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Blasfemia y libertad: Entre el “humor” y el fusil

Domingo, 25 de enero de 2015
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10933873_821201897953182_8657661431130705386_nDel blog de Xabier Pikaza:

Un famoso poeta evocaba la tragedia que forman tocando a muerto la “campaña y el cañón”. En este caso, en vez de la campaña tenemos un tipo humor (la revista Charlie-Hebdo). El cañón han sido en este caso los “fusiles” de los ejecutores de una muerte “sagrada” por venganza.

Presenté el 17.01 una postal sobre el tema (Entre “blasfemia y asesinato” ¿Todos somos Charlie? http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2015/01/17/p363234#more363234) y en ella mostraba en ella mi perplejidad ante unos hechos que resultan difíciles de explicar y razonar:

a. Por una parte defendía y defiendo el derecho a la libertad, garantizada por la Ilustración racional y la democracia de occidente.

b. Por otra parte suponía que en otro plano las viñetas de Ch.H. me parecían al menos poco adecuadas en un contexto de diálogo de culturas y de religiones.

Sigo pensando lo mismo, aunque J. I. Calleja respondido en unos comentarios, y con toda razón, que debemos distinguir el plano legal, definido y delimitado por las leyes de los estados (que abren un espacio para que Ch.H. pueda publicar sus caricaturas, y el plano ético, en el que quizá ellas pueden y deber ser criticadas.

Admito gustoso la aclaración o rectificación de J. I Calleja, y así vuelvo a publicar los números centrales de mi “propuesta” de entonces, con sus valiosos comentarios, presentando a continuación algunos comentarios de los cientos que se cruzaron esos días en mi Facebook.

Para situar quizá mejor el tema, me atreve a presentar algunas consideraciones, que pueden ser marginales, pero que resultan importantes en esta discusión:

1. Acepto con J. I. Calleja el valor “vinculante” de las leyes, pero con dos anotaciones marginales. (a) Quiero que las leyes mejoren (¡mucho!) y se acerquen en lo posible al ideal ético, en contra de lo que sucede en muchos espacios de la actualidad. (b) Quiero que puedan pactarse unas leyes universales, por encima de los estados concretos (como ha puesto de relieve L.F, es decir, Lucio Florio, en mi facebook).

fotoint14db592744ad34_25042011_1125am2. Como heredero de una tradición cristiana e ilustrada, pienso que un tipo de caricaturas son no sólo “legales”, sino que hacen mucho bien, pues nos enseñan a ver el otro lado de las cosas. Sin un tipo de “humor” la vida sería inviable; sólo quien es capaz de aceptar caricaturas y chistes sobre sus propias creencias y formas de vida es en el fondo maduro.

3. Muchas caricaturas (como la del Asno/Cristo de los principios del cristianismo; volveré a presentar este “grafito” insultante y lo comentaré al fin de esta postal) nos han enseñado a ver las cosas… El mismo nombre de “cristianos” empezó siendo una caricatura ofensiva, pero los seguidores de Jesús la aceptaron, y aprendieron a verse mejor a sí mismos. Esto deberían aprenderlo los “fusileros” islamistas (pero no sólo ellos).

Seguiré hablando del tema, pues merece la pena. Hoy presento tres motivos, para que los lectores juzguen: Mis tres tesis centrales del pasado 17; la respuesta y aclaración de J. I. Calleja (¡gracias, José Ignacio!), y algunos comentarios del face.book.

Propuestas de X. Pikaza (de la postal del 17)

6. Dicho eso, y defendiendo de un modo radical la libertad, tenemos que añadir que sólo es auténtica una libertad que respeta la vida y sentimiento de los otros, en un plano ético. Ciertamente, los caricaturistas de Charlie-Hebdo tienen libertad de pluma y mente, han hecho lo que han creído bien (supongo que con buena intención, sin querer herir a nadie)…, pero ellos no deben despreciar las creencias de otros, que no son un bien privado, sino un “bien social”. En ese sentido les pedimos mucha mayor madurez y responsabilidad si quieren seguir siendo periodistas satíricos. En el fondo de alunas caricaturas de Charlie-Hebdo hay un desconocimiento del Islam y quizá una falta de sensibilidad ante sus más hondos sentimientos personales y religiosos.

