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“Cuidado con la Biblia porque…”, por Rubén Bernal

Miércoles, 17 de mayo de 2023
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Un-hombre-estudia-la-Bibliaestudios-biblicosEn el Día Internacional contra la Homofobia, nada mejor que releer este magnífico artículo que destroza los discursos de odio “basados” en la Biblia:

Concuerdo con Walter Brueggemann cuando dice: «El análisis de las Escrituras es, entre otras cosas, como un banquete»[1] ¡Oh bendito y delicioso banquete! ¡Cuánta razón tienes señor Brueggemann! ¡Cuántos variados y exquisitos manjares nos aguardan en sus páginas! Por su parte, J. C. Ryle decía: «Deberíamos leer nuestras biblias como hombres (yo diría aquí “como personas”) cavando en busca de un tesoro»[2] Y no es que necesariamente tengamos que cavar muy profundamente en el ropaje o envoltorio cultural, lingüístico o social de los textos bíblicos para hallar dicho tesoro, sino que muchas veces (aunque no siempre) –de forma perspicua– lo vemos a través de ese ropaje humano, pues ahí mismo florece como una rosa (sí, una rosa que, al tomarla para aspirar su delicioso perfume, puede clavar sus púas contra nuestro ego, desafiándonos incómodamente a examinarnos para quitar cosas de nuestra vida). A su manera, y siguiendo el hilo del «buscatesoros», también Craig Keener expresa:

Un exégeta puro puede encontrar muchos tesoros intelectuales en las Escrituras; pero solo un verdadero discípulo puede experimentar la plenitud de esos tesoros en su vida[3]

Como nos gusta recordar: «Todo escrito inspirado por Dios sirve además para enseñar, reprender, corregir, educar en rectitud; así el hombre [anthropos = persona] de Dios será competente, perfectamente equipado para cualquier buena tarea» (2Tim 3,16-17 NBE)[4] Esta inspiración queda en nosotros reconocida por el testimonium internum del Espíritu, [5]avistando que a pesar de la gran cantidad de autores humanos que compusieron la Biblia, o de la variedad de géneros literarios, o de incluso la cultura humana que subyace en sus textos, el panorámico sentido general o el hilo conductor nos remite a su auctor primarius. Afirmamos que a través de ella Dios habla y revela su voluntad (artículo 1 de la Confesión de fe de la IEE [6]), en ella Dios se nos da a conocer a sí mismo[7] Las Escrituras no son un «cristo encuadernado»pero nos conducen a Cristo, la Palabra encarnada de Dios, y vehicula su mensaje para nosotros/as; [8] no nos deja solo en el rol de lectores, sino que nos conduce a tomar la posición de participantes en una relación existencial con Dios por medio de Jesucristo.

Creo que es una experiencia común el hecho de que, muchas veces, un pasaje con el que estamos relacionados, no nos llega (por decirlo de algún modo), o nos llega de una manera meramente intelectual, hasta que, un día cualquiera, vuelves a leerlo y te topas en ese instante con la voz de Dios hablándote de un modo especial, abriéndote el entendimiento. Lo que entendíamos mentalmente (o a veces ni eso), pasa a ser comprendido de un modo íntimo. Hay unas palabras de Rowan Williams que señalan este asunto:

Estoy seguro de que Pedro, Juan y los demás discípulos no eran muy distintos de nosotros; es decir, ellos tenían esos días en los que uno no entiende nada, pero también esos días en los que las piezas empiezan a encajar y vislumbras el impresionante panorama que poco a poco se va desvelando ante ti. [9]

Precisamente los discípulos, después de la resurrección de Jesucristo, necesitaron que el Señor les abriese el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras (Lc 24,45; Lc 24,27). Seguimos necesitando que el Espíritu del Señor nos dé un discernimiento global de su mensaje, para no caer en reduccionismos, literalismos y lecturas faltas de gracia y alejadas del propio Jesús. [10] Jesús es precisamente nuestra clave hermenéutica porque él es la exégesis definitiva de Dios, es quien traduce a nuestra existencia humana la Palabra de Dios en estado puro (Jn 1,18)[11]

Sin embargo, independientemente de nuestro contexto como lectores de la Biblia, corremos el riesgo de domesticarla de modo que deje de interpelarnos. Usaríamos entonces sus páginas (y al Dios que nos presenta) a nuestra conveniencia, al servicio de nuestros propios ídolos [12] de modo que ya no nos enseñaría, ni nos reprendería o corregiría, ni animaría o consolaría. Así tristemente, todo el delicioso banquete del que hablaba Brueggeman, se quedaría empapado; inundado del mismo y repetitivo sabor a kétchup barato al que le hemos sometido. Por consiguiente, la degustación de cada bocado nos resultaría monótona, pues ya la Biblia solo nos serviría amaestrada al servicio de nuestros intereses personales e ideológicos.

¡Cuidado con la Biblia cuando la instrumentalizamos a conveniencia para que diga lo que queremos forzarla a decir, cuando la sometemos al servicio de nuestros ídolos!

Cuidado con la Biblia porque desde ella –aunque más bien es desde nosotros/as– podemos además cometer atrocidades mediante una pésima hermenéutica (evito citar bestialidades que se han justificado con el libro sagrado en la mano).

La bibliolatría, que inconscientemente  hace de la Biblia una «Hipóstasis» divina (como un cuarto miembro de la Trinidad), sería otra razón por la cual hemos de tener cuidado, así como también la degeneración a la que a veces deriva el principio de Sola Scriptura por parte del biblicismo fundamentalista, cuando despega dicho principio del «resto de las connotaciones teológicas que [también] harían [conjuntamente] la teología de la Reforma» [13].

Cuidado con la Biblia porque, cuando proyectamos sobre ella algunas precomprensiones y clichés sobre la normatividad actual de todos sus pasajes, [14] somos capaces de extrapolar a nuestros días códigos legales que los cristianos ya no usamos (como por ejemplo el Código de Santidad que tenemos en los capítulos 17 al 26 de Levítico, que prohíbe muchas cosas que sí hacemos hoy en día, pero que permite comprar y vender esclavos 25,44-46 o asesinar tanto al blasfemo 24,14 como a quienes se junten con varón como con mujer 20,13) [15].

Cuidado con la Biblia porque, del mismo modo que el diablo hizo en el relato de las tentaciones en el desierto (Lc 4,1-13), se la puede usar para poner trabas al proyecto del reino de Dios. Se puede manipular a la gente en nombre de Dios con pasajes fuera de contexto. Incluso ha sido empleada o exhibida innumerables veces por políticos para atraer el voto de creyentes ingenuos, e incluso para justificar acciones para las que, en realidad, no hay excusa ni defensa. Me parece muy ilustrativa la frase de Carnegie (el malvado antagonista de la película El Libro de Elí), este personaje, que rige una ciudad de modo dictatorial, quiere apoderarse de un ejemplar de las Sagradas Escrituras para gobernar con ella a las personas a su antojo y dice:

No es un libro, es un arma que apunta directamente al corazón y al cerebro de las personas. La gente hará cualquier cosa que se les diga, si se emplean las palabras de ese libro. Ya ha sucedido antes, y volverá a suceder.[16]

Otro tema distinto, preocupante también, es el riesgo que corremos cuando nuestro estudio de la Biblia solo persigue la búsqueda de conocimientos para alardear, con tal de tener armas para discutir competitivamente contra quienes nos parecen enemigos, o simplemente para creernos superiores –desde un academicismo elitista– respecto a quienes saben menos. [17] Es un riesgo y una actitud desenfocada aprender más sobre ella para vanagloriarnos y presumir.

