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La plaga de los abusos en Chile salpica al Opus Dei

Lunes, 4 de febrero de 2019
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astorquizaPatricio Astorquiza

Miembro de la Obra acusado de “acoso persistente y abuso de conciencia, con posible connotación sexual”

Se presentan dos denuncias contra el sacerdote Patricio Astorquiza de 82 años

El Opus Dei indemnizó con un millón de dólares a una mujer abusada por un cura de la Obra

Otros cinco exalumnos del Opus denuncian haber sufrido los abusos del ex cura de Vilobí

Ocho exalumnos salesianos de Deusto denuncian a “don Chemi” por abusos

Los salesianos piden perdón por los abusos en el colegio de Deusto

Lucetta Scaraffia: “Los abusos a monjas cometidos por sacerdotes son un acto de poder”

Cardenal Scola, sobre la ‘tragedia’ de los abusos en la Iglesia: “La tendencia al silencio está siendo superada”

Un sacerdote del Opus Dei, una de las congregaciones más conservadoras de la Iglesia Católica, fue acusado en Chile del presunto abuso de dos menores de edad hace dos décadas, según informó el viernes un comunicado de esta prelatura.

El sacerdote Patricio Astorquiza de 82 años, ordenado en 1962, fue denunciado ante su congregación “sobre hechos ocurridos hace aproximadamente veinte años cuando los denunciantes eran menores de edad”, indicó la nota.

Las denuncias “se refieren a un acoso persistente en el tiempo y a un abuso de conciencia, ambas con posible connotación sexual”, agregó el comunicado.

El Opus Dei inició en octubre pasado las investigaciones y las declaraciones de los denunciantes fueron remitidas a la Congregación para la Doctrina de la Fe, institución del Vaticano que investigó anteriores acusaciones de abusos contra curas.

“Desde octubre pasado, y mientras dure la investigación, se decretó como medida cautelar que el Padre Astorquiza no ejerza públicamente el ministerio sacerdotal”, sostuvo el Opus Dei.

Astorquiza es el primer sacerdote del Opus Dei que es denunciado en Chile. Centenares de miembros de otras congregaciones chilenas han sido acusados por pederastia y altos representantes del clero fueron señalados como encubridores de esas atrocidades, y que son investigadas por el Vaticano.

El Ministerio Público chileno tiene abiertas cerca de 150 causas por las denuncias en contra de sacerdotes y obispos que se transformaron en un duro golpe para la Iglesia Católica del país.

El papa Francisco, en su cruzada por cumplir su promesa de “tolerancia cero” ante crímenes sexuales, aceptó durante el año pasado la renuncia de siete obispos chilenos, expulsó del sacerdocio a otros dos obispos eméritos y a los poderosos sacerdotes Fernando Karadima y Cristián Precht.

Fuente Agencias, vía Religión Digital

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¡PERDÓN! El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor

Viernes, 21 de septiembre de 2018
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abusosReflexión de instituciones católicas sobre los escándalos de pederastia

Sentimos vergüenza cuando constatamos que nuestro estilo de vida ha desmentido y desmiente lo que recitamos con nuestra voz

Mea culpa’ de Blázquez: “Ha habido abusos sexuales, autoridad prepotente, encubrimiento”

Víctimas demandan a la Iglesia de Pensilvania para que publique los nombres de curas abusadores

Un cura guatemalteco, penado con 16 años de cárcel por violar a una menor

Cardenal Barreto: “Figari es un pervertido sexual, económico y manipulador de conciencias”

El Papa destituye “de forma inapelable” al cura chileno Cristián Precht por abusos

El obispo de Jalandar, acusado de violar a una monja, ofrece al Papa su renuncia temporal

Un grupo de instituciones católicas quiere pedir perdón a la sociedad por los escándalos de pederastia, denunciar algunos defectos de la Iglesia que han podido contribuir a ella y pedirle que estudie todas sus causas (psicológicas, sociales y estructurales), lamentando que todo el servicio humano que la Iglesia intenta aportar quede ofuscado y contaminado por esta peste de nuestra época. Ojalá que la comisión vaticana que acaba de ser convocada encuentre caminos para solucionar este drama.

Eso intenta decir el siguiente texto. Si la prisa, el verano y las inevitables dificultades de este tipo de acciones, han impedido a algunos firmar, queda siempre la posibilidad de adherirse a él (dirigiéndose a Religión Digital).

Nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y reparar el daño causado… El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor… Sentimos vergüenza cuando constatamos que nuestro estilo de vida ha desmentido y desmiente lo que recitamos con nuestra voz…, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando… Es necesario que cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos. (Francisco, obispo de Roma, Carta al pueblo de Dios, 20.08.2018)

I.- EL ESCÁNDALO

Quien recibe a un niño a Mí me recibe. Y quien escandalice a uno de esos pequeños, más le valdría que le colgasen en el cuello una muela de tahona y lo arrojasen en alta mar (Mt 18, 5.6).
Jesús fue de Galilea al Jordán y se presentó a Juan Bautista para ser bautizado por él (Mt 3,13)

Las líneas que siguen quieren ser una sincera y pública petición de perdón que, como cristianos, presentamos a la sociedad por el monstruoso escándalo de la pederastia clerical. Si hemos proclamado otras veces que “la iglesia somos todos” eso no puede valer solamente a la hora de participar en decisiones sino también a la hora de asumir responsabilidades por humillantes que éstas sean.

Por otro lado, como cristianos sabemos que nuestra solidaridad llega hasta el extremo de hacer nuestras de alguna manera las culpas de nuestros hermanos, como también (por ese misterio de la “comunión de Lo Santo” que confesamos en el Credo) participamos de la bondad y la fe de nuestros hermanos. Jesús de Nazaret, “el santo de Dios”, se alineó con todos los pecadores en la fila de los que buscaban ser bautizados por Juan y, a pesar de la extrañeza de éste, le obligó a bautizarle. Algo así es el sentido que quisiéramos dar a esta petición de perdón. Porque, en verdad, nos sentimos sinceramente abrumados y sucios por esos escándalos increíbles.

Pero toda petición de perdón es inane si no va acompañada, además de por el dolor, por un decidido propósito de enmienda. Eso es lo que quisiéramos ir poniendo en práctica a lo largo de estas reflexiones: ir buscando las causas y analizar los hechos para ver si es posible que estos no se repitan nunca más. Lo hacemos aun sabiendo que nos falta información, que hay muchos puntos oscuros y que quizá no conocemos todos los contextos. Por eso iremos sugiriendo también las informaciones de que disponemos y que ojalá algún día puedan ir completándose.

Un auténtico sacrilegio.

