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Tenemos depositada en nosotros una fuerza que nos capacita para amar

(2 mensajes)
  1. En arje
    Moderador

    El amor de Dios no es algo que pueda aprenderse con unas normas y preceptos. Así como nadie nos ha enseñado a gozar de la luz, a amar la vida, a querer a nuestros padres y educadores, así también, y con mayor razón, el amor de Dios no es algo que pueda enseñarse, sino que desde que empieza a existir este ser vivo que llamamos hombre es depositada en él una fuerza espiritual, a manera de semilla, que encierra en sí misma la facultad y la tendencia al amor. Esta fuerza seminal es cultivada diligentemente y nutrida sabiamente en la escuela de los divinos preceptos y así, con la ayuda de Dios, llega a su perfección.

    Por esto, nosotros, dándonos cuenta de vuestro deseo por llegar a esta perfección, con la ayuda de Dios y de vuestras oraciones, nos esforzaremos, en la medida en que nos lo permita la luz del Espíritu Santo, por avivar la chispa del amor divino escondida en vuestro interior.

    (De la Regla monástica de San Basilio Magno, Padre de la Iglesia en Oriente, siglo IV)

    Publicado hace 9 años #
  2. Visibles
    Miembro

    "La chispa del amor divino escondida en vuestro interior"... Muchas gracias por este texto xD

    Esta expresión me ha hecho pensar. Lo que voy a decir no lo digo como homosexual, ni como hombre. Creo que se aplica a todas las personas, sea cual sea su orientación o género o edad. Hay momentos en que me detengo a pensar, en soledad, y entonces miro a mi alrededor. Y veo que la norma no escrita en todos nosotros es "vivir con el amor oculto, escondido, invisible".

    Veo personas que critican ante los demás los defectos de su pareja. Otros, que las maltratan psicológicamente. O las humillan. Veo personas que se burlan del amor, y lo confunden con la vulnerabilidad. Otras personas son incapaces de decir "te quiero", o incluso, son incapaces de escucharlo sin pensar que es una falsa afirmación. Veo personas que banalizan el sexo y otras, que tratan a los demás como si fuesen números o simples cuerpos sin nada más en su interior. Veo personas obsesionadas por el culto al físico, y absolutamente ignorantes en el cuidado del alma. Veo personas que, si alguna vez tuvieron su chispa de amor en su interior, se resignaron a apagarla cuando una mala experiencia sentimental les llevó al desengaño o al fracaso.

    Veo personas que juzgan al otro por su apariencia física, por el color de su piel o la etiqueta de su ropa. Veo personas que necesitan proyectar una identidad ficticia y utópica, a través de redes sociales virtuales, porque no se atreven a mirar a los ojos a otra persona y conocerla primero en la realidad. Veo personas que miden el éxito por el número de horas que alguien se pasa en el gimnasio, o por el valor de su cuenta corriente, en lugar de mirar más allá de lo que ese alguien tenga en su corazón. Veo personas que desprecian la nobleza de sentimientos y prefieren las mentiras, las palabras superficiales o los besos fáciles. En fin, veo muchas personas, que de alguna manera, han dedicado tanto esfuerzo inútil para ocultar su chispa de amor, que la han perdido definitivamente.

    No escribo como homosexual ni como hombre. Podría ser heterosexual y estas palabras tendrían exactamente el mismo sentido. Escribo simplemente como cristiano, porque día a día, trato de incorporar a la realidad de mi vida esa “chispa oculta de amor” que recibo en mi vida como un don maravilloso de Dios. Y en esa cotidianidad, hallo la paradoja de sentir que me muevo a contracorriente.

    Cuando todos los vientos señalan un camino de desengaño nihilista, de desprecio al amor, de ambigüedad ante la dignidad propia del ser humano... Cuando la fuerza de la corriente parece pugnar por arrastrar mi corazón vencido hacia el mar de la apariencia, la artificiosidad, el egoísmo, y la absoluta falta de escrúpulos y respeto por los sentimientos ajenos... Quizá es en esos momentos donde me detengo en el camino. Cierro los ojos, y en la oración, hallo la fuerza que me anima a perseverar de nuevo, en ese sendero cuesta arriba, a contracorriente.

    Quizá prefiero el camino espinoso, aunque sea porque en él encontraré rosas verdaderas, y no flores artificiales, como besos de plástico. Quizá porque aunque al fin de una vida, ni una sola rosa haya podido hallar, habré podido encontrarme a mi mismo. Y mi Fe me permitirá encender la chispa de amor en mi vida, no como un débil fulgor pasajero, sino como la luz más intensa que jamás yo mismo me haya permitido sostener en mi camino.

    Valencia, 8 de julio de 2016.

    Publicado hace 7 años #

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