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Sábado Santo: Vigilia Pascual en la noche Santa

Sábado, 20 de abril de 2019

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Textos para la Vigilia Pascual

Primera lectura:

Génesis 1,1-2,2

Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.

Y dijo Dios: “Que exista la luz.”

Y la luz existió.

Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz “Día”; a la tiniebla, “Noche”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios: “Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.”

E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.

Y así fue.

Y llamó Dios a la bóveda “Cielo”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Y dijo Dios: “Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.”

Y así fue.

Y llamó Dios a los continentes “Tierra”, y a la masa de las aguas la llamó “Mar”.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.”

Y así fue.

La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.

Y dijo Dios: “Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.”

Y así fue.

E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Y dijo Dios: “Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.”

Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y Dios los bendijo, diciendo: “Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.”

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Y dijo Dios: “Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies.”

Y así fue.

E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.”

Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.”

Y dijo Dios: “Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.”

Y así fue.

Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.

Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

*

Salmo responsorial: 103.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor;
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre. R.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

O bien; :

Salmo responsorial: 32.:

La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano. R.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

Segunda lectura:
Génesis 22, 1-18

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: “¡Abrahán!” Él respondió: “Aquí me tienes.” Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.”

Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados: “Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.”

Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.

Isaac dijo a Abrahán, su padre: “Padre.”

Él respondió: “Aquí estoy, hijo mío.”

El muchacho dijo: “Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?”

Abrahán contestó: “Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.”

Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: “¡Abrahán, Abrahán!”

Él contestó: “Aquí me tienes.”

El ángel le ordenó: “No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.”

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

Abrahán llamó aquel sitio “El Señor ve”, por lo que se dice aún hoy “El monte del Señor ve”.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: “Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa.

Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.”

*

Salmo responsorial: 15

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.

*

Tercera lectura:

Éxodo 14, 15-15, 1:

Los israelitas en medio del mar a pie enjuto

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros.”

Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa, y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros.

Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio, desde la columna de fuego y nube, y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente.

Y dijo Egipto: “Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto.”

Dijo el Señor a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.”

Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuentro, y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar.

Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó.

Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.

Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.

Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este canto al Señor:

*

Interleccional: Ex 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18

Cantaré al Señor, sublime es su victoria.

Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R.

El Señor es un guerrero, su nombre es “Yahvé”.

Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R.

Las olas los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo. R.

Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono,
Señor; santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás. R.

*

Cuarta lectura:
Isaías 54, 5-14

Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor

El que te hizo te tomará por esposa; su nombre es Señor de los ejércitos.

Tu redentor es el Santo de Israel, se llama Dios de toda la tierra.

Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;

como a esposa de juventud, repudiada -dice tu Dios-.

Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré.

En un arrebato de ira te escondí un instante mi rostro,

pero con misericordia eterna te quiero -dice el Señor, tu redentor-.

Me sucede como en tiempo de Noé:

juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra;

así juro no airarme contra ti ni amenazarte.

Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas,

no se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará -dice el Señor, que te quiere-.

¡Oh afligida, zarandeada, desconsolada!

Mira, yo mismo coloco tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros;

te pondré almenas de rubí, y puertas de esmeralda, y muralla de piedras preciosas.

Tus hijos serán discípulos del Señor, tendrán gran paz tus hijos.

Tendrás firme asiento en la justicia.

Estarás lejos de la opresión, y no tendrás que temer;

y lejos del terror, que no se te acercará.

*

Salmo responsorial: 29

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
y me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.R.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante; su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R.

*

Quinta lectura:
Isaías 55, 1-11:

Venid a mí, y viviréis; sellaré con vosotros alianza perpetua

Así dice el Señor:

“Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero:

venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde.

¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura?

Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos.

Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis.

Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David:

a él lo hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones;

Tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti;

por el Señor, tu Dios, por el Santo de Israel, que te honra.

Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca;

que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes;

que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón.

Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-.

Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.

Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,

de fecundarla y hacerla germinar, para que de semilla al sembrador y pan al que come,

así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía,

sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.”

*

Interleccional: Isaías 12, 2-3. 4. 5-6

Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

El Señor es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. R.

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
“Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.” R.

*

Sexta lectura:
Baruc 3, 9-15. 32-4, 4

Caminad a la claridad del resplandor del Señor

Escucha, Israel, mandatos de vida; presta oído para aprender prudencia.

¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo, que envejezcas en tierra extranjera,

que estés contaminado entre los muertos, y te cuenten con los habitantes del abismo? Es que abandonaste la fuente de la sabiduría.

Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre.

Aprende dónde se encuentra la prudencia, el valor y la inteligencia;

así aprenderás dónde se encuentra la vida larga, la luz de los ojos y la paz.