La pederastia es monstruosa por la minoría de edad de la víctima. En nuestra sociedad hipócrita, tan amiga de cacarear los derechos humanos, solo parecen tener derechos aquellos que tienen fuerza y voz para reclamarlos. Y eso es, precisamente, lo que no tienen los niños.

En un mundo que se suele caracterizar por el desprecio de los niños dado que “no son rentables”, y que ha dado lugar a aberraciones como los niños soldado o los niños esclavos (unos 180 millones hoy en día), nuestra iglesia ha contribuido a esas páginas tan negras, añadiendo la epidemia de los niños abusados. Es como para echarse a llorar y no cesar en ese llanto hasta que desaparezca el dolor de los maltratados.

Paradójicamente, es conocido que la hija pequeña de Karl Marx (Eleanor, 1855-1898), dejó escrito que su padre (“el moro” como le llamaban los hijos, tan hostil por otro lado al cristianismo) “me contó la historia del carpintero de Nazaret que fue crucificado por los poderosos. Mi padre decía que podemos perdonarle mucho al cristianismo porque nos enseñó a amar a los niños”1. El contraste entre ese testimonio y los escándalos actuales no puede sernos más desgarrador.

El crimen mayor: la ocultación.

Cuesta creer que un ser humano pueda experimentar una atracción casi irresistible por el sexo con niños. La pederastia es una enfermedad además de un pecado. No es una simple variante de la sexualidad como pretenden a veces sus defensores. En el orgasmo pleno sexual, al placer material le acompaña siempre una especie de éxtasis psicológico o espiritual que es el que le da su plenitud tan asombrosa. Cuando ese éxtasis espiritual lo constituye el amor pleno, limpio y total hacia la otra persona, la sexualidad funciona.

Cuando falta ese amor, la dimensión “espiritual” del sexo es sustituida por otros factores psicológicos como el poder, la posesividad, el desprecio y hasta el odio, los cuales degradan la relación y cumplen aquella tesis de que lo pésimo no es más que la corrupción de lo óptimo2. Cuando la sexualidad discurre por esos cauces antinaturales nunca encuentra la plena satisfacción anhelada y acaba buscándola en formas insólitas y degradadas de relación. Se cumple aquí el famoso diagnóstico del Buda: “tratar de aplacar las pasiones cediendo a ellas es como querer calmar la sed bebiendo agua salada”.

No obstante, lo más monstruoso de estos casos no está en la fragilidad y debilidad humanas que siempre son comprensibles: pues esa fragilidad justificaría una caída particular, pero nunca una hipócrita doble vida, mantenida durante años. Los autores de esas monstruosidades ¿iban a confesarse? Y si era así: ¿qué consejos recibían y qué propósito de enmienda aportaban a esa confesión? ¿Habían llegado a entenebrecer su conciencia hasta el punto de considerar normales esas aberraciones y seguir viviendo con absoluta tranquilidad?

Nuestro mundo ya conoció la tranquilidad con que los nazis juzgaban normales los campos de concentración. Eso era lo más sorprendente y eso es, también ahora, lo que más nos escandaliza de todas estas historias: el intento de haberlas mantenido ocultas durante tanto tiempo. Es increíble el episodio de aquella niña que fue a contar a un cura lo que le había ocurrido y recibió como única respuesta: “confiésate y no lo digas a nadie”.

Por eso, casi más incomprensible que la actuación de esos depravados ha sido la insensibilidad de tantos obispos y responsables a la hora de escuchar a las víctimas, la imposición de silencio y el procedimiento casi sacrílego de limitarse a trasladar al delincuente a otra parroquia. ¿Qué formación moral habían recibido todos aquellos eclesiásticos? ¿No se preguntaron nunca qué apostolado podrían ejercer ni qué bondad podrían transmitir quienes vivían en esa hipócrita doble vida?

Por tanto, parece necesario analizar y buscar las causas no ya personales sino estructurales de toda esta tragedia. Porque el propósito de enmienda personal es inútil en sujetos ya envejecidos o desaparecidos. Y el horror podría seguir repitiéndose en sus sucesores si no han desaparecido las causas que lo propiciaron. Hay que buscar, por así decir, los “pecados” o las complicidades de la institución, que posibilitaban o favorecían conductas tan monstruosas.

II.- PROPÓSITO DE ENMIENDA

Lamentar que en todo nuestro mundo occidental haya una banalización o degradación generalizada de la sexualidad, como han hecho algunas altas jerarquías para justificar escándalos tan horribles, es insuficiente. No basta con echar mano del clásico recurso de culpar a los otros, al que tan propensos somos los humanos. Independientemente de la verdad que pueda tener ese lamento, no es lo que toca ahora. La enmienda ha de afectar a los defectos propios, lo cual supone primero reconocerlos abiertamente.

Sin pretensiones de exhaustividad intentaremos analizar algunos vicios estructurales, arraigados en nuestra Iglesia y que pueden acabar generando disfunciones o “células neoplásicas“, primero quizás leves pero, a la larga, tan terribles como la que estamos intentando comprender aquí.

Este análisis es tanto más necesario cuanto que la Iglesia tenía antes fama de ser extremadamente severa frente a determinados delitos sexuales del clero. Cuando una mujer era solicitada por el cura en el confesonario, el antiguo derecho canónico la obligaba presentar al obispo una denuncia contra el solicitante; la castigaba con excomunión si no hacía esa denuncia, y la excomunión no podía ser levantada mientras no se llevara a cabo la denuncia. Juan XXIII publicó una instrucción titulada “Crimen sollicitationis”, encargando de estos problema no a la congregación del clero sino a la congregación “de la fe” (entonces “santo oficio”), el organismo más importante del entramado curial.

¿Qué ha ocurrido para que se haya podido pasar de aquella severidad al increíble laxismo actual? Sin pretender ser exhaustivos vamos a sugerir algunos puntos para ese análisis. Aunque, de entrada, ya se sospecha intuitivamente que el factor publicidad ha podido ser decisivo en ese cambio.

Clericalismo

No parece tan claro que estos actos espantosos sean solo una consecuencia del celibato obligatorio, pues en bastantes casos parece tratarse de individuos homosexuales que, no sabiendo cómo afrontar su situación, optaron por hacerse curas: tengamos en cuenta que algunos caso son de hace bastantes años, cuando la sociedad no ofrecía a los homosexuales una manera sana y digna de vivir su condición (y ojalá que esto sea también un aviso para la Iglesia).

