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Lo siguieron

Martes, 15 de septiembre de 2020

seguimiento2

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A propósito de Lucas 5, 1-11
Bernardino Zanella
Chile.

ECLESALIA, 07/09/20.- Atrevernos a vencer la repetitividad y la rutina, aunque nazcan de la experiencia y de la sabiduría, puede permitirnos descubrir caminos nuevos y abrirnos a lo imprevisible y a lo inesperado.

Leemos en el evangelio de san Lucas 5, 1-11:

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y Él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”. Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si Tú lo dices, echaré las redes”. Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.

Pero Jesús dijo a Simón: “No temas,         de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

Después del discurso en la sinagoga de Nazaret, en que presentó su proyecto, Jesús comienza a desarrollar su actividad misionera en Galilea. “En una oportunidad”, frente a la gran cantidad de gente que ansía “escuchar la Palabra de Dios” de su boca, él pide el auxilio de una barca de pescadores, para poder hablar desde el lago a la multitud que estaba en la orilla.

Pero no basta la barca. Para su misión necesita también el auxilio de los pescadores. Y los convoca a través de un signo muy significativo. Le pide a Simón, el propietario de la barca: “Navega mar adentro, y echen las redes”. Simón, justo volvía de una noche de trabajo sin sacar nada.

Para Lucas es la noche oscura de la frustración, de la soledad, el desánimo y el cansancio, de la ineficacia de tantas luchas, de la impotencia frente a la opresión, de la gran Ausencia.

Habría sido lógico que Simón se negara a la invitación de Jesús. En cambio, prevalece la confianza sobre la experiencia: “Si Tú lo dices, echaré las redes”. Se anima a ir “mar adentro”, lejos de la orilla y del puerto seguro, renunciando al tranquilo y merecido descanso.

El resultado es extraordinario: “Sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse”.

No basta ni la barca, ni el trabajo sólo de Simón. Hace falta invitar a más personas, llamar “a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos”.

La invitación a la pesca “mar adentro” había sido sólo un pretexto, para invitar a comprometerse en otra pesca, cuyo éxito era anunciado por la cantidad de peces recogidos: “De ahora en adelante serás pescador de hombres”, para liberarlos de toda forma de opresión y esclavitud y para que vivan plenamente.

Simón se reconoce “pecador” frente a Jesús. Pero no importa. La abundancia de la pesca no dependerá de él, sino de la presencia del Señor: “No temas”. La respuesta es radical: “Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron”. Juntos, dan su total adhesión a Jesús, formando una primera comunidad de discípulos y colaboradores. Pero hay una decisión previa: “Abandonándolo todo”. Hace falta romper con el pasado, con todo lo que ata y da seguridad. La única certeza será él, y la confianza en la misión a la que él los llama.

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