¿Quién encontró su puesto o entró en sus almacenes?

El que todo lo sabe la conoce, la examina y la penetra.

El que creó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos;

el que manda a la luz, y ella va, la llama, y le obedece temblando;

a los astros que velan gozosos en sus puestos de guardia,

los llama, y responden: Presentes”,

y brillan gozosos para su Creador.

Él es nuestro Dios, y no hay otro frente a él;

investigó el camino de la inteligencia y se lo enseñó a su hijo, Jacob, a su amado, Israel.

Después apareció en el mundo y vivió entre los hombres.Es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna:

los que la guarden vivirán; los que la abandonen morirán.

Vuélvete, Jacob, a recibirla, camina a la claridad de su resplandor;

no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero.

¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!

*

Salmo responsorial: 18, 8. 9. 10, 11

Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. R.

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R.

La voluntad del Señor es pura y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R.

Más preciosos que el oro, más que el oro fino;
más dulces que la miel de un panal que destila. R.

*

Séptima lectura:
Ezequiel 36, 16-28:

Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo

Me vino esta palabra del Señor: “Hijo de Adán, cuando la casa de Israel habitaba en su tierra, la profanó con su conducta, con sus acciones; como sangre inmunda fue su proceder ante mí.

Entonces derramé mi cólera sobre ellos, por la sangre que habían derramado en el país, por haberlo profanado con sus idolatrías.

Los esparcí entre las naciones, anduvieron dispersos por los países; según su proceder, según sus acciones los sentencié.

Cuando llegaron a las naciones donde se fueron, profanaron mi santo nombre; decían de ellos: “Éstos son el pueblo del Señor, de su tierra han salido.”

Sentí lástima de mi santo nombre, profanado por la casa de Israel en las naciones a las que se fue.

Por eso, di a la casa de Israel:

Esto dice el Señor: “No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros, en las naciones a las que habéis ido.

Mostraré la santidad de mi nombre grande, profanado entre los gentiles, que vosotros habéis profanado en medio de ellos;

y conocerán los gentiles que yo soy el Señor -oráculo del Señor-, cuando les haga ver mi santidad al castigaros.

Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra.

Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará:

de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar.

Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo;

arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.

Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.””

*

Salmo responsorial: 41, 3. 5bcd; 42, 3. 4

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R.

Cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios,
entre cantos de jubilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R.

Envía tu luz y tu verdad;
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.

O bien

Salmo responsorial: 50

Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso;
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R.

Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias. R.

*

Epístola
Romanos 6, 3-11

Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más

Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.

Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.

Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.

Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.

Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.

Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

*

Salmo responsorial: 117:

Aleluya, aleluya, aleluya.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.

*

Evangelio:
Marcos 16,1-7

Jesús Nazareno, el crucificado, ha resucitado

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?” Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: “No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo.”

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (25 de marzo de 1978)

Queridos hermanos:

La palabra de Dios que se ha remontado hasta los orígenes del mundo en la primera lectura del Génesis y que ha recorrido algunos capítulos de la historia de la salvación, acaba de culminar con el hecho que estamos conmemorando esta noche, la resurrección del Señor. Pero no terminó hace veinte siglos sino que el último capítulo lo estamos escribiendo aquí, nosotros. Por eso, mi pobre palabra, incorporándose a las lecturas de la palabra de Dios, es para decirles a ustedes y reflexionarlo yo mismo, cómo nos ama el Señor. De aquel origen del hombre: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” y que el hombre no supo mantener en su dignidad sino que ofendiendo a Dios, por el pecado desfiguró esa imagen de Dios, su Hijo divino vino a repararla y ya está consumada la obra de la reparación.

Esta noche clausuramos el solemne Triduo Pascual.Tres días, los más grandes del año, que nos han servido para considerar los tres aspectos de nuestra redención! el sufrimiento, la pasión del Redentor el Viernes Santo; el silencio de la tumba donde yacía yerto el cadáver de Cristo, la esperanza del sepulcro; y esta noche, el triunfo de la resurrección. Esas tres cosas: la pasión dolorosa, el sepulcro y la resurrección, son lo que constituye el misterio Pascual.

El misterio Pascual o sea: la muerte, la pasión, la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, son para nosotros un hecho que hacemos nuestro. De nada serviría todo este episodio de la vida de Cristo, definitivo para la historia, si cada uno de nosotros no lo hiciera suyo. Y este es el significado de esta noche: que aquella pasión dolorosa, aquella expectativa del sepulcro y aquel triunfo que estamos conmemorando esta noche, se hace nuestro, todo eso por el bautismo.

