La parábola es tan simple que parece poco digna de un gran profeta como Jesús. Sin embargo, no está dirigida al grupo de niños que corretea a su alrededor, sino a «los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo», que lo acosan cuando se acerca al templo.
Según el relato, un padre pide a dos de sus hijos que vayan a trabajar a su viña. El primero le responde bruscamente: «No quiero», pero no se olvida de la llamada del padre y termina trabajando en la viña. El segundo reacciona con una disponibilidad admirable: «Por supuesto que voy, señor», pero todo se queda en palabras. Nadie lo verá trabajando en la viña.
El mensaje de la parábola es claro. También los dirigentes religiosos que escuchan a Jesús están de acuerdo. Ante Dios, lo importante no es «hablar», sino «hacer». Para cumplir la voluntad del Padre del cielo, lo decisivo no son las palabras, promesas y rezos, sino los hechos y la vida cotidiana.
Lo sorprendente es la aplicación de Jesús. Sus palabras no pueden ser más duras. Solo las recoge el evangelista Mateo, pero no hay duda de que provienen de Jesús. Solo él tenía esa libertad frente a los dirigentes religiosos: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios».
Jesús está hablando desde su propia experiencia. Los dirigentes religiosos han dicho «sí» a Dios. Son los primeros en hablar de él, de su ley y de su templo. Pero, cuando Jesús los llama a «buscar el reino de Dios y su justicia», se cierran a su mensaje y no entran por ese camino. Dicen «no» a Dios con su resistencia a Jesús.
Los recaudadores y prostitutas han dicho «no» a Dios. Viven fuera de la ley, están excluidos del templo. Sin embargo, cuando Jesús les ofrece la amistad de Dios, escuchan su llamada y dan pasos hacia la conversión. Para Jesús no hay duda: el publicano Zaqueo, la prostituta que ha regado con lágrimas sus pies y tantos otros… van por delante en «el camino del reino de Dios».
En este camino van por delante no quienes hacen solemnes profesiones de fe, sino los que se abren a Jesús dando pasos concretos de conversión al proyecto del Padre.
Ezequiel 18,25-28: Cuando el malvado se convierte de su maldad, salva su vida. Salmo responsorial: 24: Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna. Filipenses 2,1-11: Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Mateo 21,28-32: Recapacitó y fue.
La conversión de aquellos que el sistema religioso considera pecadores debería ser una señal profética con el poder de arrastrar a todos hacia el camino del bien. Sin embargo, esto no es lo que ocurre. Cada sistema religioso organiza sus valores en escalas jerárquicas en las que cuenta más la posición que la propia conciencia. El profeta Ezequiel y el evangelio se refieren a esta terrible realidad: los que se consideran a sí mismos salvados son incapaces de cambiar su manera de pensar para abrirse a la acción de Dios. Los más ilustres representantes de la religión (sacerdotes judíos, fariseos, escribas, etc.) incurren en el pecado de la falsa conciencia religiosa, es decir en la pretensión injustificada de considerarse salvados por sus propios méritos y no por la gracia de Dios. Pablo nos presenta una aguda reflexión sobre este problema y nos llama la atención sobre aquellos elementos de discernimiento que nos permiten evaluar nuestras prácticas cotidianas a la diáfana luz del amor misericordioso y del servicio solidario.
El profeta Ezequiel llama la atención a su pueblo, envuelto en intrigas, enajenado por las permanentes conspiraciones contra el imperio babilonio. La situación era extremadamente precaria luego de la primera deportación en el año 597 a.e.c. Los líderes del pueblo habían sido obligados a marchar a tierras extranjeras y vivían en condiciones extremadamente precarias. La situación en Jerusalén era extremadamente volátil. La falta de discernimiento, la manipulación de los sentimientos patrióticos y el oportunismo de los nuevos lideres los dejaban a la merced de una nueva y devastadora intervención de Babilonia como efectivamente ocurrió en el año 587 a.e.c. En medio de tanta tensión, caos y confusión el profeta hace un llamado a la cordura y al buen juicio. La falsa consciencia religiosa estaba inflando los planes de las autoridades del Templo y de los altos funcionarios de la corte. Se consideraban a sí mismos propietarios de la salvación y personas más allá del ‘bien y del mal’. Ezequiel los llama a la humildad y la honestidad, al servicio al pueblo y a la justicia, pues, en nombre del bien de la patria no cesaban de cometer crímenes e injusticias que contradecían el fundamento jurídico y ético de la alianza de Yahvé con su pueblo. Considerarse a si mismo justo, mientras se comenten las peores atrocidades no es sino un engaño inútil. El bien consiste en el respeto del derecho y en la práctica de la justicia.
La parábola que hoy nos propone Jesús, denuncia igualmente la falsa conciencia religiosa. La viña es la realidad del mundo, en la que el trabajo siempre es arduo y urgente. A esa viña el Padre envía a sus dos hijos. La respuesta de los dos es ambigua. Sin embargo, sólo el compromiso del que inicialmente se había negado al trabajo nos permite descubrir quién actúo coherentemente. De este modo Jesús denuncia a aquellos dirigentes y a todo el pueblo que públicamente se compromete a servir al Señor, pero que es incapaz de obrar de acuerdo con sus palabras. Actitud que contrasta con aquellos que aunque parecen negarse al servicio, terminan dando lo mejor de sí en la transformación de la viña.
Esta parábola plantea un dilema que pone al descubierto la praxis de sus oyentes y que, leída a la luz de los acontecimientos de la época de Jesús nos muestra cómo los que eran considerados pecadores por el aparato religioso eran, en realidad, los únicos atentos a la voz del profeta. La conversión no es un asunto de solemnes proclamas o de prolongados ejercicios piadosos, sino un llamado impostergable a la justicia y al discernimiento. Las palabras de Jesús herían la sensibilidad religiosa de sus contemporáneos que se consideraban auténticos seguidores de Yavé e inigualables hombres de fe, porque colocaba delante de ellos el testimonio de aquellas personas que eran consideradas una lacra social: las prostitutas y los publicanos.
Prostitutas y publicanos no sólo eran profesiones terriblemente despreciadas, sino que quienes las ejercían eran considerados personas asquerosas e inadmisibles entre la gente de bien. Jesús ridiculiza todas esas valoraciones lanzadas desde los pedestales del sistema religioso y muestra, con los hechos, que ni siquiera la presencia de un profeta tan grande como Juan Bautista es capaz de transformar las conciencias anquilosadas y estériles de aquellos que se consideran salvados únicamente por el alto cargo que ejercen en el aparato religioso.
Pablo nos muestra la misma realidad, desde el interior de la comunidad cristiana. Los creyentes, por sus mismas buenas intenciones, están más expuestos a crearse una falsa conciencia religiosa que los lleve a considerarse superiores a los demás o definitivamente salvados. El único criterio para determinar la autenticidad de las prácticas cristianas es lo que el llama ‘entrañas de misericordia’, o sea, el amor incondicional por aquellas personas excluidas y víctimas de la opresión y la miseria. Para Pablo, los cristianos no se pueden examinar únicamente a la luz de criterios piadosos, sino a la luz de la práctica de Jesús que actuó siempre en el mundo con entrañas de misericordia.
Más allá de una interpretación limitada al contexto judío del momento de Jesús, esta palabra suya puede y debe elevarse a categoría universal y a principio teórico: el de la primacía del hacer sobre el decir, de la praxis sobre la teoría. Un hermano dijo que sí, muy dispuesto, pero sus hechos desmintieron sus palabras: su palabra verdadera, su palabra práctica, fue un no. El otro hermano pareció estar desde el princpio fuera del camino de la salvación, por sus palabras negativas e inaceptables; pero a pesar de sus palabras, él de hecho fue a la viña, «hizo» la voluntad del Padre. Decir/hacer, teoría/praxis: el Evangelio está claramente decantado a un lado, sin vacilaciones, en estas disyuntivas. Leer más…
Éste es un texto central del evangelio de Mateo y de todo el Nuevo Testamento y sólo se entiende vinculando Mt 21, 23:
Jesús no habla a todo el pueblo a sus autoridades religiosas (sacerdotes) y sociales (senadores, ancianos).
Jesús no establece aquí una “norma privada de piedad”, sino que fundamenta el nuevo derecho y organización de su iglesia.
El camino que lleva al Reino de Dios no lo trazan sacerdotes autoridades civiles, sino publicanos y prostitutas (es decir, los marginados, excluidos y humillados del pueblo).
| X. Pikaza
TEXTO
Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y senadoras del pueblo… Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor.” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?” Contestaron: “El primero.” Jesús les dijo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis. (Mt 21, 23. 28-32)
REFLEXIÓN GENERAL
Declaración suprema de Jesús desde el templo (21, 23), esto es, desde el lugar donde se juntas las autoridades. Es como si Jesús viniera y proclamara su palabra suprema en el Vaticano (en un sínodo, consistorio o concilio general) y en un tipo de ONU ampliada antes los gobernantes dirigentes económicos del mundo.
Jesús habla ante una “cámara” (parlamento o senado) que está formado por dos poderes: El poder sacral (sacerdotes, cámara eclesiástica: obispos) y el poder social (representado por los senadores (seniores/señores, representanes de familias ricas, esto es la gerusía). Estos “senadores” (presbyteroi) son nobles/gobernantes. ministros del Estado) y son ricos. Pues el poder social/político y económico se identifican.
Estos son en principio los miembros del Sanedrín, que es el “consejo de Estado” (con poder legislativo, ejecutivo económico) del pueblo. En tiempo de Jesús solía incluirse en esta “cámara de Estado”, con los sacerdotes, nobles y ricos a los “escribas”, doctores de la ley, y así aparece en varios lugares del NT. Pero este Jesús de Mateo, que es un “escriba) no quiere condenar a los escribas, pues piensa que hay muchos que son buenos…
4. Conclusión. Este no es un discurso para el pueblo llano, ni para los publicanos y prostitutas, sino para los gobernantes del pueblo, como si Jesús viniera a España y juntara a los obispos de la CEE, a los miembros del parlamento…. y a unos cien representantes del poder económicos (multimillonarios, dirigentes de empresas etc.
SENTIDO BÁSICO
Jesús junta en el templo a los poderes “reales” del pueblo (sacerdotes y gobernantes) para decirles que no van por el buen camino, que no dirigen ni encabezan al pueblo por el camino del reino de Dios, sino todo lo contrario… Que el camino del Reino de Dios pasa por los publicanos y las prostitutas… Ellos, los despreciados, los excluidos, son los que pueden dirigir a todos al reino de Dios, a la nueva humanidad,
Los representantes de Dios en el mundo no son obispos/sacerdotes y gobernantes/ricos como tales, sino los publicanos y prostitutas, es decir, los rechazados sociales.
Ciertamente, puede haber publicanos y prostitutas que son “pecadores” (poco honestos.), pero en sentido radical ellos no son pecadores sino víctimas.
Tal como Jesús formula esta palabra y la sitúa en el centro de su evangelio, el gran pecado no es de los publicanos y prostitutas, sino de la alta/buena/poderosa sociedad religiosa y civil que les utiliza, les expulsa y les condena. Publicanos y prostitutas son víctimas de una sociedad que les utiliza como chivo expiatorio, les explora social y sexualmente, para luego condenarles.
