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Entradas Etiquetadas ‘Parábola de los invitados a la boda’

15 Octubre. Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario.

Domingo, 15 de octubre de 2023
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Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.”

(Mt 22, 1-14)

Leyendo este evangelio surge una pregunta: ¿no le pasa lo mismo a nuestras eucaristías dominicales? ¡Nuestras fiestas están vacías! Las invitadas no quieren venir, pero de momento no nos hemos atrevido a salir a los caminos y llenar nuestras iglesias de “malos y buenos”.

Todo está preparado, pero sin invitadas no hay fiesta. Las invitadas no quieren venir y demasiadas veces simplemente nos quedamos cada vez más solas con nuestras tristes quejas.

No, las cosas ya no son como eran. La sociedad cristiana del siglo pasado pasó. Y no volverá. Ahora hay que buscar nuevas invitadas que harán nueva nuestra fiesta. Hay que salir a los caminos y a los cruces. Es urgente saber de qué tiene hambre y sed nuestra sociedad de hoy.

El cristianismo. El seguimiento de Jesús es mucho más versátil de lo que nos quieren hacer creer. Hay infinidad de maneras de vivirlo con fidelidad y coherencia. Y ha sido precisamente su capacidad de adaptación la que le ha permitido atravesar siglos de historia y fronteras culturales. La esencia de nuestro mensaje cristiano todavía tiene algo que decir. Pero para proclamarlo primero tendremos que sentarnos a escucharlo pacientemente.Para contagiar a otras gentes primero tendremos que estar convencidas.

Tendremos que habernos implicado con esfuerzo en la preparación de esa fiesta para poder salir al camino y convencer a otras para que vengan. Cuando de verdad veamos que hay comida, bebida y espacio para todas, nuestros pies nos conducirán a quienes tiene hambre, sed y soledad. Quien tiene un porqué en la vida siempre encuentra un cómo.

Oración

Trinidad Santa, esperanza activa, despierta nuestra ilusión. Haznos conectar con el amor primero. Que nuestra mirada diga aquello que ninguna palabra puede pronunciar: Que el amor nos mueve.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

11 Octubre. Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario.

Domingo, 11 de octubre de 2020
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Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.”

(Mt 22, 1-14)

Leyendo este evangelio surge una pregunta: ¿no le pasa lo mismo a nuestras eucaristías dominicales? ¡Nuestras fiestas están vacías! Las invitadas no quieren venir, pero de momento no nos hemos atrevido a salir a los caminos y llenar nuestras iglesias de “malos y buenos”.

Todo está preparado, pero sin invitadas no hay fiesta. Las invitadas no quieren venir y demasiadas veces simplemente nos quedamos cada vez más solas con nuestras tristes quejas.

No, las cosas ya no son como eran. La sociedad cristiana del siglo pasado pasó. Y no volverá. Ahora hay que buscar nuevas invitadas que harán nueva nuestra fiesta. Hay que salir a los caminos y a los cruces. Es urgente saber de qué tiene hambre y sed nuestra sociedad de hoy.

El cristianismo. El seguimiento de Jesús es mucho más versátil de lo que nos quieren hacer creer. Hay infinidad de maneras de vivirlo con fidelidad y coherencia. Y ha sido precisamente su capacidad de adaptación la que le ha permitido atravesar siglos de historia y fronteras culturales. La esencia de nuestro mensaje cristiano todavía tiene algo que decir. Pero para proclamarlo primero tendremos que sentarnos a escucharlo pacientemente.Para contagiar a otras gentes primero tendremos que estar convencidas.

Tendremos que habernos implicado con esfuerzo en la preparación de esa fiesta para poder salir al camino y convencer a otras para que vengan. Cuando de verdad veamos que hay comida, bebida y espacio para todas, nuestros pies nos conducirán a quienes tiene hambre, sed y soledad. Quien tiene un porqué en la vida siempre encuentra un cómo.

Oración

Trinidad Santa, esperanza activa, despierta nuestra ilusión. Haznos conectar con el amor primero. Que nuestra mirada diga aquello que ninguna palabra puede pronunciar: Que el amor nos mueve.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo quedará fuera quien se niegue a entrar.

Domingo, 11 de octubre de 2020
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banquete-de-bodas-brueghelMt 22, 1-14

El domingo pasado el simbolismo se tomaba de la viña, hoy la imagen es el banquete. También es un relato polémico que acusa a los dirigentes judíos, de haber rechazado la oferta de salvación que Dios les hace por medio de Jesús. Mt se dirige a una comunidad que tenía que superar el trauma de la separación de la religión judía y el peligro de repetir los mismos errores. Insiste en el tema de la universalidad, que tantos quebraderos de cabeza produjeron a las primeras comunidades. No es fácil renunciar a los privilegios.

El texto de Is es una joya. El profeta tiene que hablar a un pueblo que atraviesa la peor crisis de su historia. Lo hace con una visión de futuro muy lúcida. Creo que hoy el texto del AT supera al evangelio, en belleza formal y en mensaje teológico. Naturalmente es un lenguaje simbólico. Habla de manjares enjundiosos y vinos generosos, de quitar el luto de todos los pueblos, de alejar el oprobio y enjugar las lágrimas de todos los rostros, de aniquilar la muerte para siempre. Bella oferta para el pueblo hundido en la miseria.

Se trata de una salvación total por parte de un Dios en quien confía el profeta, a pesar de las circunstancias adversas. El intento de Is es que todo el pueblo soporte la dura prueba, confiando en su Dios, en cuyas manos está su futuro. Lo verdaderamente importante del relato de Is, el chispazo apuntado que tenemos que descubrir es éste: “Dios salva a todos”. Y digo apuntado, porque también allí se ponen condiciones: los que no son judíos, se ven obligados a venir a “este” monte (Jerusalén), para encontrar salvación.

En el AT el banquete designa los tiempos mesiánicos. Para Jesús significa el Reino de Dios. Para los que pasan hambre diariamente, el banquete puede ser una ocasión única para quitar las penas. En concreto, el banquete de boda era la única ocasión que tenía el pueblo sencillo de celebrar una fiesta y olvidarse de la dura realidad de una vida cuyo primer objetivo era llenar el estómago. Naturalmente no se trata más que de una metáfora para indicar que Dios está dispuesto a saciar los anhelos del ser humano.

También hoy Mt alegoriza el relato y lo completa con la segunda parte, (ausencia del vestido de boda), que no está en Lc. Es el Padre el que invita a la boda de su Hijo. Los primeros invitados son los jefes religiosos judíos, que se negaron a aceptar el mensaje de Jesús. El prender fuego a la ciudad hace una alusión clara a la destrucción de Jerusalén. Los nuevos invitados son todos los seres humanos, sin importar raza ni condición social y, lo que es más escandaloso, sin importar si son buenos o malos.

Podemos pensar que en el relato, leído literalmente, existe una distorsión del mensaje de Jesús. El Dios de Jesús no es un señor que monta en cólera y manda acabar con aquellos asesinos. Esto no tiene nada que ver con la idea que Jesús tiene de Dios, pero responde muy bien al Dios del AT que a su vez refleja la manera de ser del hombre, proyectada sobre Dios. Es una pena que sigamos insistiendo hoy en esa idea de Dios. Nos sentimos más a gusto con el Dios del AT que con el Dios de Jesús que es amor.

Tampoco el añadido del individuo que no llevaba traje de fiesta, tiene mucho que ver con el evangelio. Si salen a los cruces de los caminos para llamar a toda la gente que encuentren, ¿Qué sentido tiene que se le exija un vestido de boda? ¿Es que la gente va por los caminos vestidos de boda?. Puede hacer referencia a la túnica blanca que se entregaba a los recién bautizados. Claro que la intención del evangelista es buena, pero se ha entendido literalmente y nos ha metido por callejones sin salida.

El texto quiere evitar malas interpretaciones de la pertenencia a la comunidad. Era muy fácil entrar a formar parte de la comunidad y aprovechar todas las ventajas sin vivir de acuerdo con el evangelio. Es fácil confesarse creyente, pero nada más difícil que entrar en la dinámica del evangelio. No basta pertenecer a una comunidad. Solo el que de verdad se revista de Cristo (Pablo), puede estar seguro de entrar en el Reino. Dios no toma represalias contra nadie. Solo se queda fuera el que se niega a entrar.

El mensaje de las lecturas de hoy tiene una acuciante actualidad. Dios llama a todos, hoy como ayer. La respuesta de cada uno puede ser un sí o un no. Esa respuesta es la que marca la diferencia entre unos y otros. Si preferimos las tierras o los negocios, quiere decir que es eso lo que de verdad nos interesa. El banquete es el mismo para todos, pero unos valoran más sus fincas, sus negocios, y no les interesa. Todo el evangelio es una invitación. Si no respondemos que sí con nuestra vida, estamos diciendo que no.

Cuando el texto dice que, “los primeros invitados no se lo merecían”, tiene razón, pero existe el peligro de creer que los llamados en segunda convocatoria son los que lo merecían. El centro del mensaje del evangelio está en que invitan a todos: malos y buenos. Esto es lo que no terminamos de aceptar. Seguimos creyéndonos los elegidos, los privilegiados, los buenos con derecho a excluir: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”.

Como parábola, el punto de inflexión está en rechazar la oferta. Nadie rechaza un banquete. Ojo a los motivos de los primeros invitados para rechazar la oferta. La llamada a una vida en profundidad queda ofuscada, entonces y ahora, por el hedonismo superficial. El peligro está en tener oídos para los cantos de sirenas, y no para la invitación que viene de lo hondo de nuestro ser que nos invita a una plenitud humana. La clave está en descubrir lo que es bueno y separarlo de lo que es aparentemente bueno.

No puede haber banquete, no puede haber alegría, si alguno de los invitados tiene motivos para llorar. Solamente cuando hayan desaparecido las lágrimas de todos los rostros, podremos sentarnos a celebrar la gran fiesta. La realidad de nuestro mundo nos muestra muchas lágrimas y sufrimiento causados por nuestro egoísmo. Seguimos empeñados en el pequeño negocio de nuestra salvación individual, sin darnos cuenta de que una salvación que no incorpora la salvación del otro, no es cristiana ni humana.

