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“Quemar virus e iluminar sombras”, por Juan Zapatero Ballesteros

Sábado, 24 de junio de 2023
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Hoguera-San-JuanLa pasada noche, miles de hogueras iluminaron la tierra… Recuperamos este artículo.

Juan Zapatero Ballesteros
Sant Feliú de Llobregat (Barcelona).

ECLESALIA, 18/06/21.- Después de quince meses de pandemia, la “oficial” claro, ha llegado una vez más el solsticio de verano. Y es que, por mucho que se empeñen los unos y los otros, los de aquí y los de allá, los de arriba y los de abajo, el ciclo vital es imparable; a pesar, desgraciadamente, de que a unos cuantos les gustaría dominarlo, controlarlo y doblegarlo a su antojo, sin ningún otro tipo de ley que la fuerza y la sinrazón. Cogido de la mano del solsticio ha llegado también san Juan, el santo con qué la Iglesia pretendió cristianizar desde muy pronto dicha efemérides, por si en ella pudiera haber algún resquicio de mundanidad y de paganismo.

El solsticio de verano nos invita siempre a hacer un canto a la luz y al fuego, como elementos esenciales de cara a posibilitar la vida del cosmos y de todo cuanto lo habita. San Juan Bautista, por su parte, irrumpe cada solsticio en nuestra historia, como veinte siglos atrás lo hizo en la del pueblo judío, con una fuerza inusitada, anunciando la necesidad de conversión y de cambio que hagan posible el comienzo de una manera de vivir nueva y renovada, en la que el amor, la igualdad, la verdad, la justicia, el perdón y la solidaridad, etc. sean los elementos constitutivos de la mejor de las vacunas de cara a conseguir una humanidad fraternal y un cosmos lleno de vida. Y esto, por cierto, no podía llegar de la mano de cualquier persona, sino de quien por el mismo Jesús de Nazaret fue considerado precisamente como “el mayor entre los nacidos de mujer” (Mt 11,11).

“La gente vino al desierto, donde se encontraba Juan, y le preguntaba:Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestra soldada”.

(Lc 3, 10-14)

Se trata, pues, de un proyecto que supone un transformaciónesencial y profunda que llegará a partir, no precisamente de un cambio de estructuras, sino de un giro radical, de arriba abajo, de vida de cada persona, dependiendo del estado y la situación personal que cada uno/a puede estar viviendo; también a nivel de grupos e instituciones. No se trata, pues, de barnices ni de pinturas, sino de destruir el edificio viejo y edificar uno nuevo, basado en cimientos fuertes y sólidos capaces de aguantar ante cualquier tipo de amenazas y embates, “pareciéndose a aquel hombre prudente que edificó sobre roca y aguanta, por ello, a pesar de que venga lluvia, se desborden los ríos y soplen vientos fuertes” (Mt 7, 24-25). Juan no habla a la gente que acude a escucharle de una nueva religión que exija un culto diferente, sino de una nueva forma de vivir que llene verdaderamente de sentido la propia existencia y marque las pautas definitivas que hagan posible que la relación con los demás hombres y mujeres sea realmente fraterno-sororal, junto al respeto, mimo y cuidado del entorno natural, de cerca y de lejos, que nos rodea.

Justamente en la doble línea que cada año nos recuerda el solsticio de verano: el fuego y la luz. El fuego que queme y destruya, o como mínimo purifique, toda serie de virus malignos y venenosos, tales como el consumo feroz, el odio y la violencia, que no hacen sino destruir el cosmos y el universo y las personas que lo habitan. El virus del egoísmo que ya hace tiempo comenzó a propulsar a la humanidad a una escalada salvaje de un gastar, comprar, tener, poseer, etc., más que desenfrenado a costa de degradar sin piedad el planeta y todo su entorno. El virus de la injusticia que produce desigualdades entre las personas y los pueblos, provocando que unos pocos sean los amos de los bienes del mundo que debieran ser propiedad de todas y de todos, mientras una inmensa mayoría carece de lo más elemental y necesario. El virus de la explotación y del abuso de los más pobres y débiles, especialmente de los niños y de las niñas, convirtiendo sus vidas en un mercado de relaciones totalmenteabusivas e indignas. El virus de las guerras que matan personas de manera indiscriminada,enfrenta a naciones entre sí y aniquilan todo lo que encuentran a su paso; sin otro fin que el de destruir y hacer de ellas instrumento de ganancias escandalosas y pingües negocios. El virus del machismo de muchos varones que considera a la mujer un ser inferior sin ningún tipo de argumento ni razón que no sea la diferencia sexual y/o bilógica, hasta el extremo aberrante de concebirla, por parte de algunos, como un objeto único de placer y de deseo; también el machismo a nivel institucional por parte de ideologías, partidos políticos, grupos culturales y deportivos, instituciones religiosas, etc.; y lo que aún es más grave: el virus del machismo elevado a la máxima expresión de la violencia de género. El virus que convierte a los más débiles e indefensos, especialmente los niños y niñas, en presa apetecible y fácil de sus instintos más primitivos.

