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(26.2.17) Comed y vestíos, buscando primero el Reino (que está en la Patera)

Lunes, 27 de febrero de 2017

imagesEn la postal anterior, comentando el evangelio del domingo 26.2.17, he puesto de relieve la oposición dramática entre Dios y Mamona. Pero el evangelio de Mateo ha querido añadir un “anticlímax” de tipo cordial, centrado en la superación de las preocupaciones más normales, centradas en la comida y vestido. De esa forma quiere suavizar la oposición, abrir un camino de gratuidad y confianza.

Este pasaje puede dividirse en cuatro partes: dos primeras en paralelo (comida y vestido), una conclusión y ampliación. El texto proviene del Q (Lc 12, 22-32) y Mateo lo introduce aquí para resituar las las oposiciones anteriores:

images0(Comer) Mt 6, 25 Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? 26Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? 27 ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, pue-de añadir una hora al curso de su vida?

(Vestir) 28 Y por el vestido, por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan; 29 pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos. 30 Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana la echan al horno, no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?

(Buscad el Reino) 31 Por tanto, no os preocupéis, diciendo: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vesti-remos? 32 Porque los gentiles buscan ansiosamente estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que necesit-áis todas estas cosas. 33 Buscad pues primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

images3(No os preocupéis) 34 No os preocupéis, pues, por el mañana, pues el mañana tendrá su propia preocupación. Le basta a cada día su mal .

Parece un pasaje ingenuo, como si Jesús se hubiera olvidado de lo que dijo ayer (vivimos bajo el gran demonio de la mamona)… Pero no es así, Jesús sabe que por encima de la Mamona está Dios, de forma que en él podemos confiar (¡porque es Dios!), si buscamos primero el Reino, que está en la patera… Entonces descubriremos que todo es “añadidura”, todo es don, para los que buscan el Reino.

En un mundo de Dios

Juan Bautista comía alimentos “silvestres” y llevaba vestidos no confeccionados, para expresar de esa manera su rechazo frente a una cultura de acumulación y lucha mutua, es decir, de Mamona. Por eso le acusarán más tarde, diciendo que está loco, pues no come ni bebe (cf. Mt 11, 18). Por el contrario, Jesús come y bebe, y desea también que lo hagan todos, dentro de un mundo que, a pesar de sus riesgos, le parece básicamente positivo.

Apoyándose en la página inicial de la Escritura (Gen 1) y en su anuncio del Reino (Mt 4, 17), a pesar de lo dicho al enfrentarse a la Mamona, Jesús experimenta este mundo como bueno y quiere que sus seguidores vivan confiados, poniendo para ello el ejemplo de la naturaleza que, en su plano (aunque está regida por un tipo de necesidad) tiene un sentido positivo, y así ofrece comida y vestido a los vivientes, que no rinden culto a la Mamona. De esa forma indica que Dios ha creado y sigue sustentando amorosamente la vida de los hombres y mujeres, especialmente la de aquellos que parecen más amenazados, en un mundo que es señal de su presencia.

images4A pesar del riesgo de Mamona, a pesar de que en un plano es signo de talión, el mundo es espa-cio de Dios: No está cargado de demonios (contra 1 Hen 6-36), ni necesita signos religiosos especiales para aparecer de esa manera como bueno, pues todas las cosas son señal de su presencia: las aves, que no siembran ni cosechan, lo mismo que los lirios, que no hilan ni trabajan, pero se alimentan de los dones de la tierra y despliegan sobre el mundo su hermosura, aunque sea por unos pocos días (cf. Is 40, 8), y no tengan valor en el mercado:

‒ En un nivel de hondura, la naturaleza es buena. Ciertamente, en ella rige un tipo de talión, pues las cosas se encuentran conectadas en un ciclo de generación y corrupción, pero dentro de ese mismo ciclo, donde todo parece sometido al más duro destino, Jesús sabe descubrir unos signos que van más allá de la lucha por la vida, como son los pájaros del cielo y los lirios del campo… En esa línea, él retoma la vivencia original de Gn 1, donde Dios miraba las cosas que iba creando y decía que eran buenas, incluso las más frágiles (lirios y pájaros del cielo). Ciertamente, él interpreta también la realidad desde otros planos, pero su mirada está llena de belleza agradecida, dentro de un mundo que, a pesar de sus problemas, le parece bello y sorprendente, como muestran sus comparaciones y parábolas.