¡Pero cómo cambia la cosa, cuando leemos las Escrituras con la actitud del buscador de tesoros, con hambre de degustar la Palabra viva del Dios vivo! ¡Qué hermoso lo que ocurre cuando en comunidad hacemos un estudio bíblico y se comparten matices y vivencias a la luz de las Escrituras! La lectura comunitaria de la Biblia, bien sea incluso mediante una plataforma virtual, es un auténtico deleite. En esos encuentros, tanto la persona de pocos estudios en estas disciplinas como quienes tienen una trayectoria académica en ciencias bíblicas o teología, escuchan e interrogan conjuntamente al texto sagrado con una sana actitud. En efecto, cuando nos reunimos en torno a la Escritura para estudiarla, para dejarla hablar, es para las personas presentes un banquete. En estos encuentros se mueven, como compañeros de baile, tanto los aportes exegéticos de quienes están acostumbrados a esas disciplinas, trasportándonos al contexto en que fueron escritos, junto con las relecturas de quienes ven la realidad contemporánea desde la luz de los textos.

En primera instancia, los pasajes bíblicos tienen un contexto remoto, unas épocas en la que se escribieron, unas circunstancias directas para las cuales se fueron plasmando por escrito, pero al mismo tiempo estos pasajes –desde una lectura cuidadosa y orientada por el Espíritu– pueden arrojar luz en nuestro caminar diario. Así lo creo porque así lo vivo. No amaestremos la Biblia, ni tampoco la convirtamos en un fin en sí misma, no empapemos sus manjares con kétchup de mala calidad, degustemos sus pasajes y dejémosla hablar.


[1] W. BRUEGGEMANN; La Biblia, fuente de sentido (Barcelona: Claret, 2007) p.34.

[2] J. C. RYLE; Expository Thoughts on John, Vol. 1 (Carlisle: Banner of Truth, 1869/2012) 1:243-245.

[3] C. KEENER; Hermenéutica del Espíritu: leyendo las Escrituras a la luz de Pentecostés(Salem: Kerigma, 2017) p.326.

[4] Aquí el uso de la Nueva Biblia Española (L. A. Schökel – J. Mateos) es meramente por motivos estéticos (poéticos). Obviamente hay una diferencia de sentido entre «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil… (RV60)» a una propuesta de traducción como «toda Escritura (que es) inspirada por Dios es también útil…», pero el autor está escribiendo a creyentes que ya conocen cuáles son esos textos inspirados, y el griego permite ambas traducciones. De hecho, en la traducción de Lutero (1545) aparece así «Porque toda la Escritura dada por Dios, sirve para…». La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina (1569) traduce: «Toda Escritura inspirada divinamente es útil…»; y la revisión de Cipriano de Valera conocida como la Biblia del Cántaro (1602), mantiene la misma forma. De igual modo, el Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas (1543): «toda escritura divinamente inspirada es provechosa para…». La propuesta de la Reina-Valera 2020 es «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil…» (sin el «la» delante de «Escritura»). Además, debe decirse que, en primera instancia, como aún no existía el canon del NT, la alusión que se hace con Escrituras es una referencia al Antiguo Testamento, el cual, por cierto, aparece en su uso neotestamentario (es decir en citas y referencias), siguiendo directamente el texto griego de la Septuaginta, y no el texto hebreo.

[5] J. CALVINO; Institución de la Religión Cristiana, I. IX.3. y I.VII.5.

[6] La confesión de fe de la IEE está inspirada en la Segunda Confesión Helvética (1566) que en el siglo XVI facilitó la aproximación entre zwinglinianos y calvinistas. La IEE (Iglesia Evangélica Española) es una iglesia protestante unida en la que convergen diversas tradiciones denominacionales históricas, siendo más predominante la rama presbiteriana y la metodista (pero no fueron las únicas).

[7] Artículo 2 de la Confesión Belga de 1561 (conocida en un principio como Confesión de los Países Bajos por estar esta región incluida en ellos). El concepto de “darse a conocer” está bastante en línea con la forma contemporánea de entender la Revelación, no tanto de forma proposicional (como una revelación de contenidos), sino de un modo relacional, de autoentrega de Dios, de darse a conocer mediante sus acciones salvíficas. Esto no es solo así en la reflexión protestante contemporánea sino que también se percibe en la católica romana, pues en esta última puede distinguirse notablemente comparando Dei Filius (C. Vaticano I) y Dei Verbum (C. Vaticano II).

[8] Para las viejas batallas de si la Biblia «es» la Palabra de Dios, o si «contiene» la Palabra de Dios, pueden verse dos razonamientos de dos teólogos protestantes españoles: cf. J. M. TELLERÍA; El método en teología. Reflexiones sobre una metodología teológica protestante para el siglo XXI (Las Palmas de Gran Canaria: Mundo Bíblico, 2011) p.181; y también: M. GARCÍA; Redescubrir la Palabra. Cómo leer la Biblia (Viladecavalls: CLIE, 2016) pp.217-218. En la actualidad hay otras formas de tratar el tema.

[9] R. WILLIAMS; Ser discípulo. Rasgos esenciales de la vida cristiana (Salamanca: Sígueme, 2019) p.19.

[10] R. BERNAL; La Ascensión en Lucas-Hechos. Protestantes Nº 4, marzo 2021 (Revista oficial de la Iglesia Evangélica Española) p.16.

[11] Sobre esto: P. BONILLA; Jesús ¡ese exagerado! (Quito: CLAI, 2000) p.XIV. cf. B. SESBOUÉ; Jesucristo el único mediador. Ensayo sobre la redención y la salvación. Tomo 1 (Salamanca: Secretariado Trinitario, 1990) p.117. cf. A. TORRES QUEIRUGA; Recuperar la salvación. Para una interpretación liberadora de la experiencia cristiana, 2 ed. (Santander: Sal Terrae, 1995) p.150.

[12] José Ignacio González Faus dice: «Cuando usamos a Dios [o para el caso aquí la Biblia] para la defensa de algo, hemos puesto ese algo por encima de Dios; por consiguiente, lo hemos convertido en un ídolo». J. I. GONZÁLEZ FAUS – J. VIVES; Creer, sólo se puede en Dios. En Dios sólo se puede creer. Ensayos sobre las imágenes de Dios en el mundo actual (Santander: Sal Terrae, 1985) p.43.

[13] Cf. nota 385 en: J. L. AVENDAÑO; Un Esbozo de teodicea a la luz de la Theologia Crucis. Martín Lutero ante el misterio del sufrimiento humano, cristiano (Salem: Kerigma, 2020) 182.

[14] Como cuando se argumenta que lo que se dijo una vez, por ejemplo en el Pentateuco, queda validado para siempre siendo esta la razón de que no vuelva a repetirse de nuevo en los más recientes.