Junto a esta quema de virus, la explosión de luz que ilumine tantas oscuridades y sombras que nos impiden avanzar con claridad por la vida, repletos de optimismo y esperanza. La luz que desvele para siempre los lados oscuros de la honestidad y la honradez que no tienen otro resultado, a la postre, que el de condenarnos a vivir enfangados en medio de hipocresías estériles y relaciones putrefactas. La luz que destape de una vez por todas las mentiras y patrañas que nos llevan a denominar con frecuencia amor todo aquello que es pura y simplemente egoísmo disfrazado. La luz que clarifique los puntos oscuros, o como mínimo poco claros, de nuestras verdades a medias y de nuestras mentiras “pseudogenerosas” o justificadoras de bondad y/o altruismo desinteresado. La luz, en definitiva, que rompa para siempre las tinieblas producidas por dogmas estériles y verdades impuestas; pues unos y otras no hacen sino convertirnos en obedientes sumisos y en marionetas manipulables al antojo de vete tú a saber quiénes.

Son “virus de pandemias no oficiales”, pero no por ello menos nocivos, incrustados muchas vecesen lo más hondo del universo y de las personas, que vienen reclamando desde hace tiempo “vacunas eficaces” capaces de aniquilarlos para siempre y aportar toda la luz necesaria que haga posible una vida abundante y en verdad de las personas y de todo el entorno que habitan.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Biblia, Espiritualidad , , ,

“Quemar virus e iluminar sombras”, por Juan Zapatero Ballesteros

Jueves, 23 de junio de 2022
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Hoguera-San-JuanEsta noche, miles de hogueras iluminarán la tierra… Recuperamos este artículo.

Juan Zapatero Ballesteros
Sant Feliú de Llobregat (Barcelona).

ECLESALIA, 18/06/21.- Después de quince meses de pandemia, la “oficial” claro,ha llegado una vez más el solsticio de verano. Y es que, por mucho que se empeñen los unos y los otros, los de aquí y los de allá, los de arriba y los de abajo, el ciclo vital es imparable; a pesar, desgraciadamente, de que a unos cuantos les gustaría dominarlo, controlarlo y doblegarlo a su antojo, sin ningún otro tipo de ley que la fuerza y la sinrazón. Cogido de la mano del solsticio ha llegado también san Juan, el santo con qué la Iglesia pretendió cristianizar desde muy pronto dicha efemérides, por si en ella pudiera haber algún resquicio de mundanidad y de paganismo.

El solsticio de verano nos invita siempre a hacer un canto a la luz y al fuego, como elementos esenciales de cara a posibilitar la vida del cosmos y de todo cuanto lo habita. San Juan Bautista, por su parte, irrumpe cada solsticio en nuestra historia, como veinte siglos atrás lo hizo en la del pueblo judío, con una fuerza inusitada, anunciando la necesidad de conversión y de cambio que hagan posible el comienzo de una manera de vivir nueva y renovada, en la que el amor, la igualdad, la verdad, la justicia, el perdón y la solidaridad, etc. sean los elementos constitutivos de la mejor de las vacunas de cara a conseguir una humanidad fraternal y un cosmos lleno de vida. Y esto, por cierto, no podía llegar de la mano de cualquier persona, sino de quien por el mismo Jesús de Nazaret fue considerado precisamente como “el mayor entre los nacidos de mujer” (Mt 11,11).

“La gente vino al desierto, donde se encontraba Juan, y le preguntaba:Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestra soldada”.

