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Blanca Portillo: ‘Me resulta más creíble esta María que la de las estampas’

Lunes, 8 de diciembre de 2014
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Portillo--644x362Hoy… una María humanada, una de las nuestras… se acerca en esta obra de teatro… Interesante entrevista con Blanca Portillo que ofrece El Mundo, y dos enlaces para conocer la obra y el autor…

‘Ella guardaba todas estas cosas en su corazón’, dice la Biblia sobre la Virgen. Esas ‘cosas’ necesitaban una voz como la de la actriz madrileña en ‘El testamento de María’

‘El testamento de María’, del escritor gay irlandés Tóibín.

Colm Tóibín: “Viví en el epicentro del dolor de María. No quisiera volver nunca”

«El testamento de María»: Otro Evangelio

 

Llega Blanca Portillo (Madrid, 1963) puntual pero “agotada”, dice, a la puerta del Teatro Valle-Inclán donde representa ‘El testamento de María’, de Colm Tóibín, hasta el 21 de diciembre. Son las 16.30, aún no ha comido y desde las siete de la mañana está grabando la serie ‘El chiringuito‘ (Telecinco). No se queja. Son los gajes de un oficio que ama sobre todas las cosas. Y hay que ver lo que se le nota.

Portillo está soberbia en ‘El testamento de María’, bajo la dirección de Agustí Villaronga. No es una opinión; es un hecho si tenemos en cuenta el aplauso unánime de la crítica y el aplauso interminable con el que cada día termina su representación. Ella no tiene esa conciencia de éxito desbocado. O no la da por sabida, más bien. La modestia le alcanza para no atreverse a saludar a alguien que conoce “por si no se acuerda de mí”. ¿Acordarse de ella? Hablamos con Blanca Portillo, una actriz absolutamente inolvidable.

Está soberbia en ‘El testamento de María’. ¿Es consciente de ello?
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No, yo no tengo una conciencia muy clara del resultado final. Cuando estoy haciéndolo no tengo conciencia de lo que se ve al final; no estoy muy segura. Tengo más conciencia del camino que hago a lo largo del espectáculo que del resultado.
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¿Es su mejor trabajo?
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Siempre tengo la sensación de que el último, por eso de ir escalando cada vez la montaña más alta, es el que mejor me ha salido. Y en este caso es una sensación muy clara. Igual por el proceso, porque ha sido muy hermoso, muy fácil. Porque lo he pasado bien, porque comulgo con él, porque me apasiona… Creo que he invertido toda la experiencia anterior.
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Empezó este proyecto diciendo que no le gustaban los monólogos… ¿Y ahora?
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No me gustaban y me siguen sin gustar (Se ríe). Me parece que un monólogo es muy solitario, aunque he descubierto que aquí el espectador te hace la mitad del trabajo, pero echo de menos el trabajo con los compañeros. Éste es un caso muy particular. No me he podido negar a hacerlo porque me enamoró desde que lo leí, pero la idea de los monólogos me resulta muy solitaria.
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¿Cómo llegó a sus manos la obra?
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Pues un día estaba sentada una terraza que hay en el lateral del Teatro Español y en la mesa de al lado se sentaron Agustí Villaronga y Javier Pérez Santana, el productor. No me atreví a acercarme porque pensé que Agustí no se iba a acordar de mí. Pero yo veía que me miraban y yo les miraba a ellos… Y al día siguiente me llamó Javier y me dijo que venían del Español de proponerles un texto que querían que hiciera. Lo leí esa misma noche, lloré muchísimo, me emocioné, y al día siguiente le llamé y le dije: “Dejo todo y me voy a hacerlo”.
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¿Se lo propusieron primero al Español?
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Sí, estaban buscando una coproducción, tenían el Grec, y había que buscar un teatro en Madrid. Hablamos con diferentes personas y, finalmente, Ernesto Caballero y el CDN no lo dudaron ni un segundo. Directamente dijeron: “Adelante”. Y yo lo agradezco profundamente.
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¿Qué le conmueve tanto del texto?
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La idea de una mujer colocada en un lugar tan intocable; la santa por excelencia, la madre de las madres, la perfección… y de pronto descubrirle un lado tan humano… La medida de su sufrimiento, que en los textos religiosos no aparece… Transitar por ese dolor, que ella lo explique y lo viva, que ella describa lo que vio y lo que sintió, en los ojos de una madre me pareció conmovedor por completo.
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35466_2En la obra, lo que a ella le duele es, como a cualquier madre, los desplantes de su hijo.
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Eso tiene que ser terrible. Yo no soy madre, pero eso te hace ver las cosas desde dos lugares distintos: el sufrimiento de la madre, por supuesto, y a mí me coloca como hija, de cuántas veces hemos despreciado los sentimientos de nuestros padres. Ellos sufren de manera desmedida. El hijo tenía derecho a hacer lo que quería, pero la madre tenía derecho a sufrir.
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¿Se planteó en algún momento que la obra podría ser ofensiva para alguien?
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Sí me asustó al principio. Me llegaron noticias de que en Nueva York había causado cierto rechazo, pero este espectáculo es muy diferente al de Nueva York. Teníamos un cierto temor de que los creyentes se pudieran sentir ofendidos, pero me ha contado gente muy creyente que pensaba que la Virgen debió pasar ese dolor, ese miedo y esa rabia. Más allá de que haya pasajes de la función que no coinciden con los Evangelios, la obra ayuda a ver las cosas desde un lugar que ni habían imaginado.
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¿Cómo ha sido trabajar con un director novel, aunque es un cineasta experimentado?
Pues ha sido muy fácil. Es un hombre con una sensibilidad enorme. No hay tanta diferencia entre dirigir actores para el teatro o para el cine. Había estudiado mucho el texto, había creado en su cabeza el personaje y nos entendimos perfectamente. A la semana y media teníamos tres cuartas partes de la función.
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Ahora que también es directora, ¿hay que dirigirla mucho como actriz?
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Sí, hay que dirigirme. Yo suelto todo lo que tengo y el director va eligiendo y afinando. Cuando actúo, y soy sobre todo actriz, no tengo ningún conflicto con la directora que llevo dentro. En todo caso favorece a la hora de actuar porque te da la visión general.
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¿Qué es lo que más le cuesta decir de este texto tan hermoso y tan duro?
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Todas las partes que tienen que ver con la sensación de abandono de ella; cada vez que siente que su hijo se le va. Y luego conjugar texto, verdad y actividad física… Hacer esas tres cosas juntas sin que se peguen entre ellas. Ideológica y verbalmente ese texto es muy potente, poéticamente es muy bello… Llegar a decirlo como se merece y hacer toda esa cantidad de cosas que hago es muy difícil.
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María es un personaje lleno de ternura.
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Es una ternura particular, porque no es nada blanda. Buscando mis referentes, hay en mi familia un abuela que nos adoraba, pero no era nada blandita. Era muy fuerte y su afecto era profundísimo. Agustí me dijo que era esa ternura; tiene que ver mucho con un sentimiento de inmensa protección hacia su hijo.
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La propia María adora a una diosa…
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Eso es un juego muy lindo. Es bastante lógico que ella no sea cristiana porque todo acaba de suceder. María, tal y como nosotros la concebimos, tiene algo ancestral de la madre tierra, de la mujer que no se entiende, que no pregunta, que abraza, que alimenta. Y ella busca en Artemisa lo mismo. Todos necesitamos que haya alguien que nos cuida.
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¿Es usted creyente?
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No, no lo soy. Creo en el ser humano por encima de todo, por eso me resulta más creíble esta María que la de las estampas. Esta mujer me hace sentir bastante mejor, creo que me podría comprender con facilidad.
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Podría ser la madre de cualquier apóstol de la no violencia…
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O de la violencia incluso. No olvidemos que, cuando Jesús aparece, abandera un movimiento casi de transgresión política y se monta una gran revuelta.