A continuación vamos a celebrar la renovación de nuestro bautismo, porque esos tres aspectos del misterio de la Pascua que nos redimieron, nos han marcado nuestra vida desde el día en que nuestros padres nos llevaron a la pila bautismal como se llevaba antiguamente en esta noche del Sábado Santo a los catecúmenos para ser bautizados, para ser confirmados. Y San Pablo nos acaba de explicar qué significa ese bautismo del cristiano: ser sepultado con Cristo y resucitar con Cristo. Hermanos, cuando pensamos en el hombre moderno vemos cómo congenian estos tres aspectos de la Pascua de Cristo a la vida del hombre de hoy.

1º. EL SUFRIMIENTO, LA PASION DEL REDENTOR EL VIERNES SANTO

La pasión dolorosa de Cristo, su sufrimiento. El hombre de hoy rehuye el dolor, no quiere el sufrimiento y, sin embargo, nadie como el hombre de hoy está tan convencido de que la muerte, el dolor, es invencible; que por más que se inventen medicinas, prevenciones contra el sufrimiento, contra el dolor, el dolor está reinando, el sufrimiento es herencia del hombre, quiéralo o no lo quiera. Entonces, el secreto está en darle un sentido a ese dolor. Y he aquí que el bautismo incorpora al hombre con toda su tragedia, con todo su dolor, para que el sufrimiento de su vida, su hambre, su marginación, su pena, se convierta, junto con Cristo, en un dolor de redención.
Esta noche podemos ofrecerle al Divino resucitado, como incorporándolo en sus llagas gloriosas, todo nuestro sufrimiento. ¿Quién de los que estamos llenando esta Catedral y de los que a través de la radio están reflexionando en esta noche santa, no tiene, un sufrimiento? ¿Qué cristiano no lleva un problema en su conciencia? Esta noche nos invita Cristo a unir en su dolor, a su cruz, todos los dolores para hacerlos divinos, para iluminarlos con luz de Pascua, para llenarlos de esperanza. Una noche, hermanas, en que el mejor regalo que le podemos traer al divino Resucitado es nuestro propio sufrimiento, para que unido a su resurrección se convierta en un dolor de redención.

2º. EL SEPULCRO SILENCIOSO PERO NO PASIVO

El segundo aspecto de la Pascua es el sepulcro del Sábado Santo. Sepulcro silencioso pero no pasivo, porque nuestra fe nos dice que mientras el cadáver de Cristo pasó en su sepulcro desde el Viernes Santo por la tarde hasta la madrugada de esta noche, el alma bendita de Cristo estaba trabajando. Era Domingo de Ramos al otro lado de la historia, Cristo pasó por el túnel de la muerte dolorosa y se encuentra su alma junto con las almas benditas de los bienaventurados del Antiguo Testamento. Allá, Adán y Eva, Abraham, David, los patriarcas, los profetas, todo lo santo y noble que vivió antes de Cristo y que no podía entrar al cielo porque estaba cerrado por el pecado del hombre, ese cielo se ha abierto ya. Y ese Cristo baja, como dice nuestro Credo: “descendió a los infiernos”. Es decir, descendió al lugar de los muertos y los antros de la muerte se llenaron de luz. Y el Domingo de Ramos también fue para los del Antiguo Testamento, que en esta noche junto Cristo resucitado, como una procesión de espíritus, lo acompañan a todas partes para entrar con El en el reino de los cielos.

Cristo ha venido a redimir a todos los hombres, no sólo a los que renacerán después de El sino a los que vinieron antes de El en la esperanza de una Resurrección. El sepulcro silencioso es la figura de nuestra esperanza. He aquí que en esta noche pascual, ese sepulcro se convierte en una tumba vacía y es el mejor monumento a la esperanza de los cristianos. Moriremos también nosotros, sucumbiremos al embate del dolor y de la muerte, envejeceremos. ¿Se dirá por eso que la redención de Cristo no fue eficaz? ¡De ninguna manera! Eso sólo quiere decir que en la redención de Cristo hay una fase definitiva que es su persona divina. El sí ha triunfado plenamente pero el género humano tiene que vivir todavía de esperanza. La esperanza nos es necesaria.

Hermanos, en estas horas en que parece vivir la historia un callejón sin salida, la esperanza ilumina el horizonte de los cristianos. El sepulcro de Cristo, donde parecía que los enemigos del Señor sellaron su victoria, ahora, esta noche, rotas las cadenas y los sellos que le habían puesto sus enemigos, grita: ” ¡Oh muerte!, ¿dónde está tu victoria?” Y así como el sepulcro de Cristo rompe los cerrojos de la muerte, también los sepulcros de nuestros muertos y nuestros propios sepulcros quedarán también un día vacíos.