Estamos en contra del celibato obligatorio, pero no por esta razón sino porque el derecho de las comunidades cristianas a la eucaristía pasa por delante del derecho que pueda tener la autoridad eclesiástica para poner determinadas condiciones a quienes piden ordenarse de presbíteros. Por otro lado, hoy en día el presbítero tiene muchas más facilidades “normales” si quiere ser infiel a su compromiso: lo escandaloso e incompresible no es ahora que un cura intente seducir a una mujer, sino que intente abusar de un niño. Y finalmente (y aunque ha interesado menos a los medios de comunicación informar sobre eso), la plaga de la pederastia se ha dado también en profesionales casados o no vinculados a ninguna ley celibataria. Parece pues que hay que intentar buscar un poco más allá.

Hace ya más de diez años, el obispo australiano Geoffrey Robinson recibió de la Conferencia episcopal de su país el encargo de investigar todos los escándalos de pederastia. Conforme iba adentrándose en su estudio fue viendo que los casos de pederastia no eran solamente un problema de sexualidad, sino sobre todo un problema de poder: y de poder clerical. Y la sorpresa le llegó cuando comenzó a recibir avisos de la curia romana indicándole que orientara sus investigaciones en otra dirección. Como Robinson no hizo caso recibió una reprimenda más clara advirtiéndole de que el papa estaba muy preocupado con su trabajo. Prescindamos ahora de la gran probabilidad de que ese disgusto del papa era una simple invención de la curia, que tantas veces suele actuar de esa manera. Lo decisivo es que el obispo renunció a su trabajo y publicó un libro contando su historia3. Vale la pena citar algún párrafo de esa obra:

“Llegué a la firme convicción de que en la Iglesia católica es imperativo que haya un cambio profundo y duradero” (p. 9). “Todo abuso sexual es ante todo un abuso de poder…, el poder espiritual es el más peligroso de todos (14). “Una ‘mística’ del sacerdocio, un estado de elevación permanente… significaba que el sacerdote no podía ser simplemente expulsado por un delito como cualquier otro trabajador” (p. 15).

Obispo Robinson

Esto por un lado. Por el otro:

“Una carta oficial (7 de agosto de 1996) expresaba ‘la constante preocupación de la Congregación para los Obispos, por haber expresado en los últimos meses opiniones seriamente críticas para con la doctrina magisterial y la disciplina de la Iglesia’. Me decían que ‘en una reciente audiencia el santo padre ha sido plenamente informado de su postura pública en estos temas y ha mostrado seria preocupación respecto de usted’. Dos meses después (16 de octubre de 1966), recibí una nueva carta informándome de que ‘la documentación pertinente será reenviada para información y examen a la Congregación para la Doctrina de la fe’, lo que implicaba que yo era sospechoso de alguna forma de herejía” (p. 23).

“De aquellos polvos estos lodos” dice el refrán castellano. La obsesión por reivindicar el ministerio presbiteral como poder y no como servicio, latente ya en el mismo nombre de “sacerdote” (que el Nuevo Testamento solo aplica a Cristo y nunca a los ministros de la Iglesia), y tan opuesta al espíritu de Jesús que ordenaba rechazar los títulos de “padre” o “maestro” y prohibía aprovecharse del ministerio para obtener ventajas personales (cf. Mt 23,) ha sido con casi seguridad una de las causas estructurales de la peste que hoy lamentamos.

Francisco ha denunciado repetidas veces al clericalismo: ya antes de ser obispo de Roma como “hipocresía” y “mundanidad” contrarias al espíritu de Jesús; y más tarde como forma de impedir la eclesialidad de los laicos y “como uno de los peligros más graves de la Iglesia” (en 2017). Parece también innegable que la obsesión de la congregación romana por frenar las investigaciones del obispo Robinson era, en realidad, una defensa de su propio clericalismo.

Ahora bien: como ya hemos dicho, cuando la dimensión espiritual que acompaña al ejercicio de la sexualidad no es el amor, suele ser muchas veces la del poder: la experiencia de un señorío absoluto al que nada se resiste y que engrandece al que lo posee.

Y lo que es ese clericalismo a niveles individuales, es el eclesiocentrismo a niveles colectivos.

Eclesiolatría

Junto al clericalismo, como hermano gemelo suyo, debemos hablar de un falso amor a la Iglesia, un pecado habitual y estructural de eclesiolatría: de amar a la Iglesia más que a Dios, con la excusa de que es la representante de Dios. De esta manera se pone el “buen nombre” de la Iglesia por encima del buen nombre de Dios, único que merece toda gloria. Y se olvida culpablemente que, según los evangelios, el verdadero objeto del amor de Dios no es la Iglesia sino “el mundo”4. Y la Iglesia no es más que una servidora y manifestadora de ese amor de Dios al mundo.

Desgraciadamente, ambos pecados vienen de lejos. En paralelo con todos los casos de pederastia hemos asistido a la monstruosidad de Marcial Maciel, un episodio verdaderamente patológico que no es hora de contar aquí, pero sobre el que estuvieron llegando quejas a la curia romana durante casi cincuenta años y cuyo protagonista, “por su gran amor a la Iglesia” (a parte de la gran capacidad de engaño y seducción que él poseía), logró sortear todas esas acusaciones como meras calumnias, manchando así el pontificado de Juan Pablo II que lo propuso públicamente como modelo para la juventud.

Hoy consta que el cardenal Ratzinger, cuando dirigía la Congregación de la fe, recibió por valija diplomática un dossier secreto, elaborado entre otros por antiguas víctimas de Maciel y, cuando un año más tarde, los redactores pudieron entrevistarse con él, Ratzinger les declaró que él no podía hacer nada pues Maciel era intocable para el papa, por ser un gran defensor de la Iglesia.

De hecho, una de las primeras medidas de Ratzinger nada más llegar a papa fue ordenar a Maciel, ya anciano, que abandonara toda actividad en la congregación por él fundada y se retirara a orar en silencio5. Por eso, quizá convenga citar aún otros ejemplos más antiguos de esa eclesiolatría que tanto daño ha hecho a la misma Iglesia. Porque muestran que los casos comentados no son del todo excepcionales y que ese falso amor necesita una radical reforma.

Es sabido que el ateo Ch. Maurras, fundador de la llamada “Action Française”, y predecesor en cierto sentido de la extrema derecha de Le Pen, decía que, pese a su ateísmo, admiraba a la iglesia porque “ha sabido desactivar el veneno del Magníficat que llevaba en su seno”. Pues bien, Pío X se negó siempre a condenar la Action Française porque Maurras era “un gran defensor de la Iglesia“. Y hubo que esperar a que su sucesor Benedicto XV diera ese paso. Resulta irónico (y patético) que luego, este sector de la Iglesia tan engañado en estos casos, tachara de “tontos útiles” a los cristianos de orientación socialista… Pero aún nos queda otro ejemplo.

