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“¿Teresa extraordinaria? (II)”, por Gema Juan OCD

Lunes, 6 de julio de 2015

ZTX- MATRIMONIO ESPIRITUAL. jpgDe su blog Juntos Andemos:

Cuando Teresa contaba ya cincuenta años, por fin puede escribir: «Mi alma la despertó el Señor… De esta manera vivo ahora», y explicaba que había llegado a una experiencia de paz inmensa y de abandono confiado en Dios.

Le costó mucho despertar, pero cuando sale del sueño de una vida entre dos aguas, de la mano del «buen amador Jesús», ya no se detiene ni se entretiene en lo que no sirve a Dios. Y lo que no sirve, ella lo veía claro: «¿Pensáis que es posible, quien muy de veras ama a Dios, amar vanidades? Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, de deleites, ni honras, ni tiene contiendas, ni envidias; todo porque no pretende otra cosa sino contentar al Amado».

Teresa madurará hasta el final de la vida. No dejará de avanzar en la comunión y el conocimiento de Dios. Ha intuido un «fin que no tiene fin» y eso le impide despegarse de Él. Así, escribirá en una de sus Cuentas de Conciencia: «Conozco que por su bondad va en crecimiento mi alma en amarle cada día más».

Pero todo eso lo vive Teresa sumergida en la vida, es decir, a través de los vaivenes de las circunstancias y de su situación personal. Y es bueno ponerle marco al increíble retrato de esta mujer, porque ese marco revela su humanidad y el paso de Dios en ella.

Escribía: «Viéneme algunos días… que aunque quiera no sé qué cosa buena haya habido en mí». Basta un ejemplo para verla como una mujer entre la fragilidad y la fortaleza: «Unas veces me parece tengo mucho ánimo y que a cosa que fuese servir a Dios no volvería el rostro; y probado, es así que le tengo para algunas; otro día viene que no me hallo con él para matar una hormiga por Dios, si en ello hallase contradicción».

Bien avanzada su vida, todavía vivirá zozobras de todo tipo. Mientras preparaba la fundación de Palencia, escribe: «Todo se me hacía imposible, y si entonces acertara con alguna persona que me animara, hiciérame mucho provecho; mas unos me ayudaban a temer, otros, aunque me daban alguna esperanza, no bastaba para mi pusilanimidad».

Teresa busca apoyo humano, como cualquier persona en necesidad. Siente el peso de su edad y de sus enfermedades. No hay nada extraordinario en todo ello.

También, ella misma dirá que todas las personas son ricas por naturaleza. De modo que apuntan, sin excepción, a algo extraordinario porque son como «un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas».

¿Qué marca la diferencia? ¿La diversidad o cantidad de cualidades? Teresa responde con su vida y su letra y dice que no. La diferencia la marcan la confianza y la verdad.

La mencionada fundación de Palencia lo muestra muy claramente: Teresa afronta con sinceridad el momento. Comprende que lo que la está frenando es un punto de desconfianza, y lo confiesa: «Parece no era la causa la enfermedad ni la vejez». Esa sinceridad le abre a la luz, de modo que a partir de ahí entenderá que ir a Palencia es seguir sirviendo a su Señor, que le asegura su presencia: «¿Qué temes? ¿Cuándo te he yo faltado? El mismo que he sido, soy ahora».

Por eso, Teresa avisa de lo que sabe por experiencia: «Este es nuestro engaño, no nos dejar del todo a lo que el Señor hace», no confiar del todo y en todo en Él. Solo hay una respuesta para ella: «Dejarse del todo en los brazos de Dios».

Pero no basta la confianza, es necesaria una verdad sin concesiones, casi despiadada, por amor del Amor. Porque Teresa decía: «Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad…: es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad».

La confianza supuso para Teresa entrar en el espacio de la gratuidad de Dios y así entendió la verdad: que todo bien es recibido y que es Dios quien sostiene lo bueno en cada ser humano. Por propia experiencia podía decir: «Si no conocemos que recibimos, no despertamos a amar». Y resume lo que piensa, en unas palabras de su comentario al Cantar:

«No nos quejemos de temores ni nos desanime ver flaco nuestro natural y esfuerzo; sino procuremos de fortalecernos de humildad, y entender claramente lo poco que podemos nosotros y que si Dios no nos favorece, no somos nada; y desconfiar de todo punto de nuestras fuerzas y confiar de su misericordia».

Comprender esta verdad y vivir acorde a ella es un salto en la historia personal de cada ser humano; eso es lo que llevará a Teresa a vivir y hacer cosas extraordinarias.

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