7. Tengo la impresión de que los periodistas de Charlie-Hebdo (y otros muchos “cultos” occidentales ) tienden a ignorar los valores del Islam, en su historia, en su cultura de fondo de paz… En concreto, los de Harlie-Hebdo con sus caricaturas han herido sin causa a millones y millones de musulmanes. Podían hacerlo, y les defiendo. Lo han hecho para que todos sonriamos, y les aplaudo. Pero quizá se han creído superiores por pertenecer a un primer mundo que se piensa el ombligo de la razón cósmica, del pensamiento absoluto, y en ello se equivocan.

8. Por su parte, los musulmanes han de aceptar el “juego” de la libertad de occidente, que les permite vivir y practicar su religión (en contra de lo que hacen muchos “estados musulmanes” que no dejan libertad de hecho para los cristianos). Y en este mundo en que estamos (año 2015) han de responder con el pensamiento y la palabra, no con las bombas. Por eso, sigo condenando sin paliativos el asesinato de los periodistas de Paris.

Comentario por José Ignacio Calleja

A mí el punto seis, querido Xabier, me parece el más discutido fuera del mundo de los creyentes; nosotros creemos que la libertad de expresión es un derecho fundamental, -con el límite de los demás derechos humanos , según lo exige la ley democrática-, y también según lo exige un moral común y sensata al tratar las convicciones religiosas o metafísicas de los demás; por supuesto, si estas convicciones son dignas de la dignidad humana y la respetan. O sea, que mofarse por mofarse de las convicciones ajenas o propias, como una libertad total de hacer escarnio de ellas -salvo lo que prohíba la ley- nos parece que es un derecho legal, pero que no es de recibo éticamente. Lo cual no obvia que el terrorismo es condenable de forma absoluta y siempre, se justifique en lo que se justifique. Nos dicen que mezclamos el campo legal con el moral, y que este segundo, fuera de la ley, es opcional y privado. Decimos que separarlos es un tobogán hacia la nada, que puede serlo.

Por el contrario, los ilustrados franceses y contemporáneos creen que ese derecho de libertad de expresión –salvo lo que prohíba la ley- es absoluto, aunque su resultado suponga mofa o desprecio de las ideas y convicciones ajenas: las que sean. Estas tienen su defensa siempre y sólo en el mismo campo de las ideas. Las intenciones buenas, malas o regulares del crítico, no cuentan. La moralidad del dibujo y de su intención, tampoco. En su extremo, la gracia está en negar que haya religión alguna respetable y humanamente positiva. Son dos conceptos. Nosotros estamos por el primero.

Si lees tu texto, verás que mezclas el plano jurídico y el moral -punto 6-, y ellos los separan. Detrás está el debate de que para ellos, el bien es aquello que cabe en el procedimiento de la ley; lo bueno viene dado por cumplir el procedimiento legal común; todo lo demás es opinión, ideología y opción, aunque las religiones, y otros, le llamemos moral. Creo contigo que estamos obligados a cumplir el procedimiento democrático no violento, siempre, pero que no debemos callar sobre el valor moral que está en juego en el modo de ejercer un derecho fundamental y en su efecto final. Esto es lo propio de la lucha moral justa en una sociedad democrática, lucha moralizada por una moral civil justa en los fines y en los medios, en los objetivos y los procedimientos.

Diciendo esto les parecemos poco laicos y racionales, y nada demócratas; yo creo que cumplimos suficientemente los tres requisitos -deberíamos hacerlo, pues bien sabes que a la gente de religión se nos cuela enseguida el dogma y el derecho al castigo divino por mano humano-, y hasta evitamos el artificio de gozarnos de la libertad de expresión al margen del bien común intentado al menos -cuestión a discutir-, y cuestionamos un concepto de libertad de expresión demasiado absoluto por comparación con otros derechos más materiales, como los que nos dan de comer por el trabajo u oportunidades de vida para los niños.

Hay algo extraño en este debate de los derechos con una comprensión dogmática de su jerarquía y significado. Merece la pena ser críticos de los críticos que con razón y derecho nos critican ¿Qué le vamos a hacer, Xabier? Y otra vez, lo asesinatos de Charlie Hebdo, y los otros, hasta 17, son asesinatos sin paliativos ni disculpa ni explicación. Con fe y sin fe, son asesinatos.