La tragedia más dolorosa e increíble es del arzobispo Carranza en el siglo XVI: cuando tras varios años en la cárcel de la inquisición, se declaró su inocencia, los inquisidores reaccionaron diciendo: “vale más que sufra un solo hombre que el que padezca desdoro tan santo tribunal”, por lo que Carranza siguió en la cárcel donde murió poco después6.

Esto es lo que algunos han llamado “el principio Caifás”, muy poco cristiano pero demasiadas veces presente en la Iglesia católica. A ese supuesto “desdoro” de tan santa institución le había respondido san Bernardo muchos siglos antes: “yo solo he leído que Dios es Amor. En ningún lugar he leído que sea honor o Dignidad”7.

¡Qué contraste entre esos horrores y las lúcidas palabras del Nazareno: “quien pretenda salvar su vida la perderá. Quien entregue su vida por Mí y el Evangelio, la salvará”! (Mc 8,35). Eso es lo que ha ocurrido con la eclesiolatría. Y esa eclesiolatría tiene una matriz muy concreta.

La curia romana

Sin ánimo de herir, pero desde la necesidad de ser honestos que impone nuestro tema, y con el deseo de que la Iglesia sea la que Dios se merece y no la que más favorece a sus dirigentes, debemos añadir que la curia romana, con su enorme poder frente a toda la iglesia y frente al mismo papa, ha sido la institución donde más han cuajado y desde donde más se han propagado los pecados anteriores. Por algo Francisco ha hablado también del “carrerismo” como otro de los grandes males que nuestra iglesia debe evitar.

Sin caer en el lenguaje panfletario de Lutero (que calificaba a la curia como “la gran prostituta”), sí debemos reconocer que su negativa a la reforma contribuyó a la ruptura de la Iglesia europea del s. XVI, que esa reforma fue reclamada insistentemente en el Vaticano II por cardenales como König y Lercaro (ante las protestas del cardenal Ottaviani), que el intento de reforma de Pablo VI fue aguado por la misma curia, y que tanto los discursos de Francisco a la curia como el nombramiento de una comisión para su reforma, van en la línea de lo que intentamos decir. No tratamos de acusar a nadie sino de poner de relieve cómo unas determinadas condiciones y estructuras pueden cambiar la mentalidad de quienes viven totalmente insertos en ellas y para ellas.

La hipocresía de nombrar a los dirigentes de congregaciones obispos de diócesis inexistentes (contraviniendo así un Canon del Concilio de Calcedonia -¡en el s. V!- que prohibía nombrar obispo a nadie sin una iglesia real a la que servir) ha podido facilitar una mentalidad más propia de lo que la sociología califica como “organisations’man” que de un seguidor de Jesús.

Se ha llegado a decir que la curia romana ha producido más increyentes que Marx, Freud y Nietzsche juntos. Nadie podrá negar, al menos, que en vez de parecerse al grupo de seguidores que caminaban junto a Jesús, se parece más a los otros pequeños grupos de ex sumo-sacerdotes y saduceos que el sanedrín enviaba a espiar a Jesús para ver qué delito podrían encontrarle. Y que fomenta la mentalidad de esos futbolistas que aspiran a jugar en el mejor equipo y ser en él de los mejores: no hace falta ponderar más cuán contrario es eso a la misión de la Iglesia.

Una vez más, no decimos esto con ánimo de inculpar a personas que, seguramente, serán ante Dios mucho mejores que nosotros. Pero es necesario poner de relieve que la Iglesia no está exenta de la ley que amenaza a todas las instituciones sociales: medidas que aportan grandes beneficios a corto plazo pueden acabar siendo nefastas a largo plazo.

Suele ponerse como ejemplo paradigmático el caso de la monarquía de Israel que, de momento, pareció convertir a aquel pequeño pueblo en casi un imperio, pero a medio y largo plazo provocó la división del pueblo de Dios y la corrupción de casi todos los monarcas, favoreciendo así la calamidad posterior del destierro. Puede valer aquí la sabia máxima de Tony de Mello: “una sociedad que domestica a los rebeldes, ha ganado su paz pero ha pedido su futuro”8.

Pero es que, además, la curia romana ha tenido una seria responsabilidad en nuestro siguiente apartado.

Nombramiento de obispos

Una de las cosas que más extrañan en la peste de la pederastia clerical es la presencia de tantos nombres de obispos y hasta cardenales, entre los encubridores pero a veces incluso entre los violadores. Ello suscita la pregunta de cómo y con qué criterios se habían hecho esos nombramientos.

No disponemos de información precisa sobre quién era el papa y el nuncio y el prefecto de la congregación romana de obispos, cuando fueron nombrados los ahora inculpados.

En el caso dramático de Chile habría que investigar hasta qué punto, obispos nombrados durante la dictadura de Pinochet, por un Nuncio totalmente cómplice del dictador, han sido piezas fundamentales en este escándalo. En cualquier caso, parece innegable que existe una vaga tendencia a nombrar los obispos atendiendo mucho menos al pastor que cada iglesia local necesita y mucho más a que no resulten personas conflictivas para la curia romana.

Esa inercia puede ser humanamente comprensible porque toda institución tiende a protegerse (y basta con recordar cómo, en tiempos de Msr. Romero, el Vaticano recibía casi cada domingo, una queja del departamento de estado norteamericano por la homilía de monseñor). Pero, por comprensible que resulte, ese modo de proceder contradice advertencias muy serias de la misma autoridad eclesiástica: “los papas, en el juicio final, han de dar cuenta a Dios de los que ellos promovieron a obispos o abades” declaró el V Concilio de Letrán hacia 1517. Y el concilio de Trento añadió que “pecarán mortalmente, haciéndose cómplices de los pecados ajenos, si no elijen a quienes creen ser más dignos y útiles para cada iglesia”9.

Pero es que, además de todo eso, el sistema actual de nombramiento de obispos es una medida excepcional que se ha convertido en regla, y contradice la práctica eclesial del primer milenio (atribuida a los mismos Apóstoles, por los Padres de la Iglesia), según la cual cada iglesia local elegía sus propios pastores casi por completo. Cuando surgían problemas, se apelaba a Roma y, si la apelación prosperaba, Roma nunca elegía ella al obispo sino que ordenaba repetir las elecciones.

El reiterado eslogan “clerus populusque” (“clero y pueblo”) designaba al sujeto de los nombramientos. Y la norma de san Celestino papa: “no se dé a nadie un obispo que no sea querido” (“nullus invitis detur episcopus”) fue repetida por otros muchos papas del s. V y ha servido incluso como título de un estudio sobre los nombramientos episcopales10. De este modo, en una sociedad no democrática, la Iglesia se convertía en lo que llaman “comunidad de contraste” por su práctica democrática.

