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“El Carpintero de Nazaret”, por Manuel Mandianes

Jueves, 7 de enero de 2021
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carpintero2“Este año se habla equivocadamente de una Navidad diferente ignorando la esencia de la Navidad”

“El Cristo de Kazanzakis no es una deidad tan infalible y libre de pasiones, pero es un apasionado y emotivo ser humano a quien ha sido asignada una misión, que a veces se le hace difícil comprender y que con frecuencia le exige enfrentarse a su consciencia y sus emociones”

“A diferencia de otras cristologías, la de la teología social se articula en vista de una salvación que se espera aparezca ya en esta historia. A los novelistas les interesa la acción, lo que hacen sus protagonistas motivados por la fe en el Cristo”

“El Cristo social ha liberado al cristianismo de sus cadenas ideológicas, de sus corsés escolásticos, de sus delimitaciones filosóficas, ha arrancado a Cristo de las páginas de la Suma Teológica”

La sociedad postmoderna considera el dogma una imposición de tesis sin demostración científica, basadas en la tradición y en la autoridad, irreconciliable con la autonomía de la persona y la libertad de pensamiento. Desde mediados del siglo XX la teología, con sus diversos apellidos, ha destacado el aspecto social de la fe en Jesús, el carpintero de Nazaret, gente pobre y humilde, que se implicó en los asuntos sociales y políticos de su comunidad practicando las costumbres sociales y participando de las ceremonias y ritos religiosos, pero criticando agriamente el fariseísmo y la hipocresía de la autoridad política y religiosa de su tiempo.

Interesa la historia de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte y su resurrección, pero en nuestros días, interesa sobre todo lo que deben hacer y cómo deben de ser quienes creen en él; el conjunto de actividades que los hombres y mujeres de hoy que quieren operar sobre la realidad social y transformarla según el espíritu que se desprende de la lectura y el estudio del Nuevo Testamento y el amor a Jesús de Nazaret.

Esto es posible gracias al mismo espíritu que hizo a Jesús misericordioso con los pobres y fiel al misterio de Dios. La teología académica muestra ese aspecto desde un punto de vista estructural. La teología pastoral se guía por una indagación histórica en la que confluyen la memoria individual y la memoria colectiva de la miseria, de la exclusión, de la explotación, de la esclavitud, y eso le da fuerza y vitalidad arrolladoras y convierten el cristianismo en un compromiso social y un testimonio de vida trascendente. Al año se publican cientos de libros sobre la historia de Jesús, se filman muchas películas y se escriben novelas en las que él es el protagonista o el protagonista se entrega a los demás, a veces heroicamente, motivado por la fe y el amor a Jesús. Aquí interesan algunas de estas novelas.

coverLa figura de Jesús siempre estuvo presente en el pensamiento de Kazanzakis, desde su juventud hasta sus últimos años. “Desde mis años de niño, Cristo me obsesionó. Esa unión tan misteriosa y tan real del hombre y de Dios, esa nostalgia, tan humana y tan sobrehumana, de una reconciliación de Dios y del hombre al más alto nivel a que un ser pueda aspirar. Es necesario que podamos seguir a fondo, conocer su combate, que vivamos su agonía; que sepamos cómo desbarató las trampas floridas de la vida; cómo sacrificó las grandes y pequeñas alegrías del hombre; cómo subió, de sacrificio en sacrificio, de proeza en proeza, hasta la cima de la prueba, hasta la Cruz”.

El Cristo de Kazanzakis no es una deidad tan infalible y libre de pasiones, pero es un apasionado y emotivo ser humano a quien ha sido asignada una misión, que a veces se le hace difícil comprender y que con frecuencia le exige enfrentarse a su consciencia y sus emociones y, en última instancia, a sacrificar su propia vida para su cumplimiento. Kazanzakis, agnóstico enamorado de Jesús, plasmo su compromiso con Jesús en varias de sus novelas especialmente en ”Cristo de nuevo crucificado”, cuyo personaje, Manolius, especie de doble del autor, muere Crucificado por las autoridades políticas y religiosas.

51xje5LJRUL._SX309_BO1,204,203,200_Los cristianos, especialmente los sacerdotes de Los curas comunistas, viven y luchan por la defensa de los humildes y apoyan su práctica pastoral, su predicación y sacan fuerza para su testimonio de la meditación sobre la vida de Jesús. Para dar legitimidad a la corriente renovadora de la Iglesia, y más concretamente a la experiencia de los curas obreros, que constituye una de las expresiones de dicha renovación, el autor convierte la aventura personal del sacerdote que protagoniza la novela en una auténtica reescritura de la Pasión de Cristo. El amor al prójimo, sin distingo y como virtud más esencial del auténtico cristiano, es la energía y el motor de la evolución y del acercamiento del cristianismo a la clase obrera, “colectivo que ya ha desertado de esta Iglesia”. Francisco Quintas, sacerdote protagonista, vive en una modesta vivienda en el propio barrio obrero en que se ubica la fábrica, se viste el mono, vestidura propia de los obreros, y se mete a trabajar como peón, en una fábrica del ramo siderometalúrgico como prueba de su entrega a las exigencias del Evangelio.