Dios no nos puede prometer nada, porque ya nos lo ha dado todo. Nuestra existencia es ya el primer don. Ese regalo está demasiado envuelto, podemos pasar toda la vida sin descubrirlo. Esta es la cuestión que tenemos que dilucidar como cristianos. El problema de los creyentes es que presentamos un regalo excelente en una envoltura que da asco. No presentamos un cristianismo que lleve a la felicidad humana, más allá de todo hedonismo.

Efectivamente, es la mejor noticia: Dios me invita a su mesa. Pero el no invitar a mi propia mesa a los que pasan hambre, es la prueba de que no he aceptado su invitación. La invitación no aceptada se volverá contra mí. Sigue siendo una trampa el proyectar la fiesta, la alegría, la felicidad para el más allá. Nuestra obligación es hacer de la vida, aquí y ahora, una fiesta para todos. Si no es para todos, ¿quién puede alegrarse de verdad?

Meditación

Acepto la invitación de Dios, cuando invito a los demás.
Mientras haya una sola persona que no come,
el banquete del Reino estará incompleto.
Que todos disfruten de la fiesta depende de mí.
Soy yo el que tengo que eliminar todas las lágrimas.
Esperar un milagro de Dios es idolatría.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Un estilo de vida.

Domingo, 11 de octubre de 2020
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maxresdefaultEn la vida no se puede tener todo, sin embargo, es necesario aspirar a ello, ya que la felicida

En la vida no se puede tener todo, sin embargo, es necesario aspirar a ello, ya que la felicidad no es una meta, sino un estilo de vida (Perdona si te llamo amor, Federico Moccia)

11 de octubre. DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 22, 1-14. El Reino de Dios se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo (v 2)

En la Biblia de Alonso Schökel, comenta el autor que en el fondo de esta parábola está la respuesta de la comunidad de Mateo a la pregunta ¿qué es el reinado de Dios?, y expresa la relación entre el Señor y sus invitados, entre los cuales hay dos categorías: los primeros, que se autoexcluyen del banquete por intereses propios de poder -uno se fue a su finca, el otro a su negocio-, y los segundos, malos y buenos, que están en los caminos cruces de los caminos.

La sala que se había preparado se llena de estos nuevos comensales, que inicialmente estaban excluidos, porque aceptan y acogen con gozo la invitación al banquete de reino, y por eso este pasaje concluye diciendo que son muchos lo invitados y pocos los elegidos.

En la segunda parte se añade un elemento nuevo a la parábola, que cambia la perspectiva que hasta ahora llevaba el relato: la presencia del rey ofrece la clave del juicio que recae sobre cada uno de los invitados al banquete.

En este marco de referencia tiene sentido la pregunta por el traje de fiesta: para entrar en el reino, es necesario un estilo de vida que ponga en práctica las enseñanzas de Jesús.

No todos los invitados al banquete se encontrarán al fin con los elegidos, pues lo que convierte a los invitados en elegidos es el amor encarnado en las circunstancias concretas de la vida.

El estilo de vida de Jesús es una vida llena de misericordia, perdón, confianza, fe, esperanza, y sobre todo mucho amor hacia nosotros, porque él nos perdonó y enseñó a ser mejores personas, murió en una cruz, no para salvarnos y darnos una nueva oportunidad para ser mejores, sino para que le imitemos en su forma de vivir.

Entre las diversas maneras de vivir, hay diferentes estilos de hacerlo: con amor, con compasión, entre los positivos y entre los negativos, los que perjudican al cuerpo, como las drogas.

En cuanto al estilo positivo de las ideas, las que se tienen sobre la felicidad y el amor a cuantos seres existen. Referentes al pensamiento, los que se piensan y sueñan con una conciencia tranquila tienen la mejor almohada para dormir bien.

Podemos decir que la buena conciencia es la mejor almohada para dormir. No hay nada mejor que tener una conciencia limpia, sin preocupaciones ni deudas con nadie, la mejor forma de dormir es hacerlo sin preocupación alguna.

Ser o no ser, esa es la pregunta. ¿Cuál es la más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, y darlas, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza? (Shakespeare, en el Soliloquio de Hamlet)

Federico Moccia es un italiano autor de novelas para adolescentes, además de director de cine, que escribió en: Perdona si te llamo amor: En la vida no se puede tener todo, sin embargo, es necesario aspirar a ello, ya que la felicidad no es una meta, sino un estilo de vida”.

Y Mateo dijo el versículo 2: El Reino de Dios se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo.

De mi libro Soliloquio, a modo de estilo de vida

LAS RANAS

No son Coros Angélicos
los coros de las ranas de mi charca.
No median entre hombres y Dios,
mas como ellos,
ejecutan los divinos juicios
sirviendo y protegiendo a los humanos.

Un Orfeón de voces celestiales
con su sordo croar en Primavera, Otoño y en Verano.

En el Invierno hibernan.
Y yo hiberno con ellas; y como ellas
también me recupero
de fatigas de Otoño, Verano y Primavera.

Como las de Aristófanes, las ranas de mi charca
me invitan a viajar al Tártaro
de mis oscuridades, y rescatar aquello
que me resta en la vida para ser más humano

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Tenemos un banquete pendiente.

Domingo, 11 de octubre de 2020
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il-regno-dei-cieli-e-simile-a-un-re-che-fece-una-festa-di-nozze-per-suo-figlioMt 22, 1-14

11 de octubre de 2020

El Evangelio de hoy nos sugiere una profunda reflexión sobre la imagen cristiana de Dios, un Dios que pretende atraer al género humano a un banquete inclusivo y no a un juicio excluyente. El Reinado de Dios es un banquete, utilizando el mismo lenguaje metafórico de esta parábola. Es un mensaje que no conviene olvidar en un mundo y en una cultura que ha cuestionado a la religión como una alienación de las personas en oposición a su felicidad. Y es, precisamente la felicidad y plenitud, la meta de lo esencial del cristianismo, superando el mal, el sinsentido y la muerte.

Jesús narra esta parábola en un contexto incierto, polémico y lleno de tensión con el judaísmo institucional. La atmósfera que envuelve al texto son los últimos días de su vida, ya en Jerusalén; un momento en el que está horneándose un doble juicio, político y religioso, por sus discursos, acciones y provocaciones a las autoridades rabinas. Quizá, a través de esta alegoría, pretende expresar su certeza de que el proyecto de Dios se va a realizar a pesar de las contradicciones humanas.

Se podrían extraer tres sugerencias para abordar esta parábola que, por cierto, ya existía con otros matices en el Talmud palestino. Tres invitaciones para poner de manifiesto que el Reinado de Dios supera nuestra visión sesgada del Dios de Jesús.

Por un lado, los invitados al banquete no quieren acudir y se van a sus quehaceres y haciendas, incluso se sienten molestos por la invitación. Una vez más aparece la alarma de vivir la fe en una posición de confort, de búsqueda de seguridades y certezas, de instalación en lo de siempre y de reactividad y resistencia ante lo nuevo. No parece que Jesús esté en sintonía con una visión tan acomodada de la adhesión a su proyecto. Ofrece la posibilidad de la plenitud humana, todo está preparado en el interior de la persona para conectar con la Fuente y vivir desde lo esencial que va más allá de lo que podamos controlar y dominar.

En segundo lugar, la parábola narra que, ante la negativa de los invitados, el banquete se abre a todos los que están fuera, en los caminos y encrucijadas, buenos y malos. La mirada divina no se detiene en un reducto excepcional de su creación; supera toda dualidad y revela una mirada a la esencia humana, a lo que realmente es y no lo que hace. No somos invitados por lo que hacemos sino por lo que somos en profundidad, por lo que nos hace ser en permanente conexión con nuestro origen. Sin duda, una nueva transgresión de la ley judía porque el pueblo elegido ahora es la humanidad sin excepciones.

Y, por último, el polémico traje de bodas para entrar en el banquete que no se trata de una purificación penitencial que sólo me afecta a mí; es el traje sino de la vinculación a la nueva visión de la plenitud que incluye a todos. No se trata de soltar la culpa por “los pecados cometidos” sino trascender las categorías humanas y mirar a todo el género humano desde la fuente de su ser, en su centro existencial. No es una salvación-plenitud individual sino colectiva, de toda la humanidad, aunque incluye una transformación personal que mueve a mirar a los semejantes desde la dignidad y valor que poseen.

Esta parábola comienza preguntándose a qué se puede comparar el Reinado de Dios. Quizá pueda quedar abierta a muchas interpretaciones, pero lo que sí parece expresar con claridad es que somos llamados a participar de la vida divina sin condiciones, donde tenemos pendiente una comida que no es tristeza, ranciedad, martirio, sino un festín que se expande y atrae a tod@s hacia la unidad con Dios.

¡¡¡FELIZ DOMINGO!!!

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Todos, todos, nos sentaremos a la mesa del banquete

Domingo, 11 de octubre de 2020
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. imágenes, símbolos, mitos y parábolas.

         Para leer y hacer nuestro el mensaje evangélico, hemos de ser conscientes de que gran parte de los textos bíblicos están escritos con metáforas, símbolos, mitos y parábolas, no pocos provenientes de otras culturas diversas a la judía (Mesopotamia, Ugarit, Canaán, Egipto, etc.). Los símbolos, parábolas y mitos están llenos de significado y contenido cristiano y humano, pero no se pueden leer e interpretar al pie de la letra y, porque correríamos el riesgo de no entender lo que se no es quiere decir.

         Leer estos textos al pie de la letra es caer en un fundamentalismo (cuando no fanatismo) que a veces reaparece entre católicos y algunos grupos evangélicos.

Hay que tener un cierto sentido poético y mítico para leer la Biblia desde Adán y Eva, la serpiente, la manzana, el paraíso, Caín y Abel, etc. hasta la “bestia” del Apocalipsis.

  1. El Reino de los cielos se parece a un banquete de bodas.

         Estos últimos domingos hemos leído evangelios que nos presentaban a Dios como padre, como propietario de una viña y como rey que prepara la boda de su hijo

Durante estos últimos domingos hemos visto a Dios como Padre que tenía dos hijos, como propietario de la viña, como rey. Dios es Padre y nos habla de su bondad.

Dios es Rey, lo cual nos habla de su dignidad. Dios es propietario y nos habla de la herencia que nos quiere transmitir

Un Rey (Dios) está preparando con ilusión la boda de su Hijo (Jesús). (Es evidente que no se trata de una cuestión monárquico-política).

