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” Y Leo Classen habló”. Primer testimonio de un triángulo rosa”.

Lunes, 1 de febrero de 2021
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6eebac9d-7245-44ce-8b94-c59ac5a7b4fd_source-aspect-ratio_default_0Portada del libro ‘Y Leo Classen habló. Primer testimonio de un triángulo rosa’

El testimonio más antiguo de un prisionero gay en un campo de concentración nazi: torturas, castraciones y experimentos

En ‘Y Leo Classen habló’, el investigador Carlos Valdivia reúne y publica por primera vez el testimonio de un médico católico y homosexual que resistió al nazismo. 

 

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No es extraño ver en las manifestaciones ultraderechistas y negacionistas a grupos ondeando banderas con cruces gamadas; también el pasado 12 de octubre, a lo largo del día de la fiesta nacional, pudo verse este tipo de símbolos izarse impunemente en las manifestaciones promovidas por el partido de ultraderecha VOX. Por eso, es muy necesario que sigan apareciendo testimonios como el que nos ocupa.  No podemos permitir que se siga extendiendo el discurso del odio. Por eso… comprad el libro y leedlo.

El editor y traductor Carlos Valdivia rescata de una biblioteca alemana los textos que el superviviente Leo Classen escribió en 1955 y que ahora publica la Editorial Egales.

Carlos Valdivia cuenta que mientras visitaba la exposición Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos, se dio cuenta de que un cartel que cuantificaba por centenares de miles las fatídicas muertes de judíos, gitanos, serbios, personas con discapacidad, etcétera, solo citaba “varios miles de homosexuales”. Este cálculo aproximado le incitó a ahondar en las cifras. Importantes investigadores aseguran que rondarían los 5.000 – 15.000 enviados a campos de concentración y tan solo 50.000 enviados a prisión, pero el propio Heinrich Himmler, uno de los principales líderes del  partido nazi, se jactaba de haber eliminado a un millón de homosexuales.

Leo Classen publicó entre 1954 y 1955 una serie de artículos en la revista homoerótica Humanitas sobre su paso por el campo de concentración de Sachsenhausen-Oranienburg. Estos textos han permanecido inéditos hasta el momento tanto en alemán como en español u otras lenguas. Supone el testimonio más antiguo conocido escrito por un superviviente homosexual de un campo de concentración nazi.

“El pan y la muerte fueron dos de los pilares de nuestra existencia allí. No teníamos nada más a lo que agarrarnos. Lo que había fuera, lo que una vez habíamos llamado vida, quedaba lejos, muy lejos, no como el olor de la sangre y la putrefacción, de la agonía y la maldad que nos rodeaban allí, donde nos arrastrábamos bajo la corona de espinas con huesos estridentes de una mañana gris a otra, y nunca más se hizo la luz…”

Hay experiencias que destrozan el cuerpo y el alma hasta tal punto que los sismógrafos de los sentimientos recitan sus datos y sin resistencia ni clemencia revelan a los hombres su horrible destino y los aplastan. La completa disolución y degradación de la personalidad era el objetivo de cada proyecto que aquí narraré. Así empieza el primero de los devastadores textos inéditos de Leo Classen, superviviente homosexual de un campo de concentración nazi.

De él sabemos que nació en 1906 en una familia socialdemócrata, que fue médico y que ingresó en Sachsenhausen-Oranienburg (Brandenburgo) a los 35 años. Menciona que llevó consigo un diario desde 1939 hasta 1945, lo que lleva a pensar, a juzgar por las fechas, que antes de entrar en Sachsenhausen pasó por otro campo -de hecho, es seguro que estuvo un mes en Natzweiler-.

Si bien es cierto que las relaciones sexuales entre hombres estaban castigadas en Alemania por el artículo 175, el país y, sobre todo, Berlín, había generado a finales del XIX y principios del XX una subcultura, intelectual y reivindicativa, para el colectivo. El investigador Robert Beachy, que publicó en 2015 Gay Berlín, un análisis de aquella época, explicaba en esta entrevista a El País que “la ley penaba los actos sexuales entre hombres, pero no prohibía los clubes, bares u otros lugares de encuentro. La policía los vigilaba, pero estaba obligada a tolerarlos. Precisamente por este acoso, los activistas empezaron a organizar protestas y esta subcultura comenzó a hacerse más visible”.

