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Mi móvil ya no suena.

Jueves, 5 de julio de 2018
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entrada-voluntariado-compania-paraHe estado toda mi vida en parroquias rurales. Ahora ya estoy jubilado y vivo en la capital. Y hay un fenómeno que me cuesta aceptar: mi móvil no suena. Y en mi móvil silencioso está que nadie me llama, que nadie me necesita.

Es aprender a vivir la psicología de desaparecer. Cuántas personas hay que no existen ya en la sociedad aunque estén vivas, a las que nadie pide nada porque ya no ocupan labores públicas. Cuantas veces recuerdo y recito aquello de “cuán raro es dar gracias al arroyo seco”. Pasó mucha agua por él, pero hoy ya no corre ni una gota.

Miles y miles de personas viven en la soledad (una de cada cuatro jubilados), sin compañía, experimentando la falta de compañía, de apoyo.

Es de agradecer el que haya tantos voluntarios que visitan a las personas mayores, para estar con ellos, para acompañarles, para hablar de lo suyo.

Estoy haciendo un programa de acompañamiento con una asociación de jubilados. Qué bonito. Vamos de dos en dos. Y nos esperan. Si tardamos un minuto en llegar, se les hace un mundo. Lo esperan y lo desean.

Y la ancianidad va unida a debilidad de memoria, de fuerzas, de ganas de caminar… No cabe más que apoyarse en las manos de Dios, disfrazadas de mujer que acompaña y atiende en las labores, de médico que cura y anima, de voluntario que aporta esperanza, de teléfono que alguna rara vez suena y de los programas de la tele. Por lo menos hay ruido y sirve de compañía.

En una sociedad llena de ruidos, viene bien el silencio. Para oír la voz del Espíritu, para vivir la sencillez y la debilidad. Para darme cuenta de que Dios actúa desde lo pequeño y lo humilde.

Bonita ocasión para vivir el silencio: la interiorización, la contemplación. Para dar el valor a cada cosa, para recordar el pasado con gratitud y vivir el futuro con esperanza.

Cuanto más débil soy, más fuerte me siento. Y vivir con alegría el cambio, la vitalidad de los jóvenes y entender que hacen cosas distintas y con distintos valores. Y tienen mucho mérito.

Siempre hay una primavera en la que brota la vida y un otoño en el que se recogen los frutos. Todo es necesario. Recogemos los frutos que sembramos y nos alegramos porque vemos ya nacer y crecer otras realidades que los jóvenes van plantando. Han cambiado hasta las plantaciones del campo. Porque les sirven mejor los nuevos productos.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Los móviles y los rezos”, por José Mª Castillo

Martes, 18 de julio de 2017
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cuaresmal-1Recuperamos este artículo de hace dos años publicado en su blog Teología sin Censura:

El Nobel de Química, Harold Kroto, ha dicho a los periodistas, hace sólo unos días (El País, 29.XII.2015), que “si tu móvil fuese tan efectivo como rezar no lo comprarías”. Por supuesto. Y la gente lo sabe. Yo veo por todas partes a muchas personas enganchadas al móvil. Gente rezando, cada día se ve menos. ¿Quiere decir esto que el profesor Kroto ha dado en el clavo? Hay una cosa evidente que Kroto no ha tenido en cuenta. Los móviles se utilizan para relacionarse con los humanos. Los rezos se utilizan para relacionarse con Dios. Equiparar los móviles con los rezos es una cosa que se me antoja tan absurda como utilizar los móviles para hablar con los mosquitos.

Cuando los científicos se meten a hacer de teólogos, cometen el mismo despropósito que cuando los teólogos se meten a hacer de científicos. El día que los hombres de la religión condenaron a Galileo, ocurrió algo parecido a lo que pasa ahora cuando Stephen Hawking se pone a decir con todo aplomo que Dios no existe. Respetemos las competencias que son propias de cada ámbito. Una cosa es el “saber”, que brota de la demostración científica. Y otra cosa es el “creer”, que brota de la convicción libre. Los humanos necesitamos de los saberes que nos proporciona la demostración científica. Pero necesitamos también de las convicciones que movilizan nuestras conductas.

Si no tuviéramos los conocimientos científicos que nos proporciona la física, la química, la biología…, viviríamos todavía en las cavernas. Pero tan cierto como eso es que, si a estas alturas no tuviéramos las convicciones y las creencias que generan nuestros comportamientos, no existirían los derechos, la ética, la psicología, ni se habrían desarrollado los sentimientos humanos que motivan nuestra esperanza, hacen más soportable la convivencia y nos dan alguna forma de respuesta a preguntas que todo el mundo se hace, por ejemplo sobre el sentido de la vida, el por qué de la generosidad y la solidaridad y si nos queda todavía alguna confianza en ese misterioso futuro que anhelamos aunque sean pocos los que lo dicen.

Que necesitamos la ciencia y la tecnología, ¿quién va a discutir eso? Pero tan cierto como eso es que necesitamos controlar nuestros deseos, orientar nuestras convicciones, educar los sentimientos de cariño y odio. No es lo mismo “el ser humano” que “ser humano”. La ciencia y la tecnología sustentan y potencian a “el ser humano”. La fe, la bondad, el cariño, la honradez, nos hacen más “humanos. La vida necesita estos dos pies para avanzar. Por favor, que nadie – por más sabio que sea -, no intente dejarnos cojos.

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