El acento recae en la bondad Padre), en la dignidad (rey), y en la cercanía personal (herencia) que Dios nos da (propietario).

Todo el simbolismo de las lecturas de hoy es el de un festín (Isaías), un banquete de bodas (Evangelio).

El tema central de la parábola de hoy es que el designio de Dios para la humanidad es lo que una boda supone en la vida: amor, encuentro, familia, alimento, fiesta, gozo, placer. Ese, y no otro, es el plan de Dios para la humanidad.

         Dios quiere que toda la humanidad se salve, disfrute de la vida, tenga esperanza y viva con pleno sentido. (1Tim 2,4).

         Es decir, Dios no ha creado “dos espacios”: uno como si fuese una mansión celestial y otro: una sala de torturas. Podemos esperar que todos vivimos y morimos en la misericordia de Dios.

       hijo-prodigo  Dios es el Padre, el rey de la parábola, el padre del hijo perdido que solamente celebra y quiere celebrar una fiesta, la fiesta de la vida.

         Puede que sea eclesiástico, tristemente eclesiástico, pero no es evangélico, ni cristiano predicar por igual la posibilidad de cielo e infierno. Dios no crea ni quiere el infierno para nadie. Dios quiere un encuentro universal, un banquete fraterno para la humanidad. Dios solamente crea y quiere el cielo.

En la mesa del Señor hay sitio para todos, buenos y malos. Comensales de la mesa del Señor es la humanidad y todos los cristianos, la Iglesia.

  1. Los que no quieren asistir a la boda son los sacerdotes y ancianos (poderosos) del pueblo

         La que no quiere saber nada con esa fiesta es la clase alta: unos tenían tierras, otros negocios, etc. La parábola está dirigida a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo. En el fondo está resonando la parábola de los viñadores homicidas: los poderosos terminan por matar a los criados, al mensajero que llevaba la invitación.

La mesa de los ricos no está abierta a los pobres. Los pobres “contaminan”.

  1. Salid a los caminos y llamad, invitad a todos: buenos y malos: la sala del banquete se llenó de comensales.

         Los que asisten al banquete, al encuentro es la gente sencilla, los pobres. Los que van a los comedores sociales, a Aterpe son los que no pueden ir a un comedor de estrellas Michelín.

      35862808-multitud-de-ni-os-de-dibujos-animados   Ni tan siquiera se exige una condición moral: los buenos entrarán y los malos, no. Jesús dice: llamad a todos: buenos y malos.

         Nos decimos católicos, que significa: universal, formamos parte de la Iglesia católica: Iglesia universal, aunque luego estamos llenos de cerrazones mentales, ideológicas, rituales, teológicas, morales, etc.

El Reino de Dios es universal, para todos.

Cambiarían las situaciones políticas y ecuménicas (eclesiales) si en vez de mirar al DNI, a la etnia, a las fronteras, a la condición económica, cultural, moral, mirásemos al ser humano. Antes que catalán, vasco o español, antes que católico o luterano, soy y somos personas humanas. Todo ser humano, sea quien sea, es hijo de Dios.

         Todos estamos invitados al banquete.

  1. Un final un poco extraño: el traje de bodas.

         Hay exegetas que piensan que este final de la parábola fue añadido muy posteriormente. De hecho en la liturgia se puede prescindir de su lectura.

         Es evidente que la parábola no tiene la intención de terminar en un desfile de modelos para el “Hola” y alguien no lleva el vestido adecuado.

         También se sabe que en aquel tiempo no se asistía a las bodas con un traje especial, (Aristófanes).

         Por otra parte, tampoco se trata de una cuestión moral, porque al banquete son admitidos todos: buenos y malos.

         Además Jesús es muy reacio a una moral externa y más remiso todavía al legalismo. Jesús no pone la moral en un traje o vestido. Lo bueno y lo malo en Jesús es lo que sale de dentro y no tiene nada que ver con la camisa que llevamos puesta. (Hay personas que lo más profundo que tienen es la camisa o el uniforme que llevan, clerygman incluido).

         ¿Qué sentido puede tener este final algo estrambótico?

         Estamos -una vez más- en el mundo del símbolo. Puestos a pensar pudiera ser que aquel hombre no tenía sentido de fiesta, de gratuidad, de amor. ¿Cómo estás aquí sin tener sentido de gracia, de fiesta, de amor? Si no tenemos sentido de fraternidad, no pintamos nada en el banquete. Es como el hermano mayor de la parábola del hijo perdido. El hijo mayor no sentía alegría, gratuidad, paz por la vuelta de su hermano que estaba perdido, muerto y ha vuelto a la vida.

         Quien no tiene ese sentido amable de la vida no será nunca ni en ninguna parte feliz. Quien no se alegra del bien de los demás, de los pobres, incluso de los que me han podido hacer daño, no será feliz, no tendrá cielo, ni aunque esté en el cielo.

  1. Con eso y con todo.

images-2Pero incluso aunque seamos unos pobres envidiosos, aunque nuestro traje se llame desazón, resentimiento, rencor, Dios también nos llama y nos invita.

         Incluso aunque no quisiéramos entrar en la fiesta, -como el hermano mayor-, nuestra libertad no es tan pretenciosa y prepotente como para despreciar el banquete del Señor. Una libertad limitada y pobre como la humana no es capaz de despreciar el amor absoluto de Dios. Aunque el ejemplo no sirva de mucho: ¿un niño pequeño es capaz de ofender a sus padres? ¿Y qué somos nosotros para Dios?

         Podemos pensar y esperar que el encuentro, nuestro encuentro definitivo con Dios, será en un banquete de bodas: de amor, de fiesta, de vida.

El cristiano sabe que vive y muere siempre en el amor y misericordia de Dios

 

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Dom 15.10.17. Al banquete nos llama Jesús. Podemos estropear el banquete

Domingo, 15 de octubre de 2017
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Dom 28, tiempo ordinario. Mt 22, 1-14. Esta parábola viene después de la de los viñadores y, conforme a la visión crítica de P.Meier, de la que hablé el domingo pasado, es una de las cuatro que pertenece a la historia de Jesús, que así aparece como enviado de Dios para anunciar y preparar su banquete de Reino.

Jesús no actúa simplemente por impulso propio, sino que “responde” (22, 1) a la provocación de los que quieren prenderle con una nueva provocación, contando precisamente ahora la historia de un Rey que ofrece el banquete por las bodas de su Hijo, convidando primero a los invitados oficiales, pero llamando después, al ver que ésos le rechazan, a los pobres y perdidos de los campos y caminos (22,1-10).
Esa “historia” (tomada del Q: Lc 14, 16-24) ha sido adaptada por Mateo y colocada en este contexto,
 tras la parábola de los dos hijos (21, 28-32) y de los agricultores (21, 33-44), cuyo argumento retoma y concretiza, añadiendo al fin algunas advertencias contra los nuevos invitados (de su tiempo e iglesia) que no guardan (mantienen) el traje de bodas (22, 11-14).

Es una parábola luminosa e inquietante… Hay un banquete para todos, el banquete de la fraternidad, de la vida compartida, del mundo convertido en Reino. Pero muchos quieren su comida propia, en “pesebre aparte”, para no mezclarse con los otros, para no apestarse.

Es una parábola propia de este tiempo (año 2017), cuando el mundo se divide en banquetes de algunos y miserias de otros, en lucha por un pan que crea guerras en vez de alimentar abrazos y mesas compartidas. Buen domingo a todos.

1. Parábola (22 1-10).

Como he dicho, ella proviene probablemente del Q, pero las variaciones son muchas, no sólo entre Mt y Lc (algunos niegan que haya al fondo un mismo texto), sino entre ellos y Ev.Tom 64, que ofrece una versión alternativa, como iré indicando.

22 1 Y respondiendo Jesús de nuevo, les habló en parábolas diciendo: 2 El reino de los cielos se parece a un hombre rey que hizo las bodas para su hijo. 3 Y mandó a sus siervos para que llamaran a los invitados a las bodas, pero no quisieron venir. 4 Volvió a mandar otros siervos, encargándoles que les dijeran: He aquí que tengo el banquete preparado, he matado terneros y reses cebadas, y todo está dispuesto. Venid a las bodas. 5 Pero ellos, no haciendo caso, se fueron: uno a su propio campo; otro a su negocio; 6 y los restantes, echando mano a los siervos, les maltrataron hasta matarles.‒ 7 Pero el rey montó en cólera, y, enviando a su ejército, destruyó a aquellos asesinos y prendió fuego a su ciudad. 8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas están preparada, pero los convidados no eran dignos. 9 Id pues a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. 10 Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. Y la sala de bodas se llenó de comensales .

El banquete como signo del Reino de Dios o de la culminación escatológica aparece en varios lugares del Antiguo Testamento y de la tradición apocalíptica. Un texto a menudo evocado es Is 25, 5-10, donde se dice que el Señor de los ejércitos prepara en el Monte Sión un festín de manjares suculentos, aniquilando allí a la muerte. En ese contexto suelen citarse también unas palabras de Zac 9, 16: ¡Qué espléndido será, qué hermoso! El trigo hará florecer a los jóvenes, el mosto a las doncellas! (Zac 9, 17) .

Ese banquete se sitúa sobre el Monte Sión, que Is 2, 1-5 presentaba como centro de reconciliación universal (¡de las espadas forjarán arados!). En esa línea avanzan las Parábolas de Henoc (1 Hen 37-71), del tiempo de Jesús, hablando de un banquete del Hijo del Hombre como salvador escatológico: «Dios habitará con ellos; morarán y comerán con este Hijo del hombre, se acostarán y se levantarán por los siglos» (1 Hen 62, 7-14). También los libros tardíos de la apocalíptica (Ap. de Baruc, 4º Esdras), escritos a finales del I dC, siguen destacando la abundancia del banquee final (cf. ApBar 29, 5-8) .