@EstherAlvarado

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‘El testamento de María’, del escritor gay irlandés Tóibín.

Domingo, 30 de marzo de 2014
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el_testamento_de_mariaEduardo Nabal. 29 Marzo 2014

Se acaba de traducir al castellano la novela más polémica del escritor irlandés Colm Tóibín autor de novelas de temática LGTB tan importantes como Crónica de una noche o El maestro.

Tóibín también ha documentado la herencia de la Irlanda católica sobre su propia vivencia de la homosexualidad.

Colm Tóibín, incasable viajero –habitual de Cataluña, es uno de los novelistas más celebres de la literatura europea contemporánea y también uno de los más comprometidos con la diversidad sexual y la reescritura de la historia.

Autor veterano y fuera del armario, ha sido reconocido por novelas tan hermosas como Crónica de una noche (ambientada en Argentina) o El faro de Blackwater (sobre el VIH y la familia). Tóibín también ha escrito ensayos sobre los literatos contemporáneos que lo han marcado y sobre la vivencia del catolicismo irlandés y la herencia de una sociedad machista, homofóba y puritana.

Tóibín es un mago de la narración, y El testamento de María, una de sus obras más polémicas por acercarse de forma heterodoxa a uno de los grandes mitos de la religión católica.

Una novela breve, convertida también el obra de teatro de gran éxito, que se lee de un tirón, como muchas de las obras de este irlandés universal interesado por la vida en España y habitual ensayista y conferenciante dispuesto a airear los armarios de los monstruos sagrados de las letras universales, desde Henry James hasta los novelistas irlandeses de renombre.

Tras su colección de ensayos Nuevas mas maneras de matar a tu madre, llega por fin a las librerías españolas, de la mano de Editorial Lumen, una de sus narraciones más arriesgadas, imaginativas y emblemáticas, donde Tóibín se enfrenta a sus fantasmas y a los de una sociedad que avanza muy despacio.

