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Vivir lúcidamente, no a lo tonto

Domingo, 1 de diciembre de 2019

DROhGuWV4AAh_5TDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Noé.

Los tiempos cambian pero el ser humano se repite, al menos en muchos aspectos.

En tiempos de Noé pasaba lo mismo que nos ocurre hoy y siempre (al menos en cierto sentido): la gente comía, bebía, ahorraba, viajaba, se casaba, vivía de un modo un tanto inconsciente y se moría.

La gente se reía de Noé, porque el buen hombre estaba haciendo un arca, un barco, en pleno desierto: ¿para qué sirve una barca en el desierto? ¿Cuándo se han visto inundaciones en el Sahara?

Pero el diluvio llegó y arrastró al gentío que paseaba por las boutiques, por las playas y estaciones de nieve. Vivían, como hoy en una dulce estupidez.

Los diluvios y tsunamis llegan siempre en la vida y de las más variadas formas: enfermedades, rupturas matrimoniales, conflictos familiares, crisis de trabajo-paro, tensiones eclesiásticas, crisis del sentido de la vida, depresiones, de muerte. Y como no andemos espabilados, estos tsunamis nos llevan por delante sin enterarnos.

Las posibilidades son:

  1. vivir a lo tonto”, sin pensar, sin asumir la vida en su complejidad. Sería el “comamos y bebamos que mañana moriremos”, que ya decía San Pablo (1Cor 15,32). Por muy “Titanic” que sea el momento actual y seamos nosotros, también nos podemos hundir.
  2. quedarse atrancado en el sufrimiento y la amargura sin ver salida y, por tanto, sin esperanza. Dando vueltas a los problemas que no hacen sino hurgar en la herida sin curarla nunca y doliendo cada vez más.
  3. Caminar a la luz (Isaías), cayendo en cuenta del momento en que vivimos, despiertos del sueño (Romanos) y por tanto: Velad, estad despiertos, (Mateo).

El diluvio nos llega siempre.[1]

         Daos cuenta del momento en que vivís

  1. vivir a lo tonto: anestesia cultural.

La primera opción es claramente el capitalismo que pretende sumergirnos en una sedación crónica, cuando no en una marginación de los problemas, de las cuestiones más hondas del ser humano.

A este respecto podíamos aplicarnos lo que decía Ernst Bloch (neomarxista) ¿qué sentido tiene seguir “cocinando un plato” que no lo vamos a degustar definitivamente nunca?

No se permite que afloren las cuestiones fundamentales. Sobre todo los problemas del sentido de la vida, la muerte y las cuestiones éticas se pretenden resolver también por narcotización.

         Corta respuesta para cuestiones tan densas, Sancho.

  1. caminar despiertos y hacia la luz.

         Hay un refrán algo pesimista y un tanto corrosivo, como muchos otros proverbios: “vísperas de mucho, días de nada”. Pero, también podemos pensar que no estamos condenados a ser una “sinfonía incompleta”. La luz, la esperanza humanista y cristiana nos anuncian que hay futuro para todos.

         El barro del que estamos hechos los seres humanos es la esperanza y la nostalgia. Vivir es esperar. La esperanza rompe las desesperanzas, incluso el límite de la muerte.

Hoy en día vivimos en el club de los proyectos vivos y las esperanzas muertas. Pero solo se puede vivir humanamente con la esperanza como resorte estructural de la existencia.

El ser humano es esperante. La esperanza es una dimensión esencial a la condición humana. Las antropologías han definido en la esencia del ser humano de maneras varias. Hoy cabe que pongamos el acento en el ser humano como esperante. Vivir es esperar. La esperanza ha construido bien, serena y sensatamente la vida de los hombres y los pueblos. No es lo mismo vivir esperanzadamente que desesperadamente o en desesperación.

         La esperanza no es una virtud[2], como las demás, es una virtud contra las demás, escribía Charles Peguy, aunque en el fondo el pensamiento es de San Pablo: esperar contra toda desesperanza, (Rom 4,18). La esperanza amanece cuando nos embarga la noche de los fracasos y diluvios. Para quien todo se ha perdido, queda Dios.

La esperanza engrandece la vida, porque la abre hasta el infinito. Cuando todo se hunde y nos hunde, la esperanza renace.

         Pedro Laín Entralgo -médico humanista (1908-2001)-, lo decía brillante y esperanzadamente: el ser humano espera por naturaleza algo que no está en su naturaleza. No es una afirmación científica, ni siquiera lógica, pero es hondamente humana. Lo más profundo de mi ser es nostalgia y esperanza.

         Ser lúcido, vivir despiertos es vivir con la esperanza que escudriña el horizonte.

  1. Comencemos esperanzadamente el adviento.

         Comenzamos hoy el adviento (y el año litúrgico), el tiempo de la santa esperanza. La vida es un adviento continuo.

         La esperanza no se pone en cualquier cosa. La esperanza tiene su mirada puesta en el ser, en la ultimidad, en el Dios, que se nos hace presente en JesuCristo.

         Es bueno vivir las relaciones humanas en un tejido de respeto y confianza, pero la esperanza última descansa en Dios. Solamente en Dios descansa mi vida, (Salmo 61).

vivamos despiertos y atentos.

[1] ¿Habrá existido en la historia alguna persona que no haya atravesado por valles de tinieblas?

[2] Virtud: virtus en latín; significa fuerza, vitalidad.

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