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No es lo mismo ver la vida desde el G7, que verla desde una patera

Domingo, 1 de septiembre de 2019

Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

banquete-G-7_2152894716_13861772_660x371“¿Llevaría Jesús el traje adecuado a semejante banquete? ¿Iría con las manos limpias?”

No es un manual de protocolo o normas de urbanidad dignas de la “jet society” o del mundo episcopal, eclesiástico, económico, universitario, científico, etc. ¡Cuántas veces está condenando el papa Francisco el “carrerismo” en la Iglesia!”

“Estamos invitados a una mesa de amor: diálogo, escucha del que sufre, encuentro, limosna, banco de alimentos, pacificación de relaciones y pueblos”

v 1. mal comienzo

         El evangelio de hoy comienza con “mal pie y peor intención”.

         Con cierta ironía solemne, el evangelio de hoy sitúa las cosas en un sábado, un día importante. Uno de los principales fariseos, recibe a comer en su casa a Jesús, y la élite de la sociedad le estaba espiando.

         Jesús había discutido mil veces y por mil cuestiones con los fariseos: el eterno problema de la ley y la libertad: la curación de los enfermos en sábado, la pureza o impureza de los alimentos, de las enfermedades, el mandamiento principal, el templo, etc. ¿Para qué le invitan ahora a comer?

         ¿Llevaría Jesús el traje adecuado a semejante banquete? ¿Iría con las manos limpias? ¿En ese sábado, no habría curado algún leproso o neurótico?

         El lío estaba servido.

  1. v 7 Los primeros puestos.

         A todos nos gusta que nos reconozcan, que nos alaben; nos encanta situarnos los primeros puestos, un poco de poder, y unos céntimos de gloria, es decir de vana – gloria. Lo del protocolo es algo que vuelve locos a obispos, políticos, en la vida social, cultural, deportiva, etc.

Es el instinto de autoafirmación, la raíz del ego, del egoísmo.

  1. v 8 Invitados a una boda.

         Jesús les dice una parábola: Cuando te conviden a una boda.

         Son tres aspectos: los invitados – un banquete –  de bodas.

         El banquete de bodas es una de las imágenes bíblicas más empleadas en la Biblia y en el Evangelio para expresar qué es el Reino de Dios. (El Reino significa cómo Dios concibe y sueña la vida y la convivencia entre los hombres y los pueblos).

Banquete

Dios imagina y desea las relaciones humanas como un banquete, como un encuentro donde hay amistad y  diálogo, una cierta satisfacción y alimento para todos. Es decir, la convivencia que Dios imagina y desea para la humanidad son las antípodas a cómo las imagina el egoísmo humano y el capitalismo del G7: hambre en el mundo, pateras, Amazonía, etc.

boda

         Una boda si es algo, es amor, afecto, encuentro, familia.

         La historia de la salvación es la historia de un amor apasionado de Dios a su pueblo, a la humanidad.  El amor atraviesa toda la Biblia:

  • o desde el Génesis en el que Dios crea por amor, Adán y Eva es una historia de amor; difícil, pero de amor.
  • o El profeta Oseas es una historia de amor también difícil: Dios le manda casarse con una prostituta.
  • o El libro del Cantar de los Cantares es un canto de bodas aplicado al amor de Dios a su pueblo.
  • o Las bodas de Caná (Jn 2,1-13) recuerdan que la relación de Dios con su pueblo era de amor, pero Israel se quedó con las piedras (tinajas) de la ley y no tenían vino (símbolo del espíritu de amor).
  • o Os doy un mandamiento nuevo, que os améis, (Jn 13,34-35).
  • o La Biblia termina en el Apocalipsis con la victoria del amor, la esposa fiel ama sobre el mundo de la infidelidad (Babilonia – prostitución), (Ap 17.18.19)

invitados

         Estamos invitados, llamados a vivir y convivir en un clima de amabilidad, encuentro, de respeto y amor.

         Así lo hizo Jesús:

  • o Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve, (Lc 22,27 / Jn 13,1-20).
  • o Sin puesto en la vida: no tengo dónde reclinar la cabeza, ((Lc 9,58).
  • o El más pequeño es el más grande en el Reino, (Lc 9,48).

Estamos invitados a una mesa de amor: diálogo, escucha del que sufre, encuentro, limosna, banco de alimentos, pacificación de relaciones y pueblos.

  1. El poder no crea igualdad, el amor, sí.

Que el poder no crea igualdad es evidente, basta mirar todo el lío que montaron hace unos días para el G7.

No te pongas en el primer lugar, baja, luego te subirán de puesto, etc. No es un manual de protocolo o normas de urbanidad dignas de la “jet society” o del mundo episcopal, eclesiástico, económico, universitario, científico, etc. ¡Cuántas veces está condenando el papa Francisco el “carrerismo” en la Iglesia! Sin embargo en la Iglesia hay “parroquias y diócesis término”. Muchos curas aspiran a una parroquia más importante, es sabido que los obispos desean ascender en el escalafón de las diócesis; los políticos suspiran por un cargo mayor, a la gente le gusta presumir de “apellido o de familia bien” en la vida social…

         Una sociedad, una familia, una Iglesia en la que predominen la ansiedad por los primeros puestos, será siempre -creo- poco humanitaria y nada cristiana.

         Es de gran sensibilidad humana y cristiana ser sencillo, sin altanerías en la vida y estar cerca, estar del lado de los débiles, de los pobres, de los enfermos, de los marginados.

         En lenguaje de nuestros tiempos jóvenes, ¡mayo del 68!, a esto le llamábamos estar en la base, en la vida sencilla, comunidades de base, iglesia de los pobres, curas de parroquia, catequistas, etc.

         Una vez más, podemos ver en el actual obispo de Roma, Francisco, un hombre no prepotente y altanero, sino humilde que desea una iglesia de los pobres y para los pobres. Uno se siente de nuevo en casa, no en la casa de los fariseos, sino de Jesús.

  1. Quien se enaltece será humillado y quien se humilla, será enaltecido.

         La pretensión de ser como dioses y la prepotencia es casi connatural al ser humano. Adán y Eva quisieron ser como dioses y se vinieron abajo, donde estamos todos.

         Sin embargo Dios les amó y nos ama como somos: humus: tierra. “Curiosamente” la palabra humildad viene de humus: tierra. Somos poco más que barro. Dios ama nuestra debilidad, nos ama como somos.

Dios derriba del trono a los poderosos y a los ricos y enaltece a los humildes. María reconoció su debilidad, su pobreza y esa fue su grandeza.

         Quien se humilla, será ensalzado.

         Es el caso definitivo de Jesús: fue humillado hasta la muerte y una muerte en cruz. Por eso Dios lo elevó hasta la vida. (Filip 2, 5-11). (Lo hemos rezado a modo de salmo)

Todo seremos elevados, porque todos somos barro, humus y Dios levanta del barro, del polvo: no dejará nuestras vidas en el sheol.

Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón

(Mt 11,29)

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