[15] Comer sangre (que por cierto en España es costumbre comer morcilla que está hecha con sangre) queda bajo pena de ser extirpado del pueblo (17,10), sembrar en un campo dos clases de semillas o llevar ropas de dos tejidos diferentes está terminantemente prohibido (19,19), tampoco se permitía raparse la cabeza en redondo (19,27), ni comerse un animal muerto o despedazado por las fieras (22,8), etc.

[16] The Book of Eli (en Latinoamérica es El Libro de los Secretos) es una película de 2010 dirigida por los hermanos Hughes, escrita por Gary Whitta y protagonizada por Denzel Washington (quien por cierto es un creyente comprometido perteneciente a las Asambleas de Dios).

[17] Para ello quiero traer estas palabras de J. I. Packer: «si estudiar la Biblia no representa un motivo más elevado que el deseo de saber todas las respuestas, entonces nos veremos encaminados directamente a un estado de engreimiento y autoengaño. Debemos cuidar nuestro corazón a fin de no abrigar una actitud semejante, y orar para que ello no ocurra». J. I. PACKER; Conociendo a Dios (Viladecavalls: CLIE/Oasis, 1985) p.16.


ruben-bernal-1
Rubén Bernal Pavón (Málaga, España), es graduado en Teología por la Facultad de Teología SEUT (Madrid) con un máster en Teología Fundamental por la Universidad de Murcia.

Ha realizado estudios teológicos en el Instituto Superior de Teología y Ciencias Bíblicas CEIBI (Santa Cruz de Tenerife). Tiene una diplomatura en Religión, Género y Sexualidad por UCEL/GEMRIP (Rosario, Argentina).

Pastor de la Iglesia Protestante del Redentor de Málaga (IEE). Rubén es uno de los directores de Lupa Protestante.

Fuente Lupa Protestante

Biblia, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , , , , ,

“Cuidado con la Biblia porque…”, por Rubén Bernal

Martes, 17 de mayo de 2022

Un-hombre-estudia-la-Bibliaestudios-biblicosEn el Día Internacional contra la Homofobia, nada mejor que leer este magnífico artículo que destroza los discursos de odio “basados” en la Biblia:

Concuerdo con Walter Brueggemann cuando dice: «El análisis de las Escrituras es, entre otras cosas, como un banquete»[1] ¡Oh bendito y delicioso banquete! ¡Cuánta razón tienes señor Brueggemann! ¡Cuántos variados y exquisitos manjares nos aguardan en sus páginas! Por su parte, J. C. Ryle decía: «Deberíamos leer nuestras biblias como hombres (yo diría aquí “como personas”) cavando en busca de un tesoro»[2] Y no es que necesariamente tengamos que cavar muy profundamente en el ropaje o envoltorio cultural, lingüístico o social de los textos bíblicos para hallar dicho tesoro, sino que muchas veces (aunque no siempre) –de forma perspicua– lo vemos a través de ese ropaje humano, pues ahí mismo florece como una rosa (sí, una rosa que, al tomarla para aspirar su delicioso perfume, puede clavar sus púas contra nuestro ego, desafiándonos incómodamente a examinarnos para quitar cosas de nuestra vida). A su manera, y siguiendo el hilo del «buscatesoros», también Craig Keener expresa:

Un exégeta puro puede encontrar muchos tesoros intelectuales en las Escrituras; pero solo un verdadero discípulo puede experimentar la plenitud de esos tesoros en su vida[3]

Como nos gusta recordar: «Todo escrito inspirado por Dios sirve además para enseñar, reprender, corregir, educar en rectitud; así el hombre [anthropos = persona] de Dios será competente, perfectamente equipado para cualquier buena tarea» (2Tim 3,16-17 NBE)[4] Esta inspiración queda en nosotros reconocida por el testimonium internum del Espíritu, [5] avistando que a pesar de la gran cantidad de autores humanos que compusieron la Biblia, o de la variedad de géneros literarios, o de incluso la cultura humana que subyace en sus textos, el panorámico sentido general o el hilo conductor nos remite a su auctor primarius. Afirmamos que a través de ella Dios habla y revela su voluntad (artículo 1 de la Confesión de fe de la IEE [6]), en ella Dios se nos da a conocer a sí mismo[7] Las Escrituras no son un «cristo encuadernado» pero nos conducen a Cristo, la Palabra encarnada de Dios, y vehicula su mensaje para nosotros/as; [8] no nos deja solo en el rol de lectores, sino que nos conduce a tomar la posición de participantes en una relación existencial con Dios por medio de Jesucristo.

Creo que es una experiencia común el hecho de que, muchas veces, un pasaje con el que estamos relacionados, no nos llega (por decirlo de algún modo), o nos llega de una manera meramente intelectual, hasta que, un día cualquiera, vuelves a leerlo y te topas en ese instante con la voz de Dios hablándote de un modo especial, abriéndote el entendimiento. Lo que entendíamos mentalmente (o a veces ni eso), pasa a ser comprendido de un modo íntimo. Hay unas palabras de Rowan Williams que señalan este asunto:

Estoy seguro de que Pedro, Juan y los demás discípulos no eran muy distintos de nosotros; es decir, ellos tenían esos días en los que uno no entiende nada, pero también esos días en los que las piezas empiezan a encajar y vislumbras el impresionante panorama que poco a poco se va desvelando ante ti. [9]

Precisamente los discípulos, después de la resurrección de Jesucristo, necesitaron que el Señor les abriese el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras (Lc 24,45; Lc 24,27). Seguimos necesitando que el Espíritu del Señor nos dé un discernimiento global de su mensaje, para no caer en reduccionismos, literalismos y lecturas faltas de gracia y alejadas del propio Jesús. [10] Jesús es precisamente nuestra clave hermenéutica porque él es la exégesis definitiva de Dios, es quien traduce a nuestra existencia humana la Palabra de Dios en estado puro (Jn 1,18)[11]

Sin embargo, independientemente de nuestro contexto como lectores de la Biblia, corremos el riesgo de domesticarla de modo que deje de interpelarnos. Usaríamos entonces sus páginas (y al Dios que nos presenta) a nuestra conveniencia, al servicio de nuestros propios ídolos [12] de modo que ya no nos enseñaría, ni nos reprendería o corregiría, ni animaría o consolaría. Así tristemente, todo el delicioso banquete del que hablaba Brueggeman, se quedaría empapado; inundado del mismo y repetitivo sabor a kétchup barato al que le hemos sometido. Por consiguiente, la degustación de cada bocado nos resultaría monótona, pues ya la Biblia solo nos serviría amaestrada al servicio de nuestros intereses personales e ideológicos.

¡Cuidado con la Biblia cuando la instrumentalizamos a conveniencia para que diga lo que queremos forzarla a decir, cuando la sometemos al servicio de nuestros ídolos!

Cuidado con la Biblia porque desde ella –aunque más bien es desde nosotros/as– podemos además cometer atrocidades mediante una pésima hermenéutica (evito citar bestialidades que se han justificado con el libro sagrado en la mano).

La bibliolatría, que inconscientemente  hace de la Biblia una «Hipóstasis» divina (como un cuarto miembro de la Trinidad), sería otra razón por la cual hemos de tener cuidado, así como también la degeneración a la que a veces deriva el principio de Sola Scriptura por parte del biblicismo fundamentalista, cuando despega dicho principio del «resto de las connotaciones teológicas que [también] harían [conjuntamente] la teología de la Reforma» [13].

