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Monseñor Arizmendi, cardenal electo: “Dicen que soy homófobo”

Sábado, 7 de noviembre de 2020
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cq5dam.thumbnail.cropped.1000.563Pues sí… lo es… Usted podrá decir lo que quiera y no considerarse homófobo pero comparar la homosexualidad con delitos terribles es serlo, y mucho:

“No apruebo el alcoholismo y la drogadicción, pero trato de comprender a quienes se embriagan y se drogan”

“Nunca aprobaré asesinatos, violaciones, secuestros, extorsiones, corrupción y demagogias, pero trato de comprender a quienes han caído en esas redes”

“No me considero homófobo por el hecho de desaprobar los actos homosexuales”

“El nuevo cardenal Arizmendi: homófobo, polémico y progresista en lo social”. Así se despachaba el diario El País en una información de su corresponsal en México, Elías Camhaji, el pasado 27 de octubre. La información del diario español causó conmoción, tanto en España, como en México e, incluso, en el Vaticano. ¿El Papa Francisco había elegido un cardenal homófobo? ¿Un arzobispo progresista y socialmente implicado, como Felipe Arizmendi Esquivel, sucesor en Chiapas del famoso Samuel Ruiz, llamado ‘Tatic Ruiz’, el obispo de los indígenas, podía odiar a los homosexuales?

Pasaron varios días y, hoy, el cardenal electo acaba de publicar un artículo en el que trata de contestar a ésas y otras preguntas. Incluso desde el titular del mismo: ‘Dicen que soy homófobo’. Con la dinámica de la revisión de vida (ver-juzgar-actuar), que ha utilizado siempre en sus escritos episcopales, monseñor Arizmendi comienza contando y analizando el escrito del diario español, en el que “se hace una ligera mención a mi actitud ante la homosexualidad y, por ello, me califica de ‘homófobo’, es decir que soy enemigo de los homosexuales”.

 Sin tener, en cuenta, como recuerda el prelado, que en su escrito de la semana pasada decía:Las personas homosexuales son hijos de Dios y deben ser amados como Dios los ama, pero nunca se podrán aprobar los actos homosexuales, pues son intrínsecamente desordenados”.

Y explica su actitud, con una serie de ejemplos: “En forma análoga, no apruebo el alcoholismo y la drogadicción, pero trato de comprender a quienes se embriagan y se drogan, porque hay vacíos afectivos muy hondos en su historia; no se sienten amados, comprendidos, valorados, exitosos, y por ello se compensan de esa forma. Son seres humanos amados por Dios, y hay que amarlos como El los ama”.

Y sigue poniendo ejemplos, como el adulterio, la infidelidad matrimonial y otras muchas cosas. Nunca aprobaré asesinatos, violaciones, secuestros, extorsiones, corrupción y demagogias, pero trato de comprender a quienes han caído en esas redes, porque la mayoría han carecido de un hogar estable, de un padre justo, trabador y amoroso; carecen de estudios o de un trabajo digno; alguien los ha engañado como si el dinero y el poder trajeran la felicidad en forma automática. Son seres humanos amados por Dios, y hay que amarlos como El los ama”

Por eso, confiesa que “cuando he ido a cárceles, no voy en plan condenatorio, sino a llevar el amor misericordioso de Dios y de la Iglesia”.

Y concluye el apartado del ver asegurando: No me considero homófobo por el hecho de desaprobar los actos homosexuales, pues Dios tampoco los aprueba, y no por eso es homófobo. Quienes viven de esa manera, son seres humanos amados por Dios, y hay que amarlos como El los ama, invitándoles a la conversión”.

En la parte del juzgar o del pensar, monseñor Arizmendi, elenca una serie de citas, que figuran en el Catecismo de la Iglesia, de la Biblia sobre la homosexualidad. Como ésta de San Pablo a los Corintios: ““¡No se engañen! Ni lujuriosos, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales, ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni insolentes, ni estafadores heredarán el Reino de Dios. Y así eran algunos de ustedes, pero han sido purificados, santificados y hechos justos en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor 6,9-11).

Y tras las citas bíblicas, el cardenal electo concluye: Dios no es homófobo por estar en desacuerdo con los actos homosexuales y con otros desórdenes morales. Dios nos ama tanto que nos envió a su Hijo, Jesucristo, no para condenarnos, sino para salvarnos”

Además, invita a hacer vida pastoral esta actitud de misericordia con los homosexuales: “Ojalá así sea siempre nuestro proceder: no de jueces implacables, sino de hermanos que están cerca de los que necesitan el amor de Dios. Como Iglesia samaritana y con los brazos siempre abiertos a sus hijos, necesitamos recalcar más este acercamiento pastoral hacia todos, independientemente de su identidad y tendencia, invitándoles a la conversión”.

