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“El tiempo de las utopías mínimas”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor.

Martes, 20 de mayo de 2014
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1380364_465389990225736_157890438_nLeído en la página web de Redes Cristianas:

No es verdad que vivamos tiempos pos-utópicos. Aceptar esa afirmación es mostrar una representación reduccionista del ser humano. Este no es solamente un dato que está ahí cerrado, vivo y consciente, al lado de otros seres. También es un ser virtual. Esconde dentro de sí virtualidades ilimitadas que pueden irrumpir y concretarse. Es un ser de deseo, portador del principio esperanza (Bloch), permanentemente insatisfecho y buscando siempre cosas nuevas. En el fondo es un proyecto infinito, en busca de un oscuro objeto que le sea adecuado.

De ese trasfondo virtual es de donde nacen los sueños, los pequeños y grandes proyectos y las utopías mínimas y máximas. Sin ellas el ser humano no vería sentido a su vida y todo sería gris. Una sociedad sin una utopía dejaría de ser sociedad, no tendría un rumbo pues se hundiría en los pantanos de los intereses individuales o corporativos. Lo que ha entrado en crisis no son las utopías, sino cierto tipo de utopía, las utopías maximalistas venidas del pasado.

Los últimos siglos han estado dominados por utopías maximalistas. La utopía iluminista que universalizaría el imperio de la razón contra todos los tradicionalismos y autoritarismos. La utopía industrialista de transformar las sociedades con productos sacados de la naturaleza y de las invenciones técnicas. La utopía capitalista de llevar progreso y riqueza a todo el mundo. La utopía socialista de generar sociedades igualitarias y sin clases. Las utopías nacionalistas bajo la forma de nazifascismo que, a partir de una nación poderosa, con “raza pura”, rediseñaría la humanidad, imponiéndose a todo el mundo. Actualmente la utopía de la salud total, gestando las condiciones higiénicas y medicinales, que busca la inmortalidad biológica o la prolongación de la vida hasta la edad de las células (cerca de 130 años). La utopía de un único mundo globalizado bajo la égida de la economía de mercado y de la democracia liberal. La utopía de los ambientalistas radicales que sueñan con una Tierra virgen y con el ser humano totalmente integrado en ella, y otras.

Estas son las utopías maximalistas. Proponían lo máximo. Muchas de ellas fueron impuestas con violencia o generaron violencia contra sus opositores. Tenemos hoy suficiente distancia en el tiempo para confirmar que estas utopías maximalistas frustraron al ser humano. Entraron en crisis y perdieron su fascinación De ahí que hablemos de tiempos pos-utópicos. Pero pos se refiere a este tipo de utopía maximalista. Ellas dejaron un rastro de decepción y de depresión, especialmente, la utopía de la revolución absoluta de los años 60-70 del siglo pasado, como la cultura hippy y sus derivados.

Pero la utopía permanece porque pertenece al espíritu humano. Hoy la búsqueda se orienta hacia las utopías minimalistas, aquellas que, al decir de Paulo Freire, realizan lo “posible viable”, hacen a la sociedad “menos malvada y menos difícil el amor”. Se nota por todas partes la urgencia latente de utopías de simple mejora del mundo. Todo lo que nos entra por las muchas ventanas de la información nos lleva a sentir que el mundo no puede continuar así como está. Cambiar, y si no se puede cambiar, por lo menos mejorar.

No puede continuar la absurda acumulación de riqueza como jamás la hubo en la historia (85 más ricos tienen ingresos equivalentes a los de 3.570 millones de personas, como denunciaba la ONG Oxfam Intermón en enero de este año en Davos). Para ellos, el sistema económico-financiero no está en crisis; al contrario, ofrece oportunidades de acumulación como nunca antes en la historia devastadora del capitalismo. Hay que poner un freno a la voracidad productivista que asalta los bienes y servicios de la naturaleza con vistas a la acumulación y produce gases de efecto invernadero que alimentan el calentamiento global, que si no se detiene, puede producir un armagedón ecológico.

Las utopías minimalistas, a decir verdad, son aquellas que vienen siendo implementadas por el gobierno actual del PT y sus aliados con base popular: garantizar que el pueblo coma dos o tres veces al día, pues el primer deber de un Estado es garantizar la vida de sus ciudadanos. Esto no es asistencialismo sino humanitarismo en grado cero. Son los proyectos “mi casa-mi vida”, “luz para todos”, el aumento significativo del salario mínimo, el “Prouni” que permite el acceso a los estudios superiores a estudiantes socialmente menos favorecidos, los “puntos de cultura” y otros proyectos populares que no cabe aquí enumerar.

A nivel de las grandes mayorías son verdaderas utopías mínimas viables: recibir un salario que cubra las necesidades de la familia, tener acceso a la salud, mandar los hijos a la escuela, conseguir un transporte colectivo que nos les robe tanto tiempo de vida, contar con servicios sanitarios básicos, disponer de lugares de ocio y de cultura y una pensión digna para enfrentarse a los achaques de la vejez.

La consecución de estas utopías minimalistas crea la base para utopías más altas: aspirar a que los pueblos se abracen en la fraternidad, que no guerreen entre sí, que se unan todos para preservar este pequeño y bello planeta Tierra, sin el cual ninguna utopía maximalista o minimalista puede ser proyectada. El primer oficio del ser humano es vivir libre de necesidades y gozando un poco del reino de la libertad. Y al final poder decir: “valió la pena”.

