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“El tema no es el pródigo y el padre, sino el pródigo y su hermano”

Sábado, 21 de septiembre de 2019
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Pliego-G-3144-256x346Para terminar ben la semana, podemos leer este interesante artículo que hemos leído en el blog de Xabier Pikaza:

Todos los hijos de Dios

Una iglesia de pródigos

La revista Vida Nueva num 3.144, del 13-20 septiembre 2019, con ocasión del domingo 24 tiempo ordinario (15.09.19), en el que se lee la parábola llamada del “hijo pródigo”, acaba de publicar un pliego titulado Del Hijo Pródigo a la Iglesia de los Pródigos.(https://www.vidanuevadigital.com/pliego/del-hijo-prodigo-a-la-iglesia-de-prodigos/ ).

La primera parte del pliego está abierta a todos los lectores, la segunda está reservada a los suscriptores on line o a los lectores de la edición digital.

    Aprovecho  esta ocasión para dar gracias a los directores de Vida Nueva por haberme encargado y por haber publicado con todo luje este pliego… Y la aprovecho también para seguir reflexionando sobre el tema.

En el fondo  de mi reflexión de Vida Nueva   está la realidad de algunos “hijos pródigos” que cierta iglesia del siglo XX-XXI ha dejado en los márgenes, fuera de la fiesta que el Padre organiza para ellos en la parábola.

Partiendo de lo dicho en el pliego de Vida Nueva, quiero decir aquí, en una versión nueva,  que los “hijos pródigos” no son “también” miembros de la Iglesia, sino que ellos son iglesia por propio derecho, y por voluntad de Jesús. Nos hallamos hoy (año 2019) ante una Iglesia nueva, que ha de edificarse desde los pródigos… No sólo a favor de ellos, sino a partir de ellos, con ellos como “verdadera autoridad”

   Deseo que quienes tengan ocasión o medios vayan al texto on line o editado de la revista. Para los restantes ofrezco aquí una  versión  nueva del tema, situándome, y situando a mis lectores, en el centro de la Iglesia, ante la posibilidad (necesidad) de que los dos hermanos “habiten en la misma casa” y construyan una misma iglesia, conforme a esta parábola de Lc 15, que trata de los dos hermanos y el padre.

  La cuestión no es el Padre y el Hijo Pródigo,  sino la relación (la inversión) de pródigos y “mayores” (cumplidores legales) de la Iglesia y de la sociedad. El tema nos sitúa en el centro de la Iglesia y de la sociedad actual, como seguirá viendo quien lea… El tema es si el Padre de la parábola (que acogido con fiesta al pródigo, sin imponerle condiciones) podrá convencer al “otro” (al mayor) para que deje su enfado de superioridad y entre en la casa del pródigo, que es la Iglesia.

DEL HIJO PRÓDIGO A LA IGLESIA DE PRÓDIGOS (Lc 15, 15‒32).

Primera parte del pliego de Vida Nueva, publicada en abierto por la misma revista(https://www.vidanuevadigital.com/pliego/del-hijo-prodigo-a-la-iglesia-de-prodigos/ ).

hijo-prodigo-detalleNo se trata de una iglesia a favor de los pródigos (cosa que sería ya mucho), sino una iglesia de pródigos (cosa que es mucho más), pues sobre ellos (pródigos del mundo) ha fundado Jesús la iglesia (la casa del padre) según esta parábola. Ciertamente, los hermanos mayores (=los grandes), que vuelven de su trabajo cada tarde, conscientes de su prepotencia, no quieren fiesta para pródigos y gente de su clase, sino seguir siendo dueños de la casa. Por eso vienen y discuten con el padre, y no quieren entrar en la casa que el padre ha dejado en manos de pródigos, con músicos y amigos que cantan y celebran la vida y sacian el hambre comiendo el ternero cebado de la fiesta.

         Ante esa situación nos coloca la parábola. Dios ha fundado una iglesia con y para pródigos (hijos menores), pero los “grandes”, mayores, se creen dueños de la casa e insisten en controlarla. Así están las cosas, y la parábola no dice cómo acaban: No se sabe si el padre logrará convencer a los grandes, a fin de que ingresen también ellos en la casa de fiesta donde comen y cantan pródigos y amigos. Ciertamente, algunos comentaristas antiguos insinúan que el hermano mayor no entró, sino que se marchó con furia, como había marchado tiempo atrás el menor, pero no para gastar la vida de un modo “deshonrado”, con cerdos y malas mujeres, sino para crear una iglesia separada y “santa” de buenos cumplidores, fariseos y legales (como los que criticaban a Jesús: Lc 15, 1‒3), expulsando de ella a los pródigos, en contra de la voluntad del padre.