DICEN QUE SOY HOMOFOBO

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo Emérito de SCLC

VER

Con ocasión de que el Papa anunció mi elección para ser cardenal, el periódico español El País publicó un comentario en que me califica como “homófobo, polémico y progresista en lo social”. Difunde opiniones de algunos personajes del país, la mayoría laudatorias, pero afirma que reflejo “posturas muy conservadoras en la moral”, que “mancharon su legado”. Se hace una ligera mención a mi actitud ante la homosexualidad y, por ello, me califica de homófobo, es decir, que soy enemigo de los homosexuales. No toman en cuenta lo último que escribí en mi más reciente artículo semanal: “El matrimonio es sólo entre un hombre y una mujer que se aman, que están abiertos a la vida y que se comprometen a ser uno para el otro durante toda la vida. Las personas homosexuales son hijos de Dios y deben ser amados como Dios los ama, pero nunca se podrán aprobar los actos homosexuales, pues son intrínsecamente desordenados”.

En forma análoga, no apruebo el alcoholismo y la drogadicción, pero trato de comprender a quienes se embriagan y se drogan, porque hay vacíos afectivos muy hondos en su historia; no se sienten amados, comprendidos, valorados, exitosos, y por ello se compensan de esa forma. Son seres humanos amados por Dios, y hay que amarlos como El los ama.

No apruebo el adulterio y la infidelidad matrimonial, pero trato de comprender a quienes los practican, porque en su matrimonio no hay complementariedad integral, hay menosprecios e insatisfacciones, decepciones y violencia. Buscan fuera del hogar lo que no encuentran en casa. Son seres humanos amados por Dios, y hay que amarlos como El los ama.

Nunca aprobaré asesinatos, violaciones, secuestros, extorsiones, corrupción y demagogias, pero trato de comprender a quienes han caído en esas redes, porque la mayoría han carecido de un hogar estable, de un padre justo, trabador y amoroso; carecen de estudios o de un trabajo digno; alguien los ha engañado como si el dinero y el poder trajeran la felicidad en forma automática. Son seres humanos amados por Dios, y hay que amarlos como El los ama. Cuando he ido a cárceles, no voy en plan condenatorio, sino a llevar el amor misericordioso de Dios y de la Iglesia.

No me considero homófobo por el hecho de desaprobar los actos homosexuales, pues Dios tampoco los aprueba, y no por eso es homófobo. Quienes viven de esa manera, son seres humanos amados por Dios, y hay que amarlos como El los ama, invitándoles a la conversión.

PENSAR

Transcribo las citas bíblicas que toma en cuenta el Catecismo de la Iglesia Católica, como el relato de Génesis 19,1-9, que atribuye la destrucción de Sodoma y Gomorra, entre otras razones, a la homosexualidad de algunos de sus habitantes. Las demás citas son de San Pablo:

“Conforme a los deseos desordenados de sus corazones, Dios los entregó a una impureza tal que entre ellos deshonraron sus propios cuerpos, porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y dando culto a la criatura en vez de al Creador, que es bendito por los siglos. ¡Amén! Por esta razón, Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues las mujeres cambiaron las relaciones naturales del sexo por otras contra la naturaleza, y de igual manera los varones, dejando de lado las relaciones naturales con la mujer e incitándose en el deseo de unos por otros, realizaron acciones vergonzosas entre ellos, por lo que recibieron en sí mismos el pago merecido por sus extravíos. Y como no quisieron reconocer a Dios, él los entregó a su mente depravada, para que hicieran lo que no conviene” (Rom 1,24-28).

“¡No se engañen! Ni lujuriosos, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales, ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni insolentes, ni estafadores heredarán el Reino de Dios. Y así eran algunos de ustedes, pero han sido purificados, santificados y hechos justos en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor 6,9-11).

“Ya sabemos que la Ley es buena siempre y cuando se emplee para lo que es, es decir, sabiendo que ella no ha sido establecida para los justos, sino para los rebeldes y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los sacrílegos y profanos, para los que matan a su padre o a su madre y para los asesinos, para los lujuriosos y los homosexuales, para los que trafican con seres humanos, para los mentirosos y para los que juran en falso y para cualquier otro vicio que se oponga a la sana enseñanza del glorioso Evangelio del Dios bienaventurado que me ha sido confiado” (1 Tim 1,8-11).