(Lc 3, 10-14)

Se trata, pues, de un proyecto que supone un transformaciónesencial y profunda que llegará a partir, no precisamente de un cambio de estructuras, sino de un giro radical, de arriba abajo, de vida de cada persona, dependiendo del estado y la situación personal que cada uno/a puede estar viviendo; también a nivel de grupos e instituciones. No se trata, pues, de barnices ni de pinturas, sino de destruir el edificio viejo y edificar uno nuevo, basado en cimientos fuertes y sólidos capaces de aguantar ante cualquier tipo de amenazas y embates, “pareciéndose a aquel hombre prudente que edificó sobre roca y aguanta, por ello, a pesar de que venga lluvia, se desborden los ríos y soplen vientos fuertes” (Mt 7, 24-25). Juan no habla a la gente que acude a escucharle de una nueva religión que exija un culto diferente, sino de una nueva forma de vivir que llene verdaderamente de sentido la propia existencia y marque las pautas definitivas que hagan posible que la relación con los demás hombres y mujeres sea realmente fraterno-sororal, junto al respeto, mimo y cuidado del entorno natural, de cerca y de lejos, que nos rodea.

Justamente en la doble línea que cada año nos recuerda el solsticio de verano: el fuego y la luz. El fuego que queme y destruya, o como mínimo purifique, toda serie de virus malignos y venenosos, tales como el consumo feroz, el odio y la violencia, que no hacen sino destruir el cosmos y el universo y las personas que lo habitan. El virus del egoísmo que ya hace tiempo comenzó a propulsar a la humanidad a una escalada salvaje de un gastar, comprar, tener, poseer, etc., más que desenfrenado a costa de degradar sin piedad el planeta y todo su entorno. El virus de la injusticia que produce desigualdades entre las personas y los pueblos, provocando que unos pocos sean los amos de los bienes del mundo que debieran ser propiedad de todas y de todos, mientras una inmensa mayoría carece de lo más elemental y necesario. El virus de la explotación y del abuso de los más pobres y débiles, especialmente de los niños y de las niñas, convirtiendo sus vidas en un mercado de relaciones totalmenteabusivas e indignas. El virus de las guerras que matan personas de manera indiscriminada,enfrenta a naciones entre sí y aniquilan todo lo que encuentran a su paso; sin otro fin que el de destruir y hacer de ellas instrumento de ganancias escandalosas y pingües negocios. El virus del machismo de muchos varones que considera a la mujer un ser inferior sin ningún tipo de argumento ni razón que no sea la diferencia sexual y/o bilógica, hasta el extremo aberrante de concebirla, por parte de algunos, como un objeto único de placer y de deseo; también el machismo a nivel institucional por parte de ideologías, partidos políticos, grupos culturales y deportivos, instituciones religiosas, etc.; y lo que aún es más grave: el virus del machismo elevado a la máxima expresión de la violencia de género. El virus que convierte a los más débiles e indefensos, especialmente los niños y niñas, en presa apetecible y fácil de sus instintos más primitivos.

Junto a esta quema de virus, la explosión de luz que ilumine tantas oscuridades y sombras que nos impiden avanzar con claridad por la vida, repletos de optimismo y esperanza. La luz que desvele para siempre los lados oscuros de la honestidad y la honradez que no tienen otro resultado, a la postre, que el de condenarnos a vivir enfangados en medio de hipocresías estériles y relaciones putrefactas. La luz que destape de una vez por todas las mentiras y patrañas que nos llevan a denominar con frecuencia amor todo aquello que es pura y simplemente egoísmo disfrazado. La luz que clarifique los puntos oscuros, o como mínimo poco claros, de nuestras verdades a medias y de nuestras mentiras “pseudogenerosas” o justificadoras de bondad y/o altruismo desinteresado. La luz, en definitiva, que rompa para siempre las tinieblas producidas por dogmas estériles y verdades impuestas; pues unos y otras no hacen sino convertirnos en obedientes sumisos y en marionetas manipulables al antojo de vete tú a saber quiénes.

Son “virus de pandemias no oficiales”, pero no por ello menos nocivos, incrustados muchas vecesen lo más hondo del universo y de las personas, que vienen reclamando desde hace tiempo “vacunas eficaces” capaces de aniquilarlos para siempre y aportar toda la luz necesaria que haga posible una vida abundante y en verdad de las personas y de todo el entorno que habitan.