Leonardo Boff escribió: Virtudes para otro mundo posible, 3 vol., Sal Terrae 2005.

Traducción de MJ Gavito Milano

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“El sueño despierto”, por José Arregi.

Sábado, 1 de febrero de 2014
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Leído en su blog:

Sueño es una palabra muy hermosa, y puede significar muchas cosas, incluso contrarias: somnolencia o pasión, quimera o realidad, engaño o profecía. Hay sueños que angustian y sueños que alegran, sueños que adormecen y sueños que animan. A veces soñamos dormidos, y a veces soñamos despiertos, y muchas veces no sabemos por qué soñamos lo que soñamos. Pero seguimos soñando.

Los sueños sueños son, pero también sucede que los sueños se hagan realidad. Hay sueños que han de hacerse realidad. Incluso podemos decir que nacimos de un sueño, o que somos un sueño aun no despierto del todo.

Así entiendo el mito del Génesis sobre el sueño de Adán del que nació Eva, o la vida. Adán se sentía solo, se nos dice en el relato. “Entonces, el Señor Dios hizo caer al hombre en un profundo sueño, y mientras dormía le sacó una costilla y llenó el hueco con carne. Después, de la costilla que había sacado al hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. Entonces, éste exclamó: ‘Ahora sí; esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne’ ” (Gn 2,21-23). El mito bíblico supone que primero fue creado el varón, pues, aunque “Adán” significa “ser humano”, es también, según el relato, el nombre propio del primer varón. Pero dejemos de lado la afirmación de que primero fuera creado el varón y la mujer después, a partir del varón y subordinado a él. No es más que un reflejo más de la antigua –y aún actual– cultura patriarcal que da primacía al varón y posterga a la mujer. Quedémonos con lo esencial del texto, que tal vez tiene mucho que ver con la esperanza y que la puede estimular.

Hemos nacido del sueño: Eva del sueño de Adán, Adán del sueño de Eva. Adán se siente solo sin Eva, y no hay esperanza en soledad, sin compañía, o sin sueño. Dios le hace, pues, caer en un profundo sueño y de su costilla, mientras duerme, crea a Eva. O de la costilla de ésta, mientras duerme –aunque el texto no diga esto–,  crea al hombre. Hemos nacido del sueño, somos hijos e hijas del sueño. Somos el sueño de alguien y estamos llamados a engendrar a alguien con nuestro mejor sueño.

El sueño fecundo de Adán y de Eva puede ser entendido como metáfora del mundo profundo del deseo o de la transcendencia, del mundo simbólico o espiritual. Todas las criaturas somos seres finitos habitados por un deseo más grande, un dinamismo infinito, una posibilidad abierta. Que hemos nacido del sueño quiere decir que hemos nacido para soñar en aquello que todavía no es pero puede ser, en aquello que aún no somos pero podemos llegar a ser. ¿Pero de qué sirve soñar? Sirve para vivir despiertos. El sueño nos impide quedarnos dormidos. El sueño nos mantiene despiertos. El sueño nos lleva a soñar sueños despiertos. Y los sueños despiertos alumbran utopías.

¿Y para qué las utopías, si nunca se han realizado? Es que las utopías, como ha escrito E. Galeano, no son para que las realicemos, sino para que sepamos hacia dónde debemos dirigirnos. “Utopía” significa “no-lugar” (uk-topos), pues no existe en ninguna parte, ni tal vez existirá. El camino mismo es la meta principal, y el horizonte que nunca alcanzamos nos indica la dirección del camino. Lo mismo sucede con las utopías.

El sueño nos despierta, nos mantiene despiertos, es decir, caminando en la buena dirección. Nacidos del sueño, seguimos soñando, tenemos un horizonte y vamos marchando hacia él. No pretendemos alcanzarlo, pero solo si caminamos en la dirección adecuada nuestra vida será lo que es, merecerá la pena, en el camino hallaremos la dicha. Y tal vez llegaremos a pequeñas metas que nos animarán a seguir adelante.

“Utopía” puede significar también “buen lugar” (eu-topos). Caminar con dirección es ya un buen lugar, y caminando así llegamos sin cesar a infinidad de buenos lugares que hacen la vida estimulante y buena. “No hay programa más movilizador que el de una buena utopía. Sobre todo si es necesaria” (José Vidal Beneyto).

Despertemos del sueño o despertemos sueños. Mantener el sueño despierto y seguir caminando hacia la utopía: eso es vivir en esperanza. “Somos criaturas esperanzadas” (E. Bloch). Esa esperanza nos da aliento, respiro, y el respiro nos permite ponernos en pie y seguir adelante, aunque no lleguemos. La esperanza nos permite respirar y espirar, respirar y espirar una y otra vez, y así dilatar el corazón, sentirnos unidos a la respiración universal del Espíritu en toda la creación.

José Arregi

Para orar: “Obrim camins

Obrim camins a l’esperança,

Obrim camins sense tardança,

Obrim camins que el món avança,

Obrim camins ara mateix!

Obrim camins per a un món jove,

Obrim camins ara que és l’hora,

Obrim camins i via fora!

Obrim camins ara mateix!

Obrim camins, Crist ens espera,

Obrim camins, i ens allibera,

Obrim camins en primavera,

Obrim camins ara maiteix!

Obrim camins a cops de vida,

“obrim camins” es nostra crida,

Obrim camins de joia i vida,

Obrim camins ara mateix!

(Església de Menorca, Cantoral Diocesá)

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