((El símbolo del banquete mesiánico/escatológico está en el centro del mensaje y vida de Jesús, como he destacado al comentar las multiplicaciones (14, 15-21; 15, 32-38; cf. Jn 6, 1-5), que la tradición cristiana ha presentado con rasgos pascuales y eclesiales, aunque es evidente que en su fondo late un recuerdo histórico, vinculado a las comidas de Jesús con pecadores y excluidos, invitándoles al Reino (cf. 11, 19). Mateo sabe que ese Banquete ha de ser universal, abierto a la muchedumbre, superando los sacrificios del templo de Jerusalén, y los convites rituales (puros) de los grupos separados, como los fariseos (haburot) y esenios de Qumrán (cf. 8, 11-12). ))

Evangelio de Tomás

Esta parábola contiene un recuerdo original de Jesús, que puede y debe situarse en el contexto de su misión final, quizá durante su ascenso a Jerusalén, tras la culminación (¿fracaso?) de su mensaje en Galilea, con el recuerdo de la misión y llamada de Dios por los profetas. Así lo ha destacado EvTom 64, que entiende este motivo de manera más intimista, aunque al fin añade, de modo sorprendente, el logion de los mercaderes y compradores que no entrarán en el Reino de mi Padre .

Dijo Jesús: «Un hombre tenía invitados. Y cuando hubo preparado la cena, envió a su criado a avisar a los huéspedes. Fue (éste) al primero y le dijo: Mi amo te invita. Él respondió: Tengo (asuntos de) dinero con unos mercaderes; éstos vendrán a mí por la tarde y yo habré de ir y darles instrucciones; pido excusas por la cena. Fuese a otro y le dijo: Estás invitado por mi amo. Él le dijo: He comprado una casa y me requieren por un día; no tengo tiempo. Y fue a otro y le dijo: Mi amo te invita. Y él le dijo: Un amigo mío se va a casar y tendré que organizar el festín. No voy a poder ir; me excuso por lo de la cena. Fuese a otro y le dijo: Mi amo te invita. Éste replicó: Acabo de comprar una hacienda (y) me voy a cobrar la renta; no podré ir, presento mis excusas. Fuese el criado (y) dijo a su amo: Los que invitaste a la cena se han excusado. Dijo el amo a su criado: Sal a la calle (y) tráete a todos los que encuentres para que participen en mi festín; los mercaderes y hombres de negocios [no entrarán] en los lugares de mi Padre» (EvTom 64).

Tomás haevangelio ha interpretado la parábola de un modo intimista, sin relación a la historia de Jesús y al despliegue de su reino. De esa forma opone la llamada de Dios (banquete) y las preocupaciones exteriores: negocios, compra de una casa, matrimonio de un amigo, trabajo en una hacienda… Ciertamente, esos rasgos pertenecen al mensaje de Jesús (cf. Lc 14, 13-20), donde las excusas de los invitados son las mismas (campo, bueyes, boda…). Mateo sólo pone dos excusas (campos, negocios), insistiendo en la historia de la salvación, con la apertura de la Iglesia a los gentiles)) .

Lucas ha situado esta parábola en el contexto general de la llamada de Jesús (Lc 14, 16-24), en el principio del camino que va a Jerusalén (cf 13, 22. 31-35), sin referencia al rechazo de los sacerdotes y escribas, y sin juicio sobre Jerusalén. Mateo, en cambio, la presenta como alegoría de la llamada al Reino, dirigida primero a los invitados (judíos) y luego a todos (en la línea de EvTom 64), dándole al mismo tiempo un tinte apocalíptico: destrucción para aquellos que rehúsan la llamada (22, 7) y para aquellos que aceptándola no se mantienen fieles (añadido de 22, 11-14).

‒ Primera parte: una misión judía (22, 1-5).

Evoca la llamada de Jesús a los invitados (keklhme,nouj: 22, 3; cf. 14, 17) israelitas, a quienes Dios había preparado como pueblo, a través de los profetas. Esta invitación se formula en dos fases: La primera responde de tipo genérico (22, 3), rechazada por los invitados, y otra más concreta (22, 4) e insistente, que ellos rechazan también.

La primera invitación (22, 3) tiene un sentido amplio y, en la perspectiva de Mateo, puede referirse a los profetas, y de un modo más concreto a Jesús y a los primeros ministros del evangelio, que anuncian la pascua, es decir, el banquete del Hijo del Rey a los judíos. En ese contexto se supone que los invitados debían hallarse dispuestos, para compartir el gozo del rey en la boda de su hijo. La segunda (22, 4) puede referirse, ya de un modo más preciso, a los profetas, sabios y escribas que el mismo Jesús pascual sigue enviando a Israel, y que están siendo rechazados por los escribas y fariseos del nuevo judaísmo (cf. 23, 34-35). Leer más…

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Un banquete que termina mal. Domingo 28. Ciclo A

Domingo, 15 de octubre de 2017
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banquete-de-bodaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo anterior, la parábola de los viñadores homicidas terminaba diciendo que la viña sería consignada «a un pueblo que produzca sus frutos» (v.43). Algo parecido afirma la parábola de hoy, la de los invitados al banquete, que nos ha llegado a través de Mateo y Lucas. Para comprender el enfoque de Mateo considero esencial tener en cuenta no sólo el texto de Isaías sino también el de Lucas.

El punto de partida: un festín de manjares suculentos (1ª lectura)

La parábola de los invitados a la boda se inspira en un poema del libro de Isaías a propósito del gran banquete que Dios organizará “en este monte”, Jerusalén, que supondrá la alegría, la salvación y la victoria sobre la muerte para todos los pueblos.

            Aquel día,

            el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos,  en este monte,

            un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

            manjares enjundiosos, vinos generosos.

            Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos,

            el paño que tapa a todas las naciones. 

            Aniquilará la muerte para siempre.

            El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros,

            y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país.

            Aquel día se dirá:

            «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara;

            celebremos y gocemos con su salvación.

            La mano del Señor se posará sobre este monte.»

La reinterpretación irónica de Lucas (Lc 14,15-24)

El texto de Isaías podía provocar en cualquiera el sentimiento que pone Lucas en boca de un oyente de Jesús: «¡Dichoso el que coma en el Reino de Dios!». Entonces Jesús, con gran dosis de ironía y realismo, cuenta una parábola que podemos dividir en dos actos:

Acto I:

un hombre organiza un gran banquete;

envía a un criado a llamar a los invitados;

los invitados se excusan de buena manera.

Acto II:

El hombre, irritado, manda al criado a invitar al banquete a pobres, lisiados, ciegos y cojos;

el criado obedece, pero todavía sobra sitio;

el hombre vuelve a enviarlo «hasta que se llene la casa».

Moraleja:

«Ninguno de aquellos invitados probará mi banquete».

En la versión de Lucas, la parábola contada por Jesús explica por qué en la comunidad cristiana (el banquete) no están los que cabría esperar (los judíos), sino otros (los paganos). Del optimismo exagerado de Isaías pasamos al terrible realismo con que Jesús enfoca siempre las cuestiones.

La reinterpretación más dura y crítica de Mateo

La versión de Lucas podía suscitar en las comunidades cristianas un sentimiento de satisfacción y de falsa seguridad. Para evitarlo, Mateo añade una última escena e introduce también interesantes cambios; los dos actos se convierten cuatro:

            «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda. ” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

            Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

Acto I:

  Un rey invita a la boda de su hijo;

envía criados (en plural);

los invitados no quieren ir.

Acto II:

El rey vuelve a enviar criados;

los invitados no hacen caso a los criados e incluso matan a algunos de ellos;

el rey mata a los asesinos y prende fuego a su ciudad.

Acto III:

El rey manda a recoger a por las calles a todo, malos y buenos;

La sala se llena de comensales.

Acto IV:

El rey descubre a un comensal sin traje de fiesta;

manda expulsarlo del banquete.

Moraleja:

«Hay más llamados que escogidos».

Mateo ha reinterpretado la parábola a la luz de los acontecimientos posteriores y en clara polémica con las autoridades religiosas judías.

En el Acto I, el protagonista no es un hombre cualquiera, sino un rey (Dios), que celebra la boda de su hijo (Jesús). Y no envía a un solo criado, sino a muchos (referencia a los antiguos profetas y a los misioneros cristianos). Los invitados, en vez de excusarse de buena manera, como en Lucas, simplemente no quieren ir.

Entonces introduce Mateo un acto nuevo (II), donde la invitación del rey encuentra una oposición mucho mayor (incluso llegan a matar a algunos criados) y la reacción del monarca es terrible, porque manda su ejército a acabar con los asesinos y a prender fuego a la ciudad (destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70).

El Acto III también representa una novedad con respecto a Lucas: no se invita a pobres, lisiados, ciegos y cojos, sino a todos, buenos y malos. El enfoque socio-económico de Lucas (en el banquete entran los marginados sociales) lo sustituye Mateo por el moral (todo tipo de personas).

Pero Mateo añade un nuevo Acto, el IV, que es la que más le interesa: un invitado se presenta sin vestido de boda y es echado fuera.

Con estos cambios, la parábola explica por qué la comunidad cristiana está compuesta de personas tan imprevisibles y, al mismo tiempo, contiene un toque de atención para todas ellas. En el Reino de Dios puede entrar cualquiera, bueno o malo. Pero, si se acepta la invitación, hay que presen­tarse dignamente vestido.

Ni frac ni maxifalda

Para entrar en una mezquita hay que descalzarse. Para entrar en una sinagoga hay que cubrirse la cabeza. Para entrar en cualquier iglesia se aconseja o exige un vestido digno. Pero el vestido del que habla la parábola no se mide en centímetros ni se debe caracterizar por su elegancia. Es una forma de comportarse con Dios y con el prójimo. O, utilizando una metáfora de san Pablo, hay que vestirse de nuestro Señor Jesucristo. No es un disfraz. Es un modo de vivir y de actuar que recuerde a los demás, dentro de lo posible, como él vivió y actuó.

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Domingo XXVIII. 15 OCTUBRE, 2017

Domingo, 15 de octubre de 2017
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d28

“Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.”

(Mt 22, 1-14)

Leyendo este evangelio surge una pregunta: ¿no le pasa lo mismo a nuestras eucaristías dominicales? ¡Nuestras fiestas están vacías! Los invitados no quieren venir, pero de momento no nos hemos atrevido a salir a los caminos y llenar nuestras iglesias de “malos y buenos”.

Todo está preparado, pero sin invitados no hay fiesta. Los invitados no quieren venir y demasiadas veces simplemente nos quedamos cada vez más solos con nuestras tristes quejas.

