Aceptar y amar sin descanso
Lo que cuenta es soportar al otro en todas las facetas de su carácter, incluso las difíciles y desagradables, y callar sus errores y pecados -también los que ha cometido contra nosotros-; aceptar y amar sin descanso: todo esto se acerca al perdón.
Quien adopta una postura similar en las relaciones con los otros, con su padre, su amigo, su mujer, su marido, también en las relaciones con extraños, con todos los que encuentra, sabe bien lo difícil que es. A veces se verá impulsado a decir: “No, ya no puedo más, no logro soportarlo; estoy al límite de mi paciencia; esto no puede seguir así: ‘Señor, ¿cuántas veces deberé perdonar a mi hermano si peca contra mí?’. ¿Cuánto tiempo tendré que soportar su dureza contra mí, que me ofenda y hiera; sus faltas de atención y delicadeza; que continúe haciéndome mal? Señor, ¿cuántas veces?’.
Esto deberá acabar, alguna vez tendremos que llamar al error por su nombre; no, no es posible que siempre se pisotee mi derecho. ‘¿Hasta siete veces?'” […].
Es un verdadero tormento preguntarme: “¿Cómo me las arreglaré con este individuo, cómo podré soportarlo? ¿Dónde comienza mi derecho en mis relaciones con él?”. Ya está: hagamos como Pedro, vayamos a Jesús, vayamos a plantearle siempre esa pregunta.
Si acudimos a otro o nos preguntamos a nosotros mismos, quedaremos desasistidos o la ayuda recibida será fatal. Jesús sí nos puede ayudar. Pero sorprendentemente: “No te digo hasta siete veces -responde a Pedro-, sino hasta setenta veces siete”; y sabe muy bien que es la única manera de ayudarle.
*
Dietrich Bonhoeffer,
Memoria e fedeltá,
Magnano 1995, 96-98, passim
***
Comentarios recientes