Los lirios del campo

Este pasaje de admiración ante la belleza de los lirios y los pájaros del cielo ha de entenderse en el con-texto de las parábolas, que son un prodigio de admiración ante el misterio de la realidad. Eso significa que la lucha por la vida o el talión (¡ojo por ojo…!) no es la última palabra. El mundo (lirios, pájaros…) no vale sólo por ser útil, porque sirve para conseguir riquezas, sino porque es bello, un regalo de vida. Por eso, la primera actitud del hombre ante la realidad (incluso ante la que es más frágil) ha de expresarse en forma de confianza admirada, como en Sab 12, 16-18: “Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa no las habrías creado” .

‒ Más allá de Mamona, un gesto de confianza. Como he venido destacando, la Mamona nace de la preocupa-ción del hombre y de su deseo de tener y poder, expresado en la comida y vestido. Esa preocupación le hace atesorar, almacenando tesoros materiales que le dan la impresión de seguridad, de ser dueño de sí mismo, suscitando, al mismo tiempo, la envidia de los otros (¡los ladrones!) para convertir así la vida en una lucha de todos contra todos. Pues bien, Jesús descubre que más allá de la preocupación y búsqueda de “tesoros” que resuelvan las pretendidas “carencias” de este mundo, existe un don más alto: La confianza en la Vida, interpretada como don, regalo de Dios.

Ciertamente, a diferencia de los pájaros del cielo y de los lirios del campo, los hombres tienen que sembrar y segar, cultivar y tejer. Pero ellos han de realizar esos gestos en actitud de confianza ante Dios y de fraternidad ante los otros. Los hombres no están perdidos o arrojados, no están abandonados en las cosas, sino que Dios mismo les acoge con cuidado, de manera que así pueden confiar y buscar el reino. Eso significa que la preocupación existe, pero su finalidad no ha de ser atesorar en la línea de Mamona, sino buscar, acoger y compartir el Reino de Dios.

‒ Dios Padre, que alimenta y viste… Allí donde los hombres se preocupan por el Reino de Dios, los proble-mas se resuelven de otra forma, no por afán de posesión y lucha (en línea de Mamona), sino por gratuidad y superabundancia, pues “todas las restantes cosas se os darán por añadidura” (6, 33). Sobre el talión está la gratuidad, en vez de la Mamona está la Vida que es regalo, un Dios que nos conoce, se preocupa de nosotros. De esa forman se vincula el mismo despliegue de la naturaleza (pájaros y lirios) con el Don de la Vida más alta (Dios). Nosotros, los hombres, podemos romper el orden y sentido de la realidad, identificando nuestra vida con Mamona, para destruirnos. Pero también podemos (y debemos) desarrollar nuestra vida como gracia.

Situado en un nivel racionalista, este pasaje parece intranscendente. ¿Qué sentido tiene la belleza de un lirio o de un pájaro que morirá mañana? ¿No seria mejor no haber nacido que acabar de esa manera? En ese contexto surgen las dos preocupaciones: la ansiedad por la comida (supervivencia) y la ambición por el vestido (apariencia), que les hacen atesorar, divinizando a Mamona, y convirtiendo la vida de muchos en angustia y guerra. Pues bien, por encima de ellas, propone Jesús la búsqueda del Reino, que se funda en Dios y que libera al hombre para la gracia.

