Esta mañana, temprano, entré en la catedral de Valencia. La anciana, emigrante búlgara que pedía limosna en la puerta, me saludó: "buenos días, señor..." Dentro había una pareja de turistas merodeando, guiris, con cámaras de fotos mastodónticas. Un sacerdote se paseaba cerca del altar sin hacer mucho en realidad. Una monja vieja y con cara de pocos amigos se afanaba por dar brillo al altar.
Me senté en un banco. Estaba solo y deseaba encontrarme con Jesús.
Alguien tosía. Hacía frío allí dentro. En mi mente venía todo el tiempo la imagen de la mujer que mendigaba en la puerta. "Buenos días, señor..."
Diez minutos después me levanté y salí igual que había entrado. Estuve un rato hablando con la mujer búlgara. Me dijo su nombre y me contó que lleva seis años en España. Poco más dijo.
Esta mañana me sentí vacío por dentro. Sentí que más que haber visitado un templo, había estado en un museo. En un enorme almacén de objetos preciosos expuestos para turistas. Pero no fui capaz de sentir ni por un instante nada en el corazón. Cada crucifijo que veía era un embrollo de plata y oro, y no fui capaz de encontrar en él a Jesús.
Hay días que siento que este foro es lo mismo. Racionalmente creo que este es uno de los sitios de internet que más merecen la pena para personas como yo. Pero más allá de la lógica y la razón, mi corazón siente lo mismo en este foro que en los bancos de madera de la catedral de Valencia. Me refiero a que cuando el tiempo libre me lo permite, visito el foro con la esperanza de encontrar un intercambio de opinión, un diálogo vivo, un debate construido por la participación de cada uno... Pero con frecuencia, en los últimos tiempos, hallo listas de entradas con un único mensaje. La mayoría de mensajes son fragmentos de textos bíblicos o escritos de santos que murieron hace cientos de años, que son preciosos intelectualmente, pero poco transmiten a mi corazón acerca de los sentimientos de quien los escribe. Esto es precioso, pero echo en falta más vida en este foro.
Normalmente mis intervenciones aquí, desde hace dos maravillosos años, son narraciones o poemas que vienen a mi corazón todos los días y que mi mente se ocupa de traducir en palabras para compartirlas con los lectores. Tan sólo escribo para que el corazón no se me desborde de relatos callados e historias imaginadas. Por eso tan sólo sugiero que no calléis las vuestras, que no os guardéis vuestra palabra, y que la expreséis con pasión.
Si convertimos un foro en una conversación con el silencio, terminaremos pareciéndonos más a la catedral de Valencia que al verdadero espíritu de una comunidad cristiana.
En mi oración,
JULIO.
Valencia, 25 de abril de 2017.