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Témporas de Acción de Gracias y de Petición. 5 Octubre

Miércoles, 12 de octubre de 2016
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Aunque ya pasaron las Témporas,  este texto de la Comunidad de Monjas Trinitarias de Suesa, es perfectamente válido en cualquier momento, especialmente hoy, aniversario de la ordenación de algunos hermanos de esta comunidad.

“…quien pide recibe,

quien busca encuentra

y al que llama se le abre.”

(Mt 7,7-11)

He oído decir más de una vez que en la oración solo sabemos pedir y que pocas veces damos gracias. También he oído decir que la oración de petición no tiene sentido, y aunque estoy de acuerdo en que deberíamos ser mucho más agradecidas con Dios, pienso que la oración de petición es absolutamente necesaria.

De hecho también nuestra vida se desarrolla entre el pedir y el agradecer. A los niños les enseñamos a pedir las cosas “por favor” y a decir siempre: “gracias”. Dani, con 5 años ha aprendido este arte sabe pedir las cosas con tanta gracia que es muy difícil decirle que no. Y lo que pasa con los niños, como ha aprendido a decir “por favor” y “gracias” nos recuera a todos como se piden las cosas…

Pedimos

Pedir, tanto en la vida como en la oración puede convertirse en una escuela de humildad, sobre todo cuando sabemos pedir aquello que necesitamos y además lo hacemos reconociendo nuestra propia vulnerabilidad.

Imagino que es por esto por lo que Jesús insiste tanto en el evangelio en que pidamos. Dios quiere que le pidamos para que nos reconozcamos como somos: criaturas necesitadas. El mismo Jesús en su debilidad le pide al Padre: “que pase de mi este caliz” (cfr. Mt 26, 39).

Pedir, clamar, es la forma más espontánea de dejar que Dios habita en nuestra fragilidad.

Por eso, en esta fiesta de la Témporas pedimos. Pedios que la tierra pueda dar sus frutos abundantes y pedimos, por encima de todo, que sepamos compartirlos para que toda la humanidad se siente a la mesa del banquete al que TÚ nos invitas.

Agradecemos

Pero no basta, ni sería bueno quedarnos solo en la petición. Porque aunque pedimos y necesitamos es mucho más lo que recibimos. Por eso nuestra petición tendría que ir siempre acompañada de una profunda gratitud.

El agradecer nos ensancha el corazón y nos humaniza. Cuando damos las gracias demostramos tener capacidad para darnos cuenta de que hemos recibido algo. A las personas agradecidas no cuesta nada hacerles favores. El agradecimiento es más que palabras es una actitud ante la vida. Cuando tenemos la suerte de toparnos con una persona agradecida nos ilumina la existencia.

Trinidad Santa, haznos personas humildes, conscientes de nuestras necesidades y a la vez profundamente agradecidas, para que nuestras vidas sean pequeñas luces en la oscuridad de nuestro mundo.

Y… ¡GRACIAS! por que este año nos has bendecido con la abundancia de tus frutos. Porque nuestra mesa se ha llenado de sabores, colores y aromas. Porque es un regalo, ¡un milagro continuo! contemplar cómo cada semilla se multiplica. ¡GRACIAS

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Una pareja gay se compromete en una Iglesia metodista

Lunes, 31 de agosto de 2015
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480x380p-youtube-Esb7oBAHd7cLa pareja que forman Trevor Harper y Davis Covin se comprometió en una iglesia metodista, a pesar de que la institución no permite el matrimonio entre parejas homosexuales.

Sólo los protagonistas tienen las respuestas y las razones. Pero lo cierto es que Trevor Harper y Davis Covin, una pareja gay con más de nueve años de relación, decidieron comprometerse en una iglesia metodista, a pesar de que la institución no permite el matrimonio entre parejas homosexuales.

El video que muestra dicho momento se ha vuelto uno de los más populares en Youtube, según amplía el artículo de Quees.

Asimismo, el reverendo de la congregación ayudó a preparar la propuesta. Por eso, no es de extrañar que el religioso no tardase ni dos segundos en levantarse y aplaudir ante el ‘sí, quiero’.

https://www.youtube.com/watch?v=Esb7oBAHd7c

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“La oración no es petición”, por Jesús Gil García,

Sábado, 2 de mayo de 2015
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0+beach+prayer.bmp*(Leyendo al obispo anglicano J. Sh. Spong)

Cuando hablamos de la oración normalmente la reducimos a la de petición. Orar es relacionarnos con Dios para pedirle que intervenga en los acontecimientos tanto personales como históricos y naturales,  y evite todos los males y contrariedades que nos acaecen. La oración así entendida supone la existencia del Dios teísta, de Dios como persona que vive en las alturas, dominando el cosmos, y decidiendo sobre los sucesos de la vida personal y de la naturaleza. Pero si prescindimos de este Dios como deidad externa ¿tiene sentido la oración? ¿podemos seguir rezando? Estas son las preguntas que se hace el obispo Spong al tratar el tema de la oración:

“Pero, ¿todavía podemos rezar si no existe una deidad teísta que pueda  contestar personalmente a nuestras oraciones? ¿Podemos rezar en este momento de exilio? La oración, ¿será una actividad que pervivirá más allá del exilio? (p.142).