El pecado de fondo de unos y otras es el mismo, como he dicho: Tener que venderse o, mejor dicho, estar vendidos de antemano, ser objeto de venta de la “buena” sociedad de los que se llaman a sí mismos “hijos de Dios” (como dice Gen 6).En sentido general, en aquel contexto “patriarcal” a la mujer se la vende (y para vivir ella tiene que dejarse vender). De manera convergente, a un tipo de varones se les vende (y ellos tienen que venderse) para sobrevivir. Por eso, más que pecado de publicanos y prostitutas éste es el pecado de los poderes religiosos, políticos y económicos que fundan su poder sacerdotal, político y económico sobre la explotación de otros.
Jesús no comienza su camino de reino con los que se presentan como buenos (y condenan a otros a la prostitución del cuerpo o del dinero), sino con los publicanos y prostitutas, de los que no se dice que “os precederán al final”, sino que os están precediendo ya, ahora…
Jesús no dice “os precederán” (en el cielo futuro), sino que os están precediendo (en este mundo), ellos están abriendo con Jesús el camino del Reino. Ellos son los “guías” (pro‒agousin).
. Según la carta a los Hebreos, el “prodomos” (explorador y pionero) del reino de Dios es Jesús. Pues bien, según este pasaje, los pioneros o guías del reino son los publicanos y las prostitutas, no son los sacerdotes y gobernantesjudíos, ni los doce de Jesús, como Pedro (los Doce y Pedro vienen después).
Según esta palabra, los “sumos sacerdotes y ancianos/senadores(Mt 21, 23) son los que crean un mundo de prostitución y venta económica, creyéndose buenos y pensando que tienen la razón, no pueden “convertirse”, no pueden cambiar, en cambio los publicanos y prostitutas pueden cambiar, pueden iniciar un camino de reino. “hijos de Dios” que se apoderan de las mujeres, las violan, las prostituyen, poniendo así en riesgo la vida de la tierra (el signo del diluvio).
AMPLIACION, LOS DOS HIJOS, JUAN BAUTISTA
Uno dice “voy” y no va; otro dice “no voy”, pero va.
El evangelio de Mateo ha vinculado la gran palabra anterior (publicanos y prostitutas os preceden en el Reino) con la parábola, que, de alguna forma, mantiene el mismo argumento:
El primer hijo, que primero dice “no”, pero después se ·”convierte” y cambia, podría referirse a los gentiles, pero, en sentido más preciso representa a los publicanos y prostitutas, que han empezado rechazando la voluntad del padre, pero al final se arrepienten y van a la viña. Por el contexto, el segundo hijo representa a los sacerdotes y ancianos, que han dicho a Dios que “sí”, pero después no van. Desde ese fondo debemos unir este pasaje con 11, 19, donde a Jesús le acusaban de amigo de publicanos y pecadores.
Jesús vincula su mensaje y camino con el de Juan Bautista
Muchos habían tomado a Juan Bautista como un “loco”, pues no comía ni bebía, dando la impresión de que no le importaba la necesidad de los hombres concretos, sino sólo la protesta de los austeros penitentes, elitistas, separados del mundo. Jesús, en cambio, se mostraba como un comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores/as esto es, como alguien que formaba parte del submundo de los excluidos (publicanos, prostitutas….) fuera del buen pueblo de la alianza (presidido por los sacerdotes, y ancianos).
Pues bien, a pesar de la austeridad de Juan, Jesús afirma que los publicanos y prostitutas (21, 32) creyeron en él, aceptando su camino de justicia, “mientras que vosotros (sacerdotes-ancianos) no creísteis en él”. Eso significa que, siendo tan distintos (11, 16-19), Juan y Jesús tenían una misma meta, de forma que el camino de penitencia para conversión de Juan Bautista había culminado en el mensaje de Reino de Jesús. De esa manera, los publicanos y los pecadores/prostitutas, que habían creído en Juan, aparecen vinculados al mismo tiempo con Jesús (aceptan su camino), en contra de los sacerdotes y ancianos importantes del pueblo.
Jesús contesta así a los sacerdotes y ancianos de 21, 23 diciéndoles, por un lado, que Juan y su Bautismo venían de Dios, y acusándoles por otro de no haber respondido a su llamada, a diferencia de publicanos y prostitutas, que aparecen así unidos en línea de conversión. De los primeros he tratado ya al ocuparme de 9, 9-12. De las prostitutas, en el comentario a 19, 9, de manera que ahora puedo retomar lo ya dicho en perspectiva de conjunto.
‒ Publicanos y prostitutas creyeron en Juan Bautista (21, 28.31). Ellos habían empezado diciendo al padre que “no”, pero después fueron. En esa línea se dice que han escuchado y acogido la palabra de Dios, convirtiéndose, como quería Juan Bautista, y/o aceptando el camino de la comunidad mesiánica de Jesús (cf. 11, 19). Publicanos y prostitutas “acudían” a la escuela de Juan, en la que estuvo Jesús, por lo menos hasta su bautismo (cf. Mt 3), de manera que cuando dice que creyeron en Juan podría estar evocando un recuerdo histórico.
Esto es lo que ocurre a los nuevos protagonistas que presenta el evangelio de Mateo. Hasta este momento, sacerdotes y “ancianos” (equivalentes a nuestros senadores) no han desempeñado papel alguno. Jesús no ha tenido contacto con ellos en Galilea. Pero ahora, cuando la liturgia, en un vuelo asombroso, nos traslada a Jerusalén durante el lunes santo, se presentan ante Jesús pidiéndole cuentas de lo que ha hecho el día antes, cuando purificó el templo, expulsando a mercaderes y cambistas, y curó en el recinto sagrado a cojos y ciegos, a los que estaba prohibida la entrada en el templo.
Una pregunta y tres respuestas
Lo anterior va a provocar que los responsables religiosos (sacerdotes) y políticos (ancianos) le pregunten a Jesús: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado esa autoridad?». El evangelio de Mateo responde en tres pasos.
1) En el primero, Jesús pone a las autoridades entre la espada y la pared, preguntándoles: «El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, de Dios o de los hombres?» Viendo el peligro de comprometerse en un sentido o en otro, responden: «No lo sabemos». Y Jesús termina con un escueto: «Pues yo tampoco os digo con qué autoridad hago esto».
2) Inmediatamente pasa al contrataque, con la parábola que leemos este domingo: la de los dos hijos (Mt 21,28-32).
3) Sin interrupción, añade una nueva parábola: los viñadores homicidas, que leeremos el próximo domingo.
En conjunto, la denuncia de sacerdotes y ancianos es durísima: 1) no se atreven a dar una opinión sobre Juan Bautista; 2) son peores que los recaudadores de impuestos y las prostitutas, que sí le hicieron caso a Juan; 3) para apoderarse de una viña que no les pertenece, deciden asesinar al hijo del propietario (Dios).
No es raro que, tras escuchar estas tres acusaciones, decidieran matar a Jesús.
La lectura de hoy se centra en el segundo punto.
Obras son amores, y no buenas razones
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
― ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?
Contestaron:
― El primero.
Jesús les dijo:
― Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.
La historieta que propone Jesús es tan fácil de entender que sus enemigos caen en la trampa. ¿Quién cumple la voluntad del padre? ¿El hijo protestón y maleducado que termina haciendo lo que le piden, o el hijo amable y sonriente que hace lo que le da la gana? La respuesta es fácil: el primero. Lo importante no es decir palabras bonitas; tampoco importa protestar mucho. Lo importante es hacer lo que el padre desea. «Obras son amores, y no buenas razones».
Pero Jesús saca de aquí una consecuencia asombrosa. Es preferible vivir de mala manera, si al final haces lo que Dios quiere, que vivir de forma aparentemente piadosa y negarse a cumplir la voluntad de Dios. Dicho con las palabras hirientes del evangelio: es preferible ser prostituta o ladrón, si al final te conviertes, que ser obispo, sacerdote, o pertenecer a cualquier congregación o institución religiosa y ser incapaz de convertirse.
¿En qué consiste la conversión? Nueva sorpresa. No se trata de aceptar a Jesús y su mensaje, sino a Juan Bautista, que mostraba el camino de la justicia, de la fidelidad a Dios, como primer paso hacia el evangelio. Con ello, Jesús responde indirectamente a la pregunta que no habían querido responder las autoridades: «¿De dónde procedía el bautismo de Juan, de Dios o de los hombres?» El bautismo de Juan era cosa de Dios, su predicación marcaba el camino recto. Las prostitutas y los recaudadores, representados por el hijo protestón, pero obediente, creyeron en él. Las autoridades religiosas, representadas por el hijo tan amable como falso, no le creyeron.
¿Tirando piedras contra el propio tejado?
Lo curioso de esta interpretación de la parábola es que parece volverse contra Juan y contra Jesús. Los que dan testimonio a su favor son gente indigna de crédito, prostitutas y explotadores; quienes lo rechazan o se abstienen, personalidades religiosas de buena fama, los sacerdotes. Puestos a elegir, ninguna persona piadosa aceptaría la opinión de unos cuantos drogatas y unas pocas prostitutas en contra de lo que decida una Conferencia Episcopal.
Además, el judío piadoso de tiempos de Jesús (como muchos cristianos piadosos de nuestro tiempo) está convencido de que no necesita convertirse. Y si en algo tiene que cambiar, el camino no deben indicárselo personas tan extrañas y discutibles como Juan Bautista, Martin Lutero King, Oscar Romero, Pedro Casaldáliga o el Papa Francisco.
Así adquieren pleno sentido las palabras de Jesús: «los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Para entrar en ese reino, hay que abrirse a una nueva forma de vida, aunque suponga un corte drástico y doloroso con la vida anterior. La institución religiosa seguirá firme en sus trece, incluso utilizará el argumento de la parábola para rechazar a Juan y a Jesús. Sin embargo, el Reino se irá incrementando con esas personas indignas de crédito, pero que creen en quien les muestra el camino de una nueva forma de fidelidad a Dios. Esas personas que, como dice el profeta Ezequiel en la primera lectura, son capaces de recapacitar y convertirse.
Así dice el Señor: Comentáis: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.
Supongo que a todos nos gustaría ser el tercer hijo. El que no sale en la parábola, quizá porque es el que nos la cuenta. Ser como Jesús, que dice que va a la viña y no solo va sino que se deja matar por la viña. Se entrega.
Sí, nos gustaría. Por eso el cristianismo es precisamente eso: el seguimiento de Jesús. Pero cuando miramos a nuestra Iglesia, a nuestras comunidades, cuando nos miramos cara a la cara a nosotras mismas quizá encontramos más del “segundo hermano” de lo que nos gustaría.
¿Cuántas veces hemos dicho que íbamos a la viña y nos hemos quedado en nuestras comodidades? ¡Y cuántas veces esperamos a que vayan las demás o nos quejamos de que nadie quiere ir mientras discutimos sentadas en el sofá!
Esta viña, a la que nos llama el Padre, es más que un trabajo. Mucho más. Sabemos que debemos ir. Queremos de verdad ir. Muchos días emprendemos el camino. Muchas horas las pasamos en esa viña. Más de una vez somos el “primer hermano” que dice que no con la boca, pero dice que sí con la vida.