portada_la-guerra-de-los-pobres_eric-vuillard_202007071047“La guerra de los pobres” es la puesta en acción de la teología de Tomas Muntzer, teólogo alemán del siglo XVI. Los campesinos del sur de Alemania, enardecidos por el teólogo, se sublevan esgrimiendo la Biblia. Se está desplazando el poder despótico y de dominación, por el poder de seducción. Lo que seduce se impone, y lo que más seduce es la bondad. La bondad es respeto, tolerancia, cercanía, cariño, simpatía que se traduce en darlo todo, hasta la vida, luchando por u nundo más justo, por hacer feliz al que lo pasa mal. La base de la predicación de Muntzer, al apartarse de los demás predicadores se volvió virulenta, hasta terrible: “Sublevad los pueblos y las ciudades, … No debemos dormir más tiempo”. Al final, encadenaron a Muntzer y lo mataron.

En blanco narra la participación de los cristianos latinoamericanos, resaltando el papel de los sacerdotes, en la lucha armada contra “el pecado estructural”, las estructuras de explotación. “No entiendo como podéis pensar que vais a lograr un mundo mejor matando gente”, le pregunta el protagonista de “En blanco” a los guerrilleros. Ellos le responden: “No matamos por matar; matamos a quien se opone a la construcción de un mundo más justo y fraternal y hacen todo lo posible por mantener y mantenerse de unas estructuras injustas, hechas a la medida de los poderosos”.

043018_cubierta-EN_BLANCO-WEBA diferencia de otras cristologías, la de la teología social se articula en vista de una salvación que se espera aparezca ya en esta historia. A los novelistas les interesa la acción, lo que hacen sus protagonistas motivados por la fe en el Cristo. El dolor de los que sufren es la hoz que siega la mala hierba. Ya no es sólo la palabra, como había intentado Erasmo con su “Elogio de la locura”. Manolius, Muntzer, los sacerdotes obreros y los curas guerrilleros están hartos de palabras y dan el paso a la acción tratando de vivir aquello del maestro: “Por sus obras los conoceréis”. Todos los protagonistas, Manolius, Tomas, el Padre Quintas y los sacerdotes guerrilleros actuaron y murieron por amor y ¿odiando al enemigo?

“El mundo que predica Jesús, como el que predica el Papa Francisco es una utopía”, le dijo un filósofo agnóstico al teólogo. Éste le respondió: “La mayor utopía es un mundo sin utopía. La utopía es necesaria, y la que tenemos que perseguir y realizar es la de que cada grupo o comunidad de cristianos vea de qué modo reunirse para celebrar la memoria de Jesús y compartirla. Jesús es la presencia de Dios en la vida, en toda la vida. El Cristo social ha liberado al cristianismo de sus cadenas ideológicas, de sus corsés escolásticos, de sus delimitaciones filosóficas, ha arrancado a Cristo de las páginas de la Suma Teológica.

Este año se habla equivocadamente de una Navidad diferente ignorando la esencia de la Navidad. Lo que este año cambia es la manera de celebrar la Navidad, pero la Navidad es la misma, la celebración del nacimiento de Jesús. Para aquellos que ven más allá de la farándula y la fanfarria de estos días y dejan salir la esencia de lo que aquello es aunque no se parezca en nada a lo que los demás ven, la Navidad no cambia nada.

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En el centro del mundo, nos sentimos alejados de todo y solos en la intimidad de la ausencia. Lo que está dentro de nosotros es lo más lejano y lo más cercano es lo que pasa en el otro cabo del mundo. Vivimos bajo el asombro de la lejanía. Lo que es sólo se puede escuchar en el silencio, en el cruce de los caminos del corazón, en el taller del Carpintero de Nazaret. Eso es la intimidad, la fusión del hombre consigo mismo, donde el hombre llega a la presencia de si mismo, absolutamente incomunicable, prendida a los recuerdos que tienen un dónde y un cuándo precisos, se acrecienta con cada amanecer, con cada atardecer, hasta con la soledad que impone la pandemia. Solo ahí uno se puede encontrar con Él.

Fuente Religión Digital

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“Trascendencia en clave menor: El humor (II)”, por Gema Juan OCD

Martes, 12 de agosto de 2014
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14464939468_ac796bfc5f_mLeído en su blog Juntos Andemos:

Teresa de Jesús era una mujer de gran receptividad. Su vida, sus escritos y sus amistades lo muestran claramente. Tenía gran sensibilidad para comprender y hacerse cargo de los demás, también para percibir su entorno, las posibilidades y las carencias.

Esa es una de las razones por las que el humor era uno de sus grandes aliados. Porque, como decía Carlyle, «la esencia del humor es la sensibilidad; la cálida y tierna simpatía por todos los tipos de existencia». Teresa invita a vivir con sensibilidad y simpatía. Y, de hecho, ella siempre ha procurado «dar contento adondequiera que estuviese» y «sentir con pena las penas» de los demás.