La llegada de Hitler al poder en enero de 1933 ya había supuesto un tajo por la raíz a las aspiraciones de los movimientos homosexuales de la época. Una de sus primeras medidas, en febrero, fue prohibir esas asociaciones. Dos meses después, los nazis arrasaron con el Instituto para el Estudio de la Sexualidad en Berlín. Se trataba de un fondo de más de 20.000 volúmenes y 35.000 fotografías, creado por el médico y sexólogo Magnus Hirschfeld, una de las figuras claves de esa subcultura berlinesa y responsable de algunos de los primeros estudios sobre la homosexualidad. “Fue una de las grandes pérdidas del movimiento”, lamenta Valdivia.

Del trabajo de Hirschfeld (1868-1935) las autoridades nazis solo conservaron aquellos documentos que podían servirles para engrosar las llamadas “listas rosas”, con los nombres de homosexuales que serían purgados en los campos de concentración. Para estas listas, la policía nazi utilizó también la información de las comisarías relativa al artículo 175. En 1936, el oficial Heinrich Himmler, que llegó a presumir de haber acabado con un millón de homosexuales, creó la Oficina Central del Reich para Combatir el Aborto y la Homosexualidad.

Leo Classen atravesó las puertas del infierno el 15 de febrero de 1942. Bajo los pies, la pisoteada y sucia nieve del invierno en Brandemburgo. En la verja que da paso al campo de concentración de Schasenhausen, una burla: “El trabajo os hará libres”. En su uniforme rayado, un triángulo rosa invertido que le identificaba como homosexual y le colocaba en el estrato más bajo entre quienes parece que ya no pueden sufrir más.

“Ahí estábamos: pobres, enfermizos y cansados. El frío sol del invierno molestaba a los ojos, que empezaron a llorar con miedo, con rabia, con vergüenza, con tristeza”, escribiría Classen unos años después en una revista de temática homosexual llamada ‘Humanitas‘. Los textos, publicados entre 1954 y 1955 y sin apenas difusión, suponen el testimonio más antiguo de un prisionero homosexual en un campo de concentración nazi. Su voz, su palabra y su memoria, no exenta de carga poética y simbólica, son ahora rescatadas gracias a la investigación de Carlos Valdivia Biedma, que ha reunido su excepcional trabajo en Y Leo Classen habló (Editorial Egales).

Valdivia encontró el primer rastro sobre Classen casi por casualidad, a través de un enlace de Wikipedia que, reconoce, “no suele ser la fuente más fiable“. Ese breve artículo de menos de 100 palabras en el que se mencionaban siete textos, su fecha de nacimiento, el 26 de junio de 1906 y su formación en medicina, le puso sobre la pista. “Comencé a tirar del hilo y me pareció raro que solo se mencionara en una nota a pie de página. Empecé a hablar con bibliotecas alemanas y a buscar esos documentos”.

Finalmente, Valdivia dio con los textos originales que se encontraban olvidados en una biblioteca de Hamburgo. “Me di cuenta de que merecían la pena. No son solo unos textos de un valor histórico incalculable, porque son inéditos y lo que cuenta es muy duro, sino que nos ofrecen mucha información sobre cómo trataban a los presos homosexuales, con castigos diferentes”, explica en conversación con elDiario.es.

c7673915-ee87-48d7-bc72-f813960cae5f_16-9-aspect-ratio_default_0Portadas de la revista de temática homosexual ‘Humanitas’

Classen habla en sus artículos de las llamadas “acciones rosas”: “Es decir, se agrupó a los homoeróticos en comandos de exterminio y se les sometió a la disciplina del campo triplicada, lo que significó a su vez menos comida, más trabajo y una supervisión aún más estricta”. Estas acciones incluían, según este testimonio, la prohibición de entrar a la enfermería para los prisioneros homosexuales, experimentos médicos, torturas, castraciones, penetraciones con maderas astilladas, jugar a los dardos con jeringuillas usando como diana a un homosexual, experimentos químicos, y juegos macabros por parte de los guardias. Uno de los ‘juegos’ más sádicos que encontré entre las páginas del ensayo fue el siguiente: Los guardias se entretenían con el “dispara al que escapa”: un macabro juego que consistía en ordenarle a un preso que fuese a la valla y dispararle por el pretexto de que “intentaba huir”. “Por cada prisionero muerto en este juego, el ganador -que sólo lo era si le acertaba en la cabeza- recibía cinco marcos imperiales y tres días de permiso”.