Sin embrago, todavía no somos lo que estamos llamadas a ser. No acabamos de ser como Jesús. La buena noticia es que eso no importa. Ni nuestras negativas, ni nuestras ausencias conseguirán que el Padre cambie de opinión. Él volverá, puntualmente, constantemente, con su invitación. Asaltará nuestras vidas una y otra vez, sin cansarse, sin decepcionarse.
Y nosotras seguiremos siendo el primer hermano, el segundo y por supuesto nos iremos pareciendo cada vez más al tercero. Volveremos a levantarnos, quizá con menos fuerzas, pero con un amor más probado, más acrisolado.
Oración
Trinidad Santa, renueva nuestros corazones con tu invitación siempre nueva y retadora. Amén.
Es muy peligroso creerse perfecto. Lo importante es descubrir los fallos y rectificar lo que se ha hecho mal. La pura teoría no sirve para nada, solo la vida salva. Lo que digamos o lo que proclamemos son solo palabras vacías, mientras no vayan acompañadas por una actitud vital, que inevitablemente se manifestará en las obras. En el evangelio de Juan, Jesús pone como instancia definitiva sus obras. “Si no me creéis a mí, creed a las obras”.
El domingo pasado nos hablaba de jornaleros. Hoy nos habla de hijos. En el AT, el pueblo, en su conjunto, se consideraba hijo de Dios. Jesús distingue ahora dos hijos: los que se consideran verdaderos israelitas y los que los jefes religiosos consideran pecadores. Recordemos que ser hijo significaba hacer siempre la voluntad del padre. Un buen hijo era el que salía al padre. El que dejaba de hacer la voluntad del padre, dejaba de ser hijo. ¿Quién hizo la voluntad del padre? quiere decir: ¿Quién es verdadero Hijo?
Jesús se enfrenta a los jefes religiosos, como respuesta a la oposición que los evangelios manifiestan. Todos los evangelios dejan clara esa lucha a muerte de las instancias religiosas contra Jesús. Sin embargo, no podemos sacar de estas parábolas argumentos antisemitas. Las prostitutas y los recaudadores de impuestos, que Jesús pone por delante de los jefes religiosos, eran también judíos; y los primeros cristianos eran todos judíos.
Los fariseos no tenían nada de qué arrepentirse, eran perfectos, porque decían “sí” a todos los mandamientos. Consideraban que tenían derecho al favor de Dios, por eso rechazan de plano el cambio que les propone Jesús. Como los de primera hora del domingo pasado exigen mayor paga por su trabajo. Para ellos es intolerable que Dios pague lo mismo al que no ha trabajado. No se dan cuenta de que su respuesta es solamente formal, sin compromiso vital alguno. El espíritu de la Ley no les importaba.
El escándalo está servido: Para Jesús no hay duda, los que se consideran buenos son los malos, y los malos son los buenos. Los primeros eran lo estrictos cumplidores de la Ley, los segundos ni la conocían ni podían cumplirla. Los primeros ponían su empeño en el cumplimiento externo de las normas. Los otros buscaban una posibilidad de hacerse más humanos, porque se sabían pecadores. Jesús deja claro cual es la voluntad de Dios, y quién la cumple, pero también deja claro que tanto los unos como los otros son hijos.
Los recaudadores y las prostitutas os lleven la delantera en el Reino. Es una de las frases más hirientes que pudo decir Jesús a los jerifaltes religiosos. Eran las dos clases de personas más denigradas y odiadas por las instancias religiosas. Pero Jesús sabía muy bien lo que decía. El organigrama religioso-social de su tiempo era represivo e injusto. Que esa situación se mantuviera en nombre de Dios no podía aguantarlo quien había descubierto un Dios que quiere el bien de todos los seres humanos.
No se alude en el relato a las otras dos situaciones que se pueden dar: El hijo que dice sí y va a trabajar a la viña; y el hijo que dice no, y no va. En estos dos casos no hay posibilidad de equivocarse ni cabe la pregunta de quién cumple la voluntad del padre. Lo que pretende el relato es advertir sobre el engaño en que puede caer el que interprete superficialmente y a la ligera la situación del que dice “sí” y del que dice “no”.
No debemos engañarnos. La simplicidad del relato esconde una enseñanza fundamental. Como conclusión general tenemos que decir que los hechos son lo importante, y que las palabras sirven de muy poco. La praxis prevalece siempre sobre la teoría. El evangelio no nos invita a decir primero no y después sí. El ideal sería decir sí y hacer; pero lo maravilloso del mensaje está precisamente ahí: Dios comprende nuestra limitación radical y admite la posibilidad de rectificación, después de “recapacitar”, dice el texto.
Nuestras actitudes religiosas son incoherentes. Llevamos muchos siglos haciendo una religión de ritos, doctrinas y preceptos. Desde el bautismo decimos “sí voy”, pero nos quedamos siempre en donde estamos. No hay más que ver lo que se entiende por “practicante” para darse cuenta de que no tiene nada que ver con las exigencias del evangelio. Ser cristiano es descubrir la voluntad del Padre y cumplirla siempre y en todo. Nos estamos yendo cada vez más por las ramas y alejándonos de la raíz del evangelio.
Se nos llena la boca proclamando pomposamente que somos cristianos, pero hay muchos que, sin serlo, cumplen el evangelio mucho mejor que nosotros. El fariseísmo se ha convertido en moneda corriente entre nosotros, y damos por hecho que basta hablar del evangelio u oír hablar de él y aceptar su mensaje para tranquilizar nuestra conciencia. Hay un refrán que lo expresa muy bien: “Obras son amores y no buenas razones”.
En la primera lectura ya se nos dice que ni siquiera los mayores fallos son definitivos. Podemos en cualquier momento rectificar la trayectoria equivocada. Los errores cometidos pueden ayudarnos a encontrar el camino verdadero. Nuestro conocimiento es limitado y tenemos que aceptar esta condición porque es parte de nuestra naturaleza. No podemos pretender, ni para nosotros ni para los demás, la perfección. Cuando exigimos a un ser humano ser pluscuamperfecto estamos exigiéndole que deje de ser humano.
Solo la experiencia me dice qué es lo que me deteriora y qué es lo que me enriquece como ser humano. Cuando damos por absoluta una norma nos negamos a progresar. El gran peligro es creer que Dios nos ha dado directamente esa norma. Desde esa perspectiva se siguen cometiendo verdaderas barbaridades en contra del ser humano. El Dios de Jesús nunca puede ir en contra del hombre; las normas que hemos promulgado en su nombre, sí. Entender la religión como verdades absolutas, es fundamentalismo.
También hoy podemos ir más allá de la parábola. Ni siquiera las obras tienen valor absoluto. Las obras pueden ser la manifestación de una actitud vital, pero pueden ser fruto de una programación desconectada de nuestro verdadero ser. Los fariseos cumplían todas las normas, pero lo hacían mecánicamente, sin ninguna sinceridad de corazón. No pierdas el tiempo tratando de situarte en una de las partes. Todos estamos diciendo “no” cada tres por cuatro, y todos estamos diciendo “sí” con una pasmosa ligereza.
Quiero resaltar el paralelismo de esta parábola con la del hijo pródigo. En ambas la actitud del padre es decisiva, aunque no se suele tener en cuenta. En aquella cultura (ser hijo significaba por encima de todo obedecer al padre) resalta su actitud ante los dos. Confía en las palabras del segundo, pero no toma represalias contra el primero rebelde. Mantiene la esperanza y crea un ámbito que hace posible la recapacitación del primero. El hijo deja de ser hijo, pero el padre sigue siendo padre y sigue confiando en el hijo.
Consciente o inconscientemente, la búsqueda de la felicidad es el motor que nos mueve a todos a la hora de realizar todos y cada uno de los actos que realizamos, y ese impulso irresistible que nos empuja al logro de la felicidad está indeleblemente impreso en nuestra propia naturaleza.
Esta evidencia —fruto de nuestra experiencia cotidiana— lleva a los eudemonistas a considerar la felicidad como el fin último del ser humano, y, en mayor o menor medida, todos somos eudemonistas. Gottfried Leibniz dice que «la felicidad es al hombre, como la perfección a los entes», lo que significa que en el hombre la perfección consiste en ser feliz. Fueron eudemonistas Aristóteles y Tomás de Aquino, aunque este último refería la felicidad a la vida entera; la de antes y la de después de la muerte.
Pero cada uno de nosotros concibe la felicidad de forma diferente, por cuya razón hallamos infinidad de definiciones distintas. Es habitual devaluar el concepto y llamar felicidad a “cualquier situación de satisfacción y contento”. En el extremo opuesto encontramos personas que le piden mucho a la vida, y restringen el significado de felicidad a un estado de “plenitud y armonía del alma”. Son personas que distinguen muy bien entre lo que es felicidad, y lo que no pasa de ser placer, contento, gozo, júbilo o euforia; personas que consideran la felicidad como un estado superior relacionado con la esencia más genuina de la condición humana.
La felicidad, así concebida, es algo que sólo sentimos circunstancialmente; que no somos capaces de abarcar ni comprender, y que, por tanto, no podemos definir con rigor. Hay conceptos como belleza, felicidad o amor que no pueden ser comprendidos desde la razón; que se nos escapan de entre los dedos. Los identificamos cuando los sentimos, pero somos incapaces de definirlos o comprenderlos; y mucho menos de aprehenderlos.
Es como si se tratase de una realidad ontológica superior para la que todavía no estamos preparados; como un adelanto de las facultades del hombre libre de sus limitaciones; como un eslabón que nos une a algo superior en ciertos momentos de nuestra vida; como un paisaje entre nubes que sólo vemos parcialmente. Tratamos de intuir el resto, pero se nos resiste, y cuando estamos disfrutando de lo que vislumbramos, cuando esperamos que se abra el cielo para verlo en su conjunto, se cierra todavía más y lo perdemos.
Por eso se nos escapa, nos supera, no sabemos cuándo se va a presentar o dónde se halla. Aún en el momento en que nos sentimos felices, no sabemos en qué consiste ni cuánto va a durar. Sin duda, sobre nuestro cerebro estará actuando un aluvión de estímulos, pero ésa no puede ser la causa de la felicidad, sino el efecto; la respuesta a un estado del ánimo superior provocado por causas que se nos escapan.
Pero ¿dónde buscarla?
La auténtica felicidad sólo es alcanzable a través de actitudes que trascienden a los demás. Es decir, la auténtica felicidad se logra a través del ejercicio de nuestra humanidad; y esta conclusión es perfectamente coherente, pues si la felicidad es el fin último del ser humano, en buena lógica debe estar íntimamente ligada a lo que mejor expresa la calidad de lo humano; la humanidad.
Así llegamos a esa correspondencia estrecha entre felicidad y amor: “La felicidad consiste en amar y ser amado”. Parafraseando a Sócrates, podemos decir que el amor es condición necesaria y suficiente para alcanzar felicidad, y que otros cauces sólo nos llevan a situaciones que no van más allá del gozo. Y ya sabemos que esta afirmación choca con el testimonio de muchas personas que aseguran encontrar la felicidad a través de actitudes egoístas, pero creemos que esta discrepancia está motivada por la distinta concepción de felicidad que tiene cada uno de nosotros.