Los pájaros no siembran ni siegan y los lirios no hilan ni tejen; los hombres, en cambio, deben sembrar-segar e hilar-tejer si quieren comer y vestirse (cf. Gen 2); pero han de hacerlo sin el agobio que les vuelve esclavos de la producción y del consumo, siervos del Capital/Mamona, que les impide vivir en gratuidad. La angustia por la producción y posesión de bienes hace a los hombres enemigos, pues las cosas que producen y atesoran son limitadas. En contra de eso, la búsqueda del Reino puede vincularles, pues las cosas de Dios no se pierden al darse, sino que sólo se tienen y gozan cuando se comparten. De esa forma se distinguen el plano de la ley y el de la gracia.

Un ser preocupado, más allá de la preocupación está la gracia

‒ El hombre, un ser preocupado. Reinterpretando un mito latino, M. Heidegger (1889-1976) definía al hom-bre como Sorge: cura, cuidado, o preocupación. La Tierra le dio un cuerpo que vuelve a la tierra. La Divini-dad le proporcionó un aliento sagrado (spiritus) que vuelve a lo divino. Pero su vida se encuentra dominada en el tiempo por la Preocupación o Cuidado que modela y marca sus días sobre el mundo.

El hombre es, por tanto, un viviente que, hallándose abierto a un abanico de posibilidades, se descubre a la vez agobiado (angustiado), con la tarea de encontrar su puesto entre las cosas, debiendo luchar en contra de aquellos que se las disputan. Ha salido de la tierra madre, pero esa tierra no consigue responder a sus problemas; sin un Dios que le pueda tranquilizar. Entre la tierra y el cielo, lejos de su naturaleza madre y separado de un posible padre Dios, habita el hombre, entregado a su preocupación (cura) por el pan y el vestido, condenado a enfrentarse con aquellos que tienen la misma preocupación, sin otro posible Dios que Mamona, que parece el único real .

‒ Más allá de la preocupación está la gracia. Pues bien, el evangelio nos hace superar ese nivel de angustia que se funda en la preocupación o lucha por los bienes limitados que nos llevan al enfrentamiento mutuo y culminan en la muerte, porque el camino del hombre entre las cosas no lleva a la muerte, sino al Reino, que ilumina su presente y llena de sentido su existencia, en perspectiva de gracia. El Dios de Jesús no es una lejana divinidad (Júpiter) que no tiene más posibilidad que la de entregamos en manos de la angustia y de la lucha de nuestros afanes, sino el Padre que sabe lo que necesitamos y nos abre con un amor más grande y un cuidado superior hacia el futuro ya presente de su Reino.

Dios no nos entrega en manos de nuestra propia cura o Sorge, no nos abandona a la lucha por los bienes limitados de la tierra, sino que su presencia nos eleva por encima de esa preocupación y de esa lucha angustiosa, de manera que podamos vivir conforme a la gracia del Reino, sabiendo que estamos en manos de la gracia creadora de Dios, no de la lucha por la vida ni de la simple muerte. En el principio de la antropología de Jesús está no sólo el agradecimiento, sino también la confianza en la fuerza creadora de su amor, sabiendo así que seremos recreados por su la vida .

Mundo del trabajo, mundo del gozo

Ciertamente, Jesús sabe que este mundo es espacio de riesgo y que, si no buscamos el Reino de Dios, podemos convertirlo en un campo de batalla angustiosa de todos contra todos («se levantará nación contra nación y reino contra reino»: Mt 24, 7). Pero, en sí mismo, como lugar donde se expresa el cuidado de Dios y puede buscarse su Reino, este mismo mundo es bueno. No es lugar donde tenemos que morar como extranjeros, sino casa de Dios donde podemos amar y trabajar, en un gesto en el que pueden distinguirse estos niveles.

