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Acoger la Palabra no es un amasijo de citas bíblicas

Domingo, 5 de enero de 2020

4E843CB0-6CB7-4716-97D0-AC8767FFFD53Del blog de Tomás Muro La Verdades Libre:

  1. Prólogo de san Juan.

         Por segunda vez en navidades escuchamos el comienzo del evangelio de san Juan: en el principio existía la Palabra y la Palabra era luz, vida y creación. Y en los versos 12-13 se nos dice:

vv 12-14 Pero a cuantos la recibieron (la Palabra), les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

  1. Conocer la Palabra no coincide con estudiar la Biblia.

         Conocer acoger la Palabra no es ser un experto en Biblia o en teología. “Conocer” supone implicaciones personales: sobre todo ser creyente. Todos conocemos intelectualmente cosas: ideologías, personas, actitudes con las que no comulgamos, no porque sean malas, sino porque no van con nuestra mentalidad o esquema de vida.

         Conocer la Palabra, conocer a Cristo significa JesuCristo me dice, me llena y quiero vivir en el tono vital del Señor, con mis tinieblas y mi pecado a cuestas.

         La Palabra -toda palabra- se conoce y se acoge en la fe. Hay personas que están convencidas de la nada: no existe Dios, no hay valores. Eso es también fe, una triste palabra y una triste fe, pero el pasotismo es también una fe: estar convencido firmemente de la nada.

         Quien confía (cree) en JesuCristo no está cimentado en la nada, sino en el ser.

  1. A quienes conocen y asumen la Palabra Dios da la capacidad de ser hijos de Dios.

Es decir, pensar y vivir conforme a la Palabra posibilita vivir humanamente, que significa vivir como seres humanos, y si vivimos como personas humanas no estamos lejos de vivir como hijos de Dios.

La Palabra de Dios, que no es otra cosa que JesuCristo, es decir: la Luz, la Vida y la creatividad, supone una llamada en lo profundo que crea personas y comunidades.

La Palabra, el pensamiento, la cultura, la Luz, el diálogo, la razón y lo razonable en la vida encaminan hacia ser hijos de Dios. La irracionalidad, el vivir en la mera biología, pulsionalidad, en la carne y en la sangre, en el escepticismo no crea humanismo, ni hijos de Dios.

Cuando en la vida personal, profesional, eclesiástica, política no se admite la Palabra: la luz y la vida, el pensamiento y el diálogo-, significa que hemos renunciado a ser y vivir como personas y como hijos de Dios.

Por ejemplo: cuando nace un niño, ha nacido alguien muy valioso, pero hasta ese momento ha nacido conforme a carne y sangre. Nadie nace cristiano, ni sabio, ni probablemente bueno: queda un largo camino para construir una persona: educación, valores, etc. Y ese camino lo hemos de estructurar con la Palabra. ¿Qué otra cosa es acoger la Palabra sino un largo proceso de educación personal, familiar, escolar, universitaria, social, política?

El ser humano vive de carne y sangre (de pan vive el hombre), pero si vivimos solamente de carne y sangre, morimos.

La Ilustración y la Revolución francesa tuvieron graves fallos y tienen grandes lagunas, pero abrieron al ser humano hacia la palabra y hacia la razón.

Quizás el encuentro entre razón y fe, ciencia y fe, Iglesia y mundo, progreso humano y escatología, no se ha producido o se ha producido muy esporádicamente y, en muchos casos, a regañadientes. Pero guste o no guste a políticos y eclesiásticos, es verdad aquello que dijo santo Tomás: la verdad venga de donde venga, viene del Espíritu Santo. Si nacemos de carne y sangre y renacemos de agua y Espíritu, estaremos en camino de ser hijos de Dios, es decir: personas humanas. Él, la palabra nos bautizará en Espíritu.

  1. La Palabra se hizo carne.

La tradición de San Juan tiene mucho cuidado en subrayar que la Palabra, Jesús, se hizo hombre. Este interés de San Juan es debido a que muy pronto hubo cristianos que tendieron a un cristianismo espiritualoide, incluso tenían reparo y negaban que Jesús hubiese sido hombre. Pensaban que, si Jesús era hijo de Dios, no podía ser hombre. Lo corpóreo, material siempre se ha mirado en las religiones con un cierto recelo. Por eso S Juan subraya que Jesús fue hombre y para ello utiliza la expresión que expresa la mayor debilidad humana: sarx: carne,[1]

Jesús no fue un extraterrestre que un buen día aterrizó entre nosotros: Jesús fue hombre como nosotros (menos en el pecado) y porque fue hombre, es como pudo expresar, manifestarnos a Dios, el amor de Dios.

         El cristianismo no es un espiritualismo, una religión de práctica y ritos, sino que es la experiencia del amor de Dios en la vida, en la creación y con los demás. La tentación de las religiones suele ser la de “echar balones fuera” con celebraciones rituales, normas y preceptos morales.

El Dios del cristianismo es amor, Dios es amor, (1Jn 4,8)

Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. (1Jn 4,20)

         Y amar no es andar por la estratosfera de los espíritus, sino vivir en la tierra de los seres humanos en la Palabra: luz y verdad

  1. Estamos comenzando un nuevo año.

         Estamos comenzando un nuevo año.

         Que la Palabra y la razón vayan haciéndose un poco carne en nuestra historia por medio de nuestras vidas.

[1] En castellano tenemos algunas palabras que recogen este término: sar.cófago, sar.coma.

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