Aunque no podamos medir la proporción exacta, parece innegable que el sistema actual de nombramientos ha tenido su parte en la catástrofe de los curas pederastas y de los encubridores. Porque además, ese sistema engendra luego mecánicamente unas formas autoritarias de proceder. A raíz del drama que estamos comentando, un antiguo miembro de la curia romana ha contado que él fue testigo hace años del nombramiento de un cardenal del que la curia sabía que había cometido algún abuso a menores. Pero nadie avisó de eso al papa porque “la creación de cardenales es algo absolutamente personal del papa sin ningún consejo o trámite curial”11.

Parece increíble que esas aberraciones puedan ocurrir en una institución que pretende ser “maestra en humanidad” por su larga historia. Pero la historia sirve para muy poco si nos negamos a aprender de ella.

El cambio de sistema no será fácil. Pero precisamente por eso, nos parece urgente ir poniéndolo en práctica poco a poco, para evitar que luego se haga precipitadamente y con costes mayores.

Como contraste.

Todos esos propósitos no buscan más que poner en práctica lo que la misma Iglesia se ha dictado a sí misma en los tiempos actuales. Permítase mostrarlo con una rápida selección de textos del Vaticano II en su Constitución sobre la Iglesia en el mundo:

“La Iglesia sabe que es mucha la distancia que se da entre el mensaje que ella anuncia y la fragilidad humana de los mensajeros a quienes está confiado el Evangelio… Comprende cuánto le queda por madurar en la relación que debe mantener con el mundo… Necesita de modo muy peculiar la ayuda de quienes por vivir en el mundo, sean o no creyentes, conocen a fondo las diversas instituciones y disciplinas… Reconoce agradecida que recibe ayuda de parte de los hombres de toda clase o condición… Más aún: confiesa que le han sido de mucho provecho y le pueden ser todavía, la oposición y aún la persecución de sus contrarios” (43.44)… Aprecia con el mayor respeto cuanto de verdadero, bueno y justo se encuentra en las variadísimas instituciones fundadas ya o que incesantemente se fundan en la humanidad… No pone su esperanza en privilegios dados por el poder civil; más aún, renunciará al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos, tan pronto como conste que su uso puede empañar la pureza de su testimonio, o las nuevas condiciones de vida exijan otra disposición” (42.76).

Ya sabemos que del dicho al hecho siempre hay un gran trecho. Pero parece claro que en esas palabras no asoman para nada ni el clericalismo ni el eclesiocentrismo que hemos señalado como causas originarias del drama de la pederastia que quisiéramos contribuir a enmendar radicalmente. Aunque, dicho ahora irónicamente, esos textos puedan evocar la lúcida profecía atribuida entonces a uno de los peritos conciliares: lo que encontrará más resistencia en los sectores conservadores de la Iglesia, no es la LG (constitución sobre la Iglesia en sí misma) sino la GS (relación de la Iglesia con el mundo)…

Sería interesante haber podido estudiar la procedencia de los casos de pederastia: si de iglesias ricas o de iglesias pobres. África tiene fama de no guardar demasiado bien el celibato, pero se trata más bien de convivencia con mujer que de pederastia. Nombres como Estados Unidos y Australia (y quizás hasta Chile) también pueden despertar algunas sospechas pero, desgraciadamente, no sabemos si lo que hay en esos países ricos es más corrupción o simplemente más información.

III.- PUBLICIDAD COMPLETA Y LIMPIA

Le presentaron a Jesús una mujer diciéndole: “ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio; la Ley manda apedrear a las tales. Tú ¿qué dices?”. Jesús se inclinó y escribía silencioso sobre la arena. Ante la insistencia de los acusadores, levantó la cabeza y dijo: “el que de vosotros esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. Al oír esto, todos se fueron marchando poco a poco, comenzando por los más ancianos. Entonces Jesús se acercó a la mujer: “¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?”. Y ella respondió: “ninguno Señor”. Y Jesús: “pues yo tampoco te condeno; vete en paz, pero no peques más” (Juan 8, 1ss.).

Por molesta y dolorosa que haya sido la publicidad de esos escándalos, hay que agradecerla con toda el alma porque será la única manera de que puedan tener remedio. Pero esa información tiene también su ética que no siempre ha sido respetada. El pasaje del evangelio que encabeza esta tercera parte ofrece un contraste llamativo: por un lado Jesús reconoce claramente la razón de los acusadores al decir a la mujer que no vuelva a pecar. Sin embargo, a pesar de eso, niega a los acusadores capacidad para condenarla: porque cuando la condena es impura, mancha también al acusador. Leer más…

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Redada en la sede de la Conferencia Episcopal chilena y los obispos insisten en que siempre colaborarán con la justicia

Viernes, 17 de agosto de 2018
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gale563cac6525450_06112015_1034am-jpgLa Fiscalía entrega al Vaticano una solicitud de expedientes de supuestos abusadores

El fiscal explica el allanamiento: “Estamos recabando y complementando antecedentes”

Chile entrega al Vaticano una solicitud de expedientes de investigados por abusos

Un portavoz afirma que han entregado los antecedentes requeridos por la Fiscalía

La policía allanó el martes la sede de la Conferencia Episcopal de Chile en el marco de una causa sobre presuntas violaciones y abusos sexuales cometidos por miembros de la Congregación Marista, informó el fiscal Raúl Guzmán, quien además precisó al efectuar la redada que “estamos recabando y complementando antecedentes que ya habíamos recibido para la identificación de víctimas que han formulado denuncias por abusos de distinto tipo, particularmente, de carácter sexual”.

Guzmán y personal de la policía de investigaciones llegaron con una orden judicial para que les abrieran el paso en la sede ubicada en pleno centro de la ciudad.

El fiscal investiga más de 35 denuncias de víctimas que afirman que mientras estudiaban en colegios maristas y eran menores de edad fueron abusados reiteradamente.

fiscalraulguzman_560x280El fiscal Raúl Guzmán, en la sede de la Conferencia Episcopal chilena

Exalumnos entrevistados por The Associated Press afirmaron que fueron abusados no solo por los religiosos sino también por sacerdotes capuchinos y el exvicario de la Solidaridad Cristián Precht, quien en noviembre del año pasado terminó un castigo de cinco años sin oficiar misa por comportamientos abusivos contra adultos y menores.

Los datos que comprometen a Precht fueron enviados al Vaticano a comienzos de agosto para que se le inicie una nueva investigación canónica, informó la Iglesia.

