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Entradas Etiquetadas ‘Deshumanización’

“La crispación en que vivimos”, por José Mª Castillo

Viernes, 17 de agosto de 2018
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44016623541_bb7773eb5c_zDe su blog Teología sin Censura:

“El problema es que nos hemos deshumanizado”

No es fácil analizar y explicar, al detalle y hasta el fondo, lo que nos está pasando, desde no hace mucho, en España, en Europa, por todo el mundo. No me refiero, ni sólo ni principalmente, a la crisis económica. Aunque, por supuesto, los problemas relacionados con la gestión de la economía tienen mucho que ver con lo que estamos viviendo. Pero el problema más preocupante, ahora mismo, está en otra cosa.

Me refiero a la experiencia de “crispación colectiva” que estamos viviendo. Ya he dicho que esto tiene mucho que ver con la economía. También con la política. Y mucho, tal como están las cosas en este momento. Por otra parte, el cambio de cultura y de costumbres, que estamos viviendo, es tan rápido y tan profundo, que no acertamos a entender lo que nos está ocurriendo. Todo esto, como es lógico, produce malestar, inseguridad, crispación…

Pero me da la impresión de que hay otros factores, en este momento, que son determinantes para ponernos más nerviosos o quizá más crispados. Ahora mismo tenemos el problema de los inmigrantes. Europa supo formular la declaración universal de los “Derechos Humanos”. Y ahora mismo Europa, por mantener a toda costa su alto nivel de bienestar, no duda en quebrantar, en cosas muy fundamentales, esos “derechos”, que ella misma declaró y difundió por todo el mundo.

El hecho es que las cosas han venido rodadas de manera, que, ahora mismo nos vemos metidos de lleno – quizá sin darnos cuenta – en un “fundamentalismo”, que no sabemos definir, ni tenemos conciencia de lo que nos está pasando, ni por tanto acertamos a salir de este callejón sin salida.

Hablo de “fundamentalismo”, que no es ni fanatismo, ni autoritarismo. El fundamentalismo es vuelta a las fuentes, a los orígenes, a lo más auténtico. Recuperar nuestra verdadera y única autenticidad. Por eso, cuando en este asunto tan básico, nos vemos amenazados, entonces es cuando se encienden todas las alarmas. Y el fundamentalismo se pone en marcha.

De ahí que, con toda la razón del mundo, el conocido sociólogo Anthony Giddens ha definido el “fundamentalismo” como “tradición acorralada”. Lo estamos sintiendo en nuestras carnes. Cuando cada día nos enteramos de que Asia y África se nos vienen encima – lanchas, pateras, barcos sobrecargados de cientos de personas…, como les pasa a los norteamericanos con las gentes de la América hispanoparlante – quisiéramos levantar murallas para protegernos de los invasores. Los que nos invaden porque vienen huyendo de las guerras que nosotros hacemos posibles con nuestro gran negocio de la venta de armamentos, la compra del coltán para que sigan funcionando nuestros móviles, el gas, el petróleo, la madera, los metales preciosos… ¿qué sé yo?

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Así las cosas, ¡por lo que más quieran!, que no nos engañen los políticos, ni sus técnicos, ni sus medios de comunicación. El problema está en que nos hemos “deshumanizado”. Y la “humanización”, a fondo y para todos, nos da miedo. ¿No tendría que ser un “proyecto global”, en este sentido, lo que más nos debería preocupar y lo primero que tendríamos que hacer?

¿Qué esto es una utopía? Ya lo sé. Pero también estoy seguro de que la más peligrosa y la más inútil de todas las utopías es la que consiste en un mundo sin utopía. Un mundo así, se convertiría inmediatamente en una momia.

A fin de cuentas, por lo que ha sido mi profesión y mi vida, según mis creencias religiosas, los cristianos decimos que Dios, para salvar al mundo, se humanizó. Pues eso digo yo. De la “tradición acorralada” no nos saca nada más que lo que nos sacó de las manadas de chimpancés: nuestra “condición humana”. Esto es lo que más nos urge a todos: ser profundamente humanos.

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“Corrupción y deshumanización”, por José Mª Castillo, teólogo

Viernes, 26 de febrero de 2016
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corrupcion-vaticanoComo es bien sabido, la corrupción es uno de los problemas que más preocupan ahora mismo a los españoles. ¿Por qué hay tantos corruptos? ¿Qué podemos y debemos hacer para resolver este problema? Sea cual sea la respuesta que cada cual les dé a estas preguntas, en una cosa – al menos – deberíamos ponernos de acuerdo. La corrupción nos deshumaniza. Quiero decir, por tanto, que antes que los problemas legales, jurídicos, políticos, sociales, económicos, éticos y religiosos, que plantea la corrupción, hay algo previo a todo eso. Algo que tendría que ser lo primero en que nos debemos poner de acuerdo: hay una relación “causa – efecto”, que es inevitable y directa, entre la corrupción y la deshumanización.

La corrupción es una regresión a lo inhumano. Y el corrupto es un ser que se comporta como un “pre-humano”, por más listo, culto, digno, poderoso o importante que pueda aparecer ante la opinión pública. Daremos un paso decisivo, para remediar la corrupción, el día que en el tejido social se imponga el convencimiento de que el corrupto no es un humano, sino un ser que se quedó anclado en un estado previo a lo que caracteriza lo propiamente humano. Una cosa es “el ser humano”. Y otra muy distinta es “ser humano”. El corrupto se comporta como un animal, en el sentido más peyorativo de esa expresión.

Porque ¿qué es lo que nos hace propiamente humanos? Los descubrimientos que se han hecho en paleontología demuestran que la evolución humana estuvo determinada por el crecimiento del cerebro, que pasó de 800 cms. cúbicos en el “homo ergaster” a 1.200 cms. cúbicos en el “homo heidelbergensis”. Pero, sobre todo, se ha demostrado que este enorme crecimiento del cerebro se produjo cuando aquellas personas, con sus grades cerebros, cuidaban de las personas discapacitadas y eran capaces de comunicarse mediante el lenguaje. La comunicación y la ayuda mutua en las relaciones personales fomentó la “simpatía”, que, como ya opinaba Darwin, distingue a los actuales seres humanos del resto de los primates.

Los derechos, las leyes, la libertad, las creencias religiosas, la dignidad de las personas, todo esto es fundamental, por supuesto. Pero hay algo previo a todo lo dicho: que nos comportemos como seres humanos los unos con los otros. Cuando no hacemos eso, por más que lo hagamos motivados por la ideología más sublime, cuando actuamos de forma que no somos humanos para nuestros semejantes, sino auténticas fieras que buscan su propio provecho o interés, por más cargos o títulos que tengan, por más sublimes que sean sus creencias o su ideología, en realidad son seres inhumanos disfrazados de mera apariencia humana. A esto hemos llegado. Y lo peor es que, además de eso, a quien se comporta así, le ponemos una medalla o le hacemos un monumento. Estamos destrozando nuestra propia humanidad. Esto es lo más grave que está ocurriendo ahora mismo.

Espiritualidad, General ,

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