ACTUAR

Dios no es homófobo por estar en desacuerdo con los actos homosexuales y con otros desórdenes morales. Dios nos ama tanto que nos envió a su Hijo, Jesucristo, no para condenarnos, sino para salvarnos. Ojalá así sea siempre nuestro proceder: no de jueces implacables, sino de hermanos que están cerca de los que necesitan el amor de Dios. Como Iglesia samaritana y con los brazos siempre abiertos a sus hijos, necesitamos recalcar más este acercamiento pastoral hacia todos, independientemente de su identidad y tendencia, invitándoles a la conversión.

Fuente Religión Digital

General, Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica , ,

Monseñor Arizmendi, cardenal electo: “Nunca se podrán aprobar los actos homosexuales, pues son intrínsecamente desordenados”

Martes, 3 de noviembre de 2020
Comentarios desactivados en Monseñor Arizmendi, cardenal electo: “Nunca se podrán aprobar los actos homosexuales, pues son intrínsecamente desordenados”

matrimoniogay1Siguen siendo crueles… ¿Hablan ellos de desorden?

Francisco aparta al Dicasterio de Comunicación de la gestión de la crisis por las uniones civiles

Uniones, no matrimonios homosexuales“, defiende el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas

“En ningún momento (el Papa) habló de un derecho a casarse, a formar una familia adoptando niños; mucho menos a un matrimonio religioso, ni siquiera civil”

“La doctrina de la Iglesia, que el Papa Francisco no modifica, está claramente expresada en el Catecismo de la Iglesia Católica”

“Las personas homosexuales son hijos de Dios y deben ser amados como Dios los ama”

“Mantengámonos firmes en nuestra fe, y sepamos discernir lo que se difunde en los medios informativos

VER

Gran revuelo han causado unas frases del Papa Francisco, divulgadas en un documental del cineasta Evgeny Afineevsky, como si con ellas aprobara la agenda homosexual y cambiara la doctrina tradicional de la Iglesia. Estas son sus palabras: “Las personas homosexuales tienen derecho a estar en la familia. Son hijos de Dios, tienen derecho a una familia. No se puede echar de la familia a nadie, ni hacerle la vida imposible por eso. Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil. Tienen derecho a estar cubiertos legalmente. Yo defendí eso”.

En ningún momento habló de un derecho a casarse, a formar una familia adoptando niños; mucho menos a un matrimonio religioso, ni siquiera civil. Dijo: “Tienen derecho a estar en la familia… a una familia… No se puede echar de la familia a nadie, ni hacerle la vida imposible por eso”. Esto no es algo contrario a la ley de Dios, ni la Iglesia ha exigido a los padres de un homosexual que lo despidan del hogar. Hacerlo, sería una ofensa a Dios. Como hijos de Dios, los homosexuales son personas a quienes sus padres y toda la sociedad deben atender, como a los demás. Esto no significa avalar las conductas homosexuales.

Sin embargo, la Congregación para la Doctrina de la Fe, entonces presidida por el Cardenal Joseph Ratzinger, emitió un documento el 3 de junio de 2003 en que se afirma: “El respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual, ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad… Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común, es un acto gravemente inmoral”.

Esperamos que este asunto se aclare más, pero lo que el Papa mencionó es lo que algunos hemos sostenido varias veces en reuniones con legisladores y autoridades civiles. No estamos de acuerdo en que se aprueben civilmente los llamados matrimonios entre personas del mismo sexo, porque no son matrimonios; pero sí es conveniente que haya leyes que protejan derechos de personas tanto del mismo como de diferente sexo que conviven, sin estar casados, como el derecho a heredar, a la asistencia sanitaria, a prestaciones laborales, etc. Estas leyes serían no sólo para homosexuales, sino para personas incluso de diferente sexo, no casadas, que deciden compartir su vida y sus bienes. Proponer que se protejan esos derechos, no es legitimar uniones homosexuales. El Estado debe proteger derechos de todos los ciudadanos.
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PENSAR

El Papa Francisco, en su Exhortación Amoris laetitia, fijó su postura, que no ha cambiado: “Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos… Sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad… Las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad” (52).

Y en cuanto a “los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo” (251).

La doctrina de la Iglesia, que el Papa Francisco no modifica, está claramente expresada en el Catecismo de la Iglesia Católica: “La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (Cf. Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso” (2357).

“Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición” (2358).

“Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana” (2359).

ACTUAR

Mantengámonos firmes en nuestra fe, y sepamos discernir lo que se difunde en los medios informativos. El matrimonio es sólo entre un hombre y una mujer que se aman, que están abiertos a la vida y que se comprometen a ser uno para el otro durante toda la vida. Las personas homosexuales son hijos de Dios y deben ser amados como Dios los ama, pero nunca se podrán aprobar los actos homosexuales, pues son intrínsecamente desordenados.

Fuente Religión Digital

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