         De eso trataré, de un modo exegético, coloquial y teológico, dejando abierto el final, pues así lo deja la parábola, en un momento (año 2019) en que las cosas son muy parecidas a las de tiempo antiguo. Las comparaciones que establezco no pueden tomarse al pie de la letra, pero resultan transparentes para quien sepa escuchar la voz de Jesús y el cambio de los tiempos, y así las iré presentando, pues la iglesia que viene será de los pródigos o no será ya de Jesús, sino de unos grandes que quieren falsificar su movimiento. Para una visión general del tema pueden verse los libros que cito al final, especialmente las monografías de A. Aparicio y F. Contreras, con los documentos del Papa Francisco.

Planteamiento. Un hombre tenía dos hijos…

         Así comienza la Biblia, contando la historia de Caín y Abel (Gen 4), toda la humanidad, dos hermanos “queridos” y enfrentados de tal forma que uno acabó matando al otro. Así cuentan muchos mitos o relatos, como saben los grandes pensadores, de Agustín a Hegel, de Marx a Freud y al papa Francisco. Ésta es una historia que muchos siguen desfigurando. El padre nos hizo hermanos en el mundo, y así repite la Revolución Francesa (igualdad, libertad, fraternidad…), pero seguimos desiguales, unos esclavizados por otros, enfrentados por la casa que debía ser de todos: indígenas y emigrantes, autóctonos e invasores, ricos y pobres, nacionales y extranjeros, hombres y mujeres…

hijo-prc3b3digoUn hombre tenía dos hijos empieza diciendo la parábolas (Lc 15, 11), hijos bien muy amados, pero enfrentados a muerte. No se necesita decir más para evocar y plantear la suerte de los hombres, y así lo hace parábola que ha sido escuchada, meditada, contemplada… y también falsificada por de lectores, que la han desenfocado, fijándose sólo en dos personas (hijo pródigo y padre), miradas de un modo intimista y sentimental, sin tener en cuenta que los protagonistas son tres (padre y dos hijos), y que las relaciones más significativas y sangrantes son las que establecen los dos hermanos, que son toda la iglesia o, mejor dicho, dos formas iglesia enfrentadas desde antiguo. Ésta es sin duda una parábola del hijo pródigo y el padre, pero su tema central es la relación de los hermanos, con el surgimiento de una iglesia de pródigos:

Es importante la relación del padre con el pródigo, que aparece como “pecador”, pues abandona la casa con su herencia, a “comerse” el mundo, pero fracasa (gasta todo con mujeres “malas”) y debe trabajar guardando cerdos que comen lo que a él se le prohíbe. Por eso vuelve “arrepentido”, pidiéndole a su padre que le admita como jornalero, sólo por comida; pero el padre le acoge como hijo, dándole otra vez la casa entera, con vestido nuevo y anillo de firmar (=firma autorizada), con ternero cebado, música y fiesta de hombres y mujeres que bailan (Lc 15, 22‒25).

‒ Más importante y trabajosa es la relación del padre con el hijo mayor (=agrande), que se enoja por la vuelta del pródigo y no quiere entrar en casa, sin que, al parecer, el padre logre convencerle de que venga y se avenga con su hermano. Con toda su lógica, ese hermano “grande” (fariseo, jurista y sacerdote: 15, 1‒2) se irrita al ver que el padre festeja al retornado, y obrando así demuestra que no tiene alma de hermano, ni parecido con su padre, sino que es un avaro envidioso y “cumplidor”, guardando toda la fortuna para sí, sin acoger al pródigo, su hermano.

Pero la relación decisiva es la de los dos hermanos, como en la historia de Caín y Abel, donde se decía que no caben los dos en la ancha tierra, de forma que, para sentirse seguro, uno (Caín) tuvo que matar al otro. Una sombra de muerte como la de Caín planea también sobre nuestra parábola, que debe compararse con otra, la de los viñadores homicidas (Lc 20, 9‒20) que se sienten “grandes” y para quedarse con la herencia, expulsan de su finca y matan al hijo del padre (al pródigo). Ciertamente, el pródigo no viene a matar, sino a comer; y además viene a su casa, como los pobres del mundo que llaman a la iglesia o a la puerta de las sociedades ricas, que deben ser también su casa, pues el mundo ha de ser hogar para todos….

(Aquí termina la  parte publicada en abierto por VIDA NUEVA. Quien quiera seguir debe acudir a la revista, en publicación on line o en papel).

Lo que sigue  es una redacción distinta y reducida del PLIEGO DE VIDA NUEVA, utilizando reflexiones que ha venido publicando en RD. Divido el tema en dos partesLeer más…

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