Las “Bienaventuranzas” nos muestran los criterios de Jesús en materia de felicidad: “Cuánto más felices seríais si os conformaseis con poco y compartieseis lo que tenéis con los que no tienen, si no fueseis violentos, si aprendieseis a sufrir porque en esta vida no os va a faltar el sufrimiento, si no hubiese doblez en vosotros, si fueseis compasivos y misericordiosos, si trabajaseis por la paz y la justicia… Y si por todo ello os persiguiesen, todavía más felices…”
Estos criterios suponen un vuelco radical de los valores vigentes en tiempo de Jesús y en cualquier tiempo, pero son la base y fundamento del Reino. Se da la paradoja de que trabajar por el Reino parece en principio una tarea ardua y exigente, y lo es, pero vemos que quienes se lo toman en serio, dan muestras de una felicidad que los demás posiblemente ni imaginamos… Y es que, como decía Jon Sobrino: «A eso es a lo que tenemos miedo; a ser felices a lo cristiano».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
Hay algunos textos en el evangelio que son provocativos, que ciertamente llaman la atención. Mateo 21,28-32 es uno de ellos. Y una de las cosas llamativas es que el relato señala grupos sociales preferentes y de cercanía del reino: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas van delante en el camino del reino de Dios. Porque vino a vosotros (sumos sacerdotes y ancianos) Juan enseñándoles el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio los publicanos y prostitutas le creyeron” (Mt 21,30).
La preferencia de los grupos marginales o de excluidos por encima de aquellos que gozan de privilegios y de reconocimiento no es una novedad en la tradición judía. Los profetas, como por ejemplo Miqueas, señalan a ciertos grupos con especial responsabilidad sobre las injusticias que caen sobre los débiles: príncipes, jueces, profetas, sacerdotes (Miq 3,9-11). Algo similar leemos en Ezequiel 22,23-31. A profetas y sacerdotes no se les acusa generalmente de robar sino de justificar y tolerar. Esta crítica llega a su máxima expresión en Isaías, quien no solo amonestará fuertemente a los grupos acomodados y reconocerá al “huérfano y a la viuda”, al migrante como los primeros en recibir la misericordia y los cuidados de Dios, sino que dará un paso más: señalará al grupo de los excluidos, en este caso de las víctimas del cautiverio de Babilonia, como la fuente de una nueva dirección en las relaciones sociales. De este pequeño conjunto de personas despojadas y saqueadas, de mujeres y esclavos, surgirá “el resto” de Israel; un pequeño grupo insignificante capaz de vivir y de dar continuidad a un pueblo deshecho. Los que “fueron llevados como despojo” (Is 42,22) son los herederos de la promesa y guardan la esperanza para todas las naciones (Is 55,3).
Nosotros, deudores de la teología que predominó desde el siglo IV, tenemos generalmente más presente la dimensión individual de la salvación. En el mejor de los casos creemos que Jesús ofrece la salvación a todos y a cada uno independientemente del lugar social que ocupen. A veces, incluso admitimos que nos salvamos solos como consecuencia de actos determinados desde una ética solitaria.
Este texto apunta hacia una dimensión social y colectiva de modo explícito. En el Reino, se afirma, van delante unos grupos sobre otros. Los grupos tienen sus propias leyes y normas internas. Y parece que este Reino anunciado también las tiene; priman los colectivos sin prestigio e incluso grupos de personas denotados y vapuleados. En ellos permanece con más evidencia y radicalidad la apertura, la posibilidad de la fe. Son quienes creen, porque escuchan con más facilidad y prontitud el anuncio. Hay una recolocación social y sociológica ya que se habla de dos colectivos muy concretos, y no de individuos particulares: son los publicanos y las prostitutas. Ellos llevan la delantera en lo que respecta a la fe. Porque reconocen el “camino de la justicia”, cosa ciertamente más difícil para los prestigiosos “sumos sacerdotes y ancianos” (cf. v. 28).
No dejo de oír entre mis colegas teólogos una idea generalizada de que estamos en un tiempo de secularidad, incluso se habla del siglo del “silencio de Dios”. No puedo dejar de pensar que es posible que estemos buscando a Dios donde definitivamente no lo vamos a encontrar. Tal vez este relato y la larga tradición profética nos redirigen pertinazmente la atención hacia quienes sufren, hacia colectivos vulnerados. Hoy podríamos decir que nos señalan a las víctimas de la trata de personas, mayoritariamente mujeres, hacia quienes no pueden salir de situaciones indignas y donde no se respeta a la tierra y a sus habitantes más vulnerables… Me pregunto si ellos no siguen siendo un resto creyente y los depositarios privilegiados de la esperanza de un mundo más acogedor y servicial; e incluso si no señalen con sus vidas la dirección hacia nuevas relaciones sociales de justicia para todos.
Jesús se dirige “a los sumos sacerdotes y a los ancianos”, es decir, a la jerarquía religiosa y política de su pueblo. Y se atreve a decirles -hacía falta libertad interior valentía y coraje- que “los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios”. Conocemos las consecuencias de tales denuncias: todo el poder terminará aliándose para acabar ejecutando en la cruz al Maestro de Galilea. Pero, ¿qué significa exactamente aquella expresión y cuál puede ser la causa que origina el comportamiento de aquellas personas religiosas, que es denunciado con tanta dureza por parte de Jesús?
El significado parece obvio: el “camino del Reino de Dios” pasa por la vivencia de los valores que apreciamos en el propio Jesús de Nazaret: amor, compasión, servicio, gratuidad, fraternidad… De él se dijo, sencillamente, que “pasó por el mundo haciendo el bien” (Hech 10,38). En síntesis: el “Reino de Dios” no es una cuestión de creencias y de normas, sino de bondad de corazón.
Lo que sucede es que, con frecuencia, la autoridad religiosa pone el acento en la llamada “ortodoxia”, en la adhesión a determinadas creencias y formas de comportamiento, dictadas por aquella misma autoridad. No es raro que los dirigentes religiosos se presenten como aquellos que “saben” -o creen saber- todo lo referido a lo que es necesario creer o cumplir. No solo eso; han solido alimentar la pretensión de imponer todo ello a la gente, tal como también denunciara el propio Jesús: “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mt 23,4).
Tanto por la formación recibida como por el rol con el que han ido identificándose, no es extraño que la autoridad religiosa rija su vida por aquella llamada “ortodoxia” y, en definitiva, por un legalismo que fácilmente genera orgullo.
Ante ello, la postura de Jesús es clara: lo que cuenta no es el legalismo, sino la bondad de corazón. Se trata de algo tan decisivo para él, que insistirá en diferentes ocasiones de manera inequívoca: “No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21).
Resulta curioso las veces que en la Biblia aparecen dos hermanos: Caín y Abel, (Gn 4,1-2); Esaú y Jacob, (Gn 25,24ss); un padre tenía dos hijos: el hijo mayor y el hijo pródigo, (Lc 15,11ss); en la parábola de hoy también un padre tenía dos hijos… Dos hermanas: Marta y María
Tal vez más que de dos hermanos se trata de dos dimensiones, que todos llevamos dentro. Todos somos algo bipolares. Probablemente todos llevamos dentro algo de Caín y algo de Abel; un poco de hermano mayor cumplidor, prepotente; y algo de hijos pródigos. Todos hablamos mucho y seguramente hacemos poco, como en la parábola de hoy.
Los dos hijos representan como dos modos de entender también la libertad y la responsabilidad. Uno habla buenas palabras y no hace nada, cosa harto frecuente también hoy. El otro dice menos, pero es responsable y trabajador.
Son posturas que se repiten en nosotros.
02.- Obras son amores, que no buenas razones.
Así reza el refrán: más obras y menos palabras. De grandes palabras (palabrería) están llenos los espacios políticos, eclesiásticos y también los personales. Las promesas de las campañas electorales duran hasta el día siguiente de las elecciones. ¡Ya quisiéramos también que la Iglesia fuese conforme a lo que leemos en el Nuevo Testamento, en las encíclicas y documentos!, etc.
03. Ortodoxia y orto praxis.
Orto significa: recto / correcto. Doxa: doctrina / pensamiento y Praxis: práctica / acción.
Corren tiempos en los que se disfruta buscando recuperar una ultra-ortodoxia que anquilosa la vida y el evangelio, y olvidamos la ortopraxis, es decir la vida.
Muchas veces la ortodoxia tiene poco que ver con lo que hacemos, con la ortopraxis.
A veces la ortodoxia no es más que una trinchera donde defendemos nuestros posicionamientos ideológicos y religiosos. Algunos movimientos religiosos modernos viven afincados en una super-ortodoxia insignificante, sin significado, pero es el “santo y seña”
Otras personas y actitudes hacen la verdad: están con los que sufren, los pobres, el sida, etc., incluso con una doctrina (ortodoxia) muy elemental, incluso no muy puritana para el orden establecido.
04.- La verdad no se dice, se hace.
Esta veta la recogió con energía la Teología de la Liberación.
Gustavo Gutiérrez [1] formula muy bien esta cuestión cuando dice que la “Verdad no se dice, se hace“, o también en castellano se suele decir que “obras son amores, que no buenas razones”.
Supongamos que uno recita perfectamente el Credo. Eso no quiere decir que tenga fe. Es lo mismo que el hijo que dice “sí”, pero no va a trabajar. Dicen lo que hay que decir, pero sin ninguna implicación personal.
05.- El cristianismo no son unas olimpiadas
A veces da la impresión de que la moral católica es como el Comité Olímpico Internacional. Citius, altius, fortius: más rápido, más alto, más fuerte. Mire usted para ir a la Olimpíada hay que saltar 2,50 mts en salto de altura, además de hacer los 100 mts en 10 segundos. Bueno eso lo dice usted, pero luego, el común de los ciudadanos pasamos caminando tranquilamente por debajo del listón y hacemos los 100 mts en unos tres minutos y amigablemente.
Algo de esto es lo que pasa en la Iglesia Católica (también en las demás iglesias y en la humanidad). La normativa es altísima, pero también es altísimo el tanto por cien de los católicos que vive, que vivimos en tensión con la Iglesia y va -vamos- por la vida como buenamente podemos. El 90% de los católicos vivimos como podemos: el que no está separado – divorciado, vive en pareja de hecho; quien no toma anticonceptivos, no va a Misa; quien no vive en discrepancia con los modos eclesiásticos, tiene dificultades con algunas interpretaciones dogmáticas y vive en tensión con la jerarquía…
Hemos de pensar que nadie es totalmente coherente y responsable en la vida. Dios nos libre de una persona humana que sea totalmente justa, santa, perfecta. Las incoherencias y debilidades nos hacen humanos.
Un ser humano perfecto sería inhumano e insoportable, al menos en este mundo. Hemos de aprender a vivir con nuestras propias limitaciones, defectos y pecado. Cada cual somos algo de Caín y Abel, del hermano mayor y menor, del hijo que fue a trabajar a la viña y del que no fue, de Marta y María, coherentes e incoherentes al mismo tiempo. Siempre nos hará bien recordarnos lo de San Felipe de Neri (1515-1595): sed buenos si podéis, que probablemente no podremos.
06.- ¿Quién hizo la voluntad de Dios Padre?
