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2.11.21 Día de Ánimas. El purgatorio no es un dogma separado de Cristo, sino un elemento esencial su pascua

Martes, 2 de noviembre de 2021
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Es un tema del que se viene dialogando desde hace más de sesenta años y en esa línea quiero seguir reflexionando en este tiempo en que muchos parecen dudar de su existencia y, lo que peor, añaden que no importa lo que sea, corriendo así el riesgo de pasar por alto un elemento importante del kerigma y de la vida del cristiano.

No es un dogma puramente antropológico que pueda desligarse  del misterio pascual de Jesús, sino un momento radical de ese misterio,  tal como ha sido formulado por el el credo de los apóstoles, cuando dice que Jesús  “descendió a los infiernos” (al purgatorio), para compartir la suerte de los muertos, liberándolos de la destrucción eterna (un tema sobre el que ha reflexionado de un modo especial H.Urs von Balthasar, en su estudio sobre el Triduo Pascual, publicado en MS).

No es un dogma aislado,  que pueda separarse de los otros, sino un momento esencial de la encarnación redentora (pascual) de Cristo que “descendió a los infiernos” para acompañar y liberar a los que “esperaban” (=esperan) su santo advenimiento. Así lo entendió la iglesia antigua y lo sigue entendiendo la de Oriente, que no ha necesitado nunca ni necesita un dogma separado sobre el purgatorio (pues su tema queda integrado en la pascua-resurrección de Cristo).

Es un dogma vinculado a la culminación de la experiencia humana en Cristo, como indicarán las reflexiones que siguen.

Introducción

             El dogma de fondo no son las almas/ánimas que necesitan ser purgadas o sacadas de un tipo de cárcel penitencial, sino Cristo que se ha encarnado (=sigue encarnándose) en la historia de amor y dolor, de vida y muerte de los hombres. Ciertamente, la devoción cristiana ha representado con mucho amor (y a veces con cierto tenebrismo) la cuestión del purgatoria.

     Es bellísima la imagen de la Virgen sacando almas del purgatorio. Es importante la devoción a las almas del purgatorio con quien muchos se mantienen unidos en oración, la comunión eucarística con ellos, la apelación a la Indulgencia de Dios (no a las indulgencias con días particulares etc. etc.).

Pero eso son detalles secundarios. El dogma es Cristo (=Dios encarnado) que vive en los hombres, asumiendo su historia, una historia en marcha, en la que vivos y difuntos nos mantenemos (=estamos comprometidos) de modos distintos en la “marcha” de la vida.

   Eso significa que el camino de vida de los difuntos no ha terminado todavía, pues formamos todos un “cuerpo” en marcha, en comunión de gracia y amor, hasta la plena reconciliación (la plenitud del Reino, cuando el Dios de Cristo sea todo en todos (1 Cor 15, 28)

Un purificatorio

Según la teología tradicional, purgatorio (en sentido figurado) es el “purificatorio”, que no se entiende como “tiempo” sino como proceso de transformación creyente (nos atrevemos a decir “cristiana”) de aquellos que han muerto sin hallarse aún preparados para alcanzar la bienaventuranza de Dios (=que no han llegado aún a la meta de la vida en Dios, que es la parusía plena de Jesús, la resurrección de todos los muertos).

Lo que llamamos purgatorio no es algo que se aplica sólo a las almas separadas, ni tiene un sentido puramente medicinal, como el de las purgas que se empleaban antiguamente para curar a un tipo de enfermos de cuerpo. De un modo semejante,, los enfermos de alma, necesitarían una purificación espiritual, a fin de limpiarse por dentro, para así recibir el amor de Dios y responderle igualmente en amor, amando a los demás hombres y mujeres, llegando de esa forma al cielo.

Por eso, más que de purgatorio e incluso de purificatorio, habría que hablar de amatorio, es decir, de aprendizaje y experiencia de amor, pues quien no ha conseguido amar o recibir en gratuidad el amor de Dios en Dios no está preparado para responderle en amor. Es, por tanto, una escuela de amor, donde el símbolo del fuego no emplea en clave de castigo, sino de creatividad de amor.

De todas formas, la Iglesia Católica no ha logrado explicar plenamente el purgatorio/amatoria, de manera que, en general, las iglesias protestantes se oponen a su visión del tema, negando incluso la existencia del purgatorio. Pero muy posiblemente esa oposición protestante se dirige a un tipo de “mercado” del purgatorio (¡misas por los difuntos, en sentido casi comercial!) más que a la visión recta del tema.

