueblo cristiano.

Este esquema no deriva del nuevo Testamento y sí del Imperio Romano, del derecho romano y de la filosofía subyacente en ese derecho. El cristianismo se inculturó tan bien en la cultura imperial romana que no consigue desligarse de ella.

La eclesiología de la Iglesia occidental fue organizada según el modelo de Belarmino: la Iglesia se puede comparar con el reino de Francia y con la república de Venecia. Como ellas, la Iglesia sería una sociedad basada en un poder absoluto. Todo sigue el esquema del Estado monárquico. Los ciudadanos deben cada un cumplir un su papel bajo la dirección de la jerarquía. Sin más.

El esquema imperial y la eclesiología inspirada en él fue muy criticada por los teólogos del siglo XX, que consiguieron introducir algunos temas sacados de la Biblia o de la tradición antigua. Sin embargo, los teólogos no consiguieron cambiar la estructura, que continúa siguiendo el modelo imperial de modo hasta más rígido que nunca

De ahí una ausencia del Espíritu Santo en la Iglesia jerárquica durante todo el segundo milenio. El Espíritu Santo será invocado por todos los movimientos de oposición. Pues el esquema imperial no fue aceptado universalmente. Encontró la oposición del movimiento de los pobres y de los movimientos de retorno al evangelio que recorrieron todo el milenio y desembocaron finalmente en los cismas de la Reforma. Por un lado, las protestas en nombre de una teología del Espíritu Santo y, por el otro, un clero que se pone cada vez más rígido en la defensa de modelo vertical.

En el esquema imperial la comunicación entre Cristo y el pueblo cristiano se hace por mediación de la jerarquía que detenta el magisterio. Según la teología del Espíritu Santo (herencia del primer milenio) la comunicación entre Cristo y el pueblo se hace por el Espíritu Santo. Este actúa por medio de muchos carismas, entre los cuales está el carisma de gobierno y el carisma de los apóstoles que no está reservado a la jerarquía.

Ejemplo típico de la eclesiología vertical es el Instrumentum Laboris para el Sínodo de América de 1997. Ninguna alusión siquiera Espíritu Santo en la exposición de la eclesiología. El documento retoma la eclesiología de comunión, interpretada en el sentido vertical. Lo que se llama comunión es la obediencia al Papa y a todo el sistema montado por la Curia romana en el decorrer del segundo milenio.

Lo que produjo fue una inculturación excesiva, donde la cultura apagó el evangelio, peligro que siempre amenaza a la Iglesia.

Llevar a un integrismo cada vez más rígido. Trento fue el momento en que la Iglesia se inclinó radicalmente para el clericalismo como respuesta al protestantismo: la Iglesia responde cerrándose en su pasado. Dio lo que dio: el cristianismo huyó de las manos de las Iglesias y anda suelto por el mundo, creando las formas más imprevistas o extrañas. La modernidad se alejó de la Iglesia, que solamente comenzó a reaccionar en el siglo XX, sin llegar a las conclusiones.

B) UNA SOCIEDAD ALTERNATIVA.

En la modernidad y en la pos-modernidad subsisten muchos temas cristianos, aunque desordenados, cortados de sus fuentes, de ahí resultó un modelo de sociedad que globalmente no es cristiano. Inclusive los elementos cristianos, derechos humanos, libertad, solidaridad, felicidad para todos, promoción de los pobres, van disminuyendo delante de la prioridad dada a los valores de la sociedad ascendente.

Lo que se afirma cada vez más es la prioridad del crecimiento económico antes de todo – objetivo confesado abiertamente por el presidente de Brasil – esto es, la acumulación del capital, el aumento de la riqueza que, de hecho, es cada vez más el capital financiero, destinado a crecer por la especulación.

El capital actual no produce más bienes materiales o servicios, produce más capital. Los seres humanos están en adelante más subordinados al dinero; todo debe obedecer a las exigencias del dinero. El primer objetivo – confesado por las autoridades – es atraer capital extranjero, aunque sea por razones especulativas. Todo el resto está subordinado a tal prioridad.

Esta sociedad simplemente no es más cristiana, inclusive es claramente pagana, anticristiana, aunque se reserve un espacio a la religión para consolar a las víctimas del sistema. Aún subsiste

Los cristianos deberán estar a la vanguardia de los proyectos para una sociedad alternativa. Esta comenzará con núcleos pequeños de grupos de resistencia, cuyo testimonio tendrá que concientizar a la humanidad entera de tal modo que sea desacreditado el modelo existente y que se cree la convicción de que se tiene que cambiar. Hay tareas para generaciones enteras. El modelo del capitalismo financiero dominante no será derribado en el siglo XXI, tal vez tampoco en el siglo XXII. Crear un modelo nuevo de sociedad es tarea para el milenio entero . . . incluso así se precisa comenzar ya. Si no fuera así, el proyecto será postergado para el cuarto milenio.

(*N.T.) Transcriptor – editor: Enrique A. Orellana F.

NOTAS de Héctor A. Torres
Joseph Comblin (22 de mayo de 1923, en Bélgica //27 de marzo de 2011, en Brasil). Belga-brasilero. Teólogo, historiador, profesor, escritor. Sus libros, artículos y conferencias siguen aportando muchas luces, para hoy y para el mañana.
Las lectoras y los lectores perdonarán el atrevimiento de colocar frases y párrafos en letras negras.

(1) Comblin escribió este artículo bajo Juan Pablo II-Ratzinger-Prefecto

(2). Nota de Héctor A. Torres. Las iglesias cristianas congregan 565 millones de creyentes, provenientes de las iglesias históricas: católica y protestantes, según el artículo de ADITAL, Brasil, 29.08.2014 // Por Carlos Malamud*: El creciente poder evangélico en América Latina ¿Qué pasa en Costa Rica?

“A lo largo y ancho de América Latina se puede palpar el poder creciente de las iglesias evangélicas. En el mundo éstas cuentan con 565 millones de fieles, de los cuales 107 millones, casi la quinta parte, están en América Latina y el Caribe. Brasil es un caso especial, con una iglesia evangélica que ha adquirido una presencia pastoral y económica impresionante con 42 millones de seguidores”.

(3) Un ejemplo de última actualidad: La rebelión de 7 cardenales para evitar cambios en la teología y pastoral de los divorciados. Otro ejemplo: la continua canonización de personas. La publicidad a la cantidad enorme de santuarios y los milagros, que producen más dinero que evangelización.

(4) Me ha sorprendido sobre manera que son muy pocos los obispos que siguen las orientaciones der Francico-Papa. No las niegan. Hasta las exaltan. Pero NO mueven un dedo para cambiar algo.

 

 

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