Lo de Jesús tiene su retranca. Resulta que termina (y empieza) poniendo como modelos de cristianismo a los prototipos oficiales de pecadores: publicanos y prostitutas.
La conclusión de la parábola de JesuCristo es desconcertante y osada. Jesús pone modelos de vida escandalosos para los estamentos oficiales. Probablemente nadie se lo creyó entonces, ni hoy, que los publicanos (ladrones legales de impuestos) y las prostitutas estarán -están- por delante de nosotros en la viña del Señor, en el Reino.
Nos puede resultar escandaloso y molesto, pero en el cristianismo de Jesús las cosas -gracias a Dios- son así.
[1] Gustavo Gutiérrez es un teólogo sacerdote peruano nacido en 1928, al que se le considera uno de los creadores-fundadores de la Teología de la Liberación latinoamericana.
Como la Fiesta de esta santa inclusiva será mañana domingo, la recordamos hoy y nos acercamos a ella con este post del blog de Amigos de Thomas Merton:
“El gran regalo que se me dio ese octubre en el orden de la gracia fue el descubrimiento de que la Florecita era realmente una santa, y no una santa muda como una muñeca en las imaginaciones de muchas ancianas sentimentales. No sólo era santa, sino una gran santa, una de las mayores: ¡Tremenda! Le debo toda clase de disculpas y reparación por haber ignorado su grandeza durante tanto tiempo.”
*
Thomas Merton. Autobiografía.
***
“Teresa de Lisieux viene a decirles a sus contemporáneos, a su siglo y al nuestro, que el Dios de Jesucristo no tiene nada que ver con un ave de presa; que Dios ama apasionadamente al hombre; que amarle no es ponerse en manos de alguien que nos posee como un amo; que no es, en primer término, despreciar nuestra vida de hombres, sino estimularla, como Él mismo la estima. Teresa coincide con la gran tradición hebrea de la ternura de Dios para con el hombre –al revés de los dioses griegos, impasibles e indiferentes-, un Dios que se alía a los hombres. ¿No se designa en la Biblia el amor que Dios profesa al hombre con el plural rahamin, entrañas? Esa emoción que le hace a uno estremecerse en lo más profundo de su ser es un amor vulnerable, un amor de ternura.
Al mismo tiempo, descubre en el hombre el gusto por responder a Dios, por responderle con pasión. Si Dios es ese Dios compañero de los caminos del hombre, si es un Dios vulnerable, entonces es un auténtico compañero que desea el amor del hombre. ¿No es evidente que ese mensaje de la experiencia de un combate con Dios, en emulación de un amor cada vez más profundo entre un Dios y un hombre que no odian su existencia recíproca, que están desarmados el uno frente al otro, que con una libertad recíproca se dan, digamos, la existencia el uno al otro, no es evidente que esta experiencia coincide con lo que agita al presente el fondo de la humanidad, el deseo de ver liberada la creatividad última del hombre?
…Era inaguantable el Dios preconizado por tantos cristianos. La vida de Teresa es un grito de rebeldía contra ese supuesto Dios propietario y captador que se representaba; contra ese Dios aristócrata que solo se interesaba por quienes son santos desde la infancia o poseen un psiquismo equilibrado que les permite alcanzar una alta perfección moral. Teresa, que conoció la noche de la neurosis y se reconoció hermana de los criminales y pecadores; Teresa responde a la voz de Dios que llama a las gentes de las calles y las plazas y a todo el mundo –a todos nosotros- a los (discapacitados), a los angustiados, a los desafortunados, a los desamparados, a los desesperados…
¿Ha muerto hoy el ‘Dios potentado’? Me temo que no. Hoy se sigue presentando al Dios de Jesucristo como un amo siempre suspicaz, dispuesto en todo momento a condenar. ¿No leemos todavía con frecuencia que si nuestro mundo se encuentra tan bajo y tan cerca de la catástrofe se debe a su castigo por haberse separado de Dios? ¡Siniestra mancha del rostro joven y gozoso del Dios de Jesucristo!..¿Seguirán ciertos escribas muertos de miedo –al contrario de aquella muchacha, de un valor insobornable- haciéndola morir y apartando al pueblo cristiano del agua viva y del fuego devorador que es la vida de Teresa?”
*
Jean FranÇois Six. La verdadera infancia de Teresa de Jesús. Neurosis y santidad.
Herder 1982.
Hoy celebramos la fiesta de Teresa de Lisieux, mujer excepcional, profeta, poeta, escritora, mística y monja. Disfrutemos de este texto que nos acerca a su espiritualidad de confianza y que “desempolvamos” del archivo de Cristianos Gays:
Leído en el blog Juntos Andemos:
Los evangelios, escritos por manos diferentes, en situaciones distintas y para comunidades diversas, tienen muchas cosas en común. La principal es la necesidad transmitir la buena noticia que es Jesús y con Él, la alegría de recuperar a Dios, al Dios verdadero.
Los evangelistas querían sanear la idea que las gentes tenían de Dios, porque les importaba su felicidad y una idea equivocada de Él podía generar mucha angustia y tristeza; pues Dios pasaba de ser el aliento y la bondad que sostiene la vida, a ser un quisquilloso supervisor.
Jesús quitaba vendas de los ojos y devolvía la voz a quienes la habían perdido, desataba los pies trabados y reponía la fuerza a los que encallaban en la arena de la vida. Lo hacía con una ternura conmovedora, que dejaba ver la pasión que le movía, la que le llevaba a sacudir los cimientos de su religión y a desmontar comercios y marañas espirituales que ahogaban la fe. Cerraba grietas, para que no se desangrara ningún inocente y abría unas entrañas maternas infinitas, para que nadie, absolutamente nadie, pensara que tenía cerrado el acceso a Dios.
Jesús hablaba así de su Padre. Pero con el tiempo, esa imagen se cubrió de polvo y apenas se podía ver su verdadero rostro. Tanto amor revelaba un Dios que no tenía fronteras, que no ponía límites a su bondad. Y eso tambaleaba la imagen de un Dios justo, que «premia a los buenos y castiga a los malos». Rompía las reglas de un juego establecido.
Desempolvar al Dios verdadero ha sido tarea de muchos creyentes y todavía es una tarea necesaria hoy. Sacarle de las alacenas, por más honorables que sean estas. Quitar la máquina registradora, no llevar cuentas, no tener resguardos ni hacer negocios con Él.
Una mujer, que se reconoció entre aquellos de los que Jesús decía: «Dejad que se acerquen a mí», que se veía entre los menores y menos considerados, quitó una gruesa capa de polvo al buen Dios. Era muy cuidadosa y no perdía ocasión de agradarle y mostrarle su amor. Pero tenía una intuición: el amor era confiar sin límites y solo la confianza podía unir a Dios.
Así fue desempolvando y redescubriendo al Dios de Jesús. Conforme avanzaba, quedaban más lejos de ella los usos de su tiempo: un tiempo consagrado a un Dios más justiciero que justo, un Dios que pagaba a sus fieles y castigaba a los insumisos. Y un tiempo donde servir a Dios tenía un camino por excelencia: hacer méritos y sufrir por Él.
Teresa de Lisieux, muy cerca siempre de Jesús, fue desmontando falsos altares. No siguió un camino confortable, pero tenía una fe muy profunda y una sinceridad extraordinaria. Con ambas cosas, trazó rutas sencillas de acceso al verdadero Dios. Sintió que no podía traficar con Él y no cedió a las presiones, a pesar de alejarse de los cánones de santidad del momento.
Se sentía íntimamente impulsada por el amor descubierto, por el Dios que «se hace mendigo de nuestro amor… Te aseguro que Dios es mucho mejor de lo que piensas» —le decía a su hermana Leonia. Y con ello advierte, todavía hoy, a todo el que se acerca a Dios.
Así es como llega a comprender una idea que compartirá con un hombre que nace poco después de su muerte, Dietrich Bonhoeffer. Los dos refrescan la idea de un Dios a quien no satisface el sacrificio por sí mismo, sino descubrir su misericordia en todo y aceptarla como un camino de seguimiento. El teólogo protestante y la monja carmelita se unen desempolvando el rostro de Dios.
Bonhoeffer señalaría un error importante: la creencia de que se sirve más a Dios en el sufrimiento que en la alegría. Y advertía que el seguimiento se realiza acogiendo su voluntad, sea cual sea. Si es a través de circunstancias amables, seguirle en ellas. Si es en el camino del sufrimiento, hacerlo igualmente. ¿Qué Dios sería ese a quien le fuera más grato el sufrimiento?
Teresa, en la última etapa de su vida, enferma ya, decía a su hermana Inés que en otro tiempo, para mortificarse, mientras comía pensaba en cosas repugnantes. Y le añadió: «Después, me pareció más sencillo ofrecerle a Dios lo que me gustaba». Ese es el Dios que descubre: un Dios que desea lo bueno para todos y que, por eso mismo, alienta la generosidad en cada corazón.
A Teresa le llevó un tiempo comprender que «fuera del amor nada puede hacernos gratos a Dios», que a Él solo el amor le sirve. Desde ahí llegaría a entender lo que el teólogo supo después, que servir a Dios es decir: «Hágase tu voluntad». «¡Nada de merecer! Dar gusto a Dios». De eso se trataba.
Con un humor delicioso, diría a la madre María de Gonzaga, que le hacía tener una estufilla en invierno: «Las demás se presentarán en el cielo con sus instrumentos de penitencia, y yo con un brasero, pero solo cuenta el amor y la obediencia». Cuenta decir: «Hágase».
Teresa decía: «Compruebo con gozo que, amándole a Él, se ha agrandado mi corazón, y se ha hecho capaz de dar a los que ama una ternura incomparablemente mayor que si se hubiese concentrado en un amor egoísta e infructuoso». El Dios desempolvado rescata lo mejor de los seres humanos. Por ello, merece la pena seguir quitando cualquier capa que cubra su verdad.
“La casi totalidad de la jerarquía eclesiástica se puso de parte de los militares rebeldes”
“Los militares golpistas atrajeron a los partidos de la derecha conservadora como los falangistas y carlistas, a los terratenientes temerosos de la reforma agraria y a la Iglesia”
“Con el inicio de la Guerra Civil la casi totalidad de la jerarquía eclesiástica se puso de parte de los militares rebeldes, en vez de ser un instrumento de reconciliación nacional. La Iglesia se convirtió en el arma moral de los sublevados, dándoles legitimidad a sus crueles actos”
La Iglesia, como lo hizo en otras situaciones de la historia, traicionó el mensaje de Jesús de “no matarás”, de “amaros los unos a los otros”
| José Melero Pérez
El pasado 18 de julio hizo 87 años que estalló la Guerra Civil española, tras la sublevación encabezada por Franco, acabando con la democracia establecida por la II República desde su triunfo electoral el 14 de abril de 1931. Los militares golpistas se enfrentaron con los militares fieles al Gobierno legítimo de la República. España se dividió en dos.
Los militares golpistas atrajeron a los partidos de la derecha conservadora como los falangistas y carlistas, a los terratenientes temerosos de la reforma agraria y a la Iglesia. Fueron apoyados y ayudados por la Italia fascista y por la Alemania nazi. Los militares defensores de la República atrajeron a los partidos de izquierda: comunistas, socialistas y anarquistas. Solo fueron ayudados por la URSS. Sin esa ayuda extranjera el conflicto hubiera durado solo unas semanas. Pero duró tres años de horror y matanzas con un balance de medio millón de muertos.