‒ Experiencia positiva del mundo, apertura ecológica. Descubrimos la providencia de Dios en la comida de los pájaros del cielo y en la belleza de los lirios que perecen en un día, pues el mismo Dios se manifiesta en ellos: alimenta a las aves, viste a las flores. La confianza en la naturaleza está en el fondo del mensaje de Jesús y es componente radical de su evangelio. Frente a todas las posibles tentaciones de evasión o gnosis negadora de la vida (que condena el mundo como malo), Jesús ha puesto de relieve el valor y la belleza del mundo, reflejada en los lirios y los pájaros, que son valiosos por el hecho de existir, aunque puedan parecer-nos inútiles. Sin esta primera “confianza básica” en el mundo, entendido como creación de Dios, y espacio de belleza y de valor, empezando por los frágiles lirios y los pájaros, pierde su base el evangelio.

‒ Ocupación laboral, cuidado por el mundo. Pero la inmersión inconsciente en la naturaleza (con los lirios y los pájaros) no basta, pues los hombres han de trabajar para vivir: Ellos siembran y siegan (a diferencia de las aves), ellos hilan y tejen (a diferencia de las flores); pero su trabajo no puede entenderse ya como esclavitud y agobio, sino como expresión de la gratuidad de Dios, y como signo de la búsqueda del Reino (6, 33), en respeto por la naturaleza (ecología), en fraternidad con todos los hombres (en justicia…). Es evidente que el trabajo de los hombres va más allá de la pura preocupación (y de la pasividad de lirios y pájaros), pero sólo puede entenderse en un contexto de respeto radical por la naturaleza y de compromiso de solidaridad y justicia amorosa con los otros hombres, como implica todo el Sermón de la Montaña.

Buscad el Reino

‒ Búsqueda de Reino. En ese fondo añade Mt 6, 33 “buscad el Reino de Dios y su justicia…”. De esa forma introduce el respeto por la naturaleza y la solidaridad humana en el contexto de la búsqueda del Reino, que Jesús encarna en el camino de su vida. La certeza de Dios nos impulsa no sólo a contemplar el mundo, en gesto de gozosa admiración, y a trabajar para vivir, sino que nos lleva también al compromiso más alto del don y experiencia del Reino, que se expresa sobre todo en el amor gratuito hacia los otros. En ese contexto se podría hablar de una ecología evangélica, en la línea del Papa Francisco, Laudato si (2015, num 226), cuando nos invita a mirar como Jesús hacia los lirios del campo y las aves del cielo .

— Y todo lo demás se os dará por añadidura… Esa añadidura del Reino es la nueva creación. Entendido así, todo este pasaje (Mt 6, 25-34) ofrece una fuerte vivencia de sacralidad, manifestada en forma de confianza (sabe vuestro Padre lo que necesitáis: 6, 32) y de compromiso (buscad el Reino de Dios, y todo lo demás se os dará por añadidura: 6, 33). Dios no se ha escondido en un oscuro y difícil más allá ni ha entregado el mundo actual bajo el control de poderes adversarios, como suponía 1 Hen 6-36. No ha dejado que triunfen por un tiempo los perversos, permitiendo que amenacen nuestra vida, como suponía Sab 1-2. Jesús nos ha ofrecido la certeza de que el mundo es ya, desde ahora mismo, lugar donde se expresa, en clave de misterio, la bondad creadora y providente de Dios Padre, que es fuente de nueva vida, es decir, de resurrección.

Paradójicamente, esa misma sacralidad permite que miremos hacia el mundo con ojos plenamente naturales, sin acudir en ese nivel a dioses ni demonios, pues las aves son alimentadas y las flores se visten de hermosura, en equilibrio positivo que se abre (nos abre) hacia un nivel fundante de confianza. Que se expresa en la búsqueda del Reino. De esa forma, para aquel que vive en búsqueda de Reino, el mismo afán del mundo tiene ya un sentido, pues nos abre más alla de la misma lucha de la vida hacia el espacio de la gratuidad:

‒ Hay una búsqueda cerrada, que se centra en el comer/vestir, es decir, en la Mamona que cierra al hombre en el mundo (en la pura lucha interhumana) impidiéndole abrirse a los valores de la gratuidad del Reino. En ese plano, la vida del hombre sobre el mundo está marcada por la preocupación, por el cuidado. Pero los hombres no pueden cerrarse en ese nivel, pues la misma naturaleza es signo de gratuidad

‒ Hay una búsqueda abierta, dirigida al Reino, en la línea del servicio hacia los pobres; ella se funda en el don de Dios y libera al hombre para descubrir y cultivar la presencia creadora de la gracia. Esa búsqueda del Reino se expresa en forma de apertura al nivel de la gratuidad, desde el que pueden y deben reordenarse y resolverse todos los problemas de la vida.