No, las cosas ya no son como eran. La sociedad cristiana del siglo pasado pasó. Y no volverá. Ahora hay que buscar nuevos invitados que harán nueva nuestra fiesta. Hay que salir a los caminos y a las plazas. Es urgente saber de qué tiene hambre y sed nuestra sociedad de hoy.

El cristianismo. El seguimiento de Jesús es mucho más versátil de lo que nos quieren hacer creer. Hay infinidad de maneras de vivirlo con fidelidad y coherencia. Y ha sido precisamente su capacidad de adaptación la que le ha permitido atravesar siglos de historia y fronteras culturales. La esencia de nuestro mensaje cristiano todavía tiene algo que decir. Pero para proclamarlo primero tendremos que sentarnos a escucharlo pacientemente. Para contagiar a otras gentes primero tendremos que estar convencidas.

Tendremos que habernos implicado con esfuerzo en la preparación de esa fiesta para poder salir al camino y convencer a otros para que vengan. Cuando de verdad veamos que hay comida, bebida y espacio para todos, nuestros pies nos conducirán a quienes tiene hambre, sed y soledad. Quien tiene un porqué en la vida siempre encuentra un cómo.

Oración

Trinidad Santa, esperanza activa, despierta nuestra ilusión. Haznos conectar con el amor primero. Que nuestra mirada diga aquello que ninguna palabra puede pronunciar: Que el amor nos mueve.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Todos invitados, solo quedará fuera quien se niegue a entrar.

Domingo, 15 de octubre de 2017
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banquete-de-bodas-brueghelMt 22, 1-14

El domingo pasado el simbolismo se tomaba de la viña, hoy la imagen es el banquete. También es un relato polémico que acusa a los dirigentes judíos de haber rechazado la oferta de salvación que Dios les hace por medio de Jesús. Mt se dirige a una comunidad que tenía que superar el trauma de la separación de la religión judía, y el peligro de repetir los mismos errores. Insiste en el tema de la universalidad, que tantos quebraderos de cabeza produjo a las primeras comunidades. No es fácil renunciar a los privilegios.

El texto de Is es una joya. El profeta tiene que hablar a un pueblo que atraviesa la peor crisis de su historia. Lo hace con una visión de futuro muy lúcida. Creo que hoy el texto del AT supera al evangelio, en belleza formal y en mensaje teológico. Naturalmente que es un lenguaje simbólico. Habla de manjares enjundiosos y vinos generosos, de quitar el luto de todos los pueblos, de alejar el oprobio y enjugar las lágrimas de todos los rostros, de aniquilar la muerte para siempre. Bella oferta para el pueblo hundido en la miseria.

Se trata de una salvación total por parte de un Dios, en quien confía el profeta a pesar de las circunstancias adversas. El intento de Is es que todo el pueblo soporte la dura prueba, confiando en su Dios, en cuyas manos está su futuro. Lo verdaderamente importante del relato de Is; el chispazo apuntado que tenemos que descubrir, es éste: Dios salva a todos. Y digo apuntado, porque también allí se ponen condiciones: los que no son judíos, se ven obligados a venir a “este” monte (Jerusalén) para encontrar salvación.

En el AT, el banquete designa los tiempos mesiánicos. Para Jesús significa el Reino de Dios. Para los que pasan hambre diariamente, el banquete puede ser una ocasión única para quitar las penas. En concreto, el banquete de boda era la única ocasión que tenía el pueblo sencillo de celebrar una fiesta y olvidarse de la dura realidad de una vida cuyo primer objetivo era llenar el estómago. Naturalmente no se trata más que de una metáfora para indicar que Dios está dispuesto a saciar los anhelos del ser humano.

También hoy, Mt alegoriza el relato y lo completa con la segunda parte (ausencia del vestido de boda) que no está en Lc. Es el Padre el que invita a la boda de su Hijo. Los primeros invitados son los jefes religiosos judíos que se negaron a aceptar el mensaje de Jesús. El prender fuego a la ciudad hace una alusión clara a la destrucción de Jerusalén. Los nuevos invitados son todos los seres humanos, sin importar ni raza ni condición social y, lo que es más escandaloso, sin importar si son buenos o malos.

Podemos pensar que en el relato, leído literalmente, existe una distorsión del mensaje de Jesús. El Dios de Jesús no es un señor que monta en cólera y manda acabar con aquellos asesinos. Esto no tiene nada que ver con la idea que Jesús tiene de Dios, pero responde muy bien al Dios del AT que a su vez refleja la manera de ser del hombre, proyectada sobre Dios. Es una pena que sigamos insistiendo hoy en esa idea de Dios.

Tampoco el añadido del individuo que no llevaba traje de fiesta, tiene mucho que ver con el evangelio. Si salen a los cruces de los caminos para llamar a toda la gente que encuentren, ¿Qué sentido tiene que se le exija un vestido de boda? ¿Es que la gente va por los caminos vestidos de boda? Puede hacer referencia a la túnica blanca que se entregaba a los recién bautizados. Claro que la intención del evangelista es buena, pero se ha entendido literalmente y nos ha metido por callejones sin salida.

El texto quiere evitar malas interpretaciones de la pertenencia a la comunidad. Era muy fácil entrar a formar parte de la comunidad y aprovechar todas las ventajas sin vivir de acuerdo con el evangelio. Es fácil confesarse creyente, pero nada más difícil que entrar en la dinámica del evangelio. No basta pertenecer a una comunidad. Solo el que de verdad se revista de Cristo (Pablo) puede estar seguro de entrar en el Reino. Dios no toma represalias contra nadie. Solo se queda fuera el que se niega a entrar.

El mensaje de las lecturas de hoy tiene una acuciante actualidad. Dios llama a todos, hoy como ayer. La respuesta de cada uno puede ser un sí o un no. Esa respuesta es la que marca la diferencia entre unos y otros. Si preferimos las tierras o los negocios, quiere decir que es eso lo que de verdead nos interesa. El banquete es el mismo para todos, pero unos valoran más sus fincas y sus negocios y no les interesa. Todo el evangelio es una invitación; si no respondemos que sí con nuestra vida, estamos diciendo que no.

Cuando el texto dice que los primeros invitados no se lo merecían, tiene razón, pero existe el peligro de creer que los llamados en segunda convocatoria son los que lo merecían. El centro del mensaje del evangelio está en que invitan a todos: malos y buenos. Esto es lo que no terminamos de aceptar. Seguimos creyéndonos los elegidos, los privilegiados, los buenos con derecho a excluir: “fuera de la Iglesia no hay salvación”.

Como parábola, el punto de inflexión está en rechazar la oferta. Nadie rechaza un banquete. Ojo a los motivos de los primeros invitados para rechazar la oferta. La llamada a una vida en profundidad queda ofuscada, entonces y ahora, por el hedonismo superficial. El peligro está en tener oídos para los cantos de sirenas, y no para la invitación que viene de lo hondo de nuestro ser que nos invita a una plenitud humana. La clave está en descubrir lo que es bueno y separarlo de lo que es aparentemente bueno.

No puede haber banquete, no puede haber alegría, si alguno de los invitados tiene motivos para llorar. Solamente cuando hayan desaparecido las lágrimas de todos los rostros, podremos sentarnos a celebrar la gran fiesta. La realidad de nuestro mundo nos muestra muchas lágrimas y sufrimiento causados por nuestro egoísmo. Seguimos empeñados en el pequeño negocio de nuestra salvación individual, sin darnos cuenta de que una salvación que no incorpora la salvación del otro, no es cristiana ni humana.

Dios no nos puede dar ni prometer nada, porque ya nos lo ha dado todo. Nuestra propia existencia es ya el primer don. Ese regalo está demasiado envuelto, podemos pasar toda la vida sin descubrirlo. Esta es la cuestión que tenemos que dilucidar como cristianos. El problema de los creyentes es que presentamos un regalo excelente en una envoltura que da asco. No presentamos a la juventud un cristianismo que lleve a la felicidad humana, más allá de las trampas en las que hoy caen precisamente la mayoría de los jóvenes.

Efectivamente, es la mejor noticia: Dios me invita a su mesa. Pero el no invitar a mi propia mesa a los que pasan hambre, es la prueba de que no he aceptado su invitación. La invitación no aceptada se volverá contra mí. Sigue siendo una trampa el proyectar la fiesta, la alegría, la felicidad para el más allá. Nuestra obligación es hacer de la vida, aquí y ahora, una fiesta para todos. Si no es para todos, ¿quién puede alegrarse de verdad?

Meditación

He aceptado la invitación de Dios cuando invito a los demás.
Mientras haya una sola persona que no come,
el banquete del Reino estará incompleto.
Yo tengo que trabajar para que todos puedan disfrutar de la fiesta.
Soy yo el que tengo que eliminar todas las lágrimas
Yo tengo que desvelar la verdad para que llegue a todos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Boda

Domingo, 15 de octubre de 2017
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maxresdefaultEste amor nuestro es sencillo como una canción (R. Tagore)

15 de octubre. Domingo XXVIII del TO

Mt 22, 1-14

Por tanto, id a los cruces de caminos y a cuantos encontréis invitadlos a la boda

En la primera lectura de este domingo, encontramos la más grande promesa a Israel en el AT: Dios salvará a su pueblo: “celebremos y festejemos su salvación”, canta el profeta. En el Nuevo, la oferta se extiende al mundo entero“Id por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad” (Mc 16, 15). Proclamación que debe hacerse principalmente con nuestro modo de vivir. Una manifestación festiva y atrayente de nuestras creencias y un mensaje del Creador para que vivamos alegres, como dicen José Enrique Galarreta y Pedro Olalde.

Pero para entrar en este banquete de bodas, que es el reino, Shökel nos dice al comentar esta parábola que: “es necesario un estilo de vida que ponga en práctica las enseñanzas de Jesús”.  En la película sueca (2004) Tierra de ángeles del director Kay Pollak, dice Daniel al Coro: “Está todo dentro. Encontrad vuestra voz verdadera, la que vibra en vuestro interior. Encontrad el tono”. El protagonista es un músico de prestigio internacional que se hace cargo de dirigir el Coro de la iglesia local, lo que desata cambios emocionales en él, en todos los miembros del coro, en los habitantes del lugar e incluso en el ministro de la parroquia.

