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En Semana Santa...

(2 mensajes)
  1. Me gusta pensar que la Pasión empezó con una fiesta. A veces hacemos tanto hincapié en lo solemne del momento, en la tragedia en ciernes (que lo es), en lo sublime de la institución de la Eucaristía (que también lo es), o en los conflictos que asomaban en aquel escenario, que es difícil recordar que se juntaron a cenar, a compartir un momento especial de amistad, de encuentro.

    Es curioso que a menudo nuestras eucaristías, memoria viva de aquella Última Cena, también las cargamos de solemnidad, de densidad, de trascendencia. Pero a veces les falta ese recordatorio de que son un tiempo para encontrarse y celebrar juntos. Celebrar la vida en su complejidad. Celebrar que no estamos solos. Que nos reconocemos hermanos, aunque sea con toda nuestra limitación y fragilidad. Celebrar el amor como punto de encuentro. Un amor que es, quizás, el ámbito donde confluyen lo más humano y lo más divino que hay en nosotros.

    Las celebraciones son altos en el camino. Son momentos, de algún modo, señalados. En medio de la rutina, de lo acostumbrado o de lo que pasa sin dejar demasiada huella. Por eso es importante no trivializar la fiesta, pues podría perder esa capacidad de dejar huella y memoria. Ahí está la clave. Celebrar es una forma de disfrutar hoy, pero también nos permitirá mirar hacia atrás, al fijar en la propia historia algún momento especial. Es importante recordar, conmemorar.

    Sin memoria no somos ni la mitad de quienes somos…Porque necesitamos construir historias…Se trata de darnos cuenta de que somos también todo lo que hemos vivido, y en el equipaje llevamos nombres, abrazos, heridas, victorias y derrotas, palabras, silencios…De ello aprendemos.

    Una religión no crece en el vacío, sino que crece y se sostiene sobre un itinerario de muchos siglos. El cristianismo de hoy no podría comprenderse sin entender, de algún modo, dos milenios de aprendizajes, formulaciones, errores y aciertos. En su búsqueda de la verdad, los hombres y mujeres de cada época han ido enriqueciendo lo que somos y lo que creemos. Ese es el valor de la tradición.

    La fe autentica pide hondura. Tanto como otras dimensiones de la vida. La verdadera justicia no puede conformarse con recetas trasnochadas. La democracia no se puede sostener sobre eslóganes, y la verdadera crítica es la que va más allá de alineaciones gregarias. Porque la realidad es compleja y tiene infinidad de matices que requieren dedicarles tiempo y neuronas.

    La sobreexposición genera costumbre y, acostumbrados como estamos a ver los infiernos a distancia, dejan de sorprendernos.

    Un abrazo
    D.G.;Zaragoza

    Publicado hace 8 años #
  2. Hermosa reflexión, hermano...como diría Teresa, "de esta casta venimos..." somos del pueblo de la memoria...

    un abrazo y Feliz día de la Fraternidad

    Mudejarillo
    País Vasco

    Publicado hace 8 años #

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