Los llamaban “delincuentes sexuales”, “errores biológicos de nuestro dios”, e insistían en que ellos debían ser los primeros en “ser sacrificados”.

“Los desnudaban, mojaban y dejaban durante una hora a la intemperie de noche en enero, así como codiciados conejillos de Indias para experimentos médicos. La primera tarea de los prisioneros con el triángulo rosa fue la de mover nieve con las manos desnudas de un lado para otro de la calle que había entre los barracones”.


El primero de estos art
ículos se titula La corona de espinas -prueba del catolicismo del autor- y arranca en 1942, cuando, junto con otros 300 triángulos rosas, se le convoca y destina a la compañía disciplinaria encargada de trabajar en la fábrica de ladrillos. La labor consistía en llenar vagones con arcilla y empujarlos por la ladera hasta la fábrica, desde las cinco de la mañana hasta las cinco de la tarde. Detalla el investigador que sólo era una excusa para exterminarlos-en dos meses, el grupo se había reducido a un tercio-, y así, además, los explotaban construyendo infraestructuras para la nueva Alemania de Hitler.

El pan y la muerte fueron dos de los pilares de nuestra existencia allí. No teníamos nada más a lo que agarrarnos, escribe Leo Classen. Lo que había fuera, lo que una vez habíamos llamado vida, quedaba lejos, muy lejos, no como el olor de la sangre y la putrefacción, de la agonía y la maldad que nos rodeaban allí, donde nos arrastrábamos bajo la corona de espinas con huesos estridentes de una mañana gris a otra, y nunca más se hizo la luz….

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Articulos de Leo Classen publicados en la revista Humanitas entre 1954 y 1955

En su segundo y tercer artículo se refiere a la doble marginación dentro del campo de los triángulos rosas: los torturaban tanto los oficiales nazis como sus propios compañeros, que también abusaban de ellos. Se les daba menos comida, se triplicaba su trabajo y se los sometía a múltiples experimentos médicos denominados acciones rosas’”, como apunta Valdivia. Aquí un extracto:

¿Qué hay de los prisioneros que además fueron destruidos con una sádica crueldad física y mental solo porque vivían y amaban de acuerdo con la ley natural de sus inclinaciones y que por lo demás no eran ni antisociales ni criminales ni opositores políticos? Me refiero a los que llevan el triángulo de la vergüenza, que no fueron tratados ni como personas ni como animales y que fueron declarados proscritos. ¡Los homoeróticos! No estaban para nada preparados para amar a su pueblo y a su patria, pero solo podían hacerlo como miembros libres y dignos de la comunidad de los vivos.

Y no se volvió a hablar ni de la libertad ni de la dignidad humana, especialmente entre aquellos que habían sido designados sacrificios de sangre para asegurar el restablecimiento de la moralidad y la decencia (como denominaron su programa de asesinatos). Se puede matar sin crear cadáveres, y algo así le pasó a la gente homoerótica, y a esto se lo llamó corrección legal de la inferioridad biológica. ¡Esclavitud! ¡Hambre! ¡Burla! ¡Castración! Estos fueron algunos de los hitos en el sufrimiento de estos desafortunados prisioneros en prisión preventiva.

‘Y Leo Classen habló‘ arroja luz sobre otro hecho que escapa a la homofobia institucional y que, aunque puede imaginarse, él verbaliza así: “Poco se sabe sobre el especial odio, la persecución y la tortura intramuros a los que condenaron los presos a sus propios compañeros de celda: ¡los homosexuales!”. Describe así el aislamiento dentro del campo de concentración que padecían aquellos con el triángulo rosa, burlados por oficiales y prisioneros. “El grupo de condenados estuvo privado de la protección hombro a hombro de sus compañeros”, lamenta.

En el cuarto artículo, Classen relata el uso de prisioneros vivos para probar remedios contra las quemaduras de fósforo: total, los triángulos rosas eran considerados infrahombrespor los nazis, que también infligieron sobre ellos otros experimentos que se considera incapaz de relatarpero que sentencia con un: “¡No volvamos a matar nunca jamás!.