Esa empatía le permite bromear con su hermana y amiga María de San José, diciéndole: «¡Oh, qué vana estará ella ahora con ser medio provinciala!», en una ocasión en que María debe asumir ciertas responsabilidades, o con su hermano Lorenzo: «Riéndome estoy cómo él me envía confites, regalos y dineros, y yo cilicios». Sintoniza con lo que viven ambos y, al mismo tiempo, les deja caer un pequeño mensaje.

Por otra parte, el humor es liberador, permite invertir el orden de las cosas y dar la vuelta a situaciones adversas. Teresa lo utiliza para transformar cosas muy serias y convierte lo que puede ser una amenaza, en un aliado. Así lo hace ante la Inquisición, con la que sabía que podía tener serias dificultades por su condición de mujer espiritual, sus experiencias y sus actividades.

Contaba que le decían, con mucho miedo, que eran tiempos difíciles, «recios», y que podían acusarla a la Inquisición. Ella dirá: «A mí me cayó esto en gracia y me hizo reír, porque en este caso jamás yo temí, que sabía bien de mí que en cosa de la fe contra la menor ceremonia de la Iglesia que alguien viese yo iba, por ella o por cualquier verdad de la Sagrada Escritura me pondría yo a morir mil muertes. Y dije que de eso no temiesen».

Erasmo de Rotterdam explicaba en su Elogio de la locura que, en ocasiones, una necedad que no se puede desmontar con muchos y buenos argumentos, viene a deshacerse, se «desbarata en un instante», sencillamente, con la risa. Teresa lo sabía y a la hora de enseñar y corregir se apoyó en ella. Una risa cargada de lucidez y bondad, «risa redentora» la llamó Peter Berger.

A su querida María Bautista le dirá: «Yo le digo que me hace reír, como dice que otro día dirá lo que le parece de algunas cosas. ¡A usadas que tiene consejos que dar!». Y valora mucho que las hermanas del convento de la Encarnación escriben versos graciosos para sobrellevar las muchas dificultades que tenían. Se los envía a Gracián, y le escribe: «Para que vuestra paternidad se ría un poco, le envío esas coplas que enviaron de La Encarnación, que más es para llorar cómo está aquella casa; pasan las pobres entreteniéndose».

Se ríe de la simpleza de Ambrosio Mariano, para prevenirle: «En gracia me ha caído el decir vuestra reverencia que en viéndola la conocerá. ¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!». Y con tanto humor como amor reprende a su querido Gracián, en un momento en que él está muy desanimado: «No ande profetizando tanto con sus pensamientos».

Para reír es cuando escribe a María de San José: «Al padre fray Antonio de Jesús y al padre Mariano dé mis encomiendas, y que ya quiero procurar la perfección que ellos tienen de no escribirme». O cuando le habla de su salud: «Para mí ha sido mucho consuelo saber que tienen salud. Yo estoy como suelo, el brazo harto ruin y la cabeza también; no sé qué se rezan».

Esa risa o humor benigno se vuelve ironía en muchas ocasiones. Con ella, señala a los amigos cosas que han de revisar, es como un dedo que apunta pero sin herir. Le sirve, también, para crear complicidad, porque alude a situaciones y dificultades compartidas, como veremos más adelante.

Dirá al P. Mariano que nada de llamarla «reverenda y señora… parece que vuestra reverencia o yo nos hemos tornado calzados». Y le llama «doctor fray Mariano… vuestra merced reverencia», para que reaccione. Más fuerte –porque mayor amistad tiene– escribe a Gracián, cuando andaba tan cabizbajo: «Si con tan buena vida tiene ese cerro (acritud y pesimismo), ¿qué hubiera hecho con la que ha tenido fray Juan?» [que salía entonces de la cárcel].

La usa igualmente con sus hermanas. Por ejemplo, cuando toca el tema de no atarse en exceso al cuidado del cuerpo, dirá: «Algunas monjas no parece que venimos a otra cosa al monasterio sino a procurar no morirnos; cada una lo procura como puede».

Y, con todo, en el humor, como en tantas cosas buenas, es necesario tener mesura y discernimiento. «Aun en lo bueno hemos menester tasa y medida», escribía Teresa. Y por eso, mientras celebraba el buen humor de sus hermanas sevillanas, les avisaba que tuvieran cuidado al escribir a cierto clérigo: «Harto me huelgo que sea de ese humor. Con todo anden recatadas, que es tan perfecto que quizá lo que pensamos le hace devoción le escandalizará».

Con ingenio, pondrá motes divertidos a sus allegados. «Maestra de las ceremonias» llama a la criada de su hermano Lorenzo, o «Padre eterno» al muy querido jesuita Pablo Hernández. Humor e ironía se mezclan ahí, como en tantas ocasiones, creando el clima de amistad y confianza que tan querido era para Teresa.

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