"El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría; y la gracias de Dios lo acompañaba" Lc 2, 22-40
Al acabar la meditación del día de la candelaria el Abad dijo al joven postulante:
-El crecimiento nos transforma y de alguna manera lo vamos notando: si la oración no nos transforma, no es verdadera oración. Como Jesús iba creciendo, la oración el contacto con el Señor debe hacernos crecer.
No rezamos para encontrar la paz,para sentir cosas sublimes, para tener dones místicos.Rezamos para unirnos a Dios. Si al salir de la oración seguimos igual de mezquinos, no amamos más, no somos más justos...nuestra oración ha sido un mero contemplarnos a nosotros mismos, un hacer de Dios un instrumento...
Al ver la cara de preocupación del joven, añadió:
-Sí.Somos débiles,sin ideas claras,sin estar convencidos de como debemos vivir la Fe en el Profeta de Nazaret, no cambiaremos tras la oración. Pero sí hemos de dar un paso más, subir,aunque sea imperceptible, un poco más en nuestra escala espiritual.
Acabar nuestra oración con un deseo de avanzar...indica si nuestra oración ha sido correcta. No los grandes sentimientos y los grandes propósitos o el haber tenido unos momentos de contemplación sublimes.
fr. Bernardo Yoel.c.g. Valencia