Cuidado con la Biblia porque, cuando proyectamos sobre ella algunas precomprensiones y clichés sobre la normatividad actual de todos sus pasajes, [14] somos capaces de extrapolar a nuestros días códigos legales que los cristianos ya no usamos (como por ejemplo el Código de Santidad que tenemos en los capítulos 17 al 26 de Levítico, que prohíbe muchas cosas que sí hacemos hoy en día, pero que permite comprar y vender esclavos 25,44-46 o asesinar tanto al blasfemo 24,14 como a quienes se junten con varón como con mujer 20,13) [15].

Cuidado con la Biblia porque, del mismo modo que el diablo hizo en el relato de las tentaciones en el desierto (Lc 4,1-13), se la puede usar para poner trabas al proyecto del reino de Dios. Se puede manipular a la gente en nombre de Dios con pasajes fuera de contexto. Incluso ha sido empleada o exhibida innumerables veces por políticos para atraer el voto de creyentes ingenuos, e incluso para justificar acciones para las que, en realidad, no hay excusa ni defensa. Me parece muy ilustrativa la frase de Carnegie (el malvado antagonista de la película El Libro de Elí), este personaje, que rige una ciudad de modo dictatorial, quiere apoderarse de un ejemplar de las Sagradas Escrituras para gobernar con ella a las personas a su antojo y dice:

No es un libro, es un arma que apunta directamente al corazón y al cerebro de las personas. La gente hará cualquier cosa que se les diga, si se emplean las palabras de ese libro. Ya ha sucedido antes, y volverá a suceder.[16]

Otro tema distinto, preocupante también, es el riesgo que corremos cuando nuestro estudio de la Biblia solo persigue la búsqueda de conocimientos para alardear, con tal de tener armas para discutir competitivamente contra quienes nos parecen enemigos, o simplemente para creernos superiores –desde un academicismo elitista– respecto a quienes saben menos. [17] Es un riesgo y una actitud desenfocada aprender más sobre ella para vanagloriarnos y presumir.

¡Pero cómo cambia la cosa, cuando leemos las Escrituras con la actitud del buscador de tesoros, con hambre de degustar la Palabra viva del Dios vivo! ¡Qué hermoso lo que ocurre cuando en comunidad hacemos un estudio bíblico y se comparten matices y vivencias a la luz de las Escrituras! La lectura comunitaria de la Biblia, bien sea incluso mediante una plataforma virtual, es un auténtico deleite. En esos encuentros, tanto la persona de pocos estudios en estas disciplinas como quienes tienen una trayectoria académica en ciencias bíblicas o teología, escuchan e interrogan conjuntamente al texto sagrado con una sana actitud. En efecto, cuando nos reunimos en torno a la Escritura para estudiarla, para dejarla hablar, es para las personas presentes un banquete. En estos encuentros se mueven, como compañeros de baile, tanto los aportes exegéticos de quienes están acostumbrados a esas disciplinas, trasportándonos al contexto en que fueron escritos, junto con las relecturas de quienes ven la realidad contemporánea desde la luz de los textos.

En primera instancia, los pasajes bíblicos tienen un contexto remoto, unas épocas en la que se escribieron, unas circunstancias directas para las cuales se fueron plasmando por escrito, pero al mismo tiempo estos pasajes –desde una lectura cuidadosa y orientada por el Espíritu– pueden arrojar luz en nuestro caminar diario. Así lo creo porque así lo vivo. No amaestremos la Biblia, ni tampoco la convirtamos en un fin en sí misma, no empapemos sus manjares con kétchup de mala calidad, degustemos sus pasajes y dejémosla hablar.


[1] W. BRUEGGEMANN; La Biblia, fuente de sentido (Barcelona: Claret, 2007) p.34.

[2] J. C. RYLE; Expository Thoughts on John, Vol. 1 (Carlisle: Banner of Truth, 1869/2012) 1:243-245.

[3] C. KEENER; Hermenéutica del Espíritu: leyendo las Escrituras a la luz de Pentecostés (Salem: Kerigma, 2017) p.326.

[4] Aquí el uso de la Nueva Biblia Española (L. A. Schökel – J. Mateos) es meramente por motivos estéticos (poéticos). Obviamente hay una diferencia de sentido entre «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil… (RV60)» a una propuesta de traducción como «toda Escritura (que es) inspirada por Dios es también útil…», pero el autor está escribiendo a creyentes que ya conocen cuáles son esos textos inspirados, y el griego permite ambas traducciones. De hecho, en la traducción de Lutero (1545) aparece así «Porque toda la Escritura dada por Dios, sirve para…». La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina (1569) traduce: «Toda Escritura inspirada divinamente es útil…»; y la revisión de Cipriano de Valera conocida como la Biblia del Cántaro (1602), mantiene la misma forma. De igual modo, el Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas (1543): «toda escritura divinamente inspirada es provechosa para…». La propuesta de la Reina-Valera 2020 es «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil…» (sin el «la» delante de «Escritura»). Además, debe decirse que, en primera instancia, como aún no existía el canon del NT, la alusión que se hace con Escrituras es una referencia al Antiguo Testamento, el cual, por cierto, aparece en su uso neotestamentario (es decir en citas y referencias), siguiendo directamente el texto griego de la Septuaginta, y no el texto hebreo.

[5] J. CALVINO; Institución de la Religión Cristiana, I. IX.3. y I.VII.5.

[6] La confesión de fe de la IEE está inspirada en la Segunda Confesión Helvética (1566) que en el siglo XVI facilitó la aproximación entre zwinglinianos y calvinistas. La IEE (Iglesia Evangélica Española) es una iglesia protestante unida en la que convergen diversas tradiciones denominacionales históricas, siendo más predominante la rama presbiteriana y la metodista (pero no fueron las únicas).

[7] Artículo 2 de la Confesión Belga de 1561 (conocida en un principio como Confesión de los Países Bajos por estar esta región incluida en ellos). El concepto de “darse a conocer” está bastante en línea con la forma contemporánea de entender la Revelación, no tanto de forma proposicional (como una revelación de contenidos), sino de un modo relacional, de autoentrega de Dios, de darse a conocer mediante sus acciones salvíficas. Esto no es solo así en la reflexión protestante contemporánea sino que también se percibe en la católica romana, pues en esta última puede distinguirse notablemente comparando Dei Filius (C. Vaticano I) y Dei Verbum (C. Vaticano II).

[8] Para las viejas batallas de si la Biblia «es» la Palabra de Dios, o si «contiene» la Palabra de Dios, pueden verse dos razonamientos de dos teólogos protestantes españoles: cf. J. M. TELLERÍA; El método en teología. Reflexiones sobre una metodología teológica protestante para el siglo XXI (Las Palmas de Gran Canaria: Mundo Bíblico, 2011) p.181; y también: M. GARCÍA; Redescubrir la Palabra. Cómo leer la Biblia (Viladecavalls: CLIE, 2016) pp.217-218. En la actualidad hay otras formas de tratar el tema.

[9] R. WILLIAMS; Ser discípulo. Rasgos esenciales de la vida cristiana (Salamanca: Sígueme, 2019) p.19.

[10] R. BERNAL; La Ascensión en Lucas-Hechos. Protestantes Nº 4, marzo 2021 (Revista oficial de la Iglesia Evangélica Española) p.16.

