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Antonio Aradillas: “La Iglesia española no sabe perder”

Jueves, 9 de enero de 2020

Plenaria-episcopado_2069203138_9908124_660x371Los obispos, ante la investidura de Pedro Sánchez

El nacional-catolicismo personal, y el de nuestros padres, no tiene fácil substitución. Perdura y perdurará, entre otras poderosas razones, porque así nos lo enseñaron “en el nombre de Dios”

Hay obispos en su diversidad de grados y estamentos, que con insalvables dificultades podrán ser y ejercer de demócratas, ni presidir la “Iglesia en salida” por la que pugna el papa Francisco, y menos pastorearla en sus diócesis

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La Iglesia, y más la jerárquica, y aún más en España, no es de por sí nada perdedora. No sabe perder. O, si pierde, lo hace  con dificultad y después  de apurar, comprimir y estrujar hasta sus penúltimas consecuencias, argumentos divinos y humanos.  No es humilde. Con eso de haber tomado la mayoría de sus miembros más cualificados al pie de la letra  lo de la infalibilidad pontificia “y ya está”, es explicable  que le cueste “Dios y ayuda” cambiar de opinión y procedimientos, aún  cuando precisamente el término “cambio” , es decir, “penitencia”, es elemento esencial en su teología y estructura.

Hacía tiempo que se veía venir  y en no pocos ámbitos. Las establecidas relaciones Iglesia-Estado estaban como pendientes de un hilo  frágil, muy frágil,  aunque fuera de oro,  y además “concordadas” y con caracteres de fiabilidad  y pactos internacionales. Algunas incoincidencias se acallaban más o menos diplomáticamente  y los enfrentamientos se subrogaban con discreción patriótica y “religiosa”,  con habilidad y donosura, y normalmente en beneficio del pueblo,  de la Iglesia, y en evitación de “escándalos” y conservación de un puñado de votos “cuando fuera menester”.

Pero las formas y los formulismos iniciaron ya caminos de rupturas  y a las proclamaciones antigubernamentales del cardenal Cañizares  organizando preces  y procesiones  de “¡rezad y salvad a España!”, se han adherido las del cardenal Presidente  de la Conferencia Episcopal, con la respuesta oficial requerida por parte del Gobierno, de que el Estado español, y por la Constitución  mayoritariamente votada  – y a la que se recurre cuando nos interesa-   es de por sí  a- confesional.

 Y que conste que apenas si estamos ya en los comienzos. Por menos de nada, los signos “religiosos”, y los fundamentalismos,  se echan a peregrinar  con los turiferarios al frente, sin temor a  las dificultades  penitenciales   que tengan que surgir, por distante que esté, o se presienta estar, el Pórtico de la Gloria”, dado que la “perdonanza” es cierta  y segura para los itinerantes y para los dispuestos a testificar la fe, aún con el martirio.

El nacional-catolicismo  personal, y el de  nuestros padres, no tiene fácil substitución. Perdura y perdurará, entre otras poderosas razones,  porque así nos lo enseñaron  “en el nombre de Dios” , y porque sus catecismos fueron redactados  al dictado del “Nihil Obstat”  de la censura oficial y eclesiástica, sin teología  y con poco evangelio, y este impreso, que también exigía el debido “Imprimatur”.

Quiera Dios que la sensatez,  los evangelios, la gracia divina,  el amor a la Iglesia, el respeto a las leyes,  la devoción pía y devota a la democracia, la exoneración de la compra-venta  de privilegios de unos y otros, … ayuden  a despejar los caminos  de la inteligencia y del discernimiento  en beneficio del pueblo,  y más si este  es pueblo de Dios, pobre, desfavorecido  y necesitado.

Obispos, curas y no pocos laicos y “laicas”  precisamos hoy en España , con urgencia y denodadamente, no solo uno, sino muchos y profundos cambios, también y por lo que respecta a las relaciones Iglesia-Estado. Los concordatos, por sí solos, y por mucha y buena intención que defina a las partes “contratantes”, son poco menos que papeles mojados…

Hay obispos en su diversidad de grados y estamentos, que con insalvables dificultades  podrán ser y ejercer de demócratas, ni presidir la “Iglesia en salida” por la que pugna el papa Francisco, y menos pastorearla en sus diócesis, hoy ya en vísperas de despedirse  de la ascética del “Amén”  porque sí , y con afanes legítimamente teológicos  de participar activamente en la tarea pastoral  en calidad de laicos  y al margen de ociosas  disquisiciones de si la mujer podrá ser y ejercer de sacerdote…

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Hay no pocos obispos educados  en la fe anti y ante Vaticano II, que  aunque no hayan cumplido la edad de la jubilación canónica por exigencias de sus DNI respectivos,  debieran presentar su dimisión cuanto antes  por incapacidad o incompetencia  para seguir el ritmo de la religiosidad que demandan los nuevos tiempos y los evangelios

¡Hay que saber perder, siempre y cuando quien gane sea  el pueblo-pueblo, en libertad  y con la conciencia tranquila…!

Fuente Religión Digital

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