Ya por otro lado, la Cancillería chilena entregó al Vaticano la solicitud de la Fiscalía para obtener los expedientes canónicos que involucran a clérigos chilenos investigados por abusos sexuales y el informe que elaboró el arzobispo Charles Scicluna tras su primera visita al país, informó hoy el Ministerio Público.

La embajada de Chile en Italia presentó ayer la solicitud de la Fiscalía chilena en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, en Roma.

Según el Ministerio Público, la nota de la Cancillería señala que la Unidad de Cooperación Internacional y Extradiciones (UCIEX) de la Fiscalía será el punto de contacto para las gestiones que sean necesarias con el Vaticano a partir de ahora.

La solicitud de la Fiscalía Nacional aúna tres requerimientos de asistencia internacional en materia penal respecto de nueve personas investigadas por las Fiscalías Regionales de Valparaíso, Metropolitana Sur de Santiago y de La Araucanía.

La petición incluye el llamado Informe Scicluna, un extenso documento de 2.000 páginas que el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, elaboró después de su primera visita a Chile como enviado del Papa Francisco para recopilar antecedentes de abusos sexuales cometidos por miembros del clero del país austral.

El Papa, que en un comienzo minimizó los abusos, cambió su percepción después de leer el informe de Scicluna y decidió citar a los obispos de la Conferencia Episcopal chilena a Roma.

Los obispos presentaron sus renuncias en bloque al Papa, que hasta el momento ha aceptado cinco de ellas en una de las peores crisis en la historia de la Iglesia chilena.

jaimecoiro_560x280El portavoz de los obispos chilenos, Jaime Coiro, comparece ante la prensa

(Prensa CECh).- Durante la tarde del martes 14 de agosto, el portavoz de la Conferencia Episcopal, diácono Jaime Coiro, en un encuentro con los medios de prensa, explicó que “en el día de hoy se ha presentado en dependencias de la Conferencia Episcopal, el Fiscal Sr. Raúl Guzman con personal de la PDI para recabar antecedentes complementarios de un oficio que se había solicitado al presidente de la Conferencia Episcopal. Se ha procedido a hacer entrega de los antecedentes que han sido requeridos en el día”.

Ante consultas periodísticas, Jaime Coiro enfatizó además en que con anterioridad el Ministerio Público había solicitado algunos antecedentes, los que oportunamente fueron entregados por la Conferencia Episcopal.

Acerca del procedimiento judicial en sí mismo, Coiro señaló que siempre se colaborará con la justicia en la búsqueda “de un bien que la Iglesia suscribe que es el esclarecimiento de la verdad y la justicia sobre casos gravísimos como son los delitos de abusos sexuales a menores de edad”.

Fuente Agencias/Religión Digital

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Dom 4.12.22. Adviento 2: Galileo marginal y discípulo disidente de Juan Bautista

Domingo, 4 de diciembre de 2022
Comentarios desactivados en Dom 4.12.22. Adviento 2: Galileo marginal y discípulo disidente de Juan Bautista

madaba-iglesia-mosaico-jericóDel blog de Xabier Pikaza:

Antes que tiempo de preparación para la Navidad de Jesús, el Adviento ha sido preparación de Jesús para su misión al servicio del Reino de Dios.

Hay en Adviento otros motivos y personas; Isaías profeta, José padre justo, María madre…). Pero la más significativos este domingo es Juan Bautista, a quien ayer (30.11) presenté como maestro de de Jesús y de Andrés. En esa línea sigue esta postal, que consta de dos partes. (1) Jesús galileo marginal. (2) Discípulo disidente del Bautista

Texto. Mt 3, 1-12 (sección):

Juan Decía: Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo… Tiene el el bieldo en la mano: aventará su parva, limpiará la era y quemará la paja en una hoguera que no se apaga (etc.).

 1. GALILEO MARGINAL

Había en aquel tiempo líderes (celosos) militares, aunque ninguno pudo compararse con David, desde la restauración fallida de Zorobabel, del 539 al 515 a. C. (cf. Ag 1, 1.12-14; 2, 2-4; Zac 4, 6-10). Entre ellos había dos “judas”:

– Judas Macabeo, caudillo de la revuelta sacerdotal y militar contraria a los intentos de helenización de los seléucidas de Siria, que quisieron imponer un tipo de cultura y religión helsnista, partiendo de Jerusalén, con la ayuda de algunos sacerdotes de la alta nobleza. El héroe Macabeo murió en el campo de batalla (el año 160 a.C.), pero su memoria siguió y sigue siendo venerada de formas distintas por el pueblo.

Judas Galileo, al que Gamaliel presenta junto a Teudas, como dirigente de un movimiento paralelo al de Jesús, un “celoso” que fracaso “porque Dios no lo apoyaba” (Hech 5, 37). Se alzó (quizá en un plano doctrinal más que militar), hacia el 6 d. C., tras la deposición de Arquelao (cuando Jesús era un muchacho), contra del censo que Quirino, gobernador de Siria, había impuesto sobre Judea y Samaría. Cf. F. Josefo Ant 18.1. 1-8 y en Bell 2.8.1.

  No sabemos cómo murió Judas Galileo. Sabemos, en cambio, que Judas Macabeo murió como un héroe de la resistencia, en defensa de su pueblo, mientras Jesús Galileo morirá más tarde como traidor oficial, condenado por las autoridades de Israel y Roma. Conforme a la visión de Judas Galileo, el adviento Reino de Dios era más que un proceso de liberación política, pues implicaba aspectos más hondos de trasformación social y personal más hondos, aunque de algún modo debían avalarse con las armas.

El adviento de Jesús Galileo puede compararse a los de Judas Macabeo y Judas Galileo, pero su método y sus fines son distintos, no por simple rechazo de la guerra, sino por su exigencia de transformación de la comunidad (iglesia) del Reino, desde los pobres y excluidos, en perdón, curación, gratuidad. sin guerra.

Había también en el contexto de Jesús esenios y fariseos, vinculados de algún modo a los hasidim del entorno de los macabeos. Entre los esenios destaca el Maestro de Justicia, figura central de la renovación israelita de la segunda mitad del siglo II a. C. Fue sacerdote, pero contrario a los sadoquitas (de la dinastía de Sadoc: cf. 2 Sam 8, 17; 1 Rey 1, 8; Ez 40, 46; 1 Cron 6, 8) que habían sido dominantes en la primera mitad del siglo II, hasta la muerte de Alcimo (159 a.C.) y también contrario a la nueva dinastía asmonea, que triunfó con Jonatán (hermano de Judas Macabeo) y con sus sucesores, tras el (152 a. C), de forma que vivió en un tipo de “exilio”.

