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Curación de la mujer ciega.

Martes, 21 de marzo de 2023

conferencia-general-10(Juan 9,1-17)

La ciega, que no conoce la luz, es figura de las que nunca han podido saber lo que puede y debe saber la mujer. Se le ha sometido a una ignorancia muy estudiada para tenerla controlada. Esta mujer representa a las que desde siempre se han visto sometidas a la opresión, que nunca han siquiera vislumbrado lo que significa ser mujer en su sentido pleno, ni, por tanto, lo han deseado. Los culpables de su ceguera son los y las que apoyan el sistema, tantas veces respaldado por las religiones.

Cuando salí a la calle para protestar, una vez más, por los Derechos de la Mujer, algo por dentro se me movió: ¡Construye algo! Protesta creando algo nuevo, algo que empiece en tus entrañas conectando con las entrañas de miles de mujeres que, como tú, buscan vivir desde otro paradigma.

Esta es la dinámica de las raíces de los grandes árboles que se entrelazan en su interior, en lo hondo de la tierra, posibilitando así la fortaleza del bosque, su crecimiento y desarrollo, su belleza y elegancia: las arboledas. El árbol es nombre masculino, cuando se junta y crea un espacio maravilloso se llama arboleda porque es un sitio poblado de árboles.

Y sigo en la calle, retirándome un poco de la multitud que sigue gritando por los Derechos de la Mujer; necesito sentir, percibir, qué me está pasando en mi adentro, que me da esta sensación interior que clama, en mis entrañas, ser acogida y abrazada.

Y, en el camino, me encuentro con alguien que me dice: “¿quieres ver cómo?” y, ante mi cara de sorpresa, le veo que escupe en el suelo y con su saliva hace un poco de barro que me unta en los ojos con ternura y firmeza.

Yo, estoy estupefacta. Al principio siento algo de rechazo: saliva, barro… ¿qué está pasando? ¿Por qué se me acerca tanto? ¿Por qué me toca? ¿Quién es?

Al Maestro le preguntaron quien había pecado, ella o sus padres, para ella cargar con esa maldición en forma de ceguera, según ellos, fruto del pecado de ser mujer.

Jesús es radical: ni ella, ni sus padres, y en esa noche, escupe en tierra y haciendo barro con su saliva se lo unta en los ojos a la mujer y después le manda lavarse. Ella fue, se lavó y volvió con vista. (Jn9, 7)

La mujer ciega es figura de las que nunca han podido saber lo que puede y debe Ser la mujer. La decisión de obtener la vista quedará en sus manos: ir o no a lavarse. Ir o no al desierto a liberarse de los hábitos adquiridos en la opresión del Egipto institucional. Ir al desierto a sanarse, a liberarse, a desaprender y aprender-ver de nuevo. En el desierto hay otras mujeres que ya empiezan a ver.

El barro alude a la creación de la persona humana. En tiempos de Jesús se pensaba que la saliva transmitía la propia energía vital. Jesús crea la mujer nueva compuesta de barro-carne y de saliva-Espíritu de Jesús; le untó su barro en los ojos poniéndole ante los ojos su propia humanidad, la de la mujer acabada, proyecto divino realizado.

Cuando le unta el barro en los ojos la está Ungiendo como hija de Dios por el Espíritu, su saliva mezclada con la humanidad de la mujer.

Y como Jesús,  ella necesita ir un tiempo largo al desierto y recuperar su dignidad, su espacio, su creatividad, su fecundidad.

En el desierto nos encontramos con las recién sanadas de la ceguera y con las que llevan tiempo trabajando en proyectos creativos de espacios y arboledas nuevas, donde quepa la creatividad de todas, cada una con sus talentos naturales y con las capacidades adquiridas.

Y diseñamos un mundo y una comunidad cristiana nuevas. En este proyecto no hay escala jerárquica, ni propiedades…no tenemos más que nuestros cuerpos maravillosos, dadores de vida y creatividad, tenemos nuestras múltiples mentes brillantes, silenciadas a lo largo de los siglos porque dejaban en evidencia la opacidad de tantos otros que querían el poder de Babel.

Nosotras estamos ahí, en el descampado, al lado de ríos y mares, liderando la marcha y la danza con los criterios del nazareno crucificado porque molestaba a los encumbrados en Babel.

Y en esos desiertos ponemos tiendas de Acogida y de Refugio, que van siendo nuestras iglesias domésticas donde resguardarnos y sanarnos.

Y tímidamente van apareciendo muchas ciegas que, poco a poco, a fuerza de tierra y saliva aceptada, van “viendo” quienes son, descubren su herencia y su estirpe, levantan la cabeza y la sonrisa y la risa se convierte en danza.

Muchas danzamos en el desierto, rezamos en la orilla del mar, celebramos en las arboledas, nos visitamos y cuidamos nuestras dolencias. Y es una pasada lo que está naciendo.

Esta es nuestra propuesta y protesta. No más ceguera en el cerebro y en las comunidades. Es hora de estar con madre tierra y con nuestras hermanas en la Tienda Roja de la Vida, dando vida y esperanza, diseñando arboledas y liturgias y rituales con el Nazareno y como él, adorando al Abba en espíritu (saliva) y en verdad (nuestra tierra).

Que seamos muy felices las mujeres que dejamos atrás la ceguera.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente espiritualidadcym@gmail.com

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