El autor de Brooklyn se atreve a dar una versión muy humana y desgarrada de la figura de la Virgen María y su relación con la idea de maternidad, bien distinta a como la dibuja la religión oficial y nuestra herencia cultural.

Fuente Cáscara Amarga

Félix de Azúa: El final de una madre

Si bien todos coincidimos en que Colm Tóibín es uno de los mejores escritores vivos, solo quienes lean su último libro se percatarán de que, además, es un soberbio poeta. O dramaturgo, porque este reciente monólogo de María, la madre de Jesús de Nazaret, está pensado para ser representado en un teatro. Me refiero, claro está, a The Testament of Mary, recién aparecido inglés y posiblemente ya en trance de traducción al español. No sé si los traductores optarán por traducir testament por Testamento a la manera bíblica (como en Antiguo Testamento), o por Evangelio, que es el sentido más cabal: el Evangelio de María, o según María.

El monólogo de la madre del sacrificado es muy sorprendente. Como es lógico, María no podía ser cristiana, pero su rechazo de las instituciones judías, del poder rabínico, pero también de los seguidores de su hijo, la empujan hasta “el otro Templo” de modo que, con el escaso dinero que le queda, compra una estatuilla de Artemis que le sostiene el ánimo. Una María pagana es algo digno de consideración, aunque es cierto que estaba viviendo sus últimos años en Éfeso, vigilada y mantenida por unos pocos discípulos de su hijo, cuyo fanatismo la exaspera. Ella sabe que alguno de los discípulos está escribiendo mentiras sobre lo que sucedió en Jerusalén y que la odian porque ella sabe la verdad, razón por la cual procede a contarnos lo que realmente sucedió.

Ella vive atormentada por la última escena que vivió con su hijo

Lo más conmovedor es que María vive atormentada por la última escena que vivió con su hijo y que nadie excepto ella va a contar. Aun cuando los signos del amor entre ambos son indudables, María expone su desconcierto ante el cambio repentino del hijo, cuando se convierte en predicador público, factor de milagros o hechicero que resucita a Lázaro (una de las figuras más escalofriantes del relato), sin que ella entienda absolutamente nada de lo que está proponiendo. Esta incomprensión llega hasta su raíz cuando, en la última disputa con sus protectores (o secuestradores), María pregunta por la razón de tan espantoso sacrificio. “Ha sido para salvar al mundo y para darnos la vida eterna”, responden los discípulos. “¿A todo el mundo?”, pregunta la anciana. “Sí, a todo el mundo”, responden. “No merecía la pena”, concluye María.

Esta incomprensión radical está ligada al espanto con el que hubo de asistir a la crucifixión de su hijo, a la atmósfera siniestra y amenazante que soportó en el Gólgota, y al terror que acabó por hacerla huir del escenario. Contra lo que luego contarán los evangelistas, contra la imaginería cristiana posterior, María no recogió en su regazo el cuerpo del hijo muerto. No lavó el cadáver, como repite una y otra vez, obsesionada por su traición, sino que escapó antes de que Jesús entregara su espíritu.

Será Fiona Shaw quien estrenará la pieza en Broadway esta primavera

Tóibín muestra una emocionante comprensión de la culpabilidad de María. Entiende que es una pobre mujer, ignorante y dolorida, a la que ha sucedido algo desmesurado, pero la desmesura no consiste en que su hijo resucite muertos o transforme el agua en vino, sino en que muriera sin el auxilio de su madre.

Esta es la tragedia de María: ella se ve a sí misma como una madre que ha abandonado a su hijo cuando más la necesitaba. Por eso en un momento de desesperación grita: “¡Si el agua puede volverse vino y los muertos regresar a la vida, entonces yo quiero que el tiempo retroceda!”. No sabemos a quién se lo está pidiendo, ¿a su hijo, a Artemis?, pero exige un milagro que le permita reparar la traición, la cobardía, y acoger en sus brazos al hijo muerto.

Tóibín cree en la posibilidad de que este fabuloso monólogo se ponga en escena a pesar de su duración. ¿Aguantaría un espectador actual las tres o cuatro horas que puede llegar a durar, con un solo personaje en escena? Tengo entendido que su primera opción era Vanessa Redgrave, pero que la actriz hubo de rechazarlo porque se veía incapaz de memorizar un texto tan extenso. Finalmente será Fiona Shaw quien estrenará la pieza en Broadway esta primavera. También sé que hay una opción en castellano. Ojalá podamos asistir a un drama que, entre otras virtudes, sobresale por su audacia, algo realmente infrecuente en lo que llevamos de siglo.

Yo querría ver ese final. Antes de que los focos se apaguen, María nos confía que está dirigiendo sus palabras “a las sombras de los dioses” y que lo hace sonriendo, smiling as I say them. Ella, que está rogando a los dioses que el mundo retroceda para poder reparar su traición, lo hace sonriendo, como una suplicante de Sófocles. La madre del Salvador transformada en heroína griega. Me parece una de las escenas más difíciles de la historia del teatro. Ojalá podamos aplaudirla.

Fuete El País

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