El Bhagavad Guita -la más querida de las escrituras de la India-  es un profundo tratado acerca de la unión con Dios y, al mismo tiempo, una receta imperecedera cuya finalidad es alcanzar el éxito equilibrado y la felicidad en la vida cotidiana”.

Esta vertiente gozosa de todo acontecimiento nupcial los expresa divinamente la canción La Paloma, escrita por el compositor español Sebastián de Iradier (1809-1865):

“Si a tu ventana llega / una Paloma, / trátala con cariño / que es mi persona. / Cuéntale tus amores, / bien de mi vida, / corónala de flores / que es cosa mía”.

Dios ha engendrado a Israel a través de un proceso de elección y llamada, en línea de Amor: “Me casaré contigo para siempre”, dijo Dios a Israel en Oseas Cap. 2. Y yo me atrevo a transferir sus palabras a Jesús, y haré mía la canción “Nada hará cambiar mi amor por ti”, de Sergio Dennis. Y con él le diré que

“Tal vez nuestro camino no sea fácil
pero estaremos juntos, tu luz me guiará.
Y donde yo esté serás mi estrella, mi calor,
mi buen amor; sé que tu luz me guiará”.

Rabindranath Tagore escribió este verso en uno de los poemas de El Jardinero: “Este amor nuestro es sencillo como una canción”.

En todos estos textos se pretende esa situación de la Iglesia que el teólogo alemán Bernhart Häring (1912-1998) calificó de patológica, y con el que yo tuve el privilegio de compartir estancia en Roma durante la celebración del Concilio Vaticano II. Su currículum avala sus palabras: profesor de moral en las mejores universidades católicas y protestantes del mundo, consultor de papas, de episcopados y centros médicos católicos, catedrático eximio y pastor incansable, hombre de altísima espiritualidad, a quien Pablo VI, después del concilio, invitó a predicarle a él y a toda la Curia unos ejercicios espirituales.

Uno de los protagonistas -un chino- de la ópera La Reina de las Hadas, del compositor inglés Henry Purcell (1659- 1695) la belleza y alegría que pueden cautivar los sentidos, aunque solo la bondad gana el corazón.

“Sí, Dafne, en tus facciones encuentro

los encantos que han cautivado mi corazón.

Que tu desdén no deje en libertad al cautivo

que tus ojos han hecho.

La que en amor se defiende,

se protege de la flecha más segura.

La belleza puede cautivar los sentidos,

pero sólo la bondad gana el corazón”.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El banquete del rey.

Domingo, 15 de octubre de 2017
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il-regno-dei-cieli-e-simile-a-un-re-che-fece-una-festa-di-nozze-per-suo-figlioHace ya muchos años que no sé lo que es dormir bajo techo. Una racha de malas cosechas arruinó a mi familia, y yo me vine solo a Jerusalén, siendo aún joven, atraído por el lujo de la ciudad y esperando encontrar algún trabajo para sobrevivir. Las cosas me fueron mal también aquí, y ahora vivo pidiendo limosna y haciendo, de vez en cuando, algún trabajo duro y mal pagado. A pesar de ello no he perdido la fe en Dios, y hasta solía acudir el sábado a la sinagoga, asistiendo al culto desde un rincón, hasta que un día escuché estas palabras de un salmo: “El Señor alza de la basura al pobre, levanta del polvo al humilde para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo…”(Sal 113,7-8)

Ese día sonreí con amargo escepticismo, porque no es ése el Dios que yo conozco: a mí me deja seguir hundido en el estiércol de la pobreza, y creo que es así como voy a morir; por eso no he vuelto a pisar la sinagoga ni el templo, ni creo que haya nadie capaz de hacerme retornar a ellos. Una tarde, oí revuelo en la Puerta Hermosa: había llegado a Jerusalén el rabí de Galilea que estaba dando tanto que hablar. Lleno de curiosidad, me mezclé con la multitud para ver cómo era y qué decía, y me senté entre los que escuchaban la historia que estaba contando: -“Se parece el reino de los cielos a un rey que quiso celebrar un banquete de bodas para su hijo, y envió a sus servidores a convidar a los invitados…”  (Como siempre, pensé yo. Otro que nos va a repetir la misma cantinela de que Dios premia ya en esta vida a los buenos colmándolos de agasajos y riquezas y deja en la cuneta a los pobres diablos como yo, llenos de pecados y miserias). Pero el cuento que él contaba empezó a interesarme cuando oí que la gente importante que había sido invitada (fariseos, escribas, sacerdotes y gente de dinero sin duda), se negaban a participar en el banquete y ponían pretextos para acudir. Y el anfitrión se encontró con la cena preparada y el comedor vacío. (¿Qué hará ahora el rey?, me pregunté. Seguramente aplazará el convite mientras convence a los invitados para que asistan. Suspiré con envidia y de nuevo me asaltó la rebeldía: ¿por qué mientras a unos les sobraba, otros pasábamos hambre? ¿Por qué más fiestas y banquetes para los que ya estaban saciados…?)

Volví a prestar atención a la historia, y me quedé sorprendido ante el desenlace: el rey decidió sustituir a los convidados ausentes por los desconocidos de la calle, y envió a sus servidores a las plazas y calles de la ciudad para que trajeran al banquete a pobres, lisiados, ciegos y cojos. Salieron los siervos a las encrucijadas de los caminos y veredas, reunieron a cuantos encontraron y la sala quedó llena de convidados. Y comenzó la mejor fiesta que el dueño hubiera podido soñar. En un sector de la multitud hubo un rumor de protesta, y muchos se levantaron del corro y se fueron indignados: eran fariseos que siempre proclamaban convencidos que eran ellos los primeros invitados al banquete del Reino, y que los demás no tendríamos derecho ni a las migas que cayeran de la mesa. Estaban indignados de que los invitados definitivos fueran gente de las encrucijadas de los caminos, y no les faltaba razón porque, de todos es sabido, el tipo de gente que deambulamos por esos lugares… Oí a uno decir: – “A este hombre habría que denunciarle y pararle los pies: su doctrina es peligrosa y contradice claramente lo que sabemos por la Ley…

Solo nos quedamos con él un pequeño grupo, entre los que reconocí a los que pedían limosna conmigo, a algún ladronzuelo del mercado, y a los que cada noche se arrimaban como yo a la muralla, buscando protección del relente de la noche. Quizá se habían sentido también aludidos por la parábola, y estaban tan sorprendidos como yo al saberse destinatarios, al menos imaginarios, del banquete de un rey. Jesús siguió hablando, ahora más relajado porque sólo le rodeábamos hombres y mujeres sin importancia, gente de los caminos, sin más posesiones que la túnica vieja y el par de sandalias que llevábamos puestas, y quizá con sólo un mendrugo de pan en la alforja.

A medida que le escuchaba, algo iba cambiando dentro de mí, como si aquellas palabras me enderezaran y tuvieran el poder de devolverme mi dignidad. Todo lo que yo creía que era valioso y que daba categoría e importancia a un hombre: el dinero, la fama, el poder, la ciencia…, aparecía de pronto hueco y sin brillo, y Jesús nos lo hacía ver con la misma facilidad con que hasta el más ignorante sabe descubrir si una calabaza está vacía o un árbol sin savia.

-“Dios no le da importancia a nada de eso”, decía, – “es el corazón lo que cuenta para él, y la verdadera dicha está en que vuestros nombres están escritos en el Reino de los cielos. Porque el Padre se revela a los que son humildes, los sienta a su mesa y les confía sus secretos…” Y yo me iba sintiendo libre, humano, digno, como el hombre abatido del salmo, alzado de la basura e invitado a sentarse entre príncipes.

Había anochecido y los hombres y mujeres que acompañaban a Jesús trajeron panes y aceitunas, y los repartieron entre todos. También nosotros sacamos las provisiones que llevábamos en nuestros zurrones y lo compartimos todo. Era un extraño festín con unos extraños invitados. Pero aquel anochecer al raso, mientras salían las primeras estrellas, los que rodeábamos a Jesús nos sabíamos huéspedes de un rey.

Un rey sentado entre nosotros, que llevaba unas sandalias tan polvorientas como las nuestras, dormía también a la intemperie y, cuando hablaba, tenía el acento inconfundible de los campesinos de Galilea.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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La mesa del Señor está abierta a todos

Domingo, 15 de octubre de 2017
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. EL REINO DE LOS CIELOS SE PARECE A UN BANQUETE DE BODAS.

Todo el simbolismo de las lecturas de hoy es el de un festín (Isaías), un banquete de bodas (Evangelio).

El tema central es que el designio de Dios para la humanidad es lo que una boda supone: amor, encuentro, familia, alimento, fiesta. Ese, y no otro, es el plan de Dios.

Dios quiere que toda la humanidad se salve, disfrute de la vida, tenga esperanza y viva con pleno sentido. (1Tim 2,4).

Es decir, Dios no ha creado “dos espacios”: uno como si fuese una mansión celestial y otro: una sala de torturas. DIOS NO HA CREADO EL INFIERNO.

hijo-prodigoDios es el Padre, el rey de la parábola, el padre del hijo perdido que solamente celebra y quiere celebrar una fiesta, la fiesta de la vida.

Puede que sea eclesiástico, malamente eclesiástico, pero no es evangélico, ni cristiano predicar por igual la posibilidad de cielo e infierno. Dios no crea ni quiere el infierno para nadie. Dios quiere un encuentro universal, un banquete fraterno para la humanidad. Dios solamente crea y quiere el cielo.

02. LOS QUE NO QUIEREN ASISTIR A LA BODA SON LOS SACERDOTES Y ANCIANOS (PODEROSOS) DEL PUEBLO

La que no quiere saber nada con esa fiesta es la clase alta: unos tenían tierras, otros negocios, etc. En el fondo está resonando la parábola de los viñadores homicidas: los poderosos terminan por matar a los criados, al mensajero que llevaba la invitación.

La mesa de los ricos no está abierta a los pobres. Los pobres “contaminan”.

03. Salid a los caminos y llamad, invitad a todos: BUENOS Y MALOS: LA SALA DEL BANQUETE SE LLENÓ DE COMENSALES. 

Los que asisten al banquete, al encuentro es la gente sencilla, los pobres.

35862808-multitud-de-ni-os-de-dibujos-animadosNi tan siquiera se exige una condición moral: los buenos entrarán y los malos, no. Llamad a todos: buenos y malos.

