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Entradas Etiquetadas ‘Amor a uno mismo’

“Los tres amores “, por Gabriel Mª Otalora

Martes, 31 de mayo de 2022
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rosto-de-jesus-na-multidaoDe su blog Punto de Encuentro:

Una primera lectura del Evangelio parece indicarnos que lo más importante es no pensar en uno mismo, llegando incluso al menosprecio personal como sinónimo de humildad, tal como parecen señalar algunos textos piadosos preconciliares que aún mantienen interés en determinados círculos cristianos: pensar en uno mismo como sinónimo de egoísmo, cuando lo cierto es que una lectura más madura de la Palabra puede indicarnos algo bien diferente, Me explico.

Una de las frases más conocidas e importantes atribuidas a Jesús es el imperativo de que tengo que amar al prójimo como a mí mismo. Esto quiere decir que existe un sano amor a uno mismo que debe casarse con esta otra frase no menos conocida: quien quiera seguir a Jesús, niéguese a sí mismo. Amarse sin ser egoísta… ¿es esto posible? Pues es lo único sano. De hecho,  cualquier psicólogo, incluso los más novatos, nos dirá que el egoísta no ama a nadie, empezando por él mismo, precisamente por ser egoísta. Puede dar la apariencia de que toda esta energía que centra para sí mismo es debida al amor que se tiene. No obstante, su actitud implica una gran incapacidad para amarse.

La sabiduría evangélica ilumina nuestra conducta casando los tres amores esenciales: amor a Dios, amor al prójimo y amor a uno mismo, empezando por este último como algo básico para un amor maduro a los demás y a Dios. La razón es que, si uno no se quiere, difícilmente es capaz de amar a otros en plenitud y madurez. La aceptación amorosa de mi persona, con todas las luces y sombras, es un aspecto esencial de la maduración espiritual del creyente. Y de ahí, surge la necesidad de sentirnos amados y amar fuera de nosotros pues amar es Plenitud.

La abnegación a la que nos invita el Evangelio no es a la infravaloración de la persona, da igual si se trata de uno mismo o del prójimo, ambos crisoles queridos por Dios, creados a su imagen y semejanza. Otra cosa es repudiar las actitudes y conductas insolidarias y egoístas que nos impiden llegar a ser lo que estamos llamados a ser, y que hay que domeñar cada día. Recordemos que no hay que amar las obras malas… pero sí al pecador porque todos somos hijos e hijas amados por Dios.

Ese negarse a sí mismo podría traducirse por amarse plenamente a sí mismo, que es lo más alejado que existe del egoísmo, de la llamada “resignación cristiana” (un oxímoron), del narcisismo y del altruismo neurótico que degenera en la manipulación del prójimo. Servir a los demás con verdadera solidaridad cristiana requiere un cierto nivel de autoestima. Si somos fruto del amor de Dios, estamos destinados a amar a los demás, a desear su bien y alegrarnos con ello. Porque eso es amar, alegrarnos con el bien ajeno, hacerlo propio y, por tanto, procurarlo siempre que podamos.

El Papa Francisco es muy claro: “La resignación no es una virtud cristiana”. Hemos escuchado muchas veces que hay que resignarse a la voluntad de Dios, sin entender que esta palabra tiene un matiz pasivo y opresor que señala la manera menos indicada de afrontar una dificultad. La verdadera aceptación ante lo inevitable está relacionada con una liberación y el aprendizaje maduro de la vida sin restregarse en culpas fatalistas que incapacitan para asumir la realidad y seguir proyectando la vida, buscando mejores opciones y reinventarnos.

Los cristianos seguimos teniendo pendiente entender y vivir una sana autoestima como expresión madura de nuestra fe: aceptación de uno mismo, buscar y alegrarse de los logros ajenos, luchar para la erradicación del sufrimiento… Nada de esto está reñido con la verdadera humildad; al contrario. Exaltar el dolorismo haciendo del sufrimiento un fin no es cristiano. ¡Somos hijos de la Buena Noticia! Como dice el maestro Eckhart, noble y justa es la persona que, amándose a sí misma, ama a todos los demás en la misma medida. Y esta es la mejor manera de amar a Dios.

POSDATA – Si al leer esta breve reflexión quedan dudas, tenemos una poderosa arma de contraste. Ni más ni menos que detenernos y reflexionar, en serio, sobre las actitudes y conductas de Jesús, que es nuestro ejemplo a seguir; un ser humano asertivo, fuerte y compasivo a la vez, alegre y agradecido por los dones del Padre, alguien cercano que transmite vida y esperanza y cuyo amor lo llevó hasta el extremo, buscando siempre el bien de todos, especialmente de quienes peor lo tienen.

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“Ser nosotros mismos”, por José Carlos Gª Fajardo

Sábado, 24 de enero de 2015
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harrylins10Dedicado (artículo y fotografía) a todos aquellos que nos “perdonan la vida” por ser homosexuales y creyentes. A todos aquellos que piensan que por ser homosexuales no podemos ser creyentes, a todos aquellos que piensan que por ser creyentes no podemos admirar un cuerpo masculino o femenino y a todos aquellos que tienen que vivir en este doble exilio de Fe y homosexualidad, rechazados por los unos y los otros…

Leído en la página web de Redes Cristianas:

Amarse no es mirarse uno a otro, recuerda Saint Exupéry, sino saber mirar juntos en la misma dirección. Me preocupa esa especie de solapado autismo que se esconde en querer ser Ying y Yang, padre y madre, blanco y negro, hombre y mujer, arriba y abajo, justo e injusto, en lugar de reconocer la coincidencia de los opuestos. Pero jamás la descubrirá ni encontrará quien niegue la realidad de los opuestos y complementarios. Eso de que “el buey solo bien se lame” no significa más que lo que dice, pero para eso hay que ser buey castrado, y muchos por ahí no pasamos.

¿Por qué esa manía de pretenderse autosuficientes en lugar de reconocerse contingentes? ¿Tanto miedo tenemos a reconocer que necesitamos amar y ser amados, que necesitamos ayuda y consuelo, estímulo y compañía, ternura y acicate? Muchas personas sufren porque creen que no les está permitido sentirse mal, quejarse o llorar, pedir ayuda o reconocer que han metido la pata. De ahí tantas personas agobiadas por creerse siempre actuando ante un público que no existe y ante jueces que no son tales o ante padres inflexibles o ante presuntos dispensadores de patentes de eternidad.

Antes, eran los clérigos, rabinos y ulemas, que amenazaban con el Infierno o con el mismo Cielo, amenaza real ante la perspectiva de una eternidad tañendo el arpa sobre una nube. Ahora, son psicólogos, educadores, presuntos líderes de opinión los que pretenden dispensar parecidas patentes de “buena conducta”.

Las personas no necesitamos ser salvadas por nada ni por nadie, nos basta con ser reconocidas, aceptadas y respetadas. Sobre todo que nos dejen ser nosotros mismos. Si nos dejamos impresionar por los modelos impuestos socialmente viviremos en una insufrible paranoia, como si nos estuvieran vigilando, como si tuviéramos que dar cuentas a ese gran hermano… que no existe, más que en el cuenco de mis manos y en el anverso de mi corazón.

Basta ya de preguntarme tantas veces “Y ahora, ¿qué he hecho?” Por eso, me ratifico en la convicción de que la educación, las buenas maneras, el buen gusto y el estilo son valores propios de cada sociedad y que ignorarlos o despreciarlos quizás no muestren sino una debilidad de carácter. Todos esos valores son formas de la vida, de la libertad, de la justicia y del indeclinable derecho a la búsqueda de la felicidad.

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