Cuando me encontraba en los inicios de la vida religiosa, tenía tanta vitalidad que "me comía el mundo", todo era fácil, nada me costaba: ni el nuevo estilo de vida, ni la vida comunitaria, ni la oración, nada se anteponía si estorbaba. La firme voluntad de querer superar las dificultades era suficiente, y encima me creía que todo era obra mía, lo conseguía con mis puños y esfuerzo.
Con el paso de los años llega la rutina, y lo que creía fácil, se vuelve cuesta arriba. La vida se estanca, da la impresión de que ni para atrás ni para a delante. Lo que se ve,lo que escuchas a veces es desalentador y en cierta manera frustrante. Un análisis serio del proceso interno de lo "conseguido" descubres que la vida ha ido "in crescendo", si se ha sido coherente con los compromisos íntimos iniciales, si se ha procurado el bien y tendido la mano a quien lo ha pedido, si nos hemos ido a la frontera aún con regañinas serias de los superiores, si hemos sido valientes de plantar cara para ser fieles al mensaje del Profeta de Nazaret,lleva a calificar la vida religiosa como una vida querida por Dios y proyectada para conseguir un fin, estar al servicio de las personas de buena voluntad.
bernardo Yoel. Valencia