Franco consideró la guerra como una Cruzada contra el ateísmo
El general Franco se alardeó de que la guerra que había iniciado era una Cruzada contra el mal: “Nuestra guerra no es una guerra civil, una guerra de pronunciamiento, sino una Cruzada de los hombres que creen en Dios, que creen en el alma humana, que creen en el bien, en el ideal, en el sacrificio, que lucha contra los hombres sin fe, sin moral, sin nobleza… Sí, nuestra guerra es una guerra religiosa. Nosotros, todos los que combatimos, cristianos, musulmanes, somos soldados de Dios y no luchamos contra otros hombres, sino contra el ateísmo y el materialismo, contra todo lo que rebaja la dignidad humana, que nosotros queremos elevar, purificar y ennoblecer…”
Posicionamiento de la Iglesia en la Guerra Civil
Con el inicio de la Guerra Civil la casi totalidad de la jerarquía eclesiástica se puso de parte de los militares rebeldes, en vez de ser un instrumento de reconciliación nacional. La Iglesia se convirtió en el arma moral de los sublevados, dándoles legitimidad a sus crueles actos. Pienso que no existe mayor mal que hacer daño en nombre de Dios, porque la crueldad queda legitimada al desarrollar en los verdugos la convicción de que actúan en defensa de valores sagrados incuestionables. Fue una repetición del grito de guerra de los cruzados en la primera Cruzada (s. XI) : ” ¡Dios lo quiere!”
La Iglesia, como lo hizo en otras situaciones de la historia, traicionó el mensaje de Jesús de “no matarás”, de “amaos los unos a los otros”, de “perdonad a vuestros enemigos”, de “todo lo que hagáis a uno de ellos, me lo hacéis a mí” (tanto si se hace el bien a otro como el mal). Dar por buena y necesaria la sublevación y la guerra fue una alianza con los verdugos. No cabe duda de que la Iglesia sufrió mucho con el anticlericalismo de la II República: quema de iglesias, asesinatos de miembros del clero, profanación de cementerios…
La iglesia estaba, con razón, muy indignada, pero fue incapaz de hacer autocrítica y reconocer la parte de culpabilidad que tuvo en el surgimiento y desarrollo del anticlericalismo al estar vinculada con la oligarquía. La Iglesia, al apoyar a los golpistas, manifestó una actitud vengativa contra los izquierdistas, llamados rojos, considerados enemigos de la Iglesia y de Dios, pero también pretendió que esos militares restablecieran los privilegios que le usurpó la II República.
El fin no justifica los medios
Una idea común unió a la Iglesia con los rebeldes: que el fin justifica los medios. Un fin honroso para la Iglesia fue recuperar los privilegios que le retiró el Gobierno de la República. Ese fin bien merecía una guerra considerada justa y necesaria, denominada Cruzada. Un fin honroso para los sublevados fue eliminar la democracia, que permitió en febrero de 1936 el triunfo de la coalición de izquierdas del Frente Popular, y sustituirla por una dictadura fascista. Ese fin también justificaba una guerra.
La Iglesia y el Ejército compartieron que era justo y necesario iniciar una guerra para conquistar los ideales que cada institución defendía, aunque costara centenares de miles de muertos. Nunca un fin, por muy bueno que se considere, puede conseguirse con la violencia. Y eso debería saberlo la Iglesia, por ser conocedora del Evangelio, que proclama la paz y no la violencia. Pero la Iglesia eligió el camino contrario como hizo en otras épocas, en las que legitimó, santificó y promovió la violencia.
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DOCUMENTO 1
“En la pastoral Enrique Plá y Deniel presentaba la guerra como “una cruzada por la religión, la patria y la civilización”, dando una nueva legitimidad a la causa de los sublevados: la religiosa. Así el “Generalísmo”, no era sólo el “jefe y salvador de la Patria”, sino también el “Caudillo” de una nueva “Cruzada” en defensa de la fe católica y del orden social anterior a la proclamación de la Segunda República Española.
De esta forma “Franco contó con el apoyo y bendición de la Iglesia católica. Obispos, sacerdotes y religiosos comenzaron a tratar a Franco como un enviado de Dios para poner orden en la ciudad terrenal y Franco acabó creyendo que, efectivamente, tenía una relación especial con la divina providencia”. El cardenal primado de Toledo Isidro Gomá le envió a Franco un telegrama de felicitación por su nombramiento como “Jefe del Gobierno del Estado Español” y el “Generalísimo” en su contestación, después de decirle que “no podía recibir mejor auxilio que la bendición de Vuestra Eminencia”, le pedía que rogara a Dios en sus oraciones para que “me ilumine y dé fuerzas bastantes para la ímproba tarea de crear una nueva España de cuyo feliz término es ya garantía la bondadosa colaboración que tan patrióticamente ofrece Vuestra Eminencia cuyo anillo pastoral beso”. El obispo Plá y Deniel le cedió a Franco su palacio episcopal en Salamanca para que lo utilizara como su Cuartel General” (Wikipedia)
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DOCUMENTO 2
Conclusiones de la carta colectiva de los obispos españoles, del 1 de julio de 1937, a los obispos de todo el mundo con motivo de la guerra en España.
Primera: Que la Iglesia, a pesar de su espíritu de paz, y de no haber querido la guerra ni haber colaborado en ella, no podía ser indiferente en la lucha.
De una parte, se suprimía a Dios, cuya obra ha de realizar la Iglesia en el mundo, y se causaba a la misma un daño inmenso, en personas, cosas y derechos, como tal vez no la haya sufrido institución alguna en la historia; de la otra, cualesquiera que fuesen los humanos defectos, estaba el esfuerzo por la conservación del viejo espíritu, español y cristiano.
Segunda: Afirmamos que el levantamiento cívico-militar ha tenido en el fondo de la conciencia popular de un doble arraigo: el del sentido patriótico, que ha visto en él la única manera de levantar a España y evitar su ruina definitiva; y el sentido religioso, que lo consideró como la fuerza que debía reducir a la impotencia a los enemigos de Dios, y como la garantía de la continuidad de su fe y de la práctica de su religión.
Tercera: Hoy, por hoy, no hay en España más esperanza para reconquistar la justicia y la paz y los bienes que de ellas deriva, que el triunfo del movimiento nacional.
Cuarta: Prueba elocuentísima de que la destrucción de los templos y la matanza de los sacerdotes fue cosa premeditada, es su número espantoso. Aunque son prematuras las cifras, contamos unas 20.000 iglesias y capillas destruidas o totalmente saqueadas. Los sacerdotes asesinados son unos 6.000. Pero, sobre todo, la revolución fue “anticristiana”.
Quinta: El movimiento ha garantizado el orden en el territorio por él dominado. Mientras en la España marxista se vive sin Dios, en las regiones indemnes o reconquistadas se celebra profusamente el culto divino y pululan y florecen nuevas manifestaciones de la vida cristiana”.
El festival de temáticas LGBTIQ+ más antiguo del país se desarrollará entre el 17 y 21 de octubre en el Centro Cultural España y en la Cineteca Nacional.
Por decimoquinto año consecutivo el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual producirá en octubre próximo el Festival Internacional de Cine LGBTIQ+ (Cine Movilh), la muestra de películas con temáticas de la diversidad sexual y de género más antigua del país.
En total 14 largometrajes, cortometrajes y documentales darán vida al Festival, que entre otras temáticas abordan “la homo/transfobia laboral, religiosa, gubernamental, familiar o médica, el amor de parejas, la diversidad sexual y de género en la adolescencia, la violación a derechos humanos cometidas en regímenes dictatoriales o de transición a la democracia y la discriminación interseccional”, señaló el productor del certamen, Gonzalo Velásquez.
“Invitamos a todas las personas al Festival, a asistir en familia, con amigos/as o solos/as y a disfrutar de películas que sensibilizan en la realidad LGBTIQ+ y en el respeto que merecen todos los seres humanos, sea cual sea su orientación sexual o identidad de género. Al igual que en todas las versiones pasadas, el acceso al Festival es liberado y gratuito”, apuntó.
El Festival tendrá lugar entre el 17 y 19 de octubre a las 19:30 horas en el Centro Cultural España (Avenida Providencia 927, Metro Salvador) y el 20 y 21 de octubre a las 20:00 horas en la Cineteca Nacional del Centro Cultural Palacio La Moneda (Plaza de la Ciudadanía 26, Metro Moneda).
En su XV versión el Festival cuenta con los apoyos del Centro Cultural España, de la Cineteca Nacional y del Centro Niemeyer.
Toda la información, programación y sinopsis se encuentran aquí
Cinco años después de que India legalizara las relaciones sexuales entre homosexuales, la persistente discriminación hace que muchos indios LGBTQIA+ sigan sufriendo “traumas mentales y alienación”, afirmó uno de los jueces del Tribunal Supremo que levantó la prohibición.
Malhotra, que ahora está jubilada y fue solo la séptima mujer en servir como jueza del Tribunal Supremo, dijo que el fallo del 6 de septiembre de 2018 marcó “el día más trascendental de mi carrera como jueza. El tribunal estaba abarrotado de personas de la comunidad LGBTQIA+ y también de algunos de sus padres. Había tanta emoción, un ambiente tan… Había tanto jolgorio y alivio”, declaró a Openly en una entrevista telefónica desde Delhi.
Sin embargo, Malhotra afirmó que, aunque la sentencia había propiciado una mayor aceptación en las ciudades, los indios LGBTQIA+ siguen sufriendo persecución y la resaca de décadas de discriminación, incluidas profundas cicatrices psicológicas.
“(Muchas) personas de la comunidad LGBTQ+, debido a la alienación y hostilidad de su familia, se vuelven suicidas”, dijo Malhotra, de 67 años, que sirvió en el Tribunal Supremo desde 2018 hasta su jubilación en 2021.
Antes de la despenalización, añadió Malhotra, las personas LGBTQIA+ tenían miedo de hacerse análisis de sangre, temiendo que someterse a pruebas de detección del VIH o el sida pudiera dar lugar a un mayor escrutinio de su orientación sexual.
Muchos se enfrentaban a intensas presiones de sus familias para someterse a la denominada “terapia de conversión“, práctica ahora ampliamente desacreditada que consiste en intentar cambiar la sexualidad o la identidad de género de una persona, explicó Malhotra.
“Conozco a muchas lesbianas cuyos padres querían que se sometieran a una terapia de conversión o a un tratamiento psicológico”, afirmó, añadiendo que, aunque las actitudes hacia la homosexualidad estaban cambiando, aún quedaba mucho por hacer. “El miedo al ridículo y al estigma ha desaparecido, al menos en las ciudades, pero no puedo decir lo mismo de los pueblos más pequeños”, afirma Malhotra.
¿Próximo matrimonio entre personas del mismo sexo?
La comunidad LGBTQIA+ de India vuelve a centrar su atención en el Tribunal Supremo, mientras los jueces estudian si legalizar o no el matrimonio entre personas del mismo sexo en este país de 1.400 millones de habitantes, y se espera un veredicto en las próximas semanas.
