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Ambrosio de Milán, pastor pacificador, oyente de la Palabra

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  • Iniciado hace 4 años por Mudejarillo
  1. Ambrosio, miembro de una noble familia cristiana de origen romano, nació en Tréveris (en la antigua Galia) en torno a los años 337-339. Tras la muerte de su padre, fue a Roma y se dedicó con pasión a los estudios e ingresó en la administración pública. Hacia el año 370, fue enviado a Milán, donde, a la muerte del obispo arriano Ausencio, se habían encendido ásperos tumultos por el nombramiento del sucesor. La obra de pacificación de Ambrosio fue tan persuasiva que fue aclamado obispo por todo el pueblo, tanto por los católicos como por los arríanos.

    Siendo todavía catecúmeno, recibió el bautismo, y una semana más tarde, la consagración episcopal: era el año 374. Como pastor ejemplar, se mostró incansable a la hora de alimentar al rebaño con el pan de la Palabra de Dios, asiduo en la atención a la liturgia, indómito en la defensa de la libertad de la Iglesia.

    Por sus dotes personales y por la formación que adquirió, fue consejero de emperadores, apóstol de la caridad, reformador litúrgico, formador de almas (convirtió y bautizó a san Agustín), animador de la vida de consagración a Dios, comentarista de la Escritura y autor de numerosas obras de teología y espiritualidad, defensor de la doctrina católica frente al arrianismo y de la libertad de la Iglesia. Murió el 4 de abril del año 397 y su memoria se celebra el 7 de diciembre, aniversario de su consagración episcopal.

    ***

    En Cristo lo tenemos todo.

    Somos todos del Señor y Cristo es todo para nosotros:

    si deseas sanar tus heridas, él es médico;

    si estás angustiado por la sed de la fiebre, él es fuente;

    si te encuentras oprimido por la culpa, él es justicia;

    si tienes necesidad de ayuda, él es poder;

    si tienes miedo de la muerte, él es vida;

    si deseas el paraíso, él es vía;

    si aborreces las tinieblas, él es luz;

    si andas en busca de comida, él es alimento.

    (Ambrosio de Milán)

    ***

    Bebe primero el Antiguo Testamento, para beber también después el Nuevo Testamento [...]. Bebe los dos cálices, el del Antiguo y el del Nuevo Testamento, porque en ambos bebes a Cristo. Bebe a Cristo, que es la vid; bebe a Cristo, que es la roca de donde ha brotado el agua. Bebe a Cristo, que es la fuente de vida; bebe a Cristo, que es el río cuya corriente fecunda la ciudad de Dios; bebe a Cristo, que es la paz; bebe a Cristo, que es el vientre de donde brotan veneros de agua viva; bebe a Cristo para beber su discurso. Su discurso es el Antiguo Testamento, su discurso es el Nuevo Testamento. La Escritura divina se bebe, la Escritura divina se devora, cuando el jugo de l a palabra eterna desciende a las venas de la mente y a las energías del alma.
    (Ambrosio de Milán, Comentario al salmo I).

    Yo te esperaba, Señor Jesús, y por fin has llegado; has dirigido mis pasos con el Evangelio, has infundido en mi boca u n canto nuevo: el Nuevo Testamento.

    (Ambrosio de Milán, «Comentario al salmo XXXIX», 3).

    ***

    Repitamos y meditemos durante el día esta frase de Ambrosio: «Cristo es todo para nosotros».

    Feliz Adviento

    Mudejarillo
    País Vasco

    Publicado hace 4 años #

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