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Demetrio Velasco: “El sistema patriarcalista y clerical ataca la ‘ideología de género’, desfigurándola, para así poder diabolizarla y condenarla”

Miércoles, 4 de marzo de 2020
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ideologia-de-genero“El patriarcado es una de las causas más importantes de la desigualdad humana, si no de la más importante”

“Abundan las legitimaciones ideológicas y religiosas de este sistema de dominación patriarcalista, argumentando que la desigualdad de hombres y mujeres es un hecho natural y querido por Dios, podemos comprender que la hipoteca de la lógica patriarcal y clerical plantea un reto de enorme trascendencia”

“Los cristianos seguimos contemplando el proceder de una iglesia patriarcalista y clerical que sigue manteniendo a las mujeres en una situación de subordinación incompatible con una praxis cabalmente evangélica”

“Una parte importante de la Iglesia jerárquica ha seguido manteniendo, desde un jusnaturalismo premoderno y sacralizado, una concepción desigualitaria de la mujer, que tanto en el orden biológico, como en el ontológico, la destina a ser subordinada e inferior al varón”

La lógica patriarcalista, radicalmente desigualitaria, tiene tras de sí una historia milenaria cuyo peso se hace sentir todavía en nuestros días con una fuerza y una vigencia enormes.

Si por patriarcado entendemos un sistema de dominación que ejercen los varones en cuanto género en todas las esferas de la vida, desde la familiar a la política, configurando las instituciones más importantes de la sociedad y determinando las relaciones sociales de exclusión y subordinación de las mujeres, es obvio que estamos hablando de una de las causas más importantes de la desigualdad humana, si no de la más importante.

Si, además, abundan las legitimaciones ideológicas y religiosas de este sistema de dominación patriarcalista, argumentando que la desigualdad de hombres y mujeres es un hecho natural y querido por Dios, podemos comprender que la hipoteca de la lógica patriarcal y clerical plantea un reto de enorme trascendencia. Para los cristianos/as habituados a convivir en una Iglesia de estructura patriarcalista y clerical, profundamente desigualitaria, el reto es todavía mayor.

En efecto, a menudo nos sorprendemos de que en las sociedades más progresistas sigan manteniéndose situaciones de injustificable desigualdad entre hombres y mujeres en casi todos los ámbitos de la vida (salarios, control del poder, hegemonía cultural); con frecuencia nos escandalizamos de los brutales casos de “violencia de género” que se dan en el seno de las familias; cada día nos golpea la inhumana situación de la explotación sexual y de acosos en que se ven inmersas multitud de mujeres; casi siempre los cristianos seguimos contemplando el proceder de una iglesia patriarcalista y clerical que sigue manteniendo a las mujeres en una situación de subordinación incompatible con una praxis cabalmente evangélica. Pero en estas circunstancias no solemos preguntarnos por las razones profundas que originan estas situaciones de dominación y opresión de las mujeres, que siempre nos remiten al sistema patriarcalista y clerical vigente.

Solamente una praxis coherente puede luchar contra este sistema de dominación que es el patriarcalismo clerical. Se han dado muchos y muy relevantes pasos en este sentido. Los diferentes feminismos han sabido explicitar, con mayor o menor éxito, las formas de caminar hacia esta praxis. Me limito a referirme a una cuestión que considero especialmente significativa por lo que se refiere a la actitud de los cristianos/as al respecto. Es la posición que la Iglesia católica sigue manteniendo ante lo que despectivamente denomina “Ideología de género”.

Una de las aportaciones clave del feminismo, desde sus orígenes, ha sido la de ver en el género la categoría central para comprender las relaciones de dominación de los hombres sobre las mujeres y la de explicar la construcción social de dicha categoría.

Frente a lafalacia naturalista” que ha situado siempre en lo biológico la determinación de lo femenino como inferior y subordinado a lo masculino, la teoría feminista del género demuestra que dicha inferioridad y condición femenina es fruto de una construcción humana y social que hay que deconstruir.

La mujer, más allá de su condición sexual, es un sujeto humano que exige ser socializada como tal, es decir, en condiciones de libertad, igualdad y autonomía espiritual. De ahí, la necesidad de humanizar lo sexual y controlarlo desde la autonomía y responsabilidad de la mujer. La teología feminista no sólo ha asumido este reto de ver en la categoría de género “un signo de los tiempos para, desde su adecuada comprensión, comenzar a deconstruir el patriarcalismo clerical, sino que nos recuerda que, si de verdad creemos que la mujer es, como ser humano, “imagen de Dios”, se debe cuestionar y se debe deconstruir toda la categorización teológica, jurídica y cultural que de la mujer se ha hecho en la Iglesia para legitimar su condición de subordinación y dominación.

La reacción del sistema patriarcalista y clerical ante el intento feminista de humanizar y dignificar a la mujer ha sido la de atacar la “ideología de género”, desfigurándola, para así poder diabolizarla y condenarla. La ideología de género, se dice, además de querer borrar la diferencia entre hombres y mujeres y de subrayar que la relación entre ellos es fundamentalmente polémica y hostil, origina una situación de relativismo moral que conlleva la promiscuidad sexual y la ruina de la familia tradicional.

Querer negar la naturaleza sexual que diferencia esencialmente a hombres y mujeres es ir contra la naturaleza y contra el plan divino. La ideología de género es una expresión del materialismo individualista y antinatural que amenaza la vida humana en todos los sentidos. Por lo que respecta a la posición de una parte importante de la Iglesia jerárquica, se ha seguido manteniendo, además, desde un jusnaturalismo premoderno y sacralizado una concepción desigualitaria de la mujer, que tanto en el orden biológico, como en el ontológico, la destina a ser subordinada e inferior al varón. Ni la renovación conciliar ni las aportaciones del pensamiento feminista han podido desactivar coherentemente las estructuras sexista y desigualitarias.

Los cristianos/as, ante la lógica desigualitaria del patriarcalismo clerical, tenemos ante nosotros el reto ineludible de aplicar aquí, una vez más, el principio de Encarnación, que nos obliga a seguir el camino de Jesús de forma históricamente suficiente. Desde él es injustificable seguir “condenando a distancia”, en abstracto, dicha lógica, sin implicarnos en desmontar las causas ideológicas, sociopolíticas y religiosas que la alimentan.

Para la Iglesia es ineludible el compromiso por desterrar de su ordenamiento jurídico y de su vida institucional todas las discriminaciones de género que nada tienen que ver con el Dios encarnado en Jesús.

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), General, Homofobia/ Transfobia. , , , ,

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