Este Maestro de justicia era rigorista en su visión de la ley, apocalíptico en su forma de entender la historia. Esperaba una intervención fuerte de Dios, que renovaría el orden religioso de Israel y la estructura política y social de su territorio. Su nombre y figura se encuentra asociada al establecimiento de los esenios en Qumrán, con su afán de pureza: sólo ellos, los elegidos de la alianza, habrían entendido bien el tiempo de Dios y así esperaban en el desierto su llegada.

            Pudieron haberse dado contacto entre Qumrán y Juan Bautista y, en esa línea, podríamos hablar de un primer momento en que Jesús (discípulo de Juan) estaba cercano a los esenios. Pero cuando empezó a promover su movimiento de Reino en Galilea, Jesús rechazó el modelo sacral del Maestro de Justicia [1].

El movimiento de Qumrán podría ayudarnos para situar el mensaje de algunos grupos cristianos primitivos, como el de Santiago, en Jerusalén, pero la forma de entender las promesas de Dios y la visión de fondo del Maestro de Justicia y de Jesús, aún brotando de un mismo sustrato israelita, eran muy diferentes y reflejaban dos maneras de entender la identidad israelita.

 (1) El Maestro de justicia se interesaba por la limpieza moral y sacral de su comunidad, que debía separarse de otros grupos “manchados”, para expresar de manera elitista y “limpia” los principios de la Ley. (2) En contra de eso, Jesús ofrece el Reino de Dios a los pobres y expulsados del sistema sacral (a quienes Qumrán rechazaba): no quiere un grupo de puros, sino un movimiento de Reino.

Entre los (proto-fariseos) que nacieron también de los hasidim, igual que los esenios, en tiempos de la crisis macabea, destaca Hilel, maestro del judaísmo nacional posterior (rabínico), representado por la Misná (codificada hacia 200 d. C.). Fue algo anterior a Jesús (vivió entre el 30 a. C. y el 10 d. C.) y había venido de Babilonia a Judea. No era partidario de la guerra (contra los celotas); no buscaba una separación radical (de grupo y vida), como muchos esenios, sino una separación legal, en la línea de un judaísmo de pureza familiar y social, que pudiera vivirse en los poblados y ciudades de la tierra de Israel o de la diáspora y cultivarse de un modo abierto en las sinagogas, profundizando en el estudio y cumplimiento de la Ley Nacional (Tora, Pentateuco) en grupos de fieles, separados de la masa de los gentiles. [2]

Qué era. Entorno social: Marginado galileo

220px-Lower_Galilee_map-es.svgNació en una familia de carácter “religioso” y erudito de Galilea, en conexión con el judaísmo proto-rabínico de Judea, pero con los rasgos propios de un cultura campesina, retomando los ideales y caminos de justicia social de la tradición primitiva (más campesina que letrada) del Israel antiguo. Así parece mostrarlo la forma de vida y doctrina de Santiago, su hermano (hermano del Señor: Gal 1, 15-20; 1 Cor 9, 5-6), primer “obispo” de Jerusalén, a quien se atribuye una carta-circular escrita en su nombre sobre la ley universal del amor. La tradición iglesia antigua (avalada por Pablo y Hech 15, y por el mismo F. Josefo: Ant 20, 197-203), supone que Santiago no era un “inculto mesiánico”, sino un erudito, estudioso de la ley. Eso nos llevaría a pensar que Jesús nació en una familia donde, al menos, alguno de sus hermanos valoraba el estudio y cumplimiento de la Ley, en un sentido piadoso [3].

Educado en el trabajo: escuela campesina de vida. Ni Mateo ni Marcos suponen, en contra de Lucas, que Jesús subió al templo a los 12 para discutir con los letrados. Mt 2 afirma, simbólicamente, que José tuvo que llevarle escondido de Belén a Egipto, donde vivió en el exilio. Algunos exegetas de tipo esotérico añaden que allí pudo haber aprendido las artes ocultas de la religión y la magia sanadora, antes de volver a Nazaret (cf. Mt 2, 13-23). Pero el relato de la “huida a Egipto” es más teológico que histórico, un intento de relacionar a Jesús con Moisés, liberado de las aguas, que debió salir de Egipto para realizar su obra en Galilea y, más concretamente, en Nazaret (cf. Mt 2, 23).

Un dato más firme e importante para entender la vida de Jesús lo ofrece Marcos cuando le presenta como tekton o artesano, obrero no especializado que se ocupa, sobre todo, de labores relacionadas con la construcción: cantero, carpintero, trabajador de la madera o la piedra. Sus antepasados vinieron probablemente de Judea a Nazaret, en el tiempo de la conquista de Alejandro Janeo (en torno al 100 a. C.), como agricultores, recibiendo en propiedad unas tierras, que les vinculaban a la promesa y bendición de Dios, en la línea que indican los libros antiguos (especialmente Levítico y Josué). Pero él (o José su padre), como otros muchos, había perdido la tierra, volviéndose así campesino sin campo (y quizá obrero sin obra. [4]

– Marcos le llama “el tekton” (Mc 6, 3). Ésa es su escuela, ése es su oficio y carné de identidad: es un hombre que debe “vender” su trabajo, de forma que, para vivir, no se encuentra a merced de la “providencia de Dios” (lluvia) y de su propio esfuerzo (trabajo personal en el campo), sino que depende de la oferta y demanda de otros, en un mundo lleno de carencia y dureza. No es simplemente “tekton” (un carpintero/obrero como otros), sino “ho tekton”, con artículo definido: éste es su apodo o sobrenombre: el artesano al servicio de las tareas pendientes de su aldea o entorno. Antes de llamarse “el Cristo” (y para serlo), Jesús Galileo ha sido “tekton”, un/el obrero a merced de los demás, un hombre al que todos pueden llamar, para encargarle tareas, de las que él ha de vivir. Esa situación implica una “disonancia” fáctica muy fuerte: su forma de vida no responde a lo que Dios había “prometido” a su pueblo

– Mateo parece suavizar esa afirmación y le presenta como “el hijo del tekton” (Mt 13, 5). Ese cambio puede responder a un intento de “atenuar” la dureza de su estado laboral, pues no se le llama directamente “el tekton” (sino el hijo del tektonJosé), pero en realidad no la atenúa, sino que la refuerza y endurece. Jesús no es simplemente un “nuevo tekton”, alguien que acaba de empobrecer, por situaciones inmediatas de familia, sino que aparece como “el hijo de”,”: alguien que ha nacido en una familia que carecía ya de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, cultivado directamente, como signo de bendición de Dios. Cuando más tarde prometa a sus seguidores “el ciento por uno” en campos (agrous: Mc 10, 30 par), Jesús querrá invertir esa situación donde muchos hombres y mujeres como él no han tenido ni tienen un campo para mantener una familia [5].