El quinto artículo, titulado Ecce homo o las puertas del infierno -de nuevo sus referencias bíblicas-, detalla cómo les afeitaron las cabezas al llegar al campo de concentración, cómo les calzaron los uniformes de rayas y les sometieron a palizas y burlas, antes de marcarlos, como a reses, con el triángulo rosa y un punto negro en el uniforme. Aquí otro extracto:

Nos afeitaron y nos guisaron. Como cerdos en el basurero

Vuestros días de felicidad deben acabar se burlaron, y después leed las letras de bronce que cuelgan, de manera invisible pero insistente para vosotros, sobre la puerta de hierro: ‘¡Aquí vuestra voluntad será quebrantada!.

¡Y todo acabó! Todo lo que amábamos: la libertad, la seguridad, la humanidad. Acabar con los días de felicidad¡, se llama aquí. ¡Se había abierto la segunda puerta al infierno! Nos recibieron con los nudillos.

El sexto artículo narra la ejecución de tres triángulos rosas ajusticiados en la horca por intentar escapar: Scharley, Hans y Herbert. Aprovecha el tema para referirse al silencio guardado por otros presos, entre los que se incluye, y que considera de alguna manera cómplices de tal crimen, contextualiza Valdivia.

¡Tres camaradas! ¡Tres jóvenes muchachos en flor! Jóvenes que no habían hecho nada más que, como todos los hombres presos, guardar en su corazón un deseo y anhelo hasta verlo cumplirse un día: ¡huir libres! Pero ya no había libertad por la que valiera la pena huir. La muerte, la violencia y el odio estaban por todas partes. Ni siquiera más allá de los altos muros quedaba ningún refugio. Alemania se había convertido en un desierto de cuya arena caliente salían las llamas de la perdición.

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Antes de permitirles morir, los cubrieron de burlas y mofas, enterrados vivos en dolor y angustia. Les provocaron sed con comida salada y los azotaron en el potro, después les ataron un gran tambor al cuello que tenían que golpear y gritar: ‘¡Hurra! ¡Hemos vuelto! ¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra!. Convertidos en estatuas de sal, hicimos una pausa silenciosa y lanzamos nuestra compasión y nuestro tormento hacia el cielo glorioso () El silencio se cernió sobre nosotros y oscureció el sol naciente. Cum tacent, clamant (Cuando callan, gritan)… ¡sólo en ese momento conseguí entenderlo! ¡Scharley, Hans, Herbert! ¡Tres compañeros! ¡Tres amigos! ¡Tres de los nuestros! Homosexuales…”.

Es complicado establecer una cifra aproximada de homosexuales que fueron recluidos o asesinados en campos de concentración durante el nazismo. Tras la liberación de los campos, la homosexualidad seguía estando estigmatizada y estas víctimas fueron, una vez más, las que obtuvieron peor reparación. En la exposición ‘Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos‘, una de las más importantes sobre el Holocausto celebrada en España en los últimos años, se hablaba de “varios miles”.

“Varios miles” que demuestran la falta de precisión e investigación sobre este colectivo en y después del Holocausto. Una inexactitud sobre la que Valdivia trata de arrojar luz citando diversos estudios, publicados en los últimos años, en los que se habla de 50.000 condenados y entre 5.000 o 15.000 varones presos homosexuales asesinados en campos de concentración. “El porcentaje de mortandad de los homosexuales encarcelados por los nazis era, al parecer, relativamente más alto, en los campos y tras la liberación, que el de otros grupos perseguidos”, publicó el escritor e investigador Richard Plant en su libro ‘The Pink Triangle‘.

Estas impresionantes traducciones adquieren aún más enjundia gracias a la introducción en la que el autor de Y Leo Classen habló, Valdivia, repasa la situación del colectivo LGTBI previa a la dictadura nazi y el paso de los hombres homosexuales por los campos de concentración alemanes. Lo más escalofriante es que a día de hoy apenas se han recopilado datos y cifras sobre el número de víctimas homosexuales que cayó en manos del nazismo.

