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Hemos de elegir.

Domingo, 18 de septiembre de 2022
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Preguntas para subir y bajar el Monte Carmelo 

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(A Gustavo Gutiérrez, maestro espiritual en los altiplanos de la Liberación, por su itinerario latinoamericano “Beber en su propio pozo’‘).

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“Por aquí ya no hay camino”.
¿Hasta dónde no lo habrá?
Si no tenemos su vino
¿la chicha no servirá?

¿Llegarán a ver el día
cuantos con nosotros van?
¿Cómo haremos compañía
si no tenemos ni pan?

¿Por dónde iréis hasta el cielo
si por la tierra no vais?
¿Para quién vais al Carmelo,
si subís y no bajáis?

¿Sanarán viejas heridas
las alcuzas de la ley?
¿Son banderas o son vidas
las batallas de este Rey?

¿Es la curia o es la calle
donde grana la misión?
Si dejáis que el Viento calle
¿qué oiréis en la oración?

Si no oís la voz del Viento
¿qué palabra llevaréis?
¿Que daréis por sacramento
si no os dais en lo que deis?

Si cedéis ante el Imperio
la Esperanza y la Verdad
¿quién proclamará el misterio
de la entera Libertad?

Si el Señor es Pan y Vino
y el Camino por do andáis,
si al andar se hace camino
¿qué caminos esperáis?

(Desde la Amazonia brasileña,
en tiempos de probación
y de invencible esperanza criolla).

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera.
Ed.Sal Terrae, 1986

***

No podéis servir a Dios y al dinero

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.”

El administrador se puso a echar sus cálculos:

“¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. “

Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”

Éste respondió: “Cien barriles de aceite.”

Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.”

Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”

Él contestó: “Cien fanegas de trigo.”

Le dijo: “Aquí está tu recibo, escribe ochenta.”

Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.

Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.

El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.

Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?

Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.”

*

Lucas 16, 1-13

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El testimonio de la pobreza evangélica reviste diversas formas, que van desde el compromiso para desarraigar la pobreza a poner todos los bienes a disposición de la causa evangélica; desde llevar una vida sobria a compartir la vida de los más pobres. Cada Instituto tiene su forma de pobreza. Lo importante es que no sea sólo decorativa o de sólo palabras, sino que se caracterice por la entrega y la austeridad personal.

En el sínodo sobre la Vida consagrada, impresionó la intervención del japonés monseñor Soto, que confesó cándidamente que había comprendido a fondo el valor de la pobreza leyendo esta frase de santa Clara: «Amo la pobreza, porque fue amada por Jesús». Ahí reside el significado de la pobreza religiosa.

*

P. G. Cabra,
Iconos de la vida consagrada,
Sal Terrae, Santander 1999, p. 157

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Elegir la alegría

Miércoles, 28 de octubre de 2020
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Debe sonar extraño decir que la alegría es fruto de nuestra elección. Con frecuencia nos imaginamos que hay personas más afortunadas que otras y que su alegría o su tristeza depende de las circunstancias de la vida, las cuales quedan fuera de nuestro control. Y, sin embargo, elegimos; no tanto las circunstancias de nuestra vida cuanto la manera de responder a estas circunstancias. Dos personas pueden ser víctimas de un mismo accidente. Para uno, este se convierte en fuente de resentimiento; para otro, en fuente de agradecimiento. Las circunstancias externas son las mismas, pero la elección de la respuesta es completamente distinta. Hay gente a la que se le agria el carácter cuando se van haciendo mayores. Otros, en cambio, envejecen con gozo. Esto no significa que la vida de aquellos cuyo carácter se va amargando haya sido más dura que la vida de los que viven contentos. Significa que se han hecho opciones diferentes, opciones íntimas, opciones del corazón.”

*

Henri J. M. Nouwen
en el libro “Aquí Y Ahora”.

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“Elige la esperanza, yo estoy contigo”

Viernes, 14 de octubre de 2016
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Lema para el Curso 2016-2017 de la Parroquia de Guadalupe de Madrid
Mari Paz López Santos
Madrid.

ECLESALIA, 07/10/16.- Te has levantado temprano. No va a ser un buen día: en la empresa han hecho un ERE y hoy dirán quienes van a la calle…  En la ducha, un leve susurro interior, casi imperceptible:

“Elige la esperanza, Yo estoy contigo”.

En el metro, te encuentras al hijo de tu vecina -cosa extraña, no lleva la cabeza gacha y el móvil en la mano-, hoy tiene los ojos fijos en algún punto del infinito.  “Me acaban de denegar la beca que necesito para continuar mis estudios”. Miraste desde el andén al joven y percibiste una chispa de luz en sus ojos semejante a lo escuchado en la mañana:

“Elige la esperanza, Yo estoy contigo.

Por la tarde tendrás que ir a ver si consigues adelantar la cita de Traumatología: tu anciana madre está en un dolor y tendrán que pasar cinco meses para que la vea un especialista. Te crispa la injusta situación…  y de nuevo:

“Elige la esperanza, Yo estoy contigo.

En los medios de comunicación las noticias activan el dolor, el miedo, la desesperanza: guerras, miles de refugiados e inmigrantes huyendo de su vida y amenazados con perderla; países democráticos sufriendo recortes y medidas que socaban los derechos que parecían inamovibles, como los que se especifican en la Declaración de Derechos Humanos; los grandes de la tierra inamovibles en sus posiciones adorando al dios Dinero; el pequeño planeta en el que vivimos mandando señales de agotamiento ante tantas heridas… Y recuerdas unas palabras del Papa Francisco hace unos meses: “La esperanza es silenciosa y humilde pero fuerte” (Homilía del Papa Francisco sobre la esperanza, 17 de marzo de 2016).

¡Qué complicado es vivir en esperanza! Pero es más complicado y muy peligroso vivir en la desesperanza. Hay que permanecer a la escucha del corazón, para no perderse en un mundo que no ayuda a esperar con esperanza confiada. Y solos no podemos. Por eso si estamos atentos y abiertos escucharemos.

A lo largo de la Historia de la humanidad se descubre un hilo conductor que acompaña la vida de los pueblos en medio de tantas atrocidades e injusticias: Yahvé, en el A.T. decía: “No temas, que contigo estoy yo; no receles, que yo soy tu Dios (Is 41,10). Y Jesús lo dejó bien claro:“Estad seguros que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

El mensaje es para toda la humanidad. Es una corriente de esperanza que convoca a no desfallecer, a confiar más allá de lo que se ve y se sufre tanto individual como colectivamente, sabiendo que otra forma de vivir es posible.

Para quienes queremos seguir los pasos de Jesús la esperanza se convierte en signo visible de la fe que nos impulsa. Si la desesperanza nos inunda… haz una parada e investiga qué está sucediendo. Como Iglesia, pasa lo mismo: si sólo vemos problemas, si el miedo atenaza dentro de las instituciones, los grupos, las comunidades… haced una parada y humildemente ponernos a la escucha de lo que Jesús nos dice hoy para seguir caminando, compartiendo y exportando al mundo:  “Elige la esperanza, Yo estoy contigo”.

Si escuchaste ese susurro interior no queda más remedio, por coherencia, que dar un paso, dos o diez mil hacia el otro, diciéndole: “Elegí la esperanza, yo estoy contigo”. Ese “yo” con minúscula, frágil, humano y herido está bien sedimentado en el “Yo” con mayúscula, en Jesús.

Podrás decir al otro que elegiste la esperanza porque ya tienes la experiencia de que Él está con todos. Así, juntos, podremos avanzar silenciosamente, con mucha humildad pero con la contundencia de quienes esperan alegremente esperanzados

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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