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“Quemar virus e iluminar sombras”, por Juan Zapatero Ballesteros

Miércoles, 23 de junio de 2021
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Hoguera-San-JuanEsta noche, miles de hogueras iluminarán la tierra…

Juan Zapatero Ballesteros
Sant Feliú de Llobregat (Barcelona).

ECLESALIA, 18/06/21.- Después de quince meses de pandemia, la “oficial” claro,ha llegado una vez más el solsticio de verano. Y es que, por mucho que se empeñen los unos y los otros, los de aquí y los de allá, los de arriba y los de abajo, el ciclo vital es imparable; a pesar, desgraciadamente, de que a unos cuantos les gustaría dominarlo, controlarlo y doblegarlo a su antojo, sin ningún otro tipo de ley que la fuerza y la sinrazón. Cogido de la mano del solsticio ha llegado también san Juan, el santo con qué la Iglesia pretendió cristianizar desde muy pronto dicha efemérides, por si en ella pudiera haber algún resquicio de mundanidad y de paganismo.

El solsticio de verano nos invita siempre a hacer un canto a la luz y al fuego, como elementos esenciales de cara a posibilitar la vida del cosmos y de todo cuanto lo habita. San Juan Bautista, por su parte, irrumpe cada solsticio en nuestra historia, como veinte siglos atrás lo hizo en la del pueblo judío, con una fuerza inusitada, anunciando la necesidad de conversión y de cambio que hagan posible el comienzo de una manera de vivir nueva y renovada, en la que el amor, la igualdad, la verdad, la justicia, el perdón y la solidaridad, etc. sean los elementos constitutivos de la mejor de las vacunas de cara a conseguir una humanidad fraternal y un cosmos lleno de vida. Y esto, por cierto, no podía llegar de la mano de cualquier persona, sino de quien por el mismo Jesús de Nazaret fue considerado precisamente como “el mayor entre los nacidos de mujer” (Mt 11,11).

“La gente vino al desierto, donde se encontraba Juan, y le preguntaba:Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestra soldada”.

(Lc 3, 10-14)

Se trata, pues, de un proyecto que supone un transformaciónesencial y profunda que llegará a partir, no precisamente de un cambio de estructuras, sino de un giro radical, de arriba abajo, de vida de cada persona, dependiendo del estado y la situación personal que cada uno/a puede estar viviendo; también a nivel de grupos e instituciones. No se trata, pues, de barnices ni de pinturas, sino de destruir el edificio viejo y edificar uno nuevo, basado en cimientos fuertes y sólidos capaces de aguantar ante cualquier tipo de amenazas y embates, “pareciéndose a aquel hombre prudente que edificó sobre roca y aguanta, por ello, a pesar de que venga lluvia, se desborden los ríos y soplen vientos fuertes” (Mt 7, 24-25). Juan no habla a la gente que acude a escucharle de una nueva religión que exija un culto diferente, sino de una nueva forma de vivir que llene verdaderamente de sentido la propia existencia y marque las pautas definitivas que hagan posible que la relación con los demás hombres y mujeres sea realmente fraterno-sororal, junto al respeto, mimo y cuidado del entorno natural, de cerca y de lejos, que nos rodea.

Justamente en la doble línea que cada año nos recuerda el solsticio de verano: el fuego y la luz. El fuego que queme y destruya, o como mínimo purifique, toda serie de virus malignos y venenosos, tales como el consumo feroz, el odio y la violencia, que no hacen sino destruir el cosmos y el universo y las personas que lo habitan. El virus del egoísmo que ya hace tiempo comenzó a propulsar a la humanidad a una escalada salvaje de un gastar, comprar, tener, poseer, etc., más que desenfrenado a costa de degradar sin piedad el planeta y todo su entorno. El virus de la injusticia que produce desigualdades entre las personas y los pueblos, provocando que unos pocos sean los amos de los bienes del mundo que debieran ser propiedad de todas y de todos, mientras una inmensa mayoría carece de lo más elemental y necesario. El virus de la explotación y del abuso de los más pobres y débiles, especialmente de los niños y de las niñas, convirtiendo sus vidas en un mercado de relaciones totalmenteabusivas e indignas. El virus de las guerras que matan personas de manera indiscriminada,enfrenta a naciones entre sí y aniquilan todo lo que encuentran a su paso; sin otro fin que el de destruir y hacer de ellas instrumento de ganancias escandalosas y pingües negocios. El virus del machismo de muchos varones que considera a la mujer un ser inferior sin ningún tipo de argumento ni razón que no sea la diferencia sexual y/o bilógica, hasta el extremo aberrante de concebirla, por parte de algunos, como un objeto único de placer y de deseo; también el machismo a nivel institucional por parte de ideologías, partidos políticos, grupos culturales y deportivos, instituciones religiosas, etc.; y lo que aún es más grave: el virus del machismo elevado a la máxima expresión de la violencia de género. El virus que convierte a los más débiles e indefensos, especialmente los niños y niñas, en presa apetecible y fácil de sus instintos más primitivos.