Un tema de facebook

He publicado en el facebook (https://www.facebook.com/xabier.pikaza) tres fotos que han sido muy comentadas, los días 10, 11 y 18 de enero, con caricaturas que aquí no me atrevo a reproducir. Allí decía:

¿Os parece de buen gusto esta imagen de Charlie-Hebdo? ¿Te parecen ofensivas? Ciertamente, me parece horrible sin más, condenable del todo, la “respuesta” de los que quieren defender el honor de Muhammad /Mahoma matando a los caricaturistas… pero no me siento del todo feliz con las caricaturas (que no pongo aquí, para no sumarme a ellas). Leer más…

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“Las caricaturas de Mahoma: provocación e irresponsabilidad”, por Juan José Tamayo

Domingo, 18 de enero de 2015
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MaomeIlustración del siglo XV de una copia de un manuscrito de Al-Biruni que representa a Mahoma predicando El Corán en La Meca.

Leído en la página web de Redes Cristianas

El Papa dice que “no se puede provocar” ni “ofender” a la religión

Difundimos este artículo de Juan José Tamayo, publicado en El Correo el 9 de Febrero de 2.006 porque el fondo de lo que en él se manifiesta, sigue teniendo plena actualidad después de los últimos sucesos acaecidos en Francia. (Redacción de RR.CC)

En Europa hay una ignorancia enciclopédica sobre el Islam. Apenas se sabe nada de dicha religión, y lo que se sabe es deformadamente. Más que con información objetiva se opera con estereotipos que no resisten la prueba de la historia, y con descalificaciones gruesas y viscerales que están en proporción directa con el desconocimiento. Tal situación se explica, al menos en parte, por una carencia grave en el sistema educativo de algunos países europeos: no haber estudiado las ciencias de las religiones, y más en concreto la historia de las religiones, que da cuenta de éstas como caudal de sabiduría y de cultura, pero también como fuente de violencia y expresión del fanatismo y la irracionalidad.

Suele acusarse al Islam de ser una religión integrista y fundamentalista en su totalidad, cuando el fundamentalismo es una desviación o, peor todavía, una perversión, y no pertenece a su esencia, aunque tenga algunos rasgos de ese tipo, como sucede en todas las religiones y en otras manifestaciones culturales, sociales, económicas y políticas, que tienden a absolutizar lo relativo, universalizar lo particular, simplificar lo complejo, eternizar lo histórico, visualizar lo invisible y explicar lo inexplicable, es decir, el misterio.

Se entiende y se traduce la palabra yihad, de manera errónea, por Guerra Santa contra los infieles y se la considera uno de los pilares del Islam. Sin embargo, el significado primero de esa palabra es esfuerzo por conseguir una vida espiritual perfecta y luchar contra el egoismo. Ésa es el gran yihad a la que llama Al-lah a través del mensaje del Profeta, el más difícil de cumplir y el que logra una recompensa mayor. Está, luego, el pequeño yihad, que consiste en el trabajo misionero para la extensión del Islam y en la lucha por defenderse de quienes obstaculizan la práctica de dicha religión. El Yihad como Guerra Santa no es un pilar del Islam, si bien lo tienen por tal los movimientos fundamentalistas radicales que recurren a la violencia, hoy en auge. En consecuencia con esta idea del Islam se tiende a presentar a Mahoma como visionario fanático y guerrero como rasgos más destacados de su personalidad sin hacer referencia a su experiencia mística, a su honestidad personal y a su sentido caritativo, tal como subraya Karem Armstrong en Mahoma. Biografía del Profeta (Tusquets Editores, Barcelona, 2005).

La publicación, por el diario danés Jyllands-Postern en septiembre de 2005, y su reproducción por la revista cristiana noruega Magazinet y por varios medios de comunicación europeos unos meses después, de unas caricaturas que presentan Mahoma como guerrero y terrorista suicida, de muy mal gusto y nula calidad, vienen a confirmar los estereotipos peyorativos sobre el Islam. Esta publicación me parece un uso irresponsable de la libertad de expresión y de prensa, y una provocación para el mundo islámico. Provocación que puede hacer descarrilar las iniciativas políticas de paz llevadas a cabo por algunos organismos internacionales y por gobiernos democráticos de Occidente y del mundo musulmán, como España y Turquía, que han copatrocinado la Alianza de Civilizaciones, y cuyos presidentes Rodríguez Zapatero y Erdogan están haciendo estos días llamadas a “oír la voz de la razón”, al respeto y a la calma.

