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Un amor que siempre da la bienvenida

Martes, 6 de octubre de 2020
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Del blog de Henri Nouwen:

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“La parábola del hijo pródigo
es la historia
que habla del amor que ya existía
antes de cualquier rechazo
y que estará presente después
de que se se hayan producido
todos los rechazos.
Es el amor primero y duradero
de un Dios que es Padre y Madre.
Es la fuente del amor humano,
incluso del más limitado.
Toda la vida y predicación de Jesús
estuvo dirigida a un único fin:
revelar el inagotable e ilimitado amor
materno y paterno de su Dios
y mostrar el camino para dejar que ese amor
dirija nuestra vida diaria.
Es el amor que siempre da la bienvenida a casa
y que siempre quiere celebrarlo”.

*

Henri Nouwen
El regreso del hijo pródigo

***

Imagen:Foto de Amor creado por freepik – www.freepik.es

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Bienvenida

Sábado, 18 de marzo de 2017
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Leído en Fe Adulta:

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Bienvenida la mañana,
con la clara luz de cada nuevo amanecer,
que me invita a despertar
a la belleza que me rodea
y aceptar la fragilidad y la esplendidez humana,
a renacer bajo la transparencia del agua,
a mirar el mundo como recién nacido,
reavivando mi anhelo por vivir,
con pasión, agradecimiento y buen humor,
cada momento de la jornada.

Bienvenida la tarde, 
que me urge a acudir a la cita
para brindar solidaridad y ternura,
al descanso y el sosiego,
a la intimidad y al diálogo,
a contemplar el variado tornasol
y el sorprendente espectáculo
de cada crepúsculo,
a dejarme conmover
por la vulnerabilidad y la bondad
de tantos gestos, que me motiva
a seguir caminando, a ser más humano.

Bienvenida la noche,
que me mueve a contemplar las estrellas
que un día existieron y aún iluminan mi vida
y a las que, radiantes, me impulsan hoy
a recrear otro universo,
a descubrir la poesía que me habita,
a cuidar con delicadeza y entusiasmo,
a dejarme emocionar por el silencio.
A escuchar cómo palpitan
los latidos de tantos vivos recuerdos
y a dejarme abrazar por el Mar,
que me mece con sus olas revestidas
de espuma y de sueños.

 *
  Miguel Ángel Mesa
***

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Bienvenida al Espíritu Santo

Domingo, 24 de mayo de 2015
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3129380-vidrieras-composici-n-que-muestra-una-paloma-blanca-volando-sobre-un-arco-iris-y-un-brillante-sol-ilGabriel Mª Otalora*, gabriel.otalora@outlook.com
Bilbao (Vizcaya).

ECLESALIA, 22/05/15.-

Del Espíritu nos hablan Mateo, Juan así como Lucas en los Hechos, al menos en tres ocasiones; y Pablo en sus cartas a los  Corintios y Gálatas. El término parakletos, que literalmente significa “aquel que es invocado”, significan cosas tan reconfortantes como mediador, defensor, consolador, el que viene en nuestra ayuda. Es la fuerza de Dios que nos transforma para infundir amor por encima de nuestras debilidades y miserias. Es, en definitiva, el que nos da luz y fuerza para mantenernos en  la esperanza y firmes en la fe del amor.

Confieso que durante años, el Espíritu Santo era el gran desconocido para mí. Poco a poco, ha ido revelándose hasta resultar una experiencia de Dios maravillosa. Como dice el papa Francisco, es el Espíritu Santo el que permite al cristiano el tener la “memoria” de la historia y de los dones recibidos por Dios.

En Pentecostés (el quincuagésimo día después de la Pascua de Resurrección) que a su vez tiene el trasfondo de la fiesta judía de la manifestación de Dios en el Sinaí, el Espíritu Santo al descender sobre los apóstoles, les hace salir de sí mismos para convertirlos en testigos de las maravillas de Dios. Y esta transformación obrada por el Espíritu se refleja en la multitud que acudió al lugar y que provenía “de todas las naciones”, porque todo el mundo escucha las palabras de los apóstoles como si estuvieran pronunciadas en su propia lengua.

Éste es un efecto esencial de la acción del Espíritu que guía y anima el anuncio del Evangelio: la unidad, la comunión. Es la contraposición a Babel como signo de la soberbia y el orgullo del hombre que quería construir con sus propias fuerzas, sin Dios, “una ciudad y una torre cuya cúspide llegara hasta el cielo”. Aunque la mayoría prescinde de que el Espíritu Santo vive dentro de nosotros y que lo hemos apagado hasta negar de manera práctica su existencia tan real como nuestra vida.

Pero los cristianos de Occidente tenemos un problema: vemos este domingo como una fiesta más de la Iglesia, fiesta de precepto (qué lenguaje, Dios mío) y festivo laboralmente hablando. Pero no es una festividad religiosa más, sino uno de los grandes días del año, en el que recordamos y proclamamos la fuerza de Dios-Amor irrumpiendo en el mundo a través de aquellas pobres criaturas humanas, acobardadas y con poca fe, los mismos que en el relato de la Ascensión todavía le preguntan a Cristo si era ese el momento en que iba a darse, por fin, la liberación política de Israel. Una fiesta que nos interpela con amor nuestra falta de fe y por tanto de valentía para la denuncia profética y el compromiso con la Buena Nueva. En Pentecostés se derrama la victoria de la Resurrección a toda la humanidad de la mano de los cristianos abiertos al amor de Dios solidaria y responsablemente. Es el gran día que debiera convertirse en el signo de la iluminación del mundo sobre las tinieblas. El chispazo que alumbre el triunfo del amor sobre todo lo demás.

Por muy pobre que nuestro bagaje de amor, solo encontraremos en el Dios de Pentecostés su fuerza sanadora y transformadora buscando lo mejor de cada persona. Es la única petición que Dios concede siempre: la revelación a quien se la pide con fe. Es decir, con ganas: Dios no cumplirá todos nuestros deseos, como cualquier madre o padre sensato, pero sí cumple todas sus promesas; y una de las más claras es que “Mi Padre dará el Espíritu Santo a quien se lo pida”.

En esta sociedad tan materialista y a la vez tan golpeada por la crisis de valores, llena de lázaros abandonados a su suerte, Dios nos renueva su fidelidad invitándonos a despertar el amor inmenso que late en nuestro interior como la fuerza del Espíritu Santo. Un tesoro dormido por la mediocridad, el egoísmo y la desesperanza. Ante una nueva fiesta de Pentecostés, dejémonos invadir por el Espíritu. Es la mejor oración, lo que más necesitamos para nosotros y para irradiar a este mundo desnortado.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

(*) Autor del libro Compasión y misericordia. San Pablo, 2014)

Biblia, Espiritualidad , ,

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