[11] Sobre esto: P. BONILLA; Jesús ¡ese exagerado! (Quito: CLAI, 2000) p.XIV. cf. B. SESBOUÉ; Jesucristo el único mediador. Ensayo sobre la redención y la salvación. Tomo 1 (Salamanca: Secretariado Trinitario, 1990) p.117. cf. A. TORRES QUEIRUGA; Recuperar la salvación. Para una interpretación liberadora de la experiencia cristiana, 2 ed. (Santander: Sal Terrae, 1995) p.150.

[12] José Ignacio González Faus dice: «Cuando usamos a Dios [o para el caso aquí la Biblia] para la defensa de algo, hemos puesto ese algo por encima de Dios; por consiguiente, lo hemos convertido en un ídolo». J. I. GONZÁLEZ FAUS – J. VIVES; Creer, sólo se puede en Dios. En Dios sólo se puede creer. Ensayos sobre las imágenes de Dios en el mundo actual (Santander: Sal Terrae, 1985) p.43.

[13] Cf. nota 385 en: J. L. AVENDAÑO; Un Esbozo de teodicea a la luz de la Theologia Crucis. Martín Lutero ante el misterio del sufrimiento humano, cristiano (Salem: Kerigma, 2020) 182.

[14] Como cuando se argumenta que lo que se dijo una vez, por ejemplo en el Pentateuco, queda validado para siempre siendo esta la razón de que no vuelva a repetirse de nuevo en los más recientes.

[15] Comer sangre (que por cierto en España es costumbre comer morcilla que está hecha con sangre) queda bajo pena de ser extirpado del pueblo (17,10), sembrar en un campo dos clases de semillas o llevar ropas de dos tejidos diferentes está terminantemente prohibido (19,19), tampoco se permitía raparse la cabeza en redondo (19,27), ni comerse un animal muerto o despedazado por las fieras (22,8), etc.

[16] The Book of Eli (en Latinoamérica es El Libro de los Secretos) es una película de 2010 dirigida por los hermanos Hughes, escrita por Gary Whitta y protagonizada por Denzel Washington (quien por cierto es un creyente comprometido perteneciente a las Asambleas de Dios).

[17] Para ello quiero traer estas palabras de J. I. Packer: «si estudiar la Biblia no representa un motivo más elevado que el deseo de saber todas las respuestas, entonces nos veremos encaminados directamente a un estado de engreimiento y autoengaño. Debemos cuidar nuestro corazón a fin de no abrigar una actitud semejante, y orar para que ello no ocurra». J. I. PACKER; Conociendo a Dios (Viladecavalls: CLIE/Oasis, 1985) p.16.


ruben-bernal-1Rubén Bernal Pavón (Málaga, España), es graduado en Teología por la Facultad de Teología SEUT (Madrid) con un máster en Teología Fundamental por la Universidad de Murcia.

Ha realizado estudios teológicos en el Instituto Superior de Teología y Ciencias Bíblicas CEIBI (Santa Cruz de Tenerife). Tiene una diplomatura en Religión, Género y Sexualidad por UCEL/GEMRIP (Rosario, Argentina).

Pastor de la Iglesia Protestante del Redentor de Málaga (IEE). Rubén es uno de los directores de Lupa Protestante.

Fuente Lupa Protestante

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“Cuidado con la Biblia porque…”, por Rubén Bernal

Lunes, 17 de mayo de 2021
Comentarios desactivados en “Cuidado con la Biblia porque…”, por Rubén Bernal

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En el Día Internacional contra la Homofobia, nada mejor que leer este magnífico artículo que destroza los discursos de odio “basados” en la Biblia:

Concuerdo con Walter Brueggemann cuando dice: «El análisis de las Escrituras es, entre otras cosas, como un banquete».[1] ¡Oh bendito y delicioso banquete! ¡Cuánta razón tienes señor Brueggemann! ¡Cuántos variados y exquisitos manjares nos aguardan en sus páginas! Por su parte, J. C. Ryle decía: «Deberíamos leer nuestras biblias como hombres (yo diría aquí “como personas”) cavando en busca de un tesoro».[2] Y no es que necesariamente tengamos que cavar muy profundamente en el ropaje o envoltorio cultural, lingüístico o social de los textos bíblicos para hallar dicho tesoro, sino que muchas veces (aunque no siempre) –de forma perspicua– lo vemos a través de ese ropaje humano, pues ahí mismo florece como una rosa (sí, una rosa que, al tomarla para aspirar su delicioso perfume, puede clavar sus púas contra nuestro ego, desafiándonos incómodamente a examinarnos para quitar cosas de nuestra vida). A su manera, y siguiendo el hilo del «buscatesoros», también Craig Keener expresa:

Un exégeta puro puede encontrar muchos tesoros intelectuales en las Escrituras; pero solo un verdadero discípulo puede experimentar la plenitud de esos tesoros en su vida.[3]

Como nos gusta recordar: «Todo escrito inspirado por Dios sirve además para enseñar, reprender, corregir, educar en rectitud; así el hombre [anthropos = persona] de Dios será competente, perfectamente equipado para cualquier buena tarea» (2Tim 3,16-17 NBE).[4] Esta inspiración queda en nosotros reconocida por el testimonium internum del Espíritu,[5] avistando que a pesar de la gran cantidad de autores humanos que compusieron la Biblia, o de la variedad de géneros literarios, o de incluso la cultura humana que subyace en sus textos, el panorámico sentido general o el hilo conductor nos remite a su auctor primarius. Afirmamos que a través de ella Dios habla y revela su voluntad (artículo 1 de la Confesión de fe de la IEE[6]), en ella Dios se nos da a conocer a sí mismo.[7] Las Escrituras no son un «cristo encuadernado» pero nos conducen a Cristo, la Palabra encarnada de Dios, y vehicula su mensaje para nosotros/as;[8] no nos deja solo en el rol de lectores, sino que nos conduce a tomar la posición de participantes en una relación existencial con Dios por medio de Jesucristo.

Creo que es una experiencia común el hecho de que, muchas veces, un pasaje con el que estamos relacionados, no nos llega (por decirlo de algún modo), o nos llega de una manera meramente intelectual, hasta que, un día cualquiera, vuelves a leerlo y te topas en ese instante con la voz de Dios hablándote de un modo especial, abriéndote el entendimiento. Lo que entendíamos mentalmente (o a veces ni eso), pasa a ser comprendido de un modo íntimo. Hay unas palabras de Rowan Williams que señalan este asunto:

Estoy seguro de que Pedro, Juan y los demás discípulos no eran muy distintos de nosotros; es decir, ellos tenían esos días en los que uno no entiende nada, pero también esos días en los que las piezas empiezan a encajar y vislumbras el impresionante panorama que poco a poco se va desvelando ante ti.[9]

Precisamente los discípulos, después de la resurrección de Jesucristo, necesitaron que el Señor les abriese el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras (Lc 24,45; Lc 24,27). Seguimos necesitando que el Espíritu del Señor nos dé un discernimiento global de su mensaje, para no caer en reduccionismos, literalismos y lecturas faltas de gracia y alejadas del propio Jesús.[10] Jesús es precisamente nuestra clave hermenéutica porque él es la exégesis definitiva de Dios, es quien traduce a nuestra existencia humana la Palabra de Dios en estado puro (Jn 1,18).[11]

Sin embargo, independientemente de nuestro contexto como lectores de la Biblia, corremos el riesgo de domesticarla de modo que deje de interpelarnos. Usaríamos entonces sus páginas (y al Dios que nos presenta) a nuestra conveniencia, al servicio de nuestros propios ídolos[12] de modo que ya no nos enseñaría, ni nos reprendería o corregiría, ni animaría o consolaría. Así tristemente, todo el delicioso banquete del que hablaba Brueggeman, se quedaría empapado; inundado del mismo y repetitivo sabor a kétchup barato al que le hemos sometido. Por consiguiente, la degustación de cada bocado nos resultaría monótona, pues ya la Biblia solo nos serviría amaestrada al servicio de nuestros intereses personales e ideológicos.

