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“120 battements par minute”, merecido homenaje al activismo del VIH/sida, gana la Palma Queer y triunfa en la sección oficial de Canne

Miércoles, 31 de mayo de 2017
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120_battements_par_minute120 battements par minute (“120 latidos por minuto”, aunque no sabemos si ese será el título oficial en castellano), del francés Robin Campillo, ha sido la ganadora de la Palma Queer 2017, el galardón que al margen del palmarés oficial reconoce desde 2010 la mejor cinta de temática LGTB de entre todas las presentadas en cualquiera de las secciones del Festival de Cannes. No ha sido el único reconocimiento de una cinta que rinde homenaje al activismo en favor de las personas con VIH/sida en los años duros de la pandemia. La película también es una de las grandes triunfadoras de la sección oficial: ha gando el Gran Premio del Jurado y se ha hecho con el codiciado Premio de la Crítica.

“Principio de los años 90. Mientras que el sida lleva casi diez años matando, los militantes de Act Up-Paris multiplican las acciones para luchar contra la indiferencia general. Recién llegado al grupo, Nathan quedará conmocionado por la radicalidad de Sean, que consume sus últimas fuerzas en la acción”, reza la sinopsis de 120 battements par minute en la web oficial del Festival de Cannes. Y es que la película supone un homenaje al activismo de Act Up-Paris, histórico grupo activista francés en favor de las personas con VIH/sida, fundado en 1989 e inspirado en la misma filosofía de “acción directa” que otros grupos ya habían empezado a desarrollar en Estados Unidos. Un grupo que aún hoy sigue siendo una referencia para el activismo europeo.

Para el jurado de la Palma Queer, presidido este año 2017 por el director y guionista estadounidense Travis Mathews, “sin derivar hacia el melodrama, la película nos hace revivir algunas de las páginas más sombrías de nuestra historia reciente, al tiempo que nos recuerda que siempre somos más fuertes cuando unimos nuestras energías, cuando nos amamos un poco más, cuando nos apoyamos entre nosotros un poco más, y desde luego cuando bailamos juntos un poco más”.

La película de Robin Campillo (que también es responsable del guión) está protagonizada por Arnaud Valois y Nahuel Pérez Biscayart, cuya interpretación ha sido unánimemente alabada, es también una de las grandes triunfadoras del palmarés oficial del Festival de Cannes. Aunque no ha ganado la Palma de Oro, a la que era firme candidata, sí que se ha hecho con el Gran Premio del Jurado (el segundo en importancia del Festival) y con el codiciado Premio de la Crítica (que otorga la FIPRESCI, Federación Internacional de Críticos de Cine).

Como mejor cortometraje de temática LGTB, un galardón que en ocasiones queda desierto, el jurado de la Palma Queer ha elegifo este año Les îles, del también realizador francés Yann Gonzalez.

Os dejamos con el tráiler de 120 battements par minute, que estamos ya ansiosos por disfrutar:

Fuente Dosmanzanas

 

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“Las inocentes”: la irrupción de la vida en unas monjas violadas.

Viernes, 13 de enero de 2017
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Les InnocentesDe pronto entre cientos de películas convencionales uno se encuentra con una perla escondida, de ese cine que ya casi no se hace y que, por otra parte, resulta incomprendido no solo para el espectador del montón, sino para no pocos críticos actuales insensibles al cine poético y contemplativo.

Tal es el caso de Las inocentes, cuyo primer título era “Agnus Dei“, y que se basa en hechos reales, el brutal asesinato y violación masiva perpetrados por el Ejército Rojo contra unas monjas polacas en 1945, cuando los alemanes ya habían abandonado el país. La doctora Madelaine Pauliac, que conoció en primera persona la masacre da cuenta exacta de lo que ocurrió en aquel monasterio: “Había 25. 15 fueron violadas y asesinadas por los rusos. El resto fueron violadas desde 35 veces hasta 50”.

Esta es la historia que movió a la realizadora franco-luxemburguesa Anne Fontaine (Nouvelle chance, La Fille de Monaco, Coco avant Chanel, Adore) a realizar un filme que da a conocer al mundo el terrible episodio con un estilo intimista, sobrio y revestido de una extraordinaria delicadeza. Para ello no sólo se documentó en las memorias de la doctora, sino que ha contado con la colaboración de Philippe Maynial, el sobrino de Pauliac, ocultando por supuesto los nombres reales de las mujeres violadas. Es más, la directora ha querido experimentar por sí misma la vida monástica en dos abadías benedictinas.

En medio de la nieve, una joven religiosa polaca se escapa de su monasterio, situado en un helador descampado a las afueras de Varsovia, para dirigirse a un puesto francés de socorro de la Cruz Roja, con el fin de recabar ayuda. Consigue hablar con una doctora, la joven Mathilde, que en un primer momento se niega a acudir al convento por la sobrecarga de trabajo que tienen en el hospital y porque los médicos solo están autorizados a socorrer a los militares franceses. Sin embargo, al contemplar por la ventana a la benedictina orando de rodillas en medio de la nieve, se decide a acompañarla. Tiene que asistir al parto de una de las religiosas con dificultades, porque la comunidad está empeñada en ocultar el desastre, no solo para evitar la vergüenza y el escándalo – sobre todo desde la mentalidad de un catolicismo de los años cuarenta-, sino por miedo a que cierren el monasterio. Poco a poco Mathilde descubre que hay ocho embarazadas más y, en secreto, mediante escapadas nocturnas en un vehículo militar, se decide a asistir a todos los partos, jugándose su carrera y afrontando ella misma en una ocasión el riesgo de violación de una patrulla soviética.