El problema no es la legalidad o no de la publicación de las caricaturas, sino su moralidad. Coincido con los dos dirigentes políticos en que la publicación “puede ser perfectamente legal, pero puede ser rechazada desde el punto de vista de la moral y de la política”, porque “no hay derecho sin responsabilidad y respeto a las diferentes sensibilidades”. Es posible que los responsables del periódico danés no calcularan bien los riesgos que las caricaturas pudieran tener en la escena política internacional, donde, en un momento de tanta tensión, hay que operar con suma prudencia. Pero lo cierto es que pueden hacer fracasar las numerosas propuestas de diálogo entre culturas que se llevan a cabo en los diferentes foros continentales, regionales y locales, a partir del principio de la interculturalidad.

Creo, igualmente, que es una irresponsabilidad que puede arruinar los excelentes resultados que hasta el presente están dando las múltiples plataformas de diálogo interreligioso, para retroceder a la época de las guerras de religiones, que creíamos ya superada. Amparándose en la libertad de expresión, que es un derecho irrenunciable, se ha demonizado al fundador del Islam, una religión con 1200 millones de seguidores y seguidoras. Demonización que refuerza la creciente islamofobia instalada en la población occidental.
A su vez, las reacciones violentas de un sector creciente del mundo integrista islámico, a las que se han sumado algunos gobiernos musulmanes, constituyen una respuesta totalmente desproporcionada con claros tonos de fanatismo, que nada tiene que ver con la esencia del islam.

Estas reacciones ya se han cobrado varios muertos por la quema de embajadas y por las agresiones contra ciudadanos europeos y amenazan con convertirse en una espiral de violencia, que es necesario detener antes de que desemboquen en un baño de sangre. Nada tienen que ver estos comportamientos violentos en masa con la actitud del Profeta, quien al comienzo practicó el principio evangélico de poner la otra mejilla. Ante las persecuciones, torturas y vejaciones de que fueron objeto los musulmanes en la Meca al principio, éstos le pedían autorización al Profeta para defenderse, y la contestación del Profeta era: “No se me ha ordenado combatir”. La respuesta a una mala acción tiene que ser una acción buena. Al mal se le repele no con el mal, sino con el bien, más aún, “con algo que sea mejor”. Con ese modo de actuar el enemigo “se convertirá en amigo ferviente” (13,22; 23,96; 28,54; 41,34

De nuevo se vuelve a utilizar a las religiones como líquido inflamable que puede terminar convirtiendo el mundo en un coloso en llamas. Se trata, a mi juicio, de una estrategia perfectamente calculada por parte de los sectores extremistas del mundo musulmán y de Occidente que pretende dar por válida la teoría del choque de civilizaciones, de Huntington -cuando en realidad es una construcción ideológica del Imperio para seguir manteniendo el control del mundo- y la idea también huntingtiniana, de que “el islam es la civilización menos tolerante de las religiones monoteístas”, cuando el judaísmo, al menos el de Sharon, y el cristianismo, al menos el de Bush, están demostrando también su carácter violento a diario.

La alternativa frente a la estrategia destructiva del choque de civilizaciones y de la guerra de religiones no puede ser otra que una alianza de civilizaciones, culturas y religiones, con el compromiso de hacer la realidad los Objetivos del Milenio. Es necesario luchar contra la pobreza, que afecta a más de dos terceras partes de la humanidad y constituye el principal desafío de nuestro tiempo para construir un mundo interreligioso, intercultural e interétnico donde la diferencia en las creencias no sea motivo de enfrentamiento sino de pacificación, el diálogo entre religiones sustituya al anatema y las jerarquizaciones entre las culturas se transformen en interculturalidad.

Juan José Tamayo es Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de “Diez palabras sobre Paz y violencia en las religiones” (Verbo Divino, Estella, 2004)
(EL CORREO, 9 de febrero de 2006)

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