Junto a esta quema de virus, la explosión de luz que ilumine tantas oscuridades y sombras que nos impiden avanzar con claridad por la vida, repletos de optimismo y esperanza. La luz que desvele para siempre los lados oscuros de la honestidad y la honradez que no tienen otro resultado, a la postre, que el de condenarnos a vivir enfangados en medio de hipocresías estériles y relaciones putrefactas. La luz que destape de una vez por todas las mentiras y patrañas que nos llevan a denominar con frecuencia amor todo aquello que es pura y simplemente egoísmo disfrazado. La luz que clarifique los puntos oscuros, o como mínimo poco claros, de nuestras verdades a medias y de nuestras mentiras “pseudogenerosas” o justificadoras de bondad y/o altruismo desinteresado. La luz, en definitiva, que rompa para siempre las tinieblas producidas por dogmas estériles y verdades impuestas; pues unos y otras no hacen sino convertirnos en obedientes sumisos y en marionetas manipulables al antojo de vete tú a saber quiénes.

Son “virus de pandemias no oficiales”, pero no por ello menos nocivos, incrustados muchas vecesen lo más hondo del universo y de las personas, que vienen reclamando desde hace tiempo “vacunas eficaces” capaces de aniquilarlos para siempre y aportar toda la luz necesaria que haga posible una vida abundante y en verdad de las personas y de todo el entorno que habitan.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Salid de las sombras: ¿Por qué no me lo contaron así?

Miércoles, 23 de diciembre de 2020
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pexels-photo-4128641-e1608389411874-1Magdalena  Bennasar, SFCC,
Bilbao.

ECLESALIA, 21/12/20.- Entiendo que este es uno de los importantes mensajes de Adviento. Salid de las sombras para ir acogiendo la luz. Si nos la dieran de golpe, posiblemente nos cegaría. La sombra tiene diferentes significados. Por ejemplo, el significado de sombra en la espiritualidad: representa el lado oscuro de nuestra personalidad, donde se esconden los instintos más primitivos de nuestro pasado evolutivo y los aspectos rechazados por nuestra mente consciente y social.

Sin embargo en el contexto de la Biblia: la sombra es un lugar privado de luz que proporciona una protección agradable del sol ardiente tanto si la sombra proviene de un peñasco, como de una nube, una cabaña, un árbol u otra clase de planta. Sinónimos de sombra: oscuridad y penumbra o tiniebla y también amparo, protección, asilo.

Ofrecer una sombra refrescante y acogedora para todo el que anda un poco quemado de andar a la intemperie o huyendo de poderes no humanizadores, puede ser una de las luces que se desprenden del “ir viendo más” durante nuestro tiempo de espera.

Tal vez como Moisés, que apoyado en el Dios que le habla al corazón a través de la realidad, descubre durante esa búsqueda sosegada, la luz de la llama que no se consume, y se convierte en fuego interior para la liberación de su pueblo, tal vez también para nosotros empiece en este tiempo de Dios una historia de liberación de viejos esquemas y de enfrentar los demonios que no tan fácilmente salen de nuestras mentes forjadas en otros paradigmas religiosos.

¿Por qué no me lo contaron así? Son las palabras de una joven universitaria, asidua de Taizé y sedienta de respuestas, de una historia coherente. Tal vez la sombra para esa generación la causa nuestro miedo a salir del pastoreo cómodo del rebaño de siempre. Formamos parte de un cosmos en continuo movimiento, evolución, vida que se renueva.