¡Cuidado con la Biblia cuando la instrumentalizamos a conveniencia para que diga lo que queremos forzarla a decir, cuando la sometemos al servicio de nuestros ídolos!

Cuidado con la Biblia porque desde ella –aunque más bien es desde nosotros/as– podemos además cometer atrocidades mediante una pésima hermenéutica (evito citar bestialidades que se han justificado con el libro sagrado en la mano).

La bibliolatría, que inconscientemente  hace de la Biblia una «Hipóstasis» divina (como un cuarto miembro de la Trinidad), sería otra razón por la cual hemos de tener cuidado, así como también la degeneración a la que a veces deriva el principio de Sola Scriptura por parte del biblicismo fundamentalista, cuando despega dicho principio del «resto de las connotaciones teológicas que [también] harían [conjuntamente] la teología de la Reforma»[13].

Cuidado con la Biblia porque, cuando proyectamos sobre ella algunas precomprensiones y clichés sobre la normatividad actual de todos sus pasajes,[14] somos capaces de extrapolar a nuestros días códigos legales que los cristianos ya no usamos (como por ejemplo el Código de Santidad que tenemos en los capítulos 17 al 26 de Levítico, que prohíbe muchas cosas que sí hacemos hoy en día, pero que permite comprar y vender esclavos 25,44-46 o asesinar tanto al blasfemo 24,14 como a quienes se junten con varón como con mujer 20,13)[15].

Cuidado con la Biblia porque, del mismo modo que el diablo hizo en el relato de las tentaciones en el desierto (Lc 4,1-13), se la puede usar para poner trabas al proyecto del reino de Dios. Se puede manipular a la gente en nombre de Dios con pasajes fuera de contexto. Incluso ha sido empleada o exhibida innumerables veces por políticos para atraer el voto de creyentes ingenuos, e incluso para justificar acciones para las que, en realidad, no hay excusa ni defensa. Me parece muy ilustrativa la frase de Carnegie (el malvado antagonista de la película El Libro de Elí), este personaje, que rige una ciudad de modo dictatorial, quiere apoderarse de un ejemplar de las Sagradas Escrituras para gobernar con ella a las personas a su antojo y dice:

No es un libro, es un arma que apunta directamente al corazón y al cerebro de las personas. La gente hará cualquier cosa que se les diga, si se emplean las palabras de ese libro. Ya ha sucedido antes, y volverá a suceder.[16]

Otro tema distinto, preocupante también, es el riesgo que corremos cuando nuestro estudio de la Biblia solo persigue la búsqueda de conocimientos para alardear, con tal de tener armas para discutir competitivamente contra quienes nos parecen enemigos, o simplemente para creernos superiores –desde un academicismo elitista– respecto a quienes saben menos.[17] Es un riesgo y una actitud desenfocada aprender más sobre ella para vanagloriarnos y presumir.

¡Pero cómo cambia la cosa, cuando leemos las Escrituras con la actitud del buscador de tesoros, con hambre de degustar la Palabra viva del Dios vivo! ¡Qué hermoso lo que ocurre cuando en comunidad hacemos un estudio bíblico y se comparten matices y vivencias a la luz de las Escrituras! La lectura comunitaria de la Biblia, bien sea incluso mediante una plataforma virtual, es un auténtico deleite. En esos encuentros, tanto la persona de pocos estudios en estas disciplinas como quienes tienen una trayectoria académica en ciencias bíblicas o teología, escuchan e interrogan conjuntamente al texto sagrado con una sana actitud. En efecto, cuando nos reunimos en torno a la Escritura para estudiarla, para dejarla hablar, es para las personas presentes un banquete. En estos encuentros se mueven, como compañeros de baile, tanto los aportes exegéticos de quienes están acostumbrados a esas disciplinas, trasportándonos al contexto en que fueron escritos, junto con las relecturas de quienes ven la realidad contemporánea desde la luz de los textos.

En primera instancia, los pasajes bíblicos tienen un contexto remoto, unas épocas en la que se escribieron, unas circunstancias directas para las cuales se fueron plasmando por escrito, pero al mismo tiempo estos pasajes –desde una lectura cuidadosa y orientada por el Espíritu– pueden arrojar luz en nuestro caminar diario. Así lo creo porque así lo vivo. No amaestremos la Biblia, ni tampoco la convirtamos en un fin en sí misma, no empapemos sus manjares con kétchup de mala calidad, degustemos sus pasajes y dejémosla hablar.


[1] W. BRUEGGEMANN; La Biblia, fuente de sentido (Barcelona: Claret, 2007) p.34.

[2] J. C. RYLE; Expository Thoughts on John, Vol. 1 (Carlisle: Banner of Truth, 1869/2012) 1:243-245.

[3] C. KEENER; Hermenéutica del Espíritu: leyendo las Escrituras a la luz de Pentecostés (Salem: Kerigma, 2017) p.326.

[4] Aquí el uso de la Nueva Biblia Española (L. A. Schökel – J. Mateos) es meramente por motivos estéticos (poéticos). Obviamente hay una diferencia de sentido entre «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil… (RV60)» a una propuesta de traducción como «toda Escritura (que es) inspirada por Dios es también útil…», pero el autor está escribiendo a creyentes que ya conocen cuáles son esos textos inspirados, y el griego permite ambas traducciones. De hecho, en la traducción de Lutero (1545) aparece así «Porque toda la Escritura dada por Dios, sirve para…». La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina (1569) traduce: «Toda Escritura inspirada divinamente es útil…»; y la revisión de Cipriano de Valera conocida como la Biblia del Cántaro (1602), mantiene la misma forma. De igual modo, el Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas (1543): «toda escritura divinamente inspirada es provechosa para…». La propuesta de la Reina-Valera 2020 es «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil…» (sin el «la» delante de «Escritura»). Además, debe decirse que, en primera instancia, como aún no existía el canon del NT, la alusión que se hace con Escrituras es una referencia al Antiguo Testamento, el cual, por cierto, aparece en su uso neotestamentario (es decir en citas y referencias), siguiendo directamente el texto griego de la Septuaginta, y no el texto hebreo.

[5] J. CALVINO; Institución de la Religión Cristiana, I. IX.3. y I.VII.5.

[6] La confesión de fe de la IEE está inspirada en la Segunda Confesión Helvética (1566) que en el siglo XVI facilitó la aproximación entre zwinglinianos y calvinistas. La IEE (Iglesia Evangélica Española) es una iglesia protestante unida en la que convergen diversas tradiciones denominacionales históricas, siendo más predominante la rama presbiteriana y la metodista (pero no fueron las únicas).