Esa apertura al Reino, que se expresa en la llamada a no agobiarse a causa de la comida/vestido no implica pasividad, sino todo lo contrario: Búsqueda del Reino. En vez de alejamos de la tierra, para hacemos extranjeros en ella, el Reino nos permite conocerla mejor, en gesto de búsqueda de gratuidad, en la línea de eso que pudiéramos llamar ecología de la belleza mesiánica del cosmos, abriéndonos por encima de la muerte al don más alto de la vida. En esa línea, el Reino de Dios nos ilumina y nos permite descubrir la providencia de Dios en la comida de los mismos carroñeros (cuervos) y también en la belleza de los lirios que en un día se marchitan, pero no para ser como los cuervos y los lirios sin más, sino para buscar el don del Reino, de un modo gratuito, esperando la respuesta de Dios (la resurrección).

Dios, la libertad personal, el gozo de la vida

La mano de Dios cuida el paso del tiempo: alimenta a las aves, viste a las flores. La misma ma-no, en un plano más alto, cuida a los hombres y mujeres que buscan el Reino. Desde ese fondo ha de entenderse el trabajo, como signo de providencia de Dios, que ha querido introducirnos en su misma acción creadora. Los hombres y mujeres no viven ya pasivamente, sino que han de trabajar para vivir: siembran/siegan (a diferencia de las aves), hilan/tejen (a diferencia de las flores).

Pero su trabajo no se entiende ya como un agobio que les cierra en las tareas inmediatas de la subsistencia, sino como expansión de aquella misma gratuidad que hallamos reflejada en la vida de los animales/plantas; es un trabajo para la vida de todos, un trabajo que no destruye el mundo, sino que potencia la belleza y la gracia de sus dones, pero en un camino que está abierto a la gracia de la resurrección. En esa línea, la búsqueda de Reino nos permite entender y compartir por dentro la misma obra de Dios, en gesto de gozosa admiración y de trabajo sin agobio, en comunión con los demás, sabiendo así que nuestra vida supera el nivel de la pura acción y reacción donde nada se crea ni destruye (sino que se transforma), situándonos así en el nivel de la acción creadora de Dios, que se expresa del modo más hondo en la resurrección.

‒ La palabra de Jesús nos libera así de la adoración cósmica, entendida como signo de un simple retorno cósmico: ni el mundo es Dios, ni nosotros podemos quedar encerrados en su trama. La llamada de Dios nos eleva sobre y con el mundo, poniéndonos en pie, dirigiéndonos al Reino. Solo de esa forma, sabiendo que lo desbordamos, podemos retomar al mundo y contemplarlo como signo de un misterio providente y como espacio de fraternidad para los hombres.

‒ Jesús nos libera igualmente del agobio del trabajo interpretado como esclavitud laboral (simple esfuerzo por sembrar/segar, hilar/tejer). La misma vida frágil de cuervos y de lirios podrá hablamos del cuidado supe-rior de Dios. Ciertamente, a diferencia de cuervos y lirios, nosotros debemos trabajar para vivir, pero sabiendo que, sobre trabajo está la gracia de la vida, que se expresa de un modo especial en la comunión entre los hombres y mujeres. No se trata, pues, de un trabajo para producir y así tener (al servicio de Mamona), sino de un trabajo para colaborar con Dios, gozar de la vida y compartirla con los otros hombres .

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