 Jesús no es un artesano de ocasión (hombre con tierras propias, aunque, en ocasiones, realice otras labores), sino como “el tekton” sin trabajo propio, sin tierra ni hacienda familiar, obrero a lance, sin otro medio de subsistencia que aquello que otros quieran ofrecerle, en un mundo sin contratos ni salarios permanentes.

Éste es un dato negativo, pero en otro sentido puede ofrecer un aspecto positivo: Jesús ha sido capaz de trabajar al servicio de los demás, dentro de un duro mercado de oferta y demanda, conociendo así la dura realidad social de su entorno, desde la perspectiva de precariedad y pobreza de los campesinos que han sido expulsados de su tierra (o la han perdido9. Ésta ha sido su escuela, de forma que ha podido aprender en ella cosas que no suelen aprenderse en la escuela de los rabinos profesionales, ni en el templo de los sacerdotes [6].

4DA59430-5C76-4F3E-A19F-6612FA99AA1DTodo nos lleva a pensar que sus antepasados habían sido propietarios de tierras “prometidas” en Galilea (a partir de la reconquista asmonea, el 104 a. C.), pero, a través de una serie de cambios sociales, introducidos por la cultura greco-romana, que actuaba a través de la política urbanista y centralizadora de Herodes el Grande y de su hijo Antipas, a pesar de las leyes del Jubileo (cada familia recuperaba su cada siete septenarios su tierra: Lev 25), habían sido incapaces de mantener sus propiedades, no teniendo más más salida que hacerse obreros o mendigos para así sobrevivir.

 Desde ese fondo se entiende la situación del Jesús tekton, campesino sin campo, agricultor sin agro. En contra de las bendiciones de Israel y de las promesas mesiánicas, era un hombre sin importancia social: no formaba parte de los propietarios de tierras (en las que se expresa la bendición de Dios), ni heredero de una estirpe sacerdotal acomodada, como pudo ser Juan Bautista (cf. Lc 1) y como fue F. Josefo (según su Autobiografía). En ese sentido se le puede llamar un “marginal”, aunque es quizá mejor llamarle “marginado” [7].

Así aparece como artesano/obrero de la construcción, que puede haber servido en el mercado laboral del rey Antipas, en sus nuevas ciudades (Séforis, junto a Nazaret; Tiberíades, junto al lago de su nombre) o de otros propietarios agrícolas. Ciertamente, ha podido tener más movilidad que un campesino con tierras y más conocimiento que un propietario, pero ha carecido del poder y, sobre todo, de la seguridad que ofrece un campo propio, una herencia israelita.

El artesano carecía de la identidad que viene por la tierra que se transmite y hereda de padres a hijos, le faltaba el arraigo de la familia que se alza y se asegura en torno a la propiedad, de manera que podemos presentarle como un hombre sin raíces permanentes. Pero, en compensación, ha podido tener la oportunidad de conocer otros pueblos y gentes, logrando así una visión más concreta de las condiciones de vida del conjunto de la población, especialmente de los pobres. En ese fondo se sitúa la autoridad de Jesús, a quien veremos como profeta, creador de una nueva familia de hijos de Dios.

No fue un marginal que se retira y marcha, saliendo de los círculos sociales, como alguien que no tiene nada que aportar, un “idiota” que no sabe oponerse y decir “no” (como supuso F. Nietzsche, en un libro escrito precisamente “contra Jesús”: El Anticristo), un hombre que no ofrece nada positivo a las instituciones sociales que son base del eterno Israel (cf. J. Klausner, Jesús), sino que él se ha opuesto al mundo dominante de una forma mucho más radical y creadora.

No critica desde arriba, ni pide u ofrece una simple limosna, ni se limita a mejorar lo que ya existe, con unos pequeños retoques, sino que inicia un camino de transformación social y humana, precisamente desde aquellos que, como él, carecen de tierra y estabilidad económica. Ésta es su forma de “oponerse” al mundo dominante, la más honda que conozco, ésta es su autoridad [8].

Tiene la autoridad que le ha ofrecido la escuela del trabajo asalariado, como artesano dependiente, un trabajo al que él responde de forma creadora. En esa línea habían respondido, en otro tiempo, los hebreos oprimidos en Egipto (condenados a realizar duros trabajos a la fuerza), cuando salieron de Egipto y buscaron formas nueva de existencia en pobreza y libertad compartida. Algo semejante ha sucedido con Jesús: desde una situación social y laboral muy parecida, en las nuevas circunstancias de Galilea, desde la periferia del gran Imperio Romano, retomando las raíces religiosas de Israel, desarrollando un proyecto radical de Reino.

 Era marginado, pero no resentido (no defiende violencia reactiva en contra de los ricos), un marginado con un potencial inmenso de creatividad positiva. Desde ese fondo se entiende su respuesta ante los retos de su tiempo, la manera en que ha venido a situarse ante la realidad israelita, formulando (iniciando y recorriendo) un proyecto de juicio de Dios ante el Jordán, con Juan Bautista e iniciando después un camino de Reino (por sí mismo y con otros, en Galilea)[9].

Su escuela de Adviento ha sido el trabajo y la pobreza, no un trabajo  libre, propio personas que son dueñas de sus campos (y que deben defender su propiedad, contratando quizá a unos artesanos), sino el trabajo dependiente de millones de personas, que no tienen campo propio y que dependen de la oferta y contrato de otros. Jesús no ha sido un trabajador autosuficiente (dueño de su empresa o campo), sino “hetero-dependiente”, como los artesanos, parados, mendigos, que dependen de aquello que otros quieran (o no quieran) ofrecerles. Sólo desde esa situación se entiende su oferta de Reino [10].

Abrir una comunidad de vida en un mundo de opresiones.

El imaginario simbólico de Jesús lo forma una federación de agricultores, pastores (y pescadores del lago), compartiendo bienes y trabajos. Unos y otros, agricultores, pastores/pescadores, han de ser componentes básicos de una sociedad igualitaria (no mercantil, no imperial), formada por familias y clanes y hombres libres, sin supremacía ni dependencia de unos respecto de otros. Por eso, estrictamente hablando, según Jesús, no debería haber campesinos (sometidos) porque su sociedad ideal (en la línea de Lev 25: ley del jubileo), debería estar formada por agricultores/pastores que mantienen un mismo nivel económico, de producción, intercambio y consumo de bienes.

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