[7] Artículo 2 de la Confesión Belga de 1561 (conocida en un principio como Confesión de los Países Bajos por estar esta región incluida en ellos). El concepto de “darse a conocer” está bastante en línea con la forma contemporánea de entender la Revelación, no tanto de forma proposicional (como una revelación de contenidos), sino de un modo relacional, de autoentrega de Dios, de darse a conocer mediante sus acciones salvíficas. Esto no es solo así en la reflexión protestante contemporánea sino que también se percibe en la católica romana, pues en esta última puede distinguirse notablemente comparando Dei Filius (C. Vaticano I) y Dei Verbum (C. Vaticano II).

[8] Para las viejas batallas de si la Biblia «es» la Palabra de Dios, o si «contiene» la Palara de Dios, pueden verse dos razonamientos de dos teólogos protestantes españoles: cf. J. M. TELLERÍA; El método en teología. Reflexiones sobre una metodología teológica protestante para el siglo XXI(Las Palmas de Gran Canaria: Mundo Bíblico, 2011) p.181; y también: M. GARCÍA; Redescubrir la Palabra. Cómo leer la Biblia (Viladecavalls: CLIE, 2016) pp.217-218. En la actualidad hay otras formas de tratar el tema.

[9] R. WILLIAMS; Ser discípulo. Rasgos esenciales de la vida cristiana (Salamanca: Sígueme, 2019) p.19.

[10] R. BERNAL; La Ascensión en Lucas-Hechos. Protestantes Nº 4, marzo 2021 (Revista oficial de la Iglesia Evangélica Española) p.16.

[11] Sobre esto: P. BONILLA; Jesús ¡ese exagerado! (Quito: CLAI, 2000) p.XIV. cf. B. SESBOUÉ; Jesucristo el único mediador. Ensayo sobre la redención y la salvación. Tomo 1 (Salamanca: Secretariado Trinitario, 1990) p.117. cf. A. TORRES QUEIRUGA; Recuperar la salvación. Para una interpretación liberadora de la experiencia cristiana, 2 ed. (Santander: Sal Terrae, 1995) p.150.

[12] José Ignacio González Faus dice: «Cuando usamos a Dios [o para el caso aquí la Biblia] para la defensa de algo, hemos puesto ese algo por encima de Dios; por consiguiente, lo hemos convertido en un ídolo». J. I. GONZÁLEZ FAUS – J. VIVES; Creer, sólo se puede en Dios. En Dios sólo se puede creer. Ensayos sobre las imágenes de Dios en el mundo actual (Santander: Sal Terrae, 1985) p.43.

[13] Cf. nota 385 en: J. L. AVENDAÑO; Un Esbozo de teodicea a la luz de la Theologia Crucis. Martín Lutero ante el misterio del sufrimiento humano, cristiano (Salem: Kerigma, 2020) 182.

[14] Como cuando se argumenta que lo que se dijo una vez, por ejemplo en el Pentateuco, queda validado para siempre siendo esta la razón de que no vuelva a repetirse de nuevo en los más recientes.

[15] Comer sangre (que por cierto en España es costumbre comer morcilla que está hecha con sangre) queda bajo pena de ser extirpado del pueblo (17,10), sembrar en un campo dos clases de semillas o llevar ropas de dos tejidos diferentes está terminantemente prohibido (19,19), tampoco se permitía raparse la cabeza en redondo (19,27), ni comerse un animal muerto o despedazado por las fieras (22,8), etc.

[16] The Book of Eli (en Latinoamérica es El Libro de los Secretos) es una película de 2010 dirigida por los hermanos Hughes, escrita por Gary Whitta y protagonizada por Denzel Washington (quien por cierto es un creyente comprometido perteneciente a las Asambleas de Dios).

[17] Para ello quiero traer estas palabras de J. I. Packer: «si estudiar la Biblia no representa un motivo más elevado que el deseo de saber todas las respuestas, entonces nos veremos encaminados directamente a un estado de engreimiento y autoengaño. Debemos cuidar nuestro corazón a fin de no abrigar una actitud semejante, y orar para que ello no ocurra». J. I. PACKER; Conociendo a Dios (Viladecavalls: CLIE/Oasis, 1985) p.16.


ruben-bernal-1Rubén Bernal Pavón (Málaga, España), es graduado en Teología por la Facultad de Teología SEUT (Madrid) con un máster en Teología Fundamental por la Universidad de Murcia.

Ha realizado estudios teológicos en el Instituto Superior de Teología y Ciencias Bíblicas CEIBI (Santa Cruz de Tenerife). Tiene una diplomatura en Religión, Género y Sexualidad por UCEL/GEMRIP (Rosario, Argentina).

Pastor de la Iglesia Protestante del Redentor de Málaga (IEE). Rubén es uno de los directores de Lupa Protestante.

Fuente Lupa Protestante

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Cristo como intérprete de la Biblia: “Y les interpretó en todas las Escrituras lo referente a Él” (Lucas 24,27B)

Viernes, 22 de marzo de 2019
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04-los-discipulos-de-emaus-1989-carbon-sanguinea-y-pastelDel blog de James Alison:

Conferencia para la Cátedra Kino 2007, dictada en el ITESO, Guadalajara, Jalisco el 13 de septiembre y en la UIA, México DF el 26 de septiembre de 2007.

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Hoy les propongo a Ustedes hacer dos cosas. La primera es leer un trecho de la Escritura en el sentido denso de “ofrecer una lectura” de ello. Y la segunda es, y si el tiempo lo permite, sacar algunas consecuencias del método de lectura que habré empleado para realizar esta lectura. Mi meta es ofrecer una aportación a algo que vislumbro como siendo de importancia para el futuro de nuestra vida católica: la recuperación de los hábitos necesarios para una lectura eclesial y eucarística de las Escrituras. Y esta recuperación pasa por la ampliación de nuestro sentido de la manera en la cual el Ungido de Dios, el “Χριστός”, nos proporciona una lectura cumplida, o plenificada, de los textos que hemos recibido.

Comenzaré con un trecho poco prometedor para esta materia: una de las parábolas, tal vez una de las dos o tres más conocidas, la que a veces conocemos como la del Hijo Pródigo. La razón porque digo que es poco prometedor para mi propuesta es que aparentemente es una parábola sin enseñanza cristológica – hay dos hermanos, uno dispendioso, y otro de bochornosa rectitud, un padre y unos siervos. No es obvio que cualquiera de estos caracteres sea una “figura Christi”. Sin embargo voy a proponerles una lectura cristológica.