El gobierno del Primer Ministro Narendra Modi ha manifestado su oposición al reconocimiento del matrimonio homosexual. declaró que las parejas del mismo sexo en India “no pueden reclamar un derecho fundamental al matrimonio entre personas del mismo sexo”. Ha afirmado que los llamamientos a legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo representan “opiniones elitistas urbanas” y que las relaciones LGBTQIA+ no son “comparables con el concepto de unidad familiar indio de marido, mujer e hijos”.
Debido a las deliberaciones en curso, Malhotra dijo que sería inapropiado para ella comentar sobre el caso de matrimonio entre personas del mismo sexo, que se considera potencialmente el mayor desarrollo sobre los derechos LGBTQIA + en la India desde el fallo de 2018.
Para Malhotra, la decisión de hace cinco años contribuyó decisivamente a que más personas se atrevieran a hablar abiertamente de su sexualidad. “(Lo que) cambió más radicalmente este juicio fue la aceptación y la aceptabilidad por parte de sus familias y sociedades, por lo que cada vez más personas salieron del armario“, afirmó.
Desde entonces, muchas personas LGBTQIA+ han aprovechado la oportunidad para hablar públicamente sobre su identidad sexual, al desaparecer el miedo a ser perseguidos o chantajeados, añadió Malhotra. “(Su sexualidad) ya no se trata como una aberración”, dijo. “Ya no sienten la necesidad de vivir escondidos o permanecer en el armario”.
(Reporte de Vidhi Doshi; Editado por Helen Popper; damos crédito a la Fundación Thomson Reuters, el brazo caritativo de Thomson Reuters, que cubre las vidas de personas en todo el mundo que luchan por vivir libre o justamente).
La docente y referente del Bachillerato Mocha Celis denunció las graves agresiones que sufrió en la última semana. “La violencia resuelve con educación, con diálogo y con derechos”, dijo
BUENOS AIRES, Argentina. Manu Mireles, secretaria académica del Bachillerato Mocha Celis, activista trans no binarie y defensora de derechos humanos, caminaba por el barrio de Caballito, en la Ciudad de Buenos Aires, hacia una reunión cuando un grupo de varones empezó a gritarle. Ella no respondió y siguió caminando. Ellos siguieron gritando, hasta que la alcanzaron y la golpearon, dándole patadas en su cuerpo cuando ya estaba en el piso.
“Me lastimaron mucho y se fueron. Ninguna persona se metió, nadie me ayudó a levantarme del piso”, contó Manu Mireles a Agencia Presentes, después de relatar lo ocurrido.
A los pocos días, por el barrio de Tribunales, también en la Ciudad de Buenos Aires, Manu estaba llegando a su casa cuando una persona le gritó “puto”. Ella, como en la situación anterior, no se dio vuelta, pero sintió que le tiraron algo. Ahí sí se da vuelta y siente una patada en la cara, el ojo lastimado y la sangre. El agresor salió corriendo y continuó con los gritos.
“Esto tiene que ver con una expresión de terror y disciplinamiento que imponen sobre nuestras identidades”, dice Manu, quien el jueves denunció en sus redes sociales estas agresiones. Al día siguiente de la última agresión tenía que trabajar y luego viajar a la provincia de Chaco por el Tercer Foro Latinoamericano de Educación Trans. Desde allá habló con Presentes.
Los repudios
Aún no pudo hacer la denuncia ante fiscalía, policía ni ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), por el viaje: “No paré de trabajar y efectivamente todavía no lo tenía resuelto hasta que decidí hacerlo público y por redes sociales. Después muy temprano tuve que venirme a Chaco”.
Amnistía Internacional tiene un canal de denuncias al que también acudirá una vez que vuelva a Buenos Aires.
Mensajes de odio en redes sociales previos al ataque
A principios de agosto Manu Mireles asistió al programa de la Televisión Pública, Abro Hilo -conducido por Sol Despeinada y Leyla Becha-, para hablar sobre la salud de personas trans. Allí explicó: “¿Qué pasa cuando soy un varón trans y voy a la ginecóloga? ¿Qué pasa cuando soy una chica trans y voy al urólogo o a la uróloga? Lo que pasa es que hay mucha violencia”. Después, se publicó un reel en Instagram con lo que dijo la activista, y obtuvo más de 12 mil me gusta y casi 200 comentarios que, en su mayoría, eran de odio.
Algunos de los mensajes agredían a Manu en particular. Otros lo hacían con una pretendida explicación científica o religiosa: “Creo que debería empezar por ir a un psiquiatra”; “Al ginecólogo a qué? A que te revise las pelotas?”; “Yo me autopercibo delfín y me pasa lo mismo cuando voy al veterinario …”; “Un médico o una médica se forma para atender personas: mujeres u hombres. tendrían que formarse en tu autopercepción? No existen los cuerpos NO Binarios. Tu imagen, tu estética o tu performance no es un dato científico para que un profesional haga un diagnóstico. No puedo creer esto en la @tv_publica”; “No necesitan urólogos ni ginecólogos. Lo que necesitan son psicólogos, psiquiatras o a Dios”.
Además de esos comentarios de odio, Manu también recibió amenazas por mensaje privado. “Fueron días también de mucha angustia”, contó.
“Yo soy vocera institucional de la Mocha, soy activista y confío en el potencial de la comunicación y de la educación para garantizar los derechos. Eso significa que ser visible también implica muchas veces tener un nivel de exposición que hace que la violencia se enfoque en nosotres”, agregó Manu.
“La avanzada de la ultraderecha y los discursos de odio tienen un impacto directo sobre nuestros cuerpos”
En los últimos meses, alrededor de las elecciones PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), que ocurrieron el 13 de agosto en Argentina, crecieron los casos de violencia, de abuso en la calle, violencia verbal, violencia física. «Esto no es un hecho aislado», dice Manu Mireles.
“Los discursos de odio tienen un impacto y una penetración cultural tan importante y tan fuerte que independientemente incluso del resultado de las elecciones ya generan una matriz en la que personas que son violentas y que somos bien conservadoras se sientan legitimadas para poder reproducir estos niveles de violencia”, explicó la activista.
En las últimas semanas, otras personas que asisten al Mocha Celis también relataron agresiones en la calle y en el transporte público.
Amnistía Internacional Argentina publicó en sus redes sociales, tras el repudio al ataque sufrido por la activista, un posteo donde cuentan la misma situación: «En las últimas semanas se registró un aumento de este tipo de agresiones vinculadas a la orientación sexual e identidad de género. Esta es otra prueba de las graves consecuencias de los discursos que incitan a la violencia, y de cómo atentan contra la integridad y la seguridad de las víctimas”.
Distintas organizaciones sociales vienen advirtiendo sobre este mismo punto. “La avanzada de la ultraderecha y los discursos de odio tienen un impacto directo sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas, que se traducen en estos niveles de violencia”, explicó Manu Mireles.
“No es admisible que siga en tela de juicio si somos personas legítimas”
También el Bachillerato Popular Mocha Celis publicó en su repudio la misma advertencia: “Sabemos que este no es un hecho aislado. Es producto de los discursos de odio que circulan de manera constante y que nos ponen en peligro. Lo demuestra el aumento de las violencias que se registró en las últimas dos semanas”.
“Si cada vez que hay un cambio electoral, se va a hacer un plebiscito sobre nuestros derechos, no es admisible que esto ocurra. No es admisible que siga en tela de juicio si somos personas legítimas. No es admisible que se siga pretendiendo negociar nuestros derechos”, dijo Manu Mireles.
Como lo hizo en su publicación en redes sociales, insistió en que la respuesta a esta violencia es la educación, el diálogo y la garantía de derechos: “La respuesta es pensar en comunidad, es articular de forma colectiva y sin duda la violencia nunca va a ser más grande que el amor de nuestra comunidad, nunca va a ser más grande que nuestra lucha incansable y con la convicción de que es necesario que tengamos un Estado que sea con una democracia mucho más profunda y que garantice la vida, la equidad y la justicia para todas las personas”.
“Dios no es un «problema» y nosotros, que vivimos la vida contemplativa, hemos aprendido por experiencia que nadie puede conocer a Dios mientras esté intentando resolver «el problema de Dios». Tratar de resolver el problema de Dios es tratar de verse los ojos. Uno no puede verse los ojos porque son aquello con lo que ve, y Dios es la luz por la que vemos —por la que vemos, no un «objeto» claramente definido llamado Dios, sino todo lo demás en el Único invisible—.
Dios es entonces Aquel que ve y la Visión, pero Él no es visto en la tierra. En el cielo, Él es Aquel que ve, la Visión y el Visto. Dios se busca a Sí mismo en nosotros, y la aridez y aflicción de nuestro corazón es la aflicción de Dios que no es conocido en nosotros, que no puede encontrarse a Sí mismo en nosotros, porque no nos atrevemos a creer o confiar en la increíble verdad de que El puede vivir en nosotros, y puede morar en nuestro ser porque lo elige, porque lo prefiere.
En efecto, existimos solo para esto, para ser el lugar que El ha elegido para Su presencia, Su manifestación en el mundo, Su epifanía. Pero nosotros oscurecemos todo esto y lo hacemos vergonzoso porque no lo creemos, porque nos negamos a creerlo. No es que odiemos a Dios, sino mas bien que nos odiamos a nosotros mismos y hemos perdido la esperanza en nosotros mismos.
Si empezáramos a reconocer, humilde pero verdaderamente, el verdadero valor de nuestro yo, veríamos que este valor es el signo de Dios en nuestro ser, la firma de Dios sobre nuestro ser. Por suerte, el amor del prójimo se nos da como el camino para comprender esto, pues el amor de nuestro hermano, de nuestra hermana, de la persona amada, de nuestra esposa, de nuestro hijo, esta ahí para que veamos con la claridad de Dios mismo que somos buenos. Es el amor de quien me ama, de mis hermanos o de mi hijo, lo que ve a Dios en ml, lo que hace a Dios creíble para mi mismo en mi. Y es mi amor a la persona que amo, a mi hijo, a mi hermano, lo que me permite mostrarles que Dios esta en ellos. El amor es la epifanía de Dios en nuestra pobreza“.
“La oración no es para pedir ‘cosas’ o ‘cambio de situaciones’, sino el ‘Espíritu Santo'”‘
“En Colombia llevamos una historia de violencia que podríamos concluir o que no hemos rezado suficiente o, definitivamente, la oración no produce ningún efecto. Por eso podríamos preguntarnos ¿rezar cómo? ¿rezar para qué?”
“El para qué de la oración corresponde a ese encuentro con lo divino que nos permite sentir su amor, entender el reino que nos regala y buscar la manera de realizarlo en nuestra historia personal y comunitaria”
“Pedir por la paz, si no somos ‘artesanos de la paz’, se asemeja más a la magia que a la verdadera ‘oración'”
Muchas veces oímos decir “hace falta oración”, “la oración es la única fuerza”, “sin oración no se sostiene nuestra vida espiritual”, “recemos por la paz de Colombia, por la paz del mundo, por los pobres, etc.”. Pero nuestro mundo más o menos sigue igual y, por ejemplo, en Colombia llevamos una historia de violencia que podríamos concluir o que no hemos rezado suficiente o, definitivamente, la oración no produce ningún efecto. Por eso podríamos preguntarnos ¿rezar cómo? ¿rezar para qué?