El de Classen, que falleció en 1972, es el testimonio más antiguo que se publica de un triángulo rosa, pero no el único. Hasta la fecha han relatado sus memorias en los campos nazis otros tres hombres, con perspectivas diferentes pero puntos en común. En 1972, Josef Kohout publicó, con la ayuda del escritor Heinz Heger, ‘Los hombres del triángulo rosa: memorias de un homosexual en los campos de concentración nazis‘; en 1994, Pierre Seel escribió sus memorias -las únicas de un superviviente gay francés-, junto al periodista Jean Le Bitoux; y en 2010, Rudolf Brazda, el único superviviente homosexual con una placa en su honor, publicó ‘Rudolf Brazda, itinerario de un triángulo rosa‘, con el escritor Jean-Luc Schwab. Los tres únicos homosexuales que, según sabemos hoy, sobrevivieron al exterminio nazi y compartieron su desgarro por escrito.

“Fíjate, cuatro testimonios. Son los grandes olvidados de esta recuperación de la memoria histórica”, llama la atención Carlos Valdivia. Muy pocos si se compara con la exposición y el estudio de otros colectivos perseguidos durante el nazismo. “Los cuatro hacen mucho hincapié en que después del Holocausto se han estudiado muchísimas cosas, pero no a los triángulos rosas”, explica. Un hecho que puede explicarse, en parte, por la homofobia, legal y social, imperante también tras la II Guerra Mundial. En Alemania, el artículo 175 no dejó de castigar las relaciones entre hombres adultos hasta 1969 y siguió en vigor hasta 1994. Como tras la liberación de los campos las relaciones entre hombres siguieron siendo delito, a algunos supervivientes homosexuales se les llegó a recomendar cambiar el color de su triángulo para optar a una pensión. Kohout, por ejemplo, no la consiguió hasta 1992.

En 2018, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier pidió perdón a los homosexuales por los crímenes cometidos contra ellos durante el nazismo y los años posteriores. “Les pido perdón por el dolor y por la injusticia pasados y por el largo silencio que le sucedió”, reconoció ante el monumento a las víctimas homosexuales del Tercer Reich, que se había construido en el parque berlinés de Tiergarten una década antes. “Llegamos tarde”, admitió.

 

Los movimientos de liberación LGTBI en auge, principalmente, en Estados Unidos a partir de los años 70 y 80 favorecieron la conciencia de la persecución que habían sufrido los homosexuales a lo largo de la historia. Fue entonces cuando el triángulo rosa invertido se resignificó como un símbolo del colectivo, que reclamó con más fuerza su visibilidad.

El de Classen es un testimonio crudo de la violencia y el horror que vivieron los hombres homosexuales en los campos de concentración. “No consigo recordar ningún proceso de abandono tan sombrío en el libro de la historia de la humanidad que haya dejado tal rastro de sangre y lágrimas como lo hizo aquella fábrica de ladrillos”, dice en referencia a la fábrica del campo a la que se les enviaba a trabajar hasta la extenuación, a morir, como parte de la “acción rosa”.

Pero, pese a ese intento por quebrar su voluntad y a que “es imposible expresar con palabras actos tan viles”, se desprenden de los textos de Classen, del que se sabe poco más que su fecha de nacimiento y de defunción, reivindicaciones de las que el colectivo LGTBI lleva años haciendo bandera: “Perdóneme, querido lector, si le recuerdo una y otra vez las instituciones y los sucesos ocurridos durante el Reich de los doce años y le ruego que nunca repita, tolere o admita los métodos y las medidas aplicados durante esa época, porque tan solo mediante el conocimiento y la observación se podrá proteger el futuro para evitar la repetición y los efectos del pasado”.

FICHA TÉCNICA

Editorial: Egales
ISBN: 978-84-18501-18-0
Fecha de edición: 2021
País:
Idioma: Castellano
Encuadernación: Rústica
Dimensiones: 12 cm x 20 cm
Nº páginas: 124
Materias:Biografía/Memorias/Diarios/Cartas / Ensayo /

Carlos J. Valdivia Biedma (Priego de Córdoba, 1993) se graduó en Traducción e Interpretación por la Universidad de Córdoba, y cursó un máster de Traducción Literaria por la Universidad Complutense de Madrid. A la vez que realizaba estos estudios, comenzaba a desarrollar una latente faceta artística, bajo el pseudónimo artístico Aplatie, término francés que hace referencia a los fondos lisos de la mayoría de sus obras, de estilo minimalista y neopop. Son temas recurrentes en sus retratos la cultura pop española y extranjera, la religión, lo queer y el lenguaje del cómic.

Fuente El Diario/El Español/Berkana

Biblioteca, General, Historia LGTBI, Homofobia/ Transfobia. ,

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