Mathilde, perteneciente a una familia comunista, es una joven increyente, liberada y moderna, que establece una relación sexual descomprometida con Samuel, un médico bastante grotesco en el duro ambiente de después de la II Guerra Mundial. De esta manera se confrontan dos mundos, el de la fe y el del racionalismo práctico, la libertad sexual y el voto de castidad de mujeres consagradas y además violadas.

El logro de Anne Fontaine es la contención estética y emocional, orquestada por la frialdad climática de paisajes nevados y sobre todo por una sinfonía de primeros planos psicológicos, encuadres pictóricos, en medio de las tareas cotidianas del monasterio, que van del canto de las horas canónicas a las simples tareas domésticas de hacer la comida, cortar leña o acarrear agua. Una vez más, como tantas veces en el cine, por ejemplo en Diálogos de carmelitas, los claroscuros del claustro proporcionan un derroche de encuadres llenos de evocación y misterio. Extraordinario el trabajo de Caroline Champetier en una fotografía de tonos grises y fríos. Solo una sensibilidad femenina podía lograr este recorrido por los estados de ánimo de las monjas afectadas, que se debaten entre su fe, la observancia de las reglas y el despertar de sus cuerpos ante la inesperada irrupción de la vida. De las lágrimas a la alegría de arropar y amamantar a recién nacidos, de las horas de contemplación al dolor-amor de ver florecer su carne, de la tragedia al descubrimiento de la maternidad.

El film es un prodigio de respeto a la dimensión religiosa y al mismo tiempo de canto a la vida y sobre todo a la mujer maltratada y violada brutalmente. Aunque el protagonismo se lo lleva Lou de Laâge en una formidable interpretación, cargada de matices, en su versión de la doctora neutral y escéptica, aunque llena de ternura, el papel de las monjas viene a ser como el de un personaje colectivo, donde se muestran todas las reacciones humanas posibles: la superiora inflexible, la joven mística, la que sueña con reincorporarse a la vida laical. Lejos, por tanto, de un moralismo a ultranza como del anticlericalismo prestablecido, que aqueja a tantas películas, Las inocentes se distingue por una mezcla de serena mirada objetiva como de empatía con los misterios del alma humana en todos sus matices, que vienen subrayados por la situación trágica de la guerra y el ambiente cerrado y conventual, que se convierte en un matraz de contrastes y sentimientos, que emana de una elegante planificación y un ritmo contemplativo que nunca decae.

La película no se decanta ni por la fe ni la increencia. Una de las religiosas, la más experimentada María, con la que más congenia Mathilde, llega a decir: “La fe son 24 horas de duda y un minuto de esperanza“. Pero, sobre todo, se trata de una inmersión profunda en el alma femenina, un canto a la mujer y una ética por encima de creencias e ideologías, contra el machismo brutal y simplificador, contra la guerra que aniquila. Hay un valor que sobrenada todo, y es el amor a la vida que derrumba barreras, que une, perdona y se impone en el film como espiritualidad y servicio al ser humano frente a toda convención o norma. La letra mata, como aparece en la actitud ortodoxa a ultranza de la madre abadesa, y el espíritu da vida. Vida contemplativa y vida carnalmente nacida se unen en el eslabón que perpetúa y mantiene vivo el mundo, la mujer. En este sentido Las inocentes, proyectada en Sundance, candidata francesa al Oscar, premio de la Fipresci en Valladolid y mejor película del Festival de Jerusalén, resulta, en medio de una sociedad dominada por la violencia de género, enormemente actual. Es además una película contracorriente y para buenos degustadores, entre las mejores que ha dado el año.

Ficha Técnica

Titulo Original: Les innocentes (Agnus Dei)
Producción: Mandarin Films, Mars Films (Francia), Aeroplan Films (Francia -Polonia, 2016)
Dirección: Anne Fontaine
Guión: Sabrina B. Karine, Pascal Bonitzer, Anne Fontaine, Alice Vial
Fotografía: Caroline Champetier
Música: Chris Hajian
Montaje: Grégoire Hetzel
Distribuidora: Caramel Films
Estreno: 23 Diciembre 2016
Duración: 115 min.
Intérpretes: Lou de Laâge (Mathilde Beaulieu) Agata Buzek (María), Agata Kulesza (Madre abadesa), Vincent Macaigne (Samuel), Joanna Kulig (Irena) , Eliza Rycembel (Teresa), Katarzyna Dabrowska (Anna), Helena Sujecka (Ludwika).

Pedro Miguel Lamet, sj

Fuente Blog de Pedro Miguel Lamet, vía Fe Adulta

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