Nos decimos católicos, que significa: universal, formamos parte de la Iglesia católica: Iglesia universal, aunque luego estamos llenos de cerrazones mentales, ideológicas, rituales, teológicas, morales, etc.

El Reino de Dios es universal, para todos.

Cambiarían las situaciones políticas y ecuménicas (eclesiales) si en vez de mirar al DNI, a la etnia, a las fronteras, a la condición económica, cultural, moral, mirásemos al ser humano. Antes que catalán, vasco o español, antes que católico o luterano, soy y somos personas humanas. Todo ser humano, sea quien sea, es hijo de Dios.

Todos estamos invitados al banquete.

04. UN FINAL UN POCO EXTRAÑO: EL TRAJE DE BODAS.

Hay exegetas que piensan que este final de la parábola fue añadido muy posteriormente. De hecho en la liturgia se puede prescindir de su lectura.

Es evidente que la parábola no tiene la intención de terminar en un desfile de modelos para el “Hola” y alguien no lleva el vestido adecuado.

También se sabe que en aquel tiempo no se asistía a las bodas con un traje especial, (Aristófanes).
Por otra parte, tampoco se trata de una cuestión moral, porque al banquete son admitidos todos: buenos y malos.

Además Jesús es muy reacio a una moral externa y más reación todavía al legalismo. Jesús no pone la moral en un traje o vestido. Lo bueno y lo malo en Jesús es lo que sale de dentro y no tiene nada que ver con la camisa que llevamos puesta.

¿Qué sentido puede tener este final algo estrambótico?

Puestos a pensar pudiera ser que aquel hombre no tenía sentido de fiesta, de gratuidad, de amor. ¿Cómo estás aquí sin tener sentido de gracia, de fiesta, de amor? Si no tenemos sentido de fraternidad, no pintamos nada en el banquete. Es como el hermano mayor de la parábola del hijo perdido. El hijo mayor no sentía alegría, gratuidad, paz por la vuelta de su hermano que estaba perdido, muerto y ha vuelto a la vida.

Quien no tiene ese sentido amable de la vida no será nunca ni en ninguna parte feliz. Quien no se alegra del bien de los demás, de los pobres, incluso de los que me han podido hacer daño, no será feliz, no tendrá cielo, ni aunque esté en el cielo.

05. CON ESO Y CON TODO.

images-2Pero incluso aunque seamos unos pobres envidiosos, aunque nuestro traje se llame desazón, resentimiento, rencor, Dios también nos llama y nos invita.

Incluso aunque no quisiéramos entrar en la fiesta, -como el hermano mayor-, nuestra libertad no es tan pretenciosa y prepotente como para despreciar el banquete del Señor. Una libertad limitada y pobre como la humana no es capaz de despreciar el amor absoluto de Dios. Aunque el ejemplo no sirva de mucho: ¿un niño pequeño es capaz de ofender a sus padres? ¿Y qué somos nosotros para Dios?

Podemos pensar y esperar que el encuentro, nuestro encuentro definitivo con Dios, será en un banquete de bodas: de amor, de fiesta, de vida.

EL CRISTIANO SABE QUE VIVE Y MUERE SIEMPRE EN EL AMOR Y MISERICORDIA DE DIOS.
NUESTRO BANQUTE ES DIOS

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Dom 12. 10. 14. Un Sínodo al servicio de las “bodas”

Domingo, 12 de octubre de 2014
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sinodo-de-la-familia-2013Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 28 tiempo ordinario, ciclo A. Mt 22, 1-11. Esta es la finalidad esencial del Sínodo 2014: Unos cientos de Padres Sinodales (en principio todos hombres y solteros, con buen solideo ¿sólo para Dios?) están reunidos en Roma para cumplir el evangelio del domingo: Mt 22, 1-11: ¡Deben preparar las bodas de los hijos de Dios, es decir, de los hombres y mujeres: que se casen si quieren, que sean felices, que celebren unidos el don de la vida.

Ésta es la tarea que el evangelio del domingo (¡no sólo del Papa Francisco!) ofrece y pide a los sinodales de Roma. Ellos, como expertos en humanidad (¡así se presentan!) y como legados de un Dios que quiere las “bodas” de sus hijos,en el sentido extenso (no como puro sacramento canónico):

‒ que todos los hombres y mujeres del mundo puedan alimentarse bien, y tener salud física y mental, pues de lo contrario no hay bodas…

‒ que todos puedan tener libertad para hacer lo que quieran (y con quien quieran), para hacerlo en amor (y hacer el amor, que eso es también bodas…)

‒ que puedan vivir en gozo y fecundidad de vida y amor, solteros y casados, con soli-deo y sin solideo, que todos somos hijos del mismo Dios.

Para eso están reunidos, aunque su misión es dura, pues hombres y mujeres estamos bien liados en otros asuntos, y muchos no pueden pensar en matrimonios (y otros no quieren, pues sólo les importa el poder el dinero, como dirá la parábola).

Además, por lo que dice la prensa, entre los sinodales hay opiniones distintas, y deben discutirlas. Pidamos por ellos. De todas formas, ellos se han reunido como buenos “casamenteros” (decía Don Quijote que el oficio más importante del mundo, más que el de Rey o Sultán es el de casamentero: que todos los hombres y mujeres puedan bien casarse).

Este “oficio” de casamenteros y sinodales es difícil, como sabe este pasaje atormentado de Mt 22, 1-11, lleno de gozosas evocaciones y duros añadidos posteriores que he comentado al menos tres veces en este blog (al año 2008 y el 2011, al comentar la liturgia del domingo 28, ciclo ordinario, ciclo A.), poniendo de relieve los diversos rasgos mensajes del texto. Aquí me limito a ofrecer una breve paráfrasis de la primera parte del texto (dejando a un lado un fondo de violencia que aparece claro en la versión de Mateo…). Comento el pasaje y lo hago desde el fondo del Sínodo de la Familia.

((PD. Nuestro colaborador y amigo Galetel ha introducido unos sabrosos y “ciertos” comentarios sobre la parábola de Jesús y sus interpretaciones posteriores. En ese contexto he añadido algo que puede interesar a los lectores:

Tienes razón, Galetel… En otras postales, desde hace seis años, he comentado lo que dices… Todo es cierto. Pero aquí quiero centrarme sólo en el tema de fondo: Para que la boda escatológica del fin de los tiempos sea posible (real) tiene que potenciarse un equivalente histórico de “bodas humanas”. Sólo así se entiende el “padrenuestro” del evangelio: “así en la tierra como en el cielo”. El cielo escatológico empieza a realizarse aquí, de manera que no podemos hablar de bodas finales si no abrimos el camino de las “buenas bodas” (para todos) en la historia de los hombres. Por eso, los “sinodales”, reunidos en Roma, han de estar al servicio de esas bodas, es decir, de la auténtica familia de Dios)).

Así quiero decirlo con amor y con humor. Miren la foto: ¿Le parece que esos sinodales son buenos casamenteros? No le parece quizá que debían trotar algo más por el mundo, meterse en la masa, sufrir y gozar con la gente (¡oler a oveja, y a novia y demás…!). De todas formas, bendito sea Dios, que él nos ayude.

Todo este tema sigue inspirado en el espíritu y letra de mi libro sobre LA FAMILIA EN LA BIBLIA. Buen fin de semana

Parábola de Jesús, Mt 22, 1-11

imagesEn aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
“El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.

El rey montó en cólera… y dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

COMENTARIO CURSIVO

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los “senadores” del pueblo:

Éste es un pasaje para los jefes del pueblo, es decir, en nuestro caso, para los Padres sinodales… Ellos los que se consideran sumos sacerdotes y en especial los “senadores”, que son los ricos en poder y dinero tienen una responsabilidad especial. Esta es palabra para todos, pero va en especial para sacerdotes y jefes del pueblo, que hagan todo lo posible para que la gente se pueda casar bien…

“El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo.

Dios quiere que los hombres y mujeres “tengan bodas”, es decir, que puedan “casarse”, en banquete de amor. “Boda” aquí no es sólo casarse, sino vivir en salud, tener pan y libertad, encontrar un espacio de comunión, de diálogo. Que todos puedan comer y compartir, y alegrarse de ser chicos y chicas, hombres y mujeres, con padres e hijos, todos…, que puedan todos recorrer la vida como un camino de amor…

Mandó criados…

Los criados del Gran Rey son la gente de su “entorno”, sus hombres y mujeres de confianza. En este caso son los Padres Sinodales, que han de ser todos expertos en caminos y en bodas… entrenados en recorrer el mundo y en encontrar a la gente, invitándola para las bodas de Dios, que son las bodas de los hombres. Aquí tenemos un sínodo de un par de centenares de expertos en bodas… aunque a veces me parece que ellos no son los más indicados, pues faltan los chicos y chicas, las mujeres, que algo saben de bodas…

(Mandó criados….) para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.”

Mandó una vez, mandó otra… Éste es un tema de toda la Biblia: Dios ha enviado mensajeros, invitando primero a los judíos (según la visión de Israel), después a todos los hombres y mujeres… Quiere que todos puedan compartir su boda, es decir, la boda de la vida de los hijos de Dios… Ahí andan los Padres Sinodales, viendo la manera de invitar a todos los pueblos y gentes de la tierra a las bodas de Dios. Son (han de ser) los buenos casamenteros… los que hagan posible que la vida sea una boda de amor… Como he dicho, ellos han de cumplir ese oficio esencial, aunque algunos dudan de que sean los más indicados.

Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.

Desengañémonos. Mucha gente no (sobre todo los más poderosos) no quiere bodas, quiere otra cosas… Tener muchas tierras (dinero), tener buenos negocios (más dinero…). La gente no quiere que nadie le diga lo que tiene que hacer, sobre bodas de felicidad, bodas para todos…

Lo que mandan sobre el mundo son los campos (el oro y el hierro, el petróleo y las grandes posesiones…). Las bodas son secundarias, el amor no importa….

Los que mandan sólo quiere dinero, poder y violencia… Por eso matan, son capaces de matar a los que hablan de bodas, de amor para todos, de vida fraterna y amorosa. Ésta es la más triste radiografía de una realidad social e histórica hecha de deseo de dinero, de poder y de violencia, sin búsqueda de amor.