              Sea como fuere, el purgatorio forma parte de la experiencia más honda de la vida humana: Los muertos siguen de algún modo viviendo, tienen una función muy importante en nuestra vida. No son simplemente “di-funtos” (de-functi: los que no tienen ya ninguna función que cumplir)… Sino que su función consiste en mantener nuestro pasado. Por ellos somos, ellos definen de alguna manera lo que podemos ser; y nosotros, los que aún vivimos, seguimos manteniendo en vida a los difuntos, esperando la utopía de la nueva humanidad, de la vida de todos los que han muerto.

  Estrictamente hablando, el símbolo del purgatorio no aparece en la Biblia, aunque se conocen y aceptan en ella las oraciones por los difuntos, como aparece no sólo en 2 Macabeos 12, 43-46 (que es el texto clásico sobre el tema), sino en el conjunto de la piedad israelita y cristiana. En esa misma línea se puede entender un pasaje de Pablo (1 Cor 15, 29), donde se habla de aquellos que se “bautizan” (es decir, se purifican) por los muertos.

Pero más que en unos textos aislados, la experiencia y teología del purgatorio ha de entenderse desde la visión completa de la fe cristiana, que es una fe en la vida, en la transformación y resurrección de los creyentes, es decir, de todos los hijos de Dios, por medio de Jesús. En ese sentido, creo que el purgatorio forma parte del proceso de muerte y resurrección de los hombres en Cristo, para integrarse en el camino de su salvación, para resucitar con él (desde Dios) a la vida eterna (que es Dios Todo en todos). Ese es el principio de purgatorio, la afirmación de que la “vida” de los creyentes no termina con la muerte, sino que se abre en y por ella al despliegue de la luz/amor de Dios   Una historia y realidad compleja

El purgatorio puede vincularse con las “pruebas de purificación” que aparecen en diversas religiones: ellas son como pasos que el novicio o candidato a la madurez debe superar, a fin de alcanzar la perfección y adquirir de esa manera el conocimiento perfecto del misterio y la integración en el grupo de los purificados.

a. Cárcel penitencial. El purgatorio tras la muerte se ha comparado con una cárcel temporal, donde los delincuentes expían por los pecados que han cometido y se purifican, con el fin de integrarse de nuevo en la sociedad, viviendo en ella en una situación de limpieza. Entendida así, la cárcel responde no sólo a la justicia del “talión” (cada uno debe “pagar” por lo que ha hecho), sino también a una exigencia de maduración personal.

Los hombres, especialmente aquellos que son reos de una determinada culpa, tienen que compensar por el mal que han realizado y alcanzar de esa manera la madurez personal que se necesita para vivir en situación de libertad; no es una cuestión de justicia exterior, sino de plenitud interna.

b. Purgatorio tras la muerte. Aparece básicamente como una interpretación teológica de la necesidad de purificación de aquellos que han muerto sin haber logrado una pacificación interior y una maduración personal.

Las religiones de la interioridad (hinduismo, budismo) tienden a interpretar esta necesidad de purificación a través de la doctrina de las reencarnaciones: los espíritus que no han llegado a estar pacificados y no han alcanzado su nivel de perfección, tienen que volver a introducirse en los ciclos de la vida, para así purificarse, hasta alcanzar el estado de inmersión total en lo divino (o en lo nirvana).

Por el contrario, los cristianos católicos han desarrollado la doctrina del purgatorio como medio de purificación individual (para cada hombre o mujer) y lo han concebido como un estado de vida intermedia entre este mundo y el cielo. Los que mueren en estado de imperfección no nacen de nuevo en la tierra, ni van directamente al “cielo” (ni son destruidos para siempre, como los posibles condenados del → infierno), sino que han de ser “purificados” tras la muerte, en un tipo de vida intermedia, que tiene precisamente esa función purgativa de limpieza.

c. Culto a las almas del purgatorio. Es de doble tipo, conforme a la doctrina de la “comunión de los santos”, que vincula a las tres “iglesias”: militante (de la tierra), purgante (del purgatorio) y triunfante (de los que han alcanzado el cielo, culminando de esa forma su camino de lucha).

La visión de esa iglesia purgante, cuyos miembros difuntos (almas del purgatorio) pueden orar por los vivos de la iglesia militante y recibir la ayuda que ellos les ofrezcan (especialmente a través del sacrificio de la misa) ha formado una parte esencial de la piedad católica de la Edad Media y Moderna.

Ese culto por las almas del purgatorio se ha realizado, según eso, en una doble dirección: los vivos han rogado por los muertos (para que culmine su purificación y salgan del purgatorio, triunfando en la vida superior del cielo); los difuntos del purgatorio han rogado por los vivos, protegiéndoles en los diversos peligros de la vida.

Disputa sobre el purgatorio. Un poco de protesta.

Está vinculada, sobre todo, con las formas externas de culto a las almas del purgatorio y, en especial, con las indulgencias. Fue una disputa que nació en torno al siglo XIII y culminó en el siglo XVI, con la crítica de los protestantes y las declaraciones del Concilio de Trento.

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