Es necesario alimentar esta esperanza, sobre todo, en estas horas,

hermanos, en que muchos piensan dar una solución a los problemas políticos, sociales y económicos únicamente organizando la tierra, únicamente con medidas terrenales. La redención nos habla que la verdadera liberación del hombre tiene que ser el fruto de un Cristo triunfante y de la esperanza que en El pongan los hombres. Cuanto más graves sean nuestros problemas, mas oportunidad le estamos dando al Redentor, más grande tiene que ser nuestra esperanza. Es una noche de esperanza, una noche de Pascua, una noche de sepulcro vacío.

3º. EL TRIUNFO

Y por eso también, hermanos, la tercera fase de la Pascua: El triunfo.

Esta es una noche de triunfo, una noche de victoria. Pero no una victoria que deja aplastados en el odio, en la sangre, a los enemigos. Las victorias que se amasan con sangre son odiosas; las victorias que se logran a fuerza bruta, son animales; la victoria que triunfa es la de la fe, la victoria de Cristo que no vino a ser servido sino a servir. Y el triunfo de su amor es este triunfo pacífico, el triunfo de la muerte no fue definitivo, es el triunfo de la vida sobre la muerte, el triunfo de la paz, el triunfo de la alegría, el triunfo de los aleluyas, el triunfo de la resurrección del Señor.

Pero en este triunfo, hermanos, vuelvo a repetir, hay dos aspectos, dos fases; no lo olvidemos. Una fase que ya se coronó de absoluta victoria y es Cristo, su persona. Sí, ya es el rey de la vida y de la eternidad. San Pablo nos acaba de decir: “¡Ha resucitado y la muerte no lo vencerá más!” En El la redención ha Regado a la cumbre- pero en nosotros. Esta noche, los cristianos que vamos a renovar nuestro bautismo sabemos que para nosotros la victoria todavía tiene un compás de espera, todavía pasea sobre el mundo su bandera el sufrimiento, la muerte, el dolor, el pecado. No es que la muerte y la resurrección de Cristo hayan sido fracasados por la maldad de los hombres; lo que pasa es que esta es la hora de la Iglesia. Desde la resurrección de Cristo hasta su segunda venida, ¿cuántos siglos transcurrirán? No lo sabemos, pero si sabemos que con la resurrección de Cristo se ha rubricado ya el pacto de victoria sobre el pecado, sobre el infierno, sobre la muerte; y que Dios le ha encomendado a su iglesia la administración de su victoria en el corazón de cada hombre. De allí este trabajo tan tremendo de la evangelización, el trabajo de la reconciliación de los hombres con Dios, el trabajo de llevar la sangre de Cristo a todos los corazones, el trabajo de sembrar el amor del Señor sobre todos los odios, el trabajo de sembrar paz en los pueblos, justicia en las relaciones humanas, respeto a los derechos de los hombres que santificó la redención del Señor.

Este trabajo de la Iglesia supone luchas sangrientas, conflictos dolorosos; pero son parte de la Pascua de Cristo, una Pascua que no estará cumplida plenamente sino hasta que Cristo vuelva. Esta noche es una figura de la Iglesia en espera de la madrugada. Oyeron en el pregón pascual cuando se cantaba la gloria de este hermoso cirio, esta candela gruesa con una cruz marcándola de gloria, encendido en mitad de esta asamblea. Y ese cirio es la figura de Cristo, es la Iglesia que ilumina la noche con la luz de Cristo. Pero cantaba el diácono: “que quede iluminando la noche hasta que el lucero de la mañana anuncie que ya no hay necesidad de este cirio sino que el día, con su claridad, es la luz que ilumina al hombre que peregrina en la tierra”.

En la figura de la Iglesia, mientras hay noche ella arde esperando el lucero de la mañana, Cristo que volverá, el resucitado que todavía no le vemos en el esplendor de su gloria pero que ya,a través de su Iglesia, predica, perdona, santifica, guía a las almas que se quieran dejar conducir.

Hermanos, por eso vamos a terminar esta liturgia de la Palabra renovando nuestros compromisos bautismales. Vamos a bendecir el agua que sirve para bautizar a los niños, la fuente en la cual fuimos también nosotros incorporados a este misterio de la pascua. Y esta noche no sólo es hermosa porque Cristo ha resucitado sobre el dolor y sobre su tumba sino porque esa tumba, ese dolor, esa victoria, se han hecho nuestras, gracias al bautismo que Cristo inventó para que todo hombre que nace de la carne, por el bautismo incorporado a El, sea hijo de la redención, sea un candidato de la gloria y de la victoria eterna. Así sea.

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