El rey montó en cólera… y dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

Dejo a un lado el rasgo de violencia (el rey manda matar a los malos…), para quedarme sólo con la parte positiva, que responde al evangelio… A pesar de todo, el Rey quiere que haya bodas y se empeña en lograr que exista felicidad para su hijo, es decir, para todos los hombres y mujeres de la tierra. Ésta ha de ser la tarea del Sínodo, de esos Padres Casamenteros, reunidos en Roma, para que sean preparar o animar las bodas de los hijos de Dios.


AMPLIACIÓN EXEGÉTICA

Ésta es la parábola original, que ha sido citada también básicamente por Lc 14, 16-23. El texto ha sido conservado e interpretado (al parecer) por el documento Q, pero contiene un mensaje original de Jesús, que puede y debe situarse en el contexto de su “misión final”, quizá tras el “fracaso” de su mensaje en Galilea, quizá en el entorno de su ascenso a Jerusalén. Los elementos básicos de esa parábola, que se sitúa y entiende bien en el contexto del mensaje de Jesús, son los siguientes:

a. Jesús ha venido a “invitar” primero a los judíos (en especial a los galileos) al “banquete de bodas de los hijos de Dios”. Él ha preparado ese banquete, unas bodas de amor en libertad, y ha comenzado a realizarlo entre los suyos, abriendo ese mensaje y camino de bodas para todos: ¡vendrán de oriente y occidente y se sentarán en la mesa de bodas…! (tema de las multiplicaciones).

b. Pero el conjunto de Israel (en especial los galileos, luego los jerosolimitanos) no han aceptado ese banquete de Dios, no aceptaron su forma de entender las bodas. Han preferido quedarse en sus “negocios” (bien especificados por Lc 14, que recoge quizá una versión más antigua de la parábola). Jesús acepta ese rechazo como un misterio (en la línea de la tradición del rechazo de los profetas).

c. Jesús pide a los suyos que inviten a todos, buenos y malos, a los perdidos de los cruces de caminos, pobres, enfermos… En un primer momento, estos “nuevos invitados” son los israelitas “impuros”, los que no tienen dinero (no pueden dedicarse a sus bueyes y casas y viñas, ni casarse…). Jesús invita a todos, el banquete es gratis.

d. La iglesia posterior ha podido interpretar la “segunda llamada” de la parábolas (por campos y caminos) como una invitación a los “gentiles”, es decir, a los que no estaban preparados para el banquete de bodas…, a los que no habían pasado por la “escuela” de la ley judía. En esa línea los “casamenteros” del Sínodo tienen que ver cómo preparar mejor las bodas para todos…

la-familia-en-la-bibliae. En ese contexto es coherente la “amenaza final”, que puede provenir (parabólicamente) del mismo Jesús. Recordemos que estamos ante una parábola, con lenguaje figurado (simbólico), no ante un texto de teología. Es evidente que Jesús tiene que “amenazar” a los que no quieren el banquete, tiene que decirles que corren el riesgo de perderse a sí mismos. Esa palabra (el Rey manda matar a los que rechazan el banquete) forma parte de la misma dinámica de la parábola, que se cuenta con toda seriedad: ¡Quien rechaza el don de la vida, la gracia del amor, el banquete abierto a todos, corre el riesgo de perderse.

f. La Iglesia un banquete de familia-bodas. El símbolo y práctica del banquete, abierto a todas las naciones, en claves de reconciliación y plenitud humana, resulta importante en el menaje y vida de Jesús. Ese Banquete/Boda de Reino ha de ser universal, abierto a la muchedumbre, superando los sacrificios del templo de Jerusalén, y los convites rituales (puros) de los pequeños grupos de separados, como los fariseos (haburot) y esenios de Qumrán. La comensalidad abierta define el carácter humano y expansivo del movimiento de los seguidores de Jesús que no necesitan un templo donde sacrificar corderos para comerlos, entre los puros, ni casas especiales de doctrina (escribas), ni lugares de manutención separada (alimentos puros, para hombres en estado de pureza), sino que ofrecen y comparten la comida normal (pan y pescado), a campo abierto, con mujeres y niños, como si se hubiera cumplido ya la promesa de Is 26, 6-8.

g. La Iglesia, unas bodas… En esa línea se sitúa el tema de la peregrinación final de Is 2, 2-4, que forma es trasfondo de ese texto. : «En verdad os digo, vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob, en el Reino de los cielos…» (Mt 8, 11-12). Ese tema recoge un motivo de la tradición escatológica de Israel (cf. Is 2, 1-4; 18, 7; 40, 5; 60, 1-22; Miq 4, 1-2; Zac 8, 20-21), según la cual vendrán los hijos dispersos, desde los cuatro puntos cardinales, para sentarse a la mesa del banquete de bodas… … Pero el movimiento de Jesús ha reelaborado esa tradición dándole unos rasgos particulares. Expertos en ese banquete han de ser los Padres Sinodales. Buen trabajo, hermanos.

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Un banquete que termina mal. Domingo 28. Ciclo A

Domingo, 12 de octubre de 2014
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Il-regno-dei-cieli-è-simile-a-un-re-che-fece-una-festa-di-nozze-per-suo-figlioDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo anterior, la parábola de los viñadores homicidas terminaba diciendo que la viña sería consignada «a un pueblo que produzca sus frutos» (v.43). Algo parecido afirma la parábola de hoy, la de los invitados al banquete, que nos ha llegado a través de Mateo y Lucas. Para comprender el enfoque de Mateo considero esencial tener en cuenta no sólo el texto de Isaías sino también el de Lucas.

El punto de partida: un festín de manjares suculentos (1ª lectura)

La parábola de los invitados a la boda se inspira en un poema del libro de Isaías a propósito del gran banquete que Dios organizará “en este monte”, Jerusalén, que supondrá la alegría, la salvación y la victoria sobre la muerte para todos los pueblos.

            Aquel día,

            el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos,             en este monte,

            un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

            manjares enjundiosos, vinos generosos.

            Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos,

            el paño que tapa a todas las naciones. 

            Aniquilará la muerte para siempre.

            El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros,

            y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país.

            Aquel día se dirá:

            «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara;

            celebremos y gocemos con su salvación.

            La mano del Señor se posará sobre este monte.»

La reinterpretación irónica de Lucas (Lc 14,15-24)

El texto de Isaías podía provocar en cualquiera el sentimiento que pone Lucas en boca de un oyente de Jesús: «¡Dichoso el que coma en el Reino de Dios!». Entonces Jesús, con gran dosis de ironía y realismo, cuenta una parábola que podemos dividir en dos actos:

Acto I:

un hombre organiza un gran banquete;

envía a un criado a llamar a los invitados;

los invitados se excusan de buena manera.

Acto II:

El hombre, irritado, manda al criado a invitar al banquete a pobres, lisiados, ciegos y cojos;

el criado obedece, pero todavía sobra sitio;

el hombre vuelve a enviarlo «hasta que se llene la casa».

Moraleja:

«Ninguno de aquellos invitados probará mi banquete».

En la versión de Lucas, la parábola contada por Jesús explica por qué en la comunidad cristiana (el banquete) no están los que cabría esperar (los judíos), sino otros (los paganos). Del optimismo exagerado de Isaías pasamos al terrible realismo con que Jesús enfoca siempre las cuestiones.

La reinterpretación más dura y crítica de Mateo

La versión de Lucas podía suscitar en las comunidades cristianas un sentimiento de satisfacción y de falsa seguridad. Para evitarlo, Mateo añade una última escena e introduce también interesantes cambios; los dos actos se convierten cuatro:

            «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda. ” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

            Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

Acto I:

  Un rey invita a la boda de su hijo;

 envía criados (en plural);

los invitados no quieren ir.

            Acto II:

  El rey vuelve a enviar criados;

  los invitados no hacen caso a los criados e incluso matan a algunos de ellos;

  el rey mata a los asesinos y prende fuego a su ciudad.

            Acto III:

  El rey manda a recoger a por las calles a todo, malos y buenos;

  La sala se llena de comensales.

            Acto IV:

  El rey descubre a un comensal sin traje de fiesta;

  manda expulsarlo del banquete.

            Moraleja:

                        «Hay más llamados que escogidos».

Mateo ha reinterpretado la parábola a la luz de los acontecimientos posteriores y en clara polémica con las autoridades religiosas judías.

En el Acto I, el protagonista no es un hombre cualquiera, sino un rey (Dios), que celebra la boda de su hijo (Jesús). Y no envía a un solo criado, sino a muchos (referencia a los antiguos profetas y a los misioneros cristianos). Los invitados, en vez de excusarse de buena manera, como en Lucas, simplemente no quieren ir.

Entonces introduce Mateo un acto nuevo (II), donde la invitación del rey encuentra una oposición mucho mayor (incluso llegan a matar a algunos criados) y la reacción del monarca es terrible, porque manda su ejército a acabar con los asesinos y a prender fuego a la ciudad (destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70).

El Acto III también representa una novedad con respecto a Lucas: no se invita a pobres, lisiados, ciegos y cojos, sino a todos, buenos y malos. El enfoque socio-económico de Lucas (en el banquete entran los marginados sociales) lo sustituye Mateo por el moral (todo tipo de personas).

Pero Mateo añade un nuevo Acto, el IV, que es la que más le interesa: un invitado se presenta sin vestido de boda y es echado fuera.

Con estos cambios, la parábola explica por qué la comunidad cristiana está compuesta de personas tan imprevisibles y, al mismo tiempo, contiene un toque de atención para todas ellas. En el Reino de Dios puede entrar cualquiera, bueno o malo. Pero, si se acepta la invitación, hay que presen­tarse dignamente vestido.

Ni frac ni maxifalda

Para entrar en una mezquita hay que descalzarse. Para entrar en una sinagoga hay que cubrirse la cabeza. Para entrar en cualquier iglesia se aconseja o exige un vestido digno. Pero el vestido del que habla la parábola no se mide en centímetros ni se debe caracterizar por su elegancia. Es una forma de comportarse con Dios y con el prójimo. O, utilizando una metáfora de san Pablo, hay que vestirse de nuestro Señor Jesucristo. No es un disfraz. Es un modo de vivir y de actuar que recuerde a los demás, dentro de lo posible, como él vivió y actuó.

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