Lo usual en materia de lecturas cristológicas es cuando un autor neotestamentario refiere tal o cual acontecimiento de la vida de Jesús a un texto de las Escrituras hebraicas. En algunos casos se trata clara y evidentemente de una comprensión posterior a los acontecimientos de la muerte y resurrección de Jesús. Por ejemplo, Pablo ve al Mesías ya presente en la roca que sigue a los israelitas en el desierto (1 Corintios 10, 1-4). En otras ocasiones se trata de un reconocimiento de que, a la luz de lo que ahora entienden los autores, perciben en un acontecimiento para el cual no estaban presentes aquello hacia lo cual estaba apuntando un profeta de otrora – por ejemplo cuando Mateo señala que el oráculo de Jeremías sobre el llanto de Raquel se cumplió cuando Herodes mató a los inocentes (Mateo 2 17; Jeremías 31,15). En otros casos sí hay cierta posibilidad de que se esté hablando de una comprensión que fue contemporánea con el acontecimiento, por lo menos de forma embrionaria – por ejemplo cuando Juan afirma que un testigo presencial asistió al traspaso del costado de Jesús en la cruz y que con esto se estaba cumpliendo lo que el profeta Zacarías quiso decir al profetizar “verán al que traspasaron” (Zacarías 12,10 leído en Juan 19,37). No hay razón a priori por la cual un conocedor de un famoso texto de Zacarías no pudiera haberlo aplicado al triste espectáculo de esta ejecución pública o bien inmediatamente o bien dentro del espacio de unos pocos días. Tal vez la plena densidad de lo que estaba haciendo al aplicar un texto tan cercano a la propia enseñanza de Jesús sobre su propio destino sólo se hizo patente poco a poco, pero esto no quita la posibilidad de la contemporaneidad de la aplicación.

Otra lectura cristológica de las Escrituras es cuando se percibe que el propio Jesús está deliberadamente haciendo algo para cumplir las Escrituras, como por ejemplo cuando realiza el gesto de la limpieza del Templo, anunciando así la llegada de ‘Aquel día’ anunciado por el mismo profeta Zacarías (Zacarías 14,21), y con ello la caducidad del propio Templo. O en forma más amplia, cuando se lee todo el recorrido que hace Jesús, en el evangelio de Lucas, desde la sinagoga de Nazaret a la crucifixión en Jerusalén como el acto deliberado de quien está cumpliendo la llegada del profeta prometido, el propio Melquisedec, el sacerdote ungido que irá a ofrecer el sacrificio definitivo para la redención de Israel, y se hace alusión, en pasaje tras pasaje del Evangelio, a los trechos y a las historias de la Escritura hebraica a cuyo cumplimiento se está señalando.

Una tercera forma de lectura cristológica es cuando se tiene la pretensión de desbrozar algo de la enseñanza del propio Jesús con respecto a sí mismo, no tan sólo a partir de los hechos que realiza, sino a partir de los textos que tenemos que reportan su enseñanza. O sea, de vislumbrar lo que en el camino de Emaús (Lucas 24, 13-35) viene propuesto como lo normativo para la lectura eclesial, pero de entenderlo en los relatos que tenemos del Jesús que enseña antes de su muerte. Y aquí estamos en un terreno a la vez muy, muy interesante, y muy difícil, pues nuestros textos no son, ni fingen ser, relatos casi cinematográficos de lo acontecido. Son algo mucho más rico y entretenido que esto. Antes que seguir con la descripción de lo que son “desde fuera” me gustaría invitarles ahora a participar conmigo en la búsqueda de lo que son “desde dentro” – o sea, de atrevernos a buscar aquel vislumbre, aquel atisbo de la enseñanza cristológica del Maestro, en medio del relato evangélico.

Escuchemos la parábola (Lucas 15, 11-32 – versión de la Biblia de Jerusalén):

[Jesús] dijo: “Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. “Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.” Y, levantándose, partió hacia su padre. “Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus siervos: “Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.” El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: “Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!” “Pero él le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado.”

Pues bien, un poco de contexto. Imaginen por favor que Ustedes están en una sinagoga en la Palestina del primer siglo o, tal vez mejor, en las afueras de una sinagoga, ya que en esta ocasión Jesús está enseñando a algunas personas que tendrían dificultad para entrar en una sinagoga. Imaginen también que Ustedes son fariseos o escribas, quitando de la imaginación todo el peso de las connotaciones modernas de estas palabras – o sea, no se consideran hipócritas, sino más bien gente observante, gente modesta y sobria, que tienen un entusiasmo religioso real, una devoción segura al camino del Torah, un buen conocimiento de todas los relatos y narraciones que se reciben como textos santos y una auténtica curiosidad por entender lo que estaría haciendo este Jesús que tal vez sea profeta.

Están acostumbrados a un ciclo de lecturas en la sinagoga. Desde hacía más de un siglo antes de Cristo se habían dividido los libros de Moisés en 150 trechos para que se leyese la Torah entera en un ciclo de tres años. Estaban divididos para conveniencia de las fiestas y se conocían los trechos como sedarim. También, posteriormente se había añadido la lectura de trechos de los Profetas, y estos trechos se conocían comohaftarot. De modo que para cada sábado había lecturas señaladas, y la persona que hacía la lectura y el comentario no los hacía al azar, sino que comentaba las lecturas señaladas. Infelizmente no tenemos mucha evidencia de la exacta distribución de las lecturas en tiempo de Jesús, de la misma manera que no tenemos exacto conocimiento de todos los libros que fueron considerados santos por los diversos grupos que componían el pueblo hebreo en la Palestina de la época. En ambos casos nuestro conocimiento más exacto comienza algo después de la época del testimonio apostólico. Pero sí sabemos que había tal ciclo de lecturas, y algunos elementos pueden vislumbrarse desde los textos del Nuevo Testamento.

Lo normal entonces para una enseñanza de la época sería tomar los textos que estaban señalados, y a partir de ellas construir algo para la edificación de los presentes. Y es esto que vemos hacer a Jesús con la parábola del Hijo Pródigo. Parece que estamos delante de una enseñanza que tiene su base en los textos para la fiesta de la dedicación del Templo, donde los textos señalados eran Génesis 46:28 – 47:31, y Ezequiel 37, 15-28. Ambos textos se refieren a la difícil relación fraterna entre dos tribus hermanas, Judá y José y a posibles medidas para superar sus diferencias y traerlas a que formen una sola grey en la celebración a Dios. Por lo menos estos fueron los textos para la fiesta en uno de los tres años del ciclo [1]. Se ha detectado también por debajo de los textos de este trecho central del Evangelio de Lucas un comentario sobre diversos pasajes del libro de Deuteronomio [2]. El trecho de la Torah en esta ocasión sería Deuteronomio 21, 15 – 23, que habla sobre la distribución de bienes entre un hijo mayor y un hijo menor, y luego del tratamiento apropiado para un hijo rebelde – o sea su lapidación, y termina con la aseveración de que aquel que cuelga de un árbol muere bajo la maldición de Dios. El trecho de los profetas sería tal vez Malaquías, o bien en su integridad (el libro no es largo) o bien ciertos trechos del mismo, ya que comienza con recordar a un hermano mayor, Esaú, a quien Dios no amó, y a un hermano menor, Jacob a quien Dios amó, y termina con la promesa de la vuelta del profeta Elías que va a reconciliar a padres con hijos, y a hijos con padres [3].

El contexto de la parábola lo conforman no tan sólo los textos para la fiesta, sino también la propia fiesta en sí: la de la Dedicación del Templo, la que ahora se llama Chanukah, o la fiesta de luces. Esta fiesta refiere en primer lugar a la nueva dedicación del Templo en 129 antes de Cristo, y en segundo lugar a la dedicación original del primer Templo realizado por Salomón en siglos remotos, y el saber algo de este contexto vitalicio nos permitirá adentrarnos un poquito más en lo que Jesús está haciendo al proferirnos esta parábola. Leer más…

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