La oración -que no es patrimonio de los cristianos sino de todas las religiones- es la manera como alimentamos, mantenemos, profundizamos en nuestra relación con lo divino. Cuando somos capaces de detenernos para intuir, contemplar, dialogar, adorar, reconocer, ese misterio que llamamos Dios, estamos viviendo lo que comúnmente llamamos “oración”. Ahora bien, la forma de hacerlo, los tiempos, las expresiones, etc., son tantas como culturas, personas o religiones existen.
Por supuesto cada religión tiene sus propias maneras de orar, permitiendo a los miembros de cada grupo, identificarse como pertenecientes a ella y sentir que se pueden expresar comunitariamente. No sobra recordar el peligro de querer uniformizar dicha experiencia, de creer que solo un modo de oración es el auténtico o, más grave aún, afirmar, en nombre de Dios, una forma única con unos ritos concretos, los cuales se identifican cómo universales y que han de seguirse por todos.
Si miramos los evangelios encontramos en Jesús una disposición para ese encuentro con su ABBA y, como lo relata Mateo (6, 5-15), Jesús se refiere a la oración diciéndole a sus discípulos que cuando oren no sean como los hipócritas que gustan de orar en las sinagogas para ser vistos, sino que, en lo secreto, oren al Padre; sin mucha palabrería -como hacen los gentiles, creyendo que así serán más escuchados; ya que Dios sabe lo que necesitan. En ese contexto, enseña el Padre Nuestro que ya de entrada señala el carácter comunitario de la oración -al decir “nuestro” y la disposición a acoger el reino de Dios, don suyo que al recibirlo nos compromete a hacerlo posible, asegurando el pan para todos y el perdón mutuo, condición necesaria para caminar con los demás.
Todo lo anterior nos responde, de alguna manera, al cómo y al para qué de la oración. Las maneras de orar son plurales y cada uno podrá ir configurando la suya desde lo recibido, desde su sensibilidad, sus disposiciones, su cultura, el grupo religioso al que pertenece, etc. El para qué de la oración corresponde a ese encuentro con lo divino que nos permite sentir su amor, entender el reino que nos regala y buscar la manera de realizarlo en nuestra historia personal y comunitaria.
Ahora bien, en ese encuentro con Dios el diálogo puede versar sobre agradecer lo recibido -comenzando con el don de la vida-, reconocer el misterio insondable de nuestro Dios -oración de alabanza-, dolor de nuestros pecados y, la tan conocida oración de petición. Y, aquí es donde viene una pregunta crucial que ya señalamos al inicio: ¿nos faltará rezar más para que cambien las situaciones o será que Dios no nos escucha? La respuesta ya la adelantamos antes, pero intentemos explicarla más.
La oración no es para pedir “cosas” o “cambio de situaciones”. La oración es para pedir el “Espíritu Santo”, como muy bien lo expresa Lucas en el ejemplo que pone sobre el padre que siempre dará cosas buenas a sus hijos, deduciendo fácilmente que el Padre del cielo “dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan” (Lc 11, 11-13). Efectivamente, lo que nos da -si hablamos en estos términos de pedir y dar- es el espíritu de Dios para vivir el compromiso cristiano que implica nuestro seguimiento de Jesús. Su espíritu es el que nos iluminará, fortalecerá, conducirá para trabajar por hacer posible todo aquello que pedimos.
En otras palabras, la oración de petición no nos alcanza “cosas”. La oración de petición no tiene más eficacia frente a Dios porque se haga con más frecuencia o con menos. La oración de petición es para tomar conciencia de todas nuestras necesidades -personales y del mundo- y pedir a Dios la fuerza de su espíritu para trabajar por superarlas, aceptarlas, transformarlas.
Sobre el ejemplo que pusimos de pedir a Dios por la paz de Colombia, si es una oración en la que pedimos realmente esa paz, las consecuencias se verían en la medida que nuestros corazones en el encuentro con el Dios de la paz, se vaya transformando para ser promotores de esta, para exigir la justicia social -una de las grandes causas de la violencia-, para desarmar los corazones y hacer posible el perdón y la reconciliación. La oración por la paz nos fortalecería para conceder una nueva oportunidad, incluso para los actores de la guerra.
La oración por la paz de Colombia supone una conversión hacia la paz de todos los que hacemos esa oración. No puede ir de la mano de una negativa al diálogo, como lo hacen tantos que se dicen cristianos. Pedir por la paz, si no somos “artesanos de la paz”, se asemeja más a la magia que a la verdadera “oración”. El papa Francisco lo afirmó, varias veces, en la encíclica Fratelli tutti: “una verdadera paz solo puede lograrse cuando luchamos por la justicia a través del diálogo, persiguiendo la reconciliación y el desarrollo mutuo” (n. 229); “La verdadera reconciliación no escapa del conflicto, sino que se logra en el conflicto, superándolo a través del diálogo y de la negociación transparente, sincera y paciente” (n. 244).
Sí, es muy necesaria la petición por la paz de Colombia y por la de tantas necesidades que tenemos. Pero solo es posible si pedimos lo fundamental e imprescindible: el espíritu del Señor que transforme nuestro corazón para ser instrumentos de su paz, constructores de la justicia, comprometidos hasta el fondo con la transformación de todo aquello que nos afecta. El Dios mágico no es el Dios de Jesús. El Dios que nos regala su espíritu para hacer posible el reino es a quien necesitamos encontrar en la oración para que esta, efectivamente, de sus frutos abundantes en la historia que vivimos.
Al escribir sobre la intersección de las cuestiones LGBTQ+ y de inmigración, una católica queer compartió una experiencia que la ayudó a comprender más plenamente que la fe nunca debe ser “una valla para mantener alejados a otros”.
Para los lectores del blog, Yunuen Trujillo puede ser conocida como una destacado defensora católica LGBTQ+ y colaborador de Bondings 2.0. Su labor profesional, sin embargo, lo es también como abogada de inmigración. En U.S. Catholic,Trujillo cuenta su encuentro con una solicitante de asilo transgénero, a la que se hace referencia en el artículo como Andrea, quien fue su cliente por un corto período. Trujillo escribe:
“Andrea había sido perseguida, acosada y odiada toda su vida por su identidad de género, lo cual era evidente, porque nunca tuvo los medios para realizar una transición completa. Ella había cargado con mucho más de lo que cualquiera de nosotros podría soportar.
“El día de su entrevista de asilo, estaba visiblemente nerviosa. Para distraerla, le pregunté cómo era su impulso. Empezó a cantar una canción que había sonado en la radio. Al instante sentí un nudo en la garganta: ella estaba cantando una de mis canciones religiosas favoritas. Uno que me hizo llorar muchas, muchas veces en mis días de ministerio juvenil. Por primera vez desde que conocí a Andrea, me di cuenta de que era católica”.
Trujillo luego explica que su encuentro con Andrea la hizo enfrentar nuevamente una inquietante contradicción. Aunque Andrea tenía una “fe inquebrantable”, si iba a “casi cualquier parroquia”. . .. inmediatamente sería observada, juzgada y tal vez incluso atacada por otras personas que no la conocen”. La autora concluye:
“En tiempos de Jesús, como hoy, la gente generalmente tenía miedo de ciertos grupos: los enfermos, los ‘pecadores’, los extranjeros. . .Jesús le dio la vuelta a todo eso, recordándonos que la separación y la exclusión no son el cumplimiento de la ley. Más bien, eso es amor: amor radicalmente inclusivo. . .
“Es un amor que se deshace de cercos y miedos y sustituye todo eso por la cercanía, la ternura, la amistad y el acompañamiento incondicional. Reconoce que nuestra propia salvación depende de la persona que menos amamos. . .
“No he visto a Andrea desde entonces, pero cada vez que trabajo en el ministerio LGBTQ, pienso en ella. Mi oración es esta: que nunca usemos nuestra fe católica como una valla para mantener alejados a otros o para protegernos mientras atacamos a otros. Es nuestro trabajo y misión crear espacios radicalmente inclusivos en nuestras parroquias donde aquellos que amamos y menos conocemos se conviertan en aquellos que más amamos y apreciamos”.
—Robert Shine (él/él), New Ways Ministry, 14 de septiembre de 2023
En una victoria para la representación LGBTQ+, California se ha convertido en el primer estado en reconocer el Mes de la Historia Transgénero.
El 7 de septiembre se llegó a esta emocionante decisión después de que los legisladores votaran a favor de la Resolución 57 de la Cámara de Representantes, presentada por primera vez por el asambleísta Matty Haney.
El Estado Dorado reconocerá agosto como el Mes de la Historia Transgénero a partir de 2024
Antes de obtener el reconocimiento estatal, el mes de la inclusión trans fue reconocido de forma independiente en ciudades como San Francisco y Santa Clara.
Poco después de que se emitiera el voto, Haney y varios activistas trans celebraron en rueda de prensa la medida transinclusiva del estado.
“En todo el país hemos visto ataques a la comunidad trans, pero no sólo en otros estados”, afirmó Honey Mahogany, presidenta del Partido Demócrata de San Francisco y antigua estrella de Drag Race.
“Incluso aquí en California, donde tenemos un estado santuario, donde tenemos un abrumador [número] de demócratas representándonos en el capitolio, seguimos viendo actos de violencia, seguimos viendo intentos de legislar contra nuestra comunidad.”
Mahogany continuó diciendo que el Mes de la Historia Transgénero permitirá a la comunidad trans educar a la gente en un momento en que la desinformación y la retórica antitrans están proliferando.
Haney se hizo eco de sentimientos similares durante la rueda de prensa celebrada en San Francisco.
“Desde que existe California, aquí ha habido transexuales”, exclamó. “Contribuyendo a su comunidad, haciendo historia, ampliando los derechos civiles y ayudando a construir una California más integradora y próspera para todos.Esa es hoy una historia que estamos muy orgullosos de celebrar y que California celebrará y levantará este año y todos los años”.
Hacia el final de la conferencia, el activista trans Jupiter Peraza pronunció una contundente declaración sobre cómo el Mes de la Historia Transgénero contribuirá a “humanizar” a la comunidad.
“Reconocer y conocer la historia de la transexualidad humaniza a una comunidad marginada, que ha sido objeto de ataques legislativos brutales y llenos de odio en un esfuerzo por suprimir la autoexpresión y la liberación personal”, explicó. “La forma de hacerlo es mediante la educación, la concienciación, la divulgación de la historia, la tutoría y mucho más”.
La introducción del Mes de la Historia Transgénero se suma a una creciente lista de medidas que los legisladores californianos han adoptado para hacer del estado un lugar de apoyo a los ciudadanos trans.
El año pasado, el gobernador Gavin Newsom fue elogiado por los activistas LGBTQIA+ cuando firmó la Ley 107 del Senado.
Según la legislación, las familias de los jóvenes trans refugiados están protegidas frente a las citaciones de fuera del estado si “están relacionadas con los esfuerzos para criminalizar a las personas o expulsar a los niños de sus hogares por haber recibido atención de afirmación de género”.
La ley también califica las órdenes de detención penal fuera del estado relacionadas con la atención a la afirmación de género como la “prioridad más baja para la aplicación de la ley en California.”
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