La respuesta a estas preguntas parece un tanto complicada, a no ser que busquemos una alternativa a este Dios personal que vive en el cielo y que contesta a nuestras peticiones, por una parte; y que descubramos, por otra parte, otro tipo de oración diferente a la de petición.

Podemos acudir al evangelio y descubrir qué contesta Jesús de Nazaret a la petición de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar (Lc 11,1). Jesús les contesta con la conocida oración del padrenuestro: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre… Pero las circunstancias que vivimos nosotros son diferentes de las que vivieron Jesús y sus discípulos. Esta oración depende de unos supuestos que hoy no podemos admitir. Supone que Dios es una persona a la que podemos tratar como un padre. Supone que Dios es un ser que vive en el cielo. Y supone también que a este ser divino le agrada que  le tratemos como persona sagrada. Hoy no podemos seguir admitiendo todos estos supuestos sobre los que se asienta la oración que Jesús enseña a sus discípulos. Nuestro mundo ha superado estos supuestos teístas.

“Todos estos eran aspectos de un sistema de creencias teísta que, sencillamente, ya no existe. El concepto de una deidad personal que dirige los asuntos de la historia humana individual desde un lugar de ventaja sobre la Tierra, observando, interviniendo, premiando o castigando, ha muerto” (Spong p.144).

En estas circunstancias ¿es posible  hablar de la oración sabiendo que ese ser divino que llamamos Dios no habita en el cielo, y no dirige desde lo alto los acontecimientos de la historia como un ser protector de la vida humana y cósmica? Se impone la tarea de reconstruir la oración sobre unos supuestos diferentes, no teístas y acordes con la modernidad. Habrá que descubrir una nueva base  sobre la que fundamentar la oración. Una nueva forma de entender a Dios, no como deidad externa, sino como profundidad que existe dentro de cada persona, que impulsa a comunicar con la fuente de la vida, que llama a la plenitud y que empuja a la comunidad y al cuidado de los otros. Así describe el obispo este nuevo modo de entender la oración:

“La oración es la intención humana consciente de relacionarse con la profundidad de la creación y el amor y, por lo tanto, ser un agente en la creación  de la plenitud en el otro. La oración es ofrecer nuestra vida y nuestro amor a través la simple acción de compartir nuestra amistad y nuestra aceptación. La oración es mi llamado al ser del otro para después darle al otro el  valor de atreverse, de arriesgarse y de ser en una forma de ser totalmente nueva, quizás hasta en una nueva dimensión  de la vida. La oración también es mi oposición activa  a esos prejuicios y estereotipos que disminuyen el ser persona y el ser del otro. La oración es tomar la acción política correcta para construir una sociedad en la cual las oportunidades pueden ser igualitarias y nadie se vea forzado a aceptar el status quo como su destino. La oración es un reconocimiento activo de que existe un centro sagrado en cada persona que no debe de ser violado. La oración es enfrentar las exigencias de la vida, que nos hacen entender que vivimos sujetos a una amplia gama de circunstancias sobre las cuales no tenemos control. La oración no es cobardía frente a estas circunstancias, sino, más bien, la disposición para enfrentarlas con valor. La oración  es la habilidad de aceptar la fragilidad de la vida y transformarla aunque nos victimice o nos mate. La oración incluye perder la ilusión de ser el centro del universo o que nuestras vidas son tan importantes para alguna deidad externa, que esa deidad intervendrá para protegernos. La oración es una llamada a romper con la dependencia infantil para entrar en la madurez espiritual” (Spong p149-150)

Redescubrir la oración, por lo tanto, consiste en superar la huída de este mundo para encontrarnos con el Dios, deidad externa, sobrenatural,  omnipotente, protector, juez y solución de todos los problemas que afectan a la humanidad y al universo. Y centrarnos en nosotros mismos, en la profundidad de nuestro ser para vivir plenamente, compartir el amor y abrir la vida a la transcendencia. Es también lucha por la justicia humana para superar las desigualdades de cara a conseguir todas y todos la plenitud de la vida. La oración no se puede separar de la acción, Porque lo sagrado se encuentra en el centro de la vida, la oración es llamada a abrirnos a la profundidad de la vida para que se revele su profundidad. Por ello, como dice el obispo Spong, será mejor hablar de meditación y contemplación, que sugieren el cambio de uno mismo; que de oración, que alude a la idea de petición a la deidad teísta  para que intervenga en la historia y solucione los problemas que nos inquietan.

La oración es abrirse a la profundidad de la creación y el amor. Es llamada al ser del otro para que pueda realizarse plenamente. Es también oponerse a todo lo que impide la realización del otro. Es compromiso político para construir una sociedad en la que todos los seres puedan alcanzar la plenitud de la vida. Es reconocimiento de que en cada persona existe un centro sagrado que ha de respetarse. Es finalmente, tomar contacto con Dios, no como ser externo que habita en los cielos, sino como fundamento del ser, de la vida y del amor de todo cuanto existe.

*J. Sh Spong. Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir. Editorial Abya Yala. Quito. Ecuador 2014.

Jesús Gil García

Comunidad de Balsas.

Zaragoza. Abril 2015.

Fuente: Atrio

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