Dicen algunos autores que la Encarnación empezó cuando empezamos a ser humanos hace unos 6 millones de años, y que culminó en Jesús. Jesús es el fruto maduro de un proceso de humanización-divinización de la humanidad y del cosmos. Si Dios estaba desde el principio en todo, en el Big Bang y en todo el proceso de la evolución impulsada por el Espíritu permeando todo, cómo no iba a estar presente, cuando de alguna manera el 6º día, etapa en la que surge el humano, la creación-evolución da a luz una especie que es consciente de que es consciente. Una especie entre millones de especies, capaz de evolucionar también en su mente y espíritu.

Nos cuentan que biológica y físicamente posiblemente no evolucionemos más, pero el gran reto está en nuestra mente y en nuestro espíritu.

Dice el profeta: DESPERTAD: posiblemente si nos atrevemos diremos a qué, para qué. A que Jesús, el hombre que es capaz de acoger esa evolución, ese Amor creador y creativo sin miedo nos muestre paso a paso el camino de liberación y sus consecuencias. Claro que no hay sitio para ellos en la posada. Claro que sólo los sencillos lo comprenden, claro que el camino será difícil.

Tú y yo tenemos el reto, la responsabilidad de evolucionar la mente y el espíritu humano. Todo el trabajo que invirtamos en abrirnos a reconocer el valor de nuestra vida, el valor de cada paso que demos, el valor del Amor derrochado en nosotros, será poco.

El poder de la mente-espíritu en apertura al Espíritu es incalculable. Despertar es salir de esas sombras patriarcales que ennegrecen nuestro espíritu cuando de nuevo topamos con personas, mentalidades, políticas, interpretaciones sesgadas de la justicia que nos hacen retroceder por dentro.

Acoger la luz del Adviento es acoger progresivamente esa fuerza cósmica de Amor y luz que nos libera y de alguna manera lanza sin paracaídas a creer en el Dios que nos envuelve.

Cuando orando temprano veo, todos los días enfrente de mi ventana, cómo se pasa de la oscuridad más absoluta a un progresivo clarear imparable y rapidísimo que invade absolutamente todo de luz y colores indescriptibles en sus matices y belleza… me pregunto ¿quién soy yo? Yo formo parte de ese ritmo que en unas horas veré cómo ese mismo sol al otro lado de mi casa se pone en una danza de colores sobre el mar que te dejan en silencio.

Yo formo parte de este proceso, de luz imparable en mí y en todo, a no ser que opte por la sombra. Esa sombra que me da seguridad porque es en la que me refugio cuando lo otro me viene grande o cuando tengo que dar un salto interior que no controlo.

Yo puedo ser sombra o ser luz. Puedo ser buena sombra refrescante y acogedora pero al final, como camarera quedarme en una hospitalidad sin más, que no es poco, pero no la meta. Amar es también además de todo lo otro, sobre todo ayudar a que la gente seamos luz, a que salgamos de la sombra.
Esta es la verdadera liberación. Y es de justicia que lo vivamos. Somos muy sensibles a las injusticias con las personas, el planeta… ¿y la injusticia de quedarme con la luz?

Como dice nuestra joven universitaria, ¿por qué no me lo contaron así? Y esta llamada a la justicia con los más jóvenes y educadores, con las catequistas y educadores está en nosotros. Tú serás esa luz

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Sombras y luz

Miércoles, 20 de mayo de 2020
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Del blog Pays de Zabulon:

masked_B

La gente hace cualquier cosa, no importa que tan absurda sea, con el fin de evitar enfrentarse a su propia alma. Practicarán todos los ejercicios del yoga de la India, seguirán una dieta estricta, estudiarán la literatura de todo el mundo. Todo porque no pueden seguir soportándose a sí mismos y no tienen la más mínima fe en que algo útil podría alguna vez surgir de sus propias almas.

Conocer su propia oscuridad es la mejor manera de hacer frente a la oscuridad de las otras personas. La iluminación no se logra imaginando figuras de luz, sino siendo consciente de  la oscuridad interior. Lo más aterrador es aceptarse a uno mismo por completo. Su imagen se presentará con nitidez solamente cuando usted pueda mirar en su propio